domingo, 29 de abril de 2018

CINEMA REPORTER - 18 de Noviembre de 1.959 - México



Sarita Montiel, la preciosa mora que se consagrara con "El Último Cuplé" y que refrendara su éxito con "La Violetera" y "Carmen la de Ronda", nos obsequia con su espléndida belleza desde la portada. 


EL RECORTE CCLXXIX
En 1.983 la diva publicaba sus memorias en la revista Lecturas. Eran la guinda de una trayectoria y una leyenda que la actriz fue forjando desde El último cuplé. La revista Cambio 16, en su número de 4 de Julio de 1.983, hablaba con Sara de la efeméride. 

Personajes
La progre Sara
Las memorias de Sara Montiel descubren lo que hay detrás del mito

Pues no, no creo que me mande nadie a la cárcel por lo que digo en mis memorias. Lo que pasa es que soy muy sincera. Y además he topado con José (el periodista José Martí Gómez, redactor de las memorias de Sara Montiel), que tiene un sentido muy serio de la verdad; no es un señor juguetón que lo tome todo en plan frívolo. Claro, ¿cómo va a ser una frivolidad si cuento aquellas cosas que veía por el Madrid de los años cuarenta, cuando había una oficina de la Gestapo sobre el Capitol y desaparecía tanta gente? Yo siempre he ido tomando nota, aunque no lo creas, incluso desde la época de Méjico. José Martí lo que ha hecho es ayudarme mucho para aquellas cosas íntimas mías, secretas, de mujer, de esas que todo el mundo tenemos sea hombre o mujer. Cosas de esas que yo le decía mientras dictaba: esto te lo cuento, pero no. “¿Pero por qué no si han ocurrido?”, me decía. Y claro, depende de cómo se cuenten. Si con algunas gentes me pasaron cosas que ahora me doy cuenta que eran malas, pues eso, no me voy a callar. Si sufren que sufran, antes sufrí yo. No voy a decir que eran unos criminales o algo así, pero la verdad, sí. Igual que voy a contar mis verdades íntimas, de mujer, esas que ni a Pepe Tous ni a una íntima amiga le habré dicho. Sólo se las contaba a uno que es como mi hermano. No, no es mi amante, es mi confesor como aquel que dice, un chico que tiene ahora treinta y nueve años, y fíjate, apareció un día en mi casa como admirador, cuando El último cuplé, con su tía y su madre y lo quiero como si fuera de la familia. Se llama Fernando Carrasco. Desde 1958 para acá conoce cosas que nadie ha sabido, ha sido mi paño de lágrimas porque mi vida como mis memorias no son, ya te digo, de color de rosa”.
(Las  memorias de Sara Montiel han empezado a publicarse en la revista Lecturas en el número correspondiente al 24 de junio, de acuerdo con Rafael Borrás, hombre vinculado al mundo editorial catalán que las tenía en exclusiva desde hace unos diez años. “Borrás es un admirador mío –dice Sara Montiel-, por eso se las cedí, inclusive para el cine.” Aparecerán 24 capítulos, recogidas por el periodista catalán José Martí Gómez, aunque Sara se reserva la supervisión, continua sobre el propio montaje periodístico.)


Sara Montiel, madre y mito. Una vida por entregas. 

“La verdad –continua Sara-, es que las pudo escribir Terenci Moix y así lo teníamos mutuamente proyectado, aunque en un libro, pero como está muy atareado y salió lo de esta revista que tanto interés tenía, me decidí. Además salieron también Hola y Semana, todo hay que decirlo, pero yo me incliné por Lecturas, que siempre me ha sacado portada tras portada y porque su director, José Bou, es amigo de mi marido.”
“¿Cincuenta millones por las memorias?” Vaya perra que tiene la gente con el dinero. No, que no se sabrá digo. Lo que sí aviso es que mis memorias no van a ser para lectores de color rosa, porque yo tengo mi vida, tengo una manera de ser muy liberal y soy muy de verdad. Y claro, tengo que decir cosas duras, no sólo que he hecho El último cuplé y todo maravilloso, que mi marido es maravilloso o la casa maravillosa. No, porque no ha sido así. Entonces, lógico, ¿no?, empiezo con una cosa dura, muy tremenda, con lo de mi madre, que yo creo que la mujer no solamente en España sino en la vida, o sea, las circunstancias, como decía Ortega y Gasset, la mujer, digo, las ha pasado muy mal. Y como mi madre, guapo, ninguna.”


La Sara adolescente de "Veracruz". A la sombra de otro mito, Gary Cooper. 


"El útlimo cuplé", un hito en su carrera. Fumando y esperando el éxito. 

