Sarita Montiel, la preciosa mora que se consagrara con "El Último Cuplé" y que refrendara su éxito con "La Violetera" y "Carmen la de Ronda", nos obsequia con su espléndida belleza desde la portada.
EL RECORTE CCLXXIX
En 1.983 la diva publicaba sus memorias en la revista Lecturas. Eran la guinda de una trayectoria y una leyenda que la actriz fue forjando desde El último cuplé. La revista Cambio 16, en su número de 4 de Julio de 1.983, hablaba con Sara de la efeméride.
Personajes
La progre Sara
Las memorias de Sara Montiel descubren lo que hay
detrás del mito
Pues
no, no creo que me mande nadie a la cárcel por lo que digo en mis memorias. Lo
que pasa es que soy muy sincera. Y además he topado con José (el periodista
José Martí Gómez, redactor de las memorias de Sara Montiel), que tiene un sentido muy serio de la verdad; no es un
señor juguetón que lo tome todo en plan frívolo. Claro, ¿cómo va a ser una
frivolidad si cuento aquellas cosas que veía por el Madrid de los años
cuarenta, cuando había una oficina de la Gestapo sobre el Capitol y desaparecía
tanta gente? Yo siempre he ido tomando nota, aunque no lo creas, incluso desde
la época de Méjico. José Martí lo que ha hecho es ayudarme mucho para aquellas
cosas íntimas mías, secretas, de mujer, de esas que todo el mundo tenemos sea
hombre o mujer. Cosas de esas que yo le decía mientras dictaba: esto te lo
cuento, pero no. “¿Pero por qué no si han ocurrido?”, me decía. Y claro, depende de cómo se cuenten. Si con
algunas gentes me pasaron cosas que ahora me doy cuenta que eran malas, pues
eso, no me voy a callar. Si sufren que sufran, antes sufrí yo. No voy a decir
que eran unos criminales o algo así, pero la verdad, sí. Igual que voy a contar
mis verdades íntimas, de mujer, esas que ni a Pepe Tous ni a una íntima amiga
le habré dicho. Sólo se las contaba a uno que es como mi hermano. No, no es mi
amante, es mi confesor como aquel que dice, un chico que tiene ahora treinta y
nueve años, y fíjate, apareció un día en mi casa como admirador, cuando El último cuplé, con su tía y su madre y
lo quiero como si fuera de la familia. Se llama Fernando Carrasco. Desde 1958
para acá conoce cosas que nadie ha sabido, ha sido mi paño de lágrimas porque
mi vida como mis memorias no son, ya te digo, de color de rosa”.
(Las memorias de Sara Montiel han empezado a
publicarse en la revista Lecturas en
el número correspondiente al 24 de junio, de acuerdo con Rafael Borrás, hombre
vinculado al mundo editorial catalán que las tenía en exclusiva desde hace unos
diez años. “Borrás es un admirador mío –dice
Sara Montiel-, por eso se las cedí, inclusive para
el cine.” Aparecerán 24 capítulos, recogidas por el periodista catalán José
Martí Gómez, aunque Sara se reserva la supervisión, continua sobre el propio
montaje periodístico.)
Sara Montiel, madre y mito. Una vida por entregas.
“La
verdad –continua
Sara-, es que las pudo escribir Terenci Moix y así
lo teníamos mutuamente proyectado, aunque en un libro, pero como está muy atareado
y salió lo de esta revista que tanto interés tenía, me decidí. Además salieron
también Hola y Semana, todo hay que decirlo, pero yo me incliné por Lecturas, que siempre me ha sacado
portada tras portada y porque su director, José Bou, es amigo de mi marido.”
“¿Cincuenta
millones por las memorias?” Vaya perra que tiene la gente con el dinero. No,
que no se sabrá digo. Lo que sí aviso es que mis memorias no van a ser para
lectores de color rosa, porque yo tengo mi vida, tengo una manera de ser muy
liberal y soy muy de verdad. Y claro, tengo que decir cosas duras, no sólo que
he hecho El último cuplé y todo
maravilloso, que mi marido es maravilloso o la casa maravillosa. No, porque no
ha sido así. Entonces, lógico, ¿no?, empiezo con una cosa dura, muy tremenda,
con lo de mi madre, que yo creo que la mujer no solamente en España sino en la
vida, o sea, las circunstancias, como decía Ortega y Gasset, la mujer, digo,
las ha pasado muy mal. Y como mi madre, guapo, ninguna.”
La Sara adolescente de "Veracruz". A la sombra de otro mito, Gary Cooper.
"El útlimo cuplé", un hito en su carrera. Fumando y esperando el éxito.
