sábado, 28 de septiembre de 2024

EL IMPARCIAL - 1958 - México


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EL RECORTE CCCLXXI
A treinta años de "El último cuplé" y recién superado el incendió del Hotel Sarriá, en Barcelona, Sara Montiel miraba al pasado, presente y futuro para la revista Tiempo en su número de 1 al 7 de junio de 1987.


SARA MONTIEL,

TREINTA AÑOS DE CUPLÉ

En Estados Unidos la llaman Sa-rui-ta, en la URSS es la gran Montiel. Hace treinta años por estas fechas estrenaba El último cuplé, y es casi la misma que hace unos días salía ilesa de un incendio en un hotel de Barcelona. Y es que Sara Montiel es de todo punto, y se la mire por donde se la mire, incombustible.

“A mí el cuerpo me pide ahora mucha bulla”

Por LUÍS SÁNCHEZ BARDON/Fotos: QUECA



-¿Por el humo se sabe dónde está el fuego, Sara?

-A veces no, aunque se vea todo el humo del mundo. Nosotros estábamos en el piso decimoquinto y no veíamos el fuego por ninguna parte. A veces los refranes y las frases hechas no dicen la verdad.

-¿Mientras llegaban los bomberos se acordaba usted de aquella canción de “Fumando espero”?

-No, no me acordaba. Sólo me venía a la cabeza aquella película de “El coloso en llamas” y una angustia terrible, porque me estaba jugando la vida, los hijos, mi marido. Y no me acuerdo de mucho más. Ahora es cuando estoy sintiendo un miedo racional.

-¿Usted cree en Dios?

-De toda la vida.

-¿Y no se la ocurrió hacer alguna promesa?

-Cuando estuvimos a salvo, pensé en mis hijos y en mi marido. Yo tengo mucha fuerza en las piernas y me sujetaba bien, pero Pepe padece de gota y la debilidad en el pie es muy grande. No, no he hecho ninguna promesa, pero yo ya he puesto flores a mi gente.

-¿A qué gente?

-A mi madre y a mi hermano, que hacía quince días que le había enterrado.

-No le faltaba más que un incendio en su vida.

-Pues sí, mire por dónde. A mi edad y con la vida tan fuerte que he llevado, no me faltaba más que un incendio. Precisamente cuando empiezo ahora a luchar contra el tiempo. Yo soy una mujer mayor para mis hijos y quiero dedicarles todo el tiempo del mundo.

-Usted no es de las que ocultan la edad.

-Jamás. Siempre he dicho la edad que tengo. Cuando hice “El último cuplé” tenía veintisiete años y ahora tengo cincuenta y nueve. Yo nací en mil novecientos veintiocho.

-Y no piensa retirarse.

-Puede que me retire algún día. Pero como ahora las cincuentonas estamos de moda en todas partes, yo también sigo. Decía la actriz Vivian Leigh que cada uno tiene una edad para cada momento.

-O la que se merece.

-También la que se merece, porque yo aparte de muy fuerte he tenido una vida muy bella. Yo he trabajado mucho cuando esto era imposible en un país en que a la mujer se le criticaba todo. También me ha tocado pasarlas muy mal, ¿eh? Que yo he llorado muchas veces de felicidad, pero también de rabia, de dolor y de pena.


-Y cuando le dicen que es el orgullo de España, ¿cómo se siente?

-Muy bien, porque he sido la embajadora de mi país durante muchos años en todo el mundo: en Japón, en América, en Rusia. Recientemente en Francia, y gracias a Frederick Mitterrand, sobrino del presidente de la República, han pasado por la televisión un ciclo de películas mías, porque en muchos países conocen el cine español a través de mis películas. Que me digan que soy el orgullo de España me llega al alma, muy adentro. Pero yo no creo que el Gobierno tenga que pagarme por eso, porque yo sí que he sido profeta en mi tierra.

-¿Y usted qué le da al público?

-Yo les doy a Sara Montiel. El público me acoge porque sabe que le gusto como soy. Yo no he aprendido mi arte de nadie.

-Tendrá también sus ídolos.

-Cuando era jovencita mi actriz preferida era Ingrid Bergman y a quien no alcancé a ver mucho fue a Rita Hayworth. De gente actual me gustan mucho Robert Redford, Meryl Streep y, musicalmente, Liza Minnelli y Barbra Streisand. Hombre, si hablamos de verdad de cantantes a mí la que me gusta es Ertha Kitt, que tiene setenta y tres años y el mayor número de discos vendidos en Estado Unidos. Pero de verdad, quien me gusta de verdad es Frank Sinatra.

