sábado, 25 de abril de 2020

LECTURAS - 16 de Noviembre de 1.962 - España


UNA GRAN ACTRIZ CONFÍA SUS PENAS
SARA MONTIEL
“Mi felicidad nunca será completa si no tengo hijos”
“Sin embargo, tengo mucho más de lo que pudiera haber merecido y vive mi madre que es quien más quiero en el mundo”, añade la gran actriz.
Sara siente verdadero pánico al pensar en el mañana, pues cree que el público pronto se va a cansar de ella y de sus películas. 

Sara Montiel, la más popular de las estrellas españolas, nació en plena Mancha castellana y está casada con el director cinematográfico Anthony Mann, un norteamericano, austríaco de nacimiento. 


Sara lamenta haber quedado encasillada en un mismo género dentro del cine español. Ahora cree que ya es tarde para demostrar plenamente sus cualidades de actriz. 

-Quisiera retroceder diez años mi vida –dice Sara Montiel a poco de haberse iniciado el diálogo.
La estrella cinematográfica más popular de nuestro cine, hoy en la cúspide de su carrera, desearía poder empezar de nuevo. Ahora cree que ya es tarde para demostrar a sus seguidores que ella también es una actriz.
-Pero nunca he tenido oportunidades. Ya en Méjico me encasillaron en peliculillas de corte folletinesco y melodramático, en las que siempre lucía más mi voz que mis dotes artísticas. De regreso a España surgió “El último cuplé”, hace de ello ya seis años, y en los “cuplés” me he quedado.
Más que una entrevista, parece una confesión. Sarita, la bella manchega de Campo de Criptana, sabe que sus años ya no son mozos y que de la noche a la mañana puede surgir una joven competidora que arrastre con toda la multitud de admiradores que hoy la adulan.
-Pensar en el mañana me produce verdadero pánico.
-¿Por qué?
-¡Quién sabe! Una enfermedad, un accidente…
-¿O un fracaso…?
-No sé… Empiezo a creer que el público pronto se va a cansar de mí y de mis películas.




Para sus diversos papeles cinematográficos, Sara ha usado más de quinientos modelos distintos, cuyo valor supera los diez millones de pesetas. Aquí aparece en tres escenas correspondientes a "El último cuplé", "Pecado de amor" y "La bella Lola". 

Tras haber finalizado su actuación en “La reina del Chantecler”, está a punto de firmar un contrato, quizás el más importante de su vida: llevar a la pantalla la figura de Raquel Meller.
-¿Te crees capacitada para ello?
-Así lo han creído los productores. A mí misma me critico muy mal. El cero que me pongo en mayor que yo.
Decididamente hemos dadoy hoy con el lado pesimista de Sara Montiel.
-¿No eres feliz?
-Sí, porque, gracias a Dios, tengo mucho más de lo que yo pudiera haber merecido. Vive mi madre, que es a quien más quiero y, además, procuro siempre ver el lado alegre de la vida.
-¿Te falta algo?
-A todos nos falta siempre algo para obtener la felicidad completa. Yo no la conseguiré jamás si no puedo tener hijos.


En su estancia en Méjico, Sara se enamoró de un joven médico de aquella nación. De vuelta aquí, las relaciones sufrieron merma. Seis años más tarde, surgía en su vida Anthony Mann, el notable realizador cinematográfico norteamericano, con quien se unió en matrimonio.
-Nos llevamos estupendamente. Él con su mentalidad sajona –pues es austríaco de nacimiento- y yo con mi mentalidad ibérica. Lo lamentable es que, por nuestros respectivos trabajos, debemos de estar separados la mayor parte del año.
Se encuentre donde se encuentre, Sara no puede pasar un solo día sin llamar a Anthony por teléfono. En ocasiones las conferencias duran más de una hora.
-Un día –asegura- estuve hablando con mi marido noventa y ocho minutos a través del teléfono. Me entusiasma entablar conversación por este medio. Para mí es el invento más importante que ha tenido lugar desde la creación.
Las preferencias de Sara van también para los viajes en ferrocarril. Rara es la ocasión en que toma el avión u otro medio de transporte para efectuar viajes largos.
-Me apasiona viajar en el tren, especialmente si acierto a hacerlo en un día lluvioso. Me parece estar sumida en un mundo irreal y maravilloso.


Sin embargo, en su vida privada, Sara Montiel es mujer que huye de toda ostentosidad y viste con sencillez. (Fotos José E. Puente.)

