sábado, 13 de abril de 2024

DIEZ MINUTOS - 5 de octubre de 1968 - España


SARA

de la Mancha

En su próxima película, “Esa mujer”, será dirigida por Mario Camus

“Cuando dicen que mi marido no vive conmigo, es que lo saben y están en lo cierto”

“Mi madre me enseñó a no hablar nunca mal de la gente”


También Sara puede lucir minifaldas si quiere. En la terraza de su espléndido piso, el cabello por la cara, la "estrella" parece un desafío.

SARA de la Mancha. En el salón de invitados de su piso de la Plaza de España no hay molinos de viento ni libros de caballería.

Las paredes están forradas de raso y una lámpara del palacio de Isabel II extiende una pálida luz sobre el piano de la Fornarina. En un rincón, un barqueño de la época de los Reyes Católicos, adornado con labores de taracea doradas, compone con una mesa redonda de mármol de Carrara. La guardia del escalón de la doble planta moquetada en tonos gratísimos a la vista la componen la cabeza de un sammurai, realizada en alabastro y la diosa de la fortuna, talla bellísima obtenida en palmito de Tailandia.

Cerca de los regios tresillos no faltan las mesas pompeyanas o los armaritos de laca, jalonando uno de los ángulos una hermosa talla, en mármol, de Collaut-Valera, donde se reproduce el generoso busto de Sara y su belleza increíble. Y sobre el raso de las paredes, lienzos de gran valía y cobres italianos. En el piso de la Montiel se puede hacer recuento de un Goya, un Sorolla, un Eduardo Vicente, un Eugenio Lucas y dos Palmulori, aparte de decenas de cuadros que adornan pasillos y piezas de la casa.

Sara de la Mancha, sonríe. Sara de la Mancha, nacida en Campo de Criptana, posa y reposa. Y cambia de trajes, alternando la minifalda con un caftán de oro viejo del siglo XII.

Sobre el piano de la Fornarina están las letras de las canciones de su inminente película para Suevia Films. El viejo pleito entre la “estrella” y el hombre del pelo blanco ha derivado hacia un título: “Esa mujer”. El guión es de Antonio Gala y habrá canciones de Armando Manzanero, Rafael de León y Solano, hasta cubrir un programa de cinco intervenciones.


Sara Montiel sigue siendo la Dulcinea más guapa de España. Aquí la vemos apoyada en el piano de la Fornarina, que adorna esta lámpara que perteneció al palacio de Isabel II.

-¿Quién te va a dirigir en “Esa mujer”, Sara?

-Mario Camus –dice, y se va a poner otro vestido-. Asisten al reportaje, doña María, la madre de Sara y un compañero de arte, José Ramón Centenero, que actúa, en cierto modo, como director de escena, señalando a Sara algún posible error en la pose.

Sara de la Mancha, sonríe. Sobre la mesa pompeyana no hay vasos de recio cristal con el vino tinto de las ubres que despanzurrara “Quijote” con su espada mellada. Hay “whisky”, aceitunas, peladillas y, eso sí: queso manchego y del bueno.

Ha concluido el reportaje gráfico. Sara de la Mancha, sonríe y espera.

-Sara…

-Dime.

-Háblanos de Camus. Un nombre nuevo. Parece que tiendes hacia la gente nueva. Eso está bien, Sara.

Se encoge de hombros. Habla en directo, sin rodeos. “Quijote” hubiera gritado alborozado, al escucharla. Es, su castellano, un idioma rudo, si se quiere, pero claro como el agua y crujiente como el pan recién cocido.

-Verás: hay gente vieja muy buena y gente vieja muy mala. Y lo mismo sucede con la gente nueva. Yo procuro buscar lo mejor. Eso es todo.

-¿Te preocupan los sambenitos que te cuelgan Sara?

Ríe.

-No, no me preocupan. Lástima del día en que no amanezca con alguno. Mal presagio. Recuerda a “Quijote”: “Ladran, luego cabalgamos”.

-Entonces, recojamos un ladrido, Sara. La gente ladra en los cafés, y asegura que cuando Sara Montiel comienza una película el director no manda, el cameraman no manda, y el productor, muy asustado, pregunta todos los días a su gente cómo andas de humor…

-Mira: el cine es lo más importante de mi vida. Sin el cine yo no sabría vivir; pero yo no entiendo nada de cine, no sé nada de cine. Si yo dirigiera mis películas habría hecho mi cine, el cine de Sara Montiel. ¿Entiendes? Bueno, pues anótalo si quieres. No es cierto que yo haya influido en los directores: mi oficio es actuar y cantar. Ahora, eso sí. Me permito opinar sobre fotografía por una razón. He estudiado hasta quedarme sin aliento a los grandes maestros de la pintura. Y creo que la pintura y la fotografía tienen algo de común, ¿no?