-¿No le da miedo mirarse al espejo?

No, yo soy muy coqueta y me encanta mirarme al espejo. Yo asumo la edad muy bien. Será que los amores que he tenido siempre han sido hombres mayores que yo o porque no he tenido nunca complejo de vejez. Porque llevo la vejez muy bien, ¿no? Yo lo digo siempre y lo repito: si quiero tener arrugas tengo que pintármelas.

-¿Qué es lo más auténtico de Sara Montiel?

-La sinceridad que tengo, el amor que le tengo a la gente, al hombre en sí. Yo creo mucho en el hombre.

-¿No dijo usted en alguna ocasión que ya quedaban pocos hombres de verdad?

-Jamás. Yo no puedo haber dicho nunca eso, no es mi estilo. Yo creo mucho en los hombres, aunque reconozco que no todos llevan buenas intenciones.

-¿Qué le pide el cuerpo a su edad?

-Mucha bulla. O sea, que yo tengo una vida muy activa, muy intensa. Mis hijos, la marcha que llevo, las actuaciones, las galas ahora en verano… Yo canso a un buey.

-Usted presume mucho en sus actuaciones de “domingas”.

-Bueno, eso de las “domingas” es un término muy manchego.

-¿Y se puede decir aquello de que dos “domingas” tiran más que dos carretas.

-Podría ser, pero no creo que sean tan importantes. Hay otras cosas, como la manera de pensar y de ser, las cualidades, el amor. Todo eso.

-¿Qué última gran burrada le han dicho?

-Me han dicho muchas. Muchos hombres vienen y me dicen: “¿Ve esta hija? Pues la hice pensando en usted y se llama Sara.” Así de veces me lo han dicho.


-Dicen de usted que ha tenido tantos amores como catarros.

-Es que yo llamo a los amores catarros, porque yo soy propensa a cogerlos terribles y no me los puedo quitar de encima. Pues cada vez que tenía un amante no me le podía quitar de encima. Pero sí, he tenido muchos.

-¿Tantos como María Asquerino?

-No sé cuántos ha tenido María, pero sé que mi marido está entre ellos. Mi marido siempre ha tenido buen gusto para todo.

-Aparte de él, ¿cuál fue el hombre de su vida?

-Sin duda alguna, Anthony Mann. Fue importante y decisivo en mi vida, aunque también lo fue el poeta León Felipe, pero tenía sesenta y cinco cuando le conocí. Le quería como a un padre, pero él se enamoró de mí como una fiera. Yo creo que fui su último tren.

-León Felipe es un desconocido en España.

-Como Miguel Hernández, yo creo. Miguel era muy amigo de mi padre. Cuando le ingresaron en la cárcel, íbamos mi padre y yo a llevarle medicinas, inyecciones de oro que se decía entonces, y comida a su mujer y a su hijo. No sirvió de nada, porque se murió o le mataron. Le dejaron morir.

-Ha habido muchos poetas en su vida.

-También conocí y canté poemas de Neruda. Le envié un disco con sus poemas “Me gusta cuando callas” y “Te recuerdo como eras” dos meses antes de que muriera en Isla Negra.

-Pero usted es manchega. Supongo que habrá leído el “Quijote”.

-No sólo leído, sino interpretado también. En “Sara de la Mancha” hice el papel de su sobrina Antonia.

-Creo que usted tiene una gran frustración y es no haber podido ir a la Universidad.

-Ahí me ha cogido en mi punto débil. Yo tengo complejo no sólo de no haber ido a la Universidad, sino también de no haber ido a un colegio normal, porque en la época de Franco no podíamos ir a la escuela porque no las había y mi padre no podía pagar un colegio de pago. Empecé a leer con casi veinte años y a esa edad no se asimilan las cosas. Tenía talento, pero no posibilidades para demostrarlo. Es la vida la que me ha ido enseñando y la he ido absorbiendo con mi inteligencia natural.

-Creo, además, que esto le ha hecho pasar una de las mayores vergüenzas de su vida.

-Exacto. Cuando estrenamos “La violetera” en el año mil novecientos cincuenta y ocho en Caracas yo tuve que escribir unas cosas para el público y puse hispanidad sin hache. Yo creo que ha sido la mayor vergüenza de mi vida.

