viernes, 6 de enero de 2023

SOMBRAS - diciembre de 1949 - España

 


La diva aparece solo en la portada.

EL RECORTE CCCLXX
Este artículo es el primer reportaje realizado a Sara Montiel. Es curioso porque durante su transcurso se produce el primer bautismo artístico de la actriz como María Alejandra. Se lo concedió la revista Cámara en uno de sus números de 1944.

 UNA NUEVA ESTRELLA

MARÍA ALEJANDRA, BELLEZA MORENA, SOLO TIENE DIECISEIS AÑOS


Las gacetillas y los reportajes publicitarios –verdadero opio de la cinematografía- han difundido una especia de patrón de descubrimientos estelares. Parece dominar la idea de que sólo se consagran aquellas criaturas que pasaron por trances novelescos.

Manicuras, dependientas de comercio, estudiantes de filosofía, baronesas polacas y relojeros suizos, integran ese mundo aventurero, que realiza, de la noche a la mañana, el sueño remoto de alcanzar una gloria humana brillante y estruendosa.

Cuando se nos dijo que una muchacha dominicana se había atrevido a desafiar a las costumbres y al tiempo, apenas pudimos creerlo. María Montez hizo más: llegada a Hollywood con el propósito único de convertirse en estrella, aburrió, espantó y cautivó, por fin, a los más difíciles productores de la Meca del cine. Y ¿qué necesitó María Montez? Nada. Bueno, sí; muy poca cosa: un puñado de sonrisas científicas en los bolsillos y una capacidad de resistencia asombrosa frente a cuantos porteros – exploradores y secretarios – barrera salieron a su encuentro.

La mentalidad española no está preparada, ciertamente, para este tipo de propagandas. Además, la elevación al estrellato, salvo muy contados casos, no constituye, en manera alguna, un medio de independizarse económicamente. Se ruedan pocas películas, y los sueldos son escasos. No abundan, pues, los episodios a base de lindas costureras convertidas en millonarias por obra y gracia del celuloide. Sin embargo, el caso contario, es decir, el de la muchacha que, lisa y llanamente, pretende ser estrella, suele ocurrir con más frecuencia.




UNA VISITA DE LA NUEVA ESTRELLA

Así, nos han anunciado de pronto una visita. Un sondeo previo de los botones y ordenanzas, no arroja grandes resultados: “Un señor y una señorita”, o al revés. Pero sin otros datos.

Pasan el señor E. y…


MARÍA ANTONIETA

Que es morena. Y tiene una cara de muñeca. La nariz pequeña. Dientes y boca perfectos. Unos ojos extraordinariamente vivaces. Y un suavísimo acento “valensiá”.

Se sienta modosamente, y comienza nuestro interrogatorio.

-Ustedes dirán…

-La señorita…, yo…, en fin; que lo explique ella misma…

-Pues –rompe ya, sin titubeos, María Antonieta-, que quiero ser estrella de cine.

“De los audaces es el mundo” –pensamos-, y a renglón seguido nos permitimos preguntar:

-¿Pero sabe lo que es eso? ¿Ha visitado algún estudio?

-¡Anda! ¡Ya lo creo! Y he trabajado… Sí; en “Mi novio, el emperador”. Hago un papelito. Vean…

Y nos muestra unas fotografías. Y, en efecto, no están mal.

-¿Ha ido usted a Campúa? – sugerimos.

-Naturalmente.

 

CONSECUENCIAS DE UNA SAETA

Por lo visto, la muchacha no tiene pelo de tonta y conoce los primeros pasos de toda aspirante a estrella. En las fotos de Campúa se expresa mejor su belleza. Ahora no hay más remedio que lanzar otra preguntita consabida. Esa que gusta siempre:

-¿Cómo nació en usted la afición al cine?

-Vivía en Campo de Criptana, mi pueblo natal. Un día, durante la Semana Santa de 1942, me oyeron cantar una saeta.

-¿Pero también canta?

-Pues claro. De todo: ópera, valses, fox lento… Aunque en aquella época sólo sabía algunos trozos de música clásica y poco más. Lo que aprendí en el coro del colegio. Al oírme una señora, como les digo, se interesó por mí y me ofreció educar mi voz en Valencia. Acepté, aun cuando para ello hube de pensarlo mucho. Entonces tenía otra idea distinta de lo que había de ser mi vida…

-¿Por qué?

-Quería profesar como religiosa. Desde niña soñaba con ello… Una vez en Valencia, me eduqué la voz; aprendí francés e italiano.




LA PRUEBA CINEMATOGRÁFICA

-¿Cómo llegó hasta el cine?

-Me presentaron un día a Juan de Orduña. En seguida quiso hacerme una prueba. Fuimos a Barcelona. Era durante el rodaje de “Deliciosamente tontos”.

-¿Tenía miedo?

-Espantoso. Recuerdo que me hicieron entrar al plató cuando acababan de construir la decoración de un barco. Aquellos muros encalados, con ventanas sin fondo y escaleras incompletas y aquel navío navegando sobre el suelo macizo del estudio, me daban mucho miedo. Y la presencia de tanta gente. Pero, principalmente, los focos. El calor y la luz me cegaban.

-¿Leyó o declamó algo?

-Las dos cosas. Me aprendí y recité algunas poesías de los Quintero. Tenía que encarnar a todos los personajes a la vez, con voces distintas.

-¿Y después de la prueba?...

-A pesar de que fue satisfactoria, según me dijeron, nadie se acordó de mí… Hasta que Ladislao Vajda me dio un papel…

-Usted no tendrá prisa, sin embargo. Parece, joven…

-Dieciséis años…

-¡Cáspita! Nadie lo diría… ¿Qué vida hace?

-Por la mañana, voy a misa todos los días. Luego, practico deporte. Y leo mucho. 



UN BAUTIZO

-Ahora, díganos, con franqueza, una cosa: ¿Por qué se hace llamar María Antonieta?

-¡Ay, no sé! Tampoco a mí me convence…

Inmediatamente nos ponemos de acuerdo. Hay que buscarle otro nombre. Alguien propone el de Rosa de Criptana. Se desecha. Otro indica el de Sol de Valencia. Tampoco. Está muy visto. ¿Podría ser María del Campo? Nada. Ninguno de ellos…

-¿Cuáles son sus nombres de pila?

-María, Antonia, Alejandra…

-Ya está: María Alejandra. ¿Qué tal?

-María Alejandra: ¡eso es!

Y la chiquilla palmotea con alegría infantil y luminosa. CÁMARA acaba de bautizar a una estrella. Ahí tenéis un puñado de fotografías. ¿No estamos pidiendo a gritos gente nueva? Os presentamos a María Alejandra… Dieciséis años, bella, radiante… Con un optimismo y una voluntad de triunfar tan grande que solamente presta la adolescencia.

 

M. Abizanda


LA FOTO CCCLXX


Una jovencísima Sara Montiel. Foto: Valentín. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario