SARITA MONTIEL
ESTRENA PISO
La famosa
estrella Sara Montiel se encuentra estos días dando los últimos toques de
decoración a su nuevo piso, un magnífico ático con vista a la Plaza de España.
El piso, amplísimo, está todavía falto de numerosos detalles, que la actriz
quiere completar antes de emprender su nuevo viaje a América. Sara señala, en
el gran salón, la falta de alfombras, cuadros, y lámparas eléctricas.
El rincón
predilecto de la casa. A la izquierda de la fotografía, un mueble chino del
siglo XIX, verdadera maravilla de maderas preciosas y lacas, adquirido por la
estrella en Formosa. Ante el sofá, una mesa de cristal cuyos pies son dos
elefantes de rica cerámica, una de las últimas compras, hechas por la estrella
para su nuevo piso.
Uno de los más
interesantes motivos de decoración de la casa lo constituye esta puerta, cuyo
panel superior está totalmente ocupado por una preciosa y antigua laca china,
con pájaros, en relieve, de marfil. El resto de la puerta está hecha en talla
de madera, también con motivos chinos.
Finalmente, Sara
Montiel parece meditar. Hay una larga carrera de triunfos en su vida, pero
también pesadumbres, desesperanzas y sacrificios, sobre todo en sus difíciles
comienzos. La historia de Sara Montiel es la de una mujer que ha sabido
trabajar ahincadamente y que siempre ha querido dar más y más de su arte a los
espectadores. Una frase suya es: “Nunca tuve
pretensiones de Cannes ni Mostras; lo único que he querido siempre ha sido
entretener y llegar al corazón de mi público”. Sara Montiel emprenderá
viaje, dentro de un par de meses, a Brasil, para rodar la película “Samba”, en
la que junto a algunas canciones españolas, interpretará piezas del rico
folklore brasileño.
El gran espejo,
que llega hasta el suelo y se enfrenta con otro similar situado en la pared opuesta,
engrandece y da una alegría excepcional al cuarto de baño principal, decorado
con lujo y, al tiempo, con sencillez. Obsérvese el gracioso decorado que adorna
el espejo principal, así como el lujoso candelabro que ilumina parcialmente la
habitación.
La cocina,
funcional y decorativa, constituye una de las mejores muestras del “genio
creador” de Sara Montiel, que ha impuesto en el nuevo piso su sello personal.
Toda vivienda constituye un conseguido equilibrio de estilos, pero la cocina es
absolutamente moderna y práctica, pintada en azul y decorada con un “bodegón”
realizado en gresite que le da una gracia peculiar.
Otro aspecto del
salón-comedor, en el que, como en el resto de la casa, faltan todavía muchos
detalles. La mesa del fondo, cuyo tablero es de mármol con incrustaciones de
ricas piedras, tiene el principal mérito en su pie, de tres columnas de mármol
de Carrara, que quedará complementada con un aparador a juego con ella. La
pared en que se apoya Sarita es imitación a baldosas.
Dos monumentos
nacionales: Sara Montiel y, al fondo, el Real Palacio de Oriente, visto desde
la terraza posterior. La finca posee piscina para uso de los copropietarios.
Sara Montiel tiene fijada su residencia permanente en Madrid, aunque posee una
casa en Méjico y otra en Hollywood. Sara Montiel parece hallarse muy a gusto en
su nuevo domicilio y así nos lo demuestra encaramándose a la repisa del balcón,
que aunque protegida por la barandilla no deja de ser una actitud arriesgada
por parte de la actriz, quien muy a pesar del peligro se muestra muy tranquila.
(De nuestro corresponsal en Madrid, Pedro Luís
Campos Tejón. Fotos M. Cuadro en exclusiva)
EL RECORTE CCLXXXII
En 1.963 Sara Montiel estrenaba nuevo piso y presentaba al mundo a su flamante prometido: José Vicente Ramírez Olalla. Aquí una reseña del, ya también difunto, segundo y fugaz marido de la diva. Es de Gaceta Ilustrada, 28 de Octubre de 1.963.
