viernes, 20 de abril de 2012

DIEZ MINUTOS - 19 de Mayo de 1987 - España


En el incendio del hotel de Barcelona donde se hospedaban…
LAS FOTOS DEL RESCATE DE
SARA MONTIEL
Y PEPE TOUS
“En mi vida he pasado más miedo que cuando estaba colgada de una cuerda a veinte metros del suelo”

Sara Montiel, visiblemente excitada, habla con una de las personas que la atendieron tras ser rescatada. 

‘He pasado un miedo espantoso. Ha sido terrible, el peor momento de mi vida. Creí que no salíamos de ésta, y si no llega a estar la cesta me tiro al vacío’, fueron las primeras palabras de Sara Montiel cuando fue depositada en tierra por un brazo mecánico del cuerpo de bomberos de Barcelona. Mientras Sara contaba así sus miedos, era bajado de la terraza por el mismo procedimiento su marido, Pepe Tous.
El incendio del hotel Sarriá se inició a las 10.30 de la mañana en una de las salas del sótano, dedicada a archivo y oficinas. Ha costado la vida a un bombero debido al humo tóxico.
Sara Montiel, que se encontraba actuando en la sala de fiestas Scala desde el pasado 7 de mayo, se hospedaba en dicho hotel, sito en el número 50 de la avenida de Sarriá. Fue inaugurado el 15 de abril de 1975 y es uno de los más lujosos de Barcelona. Tiene trescientas catorce habitaciones, y en el momento de producirse el incendio había trescientas personas alojadas.
El servicio de alarma del hotel funcionó perfectamente, lo que posibilitó la evacuación de forma rápida y con mínimas consecuencias. Además del bombero que resultó intoxicado y muerto, hay otros cinco heridos que presentan estado de ansiedad, mientras un sexto sufre cortes leves causados por cristales.


Un bombero ayuda a Sara Montiel a introducirse en la cesta de la guía que la salvaría de perecer en el incendio del hotel. En las fotos les ofrecemos dos momentos del aparatoso rescate. 

SARA, ATERRORIZADA
Con continuas muestras de haberlo pasado muy mal, Sara Montiel nos contó todo lo ocurrido:
-Estábamos durmiendo, puesto que estuvimos trabajando hasta muy tarde. Una camarera nos despertó diciendo que había fuego. Salimos los dos, junto con Ester Martín, mi peluquera, que dormía en una habitación contigua, e intentamos bajar del piso dieciocho, que es donde estaba nuestra habitación.
-¿Qué fue lo primero que pensasteis?
-En salir como fuera; estábamos aterrorizados. En la planta dieciséis había tanto humo que resultaba imposible seguir bajando. Volvimos a la habitación y mojamos unas toallas para protegernos del humo. Y buscamos desesperadamente una salida. No había manera. ¡Era horroroso! Finalmente encontramos una terraza en el piso dieciséis, desde donde pudimos hacer señas a los bomberos.
Sara presentaba un aspecto trágico, ya que no le dio tiempo a nada: ‘Con la bata puesta y en zapatillas tuvimos que dejar la habitación. No recogimos nada porque sólo pensábamos en salvarnos’.
Los bomberos habían accedido al edificio desde diferentes lugares. La peluquera de Sara fue evacuada por un tubo de los que utilizan los bomberos, pero la actriz-cantante se negó: ‘Si hubiera tenido que bajar por el tubo me hubiera muerto. Tengo claustrofobia y me hubiera dado un ataque al corazón. Antes me hubiera tirado al vacío’.



Los bomberos encontraron otro medio. Mientras Pepe Tous esperaba en la terraza inferior, ataron a Sara con una cuerda: ‘Y me bajaron como pudieron hasta el brazo mecánico. En mi vida he pasado más miedo que cuando estaba colgada de una cuerda a veinte metros del suelo. No quisiera pasar otro momento así por nada del mundo. Ha sido el peor rato de mi vida’. Seguidamente repitieron la operación con Tous, que se tomó la cosa indudablemente con igual miedo pero más tranquilo.
-¿Habías pasado tanto miedo alguna vez?
-No, nunca. Creímos que no íbamos a poder contarlo. Quiero dar las gracias a los bomberos, que nos han salvado la vida. No sé cómo podremos pagar el riesgo y valor de estos hombres. ¡Gracias!
Sara ha pasado por el momento más terrible de su vida y así lo demuestra, repitiendo, nerviosa, una y otra vez: ‘Ha sido horrible. Ahora puedo decir que conozco el miedo. Todavía estoy temblando como un flan’.



Pero a pesar del terror que pasó la actriz en ningún momento quiso que la trasladaran en una ambulancia a una clínica hasta que no vio a Pepe Tous fuera de peligro. Después, el matrimonio tampoco quiso que los llevaran al hospital, desplazándose al domicilio de unos amigos, en donde descansaron.
Precisamente Sara Montiel se enteró de la muerte de un bombero de treinta y tres años en casa de estos amigos, y ha hecho que su marido inicie las gestiones precisas para saber en qué situación económica se encuentra la familia del fallecido. Está dispuesta y así lo afirmó, ‘a dar un recital para recaudar fondos para los familiares de este hombre, ya que gracias a él y sus compañeros tanto mi marido como yo estamos hoy con vida’.
El incendio del hotel Sarriá ha sido más escandaloso que otra cosa; la gran cantidad de humo sembró la alarma de forma indiscriminada, pero los efectos del fuego no fueron excesivos. El mismo día del siniestro estaba previsto que llegara al hotel Manuel Fraga, quien pasará unos días de estancia en la Ciudad Condal.


Sara Montiel, nerviosísima, en el interior de la ambulancia una vez rescatada del incendio del hotel Sarriá, donde se alojaba con su marido, ya que estaba actuando en la Ciudad Condal. 
Sara baja la escalera ayudada por los bomberos. Su marido, Pepe Tous, que también aparece en la fotografía, lo haría poco después. 

