TODO SOBRE LA TORMENTOSA
HISTORIA DE AMOR DE
SARA MONTIEL
Y GIANCARLO VIOLA
La actriz ha anunciado que va a casarse con este actor italiano con el que mantuvo un intenso romance durante ocho años y que terminó cuando ella conoció a Pepe Tous.
La genial Sara Montiel ha sorprendido a todos al anunciar esta pasada semana su próxima boda con el italiano Giancarlo Viola, el hombre que ya ocupó su corazón durante ocho largos años antes de que ella conociera a Pepe Tous, el gran amor de su vida.
Desde que Tous falleciera, el 25 de agosto de 1992, Sara no había logrado superar esta gran pérdida, a pesar de sus esfuerzos para evitarles aún más dolor a sus hijos, Thais y Zeus, de 14 y 10 años respectivamente, los cuales también se vieron muy afectados por la muerte de su padre. Volcada por entero en ellos y en su trabajo, Sara intentó durante muchos meses esconder su gran pena en lo más profundo de su corazón, pero, sin duda, la soledad hacía mella en su estado de ánimo, como lo confirman muchas personas que a lo largo de este tiempo estuvieron en contacto con la artista.
Sin embargo, el pasado verano, un programa de televisión, “Esta es su vida”, presentado por Ricardo Fernández Deu, trajo de nuevo al lado de Sara a uno de los hombres más significativos en su vida: Giancarlo Viola. Y allí comenzó a renacer aquel antiguo amor, que hizo vibrar a la actriz durante ocho años y que se inició en 1965, cuando ambos interpretaron “La dama de Beirut”. El romance, calificado de ‘tumultuoso’ por la propia Sara, terminó cuando Pepe Tous irrumpió en su vida y le ofreció la estabilidad sentimental que ella estaba buscando. Tous fue el tercer marido de Sara, que anteriormente estuvo casada con el director cinematográfico Anthony Mann y con el productor José Vicente Ramírez Olalla. Ahora, después de todos estos años, la inacabada historia de amor entre Sara y Giancarlo, Gianca, como ella le llama en la intimidad, va a tener un final feliz y la boda, aunque todavía no hay fecha fijada, será, a buen seguro, una de las más sonadas del año.
Sara, rodeada de sus seres más queridos, en el programa de Televisión Española 'Esta es su vida', donde se produjo el reencuentro con Giancarlo -con americana clara a la izquierda de la actriz-.
Para gran parte del público, incluso para bastantes de los más fieles seguidores de Sara, el nombre de Giancarlo Viola resulta prácticamente desconocido. Indudablemente, la bella e intensa historia de amor vivida junto a Pepe Tous, con quien se casó después de varios años de convivencia y con quien adoptó a sus dos hijos, y con quien a todas luces era plenamente feliz, eclipsó incluso sus matrimonios anteriores y, por supuesto, también sus antiguos romances. Por ello, la figura de este actor italiano, que cuenta ahora 57 años –siete menos que Sara- pasó bastante desapercibida aunque la propia Sara, en sus memorias, publicadas hace algunos años, ya explicaba detalladamente todo cuanto concernió a este romance que, según sus propias palabras, fue muy importante en su vida y en el que vivió instantes de inmensa felicidad junto a momentos de pena y desesperación, como por ejemplo cuando perdió al hijo que esperaba, o cuando intentó suicidarse a causa del rechazo del actor que, unido en matrimonio con otra mujer, decidió seguir al lado de su legítima esposa con la que tenía una hija de corta edad.
El idilio surgió, como decíamos, en el año 1965, cuando el ya fallecido director cinematográfico Ladislao Vadja, eligió a Sara Montiel para protagonizar la película “La dama de Beirut”. Vadja le dio a la actriz varias fotografías de actores entre los que eligió a Gianca. Le explicaron que el elegido no era actor de profesión y que en realidad era experto en explosivos –su familia tenía una fábrica de los mismos en Italia-, en fotografías, y en obras maestras de los museos. También la pusieron al corriente de sus datos personales, aclarándole que se llamaba Giancarlo Viola y que medía caso dos metros de altura.
Una escena de la película 'La dama de Beirut', en la que se conocieron y enamoraron Sara y Giancarlo Viola.
Una afección pulmonar retrasó la incorporación de Sara al rodaje de “La dama de Beirut”, pero, cuando ya restablecida acudió al rodaje, se sintió vivamente impresionada por aquel hombre que “tenía el cabello canoso, aparentaba unos 40 años, era elegante de porte, melodioso en el hablar”, al que Sara no duda en describir de este contundente modo: “Era de un guapísimo de morirse”.
