SARA MONTIEL
“SOY COMO DALÍ”
(pero sin bigote)
Ayer se estrenó su película
“Cinco almohadas para una noche”
*“Mi show es continuo”
*“Pero soy muy de verdad”
Algún día,
cuando se escriba la historia frívola de este país –que resultará una historia
la mar de seria-, habrá que agradecer a Sara Montiel su permanencia como
animadora del cotarro, su continuo “show”. Ayer dio una comida a la Prensa,
radio y televisión, para presentar su película “Cinco almohadas para una
noche”. ¡Y como la presentó! En primer lugar apareció vestida como una turista
en Madrid: modelo ibicenco repleta de joyas y collares, sombrero de paja con
flores naturales… En segundo lugar, habló de tal manera que de estar allí
Camilo José Cela, se le habría derretido el helado en la boca, de puro gusto.
Dijo:
-Pues
aquí estoy para presentarles la película que estrenamos esta noche. A mí
izquierda está el productor, y a mi derecha, el distribuidor. Yo soy la
estrella. Y tengo esta voz porque estoy acatarrada. Este catarro es como un mal
amante, que no me deja ni a sol ni a sombra. En la película me vais a encontrar
distinta, porque hasta ahora no he hecho más que llorar, y esta es de reír.
Hago de prostituta tonta e ingenua, pero prostituta al fin y al cabo… Y es que
una, a veces, presume de decente, pero si una “largara”… Porque, claro, como no
he tenido maridos ni divorcios, y como no hago nada en Mallorca… Hago también
otro papel. Vamos, que tengo doble papel. Soy también la hija de esa señora
ingenua y tonta, que todavía no es prostituta, pero que lleva bien orientado el
camino… Es que la chica no se fía mucho del aperturismo, y claro…
Sustituyan unas
palabras por otras más sonoras y de más arraigo popular y verán como quedó la
cosa… No es extraño que el productor Manzanos se levantara para hablar y
dijera, casi exclusivamente, que era muy difícil decir algo después de Sara. De
acuerdo. Después charlé un poco con ella, ya pasado el tumulto.
-Soy
como el vino: a medida que pasa el tiempo me encuentro mejor. No quiero decir
que esté en mi mejor momento, que esté ahora mejor o peor que hace diez años;
quiero decir que voy evolucionando hacia algo positivo: sin dedicarme a las
guerras ni a los secuestros, hago algo bello, como es darme al público sin
truco ni cartón. Quizá la razón de mi éxito esté en que siempre soy yo y no
imito a nadie. Yo soy muy de verdad.
-¿No te molesta
un poco eso de seguir siendo la gran estrella española durante tantos y tantos
años?
-Bueno,
tenemos mujeres y hombres importantes. Ahí están Marisol y Rocío Dúrcal, que
empezaron cuando yo ya hacía películas de éxito. Y ahí están esas con las que
llevo catorce años a la par. Lo que pasa es que no se conservan en alcohol,
como yo, y no se hacen tantas operaciones de estética, como yo, que según la
gente, ya sólo falta que me opere del dedo gordo del pie izquierdo. Por cierto,
que tengo unos pies muy hermosos. León Felipe me llamaba “pies bonitos”.
Nos reímos mucho
porque hay que reírse. Sara ha triunfado en Barcelona como nunca (habrá que
decir aquí que el único recuerdo desagradable que se ha traído a la Ciudad
Condal son los arañazos que le propinó en la espalda una buena señora por
sentarse de rodillas de su marido), tiene una temporada de galas como nunca y
estrenaba una película de un estilo que no ha hecho nunca.
-Y
he actuado ya por otros muchos sitios. En Palma de Mallorca, por ejemplo,
fueron a verme muchos “hippies”.
-¿Qué crees que
les interesa a los “hippies” de ti?
-No
sé. Imagino que mi personalidad. Yo soy una persona muy extraña, no soy nada
normal. Soy un “show” continuo. Como Dalí, pero sin bigotes.