A las seis de la tarde del mismo día en que se produjo el incendio Pepe Tous no había podido ir a las habitaciones que ocupaba en el hotel junto a su mujer, Sara Montiel, a recoger sus efectos personales. El director del Sarriá le informó telefónicamente que la policía cuidaba de que no se produjeran robos. Aparte de la ropa, Sara Montiel tenía también diversas joyas.

Chelo García Cortés
Fotos: EFE


EL RECORTE LXII

Casi sin ninguna duda, el incendio del hotel barcelonés Sarriá, fue el momento de mayor terror e incertidumbre de la pareja Tous-Montiel hasta el momento. Si bien al final no tuvo ninguna consecuencia, hasta las mismísimas joyas saritísimas se salvaron, el susto no se lo quitaba nadie. Así lo recogía la revista Hola el 28 de Mayo de 1987. 


En Madrid, al día siguiente de haberse incendiado el hotel de Barcelona en el que se hospedaban
SARA MONTIEL
Y PEPE TOUS
“Damos gracias a Dios por poder contarlo, aunque no pueda hacer lo mismo el muchacho que dio su vida por salvarnos”.
La artista había dejado en la habitación, al iniciarse el fuego, trescientos millones de pesetas en joyas, que le fueron entregadas a las pocas horas. 

Sara muestra todas las joyas, por valor de trescientos millones de pesetas, y que dejó en la habitación tras producirse el incendio. 

“¡Somos jovencísimos, tenemos dos días!”. Con estas palabras y del brazo, como dos recién casados, Sara Montiel y su esposo, Pepe Tous, mostraban una y otra vez sus ganas de vivir, su suerte de poder contarlo. Sobre el tobillo de la artista, un pequeño vendaje para curar ese leve esguince sufrido, recuerdo de uno de los momentos más angustiosos, si no el que más, de su vida. Un bolso plateado, paradójicamente similar al osado tejido que tiene el valor de hacer frente a las llamas, el amianto, colgaba del brazo de Sara. En su interior, 300 millones de pesetas en joyas que no acompañaron a su dueña en su milagrosa escapatoria, supervivientes a la catástrofe y que le fueron entregadas horas después. Siempre en sus mentes el recuerdo a ese bombero, Manolo Ortega, que ‘dio su vida por salvar las nuestras’. Con esa extraña dicharachería propia de la excitación sufrida, la popular pareja, aún con el denso humo en sus gargantas, quería recordar aquel momento en el que una camarera llamó insistente al otro lado de la puerta: ‘¡Por favor, despiértense, que parece que hay fuego porque hay mucho humo…!


Fotografía de las joyas. 

-¿Y después?
-En primer lugar, damos gracias a Dios por poder contarlo, aunque no pueda hacer lo mismo el bombero que dio su vida por salvarnos. Fue terrible. Había un humo negro y muy denso, como si fuera petróleo. Nos ahogábamos. Salimos de la habitación, yo llevaba una sola zapatilla. Intentamos bajar del piso dieciocho, en el que nos encontrábamos, hasta el quince. Fue imposible. Nuevamente ascendemos a nuestro piso y entro en la habitación para coger tres toallas: para mi esposo –relató Sara-, para mi peluquera y para mí. Las empapo para poder respirar. Y pegamos una patada a una puerta que comunica con una salida, no a una terraza, sino a un saliente del edificio. Y esperamos a que vinieran a rescatarnos...

UNA ZAPATILLA, UN BOLSO, UNA LLAVE…


Sara Montiel, con el tobillo vendado, y su marido, Pepe Tous, en Madrid tras ser salvados en el incendio de un hotel en Barcelona.

Es Pepe quien interviene.
-Fue una cosa muy curiosa, porque Sara tan sólo se preocupaba por la zapatilla que le faltaba, para nada se acordaba de las joyas. Yo, pensando en un bolso con mi documentación, y Esther Martínez, la peluquera de mi mujer, queriendo cerrar la habitación y entregar la llave en recepción.
Ahora que lo pienso…, ¡qué cosas nos preocupaban!
-Y llegaron a rescataros…
-Efectivamente –continuó la artista-. A mí me bajaron la primera. Mientras descendía dentro del brazo hidráulico, el bombero que me acompañaba decía: ‘Sara, mírame a mí, que soy muy guapo, y cántame un cuplé, pero, por lo que más quieras, no mires al vacío’. Me llevaron a la ambulancia y me administraron oxígeno. En ese momento pude ver por la rendija de la puerta a Pepe, que aún estaba allí arriba: ‘¡Mi marido, mi marido1’, grité angustiada.
-Pepe, una verdadera prueba de amor de Sara, ¿no?
-No una prueba, sino la continuidad de la prueba de amor de mi esposa.


La actriz y cantante enciende un puro. 

-¿Pensasteis en vuestros hijos en algún momento?
-En ese momento no –indicó la artista-, pero después me di cuenta de que si llegan a estar ellos aquí es que me muero.
-¿Se lo habéis contado, Sara?
-Se lo contamos como si fuera un cuento. Le dijimos a nuestra hija que sus padres habían bajado en una grúa parecida a la que su hermano tenía para jugar porque había fuego. Quisimos hacerlo así antes de que alguien se lo contara o lo vieran en televisión.

TICO CHAO
Fotos: AGENCIAS


LA FOTO LXII

CELEBRANDO LOS 50 AÑOS DE
'LA BELLA LOLA'

viernes, 13 de abril de 2012

BLANCO Y NEGRO - 8 al 14 de Agosto de 1979 - España


TODAS LAS BODAS DE
SARA
Casarse por tercera vez, en Mallorca, a las seis de la tarde del último día de Julio, delante de una docena de familiares y amigos y medio centenar de periodistas, que llenaban la sala del Palacio de Justicia, ha sido la última secuencia estelar de la vida de Sara Montiel, la única, la auténtica, la que mantuvo durante veinte años a millones de espectadores contra la pared del celuloide, la que despertó nuestros primeros sueños eróticos de adolescencia y sigue arrullando sensaciones placenteras desde el escaparate multicolor de la prensa del corazón, cuando por edad y biología debiera pertenecer a los fantasmas otoñales del crepúsculo de una época.


