EL ÚLTIMO CUPLÉ DE
SARA
A VECES RESULTA DIFÍCIL ECHAR LA VISTA ATRÁS PARA
RECONOCER EL ÉXITO Y EL ESPLENDOR DE UNA ARTISTA. LA MUERTE DE SARA MONTIEL A
LOS 85 AÑOS HA SERVIDO, PRECISAMENTE, PARA RECORDAR A LA DIVA QUE FUE. LA
PRIMERA ESPAÑOLA EN PISAR HOLLYWOOD ERA UNA MUJER LLENA DE VITALIDAD Y DE RISA
FÁCIL, ABIERTA A LA VIDA Y CON UNA VOZ TAN PERSONAL COMO INTENSA ERA SU MIRADA.
SALIÓ DE CAMPO DE CRIPTANA (CIUDAD REAL) PARA COMERSE EL MUNDO Y LO HIZO, A
PESAR DE QUE, COMO SE DIJO DE LOLA FLORES, NI SABÍA BAILAR, NI SABÍA CANTAR, NI
SABÍA ACTUAR, NI FALTA QUE LE HACÍA.
maría albilla texto
agencias fotos
Tenía 18 años
cuando se puso los tacones por primera vez. No sabía caminar con ellos. Tampoco
sabía leer, ni escribir y muy poco sobre la vida, aunque sí tenía claro que
quería ser artista. Entonces apenas había recibido unas clases de dicción y
canto que se costeó con las 500 pesetas mensuales para formación que ganó en un
concurso. Se había presentado alentada por el productor Vicente Casanovas, quien
la descubrió cantando una saeta en la Semana Santa de Orihuela (Alicante). Sin
embargo, a Sara Montiel, cuyo primer nombre artístico fue María Alejandra, le
acompaña hoy el calificativo de diva que llegó a enamorar a científicos como
Severo Ochoa, que coqueteó con actores como James Dean, que compartió puros con
Ernest Hemingway y que abrió la puerta de Hollywood procedente de la España más
rural y agreste de los años 40.
Si el papel
pudiera sonar, ahora mismo se escucharía de fondo Fumando espero, el tema más famoso de la artista en El último cuplé, pero lo mejor de la
tinta sobre blanco es que lleva a la imaginación y, en este caso, al recuerdo.
La muerte de Saritísima habrá avivado
a lo largo de estos días pareceres contrapuestos entre quienes la vieron brillar
en la gran pantalla como una seductora joven de curvas prominentes que con una
simple caída de ojos volvía locos a los hombres y los que piensan en ella en el
ocaso de la estrella. La actriz mantuvo voz, genio y figura hasta el final,
dejando una filmografía de más de medio centenar de películas, portadas de
revistas rosas que ponían en entredicho sus últimas relaciones sentimentales y
los escarceos con la cirugía estética y decenas de sesiones fotográficas que,
desempolvadas hoy de los archivos, recuerdan a una de las actrices más bellas
de España.
Pero si por algo
hay que recordar a “la Mae West española”, según dijo de ella su gran amigo
Terenci Moix, quien la apodó como Saritísima
y la calificó como “la inspiración máxima del erotismo tranquilizador”, es
porque logró brillar en el Hollywood dorado antes que ninguna otra intérprete
nacional y, encima, sin hablar inglés. Desde sus primeros años en España,
cuando todavía no sabía leer, aprendió a memorizar de oído los guiones que
otros le recitaban, lo que en Estados Unidos le llevó a confundir ciertas
palabras que hablaban de lucha y de sexo. Gary Cooper lo tuvo claro. Prefería
hacer el amor con Sara que pelear con Sara.
