La revista, que hace todo un repaso a los 100 años del cine español, hace estos apuntes sobre nuestra estrella:
1957
Antonia Abad, más conocida como Sarita
Montiel se convierte en el mayor mito de la historia del cine español con “El
último cuplé” de Juan de Orduña. Curiosamente el film no interesó a ningún
distribuidor y se estrenó sin bombos ni platillos. En muy poco tiempo se
convirtió en un éxito comercial en toda Hispanoamérica. En adelante, Sarita
será para siempre el símbolo del cine español en América Latina.
Antes de su avasallador triunfo en España, Sarita Montiel filmó tres películas en América. Una de ellas fue "Vera Cruz", junto al legendario Gary Cooper.
Uno de los nombres de mayor relieve por
su paso por Hollywood es el de Sarita Montiel, quien antes de consagrarse en su
país tuvo la oportunidad de protagonizar en 1956 “Veracruz”, con Gary Cooper, y
“Serenata”, bajo la dirección de Anthony Mann, con quien contrajo matrimonio.
Al año siguiente filmó “El vuelo de la flecha”, con Rod Steiger, antes de regresar
a su patria dispuesta a convertirse en la gran estrella que llegó a ser.
EL RECORTE CCXII
En Marzo de 2003, con motivo del 75 aniversario de la actriz, la revista Pronto le dedicaba su sección "Vidas Interesantes". Una reseña biográfica más sobre la incuestionable gran estrella del cine español.
VIDAS INTERESANTES
SARA MONTIEL
Actriz famosa y cupletista
La manchega más internacional cumple los 75 años en medio de la polémica. Diva de la pantalla española y famosa cupletista, su vida ha estado marcada por Hollywood, los hombres y las películas.
María Antonia
Alejandra Abad Fernández nació el 10 de marzo de 1928 en Campo de Criptana,
Ciudad Real. Su padre, Isidoro, era campesino. Antes de casarse con María
Vicenta Fernández, oriunda de Argamasilla, había contraído matrimonio con otra
joven que le dio tres hijos: Elpidia, José (que moriría de tuberculosis a los
26 años) y Ángeles. Su madre, por su parte, aportó al matrimonio un hijo,
Antonio, que tuvo de soltera.
Una vez casados,
María Vicenta quedó embarazada, pero su suegra intentó que abortase. La llevó,
a la fuerza y cuando ya estaba muy avanzada, a casa de una mujer que le
practicó un aborto. Pero no fue del todo así. María Vicenta esperaba gemelas y
una de ellas se perdió pero la otra niña nació y, con el tiempo, se convertiría
en Sara Montiel.
Su infancia,
correteando por las calles sin asfaltar de su pueblo y durmiendo en la humilde
casa de dos habitaciones en la que vivía con sus padres y hermanos, fue feliz.
A los 4 años tuvo la difteria, enfermedad que le atacó las encías y se le
cayeron todos los dientes de leche. Eso la acomplejó tanto que, aunque luego le
salió la dentadura definitiva, se habituó a no reír. Quizás por eso, aún hoy,
Sara da una imagen de estatua de piedra, lejana e insondable, con una
enigmática sonrisa que recuerda a la Gioconda.
Sara Montiel en una fotografía que muestra la espléndida belleza que la convirtió en una de las estrellas del cine español de la posguerra.
Traslado a Orihuela
A los 7 años se
trasladó junto a su familia a Orihuela (Alicante), donde su padre había
conseguido trabajo como mayorista de vinos. Su esposa, por aquel entonces, estaba
embarazada de nuevo, y tuvo el niño en Orihuela. Sin embargo, aquel bebé
moriría a los once meses, en plena Guerra Civil. De esa época, Sara recuerda el
hambre que pasó, así como un día que cantó para el hospital de sangre de
Brigadas Internacionales… Desde niña le había apasionado cantar, y lo hacía en
todas partes, hasta cuando bajaba hasta la orilla del río para fregar la
vajilla. También ayudaba al sustento familiar hilando para una modista y
haciendo alpargatas… Pero ella soñaba con ser artista.