Pero no es así. La divina Sara vive una ‘glamourosa’ juventud. Despierta pasiones, levanta corazones agradecidos de mariquitas que la siguen proclamando reina; mantiene desvelados a una corte de fantasmas –unos, muertos; otros, trasnochados- que un día se acercaron a su voluptuosa piel, a sus ojos verdes, o marrones, eso depende, velados por el rítmico aletear de sus párpados.
Casarse en verano, de blanco otra vez, con todas las joyas puestas, el collar de esmeraldas y brillantes que en 1968 ya estaba valorado –por lo bajo y confidencialmente- en catorce millones de pesetas. Casarse una vez más; una tarta de setenta kilos, tres días de trabajo, cien mil pesetas de coste, decorada con toda la mitología cosmológica de la actriz, el mapa de Ciudad Real y el molino de viento, el Brasil tropical por parte de consorte, la cuna, la cigüeña de la adopción, la isla de Mallorca, el sol de España…
Casarse, detener el tiempo una vez más, escuchar otra vez el tonillo dulzón de ‘La violetera’ a los músicos uniformados de marineros americanos; repartir besos y sonrisas, consumir flashes, devorar carretes, invadir portadas de semanarios a todo color. Rito primaveral vuelto a celebrar en el quicio del otoño, para desafiar a la vida misma. Se ha casado otra vez y los incondicionales entonan la larga letanía de sus glorias. La eterna Sara Montiel, la manchega universal de Campo de Criptana, la de la infancia de muñeca de trapo en Orihuela, la ganadora del concurso de Cifesa que presentaba Boby Deglané en el Retiro, la que sigue moviendo los labios en las pantallas de la URSS para enseñar cómo se pronuncia el castellano; la de la apócrifa ascendencia árabe, de príncipe musulmán, cuando comenzaba su irresistible ascensión al estrellato; la que se llamó Tania en su primera película importante, ‘Locura de amor’, cuando la estrella era Aurora Bautista; la que hacía de embarazada a los catorce años en una película que luego no la dejaban ver porque no era autorizada; la que inmortalizó Coullant Valera en mármol y en lienzo Roca Fuester para desafío de todos los tiempos futuros…
Es hora de encender la historia de una vida a la luz parpadeante de los anuncios de neón que proclamaron su gloria. El tiempo pasa, pero la memoria queda y la historia de Sara Montiel está ligada a la vida de los españoles, a la civilización del ‘seiscientos’, al lujo discreto de los electrodomésticos, a las faldas de tubo, al doméstico erotismo escasamente transgresor y precintado de moralina.

 NUPCIAS CIVILES EN HOLLYWOOD

En el festival de cine de San Sebastián con Anthony Mann

Sara se había marchado a ‘hacer las Américas’ cuando aquí sólo creían en su talento Miguel Mihura y Juan de Orduña, y volvió casada con Anthony Mann. Aquélla fue también una boda por lo civil. No era normal que una actriz española se atreviera a homologarse pecadoramente con el star system de Hollywood. Muchos años después escribiría: “En 1957 me casé por lo civil, cuando aquí, hasta para bañarse en la playa era obligado el uso del albornoz”. Pero lo cierto es que por entonces volvía mucho más modosa, muy en su papel de señora recién casada. No había aprendido aún a sacar relieve al pómulo, ni a deslizar su mirada lánguida, desmayadamente. Volvía ‘más guapa, más rellenita, más mujer’, confimraba la crónica social, muy de acuerdo con los cánones de belleza vigentes. “La primera vez que me marché –comentaba entonces a los periodistas- yo era una muchacha monilla, pero rotundamente idiota”.
Aún no se había estrenado ‘El último cuplé’, y la actriz que volvía de rodar ‘Veracruz’ con Gary Cooper, se encontraba un país por conquistar para su fama. En Hollywood había conseguido dos cosas: casarse con un director famoso y enseñar a decir ‘mi arma’ al personal de rodaje.
En los seis años siguientes se producen demasiadas cosas en la vida de Sara Montiel. Llueven contratos, sus películas son un río de oro, la actriz, que está a punto de que la doblen en su primer cuplé en celuloide, salta a la fama como tonadillera, ‘voz de terciopelo y pasión’, escribe un crítico, que terminará por dar el relevo al cuplé racial español, esforzadamente pulmonar y pasionalmente desgarrado. El estilo de la Montiel es persuasivo, insinuante, sensual. El matrimonio con Anthony Mann dura cuatro años y una prórroga de otros dos se lo llevan los trámites judiciales. “Me casé porque estábamos muy enamorados –dirá más tarde-, y si nuestro matrimonio fracasó al cabo de cinco años, fue por razones puramente personales, la más importante de todas, la de la edad, ya que me llevaba veintinueve años. Yo estaba empezando casi a vivir, pletórica de vida, acababa de lograr el triunfo y él era un hombre un poco ya de vuelta, cansado y como de retirada. Esa fue la verdadera razón de nuestro fracaso y de nuestro divorcio. No obstante, hasta su muerte hemos seguido siendo excelentes amigos, y a mi segunda boda, que se celebró en Roma, vino una de sus hijas. Puedo decir que Anthony Mann ha sido un excelente marido, un buen amigo y un gran director, y que le he querido y respetado mucho”.


Tercera boda de la Montiel -ceremonia civil con niña-, en Palma de Mallorca.