Madre valiente
(Los gritos de Thais, una monísima chiquilla brasileña, de cuatro años, que colma la frustrada maternidad de Sara Montiel sirven de fondo al monólogo evocador hasta que un balón se estrella contra un bosque de valiosos cachivaches. Una maceta rueda por el suelo. Sara reprime a su hija con dulzura: “Ahora la planta se queda sin maceta, morirá y será muy triste.”)
“Oye, no es que yo sea más atrevida o progre, como se dice ahora. Es que soy como mi madre, muy valiente. Mi madre, ya ves, que era guapísima y pobre, en un pueblo cerrado de la Mancha, ella sí que fue valiente y no como las feministas de hoy, porque ahora es muy fácil ser soltera y tener un hijo, o sea, estás admitida en todos los sitios. Pero hace sesenta y ocho años, pues no. Era el delo y hasta te tiraban piedras. Además, con un hombre que la provocó el hacer el amor, una cosa de casi, casi violación, como se dice ahora. Entonces yo que he estado y estoy orgullosa de mi madre –y de mi padre, que fíjate, se casó con ella hasta teniendo un hijo- y de todas las madres que llevan el hijo en vez de quitárselo, no sé si me explico, pues no voy a ir diciendo por ahí que mis padres eran reyes o doctores de la Iglesia. Eso no. Mis padres eran pobres y ¡paf!, eso pasó. Y con don Ángel Ezcurra pasó esto, ¡paf!, pues que estuve recogida con esta familia de ambiente fascista y me sentía como la cenicienta. Yo a mis cincuenta y cinco años, sí hijo, cincuenta y cinco tacos y con este aspecto, creo que debo ser muy honesta. Y que conste que no me quito años, como otras. Siempre he hecho lo contrario, me ponía años. Y con los hombres, pues igual, no he tenido amantes jóvenes, no conozco el amor de un chico joven.
(A sus cincuenta y cinco años Sara conserva los suaves vestigios del esplendor. Con un ligero toque de rímel en los ojos, labios pintados, desmaquillada, el pelo suelto –“recién salida de la piscina, ya ves”-, y con un vestido ad lib, no puede evitar un aire de coquetería. Pone cara de fumando espero.)


Las monjas de su infancia en un colegio de Orihuela.
"La dictadura de Franco sabía de qué pie cojeaba Sara Montiel"

“Era pobre, desde luego, pero bellísima. Ahora que me veo en las fotos, de niña, parezco una princesa y es porque pocos saben que mi madre de una sábana nos hacía dos vestidos a mi hermana y a mí. Y, claro, siempre salen fotos que estoy guapísima porque es así. Es que lo mío no parecía normal. Pero también tengo derecho a envejecer; yo estoy envejeciendo, gracias a Dios, si no, me hubiera muerto, aunque no tengo artrosis ni de eso que da cuando llueve. Lo que pasa es que el público siempre quiere verme arreglada, maquillada y con plumas todo el tiempo. Ayer mismo, un taxista me contaba que había tenido tres hijos viendo El último cuplé. ¿Pero, cómo, tres hijos a la vez?, le dije. “Sí –contestó-, es que no paraba de verlo y vinieron uno detrás de otro.” Y, fíjate, esas cosas, el escote muy generoso y la manera de cantar, sexual, sensual, la boca, etcétera, me parecía normal. Yo no era de este mundo, de España, no sé si me explico, porque culos había y tetas también por esos países donde yo iba. Para mí un desnudo es como enseñar un tobillo, me da igual, siempre que tenga una estética. Será como siempre he ido al Museo del Prado y los he visto así, tan naturales… Sin embargo, qué cosas, parece mentira, la belleza física me ha perjudicado en mi trabajo. Me ha pasado como a Marylin Monroe, por ejemplo, que la gente se quedaba con mi cara o con el famoso escote y no me veían como actriz. Por ser bella hasta he sido mujer objeto, y yo me daba cuenta, ya lo creo, aunque me pude zafar de esa persona que me estaba utilizando”.
(El silencio estival de la tarde en su casa, sobre la Bahía de Palma, se ve turbado, de pronto, por el aleteo cercano de un helicóptero de color blanco. Sara salta como impulsada del asiento y sale a la terraza agitando las manos en señal de saludo. “Es el Rey. Ya me parecía raro que no pasara por aquí. La de veces que el helicóptero real se para ahí encima”, dice con satisfacción y orgullo).