Fabricando a una estrella
Durante la
procesión del Viernes Santo de 1941 Sarita, que por entonces tenía 13 años y
era bellísima, cantó una saeta. La familia Ezcurra se encontraba en Orihuela y
quedaron prendados de aquella niña. Ángel Ezcurra, Presidente de la Asociación
de Prensa de Valencia, propietario de Radio Mediterráneo y conectado con la
productora cinematográfica Cifesa, habló con su padre para que la dejara irse a
Valencia. Estaba convencido de que aquella adolescente tenía madera de artista,
y quería ayudarla a llegar a lo más alto. Su padre aceptó. Sabía que eso era lo
que más deseaba su hija y, bajo la promesa de que cuidaran de ella, accedió a
que los Ezcurra se llevaran a Mª Antonia a Valencia. Allí, contrataron a una
profesora para que le enseñara a leer y escribir, además de darle clases de
baile.
Izquierda, con Hugo Blanco en "Esa mujer. Arriba, en "La mujer perdida" con Giancarlo Viola, su gran amor. Derecha, con Gary Cooper en "Veracruz".
Primera película: “Te quiero para mí”
Al año
siguiente, en 1942, Cifesa convocó en Madrid un concurso nacional para jóvenes
talentos. Antonia, en representación de Valencia, ganó el primer premio: 500
pesetas al mes durante un año. Aquello fue el principio de su carrera: se
instaló en Madrid y estudió declamación para prepararse a su primer papel en
una película, titulada “Te quiero para mí”. Tras aparecer en una revista,
Enrique Herreros, de la productora Filmófono, quiso hacer de ella una estrella,
bautizándola como Sara Montiel.
Le tiñeron el
pelo, le enseñaron a maquillarse, a andar con zapatos de tacón, a usar medias…
y, cuando estuvo lista, le dieron el papel protagonista de “Empezó en boda”, donde,
junto a Fernando Fernán Gómez, interpretaba a una chiquilla que se quedaba
embarazada. Tenía 16 años y con las 7.000 pesetas que cobró compró un sombrero,
una corbata y un par de zapatos para su padre, y un jarro y unas copas de
cristal para su madre.
Por aquel
entonces un amor imposible con un científico alemán de 40 años la llevó a
intentar suicidarse saltando de un autobús en marcha. La cosa quedó en unos
rasguños y un corazón destrozado.
En 1945, Enrique
Herreros le presentó al dramaturgo Miguel Mihura. Ella se prendó de aquel
hombre culto y mayor y él se quedó fascinado ante la belleza y la inocencia de
aquella joven. Aunque fue un amor totalmente platónico, llegaron a pensar en
casarse, pero él se echó atrás en el último momento. Mihura ejerció de
Pigmalión de Sarita, enseñándole a leer bien y aconsejándole que se marchara a
América. La apoyó en todo y, en 1947, consiguió que Cifesa le diera un pequeño
papel en “Locura de Amor”.
Tuberculosis y viaje a México
El rodaje
durante el frío invierno burgalés hizo que Sara enfermara de tuberculosis.
Cuando se recuperó, Mihura le había conseguido un papel en México, y en abril
de 1950 la joven, con su madre, partió para rodar “Furia Roja”. Entre 1950 y
1955 participó allí en un total de 14 films, entre ellos “Cárcel de Mujeres”,
“Piel Canela”, “Se solicitan modelos”. Luego hizo “Veracruz”, con Gary Cooper.
En 1951, con 23
años, Sara Montiel viajó a Hollywood por primera vez. No era conocida e iba
contratada como cantante de relleno en la orquesta de Agustín Lara, entonces
casado con María Félix. Allí, tras actuar en el Teatro Million Dólar de Los
Ángeles, la ficharon para los estudios Columbia. “He
visto sus películas. Eran malas, pero de usted sabían sacar un gran talento”,
le dijo Max Arnaw, descubridor de Rita Hayworth. Le ofrecieron un contrato que
Sara no quiso firmar porque quedaba totalmente sometida a los estudios: no
podía casarse, tener hijos… ni siquiera enamorarse. Dijo “no” y, tras terminar
las actuaciones en el teatro, regresó a México.
En aquellos años
Sara conoció a Juan Plaza, miembro del Partido Comunista que, al terminar la
Guerra Civil española, se exilió en México. Plaza estaba casado, pero eso no
impidió que se enamorara de Sara, y su mujer, al enterarse de sus relaciones
con la artista, lo dejó. Aquel amor continuó hasta que, en 1954, Sara quedó
embarazada, pero aquél bebé, una niña, nació muerto a los 7 meses de gestación,
sumiendo a la artista en una profunda depresión.