Pero estas son declaraciones recientes. Estamos en octubre de 1963 y el Juzgado número 3 de Madrid declara la anulación de su matrimonio. “Anulación, no divorcio –puntualizaba entonces Sara-; en España no hay divorcio y yo soy muy española”. Y dice, entre otras muchas cosas, que fray Justo Pérez de Urbel, a quien consulta sus problemas morales, ha conseguido una reducción de los trámites y del tiempo. En su vida hay un hombre que quiere llevarla al altar, con la bendición del abad del Valle de los Caídos. Es José Vicente Ramírez Olalla –Chente, en la intimidad-, relaciones públicas de la Seat, vasco, de treinta y un años, licenciado en Ciencias Económicas y Derecho. “Chente es un chico que me respeta mucho y es muy formal”, confirmaba la actriz.

BODA ROMANA
La boda romana de Sara Montiel tiene algo de conversión pública, de retorno del descarrío, de afirmación de las esencias patrias. En la Iglesia española de Montserrat de Roma, al final de un pasillo de guirnaldas blancas, fray Justo Pérez de Urbel, báculo y mitra, pronuncia “una sentida plática –dice el cronista del acontecimiento- con alusiones a la fuerza del matrimonio como forma de continua entidad amorosa y a su jerarquía espiritual en los países de recia raigambre católica, como España”.
Asiente desde el presbiterio Sánchez Bella, embajador de España en el Quirinal, y dodos, vizcondes, marqueses y pueblo soberano, escuchan el sí emocionado de Sara. Cuenta la crónica que los eclesiásticos luchaban con los informadores gráficos y que fray Justo estuvo a punto de casar a la protagonista de ‘El último cuplé’ con un fotógrafo desconocido, en lugar de su joven y amante esposo. Tal era el revuelo armado por la Prensa del corazón.
Nadie podía adivinar entonces que Sara –María Antonia Abad Fernández, en estas solemnidades- se estaba casando a la fuerza por la Iglesia. “Su belleza aumentaba al compás de la emoción”, relataba el cronista. Todo estaba en su lugar: el modelo de Balmain; el ramo de novia –orquideas moradas y lazo de plata- para la sepultura de Alfonso XIII; la audiencia privada del Papa con su rosario y sus medallas de regalo nupcial; los treinta y tres invitados íntimos y el viaje de bodas por más de medio mundo, con escala final en Marbella, donde, por cierto, la única nota disonante la puso un mocito, correctamente vestido, que se cae inopinadamente en la piscina del hotel, los ojos pecados en Sara, que toma el agradecido sol en traje de baño.





Pepe Tous y Sara Montiel han legalizado su situación. No pudieron unir la ceremonia civil con el bautizo religioso de su hija de adopción, Thais, por impedirlo el obispo de Mallorca. A la boda asistieron trescientos invitados y una nube de periodistas. 

Y, sin embargo, una sombra siniestra turba la espritual placidez de aquellas nupcias romanas. “Yo nunca deseé casarme por la Iglesia –declaraba doce años después, metida de lleno en el laberinto eclesiástico de las separaciones conyugales-. Lo hice obligada. Chente quería algo muy legal, algo ‘para la eternidad’. Tras la ceremonia civil me negué a presentarme en el templo. Todos los invitados esperaban y no me importó. Recibí presiones de todo tipo. Lloré durante veinticuatro horas al verme indefensa ante un compromiso que no deseaba. Chente no sabía que el amor es cambiante. Como viene, se va. Se salieron con la suya y me casaron como deseaban: con la bendición eclesiástica. Los testigos de la boda también han declarado a mi favor. Ellos conocían mi resistencia a un compromiso formal”.
Y fray Justo Pérez de Urbel tiembla de ira en su guardia montada sobre los luceros, y el obispo de Mallorca se opone al bautizo de la hija adoptiva y la cólera celestial de los sagrados tribunales, a quienes Sara confiesa haber entregado buenas cantidades para agilizar los trámites de separación mientras les contestaba piadosamente a sus escabrosos interrogatorios, la han borrado para siempre de los archivos. La última pirueta de la Sara no estaba prevista en el derecho canónico. La noticia de su embarazo está escrita con azufre luciferino. “Al quedar embarazada me consideré la mujer más feliz del mundo. Lo hubiese dado todo por un hijo de Pepe Tous. Si quieres a un hombre es normal que convivas maritalmente y que te embarace, digo yo. Aquello sirvió para anular cuanto habíamos adelantado en el proceso. Recibí una carta irreproducible. Me acusaron de escándalo público. Era una mujer maldita para toda la vida”.



TODOS LOS HOMBRES DE SARA
Para ‘Saritísima’, la sinceridad llegó con la democracia. Y comenzaron sus declaraciones espectaculares y el donde dije digo… Así, cuando en un ‘test’ de 1971 contestaba que la líbido freudiana la entendía debidamente sublimada, en 1976 confesaba abiertamente: “A estas alturas sería una gilipollez ir diciendo por ahí que no ha habido en mi vida más hombres que los maridos oficiales. Afortunadamente, he hecho el amor con señores muy importantes, de los que he estado enamorada, eso sí, y ni me arrepiento ni lo oculto. ¿O es que va a resultar que todas vamos a llegar vírgenes a la democracia?”.



