sábado, 6 de abril de 2024

PUEBLO - 15 de diciembre de 1961 - España


La diva aparece solo en la portada. Esto es lo que se dice de ella:

SARITA,

SALVADA A HOMBROS

Pocas veces después de un estreno cinematográfico suele suceder lo que ayer noche ocurrió tras la proyección de “Pecado de amor”. En España ocurre por vez primera. La actriz Sarita Montiel tuvo que ser sacada a hombros del cine Avenida, protegida por la fuerza pública, para no ser asfixiada por los miles de admiradores que la esperaban. Una apoteosis que ha sido recogida elocuentemente por la fotografía en que aparece la guapa Sarita después del triunfo.

(Foto Unifoto)



EL RECORTE CCCLVII

Desconocemos la revista de procedencia del artículo pero es de octubre de 1961. Sara Montiel va a actuar en la "Gala Philips 1961" y hay un gran revuelo por ser su primera aparición en la televisión española. Mientras rueda "Pecado de amor" concede esta entrevista. 


TVE, DÍA 11 DE OCTUBRE

SARA MONTIEL

CUYO VERDADERO NOMBRE ES MARÍA ANTONIA ALEJANDRA ABAD

*


“María Antonia, que es muy infantil, se asusta con frecuencia de Sara Montiel, pero las dos son inseparables”

“LO AUTÉNTICO SE PARECE MUCHAS VECES A LO QUE HEMOS SOÑADO. PARA MÍ, LA REALIDAD HA SUPERADO A LO QUE SOÑABA”

LOS “SHOWS” DE FRED ASTAIRE Y GENE KELLY TAMBIÉN FIGURAN EN LA GRAN GALA PHILIPS 1962

UNA ENTREVISTA DE

J. L. MARTÍNEZ REDONDO


Cuatro canciones y Sara Montiel habrá entrado en nuestra casa. Ocurrirá el día 11, por la noche, y el puente tendido para que llegue hasta nosotros será la Gala Philips 1962. Sé que esa noche vamos a clavarnos todos en la butaca frente al receptor. Los que la admiran, los que están seguros de su éxito, los que desean comprobar si es capaz de superar la prueba de cantar ante las cámaras en directo. Los que la quieren y los que la envidian. Nadie puede negar que es un acontecimiento.

Anda Sara Montiel metida ahora en un berenjenal de trabajo. Rueda los últimos planos de “Pecado de amor”, su película con Luís César Amadori; dobla su papel, ensaya las canciones para el día 11 y estudia ya el guión de un film que empezará inmediatamente en Barcelona. Encontrar un momento libre para charlar con ella es sumamente difícil. Esa entrevista reposada que uno desearía hacerle a la gran “estrella” resulta imposible. Ella lo intenta, pero nada. Casi persiguiéndonos, hallamos al fin un oasis en los estudios de la Ciudad Lineal. Sara me ha citado para última hora de la tarde. Cuando llego está doblando. Me entretengo viendo rodar unas escenas de “Teresa de Jesús” en uno de los platós de la C. E. A. La coincidencia es curiosa: en el mismo estudio trabajan Sara Montiel y Aurora Bautista, las dos “grandes” de “Locura de amor”. Cada una por su camino, las dos en figuras del cine español. Aurora prefirió España. Sara hizo un día las maletas y se fue a vivir la perenne aventura de América. Pienso en estas cosas mientras espero. Y, por fin, la llamada. Sara ha terminado su labor del día. La charla se reparte entre el bar del estudio y el camino de vuelta hacia el centro de la ciudad en su Mercedes amarillo y rutilante.

-Aquél viaje a América fue fundamental para mí. Aquí tenía trabajo, pero nada más. Yo no había triunfado, a pesar del éxito de “Locura de amor”. El cambio de aires, el ver cosas nuevas, me ayudó mucho.


Sara Montiel, en privado, sigue siendo una cría. Todavía nos recuerda –y han pasado unos cuantos años- a la niña de aquel primer reportaje de su vida que salió en la revista “Primer Plano”: María Antonia Alejandra Abad, con caña y pantalones de pesca, a orillas del Manzanares. Una promesa. ¡Y qué promesa! Esos ojos que me miran, un poco cansados por la dura jornada que acaba de terminar, siguen aniñados como entonces. Y su forma de hablar, por esa boca de colegiala quinceañera, es casi la misma. Así la veo mientras me habla.

-Mi nombre verdadero me trae recuerdos tristes: María Antonia nunca tuvo niñez. Trabajé como una loca los primeros años para sacar adelante a la familia. María Antonia, que es muy infantil, se asusta con frecuencia de Sara Montiel…; pero las dos son inseparables.

-¿Ha sido muy distinta la realidad del cine a sus sueños de los quince años?

-Lo auténtico se parece muchas veces a lo que hemos soñado. Para mí, la realidad ha superado a lo que soñaba. Recuerdo ahora cosas: mi debut en Buenos Aires, por ejemplo. La gente se desbordaba. Fue algo grandioso. ¿Cómo no iba a superar aquello a lo que ambicionaba de pequeña? Y luego, al volver a España, en Barcelona… Un recibimiento inolvidable.

-¿Qué es lo que tiene más importante en su vida?

-Los caprichos…, aunque el arte predomina siempre.

-¿Y el dinero?

-Es curioso, pero a eso no le he dado jamás importancia, a pesar del hambre que he padecido. El dinero no lo es todo…, y que conste que no trato de hacer una frase. Es la verdad.