-Y, hablando de
anormalidades, tú tienes un público muy fiel. Ya sabes, el de los “marusas”.
¿Qué crees que ven en ti?
-Ay,
hijo, pues no sé qué decirte… Digo que será por lo mismo que van las señoras a
las peluquerías y dicen: ‘Péineme como a Sara Montiel’. Creo que les gusta cómo
me maquillo; sí, creo que también influye eso…
-Ahora se vuelve
a hablar del retorno de las estrellas. Parece que no puede haber espectáculo
sin el “star-system”.
-Claro.
Estrellas tiene que haber siempre. Tiene que haber un actor o una actriz
importante para que el público se crea lo que le están contando… Mira, por
ejemplo, a mí “Chacal” no me ha interesado nada. ¿Sabes por qué? Porque no
había una estrella. Si esa película la hubiera interpretado una estrella, la
cosa habría tenido un interés. Yo voy al cine a ver a la “star”. Ahora he visto
una de la Liz Taylor. Yo paso por taquilla por ella… Luego resultó que la
película era mala, vamos, que si la hago yo, me matan; pero ahí está Liz Taylor.
-¿Crees que eres
superior a tus películas?
-Naturalmente.
He hecho cada una más mala… Pero hay quien me gana. Sofía Loren, por ejemplo,
que hace un bodrio detrás de otro.
-Por enésima
vez, Sara: ¿dónde demonios metes el dinero? Porque resulta que vives en piso
prestado, no pones negocios, no dejas de trabajar…
-Vaya
pregunta. Yo quisiera saber donde meten el dinero los banqueros… Mira: yo no
tengo la suerte de la Brigitte Bardot; los franceses son tan buenos que, por
eso de que mete tantas divisas en el país, no la pasan impuestos. Yo he metido
y meto muchas divisas en este país, pero, nada, que no me perdonan ni un duro
los de Hacienda… Yo quería que nos uniésemos todos los actores para irnos al
Sindicato a ver qué se puede hacer en este sentido. Porque han de tener en
cuenta que nuestra carrera es muy corta y…
-¿Corta? No lo
dirás por la tuya…
-Es
muy corta, sí; porque un día pasas, y se acabó todo. La mía puede que dure un
poco más, pero otras duran menos…
-¿Has pensado en
la caída?
-Mientras
se es joven y se tiene salud no se piensa en eso. Yo pienso en la muerte, eso
sí, en mis horas bajas. Hay que irse conformando. En cuanto a lo de la caída…
Pues creo que me haré directora de cine o empresaria, porque yo entiendo mucho
en este mundo del espectáculo. Y también pienso seguir como actriz, porque para
eso no importa la edad…
Noto que se pone
triste, y no sé si es por el catarro o porque todo esto le acongoja; esto de la
muerte y de la retirada, digo. Y pregunto para animar:
-Sara, que sé de
buena tinta que te conceden la separación de un momento a otro. ¿Te casarás con
Pepe Tous?
-A
lo mejor me caso y a lo mejor le doy calabazas. No se puede decir de esta agua
no beberé…
Y me ha
confesado que, a veces, hasta se ríe de ella misma.
J. M. AMILIBIA
Fotos OTERO
EL RECORTE CCCXXXIX
"Cinco almohadas para una noche" fue el último film de la estrella. A la revista Personas, 1 de Febrero de 1.974, le concedía esta entrevista en pleno rodaje de la película.
SARA MONTIEL
“NO TENGO PREJUICIOS.
SOY UN ‘SHOW’ PARA VER Y OIR”
Antes de que sea tarde:
-¿Cómo debo
poner: señora o señorita?
-Yo,
señora, por muchas razones. Me casé dos veces y, por si esto no fuera
suficiente, a los cuarenta años ser señorita me parece ridículo.