Y cuenta Sara que tuvo su primer amor en Orihuela, cuando ella era una muñeca de cintura de avispa y pelo rubio de panocha. Y que luego, en Madrid, después del concurso de Cifesa, estuvo viviendo en casa de José Ángel Ezcurra, que entonces todavía no dirigía ‘Triunfo’, sino que se dedicaba a promover concursos de ‘misses’. De Ezcurra conserva Sarita una entrañable impresión. Otro hombre que influyó de manera decisiva en sus primeros años, que le aconsejó salir de España, estudiar, prepararse, por quien profesó la actriz un amor platónico y con quien incluso declara que hubiera llegado a casarse, fue Miguel Mihura. Amores platónicos, ojos deslumbrados por una arrolladora juventud. Todos los hombres de Sara son mayores que ella. Cuando llega a México entra en contacto con los exiliados republicanos. Vive en casa de León Felipe y de Berta; “el poeta estaba platónicamente enamorado de mi –dice la Montiel-. Me preparó mucho en la vida artística, me hizo que leyera a los clásicos españoles, ingleses, griegos… León era consciente del tronco de mujer que tenía delante, pero ayudó a pulirme”. En Cuernavaca conoció a Neruda y a Ernest Hemingway y uno de sus grandes admiradores fue don Indalecio Prieto. A don Inda no es que le gustase el cine que hacía Sarita. A propósito de ‘El último cuplé’ escribió que la película no era buena, pero que dentro había ‘un cacho trozo de muer…’. Dice Sara que don Inda se murió escribiendo de ella. Que Dios lo tenga en su gloria.
Guillén, Siqueiros, Alberti, Alfonso Reyes…, todos reconocían en Sarita un torbellino de nueva sangre española. Pero el coqueteo republicano de Sara Montiel tampoco le impedía participar en aquellas veladas de La Granja con que el general Franco celebraba los aniversarios del 18 de Julio. Allí cuenta Sara que le tiró violetas imperiales a los pies del Generalísimo y que él las recogió amablemente y todo el público se puso en pie. Pero, a decir verdad, ‘Saritísima’ no debe figurar entre las folklóricas de la galería del franquismo. Su presencia en este tipo de veladas oficiales fue más bien escasa. Sara era una liberal de toda la vida. Ocasión hubo en la que escondió a más de un rojo en el armario de su piso, cuando estaba desatada en este país la caza del subersivo. Aquí hay argumento para un vodevil de muchas puertas y unos cuantos grises de figurantes. 



Entre los mejores partidos que recuerda la Montiel figuran dos premios Nobel; “con uno, al menos, me hubiera podido casar perfectamente. Era un premio Nobel de Física”.
Pero nada hay que extrañar. Media España estaba enamorada de Sarita Montiel, se arrullaba con sus cuplés, se deslizaba por aquellos generosos senos que iba abriendo poco a poco el celuloide, en pantalla cada vez más panorámica. El erotismo de Sara Montiel llegó a ser cotidiano, culinario, familiar. Las señoras no se enfadaban porque la divina Sara se sentara en los muslos de su marido, en aquellos inigualables descensos al patio de butacas. “No me importaría que me la pegaras con ella –decía rutilante la esposa a su marido-, eso sí que es una mujer”. Y el casto y celtibérico varón concupiscente retenía por momentos la caricia bendecida y casi conyugal de ‘Saritísima’.



Nadie tiene en su haber amores más imposibles. Una corte de mariquitas forman su escolta. La noche madrileña se ha poblado de travestís que le rinden culto noctámbulo, repiten sus cuplés, revuelven en su abigarrada guardarropía, repasan el celuloide ya rancio de su esplendor. Son como facsímiles de un original imperecedero y casi mítico.
En ninguna historia hay un milagro semejante. “Una vez vino a verme un señor con su esposa. Querían darme las gracias porque a los nueve meses de ver ‘El último cuplé’ tuvieron una niña y le pusieron de nombre Sara. Fue gracioso, porque yo no sabía que una señora pudiera quedarse embarazada por ver una película”.
Pero este país es así. Se nos ha vuelto a casar la novia de los cincuenta. Parece que fue ayer.


Su escolta, una corte de mariquitas que la proclaman su reina. Los travestís, como Antonio Ramos, rinden culto a su imagen en la noche madrileña. Son los facsímiles de un mito que se niega a perecer. 

Por: David CUEVAS
Fotos: Mallorca Press, VIP-Photo y Archivo


EL RECORTE LXI
La boda de nuestra estrella con Pepe Tous fue seguro el sello a un amor que se remontaba años atrás, pero también, quizá, el comienzo de una felicidad que se vería colmada con la llegada de sus dos pequeños hijos: Thais y Zeus, y la multitud de momentos familiares que vivieron juntos. La revista Lecturas el 4 de Noviembre de 1983 recogía uno de ellos. 

Sara Montiel
con su familia en una reserva india


Sara Montiel, con su hijo Zeus, que nació el pasado 21 de mayo.
La famosa actriz, que está realizando una gira artística de casi medio año, por varios países del continente americano, se ha llevado consigo a su marido, Pepe Tous, y a sus hijos: Thais, de cuatro años, y Zeus, de cinco meses, porque no quería permanecer separada de ellos durante una temporada tan larga. Todos juntos fueron a visitar el poblado de los indios miccosukee, en Florida.


Sara y su hija Thais, de 4 años. 

 Toda la familia viendo cómo una india miccosukee realiza su trabajo. Pepe Tous, Sara Montiel y sus dos hijos permanecerán en América hasta mediados de enero, y pasarán la Navidad en Puerto Rico. 

Tal como informamos en el número 1.641 de nuestra revista, Sara Montiel inició una gira por diversos países americanos que concluirá a mediados del próximo enero. La estrella no quería pasar todo ese tiempo sin ver a su familia, por lo que decidió llevarla consigo, en su periplo artístico. Así es cómo Sara, Pepe Tous y sus hijos, Thais y Zeus, están recorriendo el continente americano, combinando, además, trabajo y turismo. Por ejemplo, hace unos días, aprovechando una ornada de descanso de la actriz, fueron a visitar la reserva de los indios miccosukee, en Florida, donde pudieron admirar, entre otras cosas, la artesanía multicolor que éstos realizan, tanto en ropa como en cerámica. Thais, que el pasado mes de marzo cumplió cuatro años, estaba fascinada por aquel mundo desconocido y no paraba de hacer preguntas a sus padres, mientras Zeus, que acaba de cumplir cinco meses, observaba todo con sus grandes ojos oscuros. 

El matrimonio Tous paseando por el poblado indio. La gira americana de Sara comenzó en septiembre. 