-Sin embargo tenía usted compensaciones. Indalecio Prieto dijo que España, la España de entonces, no se merecía “ese pedazo de mujer”.

-Sí, Indalecio Prieto me hizo una crítica, creo que en “El Excelsior” de México, que no había palabras tan generosas. Esas cosas te animaban mucho.

-¿Y usted de política cómo anda?

-Pues parte del terrorismo, la droga y el paro, creo que estamos en una democracia maravillosa y en una libertad que espero que no se convierta en libertinaje. A mí me gusta cómo están gobernando los socialistas y creo que todo no se puede hacer en un día. Hay que dar tiempo al tiempo. Antes los artistas íbamos al extranjero avergonzados, pero desde que hay democracia yo voy con la cabeza muy alta por el mundo.

-¿Qué le preocupa ahora?

-El Sida y el tiempo. El tiempo que no tengo para ver crecer a mis hijos. t



LA FOTO CCCLXXI


La placidez de una diva: Sara Montiel. En los '80 por: Gumer Fuentes.

domingo, 22 de septiembre de 2024

LA ACTUALIDAD ESPAÑOLA - 13 de junio de 1957 - España


NUESTRA PORTADA

Dos rostros famosos y bellísimos se asoman esta semana a nuestra portada. Carmen Sevilla y Sarita Montiel, Sarita Montiel y Carmen Sevilla –tanto monta- han logrado una fama internacional. Aparte de su belleza, que ya es apartar, cuentan con un arte espléndido que se manifiesta a través de sus muchas películas. La competencia, noble y del mejor tono, ha sido entablada entre ambas, por las preferencias del espectador y también por el pulso de sus respectivas personalidades que las diferencian. Y con todo esto, el cine español ha estrenado una vibración apasionante hasta ahora desconocida. De esta posible lucha saldrán vencedoras nuestras dos estrellas, por méritos propios e indiscutibles.


 HISTORIA DE UNAS VIOLETAS

Carmen Sevilla y

Sarita Montiel,

dos estrellas guapas y famosas, en el difícil paralelo de la popularidad.

Sus temperamentos artísticos son tan totalmente opuestos como Andalucía y la Mancha


CARMEN, recostada sobre el cuero rojo del asiento de su Mercedes, me va explicando el argumento de su próxima película: “La violetera”. A ella, tan joven y tan guapa, le hace gracia el que, en determinadas escenas de la película, tiene que aparentar una vejez de la que está muy lejos. Fea, imposible. Está ilusionada. Muy ilusionada. Todo su optimismo personal, muchas veces puesto a prueba en su vida cinematográfica, se vuelca en un caudal de esperanzas. Aún desconoce el nombre del galán. Confía en que sea famoso. Por eso yo me temo que será extranjero.

Recuerdo que al despedirnos le deseé mucha suerte. Toda la que se merece. Y me sonrió como ella sólo sabe hacerlo. Con el corazón. Desde aquel día han transcurrido varios meses. He vuelto a ver a Carmen en contadas ocasiones: estrenos de gala, conktails… Es decir, siempre rodeada de una muralla humana casi infranqueable. La última vez que la he visto ha sido en el cine Chueca. Se iba a elegir la “Maja de Madrid”. Y me extrañó mucho su asistencia. Sabía, de forma positiva, que no había sido invitada a participar en la reunión de estrellas convocadas al efecto. Me había producido una gran decepción. Pero… Había un precedente. Un lamentable precedente, que viene a cuento. Carmen había sido seleccionada, junto a otras compañeras suyas, para participar en la Semana del Cine Español que se iba a celebrar en Caracas. Única condición: rápido regreso a España. Tenía necesidad de volver pronto para estudiar el papel de su película. Dimes y diretes. Su nombre es borrado de la lista. Decepción allende los mares, donde es esperada con la máxima expectación. Y por los medios cinematográficos de Madrid corre el rumor de que “alguien” ha lanzado la peregrina idea de declarar el “boicot” a Carmen Sevilla. 


Sarita Montiel abandona el local donde se exhibe "El último cuplé".


Sara Montiel, en Barajas, es recibida por el productor Perojo.

