NUESTRA PORTADA
Sarita Montiel ocupa una vez más la portada de
nuestra revista. La guapísima actriz acaba de empezar el rodaje de “La
violetera” y ha tenido la gentileza de enviarnos, con algunas fotos de cinta,
este magnífico primer plano. Por otra parte, hemos de consignar el éxito que ha
tenido la publicación de su biografía en nuestras páginas. Sarita Montiel está
de moda. Justificadísimo. Porque además de guapa es una excelente artista.
CUENTA SU VIDA
María Antonia Abad se convierte en Sara Montiel. –
“Yo era una niña muy repipi”
En los trenes
que llegan a Madrid desde todos los puntos de España no sólo viajan novios de
provincias, hombres de negocios y alcaldes de pueblo que traen en un papelito
anotadas las gestiones que piensan realizar en ministerios y despachos. En los
trenes que llegan a Madrid cada día viene una niña, con un lazo tieso –como una
gran mariposa disecada en lo alto de la cabeza-, de la mano de su madre o un
muchacho que viaja solo y a solas con sus pensamientos y que de vez en cuando
silba suavemente una alegre, ingenua e intrascendente cancioncilla.
Nadie se detiene
a mirar los millares de esos muchachos que inician la aventura de su vida en la
capital como si apostasen todo cuanto tienen a un solo paño y de una única
jugada.
Cada mañana o
cada noche se inician una, dos, tres… ¡quién sabe cuántas pequeñas historias!
Desde el
muchacho que salta del estribo de un departamento abrazado a un violín, hasta la
niña que lleva bajo el brazo un método de solfeo de Eslava.
Un día, hace
todavía muy pocos años, una niña de medias blancas con borlas y ojos muy vivos
entró por la Gran Vía como llega un creyente a La Meca.
-Mamá,
fíjate cuántos cines. ¡Aquí sí que no se pueden ver todas las películas en un
día!
La niña había
llegado aquella misma mañana de Orihuela para participar en un concurso de
canciones organizado por Cifesa en el Retiro.
-Me
vistieron con un traje negro de terciopelo y al adelantarme hacia el público
tropecé y me caí; entonces yo me levanté muy seria, como si eso de caerse fuese
costumbre, me sacudí las manos y canté mi cancioncita, la que me llevaba mejor
sabida.
-¿Y que cantó
usted, Sarita?
-Aquello
de “la morena de mi copla”. ¿No sabe usted cuál? Dice: “Julio Romero de Torres
pintó a la mujer morena…” Éramos treinta concursantes. Como se podrá ver había
mucha competencia.
La niña que
había venido de Orihuela casi casi con un melón debajo del brazo se ganó el
primer premio del concurso de canciones.
-¿Cómo
te llamas niña? –le
preguntó Bobby Deglané ante los micrófonos.
-María
Antonia Abad Fernández.
-¡Qué
bonito nombre! ¡Pero si tienes nombre de reina! ¿Y de dónde eres tú?
-De
Campo de Criptana, pero vivo en Orihuela.
-Muy
bien; perfectamente. Aquí tenemos la más esperanzadora promesa artística de la
provincia de Ciudad Real, donde tan buenos amigos conservo.
Fue avisado el
padre de la muchacha para firmar el contrato que le ofrecía la casa productora
Cea, que consistía en costear durante un tiempo determinado los gastos de
estudio en Madrid.
-La
subvención consistía en quinientas pesetas mensuales, que entonces era una
cantidad considerable, y una institutriz para que me acompañase, ya que mi
padre requería cuidados porque ya estaba algo enfermo y mi madre había tenido
que volver a Orihuela.
LA VIOLETERA
Estamos en los
Estudios Cea, donde se está rodando “La Violetera”. Sarita está sentada ante un
velador de mármol, en un “music-hall” de principios de siglo.
Enrique Herreros
habla con la madre de Sarita Montiel, que está sentada en una silla plegable.
Es una dama de buen empaque.
-Enrique,
¿cómo se llama este sitio en la película?
-Salón
Bolero.
-¡Qué
mono!. ¿verdad? ¡Salón Bolero!
