viernes, 6 de octubre de 2023

PUEBLO - 4 de mayo de 1964 - España


Sara Montiel,

emocionada por su entrevista con el Papa

PABLO VI le preguntó si llevaría al cine la vida de

EVA LAVALLIERE


Sara graba su nombre en una piedra del Palatino. 

ROMA, 4. (Por telex, de nuestra corresponsal, María Francisca Ruiz.) –Todavía emocionada por los minutos de charla –veinte- con el Santo Padre, Sara Montiel apareció, del brazo de su marido, José Vicente Ramírez, radiante de felicidad, en el salón del Gran Hotel, donde le esperaban familiares y amigos, invitados al almuerzo de bodas. Un almuerzo íntimo, de cuarenta cubiertos, presidido por la blanca tarta nupcial, de siete pisos, que Sara, entre risas y “poses” para los fotógrafos, cortó a los acordes de la marcha de Mendelsson. Nuestra guapísima actriz había vuelto a vestir sus galas de novia, y se apresuró a contar a todos, especialmente a don Justo Pérez de Urbel, su entrevista con el Papa, a la que llegó a tiempo gracias a un par de motoristas voluntarios que fueron abriendo paso a su coche por entre el endiablado tráfico de Roma.

“Estoy verdaderamente impresionada. He llorado como una chiquilla. Su mirada la deja a una paralizada. Pero lo que menos esperaba es que me preguntase si iba a hacer la vida de Eva Lavallière en el cine…”

Sara, ciertamente, pensó, hace tiempo, en llevar a la pantalla la historia emocionante de esta discutida francesa, que, después de una vida escandalosa y poco ejemplar, terminó sus días arrepentida en Lourdes, con la sola ilusión de ingresar en un convento de carmelitas. Lo que menos podía imaginar Sarita es que el Santo Padre estuviera al corriente de este viejo proyecto suyo. “Pero, ahora, sí que haré Eva Lavallière”, no dejó de repetir a lo largo de todo el almuerzo, mientras nos enseñaba el precioso rosario de oro y la medalla de plata del Concilio que les había regalado Pablo VI. Serán estos dos obsequios y la sortija en platino, con una medallita de la Virgen del Pilar, presente de una humilde frutera de su barrio, los regalos de boda que guardará en sitio de honor, por ser los que más le han emocionado. 


José Vicente retrata, ante el Coliseo, a Sara. 

Entre plato y plato del menú nupcial –salmón de Escocia ahumado, consomé al jerez, “ravioli” a la piamontesa, solomillo de vaca Dimitri con “bouquet” de legumbres, espárragos de Génova con salsa muselina, helado con aromas de azahar y, naturalmente, tarta de “mariages”-, Sara tuvo que firmar la dedicatoria de todos los carnet-invitación que había sobre la mesa. En algunos puso frases divertidas; en otros, hasta poéticas –en el del doctor Azcona, el médico que la operó de sinusitis, escribió: “Gracias al doctor Azcona por esta cara tan mona”-. Y en todos su recién estrenada firma de casada: Antonia Abad de Ramírez Olalla.

La orquesta del hotel, que amenizó el almuerzo, interpretó, como simpático saludo a la novia, “El Relicario”, que todos los comensales entonaron a coro, entre aplausos a Sara Montiel, bajo la tierna y enamorada mirada de su marido y alguna lagrimita furtiva de su madre, que contemplaba a su hija a medio embobada. Tras el brindis con champán francés por la dicha de los recién casados, la ya señora de Ramírez Olalla repartió las “peladillas de la felicidad” –es costumbre romana, en los bautizos, primeras comuniones y bodas, regalar a los invitados cinco peladillas, encerradas en una servilleta de papel o una bolsita de tarlatana- a diestro y siniestro. Y tuvo un recuerdo para los amigos lejanos –especial, palabra de honor, para mi compañero Tico Medina- que no habían podido acompañarla en esta jornada singular. 


Sara y José Vicente arrojan las monedas en la fontana de Trevi.

Hoy la pareja abandonará Roma –después de pasar sus dos primeros días de luna de miel deambulando por todos los rincones de la Ciudad Eterna, que a Sara le parece una de las más hermosas- para hacer un viaje alrededor del mundo. Es muy posible que toquen en Moscú.

“Todas mis películas se han dado en Rusia, y mis discos se venden allí a millares, pero yo todavía no he visto un céntimo…”

Sara ha pensado que su garbeo moscovita puede solucionar el problema del cobro, y que, si no le pagan en rublos, podrá cobrarse en especie. “Con las pieles que debe haber por allí… Y es que las pieles son mi debilidad.”