Observando a la protagonista de “La violetera” y tantas otras películas de corte semejante, hemos podido comprobar que su rostro está exento por completo de cualquier clase de maquillaje.
-Nunca me he maquillado, ni cuando ruedo. Muchos creen que no es así y que la Sara del cine es diferente a la de la vida real, suponiéndola repleta de tinturas y de cremas embellecedoras.
-¿Cuál es el secreto de tu atractivo facial?
-No tengo secreto. Me limito a pintarme ligeramente los ojos y los labios. Y nada más.
Se sabe de Sara Montiel que ella ha sido, hasta el presente, la figura española que más bellos modelos ha lucido en sus interpretaciones. Su elegante porte ha motivado animados comentarios en el mundillo femenino.
-He usado cerca de quinientos modelos, creados ex profeso para mis diferentes papeles cinematográficos. En junto, el costo de los mismos vendría a rebasar los diez millones de pesetas.
Contrariamente a lo que se pueda suponer, a través de sus actuaciones en las cámaras, Sara es mujer que huye de toda ostentosidad.
-Procuro llevar una vida muy ordenada con tal de mantenerme el mayor tiempo posible. Sé que no voy a pasar a la historia del cine ni de la canción, pero al público le gustan mis películas y a él me debo.
-¿Consideras que tu género es “ínfimo”?
-¡Tanto como eso, no! Viene a ser como el percal de los tejidos, que ya es mucho decir.
-¿No te disgusta tanto el “percal”?
-Siempre y cuando me sirva de canje para ante y visón, desde luego que no.
-¿Amas el cine sólo por los beneficios materiales?
-Y porque es parte integral de mi propia vida. En él estoy desde los quince años…
Desde aquella “Misión blanca” ha llovido lo suyo. Sarita se convirtió en Sara. Y ahora, en plena madurez del estrellato, diríamos, casi, casi, que nos ha confiado sus penas.


EL RECORTE CCCXLIV
Nuevos matrimonios vendrían para la actriz y con Pepe Tous, también, los hijos. El sueño más anhelado de la diva. Aquí un reportaje centrado en ella y sus hijos de Diez Minutos, con fecha 3 de febrero de 1.987.  

ELLAS e Hijos
SARA MONTIEL

"Zeus tiene un gran sentido musical, canta y baila con mucha gracia. Es posible que siga mis pasos"

La casa que el matrimonio Tous-Abad tiene en Palma de Mallorca, allá en lo alto de la montaña de Na Burguesa, se llma “Thais-Zeus” en homenaje a sus hijos. Thais tiene siete años de edad y Zeus tres. Ella nació en Brasil, donde Sara la adoptó. La niña ya sabe este hecho. Según su padre, Pepe Tous, la pequeña será de mayor una belleza al estilo de Nastassia Kinsky. Por su parte, Zeus es un niño de ojos grandísimos, de color negro y pelo rubio. Los dos son muy guapos y la alegría de su casa.
-Vivo muy pendiente de mis hijos –dice Sara; a partir de ahora voy a hacer más cortas las giras y los viajes a América. Me parte el alma oír la voz de Thais al teléfono diciéndome: “Mamá, ¿cuándo vienes…?” Después de estas palabras pienso que no debo estar más de un mes separada de mis hijos y entiendo que no me compensa el factor económico si es a costa de este sacrificio. A partir de este año sólo haré viajes de ida y vuelta. Mis ausencias de casa por motivos profesionales no van a durar nunca más de quince días.


Zeus tiene muy bien apetito, según su madre. 


"Vivo muy pendiente de los niños", dice Sara. 

“CREO QUE EDUCO BIEN A MIS HIJOS”
Los niños van a un colegio donde, aparte de las materias correspondientes, les enseñan inglés. Thais lo habla ya perfectamente.
-Creo que educo bien a mis hijos. No les consiento sus deseos por simple capricho. Pepe es más débil con ellos, por eso yo intento inculcarles un orden y una razón en su comportamiento.
-¿Qué te gustaría que fuera Thais de mayor?
-A ella le gustan mucho las nuevas ciencias. Este año pidió para Reyes un ordenador y, naturalmente, lo ha tenido. Es una chica muy lista, muy despierta y muy vital. Cuando hace una cosa sabe por qué lo ha hecho; razona su comportamiento. Es una niña muy lógica.
-¿Y Zeus?
-Sólo tiene tres años; su carácter se está formando. Aún está por ver cómo será en un futuro, pero ya intuyo que muy diferente a Thais.
-¿Se llevan bien entre ellos?
-Sí, se quieren mucho. A veces pelean por un juguete o por cualquier otra cosa, pero imagino que igual que otros niños de su edad.
-¿Cómo es tu relación con ellos?
-Normal. Me preocupo por sus asuntillos, desde lo más mínimo a lo que los críos consideran muy importante. También me gusta controlar su alimentación, su educación… ¡Todo! Quiero que me tengan siempre a su lado si me necesitan. Me encanta verles crecer y formarse. Me llenan mucho.