“Boicot” llamado al fracaso

No será invitada a ninguna fiesta. Ese “alguien”, que se va desdoblando en “algunos”, pretende justificar su actitud como una represalia por la lógica decisión de Carmen. El tiempo le ha dado la razón: a estas alturas todavía está ausente de España la delegación que representó a nuestro país en América. Y el teléfono de Carmen suena constantemente. El tono de las llamadas se puede resumir en estas palabras: “Estamos contigo”. Carmen, mujer discreta por excelencia, ajena al tinglado que se está levantando, marcha a la feria de Sevilla. Ofrece una fantástica fiesta, a la que acude el “todo Europa”: testas coronadas, títulos antañones con grandeza de España… Carmen ha escogido un grupo de churumbeles para que canten y bailen. En la caseta se forma la marimorena. Y luego Carmen, en honor de sus invitados, canta y baila por todo lo alto hasta la madrugada. Al día siguiente, por Sevilla, los escogidos presumen de haber asistido a una fiesta inolvidable.

Viéndola montada a caballo, con su traje de amazona, su gentil figura cobra un aire de majeza indecible. A la sombra de su sombrero cordobés miran dos ojos que sonríen por su cuenta, para riesgo de aquellos que los contemplan. Está en la fiesta de su tierra: Sevilla. ¡Que prueben los guapos a hacerle el “boicot” aquí, a la vera del Guadalquivir! Pero Carmen se ha olvidado de eso. Más aún: lo ignora, con gesto de suprema elegancia. Ella es así. Y no hay nadie capaz de cambiarla. ¡Las “faenas” en el ruedo de la Maestranza, ante los toritos de Miura! Dando la cara y jugándose el tipo, como los hombres valientes. Nada más.

Regresa a Madrid. Según su costumbre, apenas sale de su chalet, en la zona residencial de El Viso. Se la vuelve a ver en algún cocktail. A las preguntas sobre qué ha pasado, una respuesta concreta: “Nada”. Sin más explicaciones. Luego me he enterado que Carmen ha recibido en su casa la visita de una personalidad cinematográfica –todo un caballero- que ha limado las posibles asperezas. Claro está que de antemano se contaba con la buena voluntad de Carmen, siempre dispuesta a comprender incluso aquello que tiene turbia explicación. ¡Pelillos a la mar!

Volvamos a Chueca. El hecho es que Carmen está allí, con su traje color fucsia y sus visones blancos. Una novedad: se ha cortado el pelo. Me gustaría hablar con ella para decirla que así la encuentro más internacional. Pero aprovecho todo el tiempo de que dispongo para escuchar. El piropo siempre es posible. Y escucho la explicación de su presencia en el cine. Por lo oído, un magnífico amigo de Carmen y también mío la ha llamado por teléfono, aquella misma noche, a las nueve. Esto es, dos horas antes de empezar el festival. Carmen le escucha atenta y sorprendida. Quiere que asista por encima de todo. Carmen comprende y asiente. Irá. Sorpresa general entre bastidores. Agradable sorpresa. Me resisto a creer que “alguien” se sintiera molesto por la llegada de Carmen. Sin embargo… No sé, no sé.




Historia gráfica del encuentro de Carmen Sevilla y Sarita Montiel, en una dependencia del cine Chueca, de Madrid, en el transcurso de un festival, en el que ambas intervinieron.

Pisando firme en terreno resbaladizo

Al acabar la proyección, las actrices van saliendo por el patio de butacas. Ovaciones de distinto calibre, con arreglo a las preferencias del público, que abarrota el local. Carmen Sevilla sale en último lugar. Nadie la esperaba, por no estar anunciada en el programa. Le dedican una ovación que, en honor de la verdad, bate los récords anteriores. Que nadie se sorprenda. Tengo miles de testigos. Que nadie tampoco se moleste. Cuento las cosas tal y como sucedieron. Ovación de clamor, que mide la popularidad inconmensurable de Carmen. Popularidad ganada a pulso y a través de los años. Ha interpretado más películas que cualquier otra artista española de su generación. Unas han sido buenas, otras regulares y otras malas. De todo ha habido. Pero siempre su nombre ha sido garantía de éxito, al menos económico. Para hacer películas de categoría se ha visto obligada a interpretar otras ínfimas. Desde su primera película –“Jalisco canta en Sevilla”- hasta la última que ha filmado –“Aventura para dos”- Carmen se ha desenvuelto en el ambiente cinematográfico con una autonomía personal digna de todo encomio. Y ahí está para quien quiera algo de ella. Pisando firme en terreno resbaladizo. Méritos propios. Eso es.


Sarita Montiel, desde el escenario del Rialto, saluda con gesto muy expresivo.