Sin embargo, a pesar del impacto, todavía no surgió el amor entre ellos. Sara, por aquel entonces, estaba casada con José Vicente Ramírez Olalla, al que ella llamaba familiarmente Chente, aunque su matrimonio había naufragado desde muy poco tiempo después de la boda. El carácter celoso del productor hizo que le montara un número en el plató de rodaje cuando ella tuvo que repetir numerosas veces una escena de amor con Viola, aunque en aquellos momentos aún no había surgido el idilio entre ambos.
Sin embargo, poco tiempo después, el amor brotó impetuoso e imparable en sus corazones. Fue precisamente tras la muerte de Vadja, acaecida en pleno rodaje a causa de una crisis cardíaca. Esta inesperada desaparición afectó mucho a Sara y a Giancarlo, que también acababa de perder a su padre.
El actor invitó a Sara para intentar levantarse los ánimos mutuamente, puesto que el rodaje de la película tenía que continuar.
“Entre Giancarlo Viola y yo –explica Sara en sus memorias- todo empezó con unos espaguetis. Los cocinó él”.
Aquel fue el primer paso, el gesto que les acercó.
“Luego, sabría de su vida. Estaba casado. Tenía una hija de pocos meses. Era hijo de una familia muy bien situada”.
Entre ambos se estableció inmediatamente una corriente de entendimiento y simpatía. Cuenta Sara lo siguiente:
“Fue la muerte de Vadja lo que nos unió. Fue el no ser felices con nuestros matrimonios respectivos lo que nos llevó a hacer el amor por primera vez, una noche de domingo, en un montículo próximo a Sitges”.
Había surgido entre ellos, impetuoso e imparable, un gran amor.
“Nos enamoramos. Mucho. Hasta conocer a Pepe Tous, Gianca fue el hombre de mi vida a lo largo de unos años de amores con oscilaciones pasionales tremendas”.
Sí, porque aquel romance que acababa de comenzar trajo a Sara muchas horas de felicidad, pero también otros momentos de intenso dolor.
Sara se separó de Chente –sólo de hecho, él no se lo puso fácil en el terreno legal- y tal vez creyó que podría vivir para siempre junto a Viola, pero él seguía casado y esto complicaba las cosas.
La actriz iba a protagonizar entonces su nuevo film, “La mujer perdida” y aunque Giancarlo no quería repetir su experiencia cinematográfica, ella le convenció para que aceptara el papel de galán y poder así estar juntos de nuevo.
“Le insistí para que aceptase: Yo te ayudaré. Así podremos volver a estar juntos, que es lo importante. Dijo que sí. Volvimos a amarnos. Quedé en estado. Volví a perder el hijo que esperaba –Sara había sufrido ya anteriormente otros abortos- y aquello fue el origen de una crisis: achaqué a Gianca el haberlo sentido mucho menos que yo porque ya tenía una hija. Creo que fui injusta. Una se da cuenta de que ha sido injusta cuando el paso de los años serena las emociones”.
Tenían, quizá, demasiadas cosas en contra para ser felices. Trataron de llevar su romance con discreción, pero alguien que no sentía demasiada simpatía hacia Sara por antiguos motivos que no vienen al caso, el productor cinematográfico Cesáreo González, supo del idilio e intentó ponerle punto final.
“Cesáreo, siempre con su técnica ratrera, me gastó una mala jugada. La esposa de Gianca recibió en Roma un telegrama que parecía escrito por su marido, invitándola a viajar hasta Madrid para pasar con él unos días. Se presentó sin avisar, creyendo que Gianca la esperaba. Yo estaba en el dormitorio del apartamento que él había alquilado cuando sonó el timbre de la puerta. Gianca se levantó de la cama y fue a abrir. A través de la puerta cerrada del dormitorio escuché la conversación de los dos, cargadas las palabras de ambos de mutua sorpresa. En él porque no esperaba abrir la puerta y encontrarse con su esposa. En ella, porque no imaginaba que él le diría que tenía que marcharse de allí y buscar un hotel porque estaba con una mujer”.
La esposa de Viola, según Sara, se comportó civilizadamente y se marchó, acompañada de Giancarlo, en busca de un hotel.
Sara, en sus memorias, describía a su rival del siguiente modo: “De pequeña estatura y bellas facciones”, alcarando que “su matrimonio con Gianca había sido un fracaso porque su origen había estado en las típicas relaciones familiares que quieren entroncar a sus hijos respectivos”.