Thais tiene ya siete años; Zeus, tres. Los dos constituyen la alegría de la casa del matrimonio Tous-Abad en Palma de Mallorca. 

FICHA
Thais tiene siete años, los ojos oscuros y pelo negro. Es vivaz, lista, enérgica e incansable. Habla perfectamente inglés. Desde los tres años sabe lo de su adopción. Adora a sus padres y le encanta jugar con los ordenadores. De mayor quiere ser periodista y empresaria, como papá.
Zeus, tres años. Melena rubia, que le corta y arregla su madre, y los ojos negros. Está aprendiendo ya el inglés y de momento lo que más le gusta es jugar con su hermana. Zeus es el capricho de la casa. Come mucho, le encanta ir en bicicleta y los dibujos animados. A su edad sólo piensa en divertirse.

 “QUIERO VOLVER AL CINE Y AL TEATRO”
-Puesto que tus hijos son aún muy pequeños y no deseas separarte de ellos, ¿cómo vas a proyectar a partir de ahora tu carrera profesional?
-Mientras pueda y el público me siga aceptando, continuaré. Me gusta mi trabajo y quiero volver a hacer cine y teatro. Me apetece interpretar personajes acordes con mi edad, desarrollar plenamente mi faceta dramática. Es la segunda etapa de mi carrera: ser actriz dramática, pues en el aspecto musical puedo seguir hasta que quiera. De joven he sido un mito del cine; también se puede lograr lo mismo siendo más mayor.
-¿Te gustaría que tus hijos se dedicaran al espectáculo?
-Si a ellos les atrae, ¿por qué no? Zeus tiene un gran sentido musical, canta y baila con mucha gracia. Es posible que siga mis pasos. Thais es más práctica. Pienso que la niña elegirá una carrera técnica o científica.


Sara pasa muchas horas en la habitación de sus hijos. 


"Creo que educo bien a mis hijos. Intento inculcarles un orden y una razón en su comportamiento". 

Sara se preocupa porque Thais es una niña con poco apetito, a quien siempre “le ha costado mucho comer y está muy delgada. Zeus, en cambio, no hace ascos a nada”. La estrella está hecha una madraza…
-Tanto para Pepe como para mí los niños son lo más importante de nuestras vidas. Sólo deseamos que crezcan fuertes, sanos y bien formados, con una educación que les ayude a afrontar la vida. Quiero que aprendan el valor que tiene cada cosa, que sepan que éstas no caen en nuestras manos porque sí, sino porque han sido adquiridas a costa del esfuerzo personal de cada cual.
Sara Montiel mira tiernamente a sus hijos, juega con ellos durante muchas horas y les razona aquellas decisiones que les concierne.
-A diario doy las gracias a Dios por haberme permitido llegar hasta este momento, por tener estos dos hijos y un hogar estable junto a Pepe. Son ya dieciséis años de unión, ocho de ellos casados. Pepe es muy importante para mí, fundamental en mi vida afectiva y absolutamente todo en mi carrera.

Texto y fotos:  Chelo GARCÍA-CORTÉS/Eduard CASALS.


LA FOTO CCCXLIV


No te preocupes, Sara, sigues siendo la única...

sábado, 18 de abril de 2020

COLT 45 - nº. 29 - 1.961 - Brasil


Pincha en las imágenes para verlas en grande. 


























EL RECORTE CCCXLIII
Fue una de sus últimas entrevistas a un medio de máxima difusión. Por milésima vez, la diva, hacía un repaso de toda su carrera profesional y volvía a hablar de Hollywood. Era el 13 de octubre de 2012 para El País. 

Todas las imágenes, menos una, has sido sacadas de la página web de El País. 