Una belleza poco común.
"Parecía una princesa"


El esplendor de ayer a hoy.
Musa y mujer-objeto

Pasaba de Franco
“Sí, claro, el Rey también sale en mis memorias. Uno de los disgustos más grandes de su vida le ocurrió conmigo. Bueno, fue que cuando yo fui a una cena de gala a Zaragoza, reciente el estreno del Último Cuplé, por disciplina en la Academia no le dejaron asistir. Y él enloquecido por ir. “Fue la noche más amarga de mi vida que no me dejaran.” Me lo ha dicho veintiocho mil veces. Y otra anécdota con él fue en una cena que dio el embajador norteamericano Cabot Lodge, pero esa no te la cuento ahora. A mí estos reyes me chiflan, son unos tíos morrocotudos.”
“Él es simpatiquísimo, además de ser un hombre al día, adelantando a los movimientos europeos y que pone a España siempre en primer lugar. Y ella es divina. Se ha acoplado tanto a España que no parece greco-alemana. Yo, que quieres que te diga, la primera vez que vi aparecer al Rey en la televisión, cuando el cambio democrático, lo dije, era como un soplo de aire fresco. La noche del 23-F es que no estábamos en España, pero lo pasamos como todos los españoles, asustados, hasta que apareció él. Yo de fascista, nada, ni de franquista. Pasaba olímpicamente de Franco. Lo que ocurre es que quería vivir en mi tierra, como otros, como Bardem, por ejemplo, que hizo su mejor obra en el franquismo y ahora que es libre no le sale nada. Qué raro, ¿no? Que te cuente Manuel Vázquez Montalbán cuando le dije en una entrevista, en 1962, que era socialdemócrata y casi nos meten a  los dos en la cárcel. Yo he sido y soy muy demócrata, respeto las ideas de cada cual siempre y cuando no me pongan el pie en el cuello. Con el franquismo me pasaba eso. Yo respetaba las reglas del juego en la dictadura y a mí no me molestaban, porque sabían perfectamente del pie que cojeaba. No comulgaba con la dictadura, que quede claro, aunque tuviera algún amigo, como don Fernando Fuertes de Villavivencio, que era jefe de la Casa Civil de Franco, pero es que era una persona muy humana y siempre me ha tratado muy bien, qué quieres que te diga. A El Pardo no he ido nunca, a La Granja sí, a actuar como todos, aunque de niña también actué para las Brigadas Internacionales. Allí, en la Granja, fue la única vez que hablé con Franco. Fue cuando se estaban haciendo la foto de los artistas con él, y yo permanecía apartada. Entonces me llamó: “Violeterilla, venga usted para acá” y fui y me puse en un rincón. Me hablaba de usted, fíjate, cosa muy rara. Me dijo que se pasaban los ratos de ocio viendo mis películas en El Pardo. Pero ya te digo, amistades, ninguna y favores, menos. Cuando estaba en el esplendor de la fama, esto para los progres que dudan, tenían a tíos míos en la cárcel por haber sido republicanos y socialistas en la guerra, condenados a veintitantos años, que cumplieron. Yo no pude vivir con la dictadura de favor. Ahora bien, ellos tampoco me hicieron daño. No se atreverían, digo yo, porque imagínate por los 57 al 64 si llego a hacer así con la mano porque me han molestado, inmediatamente todo el mundo detrás. Yo le he cantado las cuarenta hasta al mismísimo Goebbels, ese que mataba judíos en Alemania. “¿Es cierto –digo en las memorias, en una reunión misteriosa en Valencia, cuando vivía con los Ezcurra- que en su país persiguen y matan a los judíos?” Esto se lo decía a Goebbels siendo una niña, fíjate. Y contestó: “Eso serrr una absurrrda leyenda.”
(Desde la escuela de ballet del auditórium de Palma de Mallorca llaman a Sara para preguntarle qué ponen en el cartel de la fiesta de fin de curso, “con la colaboración de o entre ellos Sara Montiel”. La popular artista figura entre los alumnos, con un entusiasmo juvenil. “Que pongan entre ellos porque es lo que hago, aprender entre ellos”, indica.)
“Es que no paro, hijo. Y en enero inicio en el Covert Garden de Nueva York una gira de seis meses por toda América. Soy un mito, qué se le va a hacer. Creo que soy un mito porque he llegado a mucha gente. A los que tienen cuarenta años porque me conocían de entonces y a los chicos de ahora porque me tienen en el vídeo y me piden autógrafos cuando podían ser mis nietos. ¿Cuántas llamadas recibo, Pepe, cada semana de Australia para que vaya? Ahora me acaban de descubrir en Australia, llevan treinta años de retraso. A veces, si voy a Japón o a Alemania, es que no doy un paso sin ver una película mía anunciada. Boyer, que lo sabe todo, Boyer el de Hacienda, debería saber todas las divisas, todo el oro con el que he llenado las arcas españolas. Si yo hubiera sido inglesa me habrían dado un título, como los Beatles, sólo por eso, o si hubiera sido una señora como Brigitte Bardot, que no paga impuestos de tantas divisas como dio a su país. Fíjate que con La violetera, solo en Méjico DF, sacó Cesáreo González seis millones de dólares de los de entonces, de hace veintiséis años. Pero vamos, yo no soy rencorosa, ¡ah!, no, no, eso no. Yo creo que todo puede cambiar para bien. Con el socialismo, por ejemplo, ahora que ha llegado. Pero hay que dar un margen de confianza. No van a llegar y, ¡paf!, en seis meses, todo nuevo, cuando estamos mal desde tiempos de Isabel la Católica, aunque, claro, yo he hecho lo que sentía. Lo que pasa es que no todo el mundo ha nacido tan liberal como yo para aguantar a la vejez con una vida así: once abortos, tres maridos, muchos amantes –aunque esto de muchos depende de quién los cuente, claro- y películas por todo el mundo. Y aquí me tienes con un marido ideal, viviendo para él y para mi hija, amándole desde que en 1970 me enamoré, y de ser una señora que estaba de Nueva York a Madrid, de Madrid a Buenos Aires, y así, cogí las maletas y me vine a una isla. El Tous es mi amante perfecto. Hemos sido marido y mujer sin serlo, aunque según la Iglesia vivamos en pecado mortal, y nos llena nuestra vida en común quizá porque cuando decidimos unirnos ya éramos mayorcitos, sabíamos que no íbamos vírgenes al matrimonio, ni en un cohce tirado por caballos vírgenes.”