Compañera inseparable de su hija, doña María ha seguido sus éxitos de lejos y de cerca. Sara se siente orgullosa de tener una madre sencilla y aldeana.

-Entonces, hablemos de pintura, Sara.

Me mira desafiante.

-¡Qué rico! Pues habrá que prepararte habitación, porque entonces no paro. De entrada te diré que me emociona la pintura de El Greco, de Goya, de Velázquez, de Picasso, de Gutiérrez Solana… Vamos, de todo lo bueno.

-La gente sigue ladrando, Sara. A lo mejor sus ladridos han llegado hasta aquí. ¿Sabes qué dicen ahora? Que estás acabada.

-Pues si lo estoy ahora, ¿qué será cuando no lo esté? Cuento con doscientos cincuenta millones de espectadores en España y América. Y, ahora, encima, Rusia. En el Japón celebran semanas cinematográficas con mis películas. Mira: llevo desde los cinco años trabajando. Y si he llegado no ha sido por lela. La realidad es que no le quito el pan a nadie. Yo hago mi película al año y a vivir. Pese a quien le pese. Aseguran que me hago la estética todos los años en París y que me extraigo las muelas para acentuar los pómulos. Pues bien, que vayan ellas al dentista y al cirujano de estética, a ver qué pasa. Odio hablar mal de la gente. Mi madre me enseñó a que no hablara mal del prójimo y a no tirar ningún plato de comida. Y aunque la belleza se va con los años, yo he sabido aprovecharla. Y tengo lo que tengo, que nadie me lo ha regalado.

A la vista está. Está guapa Sara, con su gesto desafiante. Le pregunto si el piano de la Fornarina y la lámpara de Isabel II; si los alabastros y las lacas y su Goya y su Sorolla lo tiene por el cine.

-En esto del cine, el dinero lo hacen los productores, los distribuidores y los exhibidores. Sara Montiel ha hecho a más de uno millonario. Como a Gonzalo Elvira y el pobre Cesáreo González. Yo he ganado un poco de dinero, sí. Pero aquí no está todo. He comprado cosas…

-¿Eres feliz, Sara?

-Lo soy, gracias a Dios.

-¿Del todo? Dicen que tu marido no vive aquí…

-Cuando lo dicen es que lo saben y están en lo cierto…

Sonríe Sara de la Mancha. La más guapa “Dulcinea” española continúa cabalgando por los caminos cinematográficos. En su torno, mordiendo las ancas de su cabalgadura, una jauría de perros ladra desaforadamente.

 

Fernando MONTEJANO

(Agencia TORREMOCHA)


EL RECORTE CCCLVIII

Entre la resaca de "Tuset Street" y el inminente rodaje de "Esa mujer", Sara concedía esta entrevista a la revista Ondas, 15 de enero de 1969, donde recordaba su infancia y adelantaba algún detalle del que sería su antepenúltimo film. 


SARA MONTIEL

HA REALIZADO TODOS SUS SUEÑOS

HA ADELGAZADO 11 KG. DESDE “TUSET STREET”


En la próxima primavera Sarita va a presentar un "show" cara al público. Será como los de Frank Sinatra, dice Sarita, pero "en vez de Sinatra estaré yo".

Sara Montiel ha vuelto mucho más delgada de Méjico. Aquellos kilos que le sobraban, desaparecieron como por encanto. No hay trucaje en las fotos ni en sus vestidos. También ha variado algo el decorado de su casa. Ha colocado el piano en otro ángulo y del país azteca se ha traído varios objetos que se sumarán a los muchos que, esparcidos en distintos rincones del hogar, hablan por sí solos de sus muchos y constantes viajes al extranjero. Empieza en breve –tal vez, cuando esta entrevista salte a las páginas de la revista haya dado ya comienzo- el rodaje de “Esa mujer”. Con ser eso noticia hay más, mucho más. Cuando termine el film en cuestión, Sarita Montiel cumplirá un hermoso sueño. Un sueño que acaricia en su mente desde hace algunos años: presentarse en España personalmente, en un escenario.