Los intensos
ojos marrones de la de Campo de Criptana (Ciudad Real), no obstante, hicieron
una parada en México antes de compartir cartel con Gary Cooper, Burt Lancaster,
Joan Fontaine o Vicent Price. Allí aterrizó tras el sonado éxito de Locura de amor (1948), cuatro años
después de haber debutado en Te quiero
para mí, la película en la que aprendió a besar en los labios de Fernando
Fernán Gómez. Al otro lado del Atlántico, Furia
roja, Cárcel de mujeres o ¿Por qué ya
no me quieres? la fraguaron como la diva que, con paso firme, llegó a la
Meca del Cine. Veracruz (1954) fue su
debut al lado de Gary Cooper y Lancaster. Varios títulos más siguieron a éste
en una de las mejores etapas laborales de su vida. En una entrevista que firmó
Carmen Obregón en el número 10 de esta revista, incluso contaba que pudo
rechazar contratos: “En el año 51 Max Arnold, el
productor de la Columbia, un cazatalentos, como les llamaban allí en América,
me había visto en México y le gusté. Inmediatamente su productora me llamó y me
ofreció un contrato durante siete años, pero no me convino. Era durísimo. En
ese tiempo no me podía casar, no podía viajar… Estaba atada de pies y manos y
yo era muy libre”, recordaba entonces.
Esto no le cerró
las puertas y pudo seguir trabajando hasta que ella mismo decidió regresar a
España en 1957 para protagonizar El
último cuplé. “Nadie confiaba en que esta
película fuera a triunfar como lo hizo”, reconocía ella misma en el 50
aniversario de la cinta, pero fue el mejor trampolín para demostrar que lo suyo
no solo era actuar, sino también cantar. Su caché, desde entonces, si fijó en
un millón de euros por película. Previamente, en los años americanos “no tenía mucho dinero, en contra de lo que puedan pensar
de las estrellas de entonces. A pesar de haber tenido la suerte de haber hecho
siempre protagonistas, no teníamos tantos recursos”, recordaba.
Entrada la
década de los 70 se dedicó a grabar discos y a hacer giras por España y
América. Con esta faceta regresó también a EEUU y llegó al Lincoln Center de
Nueva York. Su característica voz grave y su estilo personal a la hora de
entonar otorgaron un nuevo carácter a boleros como Contigo aprendí o Bésame
mucho. El cine de su país por entonces había iniciado la época del destape,
“un cine muy feo” para ella, que había
pasado por Hollywood.
“Jamás
salí desnuda en ninguna película. Ese cine era muy barato, muy descarado. No
iba conmigo. Me ofrecieron muchísimos contratos. Si los hubiera aceptado, hoy
sería millonaria, pero preferí dedicarme a mis espectáculos”, contaba ella
en la misma entrevista en la que reconoció que: “Mientras
tenga voz y figura, seguiré cantando”, y es que El último cuplé aún hoy le traía pingües beneficios “porque ha sido no sé cuántas veces disco de oro”.
“UNA ESTRELLA NO IBA AL SUPERMERCADO A COMPRAR UN
KILO DE CARNE CON UNOS PANTALONES CUALQUIERA. HOY SÍ. POR ESO LA GENTE NO LES
TIENE RESPETO”.
“HE TENIDO 11 ABORTOS, EL ÚLTIMO A LOS 51 AÑOS.
INTENTÉ PARIR, PERO NO PUDE. AL FINAL ADOPTÉ A THAIS Y ZEUS, A LOS QUE AMO CON
TODO MI CORAZÓN”
UNA ESTRELLA MENOS
El fallecimiento
de Sara Montiel por una crisis arterial a los 85 años sorprendió, pues la
actriz manchega dio muestras de vitalidad hasta el último momento. Para gustos
o disgustos están sus atuendos, últimas relaciones o esas uñas imposibles que
lucía en sus apariciones públicas, pero salía a cenar fuera tan a menudo como
quería, llevaba looks con los que
pocas se atreven con el porte de que quien tuvo y retuvo y lució de su brazo la
compañía de quién se le antojó en todo momento. Solo un problema de visión le
preocupaba en sus últimos días y, de hecho, tenía la maleta preparada para
viajar a Oviedo para someterse a una intervención ocular más, la cuarta.
