sábado, 28 de septiembre de 2013

ANTENA SEMANAL - 4 de Agosto de 1991 - España


Vida de la nueva Lady España (I)
Sara Montiel
LA PEQUEÑA MARIA ANTONIA
El éxito ha llevado a esta actriz nacida en Campo de Criptana, Ciudad Real, a triunfar en otros países y otras tierras. La inolvidable intérprete de ‘El último cuplé’ es noticia de nuevo ante su inminente elección como Lady España. Antena Semanal ofrece aspectos inéditos y personales de la vida de esta mujer bella por excelencia, que cuenta con miles de admiradores que tararean sus canciones de ayer y hoy y recuerdan sus éxitos en el mundo del cine y del espectáculo.

Manchega internacional, pocas cosas quedan por decir y menos demostrar de la valía de esta mujer magnífica, polifacética y sensual. Su proclamación como Lady España 1991, un galardón con el que han sido honradas mujeres como Nuria Espert, Tita Cervera o la duquesa Cayetana de Alba, supone un reconocimiento a una trayectoria artística que ya ha dejado el nombre de Sara en muchos corazones. Mujer sin edad –uno de sus mejor guardados secretos- , actriz, cantante y lo que se tercie, este premio hace saltar una vez más su nombre a la palestra de la actualidad. A sus –dicen- 63 años, hoy como ayer, Sara Montiel sigue en la brecha.
En la calle General Peñaranda de Campo de Criptana, provincia de Ciudad Real, en pleno corazón de La Mancha, María Antonia Abad Fernández vino al mundo un 10 de marzo de 1928. Su padre, Isidoro Abad, era un real mocetón que conquistaba a las mujeres con tan solo mirarlas, de ahí que antes de marcharse a cumplir con sus deberes militares se enredase en lazos amorosos con una muchacha llamada Loreto Gómez, a la que dejó embarazada.
En la mili, Isidoro se enteró de que su hijo había nacido muerto. Ya de regreso en su pueblo, el mocetón se casó con su novia, más por complacer a su familia y a la de ella que por gusto propio. Durante los pocos años que duró el matrimonio, la felicidad fue completa; tuvieron tres hijos, pero las complicaciones del último parto acabaron con la vida de la esposa.
Se quedó, pues, Isidoro Abad, El Duerme, viudo y con tres niños de corta edad. Las dificultades propias de aquellos años de revueltas y paro obrero se hicieron aún más penosas ante la angustiosa necesidad de atender correctamente a sus retoños ahora que la madre no estaba para darles el cariño y la dedicación necesarios. Isidoro, agobiado antes las obligaciones, decidió buscar una mujer con la que casarse, para que cuidase no sólo de sus hijos sino también de él. Y la encontró en Argamasilla. Se llamaba María Vicenta Fernández, era soltera y tenía un hijo de diez años, fruto del forzamiento sufrido por parte de uno de los caciques del pueblo.
María Vicenta, conocida con el sobrenombre de La Peinadora, por dedicarse a peinar y cortar el pelo a las mujeres de Argamasilla, era una mujer de gran belleza y con un corazón de oro, a la que todos apreciaban. Por eso no es extraño que verla Isidoro y enamorarse locamente de ella fuese todo uno. Y un buen día se casa con ella en secreto y regresa al pueblo con la nueva esposa.


Sara ha sido musa de artistas y modelo de inspiración de pintores y escultores. 

