viernes, 13 de enero de 2023

MÉXICO AL DÍA - 1ªquincena de febrero de 1951 - México


La diva aparece solo en la portada y se dice de ella: La lindísima SARITA MONTIEL. Artista Hispana incorporada al Cine Nacional. Foto: R. Farías.

EL RECORTE CCCLXXI
México sería la segunda etapa de la trayectoria cinematográfica de Sara Montiel. Este artículo de Interfilms, diciembre de 1996, subraya la importancia y trascendencia de la actriz y del cine que hizo. Además, las canciones...

Leyendas

SARA

-mito-

MONTIEL

En un año de centenarias celebraciones para el cine español, la recuperación de la práctica totalidad de las bandas sonoras grabadas por Sara Montiel debe figurar entre los acontecimientos más importantes. Durante años, los discos de la estrella han sido cotizadas piezas de coleccionista que no habían llegado a conocer ediciones en CD que les hiciesen justicia. Con la reedición de estas bandas sonoras se cubre un importante vacío y se rinde merecido homenaje a nuestro mito cinematográfico más universal. 

Josef Von Sternberg, uno de los más grandes y desconocidos artistas que ha dado el cine en sus 101 años de vida, hizo cantar a Marlene Dietrich cuatro canciones en El Ángel Azul. Más por juego –y puro fetichismo de Sternberg- que por confianza en el mercado, la actriz grabó en disco el después popularísimo Ich Bin Von Kopf Bis Fuss Auf Liebe Eingestellt. En pocos días los discos se habían agotado y al no conservarse las placas matrices, Marlene Dietrich tuvo que volver a los estudios para registrar nuevamente la canción con vistas a una tirada que pudiese satisfacer todas las demandas. Desde entonces rara fue la película en la que la actriz no interpretase un par de canciones con su voz grave, densa, ronca y sensual.

En muchos aspectos la trayectoria de Sara Montiel puede compararse a la de la Dietrich. Ambas dejaron su país natal para ir a triunfar a Hollywood después de hacer previas escalas: Sara en México y Marlene en un reconocido quirófano de cirugía plástica; las dos fueron cabareteras en los films que las catapultaron a la fama; después de finalizar sus carreras cinematográficas tanto Sara como Marlene se convirtieron en solicitadísimas estrellas-cantantes en los escenarios de todo el mundo; y, por supuesto, las canciones fueron un elemento esencial de todos sus films.

Los paralelismos entre ambas diosas de la pantalla podrían serlo sus diferencias poniendo como ejemplo primordial la frialdad de la alemana ante la carnalidad de la manchega. Por supuesto, llegado el momento de escoger, para quienes hemos crecido alimentados con potajes y abadejo, aroma a laurel y ajo y sobredimensionadas rebanadas de pan bañadas con vino azucarado, la elección es clara.



Sara Montiel trajo a la España de finales de los 50 lo que necesitaba: belleza, sexo y alimento. Su belleza natural sólo se había visto en la pantalla cuando Ava Gardner o María Félix intervenían en un film. El sexo irradiaba en cada movimiento, gesto, mirada, palabra… Ya podían luchar los censores para que no enseñase las piernas o que no permaneciese demasiado tiempo tendida en la chaisse-lounge; Sara hacía un mohín al galán y de turno en la sala subía la temperatura.

Pero Sara no fue sólo la versión patria de Marilyn Monroe o Brigitte Bardot. En una España donde comer pollo era un lujo –en muchas zonas era un lujo comer y punto-, Sara Montiel fue un alimento espiritual para los millones de espectadores que reían con ella, lloraban con ella y tarareaban las canciones de su vida con ella.

