viernes, 22 de abril de 2011

FOTOGRAMAS - 10 de Agosto de 1979 - España


ASI FUE LA BODA DE
                              SARA

Trémulas de mitomanía y con las carnes estremecidas porque éramos conscientes de que dentro de unas horas íbamos a asistir a un acontecimiento histórico, Pilar Aymerich y yo nos pasamos el viaje de ida Barcelona-Palma rezando un rosario y aferrándonos al asiento del avión. Nuestro invitado, sentado entre las dos, aparecía visiblemente lívido. “Por ahora vamos bien”, comenté con un hijo de voz, ignorando hábilmente que acabábamos de saltar un bache. Pilar se cogió a sus cámaras, como Linus se aferra a su frazadita. Yo prometí mentalmente ponerle una vela a Santa Rita en cuanto alcanzáramos la tierra firme. “No hay peligro. Llegaremos”, seguí animando en plan alcovano. “Si hay algo en esta vida que no podemos perdernos es la boda de Sara Montiel”. El razonamiento debió de convencer a los hados atmosféricos. No nos la perdimos. Y ustedes tampoco.  



Tres estampas únicas e impagables con Sara Montiel luciendo su generosa presencia en su casa de Palma de Mallorca. Su hogar, que hay que decir ya, vistos los plácemes de legalidad que tiene el asunto. O sea que la María Antonia va y se realiza como esposa y madre y ama de casa y reina del hogar y lo que le echen. Con este reportaje cotilloso complementamos nuestra información no menos aguda sobre la superboda y superbautizo.

REPORTAJE

Pues sí: sobrevivimos al avión para poder contarles la boda. Y sobrevivimos a la propia boda. Que ya es sobrevivir. Pero es que tiene una el caparazón muy bien puesto después de tantos años de preguntarse cuándo está haciendo de periodista y cuándo de botafumeiro, y de responderse que con frecuencia se funciona de ambas dos cosas a la vez. De modo que nuestra revista, nuestro invitado, ésta que suscribe y la fotógrafa Pilar Aymerich hemos contribuido, también, a reforzar el más inteligente montaje de relaciones públicas que se ha llevado a cabo en torno a una ‘estrella’ –recuperemos el viejo, nostálgico término- que se llama Sara Montiel y que quiere seguir siendo eso, la estrella, por los siglos de los siglos. 


       

Foto retrospectiva del bautizo, celebrado en la parroquia de San Juan de la Cruz, en Barcelona. De padrinos, los cónsules de Pánama. 
Golpe de efecto: Pepe Tous, ya ‘el marido’ de Sara, lee el comunicado explicando la prohibición del obispo de Mallorca a que se celebrara el bautizo.

Hasta la hora del ceremonial –seis de la tarde en el juzgado de Palma de Mallorca- la jornada ha sido tranquila. El trío de mirones que formamos Pilar, el concursante –se llama Pere, y mira muchísimo- y yo, no nos hemos tropezado con un mal famoso que echarnos a las fauces. Nos hemos bañado en la suntuosa piscina del Hotel Valparaíso, y, oh feliz casualidad, comemos con Terenci Moix y Enric Majó, que estuvieron anoche haciendo el “Hamlet” y se han quedado para aprovechar y no perderse la boda. Pero, shakesperianos aparte, ni un solo rostro popular. Matías Colsada, empresario teatral, Maruja García Nicolau, que fue Miss Europa hace un millón de años y ahora es esposa de señor rico en inmobiliarias, Nicole Blanchery, ex –vedette todavía guapísima, la cupletista erótica Ondina y una casi de incógnito Paloma San Basilio ha sido lo más hollywoodiense que hemos podido encontrar.