“En 54 años no ha salido nadie como yo”
La primera estrella española en Hollywood reivindica con 84 años su vigencia
Dejó el cine en 1974, el destape le parecía "vulgar", pero sigue dando conciertos
Repasamos la carrera de Sara Montiel con la ayuda de su fotográfica memoria
Por: Víctor Núñez Jaime


La actriz y cantante Sara Montiel, de 84 años, fotografiada en Madrid.  /Alberto Rivas/

El ático donde vive Sara Montiel se extiende por toda la séptima planta de un edificio en el elegante barrio madrileño de Salamanca. Cuando se abre la puerta del ascensor, un retrato de trazos color carmín atrapa la atención. Es el bello, joven y ya mítico rostro de la actriz delineado por su hermano Luis Fernando (“lo hizo en diez minutos”) que da la bienvenida con una mirada entre tierna y sensual. Adentro, las rojas paredes están saturadas de cuadros y fotografías de marcos dorados o plateados. Hay mesillas y vitrinas en donde permanecen apretujados objetos de cristal, cerámica y mármol. Son jarrones, botellas, esculturas, joyeros, lámparas, candelabros. Una pared de espejos le da mayor profundidad al ya de por sí amplio salón que preside, desde aquí, un enorme cuadro del pintor mallorquín Joan Miquel Roca Fuster. Es ella, desnuda, apenas ataviada con un velo, en medio de una escena onírica. Enfrente, otro óleo de similares proporciones muestra a una delgada y joven hada montada en un caballo blanco. Encima del piso de madera se extienden algunos tapetes de tonos guindas y azules.
Antes que su dueña, llega con sigilo “Cuchi”, un perro caniche enano gris. “Es la tercera mascota que tengo. Y todos se han llamado Cuchi: cuchi-cuchi-cuchi”, dirá después, con picardía, la protagonista de Piel CanelaSara Montiel entra —viene de su dormitorio— y ofrece la mano derecha para saludar. Trae puesto un vestido blanco y unas sandalias con incrustaciones doradas. Sus uñas —postizas— son verdes y su roja cabellera la tiene recogida en una coleta. Acaba de lavarse la cara, no está maquillada, sólo se ha puesto un poco de crema Nivea sobre la piel bronceada (“secuela del verano en la playa. Pero ya desaparecerá, porque soy como la leche”). Se sienta —con delicadeza— en un sillón gris con flores negras, rojas y blancas. Entonces suspira y coloca las manos sobre el regazo.
Ahí está. Es Sara, Sarita, Saritísima, la última diva.
Tiene 84 años (“nunca he ocultado mi edad”) y afirma –categórica- que sigue estando vigente. Amadrina este fin de semana el festival de cine de Almería AWFF, que además rinde tributo a su contribución al western. Y no piensa bajarse de los escenarios. “En primavera me pongo a dar conciertos. Y me va muy bien. Pero en diciembre y enero no hago nada, ¿eh? El año pasado hice seis galas. Me quieren mucho en toda España. Estoy dos horas en el escenario y todos salen encantados. Y no hago nada para cuidar mi voz”, dice mientras enseña orgullosa un póster de una actuación en Zamora del pasado junio. Aparece recostada, cubierta por una sábana rosa pálido y con un puro en la mano.


"Introducing Sarita Montiel", decían los créditos de "Veracruz" (Robert Aldrich, 1954), su debut en Hollywood. No era la actriz principal, pero se convirtió en uno de sus reclamos. En la foto, con el protagonista, Gary Cooper, con quien aclara que no tuvo un romance. 