En el Salón
Bolero hay unos corredores a modo de palcos en cuyas balaustradas se apoyan los
caballeros del cuello alto y las castizas de mangas de jamón. Están terminando
la toma.
-Sarita, que no
te retires porque te vamos a hacer fotografías.
-¡Que
no quiten la luz!
-Pero,
hombre, acérquese usted más, que parece que me tiene usted miedo. Así, como que
estamos hablando, ¿no es verdad? ¡Diga usted que sí!
Al fondo del
estudio están hacinados decorados que han utilizado o que van a utilizar.
Enrique Herreros ha conseguido, para que podamos hablar cómodamente, dos sillas
plegables junto a una estufa eléctrica.
Lleva Sarita un
vestido verde de larga cola, con un jubón de terciopelo negro. Su doncella, al
pasar, le ha colocado un chal azulenco con bordados de hilo de plata.
-Bueno,
pues con aquellas quinientas pesetas con que me subvencionó Cifesa me quedé en
Madrid para ir al Conservatorio. Allí estudié declamación con doña Anita
Martos, hija del ministro don Cristino Martos.
-¿Y qué hacía
usted, Sarita, además de estudiar declamación con doña Anita Martos?
-Iba
al cine. Bueno, mejor podría decir que vivía en el cine. Me llevaba un
bocadillo de jamón y me llenaba los bolsillos del vestido de pipas.
Benito Perojo
habla en francés con un viejo actor. Sarita firma fotografías para sus
compañeros de reparto.
-Sarita,
que vamos a empezar.
Sarita se
desprende del chal al pasar. Pisa el pitillo. Salta tubos de goma y se agacha,
escabulléndose como un gato entre los trípodes de dos enormes focos.
Desde la cámara
a la nariz de Sarita extienden una cinta métrica; luego le arriman un enorme fotómetro.
Un muchacho les
grita a los figurantes de los cuellos altos y las mangas de jamón.
-Aprovechen
a fumar, señores; saquen los pitillos y muevan los labios, pero sin hablar.
El muchacho
reparte cigarrillos “Peninsulares”.
La “script”, con
un sueter azul, un pañuelo anudado al cuello y unos estrechos pantalones de
franela se acerca al plató con su guión acribillado de anotaciones en rojo.
Benito Perojo
dialoga con un grupo de actores.
El de la
chaqueta sale con su cartel y dice, poniéndoselo delante de su nariz, a Sarita
Montiel:
-Violetera,
506 y 507, segunda.
Una vez dicho
esto, es de la chaqueta se agacha y sale arreando. El director del film,
Amadori, con el bolsillo de la chaqueta lleno de estilográficas y lápices de
plata, grita:
-¡Silencio,
cá… ma… ra…, rueden!
La toma dura
pocos minutos. Un tipo pequeñín, desde el fondo del estudio lanza bocanadas de
incienso.
-¿Se ha fijado
usted que huele a catedral?
-¡Claro,
hombre, es que están incensando! Así se produce el ambiente cargado del “Salón
Bolero”. Sí se produjese humo de verdad no habría quien parase aquí.
Vuelve Sarita a
abandonar el plató.
-Yo
era una niña muy repipi. Cifesa me mandó a Barcelona para hacerme unas pruebas.
Juan de Orduña fue quien me dirigió. Recuerdo que por primera vez en mi vida me
pintaron las uñas para aquellas pruebas. Yo no sabía lo que era pintarme nada.
No veas, Enrique, cómo me aproveché. Me ponía las manos en la cara y en el
cuello y llené todas las pruebas de manos. ¡No faltaba más! ¡Tenía que lucir
mis manos! Las pruebas las hice declamando “La santa virreina” de Pemán.
Un pitillo para
Sarita. Estamos otra vez sentados.
-Cuando
regresé a Madrid me llevaron a casa de Gyenes para hacerme unas fotografías.
Gyenes llamó por teléfono al director Ladislao Vajda, y le dijo: “Vente por mi
estudio, que está aquí una muchacha que quizá te interese para la película”.
Fue Vajda al
estudio. Vio a la muchacha. La película que iba a rodar se titulaba “Te quiero
para mí”.
-El
papelito era muy gracioso, de colegiala traviesa. Eso me iba muy bien, porque
yo era muy repipi y muy avispada.
