Sara Montiel,
emocionada por su entrevista con el Papa
PABLO VI le preguntó si llevaría al cine la vida de
EVA LAVALLIERE
ROMA, 4. (Por telex, de nuestra corresponsal,
María Francisca Ruiz.) –Todavía emocionada por los minutos de charla –veinte-
con el Santo Padre, Sara Montiel apareció, del brazo de su marido, José Vicente
Ramírez, radiante de felicidad, en el salón del Gran Hotel, donde le esperaban
familiares y amigos, invitados al almuerzo de bodas. Un almuerzo íntimo, de
cuarenta cubiertos, presidido por la blanca tarta nupcial, de siete pisos, que
Sara, entre risas y “poses” para los fotógrafos, cortó a los acordes de la
marcha de Mendelsson. Nuestra guapísima actriz había vuelto a vestir sus galas
de novia, y se apresuró a contar a todos, especialmente a don Justo Pérez de
Urbel, su entrevista con el Papa, a la que llegó a tiempo gracias a un par de
motoristas voluntarios que fueron abriendo paso a su coche por entre el
endiablado tráfico de Roma.
“Estoy
verdaderamente impresionada. He llorado como una chiquilla. Su mirada la deja a
una paralizada. Pero lo que menos esperaba es que me preguntase si iba a hacer
la vida de Eva Lavallière en el cine…”
Sara,
ciertamente, pensó, hace tiempo, en llevar a la pantalla la historia
emocionante de esta discutida francesa, que, después de una vida escandalosa y
poco ejemplar, terminó sus días arrepentida en Lourdes, con la sola ilusión de
ingresar en un convento de carmelitas. Lo que menos podía imaginar Sarita es
que el Santo Padre estuviera al corriente de este viejo proyecto suyo. “Pero, ahora, sí que haré Eva Lavallière”, no dejó
de repetir a lo largo de todo el almuerzo, mientras nos enseñaba el precioso
rosario de oro y la medalla de plata del Concilio que les había regalado Pablo
VI. Serán estos dos obsequios y la sortija en platino, con una medallita de la
Virgen del Pilar, presente de una humilde frutera de su barrio, los regalos de
boda que guardará en sitio de honor, por ser los que más le han emocionado.
Entre plato y
plato del menú nupcial –salmón de Escocia ahumado, consomé al jerez, “ravioli”
a la piamontesa, solomillo de vaca Dimitri con “bouquet” de legumbres,
espárragos de Génova con salsa muselina, helado con aromas de azahar y,
naturalmente, tarta de “mariages”-, Sara tuvo que firmar la dedicatoria de
todos los carnet-invitación que había sobre la mesa. En algunos puso frases
divertidas; en otros, hasta poéticas –en el del doctor Azcona, el médico que la
operó de sinusitis, escribió: “Gracias al doctor Azcona por esta cara tan mona”-.
Y en todos su recién estrenada firma de casada: Antonia Abad de Ramírez Olalla.
La orquesta del
hotel, que amenizó el almuerzo, interpretó, como simpático saludo a la novia,
“El Relicario”, que todos los comensales entonaron a coro, entre aplausos a
Sara Montiel, bajo la tierna y enamorada mirada de su marido y alguna lagrimita
furtiva de su madre, que contemplaba a su hija a medio embobada. Tras el
brindis con champán francés por la dicha de los recién casados, la ya señora de
Ramírez Olalla repartió las “peladillas de la felicidad” –es costumbre romana,
en los bautizos, primeras comuniones y bodas, regalar a los invitados cinco
peladillas, encerradas en una servilleta de papel o una bolsita de tarlatana- a
diestro y siniestro. Y tuvo un recuerdo para los amigos lejanos –especial,
palabra de honor, para mi compañero Tico Medina- que no habían podido
acompañarla en esta jornada singular.
Hoy la pareja
abandonará Roma –después de pasar sus dos primeros días de luna de miel
deambulando por todos los rincones de la Ciudad Eterna, que a Sara le parece
una de las más hermosas- para hacer un viaje alrededor del mundo. Es muy
posible que toquen en Moscú.
“Todas
mis películas se han dado en Rusia, y mis discos se venden allí a millares,
pero yo todavía no he visto un céntimo…”
Sara ha pensado
que su garbeo moscovita puede solucionar el problema del cobro, y que, si no le
pagan en rublos, podrá cobrarse en especie. “Con
las pieles que debe haber por allí… Y es que las pieles son mi debilidad.”