Explicaba también la actriz que “su matrimonio estaba en crisis mucho antes de que su esposa llegase al apartamento y descubriese su infidelidad”.
Pero, a pesar de todos los inconvenientes, la pasión que los unía era indestructible y cuenta Sara que en el plano erótico, aquel hombre que llegó a su vida a finales de año 1964 “era especial. Le gustaba verme tanto con el cuerpo desnudo como con ropa interior de encaje negro con ligas rojas”. Añadía también que “A Gianca le gustaba en ocasiones que fuese distinta a la hora de hacer el amor: Pajarota: no quiero conocerte –me decía-. Siempre me llamaba Pajarota. Le gustaba llamarme así. Y cuando no quería conocerme, me maquillaba y me vestía de forma distinta a la habitual. Unas veces era una mujer mulata, otras una gitana, a veces una mujer vulgar en su aspecto externo”.
Y aquella pasión marcó a Sara profundamente, incluso algunas de sus costumbres variaron por él. “Mis gustos en ropa interior, que siempre había sido en colores rosa ciclamen, blanco o negro, variaron con Gianca, que sentía pasión por el fetichismo. También varió con él mi forma de dormir. Dejé de usar el camisón corto y pasé a estar en la cama desnuda y con sábanas de raso”.
Sin embargo, la situación familiar del actor era siempre motivo de distanciamiento entre ambos y de un profundo pesar para Sara, que llegó incluso al borde del suicidio.
Fue, según cuenta la propia Sara en sus memorias, en la playa de Ostia, una localidad cercana a Roma tuvo lugar una escena tremenda para ella.
Estando ambos en Madrid, llegó la noticia de que la fábrica de explosivos de su familia se había incendiado y Giancarlo volvió de inmediato a Roma. Sara también viajó al cabo de unos días a la capital italiana y allí se encontró con la noticia, facilitada por la hermana del actor, de que éste había vuelto a convivir con su mujer, de la que se había alejado tres años antes.
Iba a celebrarse un juicio por el asunto del incendio y la hermana de Giancarlo le advirtió a la actriz que no era conveniente que fuera por el juzgado, ya que la esposa de él iba a acompañarle.
Desesperada por estos acontecimientos, Sara logró una cita con el actor que tuvo lugar en un merendero de la playa de Ostia. Allí él le confirmó que no quería seguir a su lado. La discusión surgió espontánea y mientras ella dio rienda suelta a sus emociones, él se mantuvo sereno, frío, lo cual aún exaltó más a Sara. Aquello terminó cuando Giancarlo se levantó y la dejó plantada en la mesa, sola.
Aunque Sara es una mujer acostumbrada a luchar, en aquellos momentos la tierra debió hundirse bajo sus pies y por su mente pasó una terrible idea: “Pedí una tila y empecé a regocijarme con la idea del suicidio. Busqué en el bolso. Llevaba el frasco con las pastillas que usaba como tranquilizante cuando tenía que viajar en avión. Cogí el frasco entre mis manos. Extraje unas pastillas. Las ingerí de golpe. Creo que debieron ser más de media docena la primera vez. Otras tantas poco después”.
Esos dramáticos instanes, Sara los relataba detalladamente en sus memorias: “Paulatinamente me fui sintiendo obnubilada. Noté como la lengua se me trataba y la boca se me volvía pastosa”.
Más adelante, Sara afirma: “Logré levantarme de la silla, pero ya no dominaba mis movimientos; mi cerebro era incapaz de coordinar una idea. Perdí toda la noción de tiempo y espacio”.
Según su relato, unos policías la encontraron tendida sobre un montón de hojarasca en un bosque cercano ya de madrugada y la llevaron a un centro médico, donde le fue practicado un lavado de estómago.
Cuando recuperó la consciencia, Sara pidió que avisaran a la hermana de Giancarlo y ambos acudieron a recogerla.
Dice Sara en sus memorias que el médico les advirtió a Giancarlo y a su hermana que “si se toma dos más, muere”.
La actriz reconoce en este relato de sus vivencias que aquel “ha sido el único intento de suicidio realmente serio en mi vida”.
Desde que enviudó, Sara ha contado con el apoyo de sus amigos, como Vicente Parra, con el que aparece en la foto durante un reciente viaje a Nueva York.
Sacando fuerzas de flaqueza, Sara decidió poner punto final a una historia que la llenaba de amargura al saber que el hombre al que amaba no le pertenecía por completo y le planteó la ruptura.