Sin embargo, en las siete maletas que constituyen su equipaje no va más que un par de chaquetas de visón blanco. Sus trece sensacionales abrigos de chinquilla, visón, Astrakán…, se han quedado en Madrid, bien enfundados en sus bolsas de plástico, esperando el regreso de su dueña.


EL RECORTE CCCXLII

En este recorte de Lecturas, otoño de 1964, Sara es noticia por una extraña enfermedad. Pero la diva entra a reflexionar sobre el matrimonio y las relaciones y comparte sus vivencias con el recién estrenado marido José Vicente Ramírez Olalla. 


“LA MUJER NO DEBE CASARSE ANTES DE LOS 25”

SARITA MONTIEL

sufre una extraña enfermedad: “alergia al agua del mar

A su regreso de las vacaciones pasadas en la Costa Brava, fue visitada por el oftalmólogo barcelonés doctor Barranquer, quien dictaminó sufría una leve infección en un ojo.

SARA MONTIEL, de regreso de su verano en Palamós, ha pasado por Barcelona, en donde la ha visitado el doctor Barranquer, célebre oftalmólogo. Si bien la actriz tuvo sus temores, éstos fueron pronto desvanecidos, ya que se trataba simplemente de una infección en un ojo, producida por una curiosa alergia. Sarita no puede estar cerca del mar sin que le ocurra esto más tarde o más temprano.

La dolencia curada, Sarita se nos muestra en toda su espléndida belleza.

-¿El matrimonio ha cambiado a Sara Montiel?

-Me ha dado la felicidad.

-Se ha dicho de usted que tiene un genio espantoso. ¿Cómo se las arregla su esposo?

-No olvide que aparte del mal genio, tengo un carácter maravilloso, que son dos cosas aparte. Y que mi marido es un hombre inteligente.

-¿Qué admira usted en el hombre?

-En “mi” hombre, que sea todo un hombre.

-¿Y qué detesta en el hombre?

-En el hombre, en general, la imbecilidad.

-¿Cómo la conquistó su esposo?

-Con su delicadeza y buenos modales.

-Si usted desea acudir a un lugar determinado o a un espectáculo y su esposo prefiere ir a otro sitio, ¿quién gana?

-Como soy bastante terca, procuro, zalamera, convencerle. Muchas veces lo consigo. Pero cuando él toma una firme decisión, tengo que ser yo quien me amolde.

-¿Le resulta fácil?

-No olvide que estoy enamorada.

-¿Cómo ha ido su verano por Palamós?

-¡Maravilloso! Me he hartado de nadar. Cuando tengo un momento libre, en verano, es para mí una satisfacción muy grande el poder hacerlo.


Sarita Montiel fotografiada a su regreso de las breves vacaciones pasadas en la Costa Brava a su llegada a Barcelona. 

-¿Qué consejo daría usted a una mujer que quisiera conservar a su esposo?

-Que sea cariñosa, pero no servil. Que procure cada día superarse, tanto en belleza como en inteligencia. Los hombres huyen de las mujeres tontas.

-¿No cree que por su causa habrá habido más de una mujer que se haya sentido celosa?

-No creo. Hay un tipo determinado de artista que gusta al hombre y disgusta a la mujer. Pero éste no es mi caso. Antes bien, yo diría que tengo más admiradoras que admiradores. No soy la artista de la que tienen celos las mujeres.

-¿Considera usted que la mujer no ha nacido para estar sola?

-No. El hombre fue creado para compañero de la mujer. Por otra parte, la mujer sola, a la larga no es feliz. Y si no es feliz, su rostro, su mirada, expresan su fracaso, su derrota.

-¿Qué aconsejaría usted a una jovencita que deseara encontrar novio?

-Que no tuviera prisa por encontrarlo.

-¿Qué edad le parece ideal para casarse la mujer?

-No inferior a los veinticinco años.

-¿Y en el hombre?

-No inferior a los treinta.

-¿Podría usted darme sus medidas actualmente?

-¡Ay, hija! En qué compromiso me pone. En estos momentos, peligrosísimas.

-¿Por…?

-Por nada en concreto. Palabra. ¡Ojalá hubiera lo que supones! Lo que ocurre es que el verano me sienta demasiado bien, tanto, que hace peligrar la balanza.

A pesar de sus aseveraciones, nosotros, y por nuestra parte, hemos encontrado a Sarita más estilizada que otras veces. Y con una luz nueva, desconocida en ella, en sus luminosos y profundos ojos. ¡Hasta pronto, Sarita, y eterna felicidad!

 

(Una exclusiva para LECTURAS, por Maite MAINE. – Fotos: Enrique JEP.)


LA FOTO CCCXLII


Otra instantánea de la ceremonia religiosa en su matrimonio con José Vicente Ramírez Olalla. (Foto: Agencia EFE)

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