Alejada desde
hace años del cine, Sara Montiel se asoma al teatro en un espectáculo, “Doña
Sara de la Mancha” junto a ídolos de anteriores generaciones, como José
Guardiola o Ramón Calduch.
“Aún tengo
muchos años por delante de vida artística; ahora triunfamos los carrozas”,
afirma.
SARA MONTIEL
Aún tengo mucho por delante
Nació en 1928. Pero sus sensuales labios jamás
pronunciaron tan fatídica cifra. Hasta que un osado periodista fotocopió su
partida de nacimiento. Desde entonces la
reina del Chantecler afirma que ha pasado los cuarenta. Incluso, con más
benevolencia que otra cosa, se llama a sí misma carroza. Carroza guapa y de
lujo.
Últimamente recorre Madrid en una vieja calesa.
Pasea con orgullo sus bien disimuladas arrugas. Su cuerpo encorsetado. Sus
cuarenta años de intensa vida artística. Dicen que es el par de la sin par
Dulcinea del Toboso. Con ustedes Doña Sara de la Mancha.
Y se enfada si le hablan de retiro. Pasa y pisa con
garbo. Con esa parsimonia de ilustre dama manchega. Con gestos blandos y voz
suave, cadenciosa. Están probando las luces para su nuevo espectáculo. Charla
contigo pero no quita la vista del escenario. Ni de los fotógrafos. “Esa cámara más alta, guapo”. Sabe que hay
enfoques desafortunados. Y no se puede ir de ingenuo con ella. Tiene arte y
oficio.
-¿Va a ser este tu último espectáculo?
-Hombre, no. Me quedan muchos años de
vida artística todavía. Hoy día los que estamos triunfando y llenando los
teatros somos gente que hemos pasado los 40 años. Ahí está Broadway para
demostrarlo.
-Sin embargo últimamente te rodeas de otras figuras
de la canción. Carrozas por supuesto. Alguien dirá que eres incapaz de llenar
un teatro por ti misma.
-No, no, no. Yo he estado diez meses
en solitario en América. He estado en solitario en el Paladium de New York, en
Méjico o en Buenos Aires. Y nadie me podrá discutir el éxito. Cuando se hace un espectáculo en plan Broadway, como
éste, siempre se suele ir acompañada. Y como soy bastante inteligente siempre
me rodeo de gente muy buena. Antes lo hice con Bonet de Sampedro o Jorge
Sepúlveda y ahora con José Guardiola y Ramón Calduch.
-Y recorrer una ciudad en coche de caballos, ¿no es
un recurso publicitario que entes no necesitabas?
-En absoluto. Es que como somos muy
desenfadados y tenemos un gran sentido del amor, nos dijimos: vamos a vestirnos
de cervantinos y damos una vuelta por Madrid. Nos dejaron una calesa
maravillosa y el resto ya te lo puedes imaginar. Porque, aunque iba vestida de
cervantina nos reconocieron fácilmente y nos paraban a cada instante para
saludarnos. Un taxista me llamó carroza y se quedó de piedra cuando le dije que
seguro que era más guapa que su mujer.
-¿Y por qué ahora gustas llamarte carroza cuando
siempre has mantenido esas luchas titánicas por ocultar tu edad?
-La verdad es que está de moda. Sobre
todo entre la gente joven. Yo tengo una sobrina de 16 años que ha salido con un
chico hasta hace poco. Y cuando le pregunté la razón por la que lo había dejado
me dijo: ¡ay tía!, si es que es un carroza, ya tiene 28 años. Yo creo que es
muy bonito ser carroza. Y además de lujo. Como yo.
Sara lleva sus ocultos 53 años con orgullo. Con
señorío. Cincuenta y tres años de intensa y ajetreada vida. Desde que allá por
1944 interviniera junto al desaparecido Antonio Casal en su primera película, “Te quiero para mí”. Entonces se
llamaba María Alejandra. La frase debió gustarle porque en el ’57 se la repitió
al director de cine Anthony Mann y el asunto acabó en matrimonio civil.
Posiblemente para resacirse de tal heterodoxia, su segundo matrimonio fue
canónico y con ceremonia en la mismísima Roma. Craso error. Porque la
separación bajó considerablemente su cuenta corriente.
“La bella
Lola” repitió la frase por tercera vez. El afortunado era
esta vez el industrial mallorquín Pepe Tous. “La única experiencia matrimonial que
repetiría”, según sus propias palabras. Estas y otras razones han
hecho casi inexcusable la presencia de la Montiel en las revistas del corazón.
-¿Realmente te gusta sentirte acosada por la prensa?
-Bueno, a veces sacan intimidades que
no tienen por qué sacar. Pero no tengo más remedio que aceptarlo. La gente del
espectáculo corremos este riesgo y yo comprendo que todo el mundo tiene que
ganarse el pan.
-¿Alguien se sorprendió, por ejemplo, cuando apareciste
en Interviú como Dios le trajo al mundo?