No había quien financiara la película. “¿Para qué recuperar los cuplés?” El productor Juan de Orduña escuchaba una y otra vez la misma pregunta. Después de tanta insistencia, su hermano logró conseguir un pequeño crédito gracias a un aval. Sara Montiel estaba en Hollywood, acaba de hacer Yuma y, previa advertencia sobre las limitaciones del rodaje, viajó a Barcelona para protagonizar El último cuplé.
Orduña quería que una “cantante profesional” doblara a la actriz en todas las canciones que tenía que interpretar, pero no hubo quien aceptara sin que le pagaran inmediatamente. Así que Sara Montiel tuvo que hacerlo. Pidió a la orquesta que bajara medio tono para adaptarse a su voz y comenzó a entonar temas como “Nena”, “Clavelitos”, “Ven y ven.”
Fueron tres meses de rodaje llenos de obstáculos. Los decorados eran de cartón. Hubo a quien le tocó usar un vestido de papel. Se hacía una única toma de cada plano porque no había material para hacer varias y elegir la mejor. Un día, el director estadounidense Anthony Mann, entonces esposo de Sara Montiel, visitó el plató y al ver la precariedad de medios con la que se trabajaba concluyó que la película estaba destinada al fracaso. “Nunca había trabajado en condiciones tan malas. Después de haber estado en México y Estados Unidos, esto era pésimo”, recuerda ahora la actriz, quien al acabar la filmación se fue a Nueva York.
Transcurría la primavera de 1957 y el teléfono comenzó a sonar con noticias inesperadas: “la película es todo un éxito. El Cine Rialto está a reventar. La gente tiene que comprar las entradas con varias semanas de anticipación. Esto ya es un fenómeno social.” ¡Por fin! Sara Montiel llevaba años soñando que un día, no muy lejano, llegara a un aeropuerto y fuera recibida por una multitud de gente y de fotógrafos (“como le ocurría a Sofía Loren”). Y ese día había llegado. Un gentío alborotado y decenas de flases le dieron la bienvenida en Barajas.
A partir de entonces, el éxito fue estratosférico. Comenzó a protagonizar una cadena de melodramas musicales. Puso su tarifa: “un millón de dólares por película.” Ella misma elegía las canciones que iba a interpretar. También el vestuario, para que estuviera a juego con la escenografía. Y hasta el horario de trabajo: “porque me negué a volver a madrugar. En México y Estados Unidos tenía que levantarme a las cinco y media o seis de la mañana. ¡Nunca más!” Se olvidó de Hollywood: “en todas partes cayó El último cuplé como una avalancha y en todas partes triunfó. ¿Quién, en un caso así, querría volver a hacer de india?”


Sara Montiel, caracterizada de María Luján, fumando y esperando en un destartalado cabaret de Barcelona en "El último cuplé" (Juan de Orduña, 1957), gran éxito internacional del cine español. Aquí nació su estrella. 

 De Sara Montiel se dicen muchas cosas. Se dice que exigía una media, a manera de filtro, en todas las cámaras que captaban su imagen. “¿Tú crees? Es ridículo. Lo único que pido es luz blanca directa a la cara. Nada más. Es lo único que necesito para salir estupenda. Tengo una maquilladora que trabaja para mí, es verdad. Pero me da muy poco fondo, porque me gusta muy tenue. Así ha sido siempre.” Se dice que usa peluca. “Uuuuy, ¡mira el pelo que tengo! A mi edad, tengo mucho pelo, ¿comprendes? Ahora: cuando voy a la televisión me pongo como una leona, ¿eh? Me lo rizo muy bien y ya está.”