Tuvieron una fuerte discusión y Sara marchó a Caracas. Giancarlo, enamorado de ella, a pesar de todo, la siguió y le pidió tiempo para dejar a su mujer. Enamorada, al fin y al cabo, accedió a esta petición, aunque sabía que aquello sólo serviría para prolongar la agonía en la que estaba viviendo.
De regreso a España, Sara se incorporó al rodaje de la película “Tuset Street” y, aprovechando unos días de descanso, viajó a Roma para ver a su amor. Allí tuvo que enfrentarse con una nueva realidad: la casa estaba cerrada. Acudió entonces a la hermana del actor y ésta le explicó que había intentado ocultarle que él había vuelto con su esposa para no herirla, aclarándole que la madre de ambos había sido la que había insistido hasta lograr la reconciliación.
Pero Sara no se dio por vencida y decidió coger al toro por los cuernos, tal como ella misma relata: “Me presenté en la casa del matrimonio, en Civitavecchia, y les hice subir a los dos en mi automóvil para aclarar de una vez por todas la situación. Yo estaba hecha una fiera. Elige: o ella o yo –le dije a Gianca-. La eligió a ella y yo regresé a España después de recoger todas mis pertenencias”.
Como ya era costumbre en él, después de esta pelea se plantó en Madrid, donde se presentó en una reunión de trabajo en la que se hallaban abogados, técnicos cinematográficos y también Chente, el todavía marido legal de Sara.
Una vez más, Sara le planteó que entre ambos todo había terminado, pero Giancarlo no se conformó con esas palabras, según cuenta Sara: “Me amenazó: ‘No puedo vivir sin ti. Soy capaz de cualquier cosa’, me dijo antes de regresar a Roma”.
Poco más tarde en el corazón de Sara entró otro hombre, el actor Alejandro Ulloa, pero la sombra de Giancarlo evitó que aquel amor llegara a cuajar, a pesar de que Sara le insistía en que entre el italiano y ella todo había terminado.
Sin embargo, la actriz estuvo a punto de convencerle de que se reuniera con ella en México, pero Ulloa no pudo viajar “en su lugar apareció Gianca y, una vez más, una constante del amor tumultuoso con aquel hombre a lo largo de varios años, entre Gianca y yo se produjo una reconciliación”.
El amor era más fuerte que la razón y se imponía al sentido común. Dice Sara en sus memorias: “Sabía que era una reconciliación montada sobre unas bases precarias. Era consciente de que Gianca me daba una de pares y una de nones, pero quería demasiado a aquel hombre para no creer en sus palabras de amor. Le creía porque sabía que él era sincero y que vivía una fuerte lucha interior. Gianca se debatía entre su familia y el amor por mí”.
Pero tras aquella reconciliación surgió una nueva pelea y así siempre, repitiéndose aquel círculo vicioso que Sara no aceraba a romper. La actriz cuenta incluso que un día pidió ayuda a una amiga íntima “después de haber sostenido con Gianca una fuerte discusión en el transcurso de la cual me abofeteó (la única vez que me ha pegado un hombre) cuando me puse histérica al enterarme de que había vuelto a reconciliarse con su esposa. El golpe me produjo una hemorragia nasal”.
Y la historia, siempre con esos altibajos, prosiguió hasta que Sara conoció en Palma de Mallorca a un apuesto empresario, Pepe Tous, director y propietario de un periódico y relacionado con el mundo del espectáculo. La actriz había acudido a la capital balear acompañada de Giancarlo Viola, con el que llevaba ya siete largos años. Explica Sara en sus memorias que la suya fue una “tormentosa relación tan llena de altibajos y sublimaciones en las que sin orden ni concierto pasábamos de la depresión más absoluta a la exaltación amorosa”.
Thais y Zeus han animado a su madre para que intente rehacer su vida al lado de Giancarlo Viola.
Pero Pepe Tous, sin saberlo, iba a convertirse en el más temible rival de Giancarlo. Poco a poco, delicadamente, fue manteniendo con Sara una relación que fructificó en un profundo amor por parte de ambos. Un día, después de varios meses de relación amistosa, Tous se presentó en Sevilla, donde se encontraba Sara y le dijo: “Quiero vivir contigo”. No podía ser de otra forma, puesto que la situación legal de ella con Chente, su segundo marido, seguía impidiéndole contraer un nuevo matrimonio.