-La más sorprendida fui yo.
Precisamente lo descubrí aquí en el teatro La Latina. Estaba trabajando y al
pasar por el pasillo vi un empleado que tenía la revista abierta justamente por
mis fotos. Casi me desmayo. Bueno, no desmayarme físicamente, pero imagínate la
sorpresa. De todas formas ya es agua pasada.
-Resulta curioso que buena parte de sus admiradores
hayan sido señoras de hace 20 o 30 años, con los ideales religiosos muy
asumidos, cuando tú siempre has hecho papeles de mujer frívola…
-Cuando yo empecé marqué una época en
el cine español. Mis películas se pasaron por todo el mundo. En Argentina, por
ejemplo, estuve dos años seguidos en cartel con una sola película, “El útlimo
cuplé”. Luego con “La violetera” estuve
primera en recaudación en Francia, creo que fue en el ’58. Quiero decir que me
ha visto todo tipo de público. Gente que entonces tenía 18 años y ahora rondan
los 40, señoras mayores y otras menos. Yo siempre he sido una persona tremendamente
respetuosa con todo el mundo. Y de eso se ha dado cuenta la gente. Además, la
imagen que doy en pantalla depende de los personajes que tenga que representar.
-Por cierto,
¿no se te ocurrió meterte a monja cuando estuviste interna con las
dominicas?
-Es cierto que estuve con las
dominicas. Además yo quiero mucho a las monjas. Pero es que tengo prohibido
hablar de cosas de mi vida privada. Ya sabes que he vendido mis memorias a una
editorial y tengo prohibido por contrato referirme a estos temas. Cuando estén
terminadas podréis enteraros de estas cosas que tanto os interesan. Lo que
ocurre es que el asunto va un poco lento. Tanto Terenci Moix como yo tenemos
mucho trabajo y sólo nos reunimos de cuando en cuando.
-¿Alguien puede temer la publicación de tus
memorias?
-No creo que nadie pueda temerlas.
Sólo te puedo decir que escribo cosas mías y todas las digo yo. Ya te he dicho –insiste- que tengo
prohibido hablar de esto. Lo siento.
-También tienen fama de ser un poco anticlerical…
Tuviste problemas para la anulación de tu segundo matrimonio y el obispo de
Palma se negó a bautizar a tu hija Thais.
-Nos soy anticlerical. Yo creo en
Dios. Es cierto que he tenido problemas con algunas jerarquías de la Iglesia
pero afortunadamente se arreglaron. La anulación de mi segundo matrimonio me
costó trabajo -¿y dinero?-, sí, también bastante dinero. Pero no le doy demasiada
importancia. Ya lo he olvidado. Y en cuanto a lo de Thais tampoco tiene mayor
trascendencia. El obispo de Palma se negó, efectivamente, a bautizar a Thais.
Nos fuimos a Barcelona y todo se arregló inmediatamente.
-¿Te gustaría que Thais siguiera los mismos pasos de
su madre?
-Mi hija ahora misma tiene dos años y
medio y lo único que me preocupa es darle las vitaminas y la comida a su hora.
Aunque, la verdad, a mí me gustaría que fuera artista. Con dos años y medio,
tiene un oído bastante fino. Le gusta mucho el ballet y le encantan la
televisión y el teatro. O sea el movimiento. La música también le gusta. Pero
lo que le enloquece es pintar. Siempre está pidiendo papel y colores. Eso
cuando no pinta en las paredes. Me encanta. Y no es un día que se canse y se
ponga a hacerlo por aburrimiento. Es continuamente. No para de hacer rayas,
manchas de colores… Los colores los distingue perfectamente. ¡Y sólo tiene dos
años!
-¿Pareces reunir toda la admiración en tu hija?
-Bueno, aunque parezca una tontería,
quiero mucho a la señora Bárbara, mi cocinera. Y a Terence, y a mis médicos. Y,
por supuesto a Pepe. Hay, además, una persona a quien admiro especialmente.
León Felipe. A quien di aquel polémico beso. Es el beso que más alboroto ha
levantado en mi vida.
"Gusto a generaciones muy distintas", afirma Sara, que no vacila en afirmarse "carroza de lujo" y que sólo tiene ojos para su hija Thais.
Carmen la de
Ronda es algo lacónica. Sin embargo cuando habla de la
gente que la rodea se deshace en elogios. Da órdenes sobre la marcha. Quedan
pocas horas para el estreno de su enésimo espectáculo. Y María Antonia, o María
Alejandra, o Sara, se entrega con la misma ilusión que en sus comienzos. Con la
misma fuerza y las mismas ganas que en el aquel lejajo concurso de Cifesa que
le supuso su salto al estrellazgo.
-¿Qué hubiera sido de Sara Montiel de no habaer
ganado aquel concurso?
