viernes, 15 de julio de 2011

EL PITO - 6 de Febrero de 1968 - España


SARA MONTIEL
Suspendido el rodaje de ‘Tuset Street’ por disensiones con Jorge Grau


Cuando llegamos, aquella tarde, a los estudios cinematográficos Balcázar, situados en la localidad de Esplugas, a muy pocos kilómetros de la Ciudad Condal, estábamos muy contentos porque ello significaba un nuevo encuentro con Sara Montiel, la más internacional de las estrellas españolas, a quien desde siempre profesamos una profunda admiración y un gran afecto. Como quiera que se lo hemos demostrado en más de una ocasión, ella corresponde con nosotros, tratábamos más como amigos que como informadores. Por ello, aquella tarde en los estudios, no había más curiosos que nosotros, mi fotógrafo y yo, aparte, claro está, de las personas que formaban el equipo de rodaje de ‘Tuset Street’. La razón se debía a que las escenas a rodarse aquella tarde eran de tipo delicado en las cuales la Sara nacional lucía tan sólo una toalla sobre su fabulosa anatomía. Por ello se tomaron todo tipo de precauciones para que muy pocas personas permanecieran en el plató. Una vez más, Sara Montiel nos había distinguido al autorizarse a ver el rodaje de aquellas escenas bastante subidas de tono, por cierto. Cuando llegamos al plató, Sarita está en manos del maquillador que está dando al rostro bellísimo de la estrella los últimos toques. Jorge Grau, el joven y laureado realizador español, comprueba las luces y da instrucciones al cameraman. ¡Preparados!, quita con voz firme el director. Sara Montiel se sitúa en la posición que la escena requiere, concretamente ante una ventana. Una pequeña toalla blanca cubre su cuerpo en muy escasa proporción. Larga melena negrísima sobre sus desnudos hombros. Al otro lado de la ventana, Jorge Grau dirige la escena, que comienza con la conocida frase de… ¡Acción! La cámara comienza a filmar. En el set un silencio impresionante. La Montiel se acerca a la ventana, retira una cortina y parece interesada por lo que ocurre en la calle. Un minuto aproximado de filmación. Otra vez Jorge Grau pronuncia las palabras de ritual. ¡Corten!, muchas gracias. Los focos se apagan bruscamente, y una señora corre a cubrir con un jersey a la estrella. Hace frío,  y un constipado complicaría las cosas.
Sara Montiel, que nos vio al llegar, se acerca a nosotros y nos tiende la mano, cordial. Con la afectuosidad que la caracteriza. Tras los saludos de rigor, y en tanto los técnicos preparan la segunda toma, dialogamos con la estrella. 

-¿Qué es Tuset Street?
-Una película muy de hoy, que aborda problemas y situaciones actuales.
-¿Qué va a significar en la carrera de Sara Montiel?
-Una evidente renovación respecto a mi habitual estilo.
-¿Nace aquí una nueva Sara Montiel?
-Esa es la idea que todos perseguimos.
-¿Cantarás en ‘Tuset Street’?
-Sí, naturalmente, pero un tipo distinto de canciones a lo que habitualmente vengo haciendo.
-¿Cómo es tu papel en la película?
-Es algo diferente. Me entusiasma.
-¿Tema muy actual?
-Actualísimo.
-¿Quiénes son tus compañeros de reparto?
-El protagonista masculino es Patrick Bauchau, que en esta película va a dar la campanada. La otra estrella es Teresa Gimpera, muy conocida a través de la publicidad televisiva que ha hecho. Un rostro de chica muy de vanguardia, que además ha demostrado ya ser una excelente actriz.
-¿Es cierto que Sara Montiel, además de estrella, es la productora de ‘Tuset Street’?
-En efecto, es cierto.
-¿Cuál es el presupuesto de esta película?
-Veinticinco millones de pesetas.
-¿No son muchos?
-Sí, pero la empresa vale la pena.
-¿Pormenores técnicos?
-Rodamos en Panavisión y technicolor, y eso ya se sabe que es caro.
-¿Cuántos vestidos luces en esta película?
-Dieciocho modelos creados exclusivamente para el film, y dos bikinis.
-¿Puedo invitarme yo a las escenas de los bikinis?
-Naturalmente, ya sabes que sí.
-Cuento con ello. ¿No resulta peligroso producir e interpretar un film al mismo tiempo?
-No exactamente peligroso. Quizá tan solo delicado.
-Se dice que Sara Montiel ha decidido producir porque es una estrella demasiado cara para los productores españoles. ¿Es ello cierto?
-Algo de eso hay, pero no es exactamente así. 
Los focos vuelven a encenderse. Jorge Grau llama de nuevo a Sara al plató. La cámara ha sido trasladada de lugar. Ahora se encuentra en el interior  de una humilde habitación donde se va a rodar el próximo plano continuando el anterior y partiendo de la ventana en la que Sara Montiel estaba situada. Suenan otra vez las palabras del realizador. ¡Preparados!, ¡Situación!... ¡Acción! Rueda de nuevo la cámara. Sara Montiel se acerca lentamente desde la ventana hacia una cama en la que duerme un hombre. (Patrick Bauchau, el protagonista.)
La mira con pasión. El está dormido. Sigue acercándose. Se sitúa muy cerca de él. El hombre despierta… y se funden en un beso impresionante y prolongado. ¡Corten!, dice el director, muchas gracias a todos. Vuelven otra vez a poner el jersey a la estrella, y nosotros terminamos ya el reportaje.
-¿Algo más como final de la entrevista?
-Un millón de gracias por haber venido. Ahí va mi mano.
La estrechamos con admiración, y tras despedirnos de Jorge Grau, salimos al exterior. Ya era de noche. Habíamos pasado cerca de cinco horas en los estudios. La misión estaba cumplida. Nos marchamos tan contentos.

