Vida de la nueva Lady España (I)
Sara Montiel
LA PEQUEÑA MARIA ANTONIA
El éxito ha llevado a esta actriz nacida en Campo de
Criptana, Ciudad Real, a triunfar en otros países y otras tierras. La
inolvidable intérprete de ‘El último cuplé’ es noticia de nuevo ante su
inminente elección como Lady España. Antena Semanal ofrece aspectos inéditos y
personales de la vida de esta mujer bella por excelencia, que cuenta con miles
de admiradores que tararean sus canciones de ayer y hoy y recuerdan sus éxitos
en el mundo del cine y del espectáculo.
Manchega
internacional, pocas cosas quedan por decir y menos demostrar de la valía de
esta mujer magnífica, polifacética y sensual. Su proclamación como Lady España
1991, un galardón con el que han sido honradas mujeres como Nuria Espert, Tita
Cervera o la duquesa Cayetana de Alba, supone un reconocimiento a una
trayectoria artística que ya ha dejado el nombre de Sara en muchos corazones.
Mujer sin edad –uno de sus mejor guardados secretos- , actriz, cantante y lo
que se tercie, este premio hace saltar una vez más su nombre a la palestra de
la actualidad. A sus –dicen- 63 años, hoy como ayer, Sara Montiel sigue en la
brecha.
En la calle
General Peñaranda de Campo de Criptana, provincia de Ciudad Real, en pleno
corazón de La Mancha, María Antonia Abad Fernández vino al mundo un 10 de marzo
de 1928. Su padre, Isidoro Abad, era un real mocetón que conquistaba a las
mujeres con tan solo mirarlas, de ahí que antes de marcharse a cumplir con sus
deberes militares se enredase en lazos amorosos con una muchacha llamada Loreto
Gómez, a la que dejó embarazada.
En la mili, Isidoro se enteró de que su hijo
había nacido muerto. Ya de regreso en su pueblo, el mocetón se casó con su
novia, más por complacer a su familia y a la de ella que por gusto propio.
Durante los pocos años que duró el matrimonio, la felicidad fue completa;
tuvieron tres hijos, pero las complicaciones del último parto acabaron con la
vida de la esposa.
Se quedó, pues,
Isidoro Abad, El Duerme, viudo y con
tres niños de corta edad. Las dificultades propias de aquellos años de
revueltas y paro obrero se hicieron aún más penosas ante la angustiosa
necesidad de atender correctamente a sus retoños ahora que la madre no estaba
para darles el cariño y la dedicación necesarios. Isidoro, agobiado antes las
obligaciones, decidió buscar una mujer con la que casarse, para que cuidase no
sólo de sus hijos sino también de él. Y la encontró en Argamasilla. Se llamaba
María Vicenta Fernández, era soltera y tenía un hijo de diez años, fruto del
forzamiento sufrido por parte de uno de los caciques del pueblo.
María Vicenta,
conocida con el sobrenombre de La
Peinadora, por dedicarse a peinar y cortar el pelo a las mujeres de
Argamasilla, era una mujer de gran belleza y con un corazón de oro, a la que
todos apreciaban. Por eso no es extraño que verla Isidoro y enamorarse
locamente de ella fuese todo uno. Y un buen día se casa con ella en secreto y
regresa al pueblo con la nueva esposa.
Sara ha sido musa de artistas y modelo de inspiración de pintores y escultores.
Las cosas, sin
embargo, no resultaron como él deseaba. Su madre, a la que la vida había
tratado con suma dureza, no podía admitir en su casa a una nuera que tenía un
hijo de soltera. Aún así, merced a las súplicas de Isidoro, transigió bajo la
condición de que no tuviese más descendencia. Así le practicaron un aborto. De
nada valió que María Vicenta llorara y suplicara. Su suegra se mantuvo
inflexible: ‘Lo pactado es lo pactado.
Estás en mi casa por mi hijo, pero no quiero un nieto tuyo’.
María Vicenta
fue sometida a un ancestral sistema abortivo que le costó la vida a millares de
mujeres: la introducción de una planta abortiva, el perejil, en la vagina. En
una habitación desconocida, sujetada por un grupo de mujeres sobre una cama
desvencijada, María Vicenta contempló la labor de aquel grupo de señoras con
estupor y, simplemente, se dejó hacer.
El dolor es
lacerante y sus gritos suenan desgarradores en la estancia. Sufre hemorragias,
convulsiones… hasta se queda sin sentido. Cuando vuelve en sí, ‘ya está todo hecho’. Al rato regresa,
con el rostro blanco como la cera, a Campo de Criptana, acompañada por su madre
política, una mujer envejecida prematuramente por el abandono de su marido, una
mujer que es posible que la odie a muerte.