-Hubiera sido artista de todas
maneras. A los cuatro años ya traía loca a mi madre. Le quitaba las colchas
para disfrazarme. Y me pasaba el día cantando y haciendo teatro. Recuero que
tuve la difteria y me quedé sin habla. Y no creas que me importaba algo la
enfermedad, mi única preocupación era la voz.
-Sara, tú que tienes experiencia en el tema, ¿qué les
diría a los detractores del divorcio?
-Que me imiten (ja, ja, ja). Ahora en
serio: yo les diría que reflexionaran seriamente lo que es vivir todos y cada
uno de los días con caras largas y discusiones eternas.
María Antonia Dixit; Doña Sara de la Mancha.
Juan C. CIRCO
EL RECORTE CCLXVII
Desde que Sara formase su familia con Pepe, Thais y Zeus, éstos estaban con la cantante donde quiera que fuese. Era usual que apareciesen para cerrar sus espectáculos y que fuesen el centro de todas las miradas, anónimas e ilustres. Ellos son los protagonistas de este reportaje de la revista Lecturas de 9 de Noviembre de 1.984. Con una visita de lujo: los Condes de Barcelona.
SARA MONTIEL
actuó con sus
hijos ante los
Condes de
Barcelona
En el
entreacto, los padres del Rey saludaron a la artista y a sus pequeños así como
a Celia Gámen, Olga Guillot y Manolo Otero compañeros de Sara en el espectáculo
“Nostalgia” que se representa en un teatro madrileño.
Los condes de Barcelona, con Sara, sus hijos, Manolo Otero, Olga Guillot y Celia Gámez.
Sara cedió el micrófono a Thais para que saludara a los Condes y al público en general.
La condesa de Barcelona, contemplando al pequeño Zeus, en brazos de su madre. El niño tiene ahora 17 meses.
Sus Altezas Reales los condes de Barcelona, don Juan
y doña María de las Mercedes de Borbón, padres del Rey, han visto el
espectáculo “Nostalgia”, de Sara Montiel, estrella que ha contratado a Celia
Gámez, a Olga Guillot y a Manolo Otero.
Tres mitos –Sara, Celia y Olga- con el joven Manolo
interpretando canciones inolvidables están sorprendiendo a diario a la gente
–adulta, madura- que llena el teatro y que lo pasa bien.
Sara Montiel, además, presume de hijos y muchas
tardes Thais y el pequeño Zeus irrumpen en el escenario, conversan con su
madre, saludan al público y hasta piden un aplauso para la orquesta, para mamá
y para ellos.
Thais y Zeus, de cinco años la niña y recién
cumplidos diecisiete meses el varón, subieron al escenario la tarde en que se
encontraban en un palco los condes de Barcelona. Los niños llevaban sendos
claveles rojos en sus manos. Y Thais dijo: “Son para don Juan y doña María de
las Mercedes”. Se las dieron durante el intermedio. Los condes de
Barcelona departieron sencilla y llanamente con Sara, con Celia, con Olga y con
Manolo. Naturalmente, allí estaba el marido de Sara, Pepe Tous, y el empresario
José Luís López Segovia, hermano de Lina Morgan, propietarios del teatro La
Latina.
Thais y Zeus en el escenario del teatro, junto a su madre.
Zeus y Thais llevaban sendos claveles rojos en la mano para entregar a los condes de Barcelona.
Celia Gámez se emocionó al saludar a don Juan de
Borbón “al
que conocí –recordaba la gran vedette de revista- cuando aún
llevaba pantalón corto”. Efectivamente, don Juan rió: “Fue en 1927”.
Después, cuando la familia real vivió en Estoril, Portugal, Celia Gámez visitó
varias veces “Villa Giralda”.
Celia, que interpreta a diario números de las
revistas musicales que ella estrenó en España, cantó para los condes de
Barcelona, especialmente la canción “El perdón de las flores”, un pasacalle que
hace veinticinco años cantaba a los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia.
Sara Montiel, con su marido, Pepe Tous y sus dos hijos, en el camerino del teatro. Thais, la niña, cumplirá seis años el 3 de marzo.
Don Juan de Borbón se interesó por el estado de
Lina. José Luís, el hermano, le informó de que el doctor Muiños había quedado
asombrado de la recuperación de Lina Morgan tras la operación a que la sometió
por desprendimiento de retina.
-Se
encuentra muy bien, Alteza, muy bien. Descansa todavía, pasa unas vacaciones en
las Islas Canarias, pero pronto volverá al escenario.
Don Juan contó que le había dado mucha pena verla en
la clínica de Barcelona, puesto que él conoce perfectamente lo que supone una
operación así.
Doña María de las Mercedes conversó con Sara y
contempló sonriente a Thais y Zeus.
Con los condes de Barcelona se encontraban los
duques de Alburquenque y el coronel Luís Fernández de Mesa.
Javier de
Montini
Fotos: Félix
Gómez
LA FOTO CCLXVII
Una Sara más inusual en los '80.
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