Las cosas, sin embargo, no resultaron como él deseaba. Su madre, a la que la vida había tratado con suma dureza, no podía admitir en su casa a una nuera que tenía un hijo de soltera. Aún así, merced a las súplicas de Isidoro, transigió bajo la condición de que no tuviese más descendencia. Así le practicaron un aborto. De nada valió que María Vicenta llorara y suplicara. Su suegra se mantuvo inflexible: ‘Lo pactado es lo pactado. Estás en mi casa por mi hijo, pero no quiero un nieto tuyo’.
María Vicenta fue sometida a un ancestral sistema abortivo que le costó la vida a millares de mujeres: la introducción de una planta abortiva, el perejil, en la vagina. En una habitación desconocida, sujetada por un grupo de mujeres sobre una cama desvencijada, María Vicenta contempló la labor de aquel grupo de señoras con estupor y, simplemente, se dejó hacer.
El dolor es lacerante y sus gritos suenan desgarradores en la estancia. Sufre hemorragias, convulsiones… hasta se queda sin sentido. Cuando vuelve en sí, ‘ya está todo hecho’. Al rato regresa, con el rostro blanco como la cera, a Campo de Criptana, acompañada por su madre política, una mujer envejecida prematuramente por el abandono de su marido, una mujer que es posible que la odie a muerte.
Ya en casa, enfrente de su marido, una mirada de dolor e impotencia se cruza entre ambos: ‘No hay nada que hacer, todo está perdido’, parece decirle ella. La ilusión del nacimiento de aquel hijo parece haberse desvanecido. Pero la vida sigue y hay que afrontarla con todas las penurias e infelicidades.
Pasan las semanas y un día, cuando Isidoro llega a casa, es llamado sigilosamente por su mujer. ‘Isidoro –dice emocionada María Vicenta, señalándole el estómago-, aquí hay algo que se mueve’. Y es que, una vez más, el método del perejil, que tan mal rato la había hecho pasar, había fallado. Aquello, que ellos consideraron como un signo de que Dios quiere que ese hijo nazca, les hace ser fuertes. Y cuando la madre de Isidoro monta en cólera por el fallo de sus propósitos, su hijo le planta cara y le dice: ‘Madre, el niño va a nacer, se ponga usted como se ponga’.
No es un niño el que nace, sino una chiquilla maravillosa, de grandes ojazos, que, con el tiempo, se convertirá en un mito de la cinematografía hispana: María Antonia Abad Fernández, más conocida como Sara Montiel.
La pequeña Antonia, menuda y dicharachera, va creciendo sana y fuerte. Parece como si todos los hados del destino se hubiesen confabulado para proteger y cuidar a aquella muñeca a la que una abuela torturada por los sufrimientos trató de negar el derecho a la vida. Los primeros años de Antonia transcurren en un ambiente pobre, pero feliz. Ella sólo se da cuenta de que tiene unos padres maravillosos que la adoran. Es la niña mimada de la casa y de sus otras hermanas, Elpidia y Ángeles, fruto del anterior matrimonio de su progenitor.
 “Yo era muy alegre y cantarina –dice Sara-. Tenía muy buena memoria y cantaba todas aquellas canciones que oía en la radio. Era muy intuitiva y me hacía mis versiones particulares. La gente me decía: ‘Ahí está cantando la hija de Isidoro El Duerme. ¡Qué bien lo hace la condenada!’ Y así era. Yo tenía muy buen oído musical y eso me serviría muchos años después para llegar a triunfar en el mundo de la canción con mi voz”.
Las relaciones de los padres de Antonia con su abuela siguen, a pesar de los años, tensas. Sara recuerda a su abuela –que fallecería nonagenaria- como “una mujer autoritaria, muy hermosa, que había sufrido mucho a raíz del abandono de su padre cuando era niña y después al convertirse en sedimento de la amargura de su madre”.
Cuando Antonia cuenta siete años, sus padres, buscando nuevos horizontes para su vida, abandonan Campo de Criptana y se trasladan a Orihuela, en Alicante. Allí Isidoro Abad encontrará trabajo como encargado de unos almacenes de venta de vino al por mayor. Primero se van él y su hijo mayor, y a renglón seguido, Antonia y su hermana Elpidia.
María Vicenta, la madre, se queda en Campo de Criptana con sus otros dos hijos y la espera de dar a luz. Tuvo otro niño, al que bautizarán con el nombre de Tomás, y que fallecería en Orihuela a los once meses de edad, recién comenzada por aquel entonces la Guerra Civil española.
En Orihuela, patria chica del gran poeta Miguel Hernández, comienzan los años adolescentes de María Antonia Abad. No pudo disfrutarlos demasiado debido a una guerra irracional que acabó con la vida de más de un millón de españoles y de la que ella, como otros tantos niños, fue testigo presencial.
En la ciudad alicantina, María Antonia canta para los soldados del Frente Popular y para las Brigadas Internacionales. En su casa ayuda a los suyos y le escribe a su hermano José, que a sus quince años está en el frente, con la denominada ‘quinta del biberón’. Cuando éste regresa a Orihuela para disfrutar de cualquier permiso, María Antonia es la encargada de despiojarlo y de lavarle la ropa llena de sudor y polvo.
Un día, Antonia, que se encuentra en su casa lavando ropa, siente un gran jolgorio en la calle. “Al principio me asusté –recuerda- , creyendo que ocurría algo grave, pero muy pronto me di cuenta de que era algo diferente, porque las lágrimas de las mujeres se mezclaban con las risas de los hombres. Un grito de júbilo se escapó de docenas de gargantas: ‘¡La guerra ha terminado!’. Yo me sumé a aquella alegría sin saber a ciencia cierta en aquellos momentos su verdadero significado. Cuando mi padre me lo explicó, entonces sí que salté de contento, ya que ello significaba que mi hermano José volvería a casa”.