Ya en casa,
enfrente de su marido, una mirada de dolor e impotencia se cruza entre ambos: ‘No hay nada que hacer, todo está perdido’,
parece decirle ella. La ilusión del nacimiento de aquel hijo parece haberse
desvanecido. Pero la vida sigue y hay que afrontarla con todas las penurias e
infelicidades.
Pasan las
semanas y un día, cuando Isidoro llega a casa, es llamado sigilosamente por su
mujer. ‘Isidoro –dice emocionada María Vicenta, señalándole el estómago-, aquí
hay algo que se mueve’. Y es que, una vez más, el método del perejil, que tan
mal rato la había hecho pasar, había fallado. Aquello, que ellos consideraron
como un signo de que Dios quiere que ese hijo nazca, les hace ser fuertes. Y
cuando la madre de Isidoro monta en cólera por el fallo de sus propósitos, su
hijo le planta cara y le dice: ‘Madre, el
niño va a nacer, se ponga usted como se ponga’.
No es un niño el
que nace, sino una chiquilla maravillosa, de grandes ojazos, que, con el
tiempo, se convertirá en un mito de la cinematografía hispana: María Antonia
Abad Fernández, más conocida como Sara Montiel.
La pequeña
Antonia, menuda y dicharachera, va creciendo sana y fuerte. Parece como si
todos los hados del destino se hubiesen confabulado para proteger y cuidar a
aquella muñeca a la que una abuela torturada por los sufrimientos trató de
negar el derecho a la vida. Los primeros años de Antonia transcurren en un
ambiente pobre, pero feliz. Ella sólo se da cuenta de que tiene unos padres
maravillosos que la adoran. Es la niña mimada de la casa y de sus otras
hermanas, Elpidia y Ángeles, fruto del anterior matrimonio de su progenitor.
Las relaciones
de los padres de Antonia con su abuela siguen, a pesar de los años, tensas.
Sara recuerda a su abuela –que fallecería nonagenaria- como “una mujer autoritaria, muy hermosa, que había sufrido
mucho a raíz del abandono de su padre cuando era niña y después al convertirse
en sedimento de la amargura de su madre”.
Cuando Antonia cuenta
siete años, sus padres, buscando nuevos horizontes para su vida, abandonan
Campo de Criptana y se trasladan a Orihuela, en Alicante. Allí Isidoro Abad
encontrará trabajo como encargado de unos almacenes de venta de vino al por
mayor. Primero se van él y su hijo mayor, y a renglón seguido, Antonia y su
hermana Elpidia.
María Vicenta,
la madre, se queda en Campo de Criptana con sus otros dos hijos y la espera de
dar a luz. Tuvo otro niño, al que bautizarán con el nombre de Tomás, y que
fallecería en Orihuela a los once meses de edad, recién comenzada por aquel
entonces la Guerra Civil española.
En Orihuela,
patria chica del gran poeta Miguel Hernández, comienzan los años adolescentes
de María Antonia Abad. No pudo disfrutarlos demasiado debido a una guerra
irracional que acabó con la vida de más de un millón de españoles y de la que
ella, como otros tantos niños, fue testigo presencial.
En la ciudad
alicantina, María Antonia canta para los soldados del Frente Popular y para las
Brigadas Internacionales. En su casa ayuda a los suyos y le escribe a su
hermano José, que a sus quince años está en el frente, con la denominada ‘quinta del biberón’. Cuando éste
regresa a Orihuela para disfrutar de cualquier permiso, María Antonia es la
encargada de despiojarlo y de lavarle la ropa llena de sudor y polvo.
Un día, Antonia,
que se encuentra en su casa lavando ropa, siente un gran jolgorio en la calle. “Al principio me
asusté –recuerda- , creyendo que ocurría algo grave, pero muy pronto me di
cuenta de que era algo diferente, porque las lágrimas de las mujeres se
mezclaban con las risas de los hombres. Un grito de júbilo se escapó de docenas
de gargantas: ‘¡La guerra ha terminado!’. Yo me sumé a aquella alegría sin
saber a ciencia cierta en aquellos momentos su verdadero significado. Cuando mi
padre me lo explicó, entonces sí que salté de contento, ya que ello significaba
que mi hermano José volvería a casa”.
La pequeña Antonia, aquí con dos añitos de edad, era una chiquilla fotogénica y llena de vida.
María Antonia, recién llegada a Madrid, comenzó a promocionarse con el nombre de María Alejandra.
