viernes, 17 de agosto de 2012

PRONTO - 5 de Mayo de 1977 - España


“INCREIBLE SARA”,
EN MADRID



Sara Montiel es inasequible al desaliento, como si de Santiago Bernabeu se tratara. Los mitos se resisten a desaparecer por el foro. Y no es que la gente sea injusta con ellos, no. Lo que sucede es que llega un día en que se pasan de rosca. Sara Montiel todavía no sabe que el público se aburre con ella y que ya no hay manera de mantener un show –con desnudos incorporados- a base de hablar arrastrando las sílabas y diciendo que sigue siendo único, la mejor, la más grande y la más todo. Eso lo dice también Lola Flores, otro caso típico de pervivencia. Pero, tranquilos, no hay mito en España que dure más de cuarenta años.
Y no es que esté mal la Montiel en su ‘Increíble Sara’. Aunque parezca mentira, su show presentado en el teatro Alcázar, de Madrid –tras ser estrenado previamente en Valencia, Barcelona y otras capitales- es mucho mejor que aquel inefable de ‘Saritísima’ que padecimos hace un par de temporadas. Y es que Sara, a la par que ha mejorado de ideas políticas, ha adecuado su cuerpo a las exigencias de la hora. Los bustos imperiales ya no tienen aceptación. Ahora se llevan los bustos menos triunfalistas y más al alcance-del-pueblo-soberano. Y Sara, consecuente con los nuevos tiempos, ha adelgazado hasta límites inimaginables. Nuestra Sara de hoy, al menos en lo físico, nada tiene que ver con la pesadez corporal de la Montiel todavía fresca en nuestra memoria.



También ha mejorado Sara en la calidad de sus números musicales. Se acompaña de un ballet correcto, bien montado y todo ello dentro de un espectáculo correctamente dirigido.
Dos horas y veinte minutos dura ‘Increíble Sara’, con descanso incluido. Ella no está siempre en escena, por supuesto. Es más, su aparición tiene lugar a los doce minutos de haber comenzado el espectáculo. Pero Sara canta ahora peor que antes. La edad. Y es que ella permite que en show se haga una parodia sobre su edad y la de otras actrices, como Carmen Sevilla. Lo que no dijeron, y nosotros contribuimos a informar al lector como debe ser, es que Sara Montiel debutó en el cine, de la mano de Enrique Herreros, en la primavera de 1944, en una película titulada ‘Empezó en boda’, y que ella protagonizaba junto a Fernando Fernán-Gómez. Sara Montiel se casaba en aquel filme con el popular actor. Si aceptamos que la actriz debía tener a la sazón unos diecisiete años –no se iba a casar en el cine con catorce años reales-, la actriz camina ya por el medio siglo. Eso sí, cincuenta años de muy buen ver y rodeada por el entusiasmo de sus ‘incondicionales’ admiradores de siempre.
Luego nos deleitó con su número erótico-festivo revolcándose por el suelo del escenario. Fue cuando cantó aquello del ‘Touch me’. Y por medio las téticas al aire de una serie de buenas mozas y regulares bailarinas.
Y eso es todo. Sara tiene cuerda para rato, porque el país –ya lo hemos dicho- puede soportar hasta casi cuarenta años de mito, y Sara lleva treinta y tres de vida profesional y poco más de veinte de mito. Un mito que comenzó con ‘El último cuplé’, película que sigue siendo recordada por la actriz socialistísima a través de varios números musicales.


FEET PRESS


EL RECORTE LXXVIII
La década de los 70 es la de la transición en la carrera de la diva. Entre películas y presentaciones, las primeras llegan a su fin y las segundas ocupan de lleno la trayectoria profesional de la estrella. El número de Diciembre de 1973 de la revista Bocaccio muestra un reportaje curioso de una presentación de Sara en una sala de fiestas con el telón de una entrevista durante el rodaje de Cinco Almohadas para una noche. 



SUPER SARA


En el interior del edificio decimonónico que es el Balneario de Alhama de Aragón, interminables pasillos desiertos, inmensos salones vacíos con continajes de terciopelo rojo, visillos que apenas oponen resistencia al suave viento que se filtra por los balcones entreabiertos. Estatuas de terracota. Los mármoles relucen y las molduras de madera decorada parecen pintadas ayer. El tiempo no existe en el gran salón donde las pulcramente dispuestas mesas y sillas de rejilla blanca parecen esperar a inexistentes invitados a no se sabe qué fiesta. Pero si existiera el tiempo, uno podría matarlo tratando de buscar las huellas de un frágil cuerpo desvanecido antaño sobre el sofá que se halla junto al gran ventanal. Y, una vez la imaginación del solitario visitante, tan decimonónica como el entorno, ha logrado poner rostro a la enfermiza damisela del sofá, puede, si lo desea, salir al jardín, donde una débil lluvia cae sobre la hojarasca y jugar a descubrir de qué árbol intentó ahorcarse el joven enamorado de la que no sana en los aposentos del interior. 