Pero decía que hasta la hora del ceremonial la jornada ha sido tranquila, y ya estamos aquí, en pleno patio del juzgado, con las masas empujando y aplaudiendo, el Tous hecho un brazo de mar, vestido de hilo en tono crema, diez kilos menos pesa él y diez kilos menos pesa la Sara –que todavía no llega- porque hasta lo del régimen lo hacen juntos esta histórica pareja. Tous, curiosamente –porque es lo último que te puedes esperar de un novio- lleva una carpeta bajo el brazo, una carpeta llena de sobres que me hace sospechar que algo se está preparando, que algo bulle bajo ese sobaco. Un amigo del novio, un señor que forma parte del consejo de administración de dos bancos y que en este momento tiene un serio problema con  veinte mil kilos de patatas que no sabe a quién colocarle, él sabrá; este señor, digo, va y le coge la carpeta. Yo, momentáneamente, me olvido, porque llega Sara y esto es el desmadre, la gente se le echa encima, aplausos, vítores y esplendor.





Con la debida custodia, Sara y Thais llegan al juzgado.
 Tiernos como el primer día.
La fiesta, a punto de empezar. 

Vestida como de chinita, con traje blanco ceñido y superescotado, abierto por los lados y, encima, una túnica de encaje. Y encima de Sara, alrededor de todos sus miembros enjoyables, más esmeraldas y más brillantes de los que esta servidora ha visto en su vida. “Con uno de estos pendientes, tú podrías vivir más de un año”, me diría más tarde, cuando al final de la fiesta el champán me había proporcionado un sano, sabio y conveniente distanciamiento. Lleva también encima, y, señores, tiene un mérito a Thais, a la que hábilmente situada sobre los hermosos pechos mientras dura el bombardeo de flashes, mantiene.
La ceremonia en sí se prolonga minuto y medio. Pero la ‘operación boda’, part one, es decir, en el juzgado, duró lo suyo, porque se repiten poses y síes y repartos de anillos y firmas y besos al marido y besos a la niña y saludos a los amigos hasta que los objetivos quedan más o menos saciados. La sala, pequeña, está abarrotada. Los fotógrafos se dan codazos y luchan por encontrar el mejor punto de mira. Los periodistas, inmóviles, observamos. Pero todos, todos, sudamos. Yo creo al principio que es llanto, el agüita que se le desliza a una de las testigas de boda, y pienso, claro, es tan emocionante. Pero es sudor, a chorros. Y más fotos: ahora con el libro de familia. Hasta que Sara se vuelve al público –y a la prensa of course- y con esa voz acazallada pide silencio “porque ahora que ya puedo llamarle mi marido, voy a deciros que mi marido tiene algo que comunicaros”.
Y Pepe Tous nos lee el documento en el que nos da cuenta de que el obispo de Mallorca ha prohibido el bautizo de Thais en toda la isla –y aquí Pepe se equivoca y dice “el bautizo de nuestra isla”, y yo pienso, Dios, se nos ha vuelto loco y se cree Onassis y que estamos en Scorpio, pero rectifica en seguida y descanso- porque: a) sus padres, o sea ellos, se casan por lo civil; b) porque hacen coincidir las dos ceremonias; y c) por el grande bombo y platillo que se da al asunto a través de la prensa. Alguien grita algo contra el obispo, la arenga finaliza con un estruendoso aplauso y confieso que hasta a mí me produce un cierto engorro que a una cría tan rica como la Thais –que acaba de cogerme un dedo- le nieguen las aguas bautismales.
Y en ese momento, ¡hop!, reaparece el amigo de las patatas, con la carpeta. Carpeta que contiene los sobres con el comunicado para la prensa y dos fotografías, una en color y otra en blanco y negro, del bautizo que se celebró el jueves 26 en la parroquia de San Juan de la Cruz, de Barcelona, en el más riguroso secreto. Pienso, porque una piensa, que si el obispo negó su permiso el día 16, han pasado fechas suficientes como para haber enterado del desaire hasta a la prensa tailandesa. Pienso también, y reconozco que soy malvada, que decirlo ahora ha sido quizás el momento más glorioso de esta elaborada ‘operación retorno de Sara en todo su esplendor’. Mientras lo pienso, el novio, el propio novio, entrega los sobres y vocea a gritos los nombres de los informadores o los medios a que pertenecemos, por lo que por un momento más se parece a un vendedor de periódicos que a un recién casado. Pero apenas me da tiempo a establecer la comparación porque sigo pensando, ya muy ladina, en los miles de personas que ahorita mismo están en la iglesia de Génova, esperando para aplaudir y gozar de lo visual, y que ignoran por completo que no se va a celebrar bautizo alguno.
Pero no lo van a ignorar por mucho tiempo, porque para allí salen ellos, para volver a comunicar la comunicación a los comunicables que nuevamente aplauden y vitorean. Y sudan.  



