SARA MONTIEL por Vicente Antonio Pineda
Buscar la explicación y el motivo del éxito popular de Sara Montiel es un intento difícil y complejo en el que se reúnen una serie de elementos y condicionamientos. Más que al crítico es al sociólogo o al psicoanalista a quien corresponde analizar el fenómeno Montiel entroncado en una concreta realidad y en una particular circunstancia. Sara Montiel “tiene su público”, lo que se complace en recordar y repetir. ¿Pero quién es ese público? ¿Qué encuentra en la figura a la que presta su atención mitizándola? ¿Qué representa para una galería fácil y fiel? Su aureola, su fama, comienza en rigor hace doce años con “El último cuplé”. Y aquella María Luján, mujer fatal en apariencia y sentimental en el fondo, con una mentalidad burguesa frustrada y, sin embargo, acariciada, recorre las pantallas de entonces como un signo casi matriarcal en sus amores. Es la tentación de lo prohibido, pero también el contrapunto del arrepentimiento. Muchas cosas se la perdonan por su capacidad hacia el amor, sacrificando lujo o bienestar por un afecto o romance imposibles. Y esto se lo agradecen los espíritus inocentes que sueñan en su quietud hogareña, en su ambiente familiar, con las aventuras y desventuras de la heroína. Tal vez quisieron hacer lo mismo, pero no se atrevieron por miedo a alterar su existencia tranquila y tradicional. En el personaje de María Luján se produce una curiosa identificación: triunfa, consigue halagos y aplausos, los hombres se rinden ante ella, en secreto o a voces, y María pasa a su lado entre canción y canción como una promesa inalcanzable. Pero sufre, sufre mucho, en medio del clamor de sus auditorios, mientras canta un cuplé. María Luján no es enteramente feliz y mueve a compasión. Se la admira y compadece. Es como sus cuplés, los que interpreta, renuncias, flores, esperas, nostalgias, celos, pasiones, besos, suspiros, reproches… “Todos los que antaño soñaron con los camerinos de las artistas pueden ahora asomarse a ellos a través de esa especie de ojo de cerradura que es “El último cuplé”, observaron Prado y Egido a raíz de su estreno.
En la brava historia de “Carmen la de Ronda” junto a Jorge Mistral.
Interpretando la monja de “Pecado de amor”.
En los “adorables tiempos” de Cifesa.
Sara vuelve al pueblo “que la vio crecer”, a Orihuela, en medio del entusiasmo popular, que le obligó a cantar en plena calle “La violetera”.
De su paso por los estudios de Hollywood ha quedado su intervención en “Veracruz”, junto a Gary Cooper.
Sara, en la ceremonia de su boda con José Vicente Ramírez Olalla, en la Iglesia Montserrat , de Roma
En un fotograma de “Pecado de amor”.
En una escena de “Samba”.
La actriz visita al maestro “Azorín” en 1957, que dedica “El cine y el momento” a Sara Montiel.
El españolismo de la artista está fuera de toda duda. Durante su estancia en Roma para celebrar su boda, aparte de visitar al Santo Padre, coloca un ramo de flores en la tumba de Su Majestad el Rey Don Alfonso XIII.
Causas y factores de una identificación
Sin comprometerse, con licencia, ese público entra en un mundo que le atrae como una pasajera e ingenua evasión y trata con María. Pero, después, cada uno en su sitio. No ha pasado nada. Ella seguirá con sus cuplés y sus amores y desengaños, y los demás quizás deseen en sus largas horas de aburrimiento volver. Para muchas mujeres María encarna un callado y deseado ideal, ver al hombre vencido, derrotado y, para muchos hombres, el gusto ambigüo de sentirse rechazados. Y la melancolía de otros tiempos que oscurecen los presentes en un abandono reminescente. Puede que un inútil deseo de regresión a una juventud perdida. Y cuando se comprueba que María no tiene un amor verdadero, las espectadoras se marchan más tranquilas a casa, porque María, la pobre María, no puede dedicarse por su carrera a la vida del hogar. Y no se puede tener todo en el mundo.