Madre valiente
(Los gritos de
Thais, una monísima chiquilla brasileña, de cuatro años, que colma la frustrada
maternidad de Sara Montiel sirven de fondo al monólogo evocador hasta que un
balón se estrella contra un bosque de valiosos cachivaches. Una maceta rueda
por el suelo. Sara reprime a su hija con dulzura: “Ahora
la planta se queda sin maceta, morirá y será muy triste.”)
“Oye,
no es que yo sea más atrevida o progre, como se dice ahora. Es que soy como mi
madre, muy valiente. Mi madre, ya ves, que era guapísima y pobre, en un pueblo
cerrado de la Mancha, ella sí que fue valiente y no como las feministas de hoy,
porque ahora es muy fácil ser soltera y tener un hijo, o sea, estás admitida en
todos los sitios. Pero hace sesenta y ocho años, pues no. Era el delo y hasta
te tiraban piedras. Además, con un hombre que la provocó el hacer el amor, una
cosa de casi, casi violación, como se dice ahora. Entonces yo que he estado y estoy
orgullosa de mi madre –y de mi padre, que fíjate, se casó con ella hasta
teniendo un hijo- y de todas las madres que llevan el hijo en vez de
quitárselo, no sé si me explico, pues no voy a ir diciendo por ahí que mis
padres eran reyes o doctores de la Iglesia. Eso no. Mis padres eran pobres y
¡paf!, eso pasó. Y con don Ángel Ezcurra pasó esto, ¡paf!, pues que estuve recogida
con esta familia de ambiente fascista y me sentía como la cenicienta. Yo a mis
cincuenta y cinco años, sí hijo, cincuenta y cinco tacos y con este aspecto,
creo que debo ser muy honesta. Y que conste que no me quito años, como otras.
Siempre he hecho lo contrario, me ponía años. Y con los hombres, pues igual, no
he tenido amantes jóvenes, no conozco el amor de un chico joven.
(A sus cincuenta
y cinco años Sara conserva los suaves vestigios del esplendor. Con un ligero
toque de rímel en los ojos, labios pintados, desmaquillada, el pelo suelto –“recién salida de la piscina, ya ves”-, y con un
vestido ad lib, no puede evitar un
aire de coquetería. Pone cara de fumando
espero.)
Las monjas de su infancia en un colegio de Orihuela.
"La dictadura de Franco sabía de qué pie cojeaba Sara Montiel"
“Era
pobre, desde luego, pero bellísima. Ahora que me veo en las fotos, de niña,
parezco una princesa y es porque pocos saben que mi madre de una sábana nos
hacía dos vestidos a mi hermana y a mí. Y, claro, siempre salen fotos que estoy
guapísima porque es así. Es que lo mío no parecía normal. Pero también tengo
derecho a envejecer; yo estoy envejeciendo, gracias a Dios, si no, me hubiera
muerto, aunque no tengo artrosis ni de eso que da cuando llueve. Lo que pasa es
que el público siempre quiere verme arreglada, maquillada y con plumas todo el
tiempo. Ayer mismo, un taxista me contaba que había tenido tres hijos viendo El último cuplé. ¿Pero, cómo, tres hijos
a la vez?, le dije. “Sí –contestó-, es que no paraba de verlo y vinieron uno
detrás de otro.” Y, fíjate, esas cosas, el escote muy generoso y la manera de
cantar, sexual, sensual, la boca, etcétera, me parecía normal. Yo no era de
este mundo, de España, no sé si me explico, porque culos había y tetas también
por esos países donde yo iba. Para mí un desnudo es como enseñar un tobillo, me
da igual, siempre que tenga una estética. Será como siempre he ido al Museo del
Prado y los he visto así, tan naturales… Sin embargo, qué cosas, parece
mentira, la belleza física me ha perjudicado en mi trabajo. Me ha pasado como a
Marylin Monroe, por ejemplo, que la gente se quedaba con mi cara o con el
famoso escote y no me veían como actriz. Por ser bella hasta he sido mujer
objeto, y yo me daba cuenta, ya lo creo, aunque me pude zafar de esa persona
que me estaba utilizando”.
(El silencio
estival de la tarde en su casa, sobre la Bahía de Palma, se ve turbado, de
pronto, por el aleteo cercano de un helicóptero de color blanco. Sara salta
como impulsada del asiento y sale a la terraza agitando las manos en señal de
saludo. “Es el Rey. Ya me parecía raro que no
pasara por aquí. La de veces que el helicóptero real se para ahí encima”, dice
con satisfacción y orgullo).
Una belleza poco común.
"Parecía una princesa"
El esplendor de ayer a hoy.