La pequeña Antonia, aquí con dos añitos de edad, era una chiquilla fotogénica y llena de vida.

María Antonia, recién llegada a Madrid, comenzó a promocionarse con el nombre de María Alejandra. 

El final de la guerra lo celebra la familia Abad yendo al cine. Asisten en el Novedades a la proyección de un filme protagonizado por la bellísima y exótica actriz mexicana Dolores del Río. La experiencia hace a Sara “soñar de verdad. Pensé que yo también podía ser protagonista de una historia como aquella. Y me vi convertida en una estrella de la talla de aquella maravillosa mujer que era Dolores del Río. Creo que viendo aquella película se fraguó mi destino artístico”.
A los trece años, María Antonia Abad se convierte en mujer y se enamora. Él se llamaba Rodolfo y era hijo de los marqueses de Arneve. “Entre nosotros –puntualiza la actriz- sólo hubo un beso, símbolo de un amor todo pureza, como puede serlo el de los adolescentes que comienzan a despertar a la vida. Por lo bonito que fue aún lo recuerdo con cariño y nostalgia”.
Las cosas no transcurren demasiado bien para Isidoro Abad en la postguerra. Además, para colmo de males, enferma y el dinero se acaba, con lo que, una vez más, la penuria hace acto de presencia en la familia. María Antonia, que sigue cantando estupendamente y cuenta con el apoyo de sus vecinos y amigos, decide, pese a su juventud, probar fortuna en el mundo de la canción para ayudar económicamente a su familia.
“Como a mí me gustaba mucho el flamenco –apunta la estrella- , que muy pocas personas saben que yo comencé cantando flamenco, cantaba por soleares, seguiriyas, martinetes y tarantos. Es decir, por el cante grande. Aprendí unas saetas y en aquél  primer año que se celebró la Semana Santa en Murcia me presente a cantarlas. La gente decía: ‘Pero, ¿quién es esa niña?’ ‘Es la del Isidoro’. Y así, un poco por necesidad, y otro poco por capricho, seguí cantando hasta el año 44, en que se celebró el concurso de Cifesa en Madrid”.
María Antonia viaja a la capital de España representando a Alicante. El concurso tiene lugar en el parque madrileño de El Retiro y la manchega se lo lleva de calle y gana. El premio consiste en estudiar en el Conservatorio, dirigido a la sazón por Ana Martos, y 500 pesetas mensuales.
“Ese dinero –explica María Antonia- se lo mandaba, por supuesto, a mis padres, porque yo me quedé en Madrid, viviendo en casa de don Ángel Ezcurra y doña Pura Carrillo, que fueron los que me llevaron a Valencia primero y a Madrid después y a los que quise como a unos verdaderos padres”.
Un día aparece en una revista ilustrada una fotografía de María Antonia Abad hecha por Gyenes y todo el mundo se pregunta quién es aquella escultural muchacha de ojos verdes y pecho que comienza a apuntar opulencia. Cuenta la actriz que, gracias a esa pequeña publicidad, comenzó su ascendente carrera artística.


En Campo de Criptana, la casa donde nació Sara tiene una lápida conmemorativa en su fachada. 

“Me llamaron de Filmófono –dice- porque se dijeron: ‘Si es como aparece en la fotografía, nos sirve para una película’. Por poco no les sirvo, por ser menor de edad y tener que representar el papel de una mujer enamorada, ya que la censura era muy drástica para estas cosas. No olvidaré nunca que me llevaron a casa de Rosa Zabala, me cambiaron el tono del pelo y me enseñaron a vestirme y a utilizar zapatos de tacón. Permisos a mis padres, a mis padrinos, recomendaciones de todo el mundo… Y, por fin, hice la película. Se titulaba ‘Empezó en boda’, con Fernando Fernán Gómez, muy jovencito también y tan buen actor como ahora. De ahí pasé al cine, definitivamente; fui haciendo papelitos, unas veces mejores y  otras peores, hasta que en 1948 me encomendaron el personaje de la princesa Aldara en ‘Locura de amor’.
Sus padres, que han vuelto a Campo de Criptana, acuden a Madrid al estreno de la cinta. Por entonces, María Antonia deja el piso de los Ezcurra y se instala en otro, propiedad de éstos, en la plaza de Callao, con Fina, la chica que don Ángel y su esposa han puesto a su disposición para cuidar de ella.


En su adolescencia, la belleza de la manchega sirvió para que la contrataran para su primera película importante. 