La señora Montiel busca un pitillo rubio con filtro,
“¿Vicentito, tienes un pitillo?”, pero
Vicente Parra fuma negro, como servidor. Y los dos lo sentimos mucho.
-¿Qué no se
puede preguntar a Sara?
-Puedes
preguntar lo que quieras.
-Por ejemplo,
¿qué ve en ti el público que tanto te quiere que no vea en otras?
-Lo
único que hago es no ser como las demás, no imitar a nadie. Me limito a tener
mi propia personalidad.
-No me sirve.
Todas dicen que no imitan a nadie.
-Soy
Sara Montiel y basta.
Ahora creo que no. Es María Antonia Abad y basta.
Ahora, la una y algo del mediodía, la señora ha llegado de sus habitaciones sin
una gota de rímel, sin nada en la cara, sin nada en los labios, ni un maldito
pitillo rubio con filtro, porque ni tiempo ni cuidado tuvo de ponerse el
vestido opulento de soprano opulenta, ni tiempo, ni ganas, ni necesidad, y
viene dentro del pijama que va dentro de la bata de foam, con unas zapatillas
de peluche…
-Lo
reconozco, en mi vida íntima soy una gran esclava de Sara Montiel, quiero decir
que María Antonia Abad es la esclava de Sara Montiel, ya me entiendes. Oye, es
que mi vida privada debería ser muy respetada, digo yo, pero como estoy
continuamente de cara al público, a ver quién puede; y una lo comprende, claro
que sí, porque María Antonia es una mujer muy normal; vamos, muy, muy normal no
es, porque soy mujer sin prejuicios, con una manera de pensar especial, con
gran sentido de la libertad. Pero, vamos, alguna vez también ha sido Sara
Montiel la que claudica ante María Antonia Abad, porque no me importa que me
vean sin arreglar, sin maquillar, que por la calle voy siempre sin maquillar, y
sólo me pongo algo en la cara cuando estoy ante los focos; es natural. Mira, un
sábado, no hace mucho, me olvidé de que soy Sara Montiel, y María Antonia Abad
se fue a El Corte Inglés, ¿y sabes lo que pasó?, pues que tuvo que sacarme la
Policía, como te lo cuento, porque el público no me dejaba. Esto es muy bonito,
que la gente te reconozca, te admire, te quiera, pero hay tantas veces en que
me gustaría pasar inadvertida…
Hace algunos años, servidor se había puesto el
pantalón largo de los domingos, se había peinado sin raya, para atrás, como
Luisito Suárez, y, por fin, me dejaron entrar en “El último cuplé”, con Sara
saliéndose del vestido breve, saliéndose por todas partes en general y por una
que yo me sé muy en particular, o mejor, por dos, “a
mí no me gustan las mujeres palo que ahora se llevan, y no es que no me gusten
a mí, que de eso no entiendo, es que no le gustan a los hombres; yo de esto no
sé nada, oye, pero tengo algún sentido de la estética”, y aquella Sara
gravemente peligrosa no cuadra, demonios, con esta Sara del mediodía en la casa
prestada de Vicente Parra, dentro de un pijama que va dentro de una bata de
foam…
-…lo
que te decía, que el público es algo maravilloso, fenomenal, al que le debo
todo lo que soy. Y no se cansa, qué va, pero la verdad es que Sara Montiel
tampoco procura cansarlo. A mí me ven pocas veces, y cuando me ven saben que
voy a sorprenderles con un bombazo, y el próximo va a ser la película que estoy
acabando y que se llama “Cinco almohadas para una noche”, ya verás. Pero, mira,
yo soy fundamentalmente mujer de aparecer en persona; es lo que quiere la
gente, ver que soy de carne y hueso, y además Sara Montiel es un espectáculo
que hay que ver y oír. No soy capaz de estar dos horas quieta ante el
micrófono, no lo soporto, me aburre, y entonces lo que hago es hablar con el
público, comunicarme. Hay quien dice que mis canciones están pasadas, pero lo
cierto es que si me pongo a cantar algo nuevo es el público quien me pide las
canciones de siempre. A mí me gusta mucho la profesión, muchísimo, y tengo
ahora un trabajo tremendo, y Dios quiera que no me dé un catarro o que no me
pinche un pinche un pie, no quiero ni pensarlo, porque tengo trabajo hasta
enero del año que viene: cine, galas en Valencia, Mallorca, Barcelona, Madrid,
Puerto Rico, Méjico…
-Vale, Sara. Ya
sé que eres nuestra actriz más exportable. Y más exportada también.