Se dice que, en realidad, no canta. “No sé quién comenzó a difundir eso de que alguien venía a doblarme las canciones. ¡Nunca! Mira: tal vez yo no sea la mejor cantante. Pero sé interpretar. Y muy bien. He grabado unas 900 canciones. En 1969 hice “Sara Montiel en Persona” para que el público fuera a verme, porque no me conocían, sólo me habían visto en la pantalla. Fue un poco, también, para callar ese rumor de que yo no cantaba.”
Se dice que no desconoce en qué consisten las cirugías plásticas. “¡Jamás! Pero si no tengo arrugas. Algunas líneas de expresión, sí. Muy finas. Pero no son arrugas. No tengo bolsas ni ojeras. No me he hecho nada en la cara, ¿ves? Yo no soy como las de ahora: todas operadas. Se ponen unos morros impresionantes. Yo no me pongo morcillas. ¿No has visto que hay algunas que parecen patos? Ay, me hace mucha gracia. Pero no me gusta.”
Se dice que pasa sus días en sendos rituales de belleza. “Para nada. Mi madre me decía: “ay, hija mía, cuando seas mayor vas a tener la piel de lagarto.” Porque me lavo la cara nada más que con jabón. Con el jabón que sea. Y después me pongo una loción para hidratar. Siempre por la mañana. Tengo los poros muy finos y nunca he tenido problema. Soy muy blanca, piel delicada, fina, pero sin arrugas. Y me maquillo muy poco. Eso sí, me pinto bien mis cejas, me pinto los ojos. Siempre, en el cine y en la televisión, he cuidado mucho las luces que me ponen. Entro al plató una hora antes de empezar el programa y hablo con el iluminador. Veo cómo está puesta la luz, dónde me voy a sentar y le digo: “me vas poner un foco aquí y otro en la cara.” Porque entre más luz tengas de frente, sales mejor.”
Se dice que intimó demasiado con Marlon Brando. “Ah, eso es por los huevos de Marlon. Lo conocí en el 51, en una película que él hacía con Frank Sinatra. Luego nos volvimos a ver en el 55, cuando él estaba haciendo Sayonara. Una vez, hablando de comida, le conté que en España teníamos la tortilla de patata, con huevo. Le hablé también del cocido madrileño. Y de que cada provincia tiene su propia comida, porque España es muy rica en la gastronomía. Y le dije: “yo hago unos huevos fritos con ajos, a lo manchego, ¡que pa qué te cuento!” Y ahí quedó la cosa. Como a las dos semanas, a las cinco de la mañana, Margareth, una criada divina, negra del sur, que teníamos Anthony Mann y yo, me despertó: “¡Señora, Marlon Brando está en la cocina!” Pues salí, le hice unos huevos fritos con ajos y un café que me salió buenísimo. Luego él no paraba de decir: “he comido huevos manchegos. Huevos de la tierra de Don Quijote.” Muy majo. Compartíamos también el gusto por México, donde él había hecho Zapata. Pero nada más.”
Se dice que fue amante de Gary Cooper. “¡Ay, por favor! Jamás tuve relaciones amorosas con él. Fuimos amigos y ya. Cuando lo traté, yo estaba con Severo Ochoa. Es cierto que, si hubiera querido, hubiera hecho el amor con Gary Cooper. Pero no quise.”
De Sara Montiel se dicen muchas cosas. “Se han dicho muchas mentiras. Pero ninguna me ha afectado. Estoy muy acostumbrada.” 