Una manchega en Hollywood
En 1955 volvió a
la Meca del cine. “Veracruz” le había abierto las puertas de Hollywood y la
contrataron para rodar “Dos pasiones y un amor”, dirigida por Anthony Mann. El
director se enamoró de ella y se casaron en el hospital, “in articulo mortis”,
en marzo de 1957, después de que él sufriera un ataque al corazón. Volvieron a
casarse, cuando él se recuperó, por lo civil, el 26 de agosto de ese mismo año.
Instalada en Beverly Hills, con Joan Collins o Audrey Hepburn de vecinos, Sara
se codeó con personajes como Alfred Hitchcock, Marlon Brando y Greta Garbo.
Para entonces
Sara ya era una estrella en España. Dos años antes de su boda, en 1955, había
viajado a España y Juan de Orduña le presentó el guión de “El último cuplé”.
Costó conseguir el dinero, ya que los productores no creían que Sara pudiera
cantar. Al final, se reunió la cantidad necesaria con la condición de que la
Montiel fuera doblada en las canciones. Empezaron a rodar en 1956 en Barcelona.
Sara cobró muy poco (250 pesetas diarias). Como no había dinero para pagar a
una cantante, finalmente ella tuvo que cantar los temas de la película.
Terminado el rodaje regresó a EEUU con su marido, creyendo que sería un
desastre. Pero, en contra de las predicciones, aquella cinta (que no se libró
de la censura) fue un éxito. Arrasó en los cines y los discos con sus canciones
(“Fumando espero”, “Balancé, balancé”, “Ven y ven”) se vendieron como churros.
Sara posando con sus hijos Thais y Zeus, con los que mantiene una relación un poco tensa, y su hermana Elpidia.
“Caché” millonario para una gran estrella
Tras ese éxito,
Sara firmó un contrato con Benito Perojo para rodar 4 películas con un “cahé”
de 23 millones de pesetas por cada una: “La violetera”, “Carmen, la de Ronda”,
“Mi último tango” y “Pecado de amor”. Al acabar el rodaje de “La violetera”,
Sara volvió a Hollywood. Fue entonces cuando perdió a su segundo hijo. Estaba
de 8 meses y se cayó a la puerta de su casa. El niño murió y tuvieron que
hacerle la cesárea para extraérselo. El ginecólogo le dijo que le sería difícil
tener hijos, ya que padecía el edema de Quint. En 1958, durante una visita a
España, Franco le pidió que actuara, en el palacio de La Granja, en un acto
conmemorativo del 18 de julio.
Su matrimonio
con Mann ya no iba muy bien y Sara, que tenía 29 años, mantuvo un romance con
Maurice Ronet, su compañero de reparto en “Carmen, la de Ronda”. Tras rodar “Mi
último tango” e ir de gira por Latinoamérica, volvió a España para rodar
“Pecado de amor” y con la idea de divorciarse. En octubre de 1963, en la
embajada de EEUU, se divorció de Mann, aunque continuaron siendo buenos amigos.
En España, Sara cosechaba cada vez más éxitos. Rodó “Noches de Casablanca”, “La
dama de Beirut” y “La bella Lola”, durante cuyo rodaje mantuvo un romance con
el fotógrafo Mario Montuori, un hombre casado que no dejó a su mujer.
Matrimonio fugaz con Vicente Ramírez
Muy diferente
fue su relación con Vicente Ramírez Olalla, quien se convertiría en su segundo
marido en 1964 en Roma, aunque la artista nunca llegó a estar enamorada de
aquel hombre posesivo y machista. La ceremonia fue accidentada. El 1 de mayo,
fecha prevista para la boda, la artista se echó atrás y dejó al novio plantado
ante el altar. Pero su madre logró convencerla y se casaron al día siguiente en
régimen de separación de bienes. Tras la boda, Vicente le dijo a su esposa que
dejara el cine, a lo que ella se negó. El matrimonio fracasó estrepitosamente a
los pocos meses, y Sara encontró refugio en los brazos de Giancarlo Viola, un
joven actor italiano al que conoció en el rodaje de “La dama de Beirut”. Su
relación con Giancarlo –casado y con una hija de pocos meses, aunque su
matrimonio no funcionaba- siempre fue turbulenta y marcada por la pasión.