-Oye,
es que yo creía que no era conocida en Japón, y cuando fui a Tokio, porque
hacían la semana del cine de Sara Montiel, con “La violetera”, “Carmen la de
Ronda”, “Mi último tango”, “Varietés”, “El último cuplé”, me sorprendió
muchísimo que todos me conocían, no veas cómo se vendieron allí mis discos, y
me sorprendió, porque en Rusia, por ejemplo, ya sabía que yo era muy popular, y
lo sabía por las veces que estuve allí, pero lo de Japón, ni idea, oye ni idea,
te lo juro.
-Deja, no hace
falta.
La señora ha salido medio minuto y vuelve con un
paquete de rubio americano. Alabado sea Dios.
-En
cine me gustaría hacer una buena historia siempre que la censura la dejase
pasar, porque para hacer una película gilipuertas, no, por ahí si que no paso.
Porque tiene que ser una película humana, con una historia de verdad, porque de
nada vale que el tema sea bueno, de nada vale si después aparece la censura y
empiezan a cortarle de aquí y de allá, y además te obligan a que el amante sea
el hermano, y al final queda una cosa que no es rosa, ni verde, ni nada, y a
ver qué pasa: pues que el público dice que Sara Montiel es gilipuertas, y te
digo que una será cualquier cosa, menos eso, eh. Es que no se puede, hombre,
así no se puede competir con las películas extranjeras, donde el amante es amante
desde el principio hasta el fin. ¿Tú crees que se puede?
-No, mujer; creo
que no se puede.
-No
trato de buscarle los cinco pies al gato, o tres, como se diga. ¿Tú sabes bien
cómo se dice?, bueno pues es igual; yo no espero otra cosa que una película aceptable,
una cosa mona; a mí me gustaría hacer la vida de Isabel II, que fue muy
interesante y muy importante, pero, claro, no podría cantar: Isabel II no
cantaba, y esto para mí es imposible, que cuando los exhibidores van a la
distribuidora, lo primero que preguntan es que cuántas canciones canta Sara
Montiel, y tres son muy pocas, y siempre tengo que cantar un mínimo de cuatro o
cinco.
-Yo no sé, Sara,
si el escote influyó más en tu fama que la voz.
-Soy
famosa por mis canciones, lo cual no impide que mi escote sea importante.
-¿Y cómo se
pierde el pudor, Sara? ¿Cómo lo perdéis vosotras? ¿Cómo se gana esa naturalidad
para exhibirse en público?
-Con
profesionalismo. Si estás rodando y tienes que hacer una escena de cama, pues
la haces, y como en la cama no vas a estar vestida y con botas, digo yo, lo más
normal es que trabajes en bikini, que no se ve, y parece que estás denuda. Y no
vas a negarte, no, que es tu profesión. Y ahora, menos mal, porque hubo una
época, hijo mío, en que las españolas parecía que no teníamos busto, ni
trasero, ni nada… Por lo demás, no hay que ser actriz para exhibirse, porque
todo el mundo lleva escote y todo el mundo se pone bikini, si hay que
ponérselo.
-Cuando te
hablan de una nueva película, ¿qué exiges?
-Lo
primero, una historia.
-Yo creía que lo
primero era un reparto en el que nadie hiciese sombra a Sara, la estrella.
