lunes, 9 de marzo de 2020

PUEBLO - 8 de Junio de 1.974 - España


SARA MONTIEL
“SOY COMO DALÍ”
(pero sin bigote)
Ayer se estrenó su película
“Cinco almohadas para una noche”
*“Mi show es continuo”
*“Pero soy muy de verdad”
Algún día, cuando se escriba la historia frívola de este país –que resultará una historia la mar de seria-, habrá que agradecer a Sara Montiel su permanencia como animadora del cotarro, su continuo “show”. Ayer dio una comida a la Prensa, radio y televisión, para presentar su película “Cinco almohadas para una noche”. ¡Y como la presentó! En primer lugar apareció vestida como una turista en Madrid: modelo ibicenco repleta de joyas y collares, sombrero de paja con flores naturales… En segundo lugar, habló de tal manera que de estar allí Camilo José Cela, se le habría derretido el helado en la boca, de puro gusto. Dijo:
-Pues aquí estoy para presentarles la película que estrenamos esta noche. A mí izquierda está el productor, y a mi derecha, el distribuidor. Yo soy la estrella. Y tengo esta voz porque estoy acatarrada. Este catarro es como un mal amante, que no me deja ni a sol ni a sombra. En la película me vais a encontrar distinta, porque hasta ahora no he hecho más que llorar, y esta es de reír. Hago de prostituta tonta e ingenua, pero prostituta al fin y al cabo… Y es que una, a veces, presume de decente, pero si una “largara”… Porque, claro, como no he tenido maridos ni divorcios, y como no hago nada en Mallorca… Hago también otro papel. Vamos, que tengo doble papel. Soy también la hija de esa señora ingenua y tonta, que todavía no es prostituta, pero que lleva bien orientado el camino… Es que la chica no se fía mucho del aperturismo, y claro…
Sustituyan unas palabras por otras más sonoras y de más arraigo popular y verán como quedó la cosa… No es extraño que el productor Manzanos se levantara para hablar y dijera, casi exclusivamente, que era muy difícil decir algo después de Sara. De acuerdo. Después charlé un poco con ella, ya pasado el tumulto.
-Soy como el vino: a medida que pasa el tiempo me encuentro mejor. No quiero decir que esté en mi mejor momento, que esté ahora mejor o peor que hace diez años; quiero decir que voy evolucionando hacia algo positivo: sin dedicarme a las guerras ni a los secuestros, hago algo bello, como es darme al público sin truco ni cartón. Quizá la razón de mi éxito esté en que siempre soy yo y no imito a nadie. Yo soy muy de verdad.
-¿No te molesta un poco eso de seguir siendo la gran estrella española durante tantos y tantos años?
-Bueno, tenemos mujeres y hombres importantes. Ahí están Marisol y Rocío Dúrcal, que empezaron cuando yo ya hacía películas de éxito. Y ahí están esas con las que llevo catorce años a la par. Lo que pasa es que no se conservan en alcohol, como yo, y no se hacen tantas operaciones de estética, como yo, que según la gente, ya sólo falta que me opere del dedo gordo del pie izquierdo. Por cierto, que tengo unos pies muy hermosos. León Felipe me llamaba “pies bonitos”.


