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EL RECORTE CCCXXXIV
La revista Fotogramas, 19 de Enero de 1.962, se hacía eco de lo que hizo el malogrado actor italiano, Antonio Cifariello, a su llegada a Barcelona para el rodaje de "La bella Lola".
ANTONIO CIFARIELLO
SABE DE BARCELONA MÁS QUE LOS BARCELONESES
ANTONIO CIFARIELLO ha venido a España para
interpretar, con Sara Montiel “La bella Lola”. Gran “gourmet”, aprovecha sus
viajes para hacer inventario de los mejores platos de la cocina internacional.
Y enamorado de Barcelona, nos la descubre en este reportaje en su aspecto menos
conocido: el del buen comer.
Decir que el
otro día llegó a Barcelona Antonio Cifariello, actor italiano, de quien sí se
ha hablado mucho, se hablará aún más, para actuar codo a codo con Sara Montiel,
en la interpretación de “La bella Lola”, puede que no tenga mayor importancia
como noticia que lo de certificar su confirmación. Pero añadir que para quienes
quisieron servirle de guía en la vieja ciudad se convirtió él en guía, y
descubriendo aspectos más que inéditos a los que imaginaban sabérsela de
memoria, ya es cosa que escapa a lo normal, y es eso precisamente lo que me
mueve a darle a la pluma un mínimo quehacer.
Porque resultó
así. Como, poco más o menos, ocurre con todo recién llegado, se le habló de
nuestras ruinas recién estructuradas o reconstruidas: de nuestras murallas, tan
romanas como las de la propia Roma; de nuestro gótico, más puro que el de la
lle de France, aunque –esta observación se le ocurrió al más erudito de los
nuestros- no tan suntuoso como el del milanesado; de nuestro renacimiento con
la casa del Arcediano, y aún de nuestro barroco, con la fachada de Belén.
Se lo conocía
todo tan de memoria que a alguien se le ocurrió, para abrir al “impasse” del
diálogo una salida airosa, preguntarle si, para continuarlo, no le parecía
sugestivo el que nos sentásemos en torno a la mesa de un restaurante en donde
se comiese bien.
-Pues sí. Pero a condición de que
sea yo quien les lleve.
Doy como posible
el que alguno de los amigos que le rodeábamos en aquel momento estuviese en
antecedentes. Pero doy como cosa más cierta el que en la mayor parte de
nosotros su réplica produjo un verdadero desconcierto. Desconcierto que se
multiplicó cuando, al ver que no se le ponía el menor reparo, añadió:
-Pero antes me gustaría llevarles al
lugar en que se vende el mejor, más variado y más fresco pescado del mundo.
Y como todos
andábamos de sorpresa en sorpresa, el que nos encontrásemos sin imaginarlo en
el mercado de la Boquería –realmente uno de los mercados más impresionantes del
mundo, no según nosotros, sino según lo que vienen a verlo, y que –dicho sea de
paso- debiera ser declarado monumento de interés turístico internacional-, ya
no extrañó nada. No sé, a decir verdad, si el atún, la langosta, el lenguado,
las anclas que, una hora más tarde, se nos servían en un restaurante de
Barceloneta, eran exactamente los mismos que en el mercado había elegido él.
Pero, observando a Cifariello, que los saboreaba con un deleite casi
metafísico, yo diría que sí.
Porque –esto
pudimos aclararlo en tanto cenábamos- resulta que Antonio Cifariello es uno de
los hombres más importantes de la televisión italiana, para la que pasa la
mitad de su vida dándole la vuelta al mundo para recoger documentales a diestro
y siniestro de esto y aquello, y se sirve del tiempo que le queda libre para
descubrir lo que de más vivo hay en cualquier parte (lo mismo en Marsella que
en Shanghai): los mercados, los lugares en donde se sirve lo que se vende en
los mercados y las fórmulas que se emplean para que lo que se vende en los
mercados, y se come en las “trattorie”, se convierta en cosa que se recuerda
toda la vida, para bien o para mal. Me quedé con ganas de preguntarle si
conocía el secreto de la langosta con pollo. Pero si no lo hice fue porque yo
tampoco conozco exactamente la auténtica receta y no hubiese podido
rectificarle.
Resulta, pues, y
todo esto lo fuimos deduciendo con bastante facilidad en tanto saboreábamos esa
langosta con etcétera, que Cifariello puede aspirar como pocos al “cordon
bleu”. Y es que no sólo colecciona recetas culinarias de alta cocina, sino que
las pone en práctica, y, para no olvidarlas, incluso cuando no está en su casa,
procura como ha hecho aquí (que ha alquilado un apartamento frente al hotel
Ritz), cocinar por su cuenta. Y como no es avaro en nada, lo es menos de sus
conocimientos culinarios, y no hace plato si no es para que lo compartan sus
amistades.
Por lo demás,
Cifariello es ya un español honorario, no sólo en razón de sus conocimientos
turísticos, sino también de su calidad de actor. Destacó en el inolvidable
–para los pocos que lo vimos- “Carrusel napolitano”, cinta que dio pie a
“Vacaciones en Mallorca” –en donde descubrió la famosa sopa de almendras-, a
“Margarita se llama mi amor” –que le permitió descubrir el “cocidito madrileño”-,
“Las señoritas del 09”, y otras y otras, siempre con sus consecuencias
culinarias.
Ahora, como por
lo menos permanecerá de dos a tres meses cerca del mercado de la Boquería, es
de esperar que nos entere a sus amigos de la mejor fórmula de conseguir un
“remesco” sin que el estómago se resienta. Prometemos traspasársela a ustedes,
si es que la consigo; pero –se comprende que por motivos de galantería- después
de haberla hecho degustar a Sarita Montiel, a Germán Cobos, a Luisa Maholi, a
Frank Villard, sus compañeros de aventuras en “La bella Lola”… Y también a
Alfonso Balcázar, quien, en fin de cuentas, es el hombre que ha hecho posible
que Antonio Cifariello nos descubra Barcelona desde la más sugestiva de sus
alturas: la de su cocina.
TEXTO: J. RUIZ de LARIOS
FOTOS: F. BEDMAR
LA FOTO CCCXXXIV
Una escena de "La bella Lola".
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