“INCREIBLE SARA”,
EN MADRID
Sara Montiel es
inasequible al desaliento, como si de Santiago Bernabeu se tratara. Los mitos
se resisten a desaparecer por el foro. Y no es que la gente sea injusta con
ellos, no. Lo que sucede es que llega un día en que se pasan de rosca. Sara
Montiel todavía no sabe que el público se aburre con ella y que ya no hay
manera de mantener un show –con desnudos incorporados- a base de hablar
arrastrando las sílabas y diciendo que sigue siendo único, la mejor, la más
grande y la más todo. Eso lo dice también Lola Flores, otro caso típico de
pervivencia. Pero, tranquilos, no hay mito en España que dure más de cuarenta
años.
Y no es que esté
mal la Montiel en su ‘Increíble Sara’. Aunque parezca mentira, su show
presentado en el teatro Alcázar, de Madrid –tras ser estrenado previamente en
Valencia, Barcelona y otras capitales- es mucho mejor que aquel inefable de
‘Saritísima’ que padecimos hace un par de temporadas. Y es que Sara, a la par
que ha mejorado de ideas políticas, ha adecuado su cuerpo a las exigencias de
la hora. Los bustos imperiales ya no tienen aceptación. Ahora se llevan los
bustos menos triunfalistas y más al alcance-del-pueblo-soberano. Y Sara,
consecuente con los nuevos tiempos, ha adelgazado hasta límites inimaginables.
Nuestra Sara de hoy, al menos en lo físico, nada tiene que ver con la pesadez
corporal de la Montiel todavía fresca en nuestra memoria.
También ha
mejorado Sara en la calidad de sus números musicales. Se acompaña de un ballet
correcto, bien montado y todo ello dentro de un espectáculo correctamente
dirigido.
Dos horas y
veinte minutos dura ‘Increíble Sara’, con descanso incluido. Ella no está
siempre en escena, por supuesto. Es más, su aparición tiene lugar a los doce
minutos de haber comenzado el espectáculo. Pero Sara canta ahora peor que
antes. La edad. Y es que ella permite que en show se haga una parodia sobre su
edad y la de otras actrices, como Carmen Sevilla. Lo que no dijeron, y nosotros
contribuimos a informar al lector como debe ser, es que Sara Montiel debutó en
el cine, de la mano de Enrique Herreros, en la primavera de 1944, en una
película titulada ‘Empezó en boda’, y que ella protagonizaba junto a Fernando
Fernán-Gómez. Sara Montiel se casaba en aquel filme con el popular actor. Si
aceptamos que la actriz debía tener a la sazón unos diecisiete años –no se iba
a casar en el cine con catorce años reales-, la actriz camina ya por el medio
siglo. Eso sí, cincuenta años de muy buen ver y rodeada por el entusiasmo de
sus ‘incondicionales’ admiradores de siempre.
Luego nos
deleitó con su número erótico-festivo revolcándose por el suelo del escenario.
Fue cuando cantó aquello del ‘Touch me’. Y por medio las téticas al aire de una
serie de buenas mozas y regulares bailarinas.
Y eso es todo.
Sara tiene cuerda para rato, porque el país –ya lo hemos dicho- puede soportar
hasta casi cuarenta años de mito, y Sara lleva treinta y tres de vida
profesional y poco más de veinte de mito. Un mito que comenzó con ‘El último
cuplé’, película que sigue siendo recordada por la actriz socialistísima a
través de varios números musicales.
FEET PRESS
EL RECORTE LXXVIII
La década de los 70 es la de la transición en la carrera de la diva. Entre películas y presentaciones, las primeras llegan a su fin y las segundas ocupan de lleno la trayectoria profesional de la estrella. El número de Diciembre de 1973 de la revista Bocaccio muestra un reportaje curioso de una presentación de Sara en una sala de fiestas con el telón de una entrevista durante el rodaje de Cinco Almohadas para una noche.
SUPER SARA
En el interior
del edificio decimonónico que es el Balneario de Alhama de Aragón,
interminables pasillos desiertos, inmensos salones vacíos con continajes de
terciopelo rojo, visillos que apenas oponen resistencia al suave viento que se
filtra por los balcones entreabiertos. Estatuas de terracota. Los mármoles
relucen y las molduras de madera decorada parecen pintadas ayer. El tiempo no
existe en el gran salón donde las pulcramente dispuestas mesas y sillas de
rejilla blanca parecen esperar a inexistentes invitados a no se sabe qué
fiesta. Pero si existiera el tiempo, uno podría matarlo tratando de buscar las
huellas de un frágil cuerpo desvanecido antaño sobre el sofá que se halla junto
al gran ventanal. Y, una vez la imaginación del solitario visitante, tan
decimonónica como el entorno, ha logrado poner rostro a la enfermiza damisela
del sofá, puede, si lo desea, salir al jardín, donde una débil lluvia cae sobre
la hojarasca y jugar a descubrir de qué árbol intentó ahorcarse el joven
enamorado de la que no sana en los aposentos del interior.