Sara no dudó en
dejar a su esposo, Vicente, en aras del amor que sentía por Giancarlo. Volvió a
quedar embarazada, pero de nuevo perdió el hijo que esperaba, y aquello fue el
origen de una crisis (ella, rota de dolor, lo acusó de haber sentido aquella
pérdida mucho menos que ella) que terminó en ruptura. Giancarlo decidió volver
al lecho conyugal. Sara viajó a Roma para que regresara con ella, pero él se
negó y ella tomó una sobredosis de tranquilizantes. Unos policías la
encontraron, inconsciente, tendida en medio de la calle y la llevaron a un
hospital donde le hicieron un lavado de estómago. La actriz sobrevivió y, al
darse cuenta de que podía haber muerto, recuperó las ganas de vivir.
En una imagen característica de la artista: fumándose un habano.
Desesperación por la muerte de su madre
Sara viajó a
Caracas para actuar en la televisión, Giancarlo la siguió y le rogó que le
diese tiempo para dejar a su mujer y ella accedió. Entretanto, Anthony Mann
falleció, dejándole a Sara parte de su fortuna. La artista estaba en Moscú
cuando la avisaron de que su madre estaba agonizando. Sin perder ni un momento,
tomó un avión rumbo a Madrid para estar con ella en sus últimas horas. María
Vicenta, de 73 años, falleció al día siguiente de que llegara su hija, víctima
de un cáncer de huesos. Aquello trastocó a Sara. Marujita Díaz, una buena
amiga, la vio tan mal que decidió llevársela a su casa hasta que se recuperara,
sin saber que Sara acudía al cementerio cada noche para estar con su madre.
Cuando lo descubrieron, los médicos la pusieron un tratamiento. Como lo mejor
era que trabajase, le buscaron un contrato con el Teatro de la Zarzuela, en
Madrid. Debutó en diciembre de 1969 y, gracias a aquello, superó el vacío que
sentía por la muerte de su madre. Por otro lado, sus tormentosas relaciones con
Giancarlo continuaban.
Tras rodar “Esa
mujer”, a las órdenes de Mario Camus, Sara se despidió del cine con “Varietés”,
dirigida por Juan Antonio Bardem. Posteriormente rodó una más, “Cinco almohadas
para una noche”, pero se trató de un film sin trascendencia, del que Sara
prefiere no acordarse.
Corría el año
1969 cuando le ofrecieron dos guiones más, pero aquellas propuestas no llegaron
a cuajar y Sara se dedicó a recorrer los escenarios españoles, deleitando al
público con su escultural cuerpo y las populares canciones de sus películas.
Pepe Tous, el amor más maduro de su vida
Durante uno de
esos espectáculos, en Palma de Mallorca, conoció a Pepe Tous, abogado,
propietario del periódico “Última Hora” y empresario teatral. Se enamoraron de
una forma pausada y madura. Por entonces, Sara todavía estaba con Giancarlo,
pero cuando Pepe le dijo que quería vivir con ella, se armó de valor y le dijo
al italiano que todo había acabado entre ellos.
Pepe fue el gran
amor de su vida, después de Giancarlo. Se fueron a vivir a Mallorca y, en 1979,
tras haber adoptado a Thais (nuevamente había perdido al hijo que esperaba de
Pepe), decidieron casarse por lo civil, ya que Sara todavía estaba casada por
la Iglesia con José Vicente, quien no facilitó en absoluto el proceso de
nulidad matrimonial. Al poco tiempo adoptaron a Zeus. Fueron años de felicidad
completa, en los que el matrimonio se dedicó, sobre todo, al cuidado de sus
hijos… Hasta que, en 1992, la muerte se llevó a Pepe, dejando viuda a Sara.
Tony Hernández, el joven cubano, admirador de la artista, que ha devuelto a Sara a la actualidad.
Un cubano llamado Tony Hernández
Giancarlo Viola
regresó a su vida entonces. A los 17 meses de enviudar, Sara anunció que se
casaban, pero lo cierto es que ese matrimonio no llegó a celebrarse nunca. La
pauta que habían seguido durante toda su vida, de encuentros y disputas,
continuó en este último capítulo de su romance.
Durante un viaje
a Cuba, la artista conoció a Tony Hernández, un fan incondicional 35 años menos
que ella. Tras un breve noviazgo, el 17 de octubre de 2002 contrajeron
matrimonio, por lo civil y con exclusiva millonaria de por medio, en Majadaonda
(Madrid). Thais y Zeus, en desacuerdo con su madre, no fueron al enlace. En las
últimas semanas, la artista se ha vuelto envuelta en un escándalo tras la
emisión de un reportaje en el que se denunciaba que su cuarta boda, lejos de
ser por amor, había sido puro teatro y… puro montaje.
LA FOTO CCXII
No hay comentarios:
Publicar un comentario