Fernando MORER ALCÁNTARA
Fotos: JOSE E. PUENTE.


EL RECORTE XXVI


'Tuset Street' al final se rodó y se estrenó. La siguiente entrevista, de la que falta un fragmento, la concede Sara en un momento intermedio entre el estreno de este film y la preparación del próximo: 'Esa Mujer'. Parece que los avatares del rodaje de Tuset no son nada para los que está viviendo en su vida personal. Ella misma lo confiesa en este artículo de la revista Semana, con fecha de 21 de Septiembre de 1968.

SARA MONTIEL
se confiesa


Sara está sobre un fondo fucsia en su espléndido piso, cara a la madrileña plaza de España, lleno de ricos recuerdos de un viaje al Extremo Oriente, cuando fue de luna de miel con su marido, José Vicente Ramírez Olalla.
No sé si profundizar como un aprendiz de zahorí en la vida de esta mujer que puso éxito al cuplé, al que sacó de un rancio baúl de la ‘belle-époque’, y siguió protagonizando películas de mayor o menor impacto, pero siempre envuelta en olor de popularidad.
Me preocupan más ahora esos recuerdos otrora calientes, y hoy ligeramente lejanos. Los recuerdos, claro, de su matrimonio. Nos miran, muy fijos, una diosa japonesa en cerámica y unas lacas y porcelanas orientales.

 “HE PREFERIDO AMAR A QUE ME AMEN”
Nos observan también unos ojos expectantes: lo de su madre y los de un par de amigos. Sara Montiel está sentada en un diván, tranquila, segura de sí misma.
-Revuelve tus sentimientos, Sarita, y dime: ¿han tenido suerte en el amor?
-He tenido suerte en rodearme de gente que me quiera.
-¿Puedes precisar el número de personas?
-Dos o tres.
-¿Masculinas?
-Descontando a mi madre, sí.
-¿Y viste siempre correspondido este amor?
-Nunca se corresponde. Si quieres tú, el otro no te quiere, y viceversa. Nunca se ponen dos personas enteramente de acuerdo. No existe tal correspondencia.
-¿Ni perfección?
-No, no existe perfección en el amor.
-¿Tú qué has preferido siempre?
-Amar a que me amen.
-¿Con desilusiones?
-Muchas, pero no me importó nunca al saber que he amado.
-¿Discutes con tu marido?
-Todos los días, porque, vamos a ver: ¿qué matrimonio no discute? Ahí está la salsa de la vida.
-Háblame de Chente, tu esposo.
-Es un hombre muy completo en todos los sentidos: responsable, de buen corazón, con temperamento y mal genio, duce, inteligente…
-¿Ve en ti una mujer de aire superior?
-No. Dice siempre de mí que soy una cría. Aparento mucho, pero luego en el fondo no soy nada.


NO HA DESECHADO LA IDEA DE MATERNIDAD



Sara, junto a una talla que podría ser románica, adquirida en Japón. Es uno de los múltiples recuerdos que se trajo del Lejano Oriente cuando fue de viaje de novios. 