…después todo se sabe

Observo que las señoras aplauden con más fuerza. Admiran a la artista, pero también a la persona. Simpatía, modestia y un salero que provoca el ole. A la salida se habla de cierto incidente. El comentario no trasciende al público en general. ¿Qué ha sucedido? En realidad creo que, de producirse algo, carece de importancia. Unos echan leña, mientras otros pretende apagar el fuego. Y todo se queda, al parecer, en tablas.

A mi juicio hubo más motivos durante un reciente estreno cinematográfico en un local de la Gran Vía. Estreno de una película que yo soy el primero en admirar y aplaudir. Se llama “El último cuplé” y su protagonista es Sarita Montiel. Un dicho muy castizo afirma: “No te digo nada, porque después todo se sabe”. Con razón. Yo lo supe. Lo oí. Y me dolió. Por dos razones: por quien lo dijo y por lo que dijo. También en este caso tengo testigos. No es una afirmación gratuita. Al parecer se pretendía destronar a una reina para que otra ocupase el sitial. ¿Tan pequeño es el cine español para que no quepan en él dos tronos? Lo más curioso del caso es que el parangón se establecía entre dos artistas de estilo completamente distinto. ¿Acaso no es más elegante dar a cada una lo suyo? Insisto en que no puede haber competencia por tratarse de dos artistas de temperamento totalmente opuesto. Y, aparte de esto, buenas amigas.

¿Por qué, entonces, se pretende arrancar de las manos de una el ramo de violetas que se le había ofrecido para dárselo a la otra? Esas violetas estaban compuestas en un “bouquet”, por lo visto, muy parecido al… último exhibido al público. Tres “bouquets” estaban en posesión de una, la primera escogida, para que eligiese a su gusto. Y luego… Como las violetas son más pequeñas y más modestas no sucedió lo que con los nardos, que basta uno para convencer. Y las violetas fueron acompañadas con pan, amor y etiqueta de cierta región española, cuyo nombre exalta la fantasía. Las otras manos femeninas, en gesto encomiable, no han aceptado el ofrecimiento.

Sevilla, hecha apellido, pasea su garbo por dos mundos. Sola, con su arte. Y con un deseo muy dentro prendido: que el cine español suba muy alto. Carmen ahora estudia el guión de su próxima película. Una coproducción hispanoitaliana que se titula “Santa Ana y el coro”, que interpretará junto al famoso actor norteamericano Barry Fitzgerald. Don canciones en la película. Melenita y un traje de crespón. Y su nombre otra vez en las pantallas: Carmen Sevilla. También le espera el Festival de Berlín. Quieren que vaya. Irá, encantada. Como ha ido a Méjico, a Buenos Aires, a Hollywood, a Roma. Y si se lo piden, que así se lo pedirán, cantará y bailará con su mejor entusiasmo. Con todo su arte. Por mujer y sevillana es bonita y graciosa. Y artista por naturaleza. Ese es su mejor trono. El ala de su sombrero ancho en su mejor corona.

Las violetas se esconden cada noche, para volver a mostrarse al día siguiente. Con modestia. Sin alardes. No hay caminante que se atreva a pisarlas. Y menos a arrancarlas para ofrecerlas a una persona y luego dejarla con las manos vacías. Lo mismo en los campos de Andalucía que en los de La Mancha. Porque las violetas florecen incluso en los sitios más ignorados.

 

JOSÉ LUÍS QUINTANILLA


MAJA DE MADRID. Organizado por nuestro querido colega el diario vespertino “El Alcázar”, se ha celebrado un concurso para elegir la “Maja de Madrid” entre los doce distritos de la capital. Miles de muchachas concurrieron a este magno certamen, cuya finalidad era exaltar, de forma noble y sincera, el tipismo madrileño y la belleza de sus mujeres. Las doce majas elegidas fueron presentadas al juraco seleccionador, cuya presidenta honoraria es Sarita Montiel. Resultó elegida la maja presentada por el distrito del Retiro, señorita Mari Conchi Mahor, de dieciséis años de edad. Al festival celebrado en el cine Chueca concurrieron las más famosas estrellas y actores de la cinematografía nacional: Elisa Montés, Sarita Montiel, Mari Luz Galicia, Asunción Sancho, Carmen Sevilla –que impuso la banda a la ganadora-, Rubén Rojo, Vicente Parra…, que hicieron patente su admiración a la señorita Mahor y elogios del éxito de “El Alcázar”, diario que ha ofrecido gentilmente a Madrid su Maja. 


