SARA MONTIEL:
ESTA ES SU VIDA
Sara Montiel, o Sarita Montiel como siguen
nombrándola a sus 49 años en las portadas de los discos sudamericanos. O
‘Saritísima’, como la bautizó Terenci Moix. Antonia para todos us amigos, es
María Antonia Abad Fernández en los documentos oficiales, una española de Campo
de Criptana, recogida en un convento de monjas en Orihuela por la probreza de
su familia, nacionalizada un tiempo súbdita mejicana y hoy conocida en todo el
mundo.
Era el primer paso en su carrera. Sarita Montiel aparecía por primera vez en la portada de una publicación. Una 'Semana' de 1944.
La vida de Sara
Montiel, después de haber intervenido en sesenta películas y haber grabado 22
LP, de haber recorrido América en olor a multitudes, de haber triunfado en
Rusia con felicitaciones de Santiago Carrillo y de haber sufrido alteraciones
en sus carnes de más de veinte kilos con las mismas blusitas transparentes y
los mismos ceñidos vestidos, no es la historia de una mujer por lograr un
triunfo artístico, sino la lucha de un gran mito bien ganado por intentar
mantenerse como tal. Sara es mitómana y totalmente fantasiosa, aunque haya
dudas entre quienes la conocen a fondo sobre si realmente ella misma llega a
creerse la personalidad que se ha creado y las historias que cuenta con toda
seriedad.
Aún hace pocos
días Antonia-Sara nos contaba, como quien no quiere la cosa, que ‘de chiquitita acompañaba a mi madre a llevar comida a
Miguel Hernández a la cárcel de Orihuela’, sin recordar que nacida el 10
de marzo de 1928 ni siquiera era ya tan nenita en la posguerra, por mucho que
en su carnet de identidad conste como fecha de nacimiento 1933. Claro que
también afirma que estuvo viviendo dos años en México en casa de León Felipe,
cuando, como nos dice Ramón Centenero (por mucho tiempo su secretario,
masajista, confidente y compañero de trabajo), ‘llegó
a conocer a León Felipe dentro de la misma campaña publicitaria por la que las
Fuerzas Motorizadas la hicieron comandante honorario, pero yo también tengo
fotografías sentado en las rodillas de Joan Fontaine y por supuesto jamás esa
señora me invitó ni a tomar un bocadillo en su casa’. Y sigue contando: ‘El 2 de mayo de 1970 actuábamos en el teatro Victoria de
Barcelona. Ese día murió mi madre e impulsivamente recité ‘Qué lástima que yo
no pueda cantarla’. Debí hacerlo con tal emoción que la ovación fue atronadora
y ella me preguntó: “¿Y eso de quién es?”. De León Felipe, le dije. Y me dejó helado al saltar “¿Quién es León Felipe?”. ¡No
recordar quién es León Felipe y presumir de haber vivido dos años en su casa!
Claro que en cierta ocasión hice obras en mi casa y vino a hacerlas unos amigos
míos que era albañil. Como venía de Salamanca y mi piso es grande le dije que
se quedara allí para no pagar una pensión. Antonia en aquella época comía y
cenaba en mi casa casi a diario, así que les presenté con el natural entusiasmo
por parte del muchacho. Ella se comportó muy amablemente, incluso se hicieron
fotos juntos y le dedicó algunas, pero al cabo de unos días vinieron a cenar
otros amigos y le dije: “Mientras yo acabo este guiso, presenta tú a Flórez”.
¡Y desde la cocina le oí que decía: “Mira,
éste es el arquitecto que le está dirigiendo la obra a Ramón”!