Sudorosos pero felices camino de donde el juez.
 Terenci se vistió especialmente para la boda.


Intercambio de anillos para la historia.
 Él firma y ella parece lamentarlo.


Este, es el pastel de bodas. Toda una tarta.
 Bailando ‘La violetera’ en plan agarrao.

La part two tiene lugar en el Valparaíso, en las llamadas ‘Terrazas Panoramic’, que son grandes y tienen jardines y piscina. Los informadores –y el concursante, que ha asistido a todo el proceso, ha abrazado a Tous, ha besado a Sara, le ha hecho un mimo a la Thais y se mantiene agarrado a mis sayas por si acaso- permanecemos en el vestíbulo constatando lo que ya se veía venir: ningún rostro famoso. Me entero de que estaban invitados la Espert, la Dúrcal, la Díaz –Maruja- y el Parra. Me entero también de que han telefoneado felicitando y disculpando ausencia, y de que Vicente ha enviado en representación a su tata, esa intrépida mujer que ha visto veintitantas veces “¿Dónde vas Alfonso XII?”.
Así que las cosas están claras. Esta es la bodísima de Sara Montiel y nadie va a sacar una puñetera foto que no sea con Sara Montiel dentro. Chapeau, sombrerazo, mi jaca galopa y corta el viento, lo que queráis, Tous del alma, que lo hacéis muy bien.
Y empieza el banquete. Empieza al revés. Me explico. Porque para que los fotógrafos tomen sus fotos –porque, por si no lo han notado, los medios informativos eran LO IMPORTANTE  del asunto- se hace ver que se corta la tarta nada más llegar, y se hace ver que se baila el vals a continuación. Etcétera, etcétera. Pero todo muy bien hecho, con categoría. Lo dice una que ha sido cómplice. 
Y las mesas se llenan de invitados, que son amigos de los señores Tous, gentes que cuentan, en Mallorca, y en muchas otras partes. A mí lado hay una mesa de por lo menos quinientos millones, y por ahí corre Cuqui Fierro vestida de verde esperanza. Y en todas las mesas, en todas las caras, hay esa sonrisa como entre indiferente y ansiosa que se pone cuando pasa un fotógrafo por delante y tal vez, quién sabe, a lo mejor estas dos tipas con esa pinta tan rara que van de periodistas son del “¡Hola!”. Y Pilar y yo, con las carnes estremecidas, fotografiamos el buffette y la tarta, eso sí, porque la tarta tiene su historia: pesa setenta kilos, es el trabajo de tres días realizado por dos personas, y tiene en su base una enorme estrella de seis puntas con un molino manchego, el mapa de Brasil –ya saben, la Thais-, el mapa de Ciudad Real –donde nació Sara-, una cuna con cigüeña incorporada, la isla de Mallorca, un gran sol, cuatro pisos de dulce y los novios.
Y de repente me pongo a mirar y me doy cuenta de que la mesa divertida, bohemia y loca –como yo esperaba que fuera la fiesta en su totalidad-, la única mesa con características de discreta orgía es la nuestra: con Enric Majó, con el Terenci, con la Ondina, que se ha bajado el vestido y ha sacado las tetas a ver si así le hacemos una foto, y claro, tampoco es eso; con Isidro Pi, librero y amigo, con Jesús Mariñas, compañero ídem, y con nosotras dos y el Pere, el ganador del concurso, que ahora que me fijo proporciona una nota exótica porque es como tirando a hindú pero en gerundense.