A Sara le interesan mucho la vida y costumbres de los indios. 
Sara, con Zeus en sus brazos, observa a una india en plena tarea. 

La familia Tous-Montiel subió a una lancha para desplazarse de un lugar a otro de la reserva india. 

Viendo a Sara tan feliz con sus hijos y tan entregada a su papel de madre le preguntamos:
-Sara, ¿llevas a los dos niños a todas partes?
-Bueno, cuando tengo actuaciones de sólo dos o tres días se quedan en Miami, que es donde tenemos ‘nuestro cuartel general’ mientras dura la gira, al cuidado de la niñera, pero si he de permanecer más tiempo fuera, se vienen conmigo. Por ejemplo, ahora tengo que cumplir un compromiso de diez días en Santo Domingo, y nos vamos todos para allá.
-¿Qué otros proyectos tenéis?
-Prometimos a Thais que iríamos a Disneylandia, y en cuanto tengamos la posibilidad de hacerlo, cumpliremos nuestra promesa.
Y mientras dice esto mira tiernamente a la niña, que sonríe al escuchar las palabras de su madre.


Thais, deslumbrada por lo que veía, no paraba de hacer preguntas. 

La reserva que visitó la familia Tous está situada en Florida. 

Texto y fotos: Biarnés y Couto


LA FOTO LXI



Doña María Antonia vestida de Saritísima en esta estampa típica de la actriz en los 70.

sábado, 7 de abril de 2012

SEMANA - 5 de Octubre de 1974 - España


La verdadera historia sentimental de la estrella y el periodista
SARA MONTIEL
Y JOSE TOUS
desean contraer matrimonio muy pronto
Ello será posible en cuanto se consiga la anulación matrimonial de la actriz. Quizá antes de fin de año.



-¿A tí qué te parece amor?
-Así queda muy bien, Antonia.
Y el ensayo general siguió adelante. Eran las horas previas al estreno de ‘Saritísima’ en el teatro Fuencarral. En escena, Sara Montiel, dinámica, temperamental, segura de sí misma, entregada a su trabajo de protagonista y directora. En el patio de butacas, José Tous, empresario del espectáculo y asiduo acompañante de Sara desde hace cuatro años. Yo estaba a su lado. Esperaba una pausa en el febril ensayo para someter a ‘Saritísima’ Montiel a un interrogatorio más o menos rutinario.
-Antonia es la única estrella que hay en España –me decía Tous en aquel momento-. El que me diga que hay otra que me lo demuestre. Creo que Sara Montiel debe lucir un vestuario y tener un espectáculo a tono con su categoría de estrella. Es una opinión de empresario, al margen de mis sentimientos personales hacia ella.
-Pepe es el empresario de ‘Saritísima’ –intervino Sara-, y el mundo del espectáculo no tiene secretos para él. En este montaje se ha gastado una millonada. Sólo en mis vestidos, unos tres millones de pesetas. Uno de ellos ya cuesta 750.000 pesetas. En cuanto a su doble condición de periodista y empresario, creo que me favorece mucho, pues… ¿quién mejor que él para indicarme cómo debo tratar a aquéllos? Para colmo de bienes, le quiero.
Confieso mis antiguos deseos de sostener un ‘mano a mano’ con José Tous, pero… ¡se me hacía tan raro entrevistar a un colega! Suele decirse que los periodistas nunca somos noticia. Bien, de acuerdo. Pero… ¡no todos los periodistas son rendidos y enamorados caballeros de grandes estrellas como Sara Montiel! Tous, pues, era noticia.
Así fue como, en esta ocasión, sí hubo ‘mano a mano’ con José Tous.
-¿Cuándo, cómo y dónde conoció por primera vez a Sara Montiel?
-Fue hace cuatro años, en el aeropuerto de Palma de Mallorca. No sé si sabrá que yo soy propietario y empresario de dos teatros de Palma: el Balear y el Lírico Palace. Pues bien, en 1970 contraté a Antonia –así es como Tous llama siempre a Sara, es decir, por su verdadero nombre-. La verdad es que me habían hablado ‘pestes’ de ella. Que si era un ser insoportable. Que si era una ‘diva’ insufrible y exigente. Que si me daría muchos quebraderos de cabeza…
Ríe Tous al recordar aquellos momentos. Está claro que le agrada echar la vista atrás y revivir un pasado tan caliente aún.
-Por otro lado, confieso ahora que estaba bastante ‘quemado’ con Antonia porque me había costado muchos sinsabores contratarla. Yo sabía que no quería venir a Palma porque atravesaba un mal momento, y quería cortar su temporada. Su madre había muerto. Su situación sentimental no era especialmente feliz. Antonia estaba desmoralizada. Así que, para ‘obligarla’ a venir, no tuve más remedio que liarme la manta a la cabeza y poner a la venta las localidades para los diez días de actuación, sin aún tener el contrato. Achaqué esto a un error de las taquilleras e hice ver a Antonia y a su empresario, que era amigo mío, que si ella no venía a mi teatro, los resultados serían catastróficos para mí, pues ya estaban vendidas casi todas las localidades. 



HUBO FLECHAZO
Hay una pausa en el relato. Luego, una sonrisa acentuada:
-Como ve, Antonia no llegó fácilmente a mi vida.
-¿Cuál fue la primera impresión que le causó en Palma?
-Yo la esperaba de uñas, pero la primera impresión no pudo ser más favorable. Vi en Antonia una mujer encantadora, sencilla, humanísima. Me enamoré de ella a los tres días.
-Hubo, pues, flechazo…
-Evidentemente. Hay que tener en cuenta que la traté como Sara Montiel, pero también como María Antonia Abad. Antonia había estado algunos días en Palma años atrás, pero no guardaba ningún recuerdo feliz de aquella visita por determinadas circunstancias de su vida privada, según me refirió ella misma. Yo la llevé a los lugares más bonitos de la isla porque quería que su estancia en Palma sí fuera grata esta vez. Almorzamos juntos, hicimos excursiones… Así fue como descubrí la auténtica dimensión humana de María Antonia Abad… y me enamoré de ella.
-Pero Antonia no era mujer libre. Llevaba seis años casada con José Vicente Ramírez Olalla…
-Sí, lo sabía. También sabía que no era feliz en su matrimonio. Pero, efectivamente, no era libre. Por eso callé mis sentimientos hacia ella. Sin embargo, había surgido entre nosotros una profunda amistad. Resultó que Antonia y yo coincidíamos en todo, no sólo como miembros del mundo del espectáculo, sino también como personas.