Sin embargo, uno
sale al jardín y hace sol. El suelo está cubierto de hojas amarillentas y
rojizas, pero el chasquido que se oye no es el rumor del viento otoñal que se
las lleva, sino el paso sobre ellas de los modernos automóviles que aparcan
bajo la avenida de plátanos. En el gran lago, de aguas termales, nadie se
recupera de melancólicas dolencias. En cambio, un grupo de jóvenes se zambulle,
con una alegría de vivir y un aspecto de salud que son como una broma de mal
gusto, como si un pintor, repentinamente enloquecido, las hubiera pintado,
introduciéndolas en un paisaje pintado años ha. Cerca, un grupo de mujeres, a
quienes se reconoce como camareras del hotel, comentan que las bañistas
invernales, con las coristas. ‘¿Cómo, coristas?’
Sí, mujer, las de la película… ya ha empezado, sí, hoy, y es musical.’ ‘¿Ya ha
llegado, no?’ ‘¿Quién?’ ‘¿Quién va ser?’ La Montié. ‘¿No has oído a todos los
peliculeros esos decir ay que no llega, ay que no llega?’ ‘Anda, maña, pues no
se aclaran, porque yo he oído a otros que decían: ay cuando llegue, ay cuando
llegue.’ ‘Por lo visto son raras las artistas’. ‘Pues no sé de qué les viene,
al fin y al cabo tienen lo mismo que una…’ ‘No lo dirás por ti, cacho de
bruta…’ ‘¿Qué? Pues anda, que una que yo me sé…’ ‘¿Sí? Anda, ve, ve ahí dentro,
a ver si te cogen.’ ‘Venga, callaros ya. Dicen que son raras porque se les sube
la fama. Algunas, cuando les sirven el desayuno, te lo tiran en toda la cara…’
‘Uy, pues sí que estamos listas…’ ‘Mujer, eso son las extranjeras, que están
todas locas, las españolas son otra cosa, más señoras…’
En la otra sala
del edificio, los pasillos y salones llenos de focos, los cables eléctricos se
enredan con las estatuas de mármol. Sara Montiel, vestida de lila y turbante
blanco, desciende por una escalinata de mármol. Hace como que saluda con la
cabeza y una leve sonrisa a quienes se cruzan con ella, cuando cruza el salón.
Señoras con sombreros de pluma, caballeros con traje de mil rayas y zapatos
bicolor. Alto en el rodaje.
BOCACCIO: El film que se está rodando, ‘Cinco
almohadas para Rosa’, de Lazaga, es una comedia, ¿no teme interpretar un papel
distinto hasta los encarnados hasta ahora, melodramáticos, con los que el
público ya la identifica?
SARA MONTIEL: No,
no. Me encanta renovarme y hacer cosas nuevas. Este personaje es nuevo para mí.
Es divertido, desenfadado… Pero, ¡cuidado! ¡Es un personaje muy humano, eh! Hay
cinco hombres diferentes en la vida de esta mujer y ella es una mujer diferente
para cada uno de ellos. No se trata de un vodevil, ni de una astracanada, no.
Es una alta comedia, como las americanas…, bueno, tanto como las americanas no,
porque la comedia americana es una obra maestra del cine, no nos podemos
comparar.
BOCACCIO: La historia, escrita por José Luís
Navarro, es: en 1973 una muchacha (Sara Montiel) reúne a cinco venerables
ancianos para darles la buena noticia, a sus edades, de que uno de ellos es su
padre. Cada viejecito se recuerda, por tuno, joven y guapo en este Balneario en
los años 30, disfrutando de un ‘affaire’ con Rosa López, ‘la Esmeralda’,
cupletista de la época, ligera, descocada y, además, descarada porque no
satisfecha con gozar de las cinco almohadas, encima lleva un diario donde
escribe lo que hace con cada una de ellas.
SARA MONTIEL: Interpreto
el papel de la cupletista en los años 30, y el de la hija de 1973. Canto siete
canciones: ‘Ya no te quiero gitana’, ‘María de la O’, ‘Tentación’.
Vuelta al
rodaje. Reclama a las maquilladoras que acuden prestas. Da las gracias. Escucha
al director, consulta. No hay problemas. Un rincón del plató, una mujer que la
acompaña durante todo el día, con un perro pequinés que ladra cuando los
eléctricos intentan llevarse un foco o retirar un cable.
SARA MONTIEL: ¡Cuchi!
¡Cállate, cállate! Esto no es tuyo, ni mío. Es que se cree que todo es nuestro
y lo defiende como si fuera de su propiedad.
BOCACCIO: ¿Le gustan los perros?
SARA MONTIEL: ¡Huy,
si no me gustaran…! ¡Tres, tengo tres! Esta, Cuchi, y dos más: Lady Hamilton y
Boy. ¿De qué raza? Uy, hija, de ninguna… A la perra, Lady Hamilton, la encontré
por una carretera, herida, la llevamos a un hospital, la curaron y, ¿qué iba a
hacer?, me la quedé. En cuanto Lady Hamilton se curó, salgo a la calle y ¡zas!,
delante de la casa atropellan a un perro que iba perdido. Hale, otra vez, y en
esta ocasión fue peor, porque era día festivo y ¿dónde encontraba un
veterinario? Total, llamé al traumatólogo de mi madre, tan desesperada, que me
dijo, no te preocupes Antonia, llévalo al hospital y ya voy enseguida. Lo llevé
a la Clínica de la Paz, sí, la de la Seguridad Social, ¿qué iba a hacer si no?,
y cuando lo curaron, pues, hale, otro perro en casa.