Todos los amigos
de Sara se divierten con estas historias y aunque la mayoría opinen que ella
misma ha llegado a creérselas, algunos ponen salvedades. La actriz Pilar
Bardem, que la conoce desde hace muchos años, nos cuenta por ejemplo: “Una mujer que ha llegado a ser tan grande estrella no
puede ser rematadamente imbécil. La he defendido siempre porque tras de esa
mitomanía creo que hay mucho de cachondeo mental. La tonta no es ella, sino
quienes se creen esas historias, como lo de que viniendo en vuelo se abrió la
ventanilla del avión y se la volaron todos los dineros que traía de América. Yo
miraba a la gente que la rodeaba y veía a todo el mundo muy serio, asintiendo
conmiserativos, y estuve a punto de soltar la carcajada. O aquello otro de que
operó a su madre de apendicitis con sus propias manos, o lo que nos contaba de
que su perrita había abortado de pena ante la tumba de su madre… También me
contó que había estudiado comadrona en México, donde realmente las pasó
canutas, y se ofreció a ayudarme en el parto de mis hijos, pero de eso tampoco
estaría muy segura…”
En Campo de
Criptana muy pocos recuerdos reales quedan de su humilde familia campesina,
aunque hoy haya una discoteca llamada ‘Mi paisana’, en la que hasta las
servilletas llevan un retrato de Sara Montiel dibujado por su dueño.
La promoción de
Sarita comenzó en Valencia, a raíz de un concurso de Cifesa que la llevó hasta
Madrid en 1942. Lalislao Vadja se fija en unas fotos hechas en el estudio de Gyenes
y en 1944 en ‘Te quiero para mí’ aparece una actriz llamada María Alejandra que
ya en mayo de ese año conoce honores de portada en la revista ‘Semana’. Con una
carita de niña ingenua, que podría ser modelo de lo que debiera reflejar una
muchacha española en cuanto a pureza y candor según ‘el régimen’ en aquella
época, comienza María Antonia Abad una carrera de ‘pin-up’ que le llevaría años
después en Hollywood a ser maquillada y fotografiada ‘a lo Esther Williams’, ‘a
lo Betty Grable’, ‘a lo Marilyn Monroe’… e incluso antes, en el 53, en México,
a rodar una película ‘a lo Verónica Lake’ que, como recuerda Pilar Bardem, ‘se estrenó en Madrid en el ‘Rex’ después del éxito de
‘El último cuplé’ y tuvo que comprar las copias Anthony Mann a toda prisa para
que no se destrozase la imagen de la que entonces era su esposa’.
Todo el mundo
pudo admirar la plástica de Sara Montiel. Todo el mundo salvo España, claro,
pues aquí hasta las fotos de su llegada al Festival de Venecia aparecían con
hábiles retoques del dibujante censor de turno, el mismo años en que en su
vestuario de ‘El último cuplé’ se obligaba a levantar mediante blondas y
encajes la exhibición de su generoso escote. Quizá por espíritu de revancha
hacia todo eso sea por lo que Sara ha procurado lucir generosamente su anatomía
aquí en cuanto ha llegado la ‘liberalización’. Así, como nos cuenta su fiel
admirador Jordi Soler: ‘En el año 71, cuando se le
concedió el premio VIP, no se le pudo imponer el broche debido al enorme escote
que llevaba… y hubo que colocárselo en la cintura. Sus destapes en épocas en
las que se había pasado excesivamente en el peso llegaron a provocar algunas
rechiflas… y luego vino la operación de ‘ombligo’, cuando todos sus vestidos
mostraban su estómago para demostrar que la tal operación no había sido de
cirugía estética’.
Esa afición por
la comida le ha provocado serios disgustos, como una reclamación por valor de
24 millones de pesetas que le pidió Cesáreo González cuando por su gordura no
pudo filmar ‘La guerrillera de Villa’, pero al parecer, Sara nunca ha hecho
caso de críticas ni consejos.
Vicente Parra,
uno de sus mejores amigos, nos comenta: ‘Ya ha
dejado de preparar aquellos cocidos que organizaba, cuando montaba un guateque
en su casa para veinte personas a las tres de la mañana a base de unos
garbanzos que ponía maravillosamente, pero tanto sobre eso como en general, no
admite consejos. Es muy intuitiva y tiene una gran visión de las cosas, pero si
intentas aconsejarla se hace mientras una trenza con el pelo y luego sigue
creyendo que tiene razón en lo que había pensado’.