La revista
“Semana” publicó en la portada una de las fotografías de Sarita hecha por
Gyenes.
-Era
una fotografía que yo creía de mujer fatal. Me había puesto un escote así, de
dos deditos, y a mí me parecía que quedaba muy vampiresa. ¡Pobrecita de mí! La
fotografía apareció con el nombre de María Alejandra.
Filmófono
preparaba “Empezó en boda”.
-Enrique
Herreros vio la fotografía de “Semana”… Herreros se ríe.
-Yo
creí que se trataba de una muchacha mayor, por lo menos de veinte años. La
mandé llamar a mi despacho, y cuál no sería nuestra sorpresa al ver que era una
niña con calcetines y trenzas, con una cara de colegiala…
-¡Pobrecita
de mí, Enrique! ¡Si es que de verdad era una niña! ¡Cómo no iba a llevar
trenzas si debía tener catorce años!
-Nosotros
de dijimos: “Bueno, niña: vete a casa, di que te vistan de mujer y vuelve”.
-¡Ya
lo creo que me vestí de mujer! Fui a casa, cogí un vestido de terciopelo de la
señorita de compañía, me puse tacones y me peiné así para arriba: ¡Qué
vampiresa me encontraba yo!
COMO CAMBIO DE NOMBRE
Enrique Herreros
le dice a Sarita que me cuente cómo empezó la competencia de Sarita Montiel.
-Eso
fue una cosa muy bonita tuya, Enrique. Estaba yo rodando en Aranjuez –explica Sarita,
dirigiéndose a mí- cuando llegó Enrique muy serio y
me dijo: “Oye, niña, ya no eres la estrella más joven. Ha salido estos días una
estrella de la que se hablará mucho”. Yo me quedé muy preocupada. Entonces
Enrique me dijo: “Esa estrella que ha surgido se llama Sarita Montiel y ha
nacido en Campo de Criptana”. Desde entonces me llamé Sarita Montiel.
Los figurantes
forman grupos en el estudio, aguardando el aviso de rodaje. Se han puesto el
abrigo y algunos se sientan donde pueden.
-Sarita, ¿qué
hacía usted en Madrid con su señorita de compañía?
-Vivir
en el cine, como le decía. No salía del Voy del Muñoz Seca. Me llevaba la
merienda, y ya se podía hundir el mundo… Iba todos los días al Conservatorio, a
mí clase de declamación. Doña Antia Martos me decía: “Pero niña, si con ese
acento de la provincia de Ciudad Real no puedes salir a la escena”. Entonces me
llenaba la boca de piñones y me gritaba: “Ahora habla, criatura! ¡Vamos,
habla!” Así fui dejando de comerme las eses.
En Orihuela se
habían quedado los hermanos mayores de la muchacha, rezongando de que quisiese
ser estrella de cine.
-Mis
hermanos no querían ni que me acerase al cine. Los he tenido siempre de
enemigos, porque soy la pequeña de la casa, y ¡ya sabe usted!
La “script”, con
un sueter azul, un pañuelo anudado al cuello y unos estrechos pantalones de
franela se acerca al plató con su guión acribillado de anotaciones en rojo.
Benito Perojo
dialoga con un grupo de actores.
El de la
chaqueta sale con su cartel y dice, poniéndoselo delante de su nariz, a Sarita
Montiel:
-Violetera,
506 y 507, segunda.
Una vez dicho
esto, es de la chaqueta se agacha y sale arreando. El director del film,
Amadori, con el bolsillo de la chaqueta lleno de estilográficas y lápices de
plata, grita:
-¡Silencio,
cá… ma… ra…, rueden!
La toma dura
pocos minutos. Un tipo pequeñín, desde el fondo del estudio lanza bocanadas de
incienso.
-¿Se ha fijado
usted que huele a catedral?
-¡Claro,
hombre, es que están incensando! Así se produce el ambiente cargado del “Salón
Bolero”. Sí se produjese humo de verdad no habría quien parase aquí.
Vuelve Sarita a
abandonar el plató.
-Yo
era una niña muy repipi. Cifesa me mandó a Barcelona para hacerme unas pruebas.