La diva del cine
español celebró hace apenas un mes su cumpleaños. Visiblemente deteriorada
físicamente, sopló las velas de su tarta de cumpleaños en un posado en el que
tampoco renunció sus gustos: vistosas joyas y una túnica roja a juego con su rouge de labios, esos que tantos
quisieron besar. A pesar del imponente cuerpo con el que la madre naturaleza le
dotó en su juventud, una de las principales cruces de la Montiel fue mantener el peso a raya en su madurez. “Mi mayor trabajo es adelgazar, porque si no, no trabajo”,
llegó a decir, si bien lucía las lentejuelas, plumas y lamé con poderío sobre
los escenarios a pesar de su edad.
La repentina
desaparición de la artista sumió en las tristeza a sus allegados, compañeros de
profesión y vida que la admiraron y la acompañaron en los buenos y en los malos
momentos. También varias generaciones de seguidores que la vieron en el cine,
en la tele, en la prensa, salieron a la calle para despedirse de ella en el
último recorrido que realizó por las calles de Madrid, mientras las pantallas
de los cines de Callao recordaban a la lozana violetera que conquistó el país
en los años 50.
En entierro de
Sara Montiel se realizó en la más estricta intimidad, a pesar de los curiosos
que se acercaron al cementerio. “El entierro me recuerda al entierro de Gregorio Marañón en
1960”, decía uno de los trabajadores del recinto. Pero quien más llamaba
la atención era el eterno pretendiente de la reina del cuplé, el italiano
Giancarlo Viola, quien lloraba desconsolado sobre el féretro. De nuevo un amor,
fuerte, contradictorio y eterno, como los muchos que rodearon la vida de Sara,
aquella joven que, como se dijo de Lola Flores, “ni sabía cantar, ni sabía
bailar, ni sabía actuar, ni falta que le hacía”.
LOS AMORES DE SARA
Cuatro
matrimonios, pero tantos amores como secretos alrededor de sus relaciones vivió
Sara Montiel, una mujer que desfrutó de la vida tanto como de los hombres que
tuvo a su lado. Conocedora de su belleza y del efecto que desde bien joven
causaba en los varones, el dramaturgo Miguel Mihura fue el primero en
enamorarse o enamorarla. Con él aprendió a escribir las letras en un cuaderno.
Obra suya fue también que “aprendiera a hablar, a moverse, a vestirse y a
desnudarse”, decía José Luís Martín Prieto el día del fallecimiento de la
artista en La Razón. “Miguel fue el primer amor de mi vida”, reconoció
ella en Osaca, y fue él quién le
animó a viajar a México para triunfar en el cine. “Como
mujer, al hombre que más que querido ha sido a Severo Ochoa. Le quise con
locura. Porque Severo y yo estuvimos casi cinco años juntos. Él se quiso
divorciar, pero mi madre no lo consintió porque nos hubiésemos equivocado
muchísimo. Él tenía 46 años y vivimos un amor a escondidas”, aseveraba
en una entrevista concedida a esta publicación. Casada en cuatro ocasiones, el
primero de sus maridos fue el director de cine Anthony Mann, con quien contrajo
matrimonio en el 57, cuando él tenía una grave enfermedad. La unión duró cinco
años, todo un logro comparado con los dos meses que estuvo casada con el
productor José Vicente Ramírez Olalla, Chente. La estabilidad sentimental le
llegó a Sara de la mano del empresario José Tous. Fueron novios una década,
hasta que decidieron casarse y adoptar a los dos hijos de la pareja, Thais y Zeus,
pero la tristeza empañó su relación al enviudar ella en 1992.