Ya desde sus
comienzos era así, como recuerda uno de sus primeros directores, Jerónimo
Mihura, que la dirigió en ‘Confidencias’ y en ‘Vidas Confusas’ en los años
cuarenta: ‘No era nada apocada sino más bien
descaradilla. No era nada tímida y había que ponerse serio para dirigirla
porque se revolvía y mantenía sus opiniones’. Esto le llegó a costar
disgustos con otros directores…
‘Pero
en ocasiones por culpa de estos –como nos cuenta Ramón Centenero- como en el caso de Grau en ‘Tuset Street’ en que antes
del rodaje todo era decir ‘lo que tú digas, haremos la película de Sara Montiel
puesto que la gente irá por verte’, pero en cuanto estuvieron firmados los
papeles ya cambió a ‘la película es mía. Antonia Abad será la productora y
trabajará como protagonista, pero yo soy el creador’. Y en el rodaje en
‘Boccacio’ de Barcelona ponía la cámara en unos emplazamientos bastante
desfavorables para ella. Sara no se dejó pisar y ahí acabó la colaboración de
Jorge Grau. Y es que Antonia sabe muchísimo de cine, de cómo están los focos y
las cámaras, de intensidades de luz y de objetivos’.
Quizá a la única
persona que haya hecho caso Sara Montiel fuese a Anthony Mann, su primer
marido, de quien persona que les conoció nos ha dicho: ‘Tony
le hubiera funcionado siempre, un poco como Arthur Miller y la Marilyn, en esa
dualidad de ser un poco objeto en manos de alguien inteligente. De hecho su
muerte le afectó mucho, aunque ya estuviesen separados’.
Así es como Sara
ha podido actuar impulsivamente, sin una reflexión ni un miedo a hemerotecas y
archivos, diciendo hoy blanco donde ayer dijo negro. Así es como su primer
matrimonio fue, según el rito judaico y para el segundo quiso como oficiante al
abad del Valle de los Caídos, fray Justo Pérez de Urbel, y así es como fue a
depositar su ramo de novia en Roma ante la tumba de Alfonso XIII, como se ha
retratado sonriente junto a doña Carmen Polo de Franco y como ahora se declara
republicana y socialista.
Y el mito Sara
Montiel se mantiene muy bien. Como nos cuenta José Tous, su apoderado y
‘acompañante’ en tanto no cambien las leyes españolas sobre el divorcio (aunque
los periódicos mejicanos siempre digan ‘llegó la estrella acompañada de su
marido’), Sara Montiel tiene ‘fans’ en todo el mundo: ‘Hay
clubs de admiradores no sólo en ciudades españolas sino en Nueva York y hasta
en Atenas. El más importante es el que preside Silvia del Pozo en Miami’.
Y curiosamente
estos seguidores organizados de Sara no son grupos de nostálgicos ‘de la época
del cuplé’. Aunque entre ellos haya señoras de edad avanzada, predomina el
elemento juvenil y Sara sabe cómo comportarse con ellos. Ángel Nieto,
presidente del club de Barcelona (‘por favor, dad
nuestras señas para que pueda agruparse un montón de gente que sabemos están
tratando de localizarnos’. Y ahí van: calle Unión, 11, principal, 1.ª)
nos cuenta: “El club de Miami está formado
fundamentalmente por mejicanos y portorriqueños, pero también abundan los
exiliados cubanos, así que hace año y medio, cuando llegó allí, bajó del avión
cantando la rumba Chamelona (‘De La Habana para aquí me han mandao…’) con lo
que la policía tuvo que acabar por desalojar a los enardecidos ‘fans’ que se
pusieron a corearla. Y es que realmente es muy buena actriz incluso cuando
canta, lo cual ya empezó a hacer en 1946 en ‘Mariona Rebull’, y precisamente
con un cuplé de los que después le darían la fama… Luego ya cantó en su época
mejicana, en 1954 en ‘¿Por qué ya no me quieres?’, pero ninguna de sus
canciones fue pasada a disco’.