Nos reímos mucho porque hay que reírse. Sara ha triunfado en Barcelona como nunca (habrá que decir aquí que el único recuerdo desagradable que se ha traído a la Ciudad Condal son los arañazos que le propinó en la espalda una buena señora por sentarse de rodillas de su marido), tiene una temporada de galas como nunca y estrenaba una película de un estilo que no ha hecho nunca.
-Y he actuado ya por otros muchos sitios. En Palma de Mallorca, por ejemplo, fueron a verme muchos “hippies”.
-¿Qué crees que les interesa a los “hippies” de ti?
-No sé. Imagino que mi personalidad. Yo soy una persona muy extraña, no soy nada normal. Soy un “show” continuo. Como Dalí, pero sin bigotes.
-Y, hablando de anormalidades, tú tienes un público muy fiel. Ya sabes, el de los “marusas”. ¿Qué crees que ven en ti?
-Ay, hijo, pues no sé qué decirte… Digo que será por lo mismo que van las señoras a las peluquerías y dicen: ‘Péineme como a Sara Montiel’. Creo que les gusta cómo me maquillo; sí, creo que también influye eso…
-Ahora se vuelve a hablar del retorno de las estrellas. Parece que no puede haber espectáculo sin el “star-system”.
-Claro. Estrellas tiene que haber siempre. Tiene que haber un actor o una actriz importante para que el público se crea lo que le están contando… Mira, por ejemplo, a mí “Chacal” no me ha interesado nada. ¿Sabes por qué? Porque no había una estrella. Si esa película la hubiera interpretado una estrella, la cosa habría tenido un interés. Yo voy al cine a ver a la “star”. Ahora he visto una de la Liz Taylor. Yo paso por taquilla por ella… Luego resultó que la película era mala, vamos, que si la hago yo, me matan; pero ahí está Liz Taylor.
-¿Crees que eres superior a tus películas?
-Naturalmente. He hecho cada una más mala… Pero hay quien me gana. Sofía Loren, por ejemplo, que hace un bodrio detrás de otro.
-Por enésima vez, Sara: ¿dónde demonios metes el dinero? Porque resulta que vives en piso prestado, no pones negocios, no dejas de trabajar…
-Vaya pregunta. Yo quisiera saber donde meten el dinero los banqueros… Mira: yo no tengo la suerte de la Brigitte Bardot; los franceses son tan buenos que, por eso de que mete tantas divisas en el país, no la pasan impuestos. Yo he metido y meto muchas divisas en este país, pero, nada, que no me perdonan ni un duro los de Hacienda… Yo quería que nos uniésemos todos los actores para irnos al Sindicato a ver qué se puede hacer en este sentido. Porque han de tener en cuenta que nuestra carrera es muy corta y…


-¿Corta? No lo dirás por la tuya…
-Es muy corta, sí; porque un día pasas, y se acabó todo. La mía puede que dure un poco más, pero otras duran menos…
-¿Has pensado en la caída?
-Mientras se es joven y se tiene salud no se piensa en eso. Yo pienso en la muerte, eso sí, en mis horas bajas. Hay que irse conformando. En cuanto a lo de la caída… Pues creo que me haré directora de cine o empresaria, porque yo entiendo mucho en este mundo del espectáculo. Y también pienso seguir como actriz, porque para eso no importa la edad…
Noto que se pone triste, y no sé si es por el catarro o porque todo esto le acongoja; esto de la muerte y de la retirada, digo. Y pregunto para animar:
-Sara, que sé de buena tinta que te conceden la separación de un momento a otro. ¿Te casarás con Pepe Tous?
-A lo mejor me caso y a lo mejor le doy calabazas. No se puede decir de esta agua no beberé…
Y me ha confesado que, a veces, hasta se ríe de ella misma.

J. M. AMILIBIA
Fotos OTERO


EL RECORTE CCCXXXIX
"Cinco almohadas para una noche" fue el último film de la estrella. A la revista Personas, 1 de Febrero de 1.974, le concedía esta entrevista en pleno rodaje de la película. 


SARA MONTIEL
“NO TENGO PREJUICIOS.
SOY UN ‘SHOW’ PARA VER Y OIR”

Antes de que sea tarde:
-¿Cómo debo poner: señora o señorita?
-Yo, señora, por muchas razones. Me casé dos veces y, por si esto no fuera suficiente, a los cuarenta años ser señorita me parece ridículo.
La señora Montiel busca un pitillo rubio con filtro, “¿Vicentito, tienes un pitillo?”, pero Vicente Parra fuma negro, como servidor. Y los dos lo sentimos mucho.
-¿Qué no se puede preguntar a Sara?
-Puedes preguntar lo que quieras.
-Por ejemplo, ¿qué ve en ti el público que tanto te quiere que no vea en otras?
-Lo único que hago es no ser como las demás, no imitar a nadie. Me limito a tener mi propia personalidad.
-No me sirve. Todas dicen que no imitan a nadie.
-Soy Sara Montiel y basta.