-Pues
te equivocas, porque esas no son exigencias mías, palabra. Al productor le
interesa hacer películas conmigo por mí, no por la gente que puede estar a mi
alrededor. Sinceramente, me gustaría trabajar con gente importante, pero al
productor le interesa solamente Sara Montiel, porque sabe que así la película
ya está vendida.
-¿Cuál fue tu
gran ocasión?
-“Veracruz”,
con Gary Cooper y Burt Lancaster.
-¿Eres mejor
actriz que hace diez años?
-Por
supuesto, porque cuando una es joven no se pueden hacer grandes cosas. Hoy en
el mundo somos sólo tres o cuatro mujeres importantes, y me refiero a Brigitte
Bardot, a la Taylor, a Sofía Loren, muy importante cada una en su país, ¡ojo!,
y no sé si me queda alguna, y nos hemos consolidado cuando somos mujeres muy
hechas, cuando todas andamos por los cuarenta; le pasa como al hombre, que es
más interesante con la edad. María Schneider llegó ahora, con “El último tango
en París”, llegó muy arriba, porque tuvo una gran oportunidad y supo
aprovecharla. Pero veremos si dentro de veinte años continúa siendo una estrella.
-¿Y el amor?
¿También es mejor a los cuarenta?
¡Por fin! Ha soltado un largo beso de humo igual en
en “Fumando espero”. Y como también ha sonreído, uno se acuerda sin querer de
aquellas películas tres erre. No queda otro remedio.
-El
amor es tan hermoso, tan extraño, tan fabuloso y tan malo al mismo tiempo, que
soy incapaz de vivir sin él. Lo mismo es a los cuarenta que a los veinte.
-¿Y por qué
vives en casa de Vicente Parra?
-Somos
muy amigos de toda la vida, como hermanos. Yo vivía en el piso diez de esta
misma finca, y al morir mi madre vendí mi casa y Vicente me ofreció la suya.
Resido generalmente en Palma, pero cuando vengo a Madrid, como ahora, ésta, la
de Vicente, es mi casa. Me encanta Palma, me encanta el mar, allí tengo muchos
amigos, un paisaje maravilloso. Estoy enamorada de Palma.
-¿Y no estás
enamorada de un hombre, Sara?
-Tengo
un hombre palmesano que me gusta mucho, es cierto.
-¿Y volverás a
casarte?
-Puede
ser. Pero no me preocupa, porque el enamoramiento es una cosa, y el casarse es
otra. Hay quien se casa sin amor, y hay quien está enamorado y no se casa.
-¿Políticamente
estás en alguna parte?
-No
entiendo nada de política. Odio el terrorismo y las guerras. Soy artista y nada
más.
-Sara, tú habrás
ganado la tira de millones…
-He
ganado muchos millones, sí, porque desde que tenía doce años no he parado de
trabajar. Ayudo a siete sobrinos y a tres hermanos míos, mayores; ya sabéis que
yo vengo de gente muy modesta, de labradores pobres, de los que tienen amo, y
siempre eché una mano a mis sobrinos, ya sólo me quedan tres por sacar a flote.
A un cuñado mío, con mujer y tres hijos que gana al mes once mil pesetas, ya me
dirás si con esta cantidad se pueden hacer muchos milagros. A propósito, ¿sabes
cuánto me pagaron por “El último cuplé”? ¿No?, pues me pagaron doscientas
cincuenta pesetas diarias y cien mil pesetas al cabo de un año, y no lo digo
con ira, qué va, porque a mí el dinero no me importa en absoluto. Me importa,
sí, para sacar a los míos adelante, nada más, y me importó, sobre todo, para
tener muy bien a mi madre, que no le faltó de nada y vivió como una reina…
Uno había quedado con Agustina de Aragón, pero me he
encontrado a Teresa de Jesús. Director, yo no tengo la culpa.