La Sara Montiel de este verano.
El tiempo pasará, parece

Personas – rana
(Detrás del torrente de palabras, de la cazurrería manchega de María Antonia Abad, a secas, cuesta trabajo sustraerse al recuerdo de la estrella esplendorosa y bellísima de tantas películas dulzonas y melodramáticas como Veracruz, de Robert Aldrich, junto a Gary Cooper y Burt Lancaster, Dos pasiones y un amor, de su marido Anthony Mann, o Yuma, de Sam Fuller. O aquellos candorosos filmes de la España del subdesarrollo que consagrarían su mito: El último cuplé, de Juan de Orduña; Carmen la de Ronda, de Tulio Demicheli y La reina del Chantecler, de Rafael Gil.)
“¡Huy!, no me nombres a Gil. Tuve la desgracia de trabajar con él. Es uno de los que salen malparados en las memorias, como Cesáreo González o mi segundo marido, Chente, un tal José Ángel, no es conocido, y otro que estaba muy ligado a mí y que salió rana, cuyo nombre no te doy para no ponerlo sobre aviso. Los que me salieron rana, mal, y los otros, los que te dieron amistad y confianza, como Miguel Mihura, que fue quien me llevó a Méjico, o León Felipe, cuyo recuerdo me enternece, o el gran fotógrafo francés Christian Matras, que tantos secretos me enseñó, a esos los trato con amor. Porque a mis amigos los amo mucho. No es el amor ese que tanto miedo da mentarlo a algunos reprimidos. Amor de verdad, de la amistad. Del otro también sé un rato. Sí, he tenido amantes, muchos, y buenos, porque toda la gente que se relacionó conmigo era importante, ya lo verás en las memorias, que como te digo, volviendo a lo del principio, son serias, sobrias. Lo mismo podían haber servido para un libro que para una película o para una serie de televisión porque no son algo ñoño, aunque ahora que hablo de televisión me hace una gracia negra ver cómo se gastan seiscientos millones en tonterías de Sancho Gracia o no sé quién, y a las figuras que podrían mantener shows permanentes explotando a otras figuras, como hacen las televisiones de los países que tienen televisiones con imaginación, a ésas les dan de lado.”
(Todo el universo de recuerdos, de fotos y regalos que rodea a Sara Montiel en su retiro de Mallorca parecen como ese vivo destello del tiempo que se resiste a pasar. El tributo sentimental de reyes, jefes de Estado, Papas, artistas, poetas y escritores, prendido en un instante para siempre. O quizá, como dice la propia Sara, “la evidencia de que detrás de aquellos escotes que producían desmayos y de aquella boca sensual que cantaba melosamente, también había una persona normal, humana, sencilla, que se hacía de querer”. Con toda seguridad.)

Sebastián Moreno


LA FOTO CCLXXIX


Espléndida, caracterizada de Carmen y fotografiada por Gyenes. 

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