Sin embargo, uno sale al jardín y hace sol. El suelo está cubierto de hojas amarillentas y rojizas, pero el chasquido que se oye no es el rumor del viento otoñal que se las lleva, sino el paso sobre ellas de los modernos automóviles que aparcan bajo la avenida de plátanos. En el gran lago, de aguas termales, nadie se recupera de melancólicas dolencias. En cambio, un grupo de jóvenes se zambulle, con una alegría de vivir y un aspecto de salud que son como una broma de mal gusto, como si un pintor, repentinamente enloquecido, las hubiera pintado, introduciéndolas en un paisaje pintado años ha. Cerca, un grupo de mujeres, a quienes se reconoce como camareras del hotel, comentan que las bañistas invernales, con las coristas. ‘¿Cómo, coristas?’ Sí, mujer, las de la película… ya ha empezado, sí, hoy, y es musical.’ ‘¿Ya ha llegado, no?’ ‘¿Quién?’ ‘¿Quién va ser?’ La Montié. ‘¿No has oído a todos los peliculeros esos decir ay que no llega, ay que no llega?’ ‘Anda, maña, pues no se aclaran, porque yo he oído a otros que decían: ay cuando llegue, ay cuando llegue.’ ‘Por lo visto son raras las artistas’. ‘Pues no sé de qué les viene, al fin y al cabo tienen lo mismo que una…’ ‘No lo dirás por ti, cacho de bruta…’ ‘¿Qué? Pues anda, que una que yo me sé…’ ‘¿Sí? Anda, ve, ve ahí dentro, a ver si te cogen.’ ‘Venga, callaros ya. Dicen que son raras porque se les sube la fama. Algunas, cuando les sirven el desayuno, te lo tiran en toda la cara…’ ‘Uy, pues sí que estamos listas…’ ‘Mujer, eso son las extranjeras, que están todas locas, las españolas son otra cosa, más señoras…’
En la otra sala del edificio, los pasillos y salones llenos de focos, los cables eléctricos se enredan con las estatuas de mármol. Sara Montiel, vestida de lila y turbante blanco, desciende por una escalinata de mármol. Hace como que saluda con la cabeza y una leve sonrisa a quienes se cruzan con ella, cuando cruza el salón. Señoras con sombreros de pluma, caballeros con traje de mil rayas y zapatos bicolor. Alto en el rodaje.




BOCACCIO: El film que se está rodando, ‘Cinco almohadas para Rosa’, de Lazaga, es una comedia, ¿no teme interpretar un papel distinto hasta los encarnados hasta ahora, melodramáticos, con los que el público ya la identifica?
SARA MONTIEL: No, no. Me encanta renovarme y hacer cosas nuevas. Este personaje es nuevo para mí. Es divertido, desenfadado… Pero, ¡cuidado! ¡Es un personaje muy humano, eh! Hay cinco hombres diferentes en la vida de esta mujer y ella es una mujer diferente para cada uno de ellos. No se trata de un vodevil, ni de una astracanada, no. Es una alta comedia, como las americanas…, bueno, tanto como las americanas no, porque la comedia americana es una obra maestra del cine, no nos podemos comparar.
BOCACCIO: La historia, escrita por José Luís Navarro, es: en 1973 una muchacha (Sara Montiel) reúne a cinco venerables ancianos para darles la buena noticia, a sus edades, de que uno de ellos es su padre. Cada viejecito se recuerda, por tuno, joven y guapo en este Balneario en los años 30, disfrutando de un ‘affaire’ con Rosa López, ‘la Esmeralda’, cupletista de la época, ligera, descocada y, además, descarada porque no satisfecha con gozar de las cinco almohadas, encima lleva un diario donde escribe lo que hace con cada una de ellas.
SARA MONTIEL: Interpreto el papel de la cupletista en los años 30, y el de la hija de 1973. Canto siete canciones: ‘Ya no te quiero gitana’, ‘María de la O’, ‘Tentación’.
Vuelta al rodaje. Reclama a las maquilladoras que acuden prestas. Da las gracias. Escucha al director, consulta. No hay problemas. Un rincón del plató, una mujer que la acompaña durante todo el día, con un perro pequinés que ladra cuando los eléctricos intentan llevarse un foco o retirar un cable.
SARA MONTIEL: ¡Cuchi! ¡Cállate, cállate! Esto no es tuyo, ni mío. Es que se cree que todo es nuestro y lo defiende como si fuera de su propiedad.
BOCACCIO: ¿Le gustan los perros?
SARA MONTIEL: ¡Huy, si no me gustaran…! ¡Tres, tengo tres! Esta