Sara lo aceptó. Reconoció que Pepe Tous era el hombre de su vida y no quiso dejarle escapar, aunque resultó duro para ella explicarle la situación a Giancarlo: “Fue amargo para mí tener que explicarle a Gianca que lo nuestro había terminado, esta vez definitivamente. Se lo dije en una ciudad de Castilla. Pepe Tous estaba delante. A decir verdad, yo sigo pensando que tenía ganas de que se lo tragase la tierra, pero aguantó mi confesión de amor por él y aguantó también el llanto de Gianca”.
A partir del momento en que Tous entró en su vida, el pasado de Sara se desvaneció. Para ella ya todo lo anteriormente vivido carecía de importancia y durante todos estos años de felicidad conyugal al lado de Tous así ha seguido siendo.
Sin embargo, precisamente en los dolorosos momentos de soledad de Sara, el reencuentro con Giancarlo Viola ha sido como un bálsamo para una herida que parecía no curar. El tiempo ha pasado y las pasiones han dejado paso a un amor sereno por parte de ambos. Junto al maduro italiano, que ya le ha regalado el tradicional anillo de compromiso, Sara espera reencontrar también la felicidad perdida y un nuevo amigo para Thais y Zeus, sus dos hijos que contemplan confiados y satisfechos como el amor ha logrado iluminar con una sonrisa el rostro de Sara, llenando su hogar con una nueva esperanza.
TEXTO: MARIA JOSE PLANAS
FOTOS: ARCHIVO ONDAS, TVE Y EFE
EL RECORTE XLI
Seguramente no sabremos nunca quien ha sido el gran amor de Sara. ¿Giancarlo, quizá? En cualquier caso los amoríos con el galán italiano han sido tórdidos en décadas diferentes. Tras el reencuentro en 1994 y cuando todo el mundo daba por realizada su cuarta boda, la pareja de enamorados terminó tórdidamente. Un nuevo reencuentro se produjo a finales de los 90 y en los 2000 terminaron otra vez como el rosario de la aurora. Sea como fuere la relación de la estrella con Giancarlo ha originado, durante muchos años, ríos y ríos de tinta y horas de televisión. Entre otros, este artículo de la revista Hola de Diciembre de 1998 donde la actriz confiesa estar entre dos amores, de los cuales, le gusta más su 'pajaroto'.
SARA MONTIEL
ENTRE DOS AMORES
“Hay dos hombres en mi vida: el austríaco Nicolás Slamezka y el italiano Giancarlo Viola, que será quien finalmente se lleve el gato al agua”
-Cuando no pueda presentarme ante el público como yo quiero, entonces me diré: ‘Antonia, a viajar, a estar con tus hijos, a echarte otro amante y a seguir para adelante’. Aunque confieso que me gustaría morir creando, como Picasso o Miró.
-¿Cuál es, según su experiencia, la clave para atraer a los hombres?
-Es la eterna preocupación de todas las jovencitas. Lo único que les recomiendo es que se pase de los hombres en el momento. Si no se les hace caso, vienen detrás como perrillos falderos.
-Sara, ¿en estos momentos está enamorada?
-Sí, estoy enamorada, y mucho –su rostro se ilumina.
-¿Quién es el afortunado?
-Hay dos hombres en mi vida que todos conocéis. El austríaco Nicolás Slamezka y el italiano Giancarlo Viola. Lo que ocurre es que me decanto más por Giancarlo, que será al final el que se lleve el gato al agua. El es el que está haciendo más méritos para volver y yo me dejo querer.
-De momento sólo pienso disfrutar del presente. Él que lo siga intentando y ya se verá.
-Sara, ¿cree que con el tiempo ha conseguido superar la muerte de Pepe Tous?
-Para mí, Pepe será siempre el hombre de mi vida. Cuando murió, estuve cuatro años muerta. Lo pasé muy mal.
Por otra parte, aunque le han ofrecido muchísimo dinero y guiones, se mantiene alejada del cine desde 1976, “porque era la época del destape”. Pedro Almodóvar, de quien dijo ser admiradora, le ha ofrecido dos veces trabajar en sus películas: “Me negué, y mi marido se enfadó muchísimo”. Sara no sabe, sin embargo, si aceptar una tercera propuesta, “porque nunca se puede decir de esta agua no beberé y luego te encharcas”.
-Por último, Sara. ¿Tiene algún proyecto especial?
-Voy a grabar un disco en México.
FOTOS: ALBERTO MATEY
LA FOTO XLI
Maravillosa Sara Montiel en esta escena de la película 'La dama de Beirut'. Fue durante el rodaje de este film cuando nuestra estrella no sólo conoció, sino que comenzó sus tórdidos romances con Giancarlo Viola.
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