SARITA,
SALVADA
A HOMBROS
Pocas veces después de
un estreno cinematográfico suele suceder lo que ayer noche ocurrió tras la
proyección de “Pecado de amor”. En España ocurre por vez primera. La actriz
Sarita Montiel tuvo que ser sacada a hombros del cine Avenida, protegida por la
fuerza pública, para no ser asfixiada por los miles de admiradores que la
esperaban. Una apoteosis que ha sido recogida elocuentemente por la fotografía
en que aparece la guapa Sarita después del triunfo.
(Foto
Unifoto)
EL RECORTE CCCLVII
Desconocemos la revista de procedencia del artículo pero es de octubre de 1961. Sara Montiel va a actuar en la "Gala Philips 1961" y hay un gran revuelo por ser su primera aparición en la televisión española. Mientras rueda "Pecado de amor" concede esta entrevista.
TVE, DÍA 11 DE
OCTUBRE
SARA MONTIEL
CUYO VERDADERO NOMBRE ES MARÍA ANTONIA ALEJANDRA
ABAD
*
“María Antonia, que es muy infantil, se asusta con
frecuencia de Sara Montiel, pero las dos son inseparables”
“LO AUTÉNTICO SE PARECE MUCHAS VECES A LO QUE HEMOS SOÑADO.
PARA MÍ, LA REALIDAD HA SUPERADO A LO QUE SOÑABA”
LOS “SHOWS” DE FRED ASTAIRE Y GENE KELLY TAMBIÉN
FIGURAN EN LA GRAN GALA PHILIPS 1962
UNA ENTREVISTA DE
J. L. MARTÍNEZ REDONDO
Cuatro canciones
y Sara Montiel habrá entrado en nuestra casa. Ocurrirá el día 11, por la noche,
y el puente tendido para que llegue hasta nosotros será la Gala Philips 1962.
Sé que esa noche vamos a clavarnos todos en la butaca frente al receptor. Los
que la admiran, los que están seguros de su éxito, los que desean comprobar si
es capaz de superar la prueba de cantar ante las cámaras en directo. Los que la
quieren y los que la envidian. Nadie puede negar que es un acontecimiento.
Anda Sara
Montiel metida ahora en un berenjenal de trabajo. Rueda los últimos planos de
“Pecado de amor”, su película con Luís César Amadori; dobla su papel, ensaya
las canciones para el día 11 y estudia ya el guión de un film que empezará
inmediatamente en Barcelona. Encontrar un momento libre para charlar con ella
es sumamente difícil. Esa entrevista reposada que uno desearía hacerle a la
gran “estrella” resulta imposible. Ella lo intenta, pero nada. Casi
persiguiéndonos, hallamos al fin un oasis en los estudios de la Ciudad Lineal.
Sara me ha citado para última hora de la tarde. Cuando llego está doblando. Me
entretengo viendo rodar unas escenas de “Teresa de Jesús” en uno de los platós
de la C. E. A. La coincidencia es curiosa: en el mismo estudio trabajan Sara
Montiel y Aurora Bautista, las dos “grandes” de “Locura de amor”. Cada una por
su camino, las dos en figuras del cine español. Aurora prefirió España. Sara
hizo un día las maletas y se fue a vivir la perenne aventura de América. Pienso
en estas cosas mientras espero. Y, por fin, la llamada. Sara ha terminado su
labor del día. La charla se reparte entre el bar del estudio y el camino de
vuelta hacia el centro de la ciudad en su Mercedes amarillo y rutilante.
-Aquél
viaje a América fue fundamental para mí. Aquí tenía trabajo, pero nada más. Yo
no había triunfado, a pesar del éxito de “Locura de amor”. El cambio de aires,
el ver cosas nuevas, me ayudó mucho.
Sara Montiel, en
privado, sigue siendo una cría. Todavía nos recuerda –y han pasado unos cuantos
años- a la niña de aquel primer reportaje de su vida que salió en la revista
“Primer Plano”: María Antonia Alejandra Abad, con caña y pantalones de pesca, a
orillas del Manzanares. Una promesa. ¡Y qué promesa! Esos ojos que me miran, un
poco cansados por la dura jornada que acaba de terminar, siguen aniñados como
entonces. Y su forma de hablar, por esa boca de colegiala quinceañera, es casi
la misma. Así la veo mientras me habla.
-Mi
nombre verdadero me trae recuerdos tristes: María Antonia nunca tuvo niñez.
Trabajé como una loca los primeros años para sacar adelante a la familia. María
Antonia, que es muy infantil, se asusta con frecuencia de Sara Montiel…; pero
las dos son inseparables.
-¿Ha sido muy
distinta la realidad del cine a sus sueños de los quince años?
-Lo
auténtico se parece muchas veces a lo que hemos soñado. Para mí, la realidad ha
superado a lo que soñaba. Recuerdo ahora cosas: mi debut en Buenos Aires, por
ejemplo. La gente se desbordaba. Fue algo grandioso. ¿Cómo no iba a superar
aquello a lo que ambicionaba de pequeña? Y luego, al volver a España, en
Barcelona… Un recibimiento inolvidable.
-¿Qué es lo que
tiene más importante en su vida?
-Los
caprichos…, aunque el arte predomina siempre.
-¿Y el dinero?
-Es
curioso, pero a eso no le he dado jamás importancia, a pesar del hambre que he
padecido. El dinero no lo es todo…, y que conste que no trato de hacer una
frase. Es la verdad.