Pausa, aprieto el voltaje de las preguntas. Me sofoca el calor, los ojos de esos espectadores de la entrevista y los recuerdos japoneses, que hablan de una luna de miel, iniciada en Roma por una pareja feliz: María Antonia Abad Fernández y José Vicente Ramírez Olalla, y proseguida por medio mundo.
-¿Quién o quienes administran tus bienes?
-La administración de mis bienes es algo muy sencillo, pero no la llevo yo, desde luego, sino que confío en otras personas que están preparadas para los negocios.
-Por ejemplo, Chente…
-Él se dedica a sus negocios.
-¿Nada más?
-Bueno, vigila también  las cosas mías. 



Minutos después de aterrizar en Barajas, procedente de Méjico, donde ha permanecido cinco meses, fotografiada con su perrito caniche en el Mercedes de su propiedad. Una Sara Montiel muy juvenil, vestida con minifalda, que se ha sometido a un riguroso adelgazamiento, perdiendo catorce kilos en pocas semanas. 

Tensión. Apuro un whisky. Sara sigue en el diván como una reina plácidamente recostada en su trono. Está en su ambiente. Le gusta sincerarse con alguien. Tiene una increíble humanidad, un trasfondo bondadoso que muchos se empeñan en poner en entredicho.
-José Vicente, tu esposo, viaja continuamente. Los negocios, claro. Pero, ¿lo ves muy a menudo?
-Nos vemos todos los días.
Se ha puesto seria, con un leve rictus de amargura en los labios perfectos, brillantes de “rouge”. Ha empalidecido aún más su tez blanca, fotogénica, bella, increíblemente atractiva.
-Y una maternidad, Sara. ¿La has desechado en tu vida?
-No. ¿Por qué?
Es la última pregunta sobre el tema. La inquietante Sara no quiere rodeos. Pide a los que le rodean una claridad casi insultante, pero positiva.
-¿Hay separación, Sara?
Lo pienso. Sonríe pícaramente, aunque haya un sabor agridulce en sus palabras, cargadas de misterio, de quién sabe qué extraña diplomacia aprendida en los escenarios y platós de medio mundo. Pero Sara tiene derecho a saborear su propia intimidad y a reservarse su vida sentimental y su futuro para sí misma. Lo leo en su temperamento, como también en su dulzura. Me dice, conteniendo su sinceridad:
-Dí que por ahora nuestro amor sigue en plaza de España, 11.
Su casa mira a la estatua de Don Quijote y Sancho; patria chica de la estrella, aquella que pisaron imaginariamente los héroes cervantinos. Sara es fundamental, sencilla, llana. No ha olvidado sus orígenes. Por eso tiene corazón y sufre.

OTRA VEZ MONJA EN EL CINE


Ahora se estrena ‘Tuset Street’, su última película. En octubre empieza ‘Esa mujer’, junto a Giuliano Gemma.
-Hago el papel de una monja, y de una mujer apasionada.
-¿Cómo en ‘Pecado de amor’?
-Aquí es un papel más dramático.
-Júzgate a ti misma como mujer.
-Fenomenal.
-¿Hasta el punto de pasearte con minifalda por la calle?
-Pues sí, hasta ese punto. Todo depende de si tienes las piernas bonitas o no, y yo las tengo como para poder pasear por las calles de Méjico o de Madrid. Mira, si no, Sofía Loren, que tiene treinta y seis años, o Liz Taylor con treinta y siete, cuyas piernas son bastante más feas que las mías. Yo combino mis minifaldas con las medias. Me gusta el color verde en los trajes, el negro, el blanco o el rosa fucsia.
Con ella va la expectación. Es Sara Montiel y basta. La que levantó el cuplé con su fuerza increíble. La que ahora viste minifalda. Sara sabe estar.
Vestida con un modelito de Christian Dior, lujoso, elegante, vaporoso, juega a ser hebrea. Posa con la seguridad que le ofrece su bello rostro fotogénico. Mira a las luces y domina la fotografía y la iluminación necesaria.
-¿Qué le pides a ti misma?
-Que haya justicia. Soy muy sensible. Me deprimo a menudo y sufro, porque siempre me considero inferior y no doy valor a lo que hago.
Sale de su torre de marfil. Nos acompaña gentilmente a la puerta. Hay en sus ojos brillantes un trasfondo de tristeza. Pero se domina y sonríe, como hace con todo el mundo. Los sufrimientos le pertenecen a ella.

Manuel ROMAN
Fotos: J. Torremocha

LA FOTO XXVI



Sara con Patrick Bauchau en una escena de Tuset Street. Foto que se encuentra publicada en las memorias que nuestra estrella concedió a la revista Lecturas. 




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