Sara enseña la media, la Torres pasa, Ondina y Enric Majó miran.

Añadamos que no sólo hay ricos y banqueros y ex mises instaladas y magnates y empresarios- Reizábal, sin ir más lejos, junto al ya mencionado Colsada, en cuyo Teatro Español de Barcelona debutará Sara en septiembre con tanda de recitales-, porque también están las tatas, y la cocinera de chez Tous, y las taquilleras del teatro Balear –la Gero, la Catalina y la Anita-, y el abogado que les consiguió la anulación del matrimonio de Sara con Chente Ramírez Olalla, Jerónimo Esteban se llama el hombre, y el médico que los adelgazó, José Fábregas, que ha sido –testiga- por parte del Tous.
O sea, que no está mal la cosa, mayormente porque tampoco ha venido Fernando Sancho, que amenazaba con hacerlo desde la portada del ‘Última Hora’, diario local, y que parecía que iba a venirse con el espíritu de Franco. Ha habido, además serenata popular y muy de la isla, porque ‘La Lira Esporierense’, una banda de un pueblecito de Mallorca, se ha marcado unos pasacalles y finalmente ‘La violetera’, para que los recién casados pudieran, de verdad, bailar a la hora del baile. Y ha habido baile general y una loca local ha insinuado que nos echemos a la piscina y otra loca local –cómo está de adoraciones locas y locales la Sara- ha dicho que no venía preparada para el chapuzón, y finalmente Sara se ha paseado de mesa en mesa y ha venido a la nuestra y nos hemos abrazado, hemos reído, ella me ha dicho lo del pendiente con la esmeraldona y yo he seguido bebiendo champán.
Y por último, como una reina, María Antonia Abad, Sara Montiel en el arte, ha subido las escaleras del brazo de su marido, el empresario Pepe Tous, camino de esa casa que tiene en la montaña de Na Burguesa, en donde la Thais la espera dormida y felizmente bautizada. Ha subido las escaleras que conducen a la salida, majestuosamente, firme como una roca. Y entonces he pensado que la Montiel, que nunca interpretó a Bretch, se ha vengado de esa ausencia en su carrera, y se ha montado ‘La boda de los pequeños burgueses’ para ella sola. Por todo lo alto.


El trío Tous se abre paso entre la multitud enfervorecida. 

Este fue nuestro invitado

Torres, Pere y Aymerich: camino de la aventura. 

La mano inocente y pulida, de entre ciento y la madre de cuponcitos que nos llegaron, hizo que la Diosa Fortuna obsequiara con nuestra hermosa invitación a asistir a la Bodísima de Sara Montiel y Pepe Tous a: PERE GARCIA VIDAL, de Gerona, casado –felizmente- y con una niña de meses, que se quedó en casa al cuidado de su mamá, también ella, como PERE, “fan” fotogramera de las que merecen premio. Nuestro hombre nos escoltó por todos los avatares de la larga jornada, y, entre beso a la Sara y apretón de manos al Tous, nos contó un poco de su vida: que trabaja en una gestoría, que está loco por el cine, y por el teatro, y que mismamente en sus años mozos inició algo así como una carrera de actor, pero que las musas no acabaron de conquistarle. Gracias a eso, hoy le tenemos a él asistiendo a la boda de la Sara, y no al revés. 


Presentamos nuestro invitado a Tous (obsérvese la carpeta). 