El cuarto,
último y más reciente matrimonio sirvió para escribir una de las épocas más
oscuras de la artista, que paseó su dicha y su desdicha por los circos
mediáticos después de enamorarse del cubano Tony Hernández, un hombre 42 años
más joven que ella y al que llegó a calificar como “el
único error de mi vida”. “A los diez días de
casada, le mandé la separación”, concretó.
Pero al margen
de los matrimonios y amores oficiales, son muchas las historias oficiosas que
dicen que los hombres caían a sus pies seducidos por la belleza racial de Saritísima. Aquellas relaciones pasarán
al archivo de los secretos de Hollywood.
LO QUE ELLA DIJO
“ESTOY INDIGNADA CON MI BELLEZA”
“DE QUIEN DE VERDAD ESTOY ORGULLOSA ES DE MARÍA
ANTONIA ABAD”
“YO SIGO TENIENDO TODO NATURAL. USO UNA 105”
“SOLO ME FUMO MEDIO PURITO DESPUÉS DE COMER Y MEDIO
DESPUÉS DE LA CENA”
“HE CONSEGUIDO LO QUE SOÑABA DESDE QUE TENÍA CUATRO
AÑOS: SER FAMOSA Y ARTISTA DE CINE”
“SIEMPRE HE HECHADO DE MENOS A MIS PADRES”
EN SU DESPEDIDA
ZEUS/HIJO DE LA ACTRIZ
“Mi madre dejará un gran recuerdo
como una gran estrella tanto aquí como en América”
NORMA DUVAL/VEDETTE
“Siempre fue joven emocionalmente.
Siempre será un mito, pero me quedo sin la persona”
LUCIO BLÁZQUEZ/RESTAURADOR
“Era una fenómeno, tiene que ser
recordada como una figura mundial del cine. Estuvo cenando en el restaurante
hace 10 días y se quedó hasta las dos de la mañana”
RAPHAEL/ARTISTA
“¡Se nos fue la gran Sara Montiel!
Hasta siempre querida amiga. Grande. Grande. Grande”.
SANTIAGO SEGURA/ACTOR
“Era Saritísima. Y siempre lo será”.
1944 –TE QUIERO
PARA MÍ
UNA JOVEN
ASPIRANTE A ESTRELLA
Hizo un papel
secundario en el que todavía aparecía con su primer nombre artístico, María
Alejandra, pero fue el inicio de su carrera.
1947-DON QUIJOTE
DE LA MANCHA
1949-LOCURA DE
AMOR
BILLETE DE IDA A
AMÉRICA
Esta cinta
supuso su primer gran éxito y fue tal, que su nombre se empezó a escuchar al
otro lado del Atlántico, donde aterrizó en México.
1950-PEQUEÑECES
1951-CÁRCEL DE
MUJERES
SALTO A LA MECA
DEL CINE
Con este drama
se dio a conocer en Hollywood, que luego le ofrecería varios papeles, pese a
que Sara regresó a España en cuanto pudo.
1952-ELLA,
LUCIFER Y YO
1953-PIES CANELA
LA ÉPOCA DORADA
DE SARA
Los 50 fueron la
década de mayor esplendor de la actriz. Aquí apareció radiante, lo que supuso
que le llamaran para su siguiente proyecto.
1954-VERACRUZ
1955-FRENTE AL
PECADO DE AYER
1956-SERENADE O
DOS PASIONES Y UN AMOR
1957-YUMA
1957-EL ÚLTIMO
CUPLÉ
SUS MEJORES AÑOS
Tras regresar de
América protagonizó en 1957 uno de sus títulos más taquilleros y al año
siguiente se confirmó como una de las ‘sex symbol’ del cine español contando la
historia de una joven que conquista a un aristócrata interpretado por Raf
Vallone. En la cinta del 59 coincidió en el cartel con Jorge Mistral.
1958-LA
VIOLETERA
1959-CARMEN, LA
DE RONDA
1960-MI ÚLTIMO
TANGO
ASENTADA COMO
ESTRELLA PATRIA
A principios de
la década de los 60 la actriz ya está consolidada en España y sigue protagonizando
títulos que le dan gran éxito.