LA JOVEN Y BELLÍSIMA actriz española Sarita Montiel fue obsequiada por la firma Helene Curtis con un lote de sus mundialmente famosos productos para el cuidado y embellecimiento del cabello, durante la gran fiesta que se celebró en el cine Chueca, en la que se nombró la “Maja de Madrid”. He aquí dos nombres de fama internacional que representan la belleza, elegancia y distinción. Una gentileza de Helene Curtis.



EL RECORTE CCCLXX

 Preferencias (muy lícitas) aparte, lo cierto es que Sara Montiel es la reina indiscutible del cine español. Y así fue desde el estreno del "Último cuplé". Treinta años después fue invitada a París a celebrar el aniversario. En este reportaje de Semana, 18 de marzo de 1987, vemos a la diva recordando y tratada como lo que siempre fue: una gran estrella. 


Esta semana cumple

cincuenta y nueve años

SARA MONTIEL,

treinta años después de

“El último cuplé”

*“Doscientas mil pesetas me pagaron por aquella película, cuya productora ganó más de quinientos millones de la época”

*“Soy un mito, lo cual es difícil de sobrellevar”

*“Quiero volver al cine, del que estoy apartada desde 1974, con un guión adecuado a mi edad, que me guste”


Sara Montiel cumple cincuenta y nueve años esta semana, pocos días después de que en París festejara las ocho primaveras de su hija, Thais, como informamos en nuestro pasado número. En la capital francesa Sara Montiel fue homenajeada por la primera cadena de la Televisión gala. Actuó en directo en la emisión “Acteur Studio”, que presenta los lunes Frederick Mitterrand, sobrino del presidente de la República, y grabó varias canciones y entrevistas para “La chance aux chansons”, programa diario en el que la estrella invitada durante esta semana, de lunes a viernes, es nuestra internacional artista manchega, a la que se le ha recordado ahora en el país vecino al cumplirse el treinta aniversario de “El último cuplé” (que en Francia se estrenó con el título de “Valencia”) y uno menos de “La violetera”, que es su película más conocida allí.

Sara volvió a rememorar sus viejos éxitos: “Colón 24”, “Frú, frú”, “Es mi hombre”, “La Madelón”, “Caracola”, “Bésame mucho”, “Nostalgias”… Coincidió en el estudio de la televisión con Georges Moustaki, que intervenía en el mismo programa junto a su compañera, Marta Contreras.

En el espacio de los lunes que anima Frederick Mitterrand Sara Montiel no vaciló en confesar:

-Soy parte de la historia del cine español y de los años finales del Hollywood glorioso, los que van desde 1950 a 1960. Soy un mito, lo que es difícil de sobrellevar, por lo que siempre tengo que estar a tono con el mito.


Sara Montiel grabando una canción para un espacio de la televisión francesa, que esta semana, de lunes a viernes, está dedicado a nuestra compatriota. Al fondo puede verse un cartel de "La violetera", su mayor éxito.

La primera vez que Sara Montiel se puso ante las cámaras fue en 1944. Todavía Enrique Herreros, publicista y dibujante excepcional, no la había bautizado artísticamente con el sobrenombre que la convertiría en estrella.

-No es fácil durante treinta años seguir llamándose Sara Montiel –nos dice la artista.

La época de la censura cinematográfica no se le ha olvidado:

-Daba la impresión de que entonces las actrices de cine no teníamos ni ombligo, ni busto, ni piernas, porque no nos dejaban enseñar nada. “Será que tiene unas piernas feas”, podía pensar la gente. Y hasta los títulos de algunas de mis películas tuvieron que ser alterados, porque por ejemplo, “Cabaretera” era una palabra inmoral para la censura y tuvimos que obligarnos a titular “Pecado de amor”.

“EL ÚLTIMO CUPLÉ”

En mayo de 1957 se estrenó “El último cuplé”, de Juan de Orduña. Fue un éxito inesperado. Volvían a ponerse de moda las canciones que a principios de siglo habían popularizado Raquel Meller y otras glorias de la época. Sara Montiel, que acababa de regresar a España después de su etapa americana, no aceptó que nadie cantara las canciones de la película (los productores querían que Lilián de Celis la doblara en los cuplés) y logró un éxito sin precedentes:

-Estuvo año y medio proyectándose diariamente en el cine Rialto, de Madrid. En el cine Gaumont, de los Campos Elíseos, de París, se mantuvo cincuenta y siete semanas. Había costado tres millones de pesetas y Cifesa, que antes de que se terminara la filmación compró a Orduña los derechos porque no tenía dinero para concluirla, ganó más de quinientos millones de entonces.