BODA EN ENERO
SARA MONTIEL
tenía un
secreto:
JOSÉ VICENTE
Sara y José Vicente Ramírez Olalla en la terraza de un bar de Madrid.
Se casa Sara.
Bueno, se casa también José Vicente Ramírez Olalla, y como muy tarde, a
primeros del año que viene. Unos dicen que en enero, otros que en marzo.
Tampoco se sabe exactamente el lugar donde habrá de efectuarse la ceremonia.
Unos dicen que en El Escorial, otros que en la ermita bonita de una Virgen del
Norte. María Antonia Abad es de Campo de Criptana, como ustedes saben. José
Vicente Ramírez Olalla es de Bilbao: un bilbaíno legítimo, un muchacho
fenomenal y un gran corazón. Se conocieron no hace mucho. Total, un año. Fue un
día emocionante para los dos. Lo recordarán siempre. José Vicente fue invitado
a casa de unos amigos del barrio madrileño de la Florida, en la carretera de La
Coruña: “Lo
pasaremos bien –le dijeron-. Es una pequeña fiesta privada. Todos llevarnos
pareja, pero a ti te la encontraremos allí, no te preocupes”.
José Vicente
fue. Y se encontró con su pareja. La única mujer que estaba sola, como él, era
María Antonia Abad. Chente –José Vicente- había visto muchas veces a Sara
Montiel en el cine –aunque no en “El último cuplé”- y la reconoció enseguida.
Al volante de su "Seat" Ramírez Olalla es jefe de Relaciones Públicas de esta marca de automóviles - el novio se dirige, con Sara Montiel, a una 'boite' de la capital.
Desde entonces
no dejan de salir un solo día. Y de eso hace ya un año aproximadamente. A Sara,
primera estrella del cine español, ya la conocen los españoles.
En un próximo
reportaje, “G. I.” contará muchas cosas de ella. Hoy corresponde hablar de José
Vicente, de Chente. Se trata de un muchacho espléndido, que está en la frontera
de los treinta y dos años, a quien se le resisten todas las maquinillas
eléctricas y hojas de afeitar. Tiene espaldas anchas; es irónico y sentimental.
José Vicente tiene los títulos de licenciado en Derecho y en Ciencias
Económicas por la Universidad de Deusto. Habla muy bien inglés, aunque no mejor
que Sarita, según confiesa él mismo. Chente es un tío serio, un vasco auténtico
que en ningún momento quiere convertirse en el “novio de la estrella”. Es el
novio de María Antonia Abad, y ya es suficiente.
Con cariño, sin
embargo, ni melosos, Sara y Chente salen a la calle, van a los estrenos –aunque
él pasa auténticos malos ratos- bailan, cenan en algún club o en algún lugar
elegante y, todos los domingos, van a misa juntos, a una iglesia del barrio de
Quevedo donde vive Sara. Ya andan haciendo proyectos para su próximo piso, que
por lo visto lo tienen previsto en el madrileño paseo del Cisne o quizá en la
Avenida del Generalísimo, cerca de la Plaza de Castilla.
José Vicente contempla admirado a su novia, que luce el suntuoso sombrero con que aparece en uno de sus films.
La ya popular pareja en un rincón de la casa que será su hogar.
Chente no había
ido nunca a los Estudios Cea, hasta hace sólo un par de días, que fue a recoger
a Sara que se veía en las pruebas de su última película, “Samba” junto con el
director Rafael Gil. A Chente no le gustó todo el barullo que se ha armado con
lo de su próxima boda. No es de esos hombres a quienes encante el jaleo. No se
vende Ramírez Olalla a la publicidad por un plato de lentejas. Pero no tiene más
remedio que aceptar lo que ve venir. Los periodistas últimamente llaman a su
teléfono –al de Sara- le envían telegramas y hasta le montan guardia para verle
entrar o salir. Chente aguanta todo y, a veces, sonríe ladinamente como si
llevara boina, como hacen los vascos.
-Hasta
ahora no estuve enamorada jamás. Estoy escribiendo en verdad el mejor capítulo
de mi vida –dice
Sara.