1961-PECADO DE
AMOR
1962-LA REINA
DEL CHANTECLER
1965-LA DAMA DE
BEIRUT
POLIFACÉTICA
DONDE LAS HAYA
En esta cinta,
Sara repite como actriz dramática interpretando a una joven actriz que cae en
las redes de una red de trata de blancas.
1971-VARIETÉS
1973-CINCO
ALMOHADAS PARA UNA NOCHE
2011-ABRÁZAME
UNA COLABORACIÓN
ESPECIAL
En esta película, Sara Montiel hizo una colaboración muy especial, ya que salió interpretándose a sí misma como la diva que era y fue.
EL RECORTE CCCLXXIX
En todos sitios recogieron la noticia del deceso de Sara. En este caso, traemos el número de Hola, de 17 de abril de 2013, que no solo recoge la noticia sino que presenta una semblanza de la actriz.
ADIÓS A
SARA MONTIEL
EL ÚLTIMO MITO
VIVO DEL CINE ESPAÑOL Y LA ÚNICA ACTRIZ QUE CONQUISTÓ HOLYWOOD
Se nos ha ido el
último mito vivo del cine español. La única actriz que conquistó Hollywood.
Murió en su formidable ático del madrileño barrio de Salamanca a los ochenta y
cinco años de edad, cuando aguardaba, coqueta y exagerada como era ella, el
taxi que la llevara al aeropuerto para volar a Asturias. Eran las nueve y media
de la mañana. Tenía cita con el oftalmólogo que iba a intervenirla, pero ya
nunca pudo hacer ese viaje, por culpa de una parada cardiorespiratoria. Estaba
acompañada en ese momento por su hija, Thais, abogada. Zeus acababa de salir a
clase. La artista ya nunca podrá ver como su hijo triunfa en el mundo de la
canción. Era uno de los grandes deseos de esta manchega universal, que hubiera
deslumbrado al propio Don Quijote y que llegó a flirtear con Gary Cooper –“era muy amable y educado, muy católico. Oíamos Misa en
México”, contaba- y acabó convirtiéndose en leyenda. Una impresionante
belleza que también deslumbró a Marlon Brando, conoció a Frank Sinatra y
aprendió a fumar puros con un premio Nobel como Ernest Hemingway. Sara nunca
tuvo que usar sus armas de mujer. “No las he
utilizado. Te enamoras y te enamoras. Hombre, yo era una mujer muy bella, pero
a veces tenía un ‘handicap’, porque cuando se estrenaba una peli mía y las
críticas eran “está tan maravillosa que se sale de la pantalla”, yo lloraba
porque no me valoraban el trabajo”.
DE LOS MONIOS DE CAMPO DE CRIPTANA A LAS COLINAS DE
BEVERLY HILLS
Trabajó duro
Sara. No fue fácil cambiar los molinos de Campo de Criptana, donde nació, por el
paisaje de Beverly Hills. Pero lo consiguió. Cautivó y conmocionó corazones,
aunque el suyo tendría más de un dueño a lo largo de su intensa vida. Al
director americano Anthony Mann le dio el “sí, quiero” en 1957. Seis años duró
su matrimonio, pues firmaron el divorcio en 1963. “Nos
casamos ‘in articulo mortis’, recordaba Sara (Mann habría sufrido un
infarto y los médicos temían por su vida. Posteriormente, una vez él
recuperado, volvieron a casarse)”. “No fue una
boda, para nada, feliz –proseguía la actriz-. Nos
divorciamos porque él me llevaba mucha diferencia de edad. Nos dimos cuenta de
que yo empezaba a vivir, y Anthony, a decaer”.