-¿Y tú, Sara, cuánto percibiste?

-Doscientas mil pesetas nada más.


Con Francis López, compositor de la mayoría de los éxitos de Luís Mariano.

“SORAYA RECORDABA MIS PELÍCULAS”

Durante su reciente estancia en París Sara Montiel saludó a la ex emperatriz Soraya en el club de Olivia Valére:

-Yo la conocía desde que hace tres años acude todos los veranos a Mallorca, donde tiene alquilado un chalé en Porto Andraitx. Tenemos amigos comunes. El año pasado dimos un almuerzo en su honor. Soraya recordó mis películas, la mayoría de las cuales había visto en Irán, cuando estaba casada con el sha.

Sara estuvo una noche en Les Bains, un restaurante-discoteca que ahora está de moda en París, aunque sea un sitio más bien “cutre” que hasta no hace mucho era un local medio abandonado que en tiempos sirvió de baños públicos. Sara saludó a Roman Polanski ruante unos minutos, que se hallaba en otro rincón de la sala. En homenaje a nuestra compatriota, además del embajador de España en París, don Juan Durán Lóriga, acudieron Frederick Mitterrand, la veterana cantante Patachou (que ahora vive en Montecarlo y acaba de cantar en la película recién estrenada “Rumba”), Francoise Arnoul, aquella deliciosa protagonista del filme “La chat”, y Jacqueline Danno, actriz dramática que ahora también canta.

Se organizó una pequeña fiesta de carnaval, y Sara, pasada la medianoche, bailó una samba con su marido, Pepe Tous, al que, por cierto, recuerda María Asquerino en su libro de “Memorias”, que aparece estos días, como uno de sus antiguos amores:

-No me molesta que María, encantadora mujer, recuerde que un día nos quisimos.

Nuestra estancia en París culminó con otra cena a la que acudió Sara Montiel nada más terminar su actuación en el programa televisivo de Frederick Mitterrand. Era la una de la madrugada cuando Sara llegó a Espace Pierre Cardin, un edificio que el célebre modista compró hace años y en el que instaló un estudio de grabación y un restaurante, al que acuden generalmente personalidades de la vida artística parisiense, sobre todo actores que a esa avanzada hora ya han terminado su función. Por ejemplo, Sara pudo saludar allí a Jean Pierre-Aumont (que estuvo casado con la legendaria María Montez) junto a su segunda esposa, Marisa Pavan (hermana de la llorada Ana María Pier Angeli).

Entre los amigos que tomaron asiento en la mesa de Sara se hallaba Francis López, popular compositor de aquellas operetas que nuestro Luís Mariano mantuvo en cartel años y años en el teatro Châtelet y que ahora ha estrenado otro espectáculo, “Fandango”, para Rudy Hirigoyen, continuador del estilo de Mariano.


Sara baila una samba con su marido, Pepe Tous -que lleva el rostro cubierto con un antifaz-, en la fiesta de carnaval ofrecida en su honor en un local de moda en París.

“QUIERO VOLVER AL CINE”

Sara tiene previsto viajar a Belgrado uno de estos días para asistir a un festival y para actuar en la Televisión yugoslava. Luego marchará a Argentina. Y cuando regrese a España preparará las galas que ha de cumplir en verano.

-También quiero volver al cine, si encuentro un guión adecuado a mi edad, que me interese. Pilar Miró también me ha hablado de un proyecto en televisión. Y Méndez-Laite estudia la posibilidad de que se me dé un homenaje por los treinta años de “El último cuplé”. Desde que hice “Varietés”, con Bardem, en 1972, prácticamente vivo retirada del cine, aunque en 1974 rodara “Cinco almohadas para una noche”. Pero repito que sigo considerando mi retirada desde esa película que dirigió Juan Antonio.

Sara, mito, es distinta a la María Antonia Abad Fernández que conocen sus amigos. Por eso no vacila en autodefinirse así:

-Soy una mujer sencilla, sin dobleces, que siempre digo lo que pienso.

 

Manuel ROMAN

Fotos Juan GALLEGO,

enviados especiales.



LA FOTO CCCLXX


Sara Montiel, por casa, a fines de los años '50.