Juan de Orduña fue quien me dirigió. Recuerdo que por primera vez en mi vida me
pintaron las uñas para aquellas pruebas. Yo no sabía lo que era pintarme nada.
No veas, Enrique, cómo me aproveché. Me ponía las manos en la cara y en el
cuello y llené todas las pruebas de manos. ¡No faltaba más! ¡Tenía que lucir
mis manos! Las pruebas las hice declamando “La santa virreina” de Pemán.
"Los guiones, con bombones, saben mejor", parece decir Sarita Montiel.
Otra vez llaman
al plató. Corren los figurantes, componiéndose la indumentaria. Encienden los
pitillos.
-Sarita,
cuidado con la cola del vestido, que la vas arrastrando y esto está perdido de
polvo.
Sarita va hacia
el plató. Enrique Herreros entra en el estudio con una bufanda liada al cuello
y un traje marengo.
-Si
queréis acercaros a Madrid, os llevo.
Aceptamos; pero
apenas si puede uno sentarse en el coche.
-Sentaros
sobre las cartas, es igual.
Cientos de
cartas dirigidas a Sarita Montiel.
-Son
de aficionados que escriben pidiendo fotografías y autógrafos. Algunos hasta se
declaran y todo. Por Dios, no piséis ninguna que hay que contestar a todos…
El coche va
lanzado por la autopista de Barajas. Herreros está muy impresionado con el
color del cielo.
(Es un reportaje de Agencia FIEL).
(En el próximo número, III capítulo).
EL RECORTE CLXXXVI
En el Otoño de 1997, la revista Lecturas elegía a varios famosos para que dijesen cuál era su ciudad favorita. Nuestra estrella, recordando el estreno de "La violetera", evocaba Toledo como ese lugar en el que siempre le gustaba perderse.
LOS FAMOSOS NOS PRESENTAN SUS CIUDADES FAVORITAS
Para algunos es su ciudad natal, para otros no.
Pero, en cualquier caso, es el lugar donde les gusta “perderse” siempre que
pueden.
SARA MONTIEL:
“Estar en Toledo es como estar en mi casa”
Con la ciudad a su espalda, Sara recuerda sus visitas de niña y el estreno en ella de "La violetera".
Toledo, la
imperial Toledo, erguida en medio de la llanura que rodea al Tajo, es la ciudad
preferida de Sara Montiel. La famosa manchega de Campo de Criptana hablaba ya
en los años cincuenta a Clark Gable, a
James Dean y a Gary Cooper de esta ciudad sin igual. Nunca había desvelado Sara
que un día Clark Gable le hizo una confesión: “Me confesó que tenía unos parientes en
Nueva York, de origen judío sefardita, cuyos antepasados habían tenido casa en
Toledo, cerca de la Gran Sinagoga, y aún conservaban las llaves”.
SARA HA VUELTO A TOLEDO ENCANTADA
Sara ha vuelto
encantada a la ciudad donde, en el sigloVI, los reyes visigodos establecieron
su corte convirtiéndola en capital política y religiosa del reino. “Me siento
orgullosa de esta capital imperial que el mundo entero reconoce como propia”. Recuerda
Sara sus primeros viajes a esta ciudad con su familia. “Y tengo recuerdos maravillosos de mis
actuaciones aquí. Estar en Toledo es como estar en mi casa. Por ejemplo,
recuerdo el estreno “La violetera” en el Teatro Rojas, que entonces era un
cine. Se produjo un desmadre tan impresionante que tuve que refugiarme en una
casa…”.
Sara, ante una entrada de la muralla. "A esta ciudad el mundo entero la reconoce como propia".
TOLEDO, PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD
Considerada una
segunda Jerusalén en el siglo XV, Toledo fue un modelo de convivencia de
judíos, musulmanes y cristianos y Carlos V la convirtió en capital imperial.
Sus tesoros de todas las tendencias artísticas imaginables hicieron que la ciudad entera fuera declarada
Patrimonio de la Humanidad. “Siempre que recibo a mis amigos extranjeros les llevo a
Toledo”, asegura Sara Montiel.
Reportaje realizado por Europa Press
LA FOTO CLXXXVI
Bellísima en "La violetera".
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