jueves, 14 de junio de 2018

LECTURAS - 19 de Julio de 1.963 - España


SARITA MONTIEL
ESTRENA PISO

La famosa estrella Sara Montiel se encuentra estos días dando los últimos toques de decoración a su nuevo piso, un magnífico ático con vista a la Plaza de España. El piso, amplísimo, está todavía falto de numerosos detalles, que la actriz quiere completar antes de emprender su nuevo viaje a América. Sara señala, en el gran salón, la falta de alfombras, cuadros, y lámparas eléctricas.


El rincón predilecto de la casa. A la izquierda de la fotografía, un mueble chino del siglo XIX, verdadera maravilla de maderas preciosas y lacas, adquirido por la estrella en Formosa. Ante el sofá, una mesa de cristal cuyos pies son dos elefantes de rica cerámica, una de las últimas compras, hechas por la estrella para su nuevo piso.


Uno de los más interesantes motivos de decoración de la casa lo constituye esta puerta, cuyo panel superior está totalmente ocupado por una preciosa y antigua laca china, con pájaros, en relieve, de marfil. El resto de la puerta está hecha en talla de madera, también con motivos chinos.


Finalmente, Sara Montiel parece meditar. Hay una larga carrera de triunfos en su vida, pero también pesadumbres, desesperanzas y sacrificios, sobre todo en sus difíciles comienzos. La historia de Sara Montiel es la de una mujer que ha sabido trabajar ahincadamente y que siempre ha querido dar más y más de su arte a los espectadores. Una frase suya es: “Nunca tuve pretensiones de Cannes ni Mostras; lo único que he querido siempre ha sido entretener y llegar al corazón de mi público”. Sara Montiel emprenderá viaje, dentro de un par de meses, a Brasil, para rodar la película “Samba”, en la que junto a algunas canciones españolas, interpretará piezas del rico folklore brasileño.


El gran espejo, que llega hasta el suelo y se enfrenta con otro similar situado en la pared opuesta, engrandece y da una alegría excepcional al cuarto de baño principal, decorado con lujo y, al tiempo, con sencillez. Obsérvese el gracioso decorado que adorna el espejo principal, así como el lujoso candelabro que ilumina parcialmente la habitación.


La cocina, funcional y decorativa, constituye una de las mejores muestras del “genio creador” de Sara Montiel, que ha impuesto en el nuevo piso su sello personal. Toda vivienda constituye un conseguido equilibrio de estilos, pero la cocina es absolutamente moderna y práctica, pintada en azul y decorada con un “bodegón” realizado en gresite que le da una gracia peculiar.


Otro aspecto del salón-comedor, en el que, como en el resto de la casa, faltan todavía muchos detalles. La mesa del fondo, cuyo tablero es de mármol con incrustaciones de ricas piedras, tiene el principal mérito en su pie, de tres columnas de mármol de Carrara, que quedará complementada con un aparador a juego con ella. La pared en que se apoya Sarita es imitación a baldosas.


Dos monumentos nacionales: Sara Montiel y, al fondo, el Real Palacio de Oriente, visto desde la terraza posterior. La finca posee piscina para uso de los copropietarios. Sara Montiel tiene fijada su residencia permanente en Madrid, aunque posee una casa en Méjico y otra en Hollywood. Sara Montiel parece hallarse muy a gusto en su nuevo domicilio y así nos lo demuestra encaramándose a la repisa del balcón, que aunque protegida por la barandilla no deja de ser una actitud arriesgada por parte de la actriz, quien muy a pesar del peligro se muestra muy tranquila.

(De nuestro corresponsal en Madrid, Pedro Luís Campos Tejón. Fotos M. Cuadro en exclusiva)


EL RECORTE CCLXXXII
En 1.963 Sara Montiel estrenaba nuevo piso y presentaba al mundo a su flamante prometido: José Vicente Ramírez Olalla. Aquí una reseña del, ya también difunto, segundo y fugaz marido de la diva. Es de Gaceta Ilustrada, 28 de Octubre de 1.963. 