Sara Montiel resulta simpática a un público femenino porque nunca pasa del límite que pudiera molestarle. Conserva siempre, aun en las situaciones más pretendidamente audaces, una dignidad y un pudor. Sabe hasta dónde puede llegar sin ofender una moral tradicional burguesa. Cuida a “su público” compuesto en buena parte de mujeres, como ella misma manifiesta. “La “estrella” se convierte en alimento onírico; el sueño, a diferencia de la tragedia ideal de Aristóteles, no nos purifica verdaderamente de nuestros fantasmas, sino que revela su presencia obsesiva; de la misma manera, las “estrellas” sólo provocan parcialmente la catarsis y alimentan fantasmas que querrían –pero no pueden- liberarse en actos. Aquí el papel de la “estrella” se convierte en “psicótico”. Polariza y fija obsesiones”. Las palabras del sociólogo Edgar Morín contribuyen a estudiar el fenómeno de cierta popularidad basada en proyecciones-identificaciones. Naturalmente, según el lugar donde se registran, el medio social y cultural, sus características difieren en cuanto a los recursos y efectos que emplean. Sara Montiel no ignora, y en esto es consecuente, a quién debe su popularidad y situación, quién la hizo “estrella”. En el temor de defraudar a ese público es siempre la misma, cuando hubiese convenido que se decidiese a buscar nuevas facetas. En nuestro cine supone la creación de la “estrella”, formada y configurada en un determinado contexto y época, producto dócil y propicio, agradecido y entregado. Su público la ha convertido en figura idolatrada, pero ella se lo dio todo en una preocupación constante de mantener su favor y culto. Esto ha impedido, quizás, la revelación de insospechadas posibilidades de actriz. José María García Escudero escribe en su libro “La historia en cien palabras del cine español”: “Al cine, pero más todavía al teatro, los perjudican los que van más que los que novan; porque, aplaudiendo lo que no debe ser aplaudido, cortan el paso al cine o al teatro de verdaderos”.
La “estrella”, la posible actriz y la persona
El simple hecho de enumerar algunos de los filmes interpretados por Sara Montiel define una línea: “El último cuplé”, “La violetera”, “Carmen, la de Ronda”, “Mi último tango”, “La bella Lola”, “La reina del Chantercler”, “Samba”, “Pecado de amor”, “La dama de Beirut”…
Si “El cuplé” fue su puerta a la fama, también trajo consigo una reiteración en donde a toda costa debía cantar en historias con ligeras variantes. Una racha ya acabada. La gente conoce a Sara Montiel a través de sus películas y se ha forjado una idea de su personalidad que pueda ser estereotipada o falsa. ¿Cómo es en su intimidad? La “estrella” y la persona se confunden y mezclan hasta el extremo de que constituyen un conjunto en donde no se sabe dónde comienza una y dónde acaba otra. La “estrella” pertenece por entero a su público. Gloriosa servidumbre de la que se apiada el mismo público que la exige. Como los reyes, como los dioses, la “estrella” pertenece mucho más a sus admiradores que éstos a la “estrella”.
Un buen día se nos apareció una Sara Montiel diferente en “Veracruz”, de Robert Aldrich. Un cometido breve, pero lleno de fuerza y vitalidad. Una nueva actriz surgía ante nosotros. Pero volvió a cantar cuplés, encerrada en una atmósfera pesada y decadente. Y, sin embargo, posee un temperamento acusado, un impulso natural, una inspiración dramática que, convenientemente dosificada y utilizadas, podían dar medida de una actriz que todavía puede ser si se empeña, aunque sea a costa de prescindir de su compromiso con ciertos espectadores y admiradores. Ya encontrará otros en la eventualidad de que pierda a los habituales. Además, el público cambia, evoluciona.
Popularidad, popularidad, popularidad. La “tuna” tiende sus capas a los pies de la “estrella”. Luce la expresividad de los ojos de Sara Montiel sobre un libro, “Las mujeres célebres”, en el que ella figura. En su casa, con su perro, rodeada de recuerdos y objetos queridos.: La “estrella” ha evidenciado grandes condiciones de actriz, algunas veces desaprovechadas, en varios de sus “films”.
Puntos de vista de Sara Montiel
Sinceramente creo que si Sara Montiel es muy conocida por sus intervenciones cinematográficas, en cambio es muy mal conocida en su verdadera personalidad. Por ello, excepcionalmente, transcribo una especie de “test” con la “estrella”, y preferiría decir actriz.
-Hable de su vocación.
-Significa todo para mí. Entrega total. Sin trabajar, me moriría.
-Y de sus comienzos.
-A los cinco años empezaba mi afición. Recuerdo que mi madre tenía una colcha de colores. Me deslumbraba la belleza. Colgaba esa colcha, la convertía en telón y con los niños de mi edad improvisábamos representaciones.
-¿Ha tropezado con muchas dificultades?
-Con todas.
-¿Cuál es su grado de instrucción?
-A los siete años comencé a leer los periódicos a mi padre. Decía que tenía una voz muy bonita y le gustaba oírla. Hombre humilde no pudo darme una educación por falta de medios. Día tras día, con esfuerzo, he ido haciéndome una cultura, leyendo, interesándome por las cosas.
-¿Es usted optimista?
-No. Siempre estuve sola. Únicamente he tenido responsabilidades. Quizá ahora sea algo más optimista al haber conseguido un nombre, amigos, dinero.
-¿Qué odia más?
-La mentira. Hay gente que me detesta porque digo la verdad.
-¿Le gusta la mundanidad?
-No. Sólo me gusta estar entre amigos íntimos.
-¿Le gustan los animales?
-Muchísimo, hasta las serpientes.
-¿Autores preferidos?
-Unamuno, Miguel Hernández.
-¿Músicos?
-Beethoven. Después, Chopin.
-¿Pintores?
-Goya.
-¿Qué ciencias le interesan?
-La médica. Y el psicoanálisis. Admiro a Freud.
-¿Y qué juegos?