El final de la
guerra lo celebra la familia Abad yendo al cine. Asisten en el Novedades a la
proyección de un filme protagonizado por la bellísima y exótica actriz mexicana
Dolores del Río. La experiencia hace a Sara “soñar de verdad. Pensé que yo también podía ser
protagonista de una historia como aquella. Y me vi convertida en una estrella
de la talla de aquella maravillosa mujer que era Dolores del Río. Creo que
viendo aquella película se fraguó mi destino artístico”.
A los trece
años, María Antonia Abad se convierte en mujer y se enamora. Él se llamaba
Rodolfo y era hijo de los marqueses de Arneve. “Entre nosotros –puntualiza la
actriz- sólo
hubo un beso, símbolo de un amor todo pureza, como puede serlo el de los
adolescentes que comienzan a despertar a la vida. Por lo bonito que fue aún lo
recuerdo con cariño y nostalgia”.
Las cosas no
transcurren demasiado bien para Isidoro Abad en la postguerra. Además, para
colmo de males, enferma y el dinero se acaba, con lo que, una vez más, la
penuria hace acto de presencia en la familia. María Antonia, que sigue cantando
estupendamente y cuenta con el apoyo de sus vecinos y amigos, decide, pese a su
juventud, probar fortuna en el mundo de la canción para ayudar económicamente a
su familia.
“Como a mí me gustaba mucho el
flamenco –apunta
la estrella- ,
que muy pocas personas saben que yo comencé cantando flamenco, cantaba por
soleares, seguiriyas, martinetes y tarantos. Es decir, por el cante grande.
Aprendí unas saetas y en aquél primer
año que se celebró la Semana Santa en Murcia me presente a cantarlas. La gente
decía: ‘Pero, ¿quién es esa niña?’ ‘Es la del Isidoro’. Y así, un poco por
necesidad, y otro poco por capricho, seguí cantando hasta el año 44, en que se
celebró el concurso de Cifesa en Madrid”.
María Antonia
viaja a la capital de España representando a Alicante. El concurso tiene lugar
en el parque madrileño de El Retiro y la manchega se lo lleva de calle y gana.
El premio consiste en estudiar en el Conservatorio, dirigido a la sazón por Ana
Martos, y 500 pesetas mensuales.
“Ese dinero –explica María
Antonia- se
lo mandaba, por supuesto, a mis padres, porque yo me quedé en Madrid, viviendo
en casa de don Ángel Ezcurra y doña Pura Carrillo, que fueron los que me
llevaron a Valencia primero y a Madrid después y a los que quise como a unos
verdaderos padres”.
Un día aparece
en una revista ilustrada una fotografía de María Antonia Abad hecha por Gyenes
y todo el mundo se pregunta quién es aquella escultural muchacha de ojos verdes
y pecho que comienza a apuntar opulencia. Cuenta la actriz que, gracias a esa
pequeña publicidad, comenzó su ascendente carrera artística.
En Campo de Criptana, la casa donde nació Sara tiene una lápida conmemorativa en su fachada.
“Me llamaron de Filmófono –dice- porque se
dijeron: ‘Si es como aparece en la fotografía, nos sirve para una película’.
Por poco no les sirvo, por ser menor de edad y tener que representar el papel
de una mujer enamorada, ya que la censura era muy drástica para estas cosas. No
olvidaré nunca que me llevaron a casa de Rosa Zabala, me cambiaron el tono del
pelo y me enseñaron a vestirme y a utilizar zapatos de tacón. Permisos a mis
padres, a mis padrinos, recomendaciones de todo el mundo… Y, por fin, hice la película.
Se titulaba ‘Empezó en boda’, con Fernando Fernán Gómez, muy jovencito también
y tan buen actor como ahora. De ahí pasé al cine, definitivamente; fui haciendo
papelitos, unas veces mejores y otras
peores, hasta que en 1948 me encomendaron el personaje de la princesa Aldara en
‘Locura de amor’.
Sus padres, que
han vuelto a Campo de Criptana, acuden a Madrid al estreno de la cinta. Por
entonces, María Antonia deja el piso de los Ezcurra y se instala en otro,
propiedad de éstos, en la plaza de Callao, con Fina, la chica que don Ángel y
su esposa han puesto a su disposición para cuidar de ella.
En su adolescencia, la belleza de la manchega sirvió para que la contrataran para su primera película importante.
Por estos
tiempos surge en su vida Quique Herreros, auténtico Pigmalión de artistas. No
le gusta para nada el nombre de María Antonia Abad o el de María Alejandra, que
utilizó anteriormente en una película. Le busca otro que le resulte más sonoro.