BODA EN ENERO
SARA MONTIEL
tenía un secreto:
JOSÉ VICENTE

Sara y José Vicente Ramírez Olalla en la terraza de un bar de Madrid. 

Se casa Sara. Bueno, se casa también José Vicente Ramírez Olalla, y como muy tarde, a primeros del año que viene. Unos dicen que en enero, otros que en marzo. Tampoco se sabe exactamente el lugar donde habrá de efectuarse la ceremonia. Unos dicen que en El Escorial, otros que en la ermita bonita de una Virgen del Norte. María Antonia Abad es de Campo de Criptana, como ustedes saben. José Vicente Ramírez Olalla es de Bilbao: un bilbaíno legítimo, un muchacho fenomenal y un gran corazón. Se conocieron no hace mucho. Total, un año. Fue un día emocionante para los dos. Lo recordarán siempre. José Vicente fue invitado a casa de unos amigos del barrio madrileño de la Florida, en la carretera de La Coruña: “Lo pasaremos bien –le dijeron-. Es una pequeña fiesta privada. Todos llevarnos pareja, pero a ti te la encontraremos allí, no te preocupes”.
José Vicente fue. Y se encontró con su pareja. La única mujer que estaba sola, como él, era María Antonia Abad. Chente –José Vicente- había visto muchas veces a Sara Montiel en el cine –aunque no en “El último cuplé”- y la reconoció enseguida.


Al volante de su "Seat" Ramírez Olalla es jefe de Relaciones Públicas de esta marca de automóviles - el novio se dirige, con Sara Montiel, a una 'boite' de la capital. 

Desde entonces no dejan de salir un solo día. Y de eso hace ya un año aproximadamente. A Sara, primera estrella del cine español, ya la conocen los españoles.
En un próximo reportaje, “G. I.” contará muchas cosas de ella. Hoy corresponde hablar de José Vicente, de Chente. Se trata de un muchacho espléndido, que está en la frontera de los treinta y dos años, a quien se le resisten todas las maquinillas eléctricas y hojas de afeitar. Tiene espaldas anchas; es irónico y sentimental. José Vicente tiene los títulos de licenciado en Derecho y en Ciencias Económicas por la Universidad de Deusto. Habla muy bien inglés, aunque no mejor que Sarita, según confiesa él mismo. Chente es un tío serio, un vasco auténtico que en ningún momento quiere convertirse en el “novio de la estrella”. Es el novio de María Antonia Abad, y ya es suficiente.
Con cariño, sin embargo, ni melosos, Sara y Chente salen a la calle, van a los estrenos –aunque él pasa auténticos malos ratos- bailan, cenan en algún club o en algún lugar elegante y, todos los domingos, van a misa juntos, a una iglesia del barrio de Quevedo donde vive Sara. Ya andan haciendo proyectos para su próximo piso, que por lo visto lo tienen previsto en el madrileño paseo del Cisne o quizá en la Avenida del Generalísimo, cerca de la Plaza de Castilla.


José Vicente contempla admirado a su novia, que luce el suntuoso sombrero con que aparece en uno de sus films. 


La ya popular pareja en un rincón de la casa que será su hogar. 