Sin embargo, en las siete maletas que constituyen su equipaje no va más que un par de chaquetas de visón blanco. Sus trece sensacionales abrigos de chinquilla, visón, Astrakán…, se han quedado en Madrid, bien enfundados en sus bolsas de plástico, esperando el regreso de su dueña.
EL RECORTE CCCXLII
En este recorte de Lecturas, otoño de 1964, Sara es noticia por una extraña enfermedad. Pero la diva entra a reflexionar sobre el matrimonio y las relaciones y comparte sus vivencias con el recién estrenado marido José Vicente Ramírez Olalla.
“LA MUJER NO DEBE CASARSE ANTES DE LOS 25”
SARITA MONTIEL
sufre una extraña enfermedad: “alergia al agua del
mar”
A su regreso de las vacaciones pasadas en la Costa
Brava, fue visitada por el oftalmólogo barcelonés doctor Barranquer, quien
dictaminó sufría una leve infección en un ojo.
SARA MONTIEL, de
regreso de su verano en Palamós, ha pasado por Barcelona, en donde la ha
visitado el doctor Barranquer, célebre oftalmólogo. Si bien la actriz tuvo sus
temores, éstos fueron pronto desvanecidos, ya que se trataba simplemente de una
infección en un ojo, producida por una curiosa alergia. Sarita no puede estar
cerca del mar sin que le ocurra esto más tarde o más temprano.
La dolencia
curada, Sarita se nos muestra en toda su espléndida belleza.
-¿El matrimonio
ha cambiado a Sara Montiel?
-Me
ha dado la felicidad.
-Se ha dicho de
usted que tiene un genio espantoso. ¿Cómo se las arregla su esposo?
-No
olvide que aparte del mal genio, tengo un carácter maravilloso, que son dos
cosas aparte. Y que mi marido es un hombre inteligente.
-¿Qué admira
usted en el hombre?
-En
“mi” hombre, que sea todo un hombre.
-¿Y qué detesta
en el hombre?
-En
el hombre, en general, la imbecilidad.
-¿Cómo la
conquistó su esposo?
-Con
su delicadeza y buenos modales.
-Si usted desea
acudir a un lugar determinado o a un espectáculo y su esposo prefiere ir a otro
sitio, ¿quién gana?
-Como
soy bastante terca, procuro, zalamera, convencerle. Muchas veces lo consigo.
Pero cuando él toma una firme decisión, tengo que ser yo quien me amolde.
-¿Le resulta
fácil?
-No
olvide que estoy enamorada.
-¿Cómo ha ido su
verano por Palamós?
-¡Maravilloso! Me he hartado de nadar. Cuando tengo un momento libre, en verano, es para mí una satisfacción muy grande el poder hacerlo.
-¿Qué consejo
daría usted a una mujer que quisiera conservar a su esposo?
-Que
sea cariñosa, pero no servil. Que procure cada día superarse, tanto en belleza
como en inteligencia. Los hombres huyen de las mujeres tontas.
-¿No cree que
por su causa habrá habido más de una mujer que se haya sentido celosa?
-No
creo. Hay un tipo determinado de artista que gusta al hombre y disgusta a la
mujer. Pero éste no es mi caso. Antes bien, yo diría que tengo más admiradoras
que admiradores. No soy la artista de la que tienen celos las mujeres.
-¿Considera
usted que la mujer no ha nacido para estar sola?
-No.
El hombre fue creado para compañero de la mujer. Por otra parte, la mujer sola,
a la larga no es feliz. Y si no es feliz, su rostro, su mirada, expresan su
fracaso, su derrota.
-¿Qué
aconsejaría usted a una jovencita que deseara encontrar novio?
-Que
no tuviera prisa por encontrarlo.
-¿Qué edad le
parece ideal para casarse la mujer?
-No
inferior a los veinticinco años.
-¿Y en el
hombre?
-No
inferior a los treinta.
-¿Podría usted
darme sus medidas actualmente?
-¡Ay,
hija! En qué compromiso me pone. En estos momentos, peligrosísimas.
-¿Por…?
-Por
nada en concreto. Palabra. ¡Ojalá hubiera lo que supones! Lo que ocurre es que
el verano me sienta demasiado bien, tanto, que hace peligrar la balanza.
A pesar de sus
aseveraciones, nosotros, y por nuestra parte, hemos encontrado a Sarita más
estilizada que otras veces. Y con una luz nueva, desconocida en ella, en sus
luminosos y profundos ojos. ¡Hasta pronto, Sarita, y eterna felicidad!
(Una exclusiva
para LECTURAS, por Maite MAINE. – Fotos: Enrique JEP.)
LA FOTO CCCXLII
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