Vendiendo flores y enamorando aristócratas, Montiel consolidó como 'sex symbol' hispano mundial con "La violetera" (Luís César Amadori, 1958). Ya era la actriz mejor pagada de España. 

Sara Montiel estuvo a punto de no nacer. Cuando su madre supo que estaba embarazada por segunda vez decidió que era mejor “que el niño viniera al mundo.” Los tiempos “estaban muy difíciles” como para que la familia creciera tan rápido y, a escondidas, salió de su pueblo para abortar. Pero nadie se dio cuenta de que en el vientre tenía dos placentas. Le sacaron una y la otra siguió creciendo. “Fíjate: tal vez hubiera podido tener una gemela o gemelo.” No lo tuvo pero sus padres se encargaron de que ella tuviera suficiente presencia. Por eso se llama María Antonia Alejandra Vicenta Elpidia Isidora Abad Fernández.
En 1928, Campo de Criptana (Ciudad Real, Castilla La Mancha) era un pueblo humilde que subsistía gracias a la agricultura. Al estallar la Guerra Civil, los Abad Fernández se fueron a Orihuela (Alicante) y ahí la futura estrella comenzó a estudiar en un colegio de monjas. Ahí, también, Sor Leocadia le enseño a cantar. Antonia tenía 16 años cuando en la Semana Santa de 1941 cantó una saeta. La escuchó el periodista José Ángel Ezcurra, fundador de la revista Triunfo, y quiso conocerla.
Ezcurra le puso con una profesora de canto y la animó para que se presentara a un concurso. Interpretó “La morena de mi copla” y ganó. Luego la llevaron a Barcelona para hacer unas pruebas cinematográficas. Y entonces, no sin ciertas reticencias, comenzó a conquistar al cine con su primera película: Empezó en boda, con Fernando Fernán Gómez. “Fernando fue el primero que me besó. Porque yo no sabía besar. Y me explicó cómo se hacían las películas. Es que yo creía que se hacían como se ven: desde el principio hasta el final.”
Quiso tener un nombre artístico y pensó en “Alejandra.” Pero al ilustrador Enrique Herreros no le gustaba. Él sentía, sobre todo, que hacía falta un “apellido contundente”, uno que destacara por su sonoridad. Como Montiel. Ella, por su parte, recordó que su bisabuela se llamaba Sara. Y ese nombre le gustó. Así nació Sara Montiel. Y así la llamaron por primera vez en la revista Primer Plano.
Llegaron más películas. Locura de amor, por ejemplo, donde ella era la antagonista. “Era la mala malísima. Pero ahí el público comenzó a notar que, en realidad, yo estaba buenísima.” Sentía, sin embargo, que su carrera de actriz no acababa de despegar. Un día, el dramaturgo Miguel Mihura (“mi primer amor, el hombre que me hizo mujer. El hombre al que volvía loco en la cama y lo dejaba como un trapo”) la recomendó con los productores de Hispamex y la contrataron para hacer Furia roja en México.
Sara Montiel llegó al Distrito Federal acompañada por su madre en abril de 1950. “¡Ay qué país, México! Qué sitios, qué gente. Una industria cinematográfica muy profesional, en plena época de oro. Y qué comida. ¡Y la gente se podía divorciar! Y esa era una realidad que contrastaba con la España cutre que teníamos. Y al instante me hice famosa. Cómo no, si me pusieron al lado de Pedro Infante. Hice tres películas con él: Necesito dineroAhí viene Martín corona y Vuelve Martín Corona. Y me hice mexicana, claro. Todavía tengo mi carta de nacionalidad en la caja fuerte. Y, además del español, tengo pasaporte mexicano. Cuando me casé con Anthony Mann, en Los Ángeles, me casé con pasaporte mexicano.”
Se había ido a Estados Unidos para hacer películas como Veracruz y Serenade, donde conoció a Mann. Pero después del éxito de El último cuplé centró su vida artística en España, hasta que en los 70 dejó de filmar. “Después de Cinco almohadas para una noche me di cuenta de que el “cine del destape” no era para mí. Era muy vulgar. Tuve muchos ofrecimientos. Pero no acepté.”
México contaba con refugiados españoles de primer nivel. Gracias a José Puche, que había sido ministro de Sanidad en la República de Juan Negrín, Sara Montiel comenzó a verse rodeada de varios intelectuales. Ella, que nunca ha sido “mujer de escuela y universidades”, tuvo “al mejor maestro”: el poeta León Felipe. “León no soportaba que yo no supiera leer bien, que fuera tan ingenua, inculta. Me daba libros de historia de México. Y yo los leía, los copiaba. Así aprendí a leer y a escribir. Me puso a estudiar teatro. Se enamoró de mí. Pero… yo no. Y creo que lo decepcioné. A sus tertulias acudía gente como Alfonso Reyes o Pablo Neruda. Un día me presentó a Diego Rivera y a Frida Kahlo. Jamás me imaginé estar entre gente como ellos.”
Jamás imaginó, tampoco, conocer a Ernest Hemingway. “Fuimos a Cuba a grabar unos exteriores y ahí conocí a Ernesto. Después de un mes de rodaje, la señora María Luisa Gómez Mena organizó una cena para todo el equipo en su mansión. Invitó a más gente, entre ellos a Ernesto. Nos presentaron y hablamos sobre sus andanzas en España y sobre su novia segoviana. “Era tan guapa como tú”, me dijo. Cuando acabamos de comer salieron los criados con unas bandejas de puros para quien quisiera. Ernesto cogió uno para él y otro para mí. Y me dijo: “no sé por qué me da que tú vas a fumar muy bien. Como la señora Gómez Mena, muy elegante.” Uy, yo casi me ahogo con el humo. Él me dijo: “no tienes que tragarte el humo. No debe llegar más allá de la punta de tu lengua.” Y eso hago hasta ahora. Sigo fumando de vez en cuando. Y sé que cuando fumo mi mano está muy bien puesta. Hay mujeres que cogen el cigarro mal, arrugado, pero yo lo hago con la mano estirada. Me lo ha dicho mucha gente y yo sé que tengo ese don.” Y al contar esto, le resulta inevitable rememorar aquella escena de El último cuplé en donde, acompañada por la música de piano y recostada en una chaisse-longe, derrama sensualidad.


Con la comedia "Cinco almohadas para una noche" (Pedro Lazaga, 1974) dejó el cine. "El destape no era para mí", explica la actriz. "Era muy vulgar. Tuve muchas ofertas, pero no acepté". 