Las películas de Sara, dramones que dejan en mantillas a los culebrones importados de Latinoamérica, eran disuasorias que les colocasen los cancerberos de la moral cristiana. Los hombres la deseaban; las mujeres la compadecían, la entendían y en muchos casos se identificaban con su resignación al aceptar la remisión de su pecado; los homosexuales la idolatraban, envidiaban sus vestidos de Balmain y Balenciaga tanto como los galanes que conquistaba en sus películas (en la vida real era muy diferente); las prostitutas y cabareteras encontraron en ella un espejo donde al mirarse veían un brillo de esperanza; y los niños recuperaban sus películas en cines de programa doble donde la mentalidad de los propietarios era mucho más abierta que la de quienes gobernaban.

El gran problema de Sara Montiel fue el no encontrar un Josef Von Sternberg que estuviese tras ella con constancia y un amor tan intenso como distante. A Sara le tocó convertirse en su propio Sternberg y demostrar a sus directores que ella sabía bastante más de cine que todos ellos juntos… y lo que no sabía lo aprendía con una rapidez pasmosa. ¡En cuántas ocasiones tuvo que inventarse un maquillaje, sugerir un encuadre o recomendar una iluminación!

Lógicamente esto le supuso infinitas críticas y todavía muchas más envidias entre la profesión que la acusó de mala actriz, estrella caprichosa y todo lo que pueda imaginarse, incluidas las cuatro letras. Casi treinta años después de que se estrenase El último cuplé, Lilián de Celis todavía gustaba relatar que si Sara Montiel llegó a cantar en dicha película fue gracias a ella puesto que, en principio Lilián de Celis debía grabar los playbacks y no aceptó. No ha vivido un segundo de su vida sin arrepentirse de su decisión porque ahora sería la imagen de Sara Montiel con mi voz. Sara Montiel no canta, dice. Son muchos millones los que al oír cantar a Sara Montiel en la pantalla o en disco, opinan todo lo contrario.

Después de rodar con Juan de Orduña, Luís Marquina, Ladislao Vajda y Mario Camus, en repetidas ocasiones Sara Montiel ha confesado su voluntad de no volver al cine. Se dijo que Pedro Almodóvar la camelaba para que interpretase el papel de una actriz que ha triunfado en México y regresa a España tras muchos años de ausencia. También se dijo que el guión sufrió unos cuantos ajustes y se transformó en Tacones Lejanos, pero la verdad del cuento la sabe La Lirio, no yo. En cualquier caso es como si el fino olfato de Sara –quien ya había rechazado a Jorge Grau por pretender hacerla aparecer gorda fondona en Tuset Street- hubiese intuido ese cruel plano de la espalda de Marisa Paredes, optando por quedarse en casa escuchando música bakalao en compañía de sus hijos Thais y Zeus. 






Puestos a aventurar, a uno le parece que si alguien debería responsabilizarse del regreso de Sara Montiel al cine, ese no puede ser otro que Bigas Luna, el director que mejor ha sabido casar sexo y gastronomía. Porque en el fondo, y como la misma Sara Montiel reconoce en las Memorias publicadas en la revista Lecturas, pocos piropos le han lanzado tan directos y genuinos como el de que “Estás más buena que el pan”. La única reserva respecto a Bigas Luna es que, a pesar de rescatar como fantasía erótica a María Martín en Bilbao y saber ver en la Stefania Sandrelli de Jamón, jamón a la perfecta catadora de calzoncillos rellenos, nos ha amargado lo que queda de milenio al mostrar a Anita Ekberg como un monstruo de feria, que, por excesivo, no aceptaría ni David Lynch.

La última sorpresa que Sara nos puede deparar es su vuelta al teatro, pero no con uno de esos recitales arrevistados donde las canciones de Carlos Berlanga y Javier Gurruchaga se intercalan a sus viejos éxitos. Sara Montiel, como le aconsejaba León Felipe, deber ser una actriz escénica y en este momento ninguna obra le iría mejor que el Sunset Boulevard musicado por Andrew Lloyd Webber. Cualquier récord anterior volvería a ser aniquilado.

 

Por Jonathan Expósito



(Pincha en las imágenes de los carteles para verlas más grandes)


LA FOTO CCCLXXI


Sara Montiel en "Necesito dinero" (México, 1951). Uno de sus films con Pedro Infante. 

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