Lo cuenta: MARUJA TORRES
Reportaje gráfico: PILAR AYMERICH

EL RECORTE XX
Como contaba Maruja Torres en su reportaje, la revista Fotogramas sorteó un viaje para que algunos de sus lectores pudiesen acudir a este evento histórico en la época. Aquí el último de los cupones para poder participar en el sorteo. 
Pincha para ver más grande

LA FOTO XX


Sara, Pepe, Thais y Zeus. El matrimonio de la estrella con Tous fue el cenit de una vida repleta y, seguramente, el comienzo de la etapa más gloriosa de la diva, al menos en el terreno personal. 


domingo, 3 de abril de 2011

LECTURAS - 29 de Julio de 1983 - España


LAS FOTOS MÁS ÍNTIMAS DE SARA Y SU HIJO ZEUS

Thais, la primera hija de Pepe Tous y María Antonia Abad, ya tiene un hermanito: un niño a quien sus padres han impuesto el nombre de Zeus (que en griego significa ‘dios’). Sara no escatima elogios cuando habla de su pequeño, nacido el 21 de mayo de este año en la República Dominicana. ‘Cuando le vi, lo encontré tan guapo que casi me desmayo’, nos dice la feliz madre, contentísima de tener ya la parejita. 

Sara, ejerciendo su papel de madre, le cambia los pañales al pequeño Zeus, que es observado atentamente por su padre, Pepe Tous. Como saben, Zeus Tous Abad es el segundo hijo del matrimonio, que ya tiene una niña, Thais, nacida en 1979 y adoptada por los Tous en Paraná (Brasil).

Sara Montiel y Pepe Tous han adoptado un varón: Zeus. Ahora como tantos matrimonios españoles, presumen de la ¡parejita! La niña, Thais, (diosa griega del amor), vino de Brasil. El varón, Zeus, (dios griego muy influyente), viene de Santo Domingo.
Thais nació el tres de marzo de 1979 en Paraná, Brasil. Zeus nació el veintiuno de mayo de 1983 en la República Dominicana.
Sara y Pepe Tous aún estaban solteros cuando la artista, de mutuo acuerdo con su prometido, pues aún no se habían casado, adoptó a Thais. La niña vino entonces con los apellidos de la madre: Abad Fernández. No olvidemos que Sara Montiel es María Antonia Abad Fernández. Una vez que la actriz se casó con Pepe Tous en Mallorca, Thais llevó los apellidos de los padres: Thais Tous Abad. El hermano, Zeus, ha viajado a España con todas las de la ley y, por descontado, inscrito en el pasaporte familiar: Zeus Tous Abad. 


Madre e hijo, fotografiados durante la hora del baño de Zeus.
Después del baño, Sara le cubre cuidadosamente con una toalla. 

Hace dos años que Sara y Pepe anunciaron su propósito de dar a la niña ¡un hermano!
Como se trataba de adoptar un niño, encargaron a dos abogados la gestión. Sara declaró que ‘en ningún momento exigimos que el niño fuera americano, podía ser español de nacimiento, pero fue Santo Domingo el país que nos regaló la alegría del hijo soñado’. Sus abogados les llamaron a Palma el seis de julio: ‘Hay niño, enhorabuena, es precioso además’.
Sara Montiel y Pepe Tous prepararon a Thais: ‘Pronto estará en casa un hermanito, amor’. Volaron a Santo Domingo donde recogieron al pequeño para volver por Miami y por Niza, en el sur de Francia; en Niza se quedaron tres días y Sara Montiel ejerció a fondo su papel de madre, vistiendo a Zeus, bañando a Zeus, dando el biberón a Zeus, paseando a Zeus, llevando al chiquillo incluso a la otra orilla del Mediterráneo: ‘Mira, hijo, al otro lado está tu hermana Thais, esperándote en tu casa de Mallorca’.



Zeus mira fijamente a su madre mientras le da el biberón.

 Una tierna imagen de Sara, besando el piececito de su hijo. 


El pequeño Zeus pesó cuatro kilos al nacer
Sara Montiel, muy elegante mostrándonos a su hijo Zeus, de dos meses de edad. 