Un día, leyendo un libro, saltó de sopetón y le dijo: “Ya te he encontrado apellido artístico,
Montiel. Suena magníficamente. Ahora me falta el nombre”.
Y en otra ocasión
hojeando la Biblia, le dice: “No busquemos más, aquí está tu nombre, Sara. Sí, a
partir de ahora te llamarás Sara Montiel y, si me haces caso, el mundo pronto
comenzará a hablar de ti”.
Las representaciones de Sara en el escenario siempre han estado cargadas de fuerza, sensualidad y una presencia arrolladora.
Quique Herreros, pigmalión de artistas, fue quien sustituyó el nombre artístico de María Antonia por el de Sara Montiel.
Cuando todo se
presenta ante Sarita Montiel hermosamente prometedor, sus bellos ojos vuelven a
anegarse de lágrimas. Una puñalada trapera de la vida se hunde profundamente en
su corazón: su bienamado hermano José, aquel que siendo un niño de quince años
había luchado en la guerra, aquel que llegaba a su casa lleno de piojos y con
el uniforme manchado de barro y sangre, fallecía víctima de una enfermedad que
cercenaba en aquellos tiempos de pobreza la vida de muchos jóvenes:
tuberculosis. José no pudo ver triunfar a su hermana.
Texto: ANGELA MARISCAL
Fotos: EFE y ARCHIVO
En este mismo número de la revista aparece un reportaje titulado "A toda máquina. Así son los yates de los famosos". Nuestra estrella es incluida. Esto es lo que aparece de ella:
UNA LADY ESPAÑA MUY MARINERA
Hace escasas
fechas se conoció la noticia de que Sara Montiel iba a ser la nueva ‘Lady
España’, sucediendo así en la lista de esta prestigiosa nominación a la gran
actriz Nuria Espert. Sara posee un yate anclado en el Puerto de Mallorca, su
residencia habitual. Suele navegar en familia, junto a Pepe Tous y sus hijos.
EL RECORTE CXXXVI
En realidad el título de 'Lady España' no fue para nuestra diva sino un reconocimiento más. Esó sí, venía en una época de enorme popularidad para ella: 'Sara y punto', 'Ven al paralelo'.... y los sonados homenajes en Campo de Criptana y en Madrid por la Academia de Cine. Ella se prestó a posar para la revista Lecturas, en su número de 17 de Enero de 1992, con los trajes típicos regionales de España. Vean que todos le sientan bien....
La artista posó en exclusiva con
distintos trajes populares
SARA MONTIEL
una “Lady” para todos los españoles
Sara derrocha alegría y buen humor a pesar del
cambio continuo de trajes complicados y difíciles de manejar. Son servidumbres
de la fama que conlleva el ser “Lady” España y representar en su persona a las
mujeres de este país. Algo que Sara hace con un orgullo y una satisfacción que
se le nota en la mirada.
El pasado día 21
de noviembre, la actriz y cantante Sara Montiel fue nombrada “Lady” España. Con
motivo de tan importante acontecimiento, la artista nos recibió en su casa y
posó vestida con diferentes trajes regionales como símbolo de las tierras a las
que por un año representará conforme al galardón recibido.
De los muchos
trajes regionales y típicos de España algunos no son lucidos por Sara, debido a
diversas razones. Asturianos, vascos, riojanos o canarios no pueden ver vestida
con sus trajes a Sara Montiel aunque también los lleva en su corazón. No
obstante los que sí están son una buena muestra de la inmensa variedad, riqueza
e imaginación que ponen en los vestidos los artesanos españoles.
Sara luce una figura envidiable
Como se aprecia
en las imágenes, la nueva “Lady España” luce una figura envidiable. Explica que
ha adelgazado 16 kilos –su peso actual de de 57-, que usa la talla 42 y que se
siente en forma.
-Sara, ¿qué ha
supuesto este galardón, uno más en tu carrera?
-El
nombramiento de “Lady España” me ha dado mucha energía y quiero dar las gracias
a todos lo que me votaron. Siempre he dicho que los premios quiero recibirlos
en vida, y soy de las que reconocen que es importante sentirse homenajeado.
Este galardón, en concreto, me ha hecho muy feliz porque contiene un
significado no sólo profesional, también humano, como mujer, esposa, madre,
artista…
Le pedimos a
Sara que, a medida que posa con cada traje, nos mencione qué recuerdos le trae
cada uno, ya que, según sus palabras: ‘Conozco
España palmo a palmo, de Norte a Sur y de Este a Oeste, he actuado por toda la
geografía, por eso, es un orgullo poder pasear el título de “Lady España”.