Hubo flechazo y
fuego lento. Este es un amor sólido. No es el fogonazo brillante de la
“estrella” y el hombre de posición con presencia física y cuenta corriente. Es
un amor profundo y sincero y, lo que es mejor, es un amor serio, sin
tatachines, al que no se había dado publicidad precisamente por eso: “Porque
querían respetarlo en su auténtica belleza y naturalidad”. Sin embargo, tras
esta “marabunta” actual, tras esta tormenta de fotografías, de primeras
páginas, de cintas magnetofónicas, de películas, asomará la aurora sobre el
paisaje íntimo de los dos. Desde hace ya algunos meses, unos amigos sabíamos
“el romance”. Pero no quisimos “reventarlos”. Se sabe positivamente, con
arreglo a los más viejos cánones periodísticos, que un amor así, aireado, de
repente puede dar al traste con la felicidad inicial de dos personas. Pero aquí
no hay ya miedo.
Dicen por ahí
que Sara y José Vicente se han casado ya. No es cierto. A Sara le gustaría que
les echara las bendiciones Fray Justo Pérez de Urbel, que conoce muy bien a los
dos. Sara estos días anda muy nerviosa porque anda preparando sus maletas, sus
trapos, las páginas de su guión con destino a Brasil, hacia donde saldrá dentro
de muy pocos días. Chente irá a Río de Janeiro quizá a finales de año para
pasar una semana junto a Sara. Pero ahora, de momento, no. José Vicente ha de
seguir aquí, al pie del cañón en sus despachos, tanto en su profesión, como en
sus negocios de construcción y edificaciones. Casi todos los días José Vicente
escribe artículos sobre economía. Tiene un auténtico estilo periodístico en su
pluma. Tres coches en su garaje y los tres de la casa “Seat”: dos “seiscientos”
y un “mil cuatrocientos” blanco en el que se le ve ahora frecuentemente con
Sara. Hasta hace poco, los dos iban siempre en el “seiscientos”.
Ahora andan
buscando muebles, cuadros y cosas bellas para su nueva casa. Lo que no saben
seguro es dónde se van a casar y cuándo lo harán. Solamente un grupo de amigos
tendrán noticia de ello y, eso sí, cuantos fotógrafos y periodistas lo deseen;
porque los dos sienten un estupendo afecto hacia quienes llaman sus
“compañeros”. Como excelente técnico en relaciones públicas que es José
Vicente, es muy popular entre la gente de la prensa española.
La 'estrella' en su casa recientemente adquirida. Se dice que el matrimonio residirá en un nuevo piso que adquirirá en una céntrica avenida de Madrid.
A Chente le
encanta el fútbol; claro que solamente cuando juega el Atlético de Bilbao, del
que es un estupendo “hincha·. Es sólo entonces, cuando José Vicente pierde su
flema vasca y hasta se le encienden las orejas. No lleva encima ni una sortija,
ni un alfiler de corbata. Tiene un gran aire deportivo. Sara le compra las
camisas y le coloca en su sitio el nudo de la corbata. No se sabe si le canta
al propio tiempo alguna de esas canciones a media voz…
Durante muchos
días, he hablado con ellos dos de todas estas cosas. El periodista que suscribe
estaba presente en ese despacho de la calle de Ferraz donde se comunicó a Sara
y a Chente que “había sido anulado el matrimonio civil de la ‘estrella’ con
Anthony Mann, celebrado en los Estados Unidos”. Chente no dijo más. Sonreía.
Sara tenía los ojos más hermosos que nunca y le dio un beso en la mejilla. Un
beso pequeño, suave y delicado. Luego bebimos todos una botella de champaña.
La “estrella” ha
encontrado el amor. Se le nota. Se le ve. Y se entiende. A sus treinta años de
edad, Sara Montiel, ha encontrado, después de tantas historias de amor en el
cine, después de tantas lágrimas y tantos suspiros falsos, un auténtico hombre
para su vida. Y es por eso por lo que hay júbilo en el corazón de María Antonia
Abad. A pesar de todo, “estas cosas debe saberlas todo el mundo”.
Texto: TICO MEDINA
Fotos: VERDUGO
LA FOTO CCLXXXII
Acompañada en el, por entonces, recién comprado piso de Plaza España.
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