Dice la leyenda que Zeus, el dios griego, tuvo que ser protegido por los curetas –legendarios cretenses- que, ahogando su llanto con ruidos, le salvaron de la cólera de  Urano. ‘A mi hijo, dice Sara, no hay que taparle el llanto. ¡No llora! Es muy bueno. Y claro, no corre el riesgo de ser devorado por nadie. A mí me dan ganas de comerlo, pero a besos y por amor. Es maravilloso’.


Pepe y Sara están encantados con Zeus, su segundo hijo adoptado.

 Los Tous, ante el Hotel Negresco, donde se hospedaron en Niza.
Otra bonita fotografía de Sara, posando satisfecha con Zeus. 

El dios griego fue amamantado por la cabra Amaltea. Zeus Tous Abad, el hijo de Sara y Pepe, se cría a biberón. Y se cría divinamente. Como que, sin cumplir dos meses,  pesaba seis kilos setecientos gramos. Casi siete kilos. Nació crecido y fuerte, pesando más de los cuatro kilos.
El viaje en avión, pese a ser largo, muy largo, lo hizo Zeus muy a gusto, en brazos de sus padres, sobre todo de su madre, o en el ‘cuco’ que ella había dispuesto. Santo Domingo, Miami, París, Niza y… ¡Madrid! Zeus entró en España el trece de julio, San Enrique, con los ojos muy abiertos, con el chupete en la boca, posando perfectamente para los reporteros y las cámaras de televisión. Es más, Thais, desde su casa de Palma de Mallorca, pudo ver a su hermano en el televisor. Se lo presentaba su madre: ‘Mira, Thais, aquí está tu hermano’.
La familia de la actriz elogió al pequeño con entusiasmo: ‘Es guapísimo, muy pelón, con ojos azules, rubio…’ Sara comentó: ‘A mí me habían recalcado los abogados que el niño era divino, pero cuando me lo dieron lo encontré tan guapo, tan maravilloso, que casi me desmayo…”.
Con la pareja, Thais y Zeus, Sara Montiel y Pepe Tous se dan por muy satisfechos: ‘No vamos a adoptar más, pero si viniera otro, encantados’.
Sara, dándole el biberón a su hijo, que se cría perfectamente.
 ‘Zeus es un niño tranquilo, muy bueno y no llora’, dice Sara.

Pepe Tous, fotografiando a su esposa y a Zeus en la playa de Niza. En Mallorca, les estaba aguardando su hija Thais, de cuatro años. 

Javier de Montini
Fotos: Félix Gómez

EL RECORTE XIX

El 39 de Marzo de 1985 la revista Hola recogía el regreso de Sara a su pueblo adoptivo: Orihuela. El motivo era muy especial. Dos años después del nacimiento y adopción del pequeño Zeus, la artista fue a presentárselo a las Madres Dominicas, de las que siempre ha tenido un buen recuerdo. Especialmente, de Sor Leocadia, monja que enseñó a cantar a la estrella. 

PARA PRESENTAR A SU HIJO ZEUS
SARA MONTIEL
VOLVIO AL CONVENTO DE ORIHUELA DONDE APRENDIO LAS PRIMERAS LETRAS
Las 19 monjitas de clausura celebraron la visita de su amiga Sara y la homenajearon con una suculenta comida que le pasaron a través del torno. 

Sara Montiel, su marido, Pepe Tous, y su hijo Zeus, fotografiados delante de las celosías que les separaban de las madres dominicas de clausura donde la actriz y cantante permaneció varios años de su niñez estudiando y aprendiendo. 