FUGAZ MATRIMONIO CON CHENTE RAMÍREZ
Su siguiente
matrimonio fue con el industrial José Vicente Ramírez Olalla, a quien Sara
llamaba cariñosamente Chente. Se divorciaron dos meses después de haberse
casado en Roma ante un reducido grupo de amigos. Con el empresario y periodista
mallorquín Pepe Tous, Sara escribiría una gran historia de amor. Una década
duró su noviazgo, antes de formalizar su romance, que concluiría en 1992, año
en el que falleció Pepe, con el que Sara adoptó a sus dos hijos, Thais (1979) y
Zeus (1983). Diez años después, Sara se volvería a casar, esta vez con un
admirador, el cubano Tony Hernández. “Se han callado
muchas bocas –explicaba la novia-. No daban
una perra gorda por nosotros. A esas personas les diría que nos deseasen lo
mejor a Tony y a mí, al igual que yo se lo desearía a cualquier pareja que se
casase”. Sin embargo, esa relación, que nació rodeada de felicidad,
concluyó en un agrio divorcio en 2003.
“MIS HIJOS ME HAN DADO LA FELICIDAD COMO MADRE”
A su boda,
celebrada en la madrileña localidad de Majadahonda, no asistieron los hijos de
la artista, quien meses después reconocía en estas mismas páginas “Thais me llamó para decirme: ‘O te separas del cubano o
nunca nos tendrás a mi hermano y a mí’”. Y Sara añadía: “Mis hijos me han dado la felicidad como madre, pero me
han hecho una desgraciada como mujer. Les tuve que enseñar la demanda de separación
para que me creyeran. Ahora vendrán a vivir conmigo a casa”. No
obstante, Sara reconocía igualmente: “No me importa
sacrificarme por mis hijos. A mí nadie me puso una pistola en el pecho para que
fuera a por Thais a Brasil y a Alicante a por Zeus”.
GIANCARLO VIOLA: “LO MEJOR DE SARA ERA SU CORAZÓN”
Giancarlo Viola,
que fue en el pasado una de las parejas de Sara y el amigo que siempre estuvo
cerca, hablaba con ella con frecuencia y dijo que va a venir a España para
despedirse de la estrella. “Lo mejor de Sara era su corazón”, añadiendo y
destacando con voz triste que era una mujer “muy amable y completa para mí. Una
gran señora”.
LAS REDES SOCIALES TAMBIÉN HAN HABLADO
Las redes
sociales se han inundado también de mensajes. Pastora Soler ha escrito: “Se nos
fue la más bella, ¡una de las grandes! Descanse en paz la gran Sara Montiel!”
Elena Furiase, hija de Lolita: “¡Muere Sara Montiel a los ochenta y cinco años!
No doy crédito… ¡Qué le pasa a esta primavera que se lleva a tantos y no nos da
un mísero rayo de sol”. Rosario Mohedano: “¡Muere la gran Sara Montiel! La más
bella… La eterna Sara Montiel. ¡Mi más sentido pésame a la familia!”
Como decíamos al
principio de estas líneas, llenas de recuerdo y de reconocimiento a una
manchega universal, Sara se ha ido sin ver cumplido uno de sus mayores deseos:
ver triunfar a su hijo como cantante. Precisamente junto a él y su hermana,
Thais, celebraba hace escasas semanas su ochenta y cinco cumpleaños: “He conseguido lo que soñaba –confesaba- : ser muy famosa y convertirme en artista de cine”. Seguro
que Zeus hace pronto realidad el sueño de su madre.
Fotos: ¡HOLA!
¡ADIÓS, ANTONIA, ADIÓS!
Cuando
hablábamos y la llamaba por su nombre de leyenda, Sara, abría aquellos grandes
ojos suyos, hacía relumbrar algunas de las joyas que llevaba puestas, como
siempre, y me corregía: “A ver si ahora, después de
tantos años, me vas a llamar Sara. Tú eres de los que me pueden decir Antonia,
que es mi nombre verdadero. ¿Cuántos años hace que nos conocemos?”
Era cierto.
