sábado, 1 de febrero de 2020

LES FILMS DU COEUR - 5 de Abril de 1.964 - Francia


(Pincha en las imágenes para verlas en grande)





























EL RECORTE CCCXXXIV
La revista Fotogramas, 19 de Enero de 1.962, se hacía eco de lo que hizo el malogrado actor italiano, Antonio Cifariello, a su llegada a Barcelona para el rodaje de "La bella Lola". 


ANTONIO CIFARIELLO
SABE DE BARCELONA MÁS QUE LOS BARCELONESES
ANTONIO CIFARIELLO ha venido a España para interpretar, con Sara Montiel “La bella Lola”. Gran “gourmet”, aprovecha sus viajes para hacer inventario de los mejores platos de la cocina internacional. Y enamorado de Barcelona, nos la descubre en este reportaje en su aspecto menos conocido: el del buen comer.
Decir que el otro día llegó a Barcelona Antonio Cifariello, actor italiano, de quien sí se ha hablado mucho, se hablará aún más, para actuar codo a codo con Sara Montiel, en la interpretación de “La bella Lola”, puede que no tenga mayor importancia como noticia que lo de certificar su confirmación. Pero añadir que para quienes quisieron servirle de guía en la vieja ciudad se convirtió él en guía, y descubriendo aspectos más que inéditos a los que imaginaban sabérsela de memoria, ya es cosa que escapa a lo normal, y es eso precisamente lo que me mueve a darle a la pluma un mínimo quehacer.
Porque resultó así. Como, poco más o menos, ocurre con todo recién llegado, se le habló de nuestras ruinas recién estructuradas o reconstruidas: de nuestras murallas, tan romanas como las de la propia Roma; de nuestro gótico, más puro que el de la lle de France, aunque –esta observación se le ocurrió al más erudito de los nuestros- no tan suntuoso como el del milanesado; de nuestro renacimiento con la casa del Arcediano, y aún de nuestro barroco, con la fachada de Belén.
Se lo conocía todo tan de memoria que a alguien se le ocurrió, para abrir al “impasse” del diálogo una salida airosa, preguntarle si, para continuarlo, no le parecía sugestivo el que nos sentásemos en torno a la mesa de un restaurante en donde se comiese bien.
-Pues sí. Pero a condición de que sea yo quien les lleve.
Doy como posible el que alguno de los amigos que le rodeábamos en aquel momento estuviese en antecedentes. Pero doy como cosa más cierta el que en la mayor parte de nosotros su réplica produjo un verdadero desconcierto. Desconcierto que se multiplicó cuando, al ver que no se le ponía el menor reparo, añadió:
-Pero antes me gustaría llevarles al lugar en que se vende el mejor, más variado y más fresco pescado del mundo.
Y como todos andábamos de sorpresa en sorpresa, el que nos encontrásemos sin imaginarlo en el mercado de la Boquería –realmente uno de los mercados más impresionantes del mundo, no según nosotros, sino según lo que vienen a verlo, y que –dicho sea de paso- debiera ser declarado monumento de interés turístico internacional-, ya no extrañó nada. No sé, a decir verdad, si el atún, la langosta, el lenguado, las anclas que, una hora más tarde, se nos servían en un restaurante de Barceloneta, eran exactamente los mismos que en el mercado había elegido él. Pero, observando a Cifariello, que los saboreaba con un deleite casi metafísico, yo diría que sí.


Porque –esto pudimos aclararlo en tanto cenábamos- resulta que Antonio Cifariello es uno de los hombres más importantes de la televisión italiana, para la que pasa la mitad de su vida dándole la vuelta al mundo para recoger documentales a diestro y siniestro de esto y aquello, y se sirve del tiempo que le queda libre para descubrir lo que de más vivo hay en cualquier parte (lo mismo en Marsella que en Shanghai): los mercados, los lugares en donde se sirve lo que se vende en los mercados y las fórmulas que se emplean para que lo que se vende en los mercados, y se come en las “trattorie”, se convierta en cosa que se recuerda toda la vida, para bien o para mal. Me quedé con ganas de preguntarle si conocía el secreto de la langosta con pollo. Pero si no lo hice fue porque yo tampoco conozco exactamente la auténtica receta y no hubiese podido rectificarle.
Resulta, pues, y todo esto lo fuimos deduciendo con bastante facilidad en tanto saboreábamos esa langosta con etcétera, que Cifariello puede aspirar como pocos al “cordon bleu”. Y es que no sólo colecciona recetas culinarias de alta cocina, sino que las pone en práctica, y, para no olvidarlas, incluso cuando no está en su casa, procura como ha hecho aquí (que ha alquilado un apartamento frente al hotel Ritz), cocinar por su cuenta. Y como no es avaro en nada, lo es menos de sus conocimientos culinarios, y no hace plato si no es para que lo compartan sus amistades.
Por lo demás, Cifariello es ya un español honorario, no sólo en razón de sus conocimientos turísticos, sino también de su calidad de actor. Destacó en el inolvidable –para los pocos que lo vimos- “Carrusel napolitano”, cinta que dio pie a “Vacaciones en Mallorca” –en donde descubrió la famosa sopa de almendras-, a “Margarita se llama mi amor” –que le permitió descubrir el “cocidito madrileño”-, “Las señoritas del 09”, y otras y otras, siempre con sus consecuencias culinarias.
Ahora, como por lo menos permanecerá de dos a tres meses cerca del mercado de la Boquería, es de esperar que nos entere a sus amigos de la mejor fórmula de conseguir un “remesco” sin que el estómago se resienta. Prometemos traspasársela a ustedes, si es que la consigo; pero –se comprende que por motivos de galantería- después de haberla hecho degustar a Sarita Montiel, a Germán Cobos, a Luisa Maholi, a Frank Villard, sus compañeros de aventuras en “La bella Lola”… Y también a Alfonso Balcázar, quien, en fin de cuentas, es el hombre que ha hecho posible que Antonio Cifariello nos descubra Barcelona desde la más sugestiva de sus alturas: la de su cocina.

TEXTO: J. RUIZ de LARIOS
FOTOS: F. BEDMAR


LA FOTO CCCXXXIV


Una escena de "La bella Lola". 

No hay comentarios:

Publicar un comentario