MANCHEGA
“¡Qué
puedo decir de este traje si La Mancha es mi tierra! Soy manchega por los
cuatro costados. Mamá nació en Argamasilla de Alba, que es ‘ese lugar de La
Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme’, que decía El Quijote. Yo nací en
Campo de Criptana, pueblo del que soy hija predilecta. El Ayuntamiento me cedió
un molino de cinco siglos de antigüedad y allí tengo mi museo. Me es difícil
hablar de mis raíces, pero sé que todos los que me vean vestida de manchega me
entenderán”.
GALLEGA
“A
Galicia voy todos los veranos a casa de unos amigos. Es una tierra mágica, la
conozco muy bien. Allí he rodado ‘La mujer perdida’ y ‘Esa mujer’; he actuado
en casi todas las localidades. Este vestido es sobrio y luminoso, me encanta el
contraste del color burdeos con el negro, y la blusa tan sencilla y tan bonita.
Incluso no se me dan mal las muñeiras”.
LAGARTERANA
“¡Fíjate
en la riqueza de este traje, en los bordados dorados, en el rojo vivo del paño
de la falda, en los avalorios…! Tiene un atractivo enorme, me siento muy
favorecida con él. Es una obra de arte. Los bordados son a mano, como hacían
las lagarteranas, que vendían sus trajes típicos por los pueblos”.
GOYESCA
“Como
su propio nombre indica, es el traje de la época de Goya, mi pintor preferido,
el mejor que ha existido y existe. Es el vestido que utilizaba el pueblo, por
eso me identifico con este traje tan hermoso, porque yo también soy una mujer
de tierra adentro, con orígenes humildes”.
MALLORQUINA
“Vestirme
de mallorquina es algo que me hacía especial ilusión no sólo por estar casada
con un mallorquín, sino porque vivo a caballo entre esa maravillosa isla de
Mallorca y la ciudad de Madrid. El vestido resulta elegante y favorecedor al
rostro porque aniña la cara y me veo con una expresión muy dulce”.
EXTREMEÑA
“Creo
que este hermoso traje refleja perfectamente el carácter de los extremeños, que
son personas gentiles, amables, y muy cariñosas. Me encanta el contraste entre
la oscuridad del vestido y los vivos colores del sombrero. La última vez que
estuve en Extremadura fue hace dos años, durante el rodaje de la película ‘Esa
mujer’, y no estoy de acuerdo con quienes dicen que es una tierra olvidada:
todo el que conozca sus paisajes no podrá olvidarlos jamás”.
MADRILEÑA
“¡Hombre!
Si yo soy la violetera, qué más voy a decir. Este vestido me viene como anillo
al dedo. Con él me hice famosa en el mundo entero, creo que vestida de chulapa
he contribuido a una parte de la historia del cine que recuerdo con la mayor de
las alegrías. Madrid es también mi ciudad favorita, la que más quiero, y la
mujer madrileña, de la que llevo con orgullo el traje, es una mujer castiza e
irrepetible”.
CATALANA
“Siempre
he amado a Cataluña y me he sentido en ella como en casa, y cuando estrené allí
‘Sara més que mai’ (Sara más que nunca) en el 86, me siento agradecidísima con
la gente que tan bien se ha portado conmigo y nunca olvidaré las atenciones que
tuvieron para con mi persona en el trágico incendio del hotel en mayo del 87”.
MAÑA
“Este
traje es precioso, me gusta el escote triangular, el tejido tan suave, las
flores de colores bordados sobre negro. De Zaragoza tengo buenos recuerdos;
cuando se estrenó ‘El último cuplé’ fue tanta la expectación, que hasta el
entonces príncipe Juan Carlos, que estudiaba allí, pidió permiso para venir a
verme”.
VALENCIANA
“Desde
que en marzo de 1977 me hicieran Fallera de Honor del Pilar quería volver a
ponerme este traje tan rico y espectacular, el traje de la huerta, para
devolver el honor que me hicieron entonces. No hay una sola mujer a la que no
le siente bien este traje con su alegría y feminidad”.
ANDALUZA
“Siempre
he dicho que me gustaría estar vestida de sevillana todo el día y saber cantar
flamenco. Nunca olvidaré la canción de ‘La caracola’, que canté hace tiempo por
soleares a la guitarra. El traje de andaluza es uno de los más hermosos que
existen en el mundo.
Laura Domingo
Fotos: EFE
LA FOTO CXXXVI
Nuestra "Lady España" 1991, nuestra adorada estrella, madura y bella, fotografiada a finales de los '80.
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