Por estos tiempos surge en su vida Quique Herreros, auténtico Pigmalión de artistas. No le gusta para nada el nombre de María Antonia Abad o el de María Alejandra, que utilizó anteriormente en una película. Le busca otro que le resulte más sonoro. Un día, leyendo un libro, saltó de sopetón y le dijo: “Ya te he encontrado apellido artístico, Montiel. Suena magníficamente. Ahora me falta el nombre”.
Y en otra ocasión hojeando la Biblia, le dice: “No busquemos más, aquí está tu nombre, Sara. Sí, a partir de ahora te llamarás Sara Montiel y, si me haces caso, el mundo pronto comenzará a hablar de ti”.


Las representaciones de Sara en el escenario siempre han estado cargadas de fuerza, sensualidad y una presencia arrolladora. 


Quique Herreros, pigmalión de artistas, fue quien sustituyó el nombre artístico de María Antonia por el de Sara Montiel. 

Cuando todo se presenta ante Sarita Montiel hermosamente prometedor, sus bellos ojos vuelven a anegarse de lágrimas. Una puñalada trapera de la vida se hunde profundamente en su corazón: su bienamado hermano José, aquel que siendo un niño de quince años había luchado en la guerra, aquel que llegaba a su casa lleno de piojos y con el uniforme manchado de barro y sangre, fallecía víctima de una enfermedad que cercenaba en aquellos tiempos de pobreza la vida de muchos jóvenes: tuberculosis. José no pudo ver triunfar a su hermana.

Texto: ANGELA MARISCAL
Fotos: EFE y ARCHIVO


En este mismo número de la revista aparece un reportaje titulado "A toda máquina. Así son los yates de los famosos". Nuestra estrella es incluida. Esto es lo que aparece de ella:


UNA LADY ESPAÑA MUY MARINERA
Hace escasas fechas se conoció la noticia de que Sara Montiel iba a ser la nueva ‘Lady España’, sucediendo así en la lista de esta prestigiosa nominación a la gran actriz Nuria Espert. Sara posee un yate anclado en el Puerto de Mallorca, su residencia habitual. Suele navegar en familia, junto a Pepe Tous y sus hijos.


EL RECORTE CXXXVI
En realidad el título de 'Lady España' no fue para nuestra diva sino un reconocimiento más. Esó sí, venía en una época de enorme popularidad para ella: 'Sara y punto', 'Ven al paralelo'.... y los sonados homenajes en Campo de Criptana y en Madrid por la Academia de Cine. Ella se prestó a posar para la revista Lecturas, en su número de 17 de Enero de 1992, con los trajes típicos regionales de España. Vean que todos le sientan bien....


La artista posó en exclusiva con distintos trajes populares
SARA MONTIEL
una “Lady” para todos los españoles
Sara derrocha alegría y buen humor a pesar del cambio continuo de trajes complicados y difíciles de manejar. Son servidumbres de la fama que conlleva el ser “Lady” España y representar en su persona a las mujeres de este país. Algo que Sara hace con un orgullo y una satisfacción que se le nota en la mirada.

El pasado día 21 de noviembre, la actriz y cantante Sara Montiel fue nombrada “Lady” España. Con motivo de tan importante acontecimiento, la artista nos recibió en su casa y posó vestida con diferentes trajes regionales como símbolo de las tierras a las que por un año representará conforme al galardón recibido.
De los muchos trajes regionales y típicos de España algunos no son lucidos por Sara, debido a diversas razones. Asturianos, vascos, riojanos o canarios no pueden ver vestida con sus trajes a Sara Montiel aunque también los lleva en su corazón. No obstante los que sí están son una buena muestra de la inmensa variedad, riqueza e imaginación que ponen en los vestidos los artesanos españoles.

Sara luce una figura envidiable
Como se aprecia en las imágenes, la nueva “Lady España” luce una figura envidiable. Explica que ha adelgazado 16 kilos –su peso actual de de 57-, que usa la talla 42 y que se siente en forma.
-Sara, ¿qué ha supuesto este galardón, uno más en tu carrera?
-El nombramiento de “Lady España” me ha dado mucha energía y quiero dar las gracias a todos lo que me votaron. Siempre he dicho que los premios quiero recibirlos en vida, y soy de las que reconocen que es importante sentirse homenajeado. Este galardón, en concreto, me ha hecho muy feliz porque contiene un significado no sólo profesional, también humano, como mujer, esposa, madre, artista…
Le pedimos a Sara que, a medida que posa con cada traje, nos mencione qué recuerdos le trae cada uno, ya que, según sus palabras: ‘Conozco España palmo a palmo, de Norte a Sur y de Este a Oeste, he actuado por toda la geografía, por eso, es un orgullo poder pasear el título de “Lady España”.