Ahora creo que no. Es María Antonia Abad y basta. Ahora, la una y algo del mediodía, la señora ha llegado de sus habitaciones sin una gota de rímel, sin nada en la cara, sin nada en los labios, ni un maldito pitillo rubio con filtro, porque ni tiempo ni cuidado tuvo de ponerse el vestido opulento de soprano opulenta, ni tiempo, ni ganas, ni necesidad, y viene dentro del pijama que va dentro de la bata de foam, con unas zapatillas de peluche…
-Lo reconozco, en mi vida íntima soy una gran esclava de Sara Montiel, quiero decir que María Antonia Abad es la esclava de Sara Montiel, ya me entiendes. Oye, es que mi vida privada debería ser muy respetada, digo yo, pero como estoy continuamente de cara al público, a ver quién puede; y una lo comprende, claro que sí, porque María Antonia es una mujer muy normal; vamos, muy, muy normal no es, porque soy mujer sin prejuicios, con una manera de pensar especial, con gran sentido de la libertad. Pero, vamos, alguna vez también ha sido Sara Montiel la que claudica ante María Antonia Abad, porque no me importa que me vean sin arreglar, sin maquillar, que por la calle voy siempre sin maquillar, y sólo me pongo algo en la cara cuando estoy ante los focos; es natural. Mira, un sábado, no hace mucho, me olvidé de que soy Sara Montiel, y María Antonia Abad se fue a El Corte Inglés, ¿y sabes lo que pasó?, pues que tuvo que sacarme la Policía, como te lo cuento, porque el público no me dejaba. Esto es muy bonito, que la gente te reconozca, te admire, te quiera, pero hay tantas veces en que me gustaría pasar inadvertida…


Hace algunos años, servidor se había puesto el pantalón largo de los domingos, se había peinado sin raya, para atrás, como Luisito Suárez, y, por fin, me dejaron entrar en “El último cuplé”, con Sara saliéndose del vestido breve, saliéndose por todas partes en general y por una que yo me sé muy en particular, o mejor, por dos, “a mí no me gustan las mujeres palo que ahora se llevan, y no es que no me gusten a mí, que de eso no entiendo, es que no le gustan a los hombres; yo de esto no sé nada, oye, pero tengo algún sentido de la estética”, y aquella Sara gravemente peligrosa no cuadra, demonios, con esta Sara del mediodía en la casa prestada de Vicente Parra, dentro de un pijama que va dentro de una bata de foam…
-…lo que te decía, que el público es algo maravilloso, fenomenal, al que le debo todo lo que soy. Y no se cansa, qué va, pero la verdad es que Sara Montiel tampoco procura cansarlo. A mí me ven pocas veces, y cuando me ven saben que voy a sorprenderles con un bombazo, y el próximo va a ser la película que estoy acabando y que se llama “Cinco almohadas para una noche”, ya verás. Pero, mira, yo soy fundamentalmente mujer de aparecer en persona; es lo que quiere la gente, ver que soy de carne y hueso, y además Sara Montiel es un espectáculo que hay que ver y oír. No soy capaz de estar dos horas quieta ante el micrófono, no lo soporto, me aburre, y entonces lo que hago es hablar con el público, comunicarme. Hay quien dice que mis canciones están pasadas, pero lo cierto es que si me pongo a cantar algo nuevo es el público quien me pide las canciones de siempre. A mí me gusta mucho la profesión, muchísimo, y tengo ahora un trabajo tremendo, y Dios quiera que no me dé un catarro o que no me pinche un pinche un pie, no quiero ni pensarlo, porque tengo trabajo hasta enero del año que viene: cine, galas en Valencia, Mallorca, Barcelona, Madrid, Puerto Rico, Méjico…


-Vale, Sara. Ya sé que eres nuestra actriz más exportable. Y más exportada también.
-Oye, es que yo creía que no era conocida en Japón, y cuando fui a Tokio, porque hacían la semana del cine de Sara Montiel, con “La violetera”, “Carmen la de Ronda”, “Mi último tango”, “Varietés”, “El último cuplé”, me sorprendió muchísimo que todos me conocían, no veas cómo se vendieron allí mis discos, y me sorprendió, porque en Rusia, por ejemplo, ya sabía que yo era muy popular, y lo sabía por las veces que estuve allí, pero lo de Japón, ni idea, oye ni idea, te lo juro.
-Deja, no hace falta.
La señora ha salido medio minuto y vuelve con un paquete de rubio americano. Alabado sea Dios.
-En cine me gustaría hacer una buena historia siempre que la censura la dejase pasar, porque para hacer una película gilipuertas, no, por ahí si que no paso. Porque tiene que ser una película humana, con una historia de verdad, porque de nada vale que el tema sea bueno, de nada vale si después aparece la censura y empiezan a cortarle de aquí y de allá, y además te obligan a que el amante sea el hermano, y al final queda una cosa que no es rosa, ni verde, ni nada, y a ver qué pasa: pues que el público dice que Sara Montiel es gilipuertas, y te digo que una será cualquier cosa, menos eso, eh. Es que no se puede, hombre, así no se puede competir con las películas extranjeras, donde el amante es amante desde el principio hasta el fin. ¿Tú crees que se puede?
-No, mujer; creo que no se puede.