-Me voy a presentar yo personalmente en teatro, ya definitivamente para marzo o abril. Primero lo haré en Barcelona, en donde pienso hacer una temporada bastante larga. Seguidamente me presentaré en Madrid, Valencia, Alicante, Murcia, Málaga, Sevilla y también en muchas ciudades que forman parte de Andalucía y si Dios quiere, lo haré, asimismo, en Castilla la Vieja, porque yo quiero que todo el público de España me pueda ver –la mayor parte del público a ser posible- para así yo darles las gracias personalmente porque desde que se estrenó “El último cuplé” yo le estoy agradecida a todo el público español.

-¿Puedes adelantar cómo será y con qué título se presentará ese espectáculo tuyo?

-Es un “show” musical como acostumbran a hacer en Estados Unidos y en Londres. Como acostumbra a hacer Frank Sinatra, pero en este caso, en vez de ser Sinatra, será “Sara Montiel en persona”: ese será el título del “show”. Nunca perdí las esperanzas de demostrar al público que Sara Montiel no le tiene miedo a un escenario.

-¿Te sentirás en el escenario tan segura como en el “plató” de un estudio de cine?

-Creo que puedo dar mejor en el escenario que en cine, porque en el cine se puede repetir una misma escena varias veces, mientras que en teatro, ¿qué pasa? Allí la artista está solo al levantarse el telón y es entonces cuando se puede demostrar al público y a sí misma lo que de actriz se tiene.


Sarita juega todavía con muñecas. Tiene un corazón de mujer, pero en ella habita aún el alma de niña.

En un rincón de la estancia hay un magnífico busto, de grandes proporciones, de Sara Montiel. Su perfil derecho se refleja en la luna azogada de un espejo cercano. Es tan real la escultura, produce tal sensación de verismo, que difícilmente creo que una fotografía pudiera reflejar más fielmente los rasgos de nuestra actriz más internacional. Que la Montiel pasará a la posteridad es algo innegable. Y algún día, nuestros hijos, o los hijos de nuestros hijos, verán en la pantalla la vida, éxitos y fracasos –que también los hubo, por supuesto- de Sara Montiel.

Encima de la repisa de una chimenea, en un sencillo marco, María Antonia Abad, el día de su Primera Comunión. ¿Qué queda hoy de aquella niñita…? Esa es mi pregunta y calladamente, mansamente, María Antonia –o Sara Montiel- que son una misma persona dice:

-Queda el alma, que es la misma. Los sueños ya no, porque se realizaron… si no todos, casi todos. La niña soñaba con hermosos vestidos… la niña quería dormir en un colchón muelle y tener una almohada de plumas… la niña… no quería que su madre se tiznara las manos con el carbón mientras guisaba…

Silencio breve. Sara Montiel detiene su mirada en un punto lejano, muy lejano… Y después…

-Vaya a donde vaya, llevo siempre en mi equipaje mi almohada de plumas. Reconozco que puede parecer una niñería, pero no consigo conciliar el sueño con otra almohada que no sea la mía.

-Dime, Sarita, ¿te gustaría volver a ser niña por espacio de unos días, aunque tuvieses que vestir nuevamente aquellos vestidos de percal?

-Lo desearía tanto… ¿Sabes por qué? Porque volvería a estar junto a mi padre, que hace más de veinte años que murió. Guardo de él un maravilloso recuerdo. Cada tres días, como un rito, sueño con él. Luego… no lo perdí por completo. Es lo único que me falta para ser completamente feliz…

Hay un amago de lágrimas en los bellos ojos de la mujer.

-¿Hay algún episodio de tu infancia que recuerdes en especial’

-Yo recuerdo toda mi infancia, pero guardo un especial recuerdo para una muñeca que cuando yo tenía tres años, en el año 36, me trajo mi hermano cuando vino del frente. Yo la llamaba “Mi-Ya”, con lo que quería decir en mi lengua de trapo “Mi hija” y así he continuado llamándola, a través de los años. Es una pepona de trapo muy fea, pero que conservo aún y que para mí tiene un valor incalculable.

-¿Eras una niña miedosa?

-No exactamente miedosa, pero tenía –y sigo teniendo- un cierto respeto o temor a la oscuridad. Ello es debido a que, cuando era chica, como en mi familia éramos muy pobres, me veía obligada a llevar vestidos bastante feos. Yo no quería verme fea y entonces, arrancaba a llorar con unas pataletas tremendas. Mi hermana mayor –que me lleva más de veintitrés años- me encerraba en un cuarto oscuro, y vistiendo una silla con una sábana blanca, previamente, me decía: “Este es el rey que viene a por ti”. Al igual que en Frandes decir “el duque del Alba”  para mí, oír decir “El rey” era como decir “el coco”. Hasta que un día descubrí que sólo se trataba de una silla. Pero el recuerdo quedó grabado y aún hoy, sigo teniendo cierto temor a la oscuridad.