MANCHEGA
“¡Qué puedo decir de este traje si La Mancha es mi tierra! Soy manchega por los cuatro costados. Mamá nació en Argamasilla de Alba, que es ‘ese lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme’, que decía El Quijote. Yo nací en Campo de Criptana, pueblo del que soy hija predilecta. El Ayuntamiento me cedió un molino de cinco siglos de antigüedad y allí tengo mi museo. Me es difícil hablar de mis raíces, pero sé que todos los que me vean vestida de manchega me entenderán”.


GALLEGA
“A Galicia voy todos los veranos a casa de unos amigos. Es una tierra mágica, la conozco muy bien. Allí he rodado ‘La mujer perdida’ y ‘Esa mujer’; he actuado en casi todas las localidades. Este vestido es sobrio y luminoso, me encanta el contraste del color burdeos con el negro, y la blusa tan sencilla y tan bonita. Incluso no se me dan mal las muñeiras”.

LAGARTERANA
“¡Fíjate en la riqueza de este traje, en los bordados dorados, en el rojo vivo del paño de la falda, en los avalorios…! Tiene un atractivo enorme, me siento muy favorecida con él. Es una obra de arte. Los bordados son a mano, como hacían las lagarteranas, que vendían sus trajes típicos por los pueblos”.


GOYESCA
“Como su propio nombre indica, es el traje de la época de Goya, mi pintor preferido, el mejor que ha existido y existe. Es el vestido que utilizaba el pueblo, por eso me identifico con este traje tan hermoso, porque yo también soy una mujer de tierra adentro, con orígenes humildes”.


MALLORQUINA
“Vestirme de mallorquina es algo que me hacía especial ilusión no sólo por estar casada con un mallorquín, sino porque vivo a caballo entre esa maravillosa isla de Mallorca y la ciudad de Madrid. El vestido resulta elegante y favorecedor al rostro porque aniña la cara y me veo con una expresión muy dulce”.


EXTREMEÑA
“Creo que este hermoso traje refleja perfectamente el carácter de los extremeños, que son personas gentiles, amables, y muy cariñosas. Me encanta el contraste entre la oscuridad del vestido y los vivos colores del sombrero. La última vez que estuve en Extremadura fue hace dos años, durante el rodaje de la película ‘Esa mujer’, y no estoy de acuerdo con quienes dicen que es una tierra olvidada: todo el que conozca sus paisajes no podrá olvidarlos jamás”.

MADRILEÑA
“¡Hombre! Si yo soy la violetera, qué más voy a decir. Este vestido me viene como anillo al dedo. Con él me hice famosa en el mundo entero, creo que vestida de chulapa he contribuido a una parte de la historia del cine que recuerdo con la mayor de las alegrías. Madrid es también mi ciudad favorita, la que más quiero, y la mujer madrileña, de la que llevo con orgullo el traje, es una mujer castiza e irrepetible”.


CATALANA
“Siempre he amado a Cataluña y me he sentido en ella como en casa, y cuando estrené allí ‘Sara més que mai’ (Sara más que nunca) en el 86, me siento agradecidísima con la gente que tan bien se ha portado conmigo y nunca olvidaré las atenciones que tuvieron para con mi persona en el trágico incendio del hotel en mayo del 87”.


MAÑA
“Este traje es precioso, me gusta el escote triangular, el tejido tan suave, las flores de colores bordados sobre negro. De Zaragoza tengo buenos recuerdos; cuando se estrenó ‘El último cuplé’ fue tanta la expectación, que hasta el entonces príncipe Juan Carlos, que estudiaba allí, pidió permiso para venir a verme”.


VALENCIANA
“Desde que en marzo de 1977 me hicieran Fallera de Honor del Pilar quería volver a ponerme este traje tan rico y espectacular, el traje de la huerta, para devolver el honor que me hicieron entonces. No hay una sola mujer a la que no le siente bien este traje con su alegría y feminidad”.

ANDALUZA
“Siempre he dicho que me gustaría estar vestida de sevillana todo el día y saber cantar flamenco. Nunca olvidaré la canción de ‘La caracola’, que canté hace tiempo por soleares a la guitarra. El traje de andaluza es uno de los más hermosos que existen en el mundo.
Laura Domingo
Fotos: EFE


LA FOTO CXXXVI


Nuestra "Lady España" 1991, nuestra adorada estrella, madura y bella, fotografiada a finales de los '80.


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