Musa y mujer-objeto
Pasaba de Franco
“Sí,
claro, el Rey también sale en mis memorias. Uno de los disgustos más grandes de
su vida le ocurrió conmigo. Bueno, fue que cuando yo fui a una cena de gala a
Zaragoza, reciente el estreno del Último
Cuplé, por disciplina en la Academia no le dejaron asistir. Y él
enloquecido por ir. “Fue la noche más amarga de mi vida que no me dejaran.” Me
lo ha dicho veintiocho mil veces. Y otra anécdota con él fue en una cena que
dio el embajador norteamericano Cabot Lodge, pero esa no te la cuento ahora. A
mí estos reyes me chiflan, son unos tíos morrocotudos.”
“Él
es simpatiquísimo, además de ser un hombre al día, adelantando a los
movimientos europeos y que pone a España siempre en primer lugar. Y ella es
divina. Se ha acoplado tanto a España que no parece greco-alemana. Yo, que
quieres que te diga, la primera vez que vi aparecer al Rey en la televisión,
cuando el cambio democrático, lo dije, era como un soplo de aire fresco. La
noche del 23-F es que no estábamos en España, pero lo pasamos como todos los
españoles, asustados, hasta que apareció él. Yo de fascista, nada, ni de
franquista. Pasaba olímpicamente de Franco. Lo que ocurre es que quería vivir
en mi tierra, como otros, como Bardem, por ejemplo, que hizo su mejor obra en el
franquismo y ahora que es libre no le sale nada. Qué raro, ¿no? Que te cuente
Manuel Vázquez Montalbán cuando le dije en una entrevista, en 1962, que era
socialdemócrata y casi nos meten a los
dos en la cárcel. Yo he sido y soy muy demócrata, respeto las ideas de cada
cual siempre y cuando no me pongan el pie en el cuello. Con el franquismo me
pasaba eso. Yo respetaba las reglas del juego en la dictadura y a mí no me
molestaban, porque sabían perfectamente del pie que cojeaba. No comulgaba con
la dictadura, que quede claro, aunque tuviera algún amigo, como don Fernando
Fuertes de Villavivencio, que era jefe de la Casa Civil de Franco, pero es que
era una persona muy humana y siempre me ha tratado muy bien, qué quieres que te
diga. A El Pardo no he ido nunca, a La Granja sí, a actuar como todos, aunque
de niña también actué para las Brigadas Internacionales. Allí, en la Granja,
fue la única vez que hablé con Franco. Fue cuando se estaban haciendo la foto
de los artistas con él, y yo permanecía apartada. Entonces me llamó:
“Violeterilla, venga usted para acá” y fui y me puse en un rincón. Me hablaba
de usted, fíjate, cosa muy rara. Me dijo que se pasaban los ratos de ocio
viendo mis películas en El Pardo. Pero ya te digo, amistades, ninguna y
favores, menos. Cuando estaba en el esplendor de la fama, esto para los progres
que dudan, tenían a tíos míos en la cárcel por haber sido republicanos y
socialistas en la guerra, condenados a veintitantos años, que cumplieron. Yo no
pude vivir con la dictadura de favor. Ahora bien, ellos tampoco me hicieron
daño. No se atreverían, digo yo, porque imagínate por los 57 al 64 si llego a
hacer así con la mano porque me han molestado, inmediatamente todo el mundo
detrás. Yo le he cantado las cuarenta hasta al mismísimo Goebbels, ese que
mataba judíos en Alemania. “¿Es cierto –digo en las memorias, en una reunión
misteriosa en Valencia, cuando vivía con los Ezcurra- que en su país persiguen
y matan a los judíos?” Esto se lo decía a Goebbels siendo una niña, fíjate. Y
contestó: “Eso serrr una absurrrda leyenda.”
(Desde la
escuela de ballet del auditórium de Palma de Mallorca llaman a Sara para
preguntarle qué ponen en el cartel de la fiesta de fin de curso, “con la
colaboración de o entre ellos Sara Montiel”. La popular artista figura entre
los alumnos, con un entusiasmo juvenil. “Que pongan
entre ellos porque es lo que hago, aprender entre ellos”, indica.)