Ya estaba Sara a nuestro lado. Y Sara intervino –creo que con sumo gusto- en la conversación. Habló con la laxitud verbal que le caracteriza, arrastrando las palabras, deleitándose en ellas.
-Pepe me causó una impresión fenomenal. Al segundo día de tratarle ya no veía en él solamente al empresario. Confieso que me agradaba como hombre. Era agradable, inteligente, comprensivo… Pero yo estaba casada y no podía pensar en otro señor.



CORTAR POR LO SANO
Una vez más me asaltó la misma duda: esa laxitud verbal de Sara… ¿es ironía?, ¿es naturalidad? Fue Antonia, brava y desgarrada, la que siguió hablando con el corazón en la mano:
-Yo lo estaba pasando muy mal. Mi madre había muerto. ¡Cuántas veces rompí a llorar junto al escenario, antes o después de actuar! Los médicos tuvieron que atenderme no sé cuántas veces porque la congoja me vencía. ¡Qué sabe la gente de la vida de las estrellas! Además, mi vida privada era un caos. José Vicente, mi marido, creyó que yo iba a ser una mujer normal de mi casa. ¿Cómo iba a serlo si yo era Sara Montiel? Y siendo Sara Montiel me conoció. Él no lo entendió; así que lo mejor era cortar por lo sano.

Hay un silencio. Una tregua. Sara: entre el sufrimiento y la felicidad, las dos eternas constantes de su vida.
-Con Pepe todo era distinto. Se desvivía por mí, me animaba a superar mis crisis… Tras mi actuación en Palma fue a visitarme en Barcelona. Luego, estuvo en Sevilla. Esto tuvo mucha gracia… Pepe acompañaba a su madre en un crucero. Cuando el barco hizo escala en Cádiz, cogió un coche, y se plantó en Sevilla, donde yo estaba actuando. Cuando me vio, me dijo: “Pasaba por aquí y me he pasado a saludarte” ¿Te acuerdas, amor? Gracias a él me quité el luto por mi madre y comencé a cuidarme. Le contaba mis problemas, mis penas, o mis alegrías, y él me escuchaba y me comprendía. Yo encontraba en Pepe un cobijo que no supieron o no pudieron ofrecerme los dos hombres que anteriormente hubo en mi vida.

Ahora la laxitud verbal se ha convertido en energía.
-Quiero ser sincera. Pepe y yo supimos desde el primer momento que estábamos enamorados, pero no nos lo decíamos. Comprendí en seguida que Pepe era mi tabla de salvación, tal vez la última, tras tantos años de amargura.

Quiere borrar su pasado, pero siempre vuelve a él. Sufre al recordar. Al sufrir es feliz, porque José Tous está a su lado.
-Anthony Mann y yo nos equivocamos al casarnos. Era un hombre divino, todo un caballero, pero tenía treinta años más que yo. Después de divorciarnos, seguimos siendo amigos. ¿Por qué me casé con él? Porque le quería, porque le admiraba, y, tal vez, porque yo era demasiado jovencita para comprender que una distancia de treinta años es insalvable.
-¿Fue otra equivocación su matrimonio con Ramírez Olalla, esta vez por la Iglesia?
-Sí, porque la boda no fue como yo quería que hubiese sido.

Es la hora de las confidencias.
-Yo quería a José Vicente. Por otros motivos no iba a casarme con él, pues ganaba 20.000 pesetas, y tenía un 600, y yo estaba en la cumbre de mi fama. Quería casarme con él, sí, pero civilmente. Mi madre y José Vicente se opusieron, y yo hube de ceder. 

LA ANULACION VA POR BUEN CAMINO
Yo me he limitado a transcribir sus palabras. No quiero entrar ni salir en la cuestión. Cada ser humano responde de su destino.
-Desde hace años –prosiguió Sara- mi marido y yo estamos separados. Somos personas civilizadas y pensamos que era mejor así. En cuanto a los trámites de anulación de nuestro matrimonio van por buen camino, y creemos que se producirá pronto, quizá a finales de año.
-¿Qué otros rumbos hubiese seguido su vida si José Tous hubiese aparecido en su vida años atrás?
-¡Me habría librado de muchos disgustos y amarguras! ¡Le habría encadenado para tenerlo a mi lado desde el primer instante!

Pero fue, como hemos dicho, en 1970 cuando Sara y José se encontraron. Este era un hombre de cuarenta años, soltero, que había estado a punto de casarse en dos ocasiones. Los Tous son muy conocidos y apreciados en Mallorca. El abuelo de José fundó y fue el primer director del diario palmesano “Última Hora”, que posteriormente dirigieron su padre y su tío. El propio José fue su director durante quince años, y en aquel tiempo incorporó el ‘offset’, siendo “Última Hora” el primer diario español impreso por tal sistema. Recientemente, abandonó la dirección del periódico al ampliar su campo de actividades como empresario teatral. Pero es el presidente del Consejo de Administración del periódico.
-¿Cómo ha influido en su vida, tanto profesional como privada, Sara Montiel?
-Beneficiosamente. Como hombre, terminó mi soledad. Como profesional del periodismo y empresario teatral, sólo puedo decir que mi vida sí habría cambiado, y negativamente, si me hubiera enamorado de una ‘hija de papá’, ajena por completo a mis ocupaciones profesionales. No hay problema alguno, pues comprendo que Antonia se debe a su público, y mi mentalidad acepta que la famosa sea ella. No me siento humillado en ningún momento. Antonia me necesitaba a mí y yo necesitaba a Antonia.