-No trato de buscarle los cinco pies al gato, o tres, como se diga. ¿Tú sabes bien cómo se dice?, bueno pues es igual; yo no espero otra cosa que una película aceptable, una cosa mona; a mí me gustaría hacer la vida de Isabel II, que fue muy interesante y muy importante, pero, claro, no podría cantar: Isabel II no cantaba, y esto para mí es imposible, que cuando los exhibidores van a la distribuidora, lo primero que preguntan es que cuántas canciones canta Sara Montiel, y tres son muy pocas, y siempre tengo que cantar un mínimo de cuatro o cinco.
-Yo no sé, Sara, si el escote influyó más en tu fama que la voz.
-Soy famosa por mis canciones, lo cual no impide que mi escote sea importante.
-¿Y cómo se pierde el pudor, Sara? ¿Cómo lo perdéis vosotras? ¿Cómo se gana esa naturalidad para exhibirse en público?
-Con profesionalismo. Si estás rodando y tienes que hacer una escena de cama, pues la haces, y como en la cama no vas a estar vestida y con botas, digo yo, lo más normal es que trabajes en bikini, que no se ve, y parece que estás denuda. Y no vas a negarte, no, que es tu profesión. Y ahora, menos mal, porque hubo una época, hijo mío, en que las españolas parecía que no teníamos busto, ni trasero, ni nada… Por lo demás, no hay que ser actriz para exhibirse, porque todo el mundo lleva escote y todo el mundo se pone bikini, si hay que ponérselo.
-Cuando te hablan de una nueva película, ¿qué exiges?
-Lo primero, una historia.
-Yo creía que lo primero era un reparto en el que nadie hiciese sombra a Sara, la estrella.
-Pues te equivocas, porque esas no son exigencias mías, palabra. Al productor le interesa hacer películas conmigo por mí, no por la gente que puede estar a mi alrededor. Sinceramente, me gustaría trabajar con gente importante, pero al productor le interesa solamente Sara Montiel, porque sabe que así la película ya está vendida.


-¿Cuál fue tu gran ocasión?
-“Veracruz”, con Gary Cooper y Burt Lancaster.
-¿Eres mejor actriz que hace diez años?
-Por supuesto, porque cuando una es joven no se pueden hacer grandes cosas. Hoy en el mundo somos sólo tres o cuatro mujeres importantes, y me refiero a Brigitte Bardot, a la Taylor, a Sofía Loren, muy importante cada una en su país, ¡ojo!, y no sé si me queda alguna, y nos hemos consolidado cuando somos mujeres muy hechas, cuando todas andamos por los cuarenta; le pasa como al hombre, que es más interesante con la edad. María Schneider llegó ahora, con “El último tango en París”, llegó muy arriba, porque tuvo una gran oportunidad y supo aprovecharla. Pero veremos si dentro de veinte años continúa siendo una estrella.
-¿Y el amor? ¿También es mejor a los cuarenta?
¡Por fin! Ha soltado un largo beso de humo igual en en “Fumando espero”. Y como también ha sonreído, uno se acuerda sin querer de aquellas películas tres erre. No queda otro remedio.
-El amor es tan hermoso, tan extraño, tan fabuloso y tan malo al mismo tiempo, que soy incapaz de vivir sin él. Lo mismo es a los cuarenta que a los veinte.
-¿Y por qué vives en casa de Vicente Parra?
-Somos muy amigos de toda la vida, como hermanos. Yo vivía en el piso diez de esta misma finca, y al morir mi madre vendí mi casa y Vicente me ofreció la suya. Resido generalmente en Palma, pero cuando vengo a Madrid, como ahora, ésta, la de Vicente, es mi casa. Me encanta Palma, me encanta el mar, allí tengo muchos amigos, un paisaje maravilloso. Estoy enamorada de Palma.
-¿Y no estás enamorada de un hombre, Sara?
-Tengo un hombre palmesano que me gusta mucho, es cierto.
-¿Y volverás a casarte?
-Puede ser. Pero no me preocupa, porque el enamoramiento es una cosa, y el casarse es otra. Hay quien se casa sin amor, y hay quien está enamorado y no se casa.
-¿Políticamente estás en alguna parte?
-No entiendo nada de política. Odio el terrorismo y las guerras. Soy artista y nada más.
-Sara, tú habrás ganado la tira de millones…
-He ganado muchos millones, sí, porque desde que tenía doce años no he parado de trabajar. Ayudo a siete sobrinos y a tres hermanos míos, mayores; ya sabéis que yo vengo de gente muy modesta, de labradores pobres, de los que tienen amo, y siempre eché una mano a mis sobrinos, ya sólo me quedan tres por sacar a flote. A un cuñado mío, con mujer y tres hijos que gana al mes once mil pesetas, ya me dirás si con esta cantidad se pueden hacer muchos milagros. A propósito, ¿sabes cuánto me pagaron por “El último cuplé”? ¿No?, pues me pagaron doscientas cincuenta pesetas diarias y cien mil pesetas al cabo de un año, y no lo digo con ira, qué va, porque a mí el dinero no me importa en absoluto. Me importa, sí, para sacar a los míos adelante, nada más, y me importó, sobre todo, para tener muy bien a mi madre, que no le faltó de nada y vivió como una reina…