Un artista ha esculpido el busto de Sara en la piedra. Su belleza quedará así perpetuada y las generaciones futuras la podrán ver en el museo.

-¿Practicaste algún deporte en tu infancia?

-El de pasar hambre, por necesidad.

-¿Cuál era por aquel entonces tu afición predilecta? ¿A qué jugabas?

-Me gustaba cantar y poner en escena a mis amigas. Mi hermana, la que me lleva cuatro años, hacía de apuntadora, porque era la que entonces tenía la voz más clara. Las demás, con nuestras lenguas de trapo… Yo las vestía, las enseñaba ¡calcula! cómo se debía cantar y… dejaba volar mi imaginación, pensando que representaba para un público que sí llegó… al cabo de los años.

Hablo con ella del amor de la mujer. De los que en otros tiempos pudo tener. De sus admiradores.

-Mentiría si dijera que no he tenido muchos pretendientes. Pero ahora sólo me interesa un hombre: mi esposo. Si hemos de creer lo que dicen, existen, al parecer, treinta y siete maneras distintas de declarar el amor a una mujer. Yo creo que la mejor de todas y la que sí recuerdo de veras, ha sido –sin duda- la de mi esposo.

-Pareces totalmente feliz. ¿Ninguna nube?

-Ninguna, a pesar de que a muchos, esto quizá les defraude. A mí me han divorciado ya tantas veces en la prensa…

No ya como informadora, sino como mujer, me interesa saber el por qué Sara Montiel ha vuelto el color de sus cabellos a la tonalidad que le era ya habitual en los últimos tiempos: el caoba.

-Por exigencias del film que estoy rodando “Esa mujer”. En esta película interpreto dos papeles distintos. En uno de ellos doy vida a un personaje más agrio y voy con el cabello negro, y en el otro –soy la misma mujer, pero en períodos de tiempo distinto- llevo el cabello rojizo, vistiendo muy claro y con un tipo espiritualmente también distinto a la otra mujer que, sin embargo, soy yo misma.

-¿Hablamos de “Tuset Streeet”?

Pienso que va a eludir el tema, pero contrariamente a mis pensamiento, la oigo decir:

-Sí, ¿por qué no? Aquí, en Madrid, va muy bien, a la gente le gusta, pasan un rato agradable viendo una película moderna, con un color estupendo y con unas canciones preciosas. Casi todas mis películas han tenido un corte clásico: en esta hay un ambiente completamente nuevo.

-¿Qué hay de la película “Catalina la Grande”, junto a Marlon Brando?

-Estamos en tratos. Debería rodarse en Rusia y su duración sería muy larga. Si puedo compaginar mis películas ya proyectadas junto a mi actuación personal en teatro y luego, me queda tiempo, desde luego que la haré porque creo que podría ser sensacional.


Sarita es ahora más joven que nunca, cuando se dispone a interpretar una nueva película que llevará por título "Esa mujer". 

-Hay algo que supongo interesará sobre todo a las mujeres. ¿Cómo has conseguido perder tanto peso?

-De “Tuset Street” hasta ahora he perdido algo más de once kilos. Yo tuve una temporada –lo reconozco- en la que me sobraban unos cuantos kilitos, pero no podía adelgazar. Tuve paciencia hasta que el médico me dijo: “Ahora, María Antonia. Ahora puedes adelgazar”. Y ya lo ves.

Le sugiero hacerle algunas fotos al lado del busto que se refleja en el espejo. De su propio busto. Sonríe, un poco coqueta. Y amplía la sonrisa cuando dice:

-Soy casi tan presumida como cuando tenía ocho años… y me ponía aquel lazo tan grande en lo alto de la cabeza… tal vez, tal vez, para que destacase el lazo y nadie se fijara tanto en mi vestidito de percal…

La niña quedó atrás. Hoy, existe la mujer. Guapa, famosa y rica. Pero el alma de la niña, medio agazapada, está aún dormida en el corazón de la mujer.

 

Texto y fotos: Maite MAINE



LA FOTO CCCLVIII


Sara en una de las más icónicas imágenes de "Esa mujer" (España, 1968).

No hay comentarios:

Publicar un comentario