Sara Montiel hace un gesto muy suyo. Con la mano derecha se coge el pelo a la altura del oído. Es como si se estuviera haciendo un bucle. Una y otra vez. Interrogación mía con la mirada.

-Antes lo hacía con mucha frecuencia. Era como esos tics nerviosos que tiene mucha gente. Marañón me dijo un día que reflejaba inseguridad femenina y tesón. Apenas lo hago ahora. A lo mejor es que me siento más segura…

-¿Por qué no hace una película como actriz exclusivamente, sin canciones, sin tecnicolor?

-Me gustaría. Pero cada vez que lo digo empalidecen los distribuidores.

-¿Sabe que la imitan? He visto un par de películas…

-Sí, lo sé. Es fácil imitarme. Soy sencilla, nada complicada.

-Si se encontrara con esa artista que la imita, ¿qué le diría?

-¡Hola! ¿Cómo estás? Nada más.

Nos vamos a otro terreno. El diálogo entra ahora por los vericuetos de la televisión. Sara trabajó en los estudios americanos.

-He hecho poca televisión, sin embargo. Sólo en La Habana, Lima, Buenos Aires y San Juan de Puerto Rico. Canté lo que el público quiso.

-¿Siempre en programas cara al público?

-Sí. El estudio no me gusta. Esa frialdad de la actuación frente a las cámaras… Con gente delante es distinto. Es como el teatro: el artista se siente solo en el escenario cuando actúa…; pero allí están, enfrente, unos cuantos espectadores. Es una soledad especial, con unas manos que buyen, con personas que una siente cerca…

Ha terminado la jornada laboral de Sara Montiel. Pero ha terminado relativamente. Los estudios cinematográficos de la Ciudad Lineal han quedado a nuestra espalda, pero a ella le esperan todavía un par de horas de ensayo. Ha de preparar su actuación en Televisión Española. Sus ojos están cansados. Su garganta ha de proseguir.


FRED ASTAIRE Y GENE KELLY

Fred Astaire y Gene Kelly, dos generaciones de la comedia musical norteamericana, dos estilos, dos nombres que han llenado un período inolvidable de la historia del cine, aparecerán también en las pantallas de nuestra televisión dentro de la Gran Gala Philips 1962.

Aparte de que ese espacio ofrecerá otras atracciones de indiscutible calidad, esta presentación tiene “garra” de por sí para hacernos permanecer frente al receptor. Los “shows” de los dos grandes bailarines han sido montados exclusivamente para la televisión y –por las noticias que tenemos- con esa perfección y ese cuidado con que los norteamericanos se distinguieron siempre en el género.

Por lo visto, Fred Astaire es inmarchitable. Ahí le tenemos danzando todavía cuando ya se han cumplido treinta años de su aparición en el cine. Atrás ha dejado a sus más famosas compañeras: Ginger Rogers, Eleanor Powell, Rita Hayworth, Cyd Charise… A unas las ha arrinconado el tiempo y otras han seguido por distintos caminos. Él, con sus años, pero en forma, traza aún la geometría de la danza. Hollywood no cultiva ahora en su producción cinematográfica la revista, que tantos dólares y tantos triunfos le dio entre las dos guerras mundiales. La televisión, sin embargo, saca partido de las grandes figuras, de los viejos artistas taquilleros y de las nuevas promociones de bailarines y cantantes. El “show” que vamos a ver, “Una noche con Fred Astaire”, es una producción realizada con pulcritud, con esmero. No se trata de espacio de ocasión, realizado para aprovechar la popularidad de determinada figura. Es eso que los norteamericanos llaman “A TV-special”. Especial por la “estrella” que interviene, especial por los números que contiene y por la forma en que son realizados y presentados. Aparecerá con el viejo mago de la danza su nueva pareja Barrie Chase. Barrie es una muchacha que tiene esa belleza de rasgos nórdicos, atractiva e inquietante, que tanto “se lleva” hoy. Al parecer, no desmerece artísticamente en relación con las buenas bailarinas que actuaron al lado de Astaire en otros tiempos. Lo cual es ya una garantía de éxito.


Y dentro también de la Gala Philips, Gene Kelly. Otro mago. En el cine, heredero directo de la fama y la gloria de Fred Astaire. Fue el que con él hizo el relevo. En algunos aspectos, hasta le ha superado. Bastará recordar títulos cinematográficos, como “Levando anclas”, “Cantando bajo la lluvia”, “Un día en Nueva York”, “Un americano en París” y, últimamente, “Invitación a la danza”. Fred Astaire era y es un estilo típicamente norteamericano, con reminiscencias de los números que llenaron las noches de los grandes hoteles en los años anteriores a la segunda guerra mundial. Gene Kelly arranca de ese género, pero entronca con la danza clásica. Va más allá y dirige sus películas, las llena de su personal modo de “ver” y crear el baile. El vestuario, el color, el decorado, alcanzan en sus bailes categoría estética. La danza no son sólo los pies para Gene Kelly. Y Gene Kelly no será únicamente unos pies que danzan, sino un cerebro que piensa y un corazón que siente el baile. A ese artista personal, atrayente por su simpatía, vamos a verle en las pequeñas pantallas españolas en su mejor momento. El “show” de Kelly es otro número de fuerza en la noche del día 11.

 

(Fotos Calderón y Caption; caricatura de Cronos.)



LA FOTO CCCLVII


Sara Montiel, de monja, en una escena de "Pecado de amor" (España-Italia 1961)

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