“Es
que no paro, hijo. Y en enero inicio en el Covert Garden de Nueva York una gira
de seis meses por toda América. Soy un mito, qué se le va a hacer. Creo que soy
un mito porque he llegado a mucha gente. A los que tienen cuarenta años porque
me conocían de entonces y a los chicos de ahora porque me tienen en el vídeo y
me piden autógrafos cuando podían ser mis nietos. ¿Cuántas llamadas recibo,
Pepe, cada semana de Australia para que vaya? Ahora me acaban de descubrir en
Australia, llevan treinta años de retraso. A veces, si voy a Japón o a
Alemania, es que no doy un paso sin ver una película mía anunciada. Boyer, que
lo sabe todo, Boyer el de Hacienda, debería saber todas las divisas, todo el
oro con el que he llenado las arcas españolas. Si yo hubiera sido inglesa me
habrían dado un título, como los Beatles, sólo por eso, o si hubiera sido una
señora como Brigitte Bardot, que no paga impuestos de tantas divisas como dio a
su país. Fíjate que con La violetera,
solo en Méjico DF, sacó Cesáreo González seis millones de dólares de los de
entonces, de hace veintiséis años. Pero vamos, yo no soy rencorosa, ¡ah!, no,
no, eso no. Yo creo que todo puede cambiar para bien. Con el socialismo, por
ejemplo, ahora que ha llegado. Pero hay que dar un margen de confianza. No van
a llegar y, ¡paf!, en seis meses, todo nuevo, cuando estamos mal desde tiempos
de Isabel la Católica, aunque, claro, yo he hecho lo que sentía. Lo que pasa es
que no todo el mundo ha nacido tan liberal como yo para aguantar a la vejez con
una vida así: once abortos, tres maridos, muchos amantes –aunque esto de muchos
depende de quién los cuente, claro- y películas por todo el mundo. Y aquí me
tienes con un marido ideal, viviendo para él y para mi hija, amándole desde que
en 1970 me enamoré, y de ser una señora que estaba de Nueva York a Madrid, de
Madrid a Buenos Aires, y así, cogí las maletas y me vine a una isla. El Tous es
mi amante perfecto. Hemos sido marido y mujer sin serlo, aunque según la
Iglesia vivamos en pecado mortal, y nos llena nuestra vida en común quizá
porque cuando decidimos unirnos ya éramos mayorcitos, sabíamos que no íbamos
vírgenes al matrimonio, ni en un cohce tirado por caballos vírgenes.”
La Sara Montiel de este verano.
El tiempo pasará, parece
Personas – rana
(Detrás del
torrente de palabras, de la cazurrería manchega de María Antonia Abad, a secas,
cuesta trabajo sustraerse al recuerdo de la estrella esplendorosa y bellísima
de tantas películas dulzonas y melodramáticas como Veracruz, de Robert Aldrich, junto a Gary Cooper y Burt Lancaster, Dos pasiones y un amor, de su marido
Anthony Mann, o Yuma, de Sam Fuller.
O aquellos candorosos filmes de la España del subdesarrollo que consagrarían su
mito: El último cuplé, de Juan de
Orduña; Carmen la de Ronda, de Tulio
Demicheli y La reina del Chantecler, de
Rafael Gil.)
“¡Huy!,
no me nombres a Gil. Tuve la desgracia de trabajar con él. Es uno de los que
salen malparados en las memorias, como Cesáreo González o mi segundo marido,
Chente, un tal José Ángel, no es conocido, y otro que estaba muy ligado a mí y
que salió rana, cuyo nombre no te doy para no ponerlo sobre aviso. Los que me
salieron rana, mal, y los otros, los que te dieron amistad y confianza, como
Miguel Mihura, que fue quien me llevó a Méjico, o León Felipe, cuyo recuerdo me
enternece, o el gran fotógrafo francés Christian Matras, que tantos secretos me
enseñó, a esos los trato con amor. Porque a mis amigos los amo mucho. No es el
amor ese que tanto miedo da mentarlo a algunos reprimidos. Amor de verdad, de la
amistad. Del otro también sé un rato. Sí, he tenido amantes, muchos, y buenos,
porque toda la gente que se relacionó conmigo era importante, ya lo verás en
las memorias, que como te digo, volviendo a lo del principio, son serias,
sobrias. Lo mismo podían haber servido para un libro que para una película o
para una serie de televisión porque no son algo ñoño, aunque ahora que hablo de
televisión me hace una gracia negra ver cómo se gastan seiscientos millones en
tonterías de Sancho Gracia o no sé quién, y a las figuras que podrían mantener
shows permanentes explotando a otras figuras, como hacen las televisiones de
los países que tienen televisiones con imaginación, a ésas les dan de lado.”
(Todo el
universo de recuerdos, de fotos y regalos que rodea a Sara Montiel en su retiro
de Mallorca parecen como ese vivo destello del tiempo que se resiste a pasar.
El tributo sentimental de reyes, jefes de Estado, Papas, artistas, poetas y
escritores, prendido en un instante para siempre. O quizá, como dice la propia
Sara, “la evidencia de que detrás de aquellos
escotes que producían desmayos y de aquella boca sensual que cantaba
melosamente, también había una persona normal, humana, sencilla, que se hacía
de querer”. Con toda seguridad.)
Sebastián Moreno
LA FOTO CCLXXIX
Espléndida, caracterizada de Carmen y fotografiada por Gyenes.
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