-Me
he sentido sola, y me siento aún, muchas veces, porque de siempre estuve muy
arraigada a mis padres, soy muy casera; muy familiar, y ahora cuando me acuerdo
de mi infancia la recuerdo con agrado. No fue negra, negra en cuanto a cariño,
entiéndeme, porque en lo demás fue de mucha miseria, pero como tengo unos
hermanos maravillosos, y como mis padres también lo eran , fue muy bonito… A
veces me siento muy sola, echo de menos la compañía de mis padres…
-¿Y de unos
hijos, Sara?
-Pude
haber sido madre en dos ocasiones, pero se me malograron dos hijos, uno a los
cuatro meses de embarazo, y otro a los ocho, que nació muerto. No puedo decirte
que echo de menos unos hijos, porque la verdad es que no sé lo que significa
ser madre. Si el día de mañana tengo familia, que puedo tenerla, te contestaré
a la pregunta, pero hoy no sé. Hombre, así, sin pensarlo mucho, te digo que me
gustaría tener hijos, por la compañía que te hacen, por muchas cosas, pero anda
el mundo tan revuelto que no sé si es justo traer criaturas para que sufran.
-Cuéntame cómo
era Hollywood.
-Cuando
llegué, en el cincuenta y cuatro o cincuenta y cinco, Hollywood estaba en
declive. Los actores ya habían empezado a venirse para Europa.
-Te encuentro
más delgada, Sara.
-Oh,
no, estoy igual desde hace tres años. Mido uno sesenta y ocho y peso cincuenta
y nueve kilos, que es buena proporción, a pesar de mis grandes delanteras, que
son naturales y éstas sí que nunca han cambiado.
-¿Tuviste muchos
idilios con hombres famosos?
-Sí,
pero no me pidas nombres, por favor.
-¿Has llorado
mucho?
-Solo
lloro por mi madre.
-¿Por ser
rabiosamente guapa has tenido que decir muchas veces no?
-No
comprendo.
-Si es fácil
llegar a Sara Montiel.
-Cantidad
de veces lo han intentado. Muchas veces veo venir a dos o tres hombres de
frente, y antes de que sea tarde me cambio de acera, porque no veas las
burradas que me dicen…
-Perdón, lo que
yo quería saber es si, cuando empezabas, a un buen contrato no le ponías un
precio demasiado alto. Ya me entiendes: el cine tiene cierta fama.
-Pues
culpar al cine de eso es una equivocación grande, porque lo mismo pasa en otros
trabajos. Le ocurre a la enfermera, a la secretaria, a la modelo y a la chica
que vende guantes en una tienda. Y es que una mujer físicamente importante
tiene todos esos tropiezos, se encuentra siempre con un hombre que quiere
conquistarla por encima de todo, y lo veo lógico, porque si fueras jorobada lo
más seguro es que nadie te dijese anda. Cualquier mujer importante tiene que dar
muchos noes, claro que sí. Te advierto que yo, a los hombres los veo venir en
seguida, los he visto siempre, y si digo que sí es porque quiero, sabes. A los
que de verdad son mis amigos no sólo los dejo que me inviten a cenar, sino que
acepto encantada, pero de los que no son mis amigos no acepto nada.
-¿Has tenido
muchos novios?
-Algunos
he tenido, sí, pero no sabría decirte cuántos, aunque no fueron muchos. No he
sido mujer de muchos hombres.
-Dime lo que
sepas de Kissinger.
-¿Kissinqué?
-Vale. Dime lo
que sepas de Cruyff.
-¿El
futbolista? Me gusta el fútbol cuando hay una estrella en él. Y Cruyff lo es.
-Dime qué te
parece la crisis del petróleo.
-Que
es una cosa muy grave y que preocupa a todo el mundo. Incluso a mí, y eso que
no tengo coche.
-¿Recuerdas tu
primer beso de amor?