Uno había quedado con Agustina de Aragón, pero me he encontrado a Teresa de Jesús. Director, yo no tengo la culpa.
-Me he sentido sola, y me siento aún, muchas veces, porque de siempre estuve muy arraigada a mis padres, soy muy casera; muy familiar, y ahora cuando me acuerdo de mi infancia la recuerdo con agrado. No fue negra, negra en cuanto a cariño, entiéndeme, porque en lo demás fue de mucha miseria, pero como tengo unos hermanos maravillosos, y como mis padres también lo eran , fue muy bonito… A veces me siento muy sola, echo de menos la compañía de mis padres…
-¿Y de unos hijos, Sara?
-Pude haber sido madre en dos ocasiones, pero se me malograron dos hijos, uno a los cuatro meses de embarazo, y otro a los ocho, que nació muerto. No puedo decirte que echo de menos unos hijos, porque la verdad es que no sé lo que significa ser madre. Si el día de mañana tengo familia, que puedo tenerla, te contestaré a la pregunta, pero hoy no sé. Hombre, así, sin pensarlo mucho, te digo que me gustaría tener hijos, por la compañía que te hacen, por muchas cosas, pero anda el mundo tan revuelto que no sé si es justo traer criaturas para que sufran.


-Cuéntame cómo era Hollywood.
-Cuando llegué, en el cincuenta y cuatro o cincuenta y cinco, Hollywood estaba en declive. Los actores ya habían empezado a venirse para Europa.
-Te encuentro más delgada, Sara.
-Oh, no, estoy igual desde hace tres años. Mido uno sesenta y ocho y peso cincuenta y nueve kilos, que es buena proporción, a pesar de mis grandes delanteras, que son naturales y éstas sí que nunca han cambiado.
-¿Tuviste muchos idilios con hombres famosos?
-Sí, pero no me pidas nombres, por favor.
-¿Has llorado mucho?
-Solo lloro por mi madre.
-¿Por ser rabiosamente guapa has tenido que decir muchas veces no?
-No comprendo.
-Si es fácil llegar a Sara Montiel.
-Cantidad de veces lo han intentado. Muchas veces veo venir a dos o tres hombres de frente, y antes de que sea tarde me cambio de acera, porque no veas las burradas que me dicen…
-Perdón, lo que yo quería saber es si, cuando empezabas, a un buen contrato no le ponías un precio demasiado alto. Ya me entiendes: el cine tiene cierta fama.
-Pues culpar al cine de eso es una equivocación grande, porque lo mismo pasa en otros trabajos. Le ocurre a la enfermera, a la secretaria, a la modelo y a la chica que vende guantes en una tienda. Y es que una mujer físicamente importante tiene todos esos tropiezos, se encuentra siempre con un hombre que quiere conquistarla por encima de todo, y lo veo lógico, porque si fueras jorobada lo más seguro es que nadie te dijese anda. Cualquier mujer importante tiene que dar muchos noes, claro que sí. Te advierto que yo, a los hombres los veo venir en seguida, los he visto siempre, y si digo que sí es porque quiero, sabes. A los que de verdad son mis amigos no sólo los dejo que me inviten a cenar, sino que acepto encantada, pero de los que no son mis amigos no acepto nada.