Tiene más planes. “Aquí en mi casa guardo 150 vestidos de noche. Cuando tenga tiempo y ganas haré una exposición con ellos. Cogeré a dos o tres modelos y haré una fiesta a beneficio de algo. También pienso vender esta casa. Ya es de mis hijos y ellos la quieren vender. Nos iremos al piso de Plaza de España.”
Tiene una memoria precisa. “Es demasiada. A veces no quisiera tener la memoria que tengo. Me acuerdo muy bien de todo y eso no a todos les gusta.” Cuando empieza a ver las fotos incluidas en su autobiografía Vivir es un placer (Plaza&Janés, 2000) recuerda las fechas y las circunstancias exactas en que fueron hechas. “Me veo y digo: ¡coño!, ¿yo era así?... ¡Madre mía!”
Tiene dos hijos y el recuerdo de once que no fueron. “He tenido once abortos. El último, a los 51 años. Intenté e intenté parir, pero no pude. Al final adopté dos: Thais y Zeus, que los amo con todo mi corazón. Hubo una vez que casi lo lograba. En el 59, cuando ya tenía una panza enorme de ocho meses, me caí al salir del estudio de mi marido. Caí de culo, sentada, y empecé a reírme: “pero ¿será posible?, ¿seré tonta?” A las cuatro horas empecé a sangrar como un cochinillo al que le rajan el cuello. Me llevaron al hospital, me hicieron una cesárea. El bebé se murió en el momento en que me caí. El doctor que me atendió me dijo que tendría secuelas debido al edema de Quint, y así fue. Me quedaba embarazada pero a los tres, cuatro, cinco meses…, todos los perdía causa de una inflamación en los tejidos blandos.”
Tiene nostalgia de sus amores. “Cuatro matrimonios y… y… ¡Uy!, ya perdí la cuenta de los novios. El primero fue Miguel Mihura. Yo tenía 17 años y él 40. A León Felipe lo quise, pero no me enamoré. El gran amor de mi vida ha sido Severo Ochoa. Pero fue un amor imposible. Clandestino. Lo vi por primera vez en el consulado mexicano de Nueva York y me gustó de inmediato. Y yo a él. Pero estaba casado y, además, no pegaba que él estuviera investigando y yo haciendo películas. ¿Qué iba a ser mi vida con él? ¿Él en su laboratorio y yo tomando el té con las esposas de otros científicos? No. Con Tony Mann estuve casada siete años hasta que nos divorciamos porque cada uno tenía sus planes. Chente [José Vicente Ramírez García-Olalla] fue un error. Quería que dejara mi carrera y se apropió de buena parte de mi dinero. Pepe Tous fue mi gran compañero. ¡27 años juntos! A él le debo el impulso de faceta de cantante y, principalmente, que fue un gran padre para mis hijos hasta el último de sus días.” ¿Y ahora? “Tengo un amigo con derecho a cosquillas. No digo más.” 
El sol entra por la ventana mientras Sara Montiel habla en el rincón favorito de su casa. En este sillón floreado permanece durante horas viendo películas en una pantalla de 85 pulgadas. Y desde aquí se esfuerza por explicar porque ella no es “alguien normal.”
—Yo no soy la clásica señora. No, no. En absoluto. Yo ahora estoy escribiendo y también grabando cosas que publicaré luego o que se publicaran cuando me muera. Porque, claro, tengo 84 años. Ya no tengo mucho tiempo, soy consciente. Pero desde hace 54 años no ha salido alguien como yo, que haga las taquillas que hacía yo. Tengo una placa en un cine de México porque estuve tres años con El último cuplé. Y eso no vuelve a repetirse. Mi éxito, lo que me pasó a mí, llegar a lo que llegué, ya es muy difícil.
—Y la época que usted protagonizo, ¿tampoco volverá?
—Ya no. Porque se acabó el glamur de antes. Era otra manera de lanzar a las estrellas. Los estudios nos cuidaban mucho. Nos protegían. Una estrella no iba al súper mercado a comprar un kilo de carne y unas zanahorias con unos pantalones cualquiera y la camisa por fuera. Hoy sí. Y por eso la gente no les tiene respeto. Ahora la gente no se mata por ver a una estrella, porque las tienen en anuncios, en la tele… Entonces, todo eso quita el misterio que tenían antes las estrellas.
—Pero usted, por ejemplo, ha permitido que la prensa rosa se inmiscuya en su vida privada. ¿No es esta una forma de perder ese misterio del que habla?
—Es que ahora los de la prensa se meten en la vida privada de todos. De todos. Hasta en la de los reyes. Además, yo nunca he escondido nada. Y lo de mi boda con el cubano [Antonio Hernández] y su homosexualidad y yo qué sé… no tiene importancia. No me afectó.
Sara Montiel —la piel bronceada y sin maquillaje— viste siempre de rojo, negro o blanco. “Es un consejo que me dio Marlene Dietrich.” Duerme en camisón. De seda. “Lo delicado me ha gustado toda la vida.” Se guarda algunas cosas que todavía no quiere hacer públicas, como para resarcir su misterio de estrella. Porque ha sido la primera actriz española de fama internacional. Porque es la última diva.


LA FOTO CCCXLIII


Foto de estudio de "Yuma".