Chente no había ido nunca a los Estudios Cea, hasta hace sólo un par de días, que fue a recoger a Sara que se veía en las pruebas de su última película, “Samba” junto con el director Rafael Gil. A Chente no le gustó todo el barullo que se ha armado con lo de su próxima boda. No es de esos hombres a quienes encante el jaleo. No se vende Ramírez Olalla a la publicidad por un plato de lentejas. Pero no tiene más remedio que aceptar lo que ve venir. Los periodistas últimamente llaman a su teléfono –al de Sara- le envían telegramas y hasta le montan guardia para verle entrar o salir. Chente aguanta todo y, a veces, sonríe ladinamente como si llevara boina, como hacen los vascos.
-Hasta ahora no estuve enamorada jamás. Estoy escribiendo en verdad el mejor capítulo de mi vida –dice Sara.
Hubo flechazo y fuego lento. Este es un amor sólido. No es el fogonazo brillante de la “estrella” y el hombre de posición con presencia física y cuenta corriente. Es un amor profundo y sincero y, lo que es mejor, es un amor serio, sin tatachines, al que no se había dado publicidad precisamente por eso: “Porque querían respetarlo en su auténtica belleza y naturalidad”. Sin embargo, tras esta “marabunta” actual, tras esta tormenta de fotografías, de primeras páginas, de cintas magnetofónicas, de películas, asomará la aurora sobre el paisaje íntimo de los dos. Desde hace ya algunos meses, unos amigos sabíamos “el romance”. Pero no quisimos “reventarlos”. Se sabe positivamente, con arreglo a los más viejos cánones periodísticos, que un amor así, aireado, de repente puede dar al traste con la felicidad inicial de dos personas. Pero aquí no hay ya miedo.
Dicen por ahí que Sara y José Vicente se han casado ya. No es cierto. A Sara le gustaría que les echara las bendiciones Fray Justo Pérez de Urbel, que conoce muy bien a los dos. Sara estos días anda muy nerviosa porque anda preparando sus maletas, sus trapos, las páginas de su guión con destino a Brasil, hacia donde saldrá dentro de muy pocos días. Chente irá a Río de Janeiro quizá a finales de año para pasar una semana junto a Sara. Pero ahora, de momento, no. José Vicente ha de seguir aquí, al pie del cañón en sus despachos, tanto en su profesión, como en sus negocios de construcción y edificaciones. Casi todos los días José Vicente escribe artículos sobre economía. Tiene un auténtico estilo periodístico en su pluma. Tres coches en su garaje y los tres de la casa “Seat”: dos “seiscientos” y un “mil cuatrocientos” blanco en el que se le ve ahora frecuentemente con Sara. Hasta hace poco, los dos iban siempre en el “seiscientos”.
Ahora andan buscando muebles, cuadros y cosas bellas para su nueva casa. Lo que no saben seguro es dónde se van a casar y cuándo lo harán. Solamente un grupo de amigos tendrán noticia de ello y, eso sí, cuantos fotógrafos y periodistas lo deseen; porque los dos sienten un estupendo afecto hacia quienes llaman sus “compañeros”. Como excelente técnico en relaciones públicas que es José Vicente, es muy popular entre la gente de la prensa española.


La 'estrella' en su casa recientemente adquirida. Se dice que el matrimonio residirá en un nuevo piso que adquirirá en una céntrica avenida de Madrid. 

A Chente le encanta el fútbol; claro que solamente cuando juega el Atlético de Bilbao, del que es un estupendo “hincha·. Es sólo entonces, cuando José Vicente pierde su flema vasca y hasta se le encienden las orejas. No lleva encima ni una sortija, ni un alfiler de corbata. Tiene un gran aire deportivo. Sara le compra las camisas y le coloca en su sitio el nudo de la corbata. No se sabe si le canta al propio tiempo alguna de esas canciones a media voz…
Durante muchos días, he hablado con ellos dos de todas estas cosas. El periodista que suscribe estaba presente en ese despacho de la calle de Ferraz donde se comunicó a Sara y a Chente que “había sido anulado el matrimonio civil de la ‘estrella’ con Anthony Mann, celebrado en los Estados Unidos”. Chente no dijo más. Sonreía. Sara tenía los ojos más hermosos que nunca y le dio un beso en la mejilla. Un beso pequeño, suave y delicado. Luego bebimos todos una botella de champaña.
La “estrella” ha encontrado el amor. Se le nota. Se le ve. Y se entiende. A sus treinta años de edad, Sara Montiel, ha encontrado, después de tantas historias de amor en el cine, después de tantas lágrimas y tantos suspiros falsos, un auténtico hombre para su vida. Y es por eso por lo que hay júbilo en el corazón de María Antonia Abad. A pesar de todo, “estas cosas debe saberlas todo el mundo”.

Texto: TICO MEDINA
Fotos: VERDUGO


LA FOTO CCLXXXII


Acompañada en el, por entonces, recién comprado piso de Plaza España. 

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