Sara Montiel
hace un gesto muy suyo. Con la mano derecha se coge el pelo a la altura del
oído. Es como si se estuviera haciendo un bucle. Una y otra vez. Interrogación
mía con la mirada.
-Antes
lo hacía con mucha frecuencia. Era como esos tics nerviosos que tiene mucha
gente. Marañón me dijo un día que reflejaba inseguridad femenina y tesón.
Apenas lo hago ahora. A lo mejor es que me siento más segura…
-¿Por qué no
hace una película como actriz exclusivamente, sin canciones, sin tecnicolor?
-Me
gustaría. Pero cada vez que lo digo empalidecen los distribuidores.
-¿Sabe que la
imitan? He visto un par de películas…
-Sí,
lo sé. Es fácil imitarme. Soy sencilla, nada complicada.
-Si se
encontrara con esa artista que la imita, ¿qué le diría?
-¡Hola!
¿Cómo estás? Nada más.
Nos vamos a otro
terreno. El diálogo entra ahora por los vericuetos de la televisión. Sara
trabajó en los estudios americanos.
-He
hecho poca televisión, sin embargo. Sólo en La Habana, Lima, Buenos Aires y San
Juan de Puerto Rico. Canté lo que el público quiso.
-¿Siempre en
programas cara al público?
-Sí.
El estudio no me gusta. Esa frialdad de la actuación frente a las cámaras… Con
gente delante es distinto. Es como el teatro: el artista se siente solo en el
escenario cuando actúa…; pero allí están, enfrente, unos cuantos espectadores.
Es una soledad especial, con unas manos que buyen, con personas que una siente
cerca…
Ha terminado la
jornada laboral de Sara Montiel. Pero ha terminado relativamente. Los estudios
cinematográficos de la Ciudad Lineal han quedado a nuestra espalda, pero a ella
le esperan todavía un par de horas de ensayo. Ha de preparar su actuación en
Televisión Española. Sus ojos están cansados. Su garganta ha de proseguir.
FRED ASTAIRE Y GENE KELLY
Fred Astaire y
Gene Kelly, dos generaciones de la comedia musical norteamericana, dos estilos,
dos nombres que han llenado un período inolvidable de la historia del cine,
aparecerán también en las pantallas de nuestra televisión dentro de la Gran
Gala Philips 1962.
Aparte de que
ese espacio ofrecerá otras atracciones de indiscutible calidad, esta
presentación tiene “garra” de por sí para hacernos permanecer frente al
receptor. Los “shows” de los dos grandes bailarines han sido montados exclusivamente
para la televisión y –por las noticias que tenemos- con esa perfección y ese
cuidado con que los norteamericanos se distinguieron siempre en el género.
Por lo visto,
Fred Astaire es inmarchitable. Ahí le tenemos danzando todavía cuando ya se han
cumplido treinta años de su aparición en el cine. Atrás ha dejado a sus más
famosas compañeras: Ginger Rogers, Eleanor Powell, Rita Hayworth, Cyd Charise…
A unas las ha arrinconado el tiempo y otras han seguido por distintos caminos.
Él, con sus años, pero en forma, traza aún la geometría de la danza. Hollywood
no cultiva ahora en su producción cinematográfica la revista, que tantos
dólares y tantos triunfos le dio entre las dos guerras mundiales. La
televisión, sin embargo, saca partido de las grandes figuras, de los viejos
artistas taquilleros y de las nuevas promociones de bailarines y cantantes. El
“show” que vamos a ver, “Una noche con Fred Astaire”, es una producción
realizada con pulcritud, con esmero. No se trata de espacio de ocasión,
realizado para aprovechar la popularidad de determinada figura. Es eso que los
norteamericanos llaman “A TV-special”. Especial por la “estrella” que
interviene, especial por los números que contiene y por la forma en que son
realizados y presentados. Aparecerá con el viejo mago de la danza su nueva
pareja Barrie Chase. Barrie es una muchacha que tiene esa belleza de rasgos
nórdicos, atractiva e inquietante, que tanto “se lleva” hoy. Al parecer, no
desmerece artísticamente en relación con las buenas bailarinas que actuaron al
lado de Astaire en otros tiempos. Lo cual es ya una garantía de éxito.
Y dentro también
de la Gala Philips, Gene Kelly. Otro mago. En el cine, heredero directo de la
fama y la gloria de Fred Astaire. Fue el que con él hizo el relevo. En algunos
aspectos, hasta le ha superado. Bastará recordar títulos cinematográficos, como
“Levando anclas”, “Cantando bajo la lluvia”, “Un día en Nueva York”, “Un
americano en París” y, últimamente, “Invitación a la danza”. Fred Astaire era y
es un estilo típicamente norteamericano, con reminiscencias de los números que
llenaron las noches de los grandes hoteles en los años anteriores a la segunda
guerra mundial. Gene Kelly arranca de ese género, pero entronca con la danza
clásica. Va más allá y dirige sus películas, las llena de su personal modo de
“ver” y crear el baile. El vestuario, el color, el decorado, alcanzan en sus
bailes categoría estética. La danza no son sólo los pies para Gene Kelly. Y
Gene Kelly no será únicamente unos pies que danzan, sino un cerebro que piensa
y un corazón que siente el baile. A ese artista personal, atrayente por su
simpatía, vamos a verle en las pequeñas pantallas españolas en su mejor
momento. El “show” de Kelly es otro número de fuerza en la noche del día 11.
(Fotos Calderón y Caption; caricatura de Cronos.)
LA FOTO CCCLVII
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