Sara Montiel llegó hasta Hollywood un día y conquistó luego España. Tanto en el terreno del celuloide como en el de la canción llegó al cenit, y ahí se mantiene a sus maravillosos cincuenta y siete años recién cumplidos. Toda la gloria y éxitos no han sido suficientes para que Sara se olvide de una etapa de su vida, una etapa triste: sus casi diez años vividos en Orihuela. Allí tiene unas insólitas amigas, las madres dominicas, a las que acude a visitar siempre que sus apretados compromisos de trabajo se lo permiten.
El otro día, que era viernes, Sara madrugó en Alicante y se desplazó más de cien kilómetros en compañía de Pepe Tous y su hijo Zeus para visitar a ‘sus’ monjitas, que son muy pocas, tan sólo 19. ‘Cuando estuvimos aquí hace dos años eran tan sólo 15’. Ahora, entre las cuatro nuevas está la priora, sor Ángeles, que fue la única que salió a la puerta de este convento de clausura para dar la bienvenida a sus amigos y abrazar a Zeus. 


Sara charla con sus queridas monjitas del convento. Ellas le enseñaron a leer, a escribir y, sobre todo, la iniciaron en las primeras nociones de canto. 

Sara Montiel se interesó especialmente por sor Leocadia, una monjita muy viejecita que debe andar por los ochenta y tres u ochenta y cuatro años y que fue precisamente la que enseñó las primeras letras a nuestra estrella. Sor Leocadia le enseñó también a escribir y… las primeras nociones de canto, de ahí que Sara tenga un especial cariño por esta monja, hoy de clausura.
A la edad de cinco años, Sara tuvo que abandonar Campo de Criptana porque a su padre los médicos le habían recomendado el clima mediterráneo para superar sus dolencias pulmonares y recalaron en Orihuela. Eran tiempos difíciles y la pequeña Antonia ayudaba a su padre, Isidoro, atendiendo una bodega en la que se despachaban vinos manchegos a clientes de paso y también vendían al por mayor. Luego trabajó también en una especie de fábrica de alpargatas, colocando el piso de esparto. Y todo era poco para poder comer. Pero a Sara le quedaba tiempo todavía para ir al colegio, que era precisamente el de las madres dominicas, único colegio gratis que había en el pueblo. Allí estuvo Sara Montiel hasta los catorce años, en que, representando a Alicante, se presentó al concurso de Cifesa. Luego cambiaría radicalmente su vida. 

Sara pasa por la ventanica de comunicación uno de los muchos regalos que llevaba a sus ‘monjitas’.

Nos decían el otro día Sara Montiel y Pepe Tous: ‘Cuando tuvimos a Thais, una de las primeras cosas que hicimos fue traérsela a las monjitas dominicas, porque sabemos el cariño que sienten por todo lo nuestro. Ahora hemos vuelto porque no habíamos tenido tiempo todavía de presentarles a nuestro segundo hijo, Zeus, que ya tiene veintidós meses y está hecho un hombrecito’.

Una suculenta paella y luego merluza rebozada fue la exquisita comida con que las madres dominicas obsequiaron a su buena amiga y ex alumna. Tras la presentación de su hijo Zeus se dispusieron, delante de la celosía, a degustar estos platos preparados para esta ocasión. 

Lo que no esperaba el matrimonio Tous en el transcurso de su visita al convento de la plaza de la Santísima Trinidad, de Orihuela, era el recibimiento que les esperaba. Todas sus amigas de clausura se agolpaban tras las celosías para saludarles y ver al pequeño Zeus. Pero la verdadera sorpresa estuvo en la suculenta comida que les prepararon, primero con unos aperitivos, a los que siguió una paella de pescado y luego una merluza rebozada –no hay que olvidar que era viernes-, para terminar con unos deliciosos pasteles, pasteles de Gloria, hechos de merengue y nata montada que las propias monjas hacen diariamente dentro de su convento y que distribuyen por todo el contorno. Estos pasteles y una pequeñísima huerta es todo lo que tienen para poder subsistir.
Sara había hecho muchos kilómetros para llevar a su hijo Zeus a tan entrañable presentación. En su día también llevó a Thais, su hija mayor. Bajo estas líneas la vemos con sor Ángeles, madre priora, que fue la única que salió a la puerta. 

M. MONTES-RADIAL PRESS

LA FOTO XIX

CELEBRANDO LOS 50 AÑOS DE PECADO DE AMOR