Otra persona que
la conoció en su primerísima época, prefiriendo mantener el anonimato, rucuerda
para PRIMERA PLANA que en un rodaje en Aranjuez en los años cuarenta cantaba
‘Yo voy por la vereda tropical…’ de muy distinta manera según estuviera o no
presente su madre: ‘Tenía un sexy innato, pero si
doña Vicenta andaba cerca, cantaba como una monja en el coro… También recuerdo
que para las escenas de piscina había que rodearla de corchos…”.
Sin embargo,
ninguno de sus primeros descubridores prestó atención a su garganta, quizá
porque los tiempos no estuvieran no ya para ‘Touch me’ sino ni tan siquiera
para los atrevimientos sensuales de un ‘Ven y ven’. ‘Claro
que –recuerda el mismo informador- cuando
tras el éxito del ‘Último cuplé’ quiso visitar a Raquel Meller, ésta se negó a
recibirla diciendo que cantaba sus canciones con voz de sereno borracho. ¡Celos
de vieja!’.
Su triunfo vino
por otro camino, como recuerda Jerónimo Mihura mientras nos muestra fotos de
rodaje de las películas en que dirigió a Sara: “A
Sarita la elegimos mi hermano Miguel y yo porque era una chica preciosa. Yo ya
la había visto en otras películas y aunque no eran muy buenas, ella siempre
había quedado bien. Luego la conocimos personalmente y mi hermano la ayudó
muchísimo porque los papeles que interpretó en mis dos películas se los
escribió exclusivamente para ella. Sí, la elegimos como protagonista para
‘Confidencias’ antes de que Miguel comenzase a escribir el guión… Además de su
belleza rubia demostraba condiciones interpretativas y probablemente hubiera
triunfado aquí en España, pues ya causó sensación al año siguiente en ‘Locura
de amor’, pero se puso enferma del pecho, tuvo que llevar un régimen con el que
engordó mucho, ella que era delgadita, y ya no la querían contratar porque
estaba un poco gorda. Yo vine de Barcelona a ofrecerle un trabajo, pero para
entonces ya se había decidido a probar fortuna en Méjico y allí se fue, un poco
a la aventura, con su madre…’.
En 1957, Sara
vuelve de América para pasar una corta temporada en España. Juan de Orduña ha
decidió renovar su tipo de producción y se acuerda de la actriz a la que había
dirigido en ‘Locura de amor’ y ‘Pequeñeces’. Ahora piensa evocar una época muy
poco ‘imperial’: la ‘belle époque’.
‘El
último cuplé’ fue una de las mejores inversiones de la historia del cine
español –nos
cuenta una compañera de rodaje de aquella película- y
los cinco millones y medio que costó y de los cuales ella cobró 100.000 pesetas
más 250 diarias de dietas, produjeron trescientos millones en menos de cuatro
años. Entonces Antonia iba en plan muy normal, nada estelar, porque todavía no
se sabía cómo iba a ir aquello. Se maquillaba maravillosamente, que para eso
venía de los Estados Unidos, y ayudaba a hacerlo a todas las compañeras. Se le
tenía una cierta envidia, más que nada por su marido. Por cierto que Anthony le
compró durante el rodaje un collar de esmeraldas y otra actriz muy envidiosa de
la que no pongas el nombre pero a la que por entonces llamábamos ‘arroz
agradecido’ por su relación amorosa y un tanto interesada con el dueño de un
famosísimo restaurante especializado en paellas, no hacía más que meterse con
Antonia: “Qué mayor es el Tony, ¿verdad? Porque parece tu padre…” Tanto y tanto
le cansó la otra con lo de que Anthony Mann estaba viejo, que al final un día
le saltó en pleno rodaje: “¡Viejo sí, pero
me hace el amor de bien…!” y por supuesto
empleando otra forma de expresión mucho más rotunda y de cuatro letras. La otra
no le volvió a dirigir nunca más la palabra, ni para bien ni para mal…’.