-Claro
que sí, tenía yo dieciocho años.
-¿Y el último?
-Hace
muy pocos días, en Palma de Mallorca.
-¿Y el próximo?
-Cuanto
antes, mejor.
-¿En Palma?
-O
aquí; quién sabe.
A veces sí. A veces es Agustina de Aragón:
-Como
persona me arrepiento de que siempre que me encuentro con un amigo me convenzo
de que este es el mejor, pero al final acaba dándome la puñalada, porque soy
muy clara, muy abierta y muy confiada. Después digo que no volveré a ser así,
pero a la hora de la verdad no puedo, soy incapaz de guardar rencor a nadie.
Como actriz me arrepiento de haber hecho “Tuset Street”, porque fue una
película que salió muy mal. Y me acuerdo ahora de lo que muchos dicen, de que
si Sara es muy orgullosa, muy rebelde y que no se deja dirigir. ¡Mentira! Lo
único que soy es muy profesional, me gusta que todo esté bien: el vestuario, la
dirección, los decorados, todo. ¿Es esto orgullo? Sencillamente, que odio la
mediocridad.
Van ya dos horas, Sara se ha olvidado de que ayer se
acostó a las cuatro de la madrugada, “pero
trabajando, eh, trabajando en ‘Cinco almohadas para una noche”, y se ha
olvidado de comer.
-Como
muy poco, de verdad, y no es por la línea, no. Como de todo, pero muy poco,
sobre todo verduras. Me gusta cocinar para los demás y dicen que soy muy buena
cocinera, cocinera a ojo, que no ando consultando libros ni nada, hago
combinaciones a mi manera y ya está.
-Cuando no
cantas ni haces cine, ¿qué haces?
-Pues
veo pintura, que me encanta, elijo canciones, oigo música, y leo, leo
muchísimo. Ahora, por ejemplo, no estoy leyendo nada, porque no tengo tiempo, y
ahora mismo van a traerme dos guiones para que los vea y a ver si acepto o no;
tengo gente amiga que me asesora, unos cuantos exhibidores a los que pido
consejo, o llamo a Fernando Díaz-Plaja, que es muy amigo y muy inteligente, y
le digo tengo este guión, ¿qué te parece?, y él me dice bien o mal… Me gustaría
ser más culta de lo que soy. Mi gran frustración es no haber ido a la
Universidad, pero mi familia era muy pobre, ya te lo dije. Hombre, es que yo sé
leer de puro milagro, que no sé ni cómo aprendí. Lo que tuve siempre fueron
amigos muy cultos, de quienes siempre he procurado aprender un poco. En Méjico
traté mucho a León Felipe y Alfonso Reyes, que me ayudaron una barbaridad, y da
gusto hablar con gente instruida. Y está además el mundo, que también es buena
Universidad, pero hubiera sido mejor si yo tuviese una base, que no la tengo…
Me interesan mucho los libros de, ¿cómo se dice?, eso, antropología, y como no
me entero de muchas cosas tengo que llamar a mis amigos, a Pepe Tous, de Palma;
a Fernando Díaz-Plaja o a Miguel Mihura.
-Por cierto.
¿Mihura y tú fuisteis novios?
-Novios,
lo que se dice novios, no fuimos. Me ayudó muchísimo, es mucho mayor que yo, y
mi amor hacia él era platónico. Yo estaba enamorada de su inteligencia, de su
bondad…
¡Eh, marcusianos, “progres” del Gijón,
intelectuales, desmitificadores de oficio, abogados del diablo, eruditos a la
violeta, oídme!: Sara Montiel es una mujer impresionante. Perdonadle que haya
entrado en la historia. Que haya entrado ya en la mitología.
LUÍS OTERO
Reportaje gráfico de SIMÓN LÓPEZ
EL RECORTE CCCXXXIX
Una escena de "Cinco almohadas para una noche".
No hay comentarios:
Publicar un comentario