-Las cuatro esquinas y la gallina ciega, por lo que tienen de sorpresa.
-¿Cuáles son los mayores defectos que le atribuyen?
-Tantos. Dominante, insoportable…
-¿Se lamenta de algo?
-De ser injusta con un amigo. En seguida le pido perdón.
-¿Qué le falta en este momento?
-Amor.
-¿La etapa más bella de su vida?
-Cuando era pequeña y estaba con mi padre. Mi padre no murió para mí.
-¿El mejor recuerdo?
-Conservo muchos buenos recuerdos.
-¿Y el peor?
-No haber encontrado a mi padre vivo.
-¿Cree en la casualidad?
-Sí. Es un misterio.
-¿Teme a la muerte?
-No, porque sé que vendrá algún día.
-¿Se considera coqueta?
-Es una obligación en la mujer. Una coquetería fina, femenina.
-¿Es usted sentimental?
-Mucho. Soy piscis.
“La violetera”, después de la interpretación de Sara Montiel, ya no es no sólo una canción famosa en boca de Raquel Méller por los “felices veinte”, sino un mensaje español para el mundo ligero, sentimental y emocionante. La gran “estrella” cinematográfica revalidó su fama conseguida en “El último cuplé” con este “film”.
La actriz posa al lado de su retrato escultórico, obra de Collaut Valera.
-¿Qué importancia da al dinero?
-No pienso nunca en el dinero.
-¿Se encontró alguna vez en una situación ridícula?
-Cuando un hombre pensaba que se reía de mí, aun sabiéndolo previamente, porque en ese momento no podía escapar.
-¿Cómo se manifiestan sus nervios?
-En silencio.
-¿Qué película es el origen de su popularidad?
-“El último cuplé”.
-¿Ha existido algún eclipse en su carrera?
-Varios. El mayor de 1956 a 1958, que fue cuando hice “El último cuplé”. Después, cuando me negué a hacer “Las guerrilleras de Villa”. Entablé un pleito que llegó a Supremo. Entonces Cesáreo González me pidió que lo retirase y de ahí partieron “Tuset Street” y “Esa mujer”.
-¿A qué actriz admira más?
-A Ingrid Bergman.
-¿Qué piensa del matrimonio entre actores?
-No lo sé.
-¿Y fuera del cine?
-El amor existe dentro o fuera del cine.
-¿Qué opina de la pena de muerte?
-Es horrorosa.
-¿Qué es la vida para usted?
Amor.
-¿Qué enfermedad teme más?
-La que sea más lenta, porque hace sufrir a los demás.
-¿Fija un límite en su carrera?
-Sólo si me quedase paralítica, muda.
-¿Su primera ganancia?
-Quinientas pesetas por “Te quiero para mí”, en 1944.
Sara en su última película, “Tuset Street”, estrenada recientemente con poca fortuna. El cuplé adquirió en su boca un estilo y un encanto personalísimo.
Sara Montiel si de una parte, como reconoce, experimenta una soledad, de otra vive rodeada de un mundo de fantasmas e influencias que determinan su actividad e invisiblemente con su presión la dirigen y conforman. Necesita liberarse de sus sugestiones, olvidar esos dictados y oír con atención las indicaciones que le permitan encontrarse a sí misma. En el punto al que ha llegado no es fácil desprenderse de todo lo que gravita sobre ella, convirtiéndola en lo que los otros quieren y a lo que accede bajo el efecto del éxito inmediato. Pero quizá convendría más el prestigio a largo plazo. Sara Montiel conoció en Méjico a Gerard Philippe y siguió los cursos de Elia Kazán. Lo importante es que el encuentro con el gran actor francés desaparecido y con el realizador norteamericano sirva para una reflexión indispensable
Con Reginald Kernan, su “partenaire” en “Pecado de amor”, de Amadori.
EL RECORTE VIII
La revista Hola, el 15 de Mayo de 1965, se hacía eco del contrato multimillonario firmado por nuestra estrella. Y para hacerlo constar publicó esta foto.
CESAREO GONZÁLEZ , EXCLUSIVISTA DE SARITA MONTIEL
En el transcurso de una recepción, la famosa estrella Sarita Montiel firmó un contrato con el productor Cesáreo González por más de un millón de dólares. Fueron testigos el padre Mojica y el ex ministro don Raimundo Fernández Cuesta. En la foto, un momento de la firma del contrato.
LA FOTO VIII
Otra instantánea de nuestra Sara Montiel posando con el mismo libro. Pero, claro, ¡cualquiera se fija en el libro! Bellísima en esta foto.
Que mujer tan grande, si llega a nacer en Estados Unidos las supera a todas, su mito empezo a engordar a raiz de El último cuplé, hoy nadie duda de su gran Mito.
ResponderEliminarLa mas grande estrella de todos los tiempos, la que mas lejos a llegado, y si ninguna base, pero lo tenia todo desde que nació, no habrá otra como ella, como no la va haber como Marilin Marlene o Greta Garbo. Sara es el gran mito del cine español con revuelos internacionales.
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