‘El último
cuplé’ significó el lanzamiento de Sara Montiel a nivel mundial, aunque como
nos cuenta Vicente Parra ‘a pesar de su excelente
trabajo, ni ella misma esperaba el exitazo así que se volvió a Méjico antes del
estreno. Luego, cuando volvió ya en plena apoteosis, me pidió que la acompañara
el día en que asistió a una proyección en el Rialto. ¡Hubo hasta bofetadas…!’
A partir de ese
momento, Sara había alcanzado definitivamente la fama y dejaba de tener vida
privada. Atrás quedaban los tiempos en los que tenía que llevar un consultorio
de belleza para la revista ‘Garbo’. Ahora por la prensa iríamos sabiendo que ha
tenido cuatro abortos, dos maridos y otro par de amores confesados, un Premio
Limón por sus malas relaciones con los periodistas en 1966 y otro Naranja por
lo contrario en el 75, que ha ayudado a tres hermanos y siete sobrinos, que
además de a la de Alfonso XIII ha llevado flores a las tumbas de Raquel Meller
y Marilyn Monroe, que ha tenido una perrita llamada ‘Cuchi’ durante once años,
que ella rebaja a seis por su manía de quitar años a las cosas, que ha recibido
la llave de la ciudad de Nueva York…
Sara pasó a ser
la Sara Nacional, rodeada de admiradores, colaboradores y gentes interesantes.
Entre los primeros hay quien se desplaza a todos sus estrenos desde Miami, o se
viene cargado de tulipanes desde Holanda, entre los segundos hay quienes han
trabajado veinte años junto a ella como la maquilladora Ester Martín, la
peluquera Rosa Zabala o Lucy la modista, y entre los últimos ha pululado toda
una fauna de arribistas y trepadores entre los que quizá no haya sabido
distinguir a algunos buenos amigos excesivamente críticos.
Este mundillo de
aprovechados y de envidiosos con quien llega a triunfar en algo, es muy
probablemente el que haya acabado por agudizar su ingenio hasta hacerle
utilizar a veces el ataque como medio de defensa con respuestas rápidas e
incisivas. Como en la anécdota final que nos cuenta Pilar Bardem: ‘Un día nos fuimos con alguna otra compañera a la
parrilla del Hilton y la gente se la quedaba mirando. Una señora muy fina que
estaba tomando el té, comentó a su espalda: ‘¡Qué cuioso, qué guapa está Sara
Montiel!’ Y ella se volvió como si le hubiese picado una bicha: ‘¡Señora! ¡No estoy, SOY!’
La señora se quedó de piedra, con su taza en la mano’.
Así que ya lo
saben. Para todo, Sara Montiel no está. Simplemente ES.
E. Laventana
EL RECORTE LXXVI
El 16 de Julio de 1976 la revista Fotogramas llevaba hasta el centro de su revista un díptico con estas fotografías del genial Castellvi. Sara disfrutaba de sus vacaciones en Palma de Mallorca. Pero como siempre la polémica rondaba....
SARA
CON MALLORCA AL FONDO
Sara Montiel
está en Mallorca, donde Pepe Tous. Y allí se hicieron las fotos con cama
follón. Precisamente desde Palma se cargó la Costa del Sol y hubo las lógicas
iras malagueñas. Cuando esto ya ha pasado, Sara se crea un problema doméstico
con la intelectualidad que le apoyaba. Resulta que el tan hablado proyecto de
un espectáculo Montiel con textos de Umbral, Terenci, Montalbán se retrasa, y
para sustituto hay una obra de Alonso Millán, autor que está en las antípodas
ideológico-escribanas de los ya citados. Al parecer, gauchista es el único que
le vendría bien a la diva en esta y próximas temporadas.
De momento, no
obstante, relax veraniego con 36º de costa.
Fotos: J. M. CASTELLVI
LA FOTO LXXVI
Sara Montiel bellísima en esta otra fotografía de la misma sesión de Castellvi.
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