¡Hace tanto tiempo! Un día incluso le pregunté:
-Tú, que has
besado en “Veracruz”, aquella película inolvidable, a Gary Cooper, ¿a qué sabía
Gary Cooper?´
-Le
besé. Nos besamos en la película tres veces, no una, y además ensayamos mucho
antes. Entonces los besos en Hollywood eran de otra forma, pero te diré algo:
sabía a otra cosa distinta a los demás, aunque yo he sido una mujer que no ha
besado mucho.
UN GOLPE DE SOL Y DE LUNA
Cierto. Estaba
hecha de espiga, de tierra y de hierro, con un golpe de sol y de luna. Era una
manchega grande, con algo de doña Aldonza y mucho de la princesa del Quijote.
Estuve muy cerca de ella mucho tiempo, si bien lo justo, porque, a veces, las
leyendas, y ella lo era, abrasan de su cercanía.
Era más que una
estrella. Una actriz que cantaba, saltaba y reía, pero siempre, siempre mantenía
la distancia. Hasta el final encargó que las luces del plató la respetaran y la
cuidaran. Era bellísima, casi perfecta. Estuve a punto de escribir sus
Memorias, pero al final las hizo Amibilia, y además fueron muy buenas. Era una
piedra de molino y, a la vez, un molino de viento. Amó intensamente cuando amó,
pero, sobre todo, tenía un pintor dentro. Recuerdo que me regaló un cuadro en
su casa ático de la plaza de Quevedo, en Madrid –siempre le gustaron mucho los
pisos que nadie pisara encima-, que ella misma había pintado. Estaba delante
aquel día Enrique Herreros, padre, su descubridor, aquel inmenso artista de
tantas cosas. “Quiero que sepas que lo he pintado
con un pincel que hice de mi propio pelo”.
Aguantaba el
espejo y el espejo aguantaba a Sara. Fui con Antonia hasta Levante aquel día
que en la tierra de Miguel Hernández, ella iba descubriendo a su padre, aquel
hombre, labrador, guapo, que tanto le enseñó hasta en la distancia. Después
estuve a su lado cuando, tras separarse de Anthony Mann, se casó con Chente, mi
viejo amigo, al que a veces veo que sigue paseando por la Castellana. Fue un
amor sin suerte. Acabó pronto y mal. La acompañé a París, a poco de casarse, a
un festival de cine al que iba de invitada especial. En el “hall” del hotel Jorge
V había una dama envuelta en el resplandor de las inolvidables. Se trataba de
Melina Mercouri, quien, al ver a entrar a Sara, se puso en pie y se fue hacia
ella, exclamando en francés: “¡Qué mujer tan bella, Sara, la más bella del
mundo!”
ÚNICA SARA
Cuento lo que he
vivido. La entrevisté, incluso para esta casa, que es como la mía, cien veces.
Siempre estaba o en su piso de Quevedo o en su casa de la plaza de España,
puerta con puerta de Vicente Parra, o, por fin, en su ático de casi Goya, donde
a veces subíamos a la piscina, que, entre plantas caribeñas, enseñaba a las
visitas. Solo si no había más remedio, aunque últimamente lo hacía más porque
deseaba vender, tal vez de lo último que le quedaba. Sin embargo, era un
sitio-museo rodeado de cosas suyas: cuadros, porcelanas, dibujos, algunos
valiosos, y, sobre todo, esa “saramontiel” sentada en su sillón barroco o en la
esquina del diván de brocado vestida y alhajada como para una gran fiesta,
consciente de lo que había sido y de lo que era. Única, única Sara, que te has
ido de pronto cuando acababa de llegar a mi correo su película “La violetera”,
porque, en unos días, en el programa de Inés Ballester, “Nuestro cine”, en
13TV, la íbamos a comentar, con tu presencia, por supuesto. Inés me ha contado
que cuando te dijeron que yo iría, tú comentaste: “Es
un viejo amigo mío, de toda la vida, desde los primeros tiempos”.