BOCACCIO: El pequinés, Cuchi, ¿tiene también un
origen tan accidentado?
SARA MONTIEL: ¡No,
no! Cuchi, no. Era de mi madre. Cuando murió… Ha tardado más de un año en
aceptarme como ama. Fíjate si quería a mi madre, que al cabo de un año de su
muerte, la perra estaba embarazada y cometí la torpeza de llevármela al
cementerio…, fue terrible, abortó encima de la tumba de mi madre. Claro, la
perra notó que allí estaba mi madre, luego el veterinario me explicó que no
debí llevarla.
Alguien consulta
el horóscopo en una revista. Sara Montiel es Piscis. ¿Cree en los signos
astrológicos?
SARA MONTIEL: Pues
mira, sí y no. No creía, pero me han pasado cosas… Estaba yo en Nueva York, con
Anthony Mann, con quien me casé en artículo mortis… sí, ¿no lo sabías?, pues
sí, estábamos paseando por la Quinta Avenida, cuando de repente le dio un
ataque cardíaco enfrente de la joyería Tiffany’s. Imagínate el susto. Lo
trasladaron a la clínica y allí nos casamos. Nos trasladamos después a Los
Ángeles y unos amigos nuestros que vivían al lado de Mel Ferrer y Andrey
Hepburn… allí conocí a Greta Garbo… estos amigos me dijeron: ‘van a venir unos
hermanos gemelos que hacen estudios de grafología, son expertos que trabajan
para la policía de Los Ángeles, estudiando la escritura de los presos…’ Bueno,
llegan los expertos y me hicieron el horóscopo. Yo estaba con mi marido todavía
muy enfermo y 37 dólares en el banco. Van y me dicen: que dentro de poco iba a
encontrarme con una nueva personalidad y mucho dinero. No me lo creí claro, y,
además, pensé qué horror, porque la única manera de tener dinero era que
muriera mi marido, y, naturalmente, prefería seguir teniendo sólo los 37
dólares a que muriera él. Y los gemelos me dijeron, no, no, el dinero sale de
otra parte, y además, va a tener un gran éxito pronto y se casará tres veces.
No creí ni una palabra. Y al día siguiente recibo un telegrama de España que
dice: ‘La próxima Sissi del 58 se llamará Sara Montiel’. Lo firmaba Enrique
Herreros, el representante, y veinticuatro horas antes se había estrenado ‘El
último cuplé’.
BOCACCIO: ¿Próximos proyectos?
SARA MONTIEL: Teatro.
Tengo actuaciones en Méjico, Nueva York, Las Vegas, Caracas y después Moscú.
BOCACCIO: Sara Montiel ha actuado ya varias veces
en Rusia.
SARA MONTIEL: Sí,
fui la primera artista española que actuó allí. Me invitó el gobierno, ya he
ido tres veces. ¿Qué cuente? No, no… ¿Por qué? Porque me da vergüenza, porque
si te cuento que, en la Plaza Roja, los guardias al cambiar la guardia, me
miraban porque me reconocían, ¿me creerás?
BOCACCIO: Por supuesto.
SARA MONTIEL: El
público es estupendo… La primera bailarina del Moisseiev me regaló sus
zapatillas… ¿Qué público prefiero? Todo, pero fuera, donde ha tenido más éxito
es en Buenos Aires y en Rumanía, el público rumano es una maravilla y Bucarest
una ciudad maravillosa, la llaman ‘El petit París’.
BOCACCIO: Antes ha dicho que conoció a Greta
Garbo, ¿cómo era?
SARA MONTIEL: Ya
no actuaba cuando la conocí. Estuvimos cenando. Era una mujer bastante normal,
muy nórdica, y sabía muchos idiomas y entendía mucho de política, me
sorprendió.
BOCACCIO: Sara Montiel hizo de ayudante de dirección
con Bardem, y anunció que quería dirigir una película.
SARA MONTIEL: Sí,
sí, quiero hacerlo. Un musical, como ‘Cabaret’. ¡Qué estupenda película! ¡Y
hecha con unos medios! Me gustaría hacer algo así, con muchos medios y poder
repetir planos, muchos planos. Pero antes me gustaría interpretar una película
y hacer el papel de Catalina de Rusia. ¡Qué tía, la Catalina!
BOCACCIO: ¿Qué director y demás actores elegiría
para hacer Catalina de Rusia?
SARA MONTIEL: Un
director ruso. Y actores todos rusos, ¡son guapísimos! Con grandes escenarios
donde cupieran cinco mil personas, y muchos medios, muchos…
Texto: Ana María Moix
Fotos: Teresa Mialet
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