Ahora esperan. No ocultan los sentimientos que les unen. Sentimientos, por cierto, que deben de ser serios y profundos, pues ya duran cuatro años. Forman como un ‘todo’ compacto, unido por el arte y el amor. Pero tienen que esperar…
-Una vez obtenida la nulidad –habló Tous-, Antonia y yo nos casaremos civilmente.
Está decidido. Así como…
-Quiero tener hijos con Pepe –habló Sara-. ¡Tres, por lo menos!

Creo que ya está todo dicho. El ensayo tenía que continuar. María Antonia volvió a ser Saritísima. Y Pepe, su rendido enamorado, José Tous, el exigente empresario. Aún recordaba las últimas palabras de éste:
-Nuestro camino ya está trazado. Seguiremos queriéndonos, trabajando, luchando, gozando de nuestra casa de Mallorca… Y, por encima de todo, seguiremos viviendo.
En paz si es posible. 

Hebreo SAN MARTIN
Fotos: Santi Alvarez


EL RECORTE LX
Y la feliz pareja terminaría sellando su amor en 1979, con aquel bodorrio palmesano histórico. Pero la felicidad completa vendría de la mano de la pequeña Thais. Así posaba el matrimonio con su hija el 13 de Diciembre de 1980 para la revista Hola. 

SARA MONTIEL
CON SU MARIDO Y SU HIJA, EN SU CASA DE PALMA DE MALLORCA
“EL PROXIMO AÑO LE DAREMOS UN HERMANITO A THAIS”
Su gira por América la mantendrá largo tiempo alejada de su hija y de su casa





Sara Montiel, con su pequeña hija adoptiva, Thais. 

La famosa y universal manchega en un rincón de su casa mallorquina. Abajo, en su espectacular dormitorio con su hija. 


Tras haber terminado sus representaciones en el teatro La Latina, de Madrid, y antes de iniciar, dentro de unos días, su viaje a América, Sara Montiel y su esposo, Pepe Tous, acompañados de suhija, Thais, que está a punto de cumplir dos años, decidieron pasar unos días en la paz del hogar de su casa de Palma de Mallorca.
Sus representaciones artísticas, sus películas, sus giras por Amércia la mantendrán alejada de su hija Thais bastante tiempo.
La hermosa casa de Sara Montiel se encuentra en las afueras de Palma de Mallorca, concretamente en la montaña, llena de recuerdos y maravillosas plantas.
Cuando llegamos a su casa, la encontramos prendida de sus ‘hobbies’, las plantas, eliminando todo aquello que impide el correcto crecimiento de sus flores. También es una excelente ama de casa.


El amor de Sara por las plantas y las flores se pone de manifiesto en algunos rincones de la casa como este que recoge la fotografía. 

-¿Quién es ahora Sara Montiel?
-Por un lado, y como siempre, la estrella que sigue trabajando; que estuvo cuatro meses en Barcelona y que acaba de culminar con gran éxito sus representaciones en Madrid, a teatro lleno, y que ahora emprenderá viaje a América, hasta el Lincoln Center, de Nueva York. Y, por otro lado, Antonia Abad, la mujer muy hermosa, muy del mar, muy sencilla, muy de su casa, inmensamente feliz en su vida particular con su esposo y su hija.
-Sara, ¿es usted feliz?
-Inmensamente feliz. Sería injusto que tuviera una queja de algo. La vida me ha proporcionado el poder vivir y seguir trabajando.
-¿Ha pensado en algún momento en retirada?
-Aún no. Mientras pueda trabajar, seguiré en los escenarios, porque Sara siempre ha trabajado. Empecé a trabajar a los doce años y aún no sé lo que es estar sin trabajar, y eso se lo agradezco al público, que siempre me ha aceptado.



Sara, con su hija, Thais, en la escalinata de acceso a su hogar. 

-¿Ha pensado en darle un hermanito a Thais?
-Sí, y lo hemos pensado que sea para el próximo año. Es necesario que la niña tenga un hermanito para jugar, hablar, y cuando estemos fuera tenga la compañía de su hermano.
-Mirando atrás, ¿cuál es el recuerdo más intenso y permanente?
-Mi madre, mi padre. Y, personalmente, hecho mucho de menos a un gran amigo fotógrafo: Christian Matraz.
Y el tiempo camina hacia el atardecer. Dejamos a Sara Montiel y su familia reunida en torno a sus plantas, sus perros, su montaña, su mar y el calor de su hermoso hogar.


Jugar con Thais es lo que más hace feliz a Sara Montiel, que dedica todo su tiempo libre a la pequeña.

Doña Sara y abajo también don José abrieron las puertas de su casa a nuestra revista, casa que nos mostraron en todos sus detalles. 



Sara, Pepe y Thais, en otro florido rincón de la casa cuyas plantas María Antonia cuida con esmero de jardinera. 

Thais y su mundo infantil poblado de muñecas. Abajo, entretenida con algo bajo la atenta mirada de sus padres. 




Una simpática fotografía de la pequeña Thais, que ya ha cumplido los dos años. 
Sara Montiel, 'sex-symbol' del mundo artístico español, con su marido y su hija adoptiva. 


A la izquierda, la familia al completo en la terraza de la casa que se abre a un horizonte lleno de mar. A la derecha, la pequeña Thais. 


Esculturas clásicas, marfiles, tallas sacras, relojes, porcelanas chinas, un abigarrado mundo en el hogar mallorquín de los Tous. 

Reportaje: JUAN CHAVEZ


LA FOTO LX

Celebrando los 50 años de 'La bella Lola'