-¿Has tenido muchos novios?
-Algunos he tenido, sí, pero no sabría decirte cuántos, aunque no fueron muchos. No he sido mujer de muchos hombres.
-Dime lo que sepas de Kissinger.
-¿Kissinqué?
-Vale. Dime lo que sepas de Cruyff.
-¿El futbolista? Me gusta el fútbol cuando hay una estrella en él. Y Cruyff lo es.
-Dime qué te parece la crisis del petróleo.
-Que es una cosa muy grave y que preocupa a todo el mundo. Incluso a mí, y eso que no tengo coche. 


-¿Recuerdas tu primer beso de amor?
-Claro que sí, tenía yo dieciocho años.
-¿Y el último?
-Hace muy pocos días, en Palma de Mallorca.
-¿Y el próximo?
-Cuanto antes, mejor.
-¿En Palma?
-O aquí; quién sabe.
A veces sí. A veces es Agustina de Aragón:
-Como persona me arrepiento de que siempre que me encuentro con un amigo me convenzo de que este es el mejor, pero al final acaba dándome la puñalada, porque soy muy clara, muy abierta y muy confiada. Después digo que no volveré a ser así, pero a la hora de la verdad no puedo, soy incapaz de guardar rencor a nadie. Como actriz me arrepiento de haber hecho “Tuset Street”, porque fue una película que salió muy mal. Y me acuerdo ahora de lo que muchos dicen, de que si Sara es muy orgullosa, muy rebelde y que no se deja dirigir. ¡Mentira! Lo único que soy es muy profesional, me gusta que todo esté bien: el vestuario, la dirección, los decorados, todo. ¿Es esto orgullo? Sencillamente, que odio la mediocridad.



Van ya dos horas, Sara se ha olvidado de que ayer se acostó a las cuatro de la madrugada, “pero trabajando, eh, trabajando en ‘Cinco almohadas para una noche”, y se ha olvidado de comer.
-Como muy poco, de verdad, y no es por la línea, no. Como de todo, pero muy poco, sobre todo verduras. Me gusta cocinar para los demás y dicen que soy muy buena cocinera, cocinera a ojo, que no ando consultando libros ni nada, hago combinaciones a mi manera y ya está.
-Cuando no cantas ni haces cine, ¿qué haces?
-Pues veo pintura, que me encanta, elijo canciones, oigo música, y leo, leo muchísimo. Ahora, por ejemplo, no estoy leyendo nada, porque no tengo tiempo, y ahora mismo van a traerme dos guiones para que los vea y a ver si acepto o no; tengo gente amiga que me asesora, unos cuantos exhibidores a los que pido consejo, o llamo a Fernando Díaz-Plaja, que es muy amigo y muy inteligente, y le digo tengo este guión, ¿qué te parece?, y él me dice bien o mal… Me gustaría ser más culta de lo que soy. Mi gran frustración es no haber ido a la Universidad, pero mi familia era muy pobre, ya te lo dije. Hombre, es que yo sé leer de puro milagro, que no sé ni cómo aprendí. Lo que tuve siempre fueron amigos muy cultos, de quienes siempre he procurado aprender un poco. En Méjico traté mucho a León Felipe y Alfonso Reyes, que me ayudaron una barbaridad, y da gusto hablar con gente instruida. Y está además el mundo, que también es buena Universidad, pero hubiera sido mejor si yo tuviese una base, que no la tengo… Me interesan mucho los libros de, ¿cómo se dice?, eso, antropología, y como no me entero de muchas cosas tengo que llamar a mis amigos, a Pepe Tous, de Palma; a Fernando Díaz-Plaja o a Miguel Mihura.


-Por cierto. ¿Mihura y tú fuisteis novios?
-Novios, lo que se dice novios, no fuimos. Me ayudó muchísimo, es mucho mayor que yo, y mi amor hacia él era platónico. Yo estaba enamorada de su inteligencia, de su bondad…
¡Eh, marcusianos, “progres” del Gijón, intelectuales, desmitificadores de oficio, abogados del diablo, eruditos a la violeta, oídme!: Sara Montiel es una mujer impresionante. Perdonadle que haya entrado en la historia. Que haya entrado ya en la mitología.

LUÍS OTERO
Reportaje gráfico de SIMÓN LÓPEZ


EL RECORTE CCCXXXIX


Una escena de "Cinco almohadas para una noche". 

No hay comentarios:

Publicar un comentario