Aquellos tiempos
del cuplé, Sara. Aquella historia de “Doña Sara de la Mancha”, con aspas de
molino, la llanura dorada. Tu pueblo, al que hiciste inmortal, ¿te acuerdas? O
cuando, con el italiano eterno, nos recibiste en el hotel, solemne, con tus dos
hijos al lado: “Igual ahora me caso de verdad”. Y
el cubano, y a veces la memoria de cuando tú decías que Severo Ochoa, a mí me
dijiste: “Si yo digo que me tiró los tejos, es que
me tiró los tejos. Tico: yo no tengo que inventarme nada. Mi vida es mía y de
todo el mundo: no necesito mentir”.
Antonia, con su
último y más grande amor, el catalán, que la colmó, sobre todo, de memoria, que
hizo crecer la nostalgia, en Palma de Mallorca, allá por donde fuera, siempre “mirando
al mar soñé…”, las películas últimas, los recitales, los conciertos, y el piso
puesto en la lista dorada de las ventas, desde hace poco, eso sí, sin importar
que se añadiera “la casa de Sara Montiel”.
Adiós, Antonia,
adiós. De pronto, como un golpe en el pecho la noticia, lunes mediodía. Me
acaba de llegar tu “Violetera”. Conocí a tu madre, aquella mujer de pueblo,
cercana y tuya. Te gustaba leer y escuchar. Siempre haciendo la última película,
siempre intentando resucitar. Pero no hacía falta. Antonia, no hacía falta.
Porque tú, como ocurre con la Únicas, sigues viva aunque te hayas ido. Así que
“recordando espero…”, como en aquella última película. Siempre, en el
crepúsculo de los dioses, de la mano de la soledad… ¡Me hubiera gustado tanto
haberte dado ese último beso…! Y volverme a retratar contigo, a la sombra de
las luces en flor, en un estudio de televisión, como siempre, últimamente, con
la vieja cabeza blanca recostada en tu hombro…!
Ya sabes que te
quiso, y te sigue queriendo, aquel al que tantas veces diste de comer, con tu
raro resplandor españolísimo, tan nuestro.
TICO MEDINA
Rodeados por numerosos amigos de la
actriz
EL DOLOR
DE THAIS Y ZEUS EN LA TRISTE DESPEDIDA A SU MADRE,
SARA MONTIEL
“Quiero daros las gracias por todo
el respeto que le habéis tenido a mi madre durante toda la vida. Espero que
todo el mundo guarde un gran recuerdo de ella. Yo la echaré de muchísimo de
menos, ha sido una gran mujer”. Con estas palabras, Zeus, el hijo menor de Sara
Montiel, agradecía las numerosas muestras de condolencia recibidas tras el
fallecimiento de su madre.
Solidarizándose
tanto con Zeus como con su hermana, Thais, que no podía borrar de su rostro las
huellas del trance que estaba viviendo, fueron muchos los amigos y compañeros
de la actriz que quisieron rendirle un último homenaje en la capilla ardiente,
instalada en el tanatorio de San Isidro, en Madrid, un día antes de que
recibiera cristiana sepultura en el cementerio de San Justo. Entre ellos, la
alcaldesa de Madrid, Ana Botella, que manifestó su intención de proponer que se
otorgue el nombre de Sara Montiel a una calle de la capital; Natalia Figueroa,
acompañada por su nuera Amelia Bono, y Norma Duval, quien, visiblemente afectada,
declaró: “Thais
y Zeus están conmocionados y no me extraña. Perder a una madre siempre es duro,
y más a una como Sara, que era una persona extraordinaria y siempre joven de
espíritu”.
Texto: ENRIQUE J. SUERO
Fotos: SÁNCHEZ ESPEJO/FERNANDO JUNCO/J.I.VISERAS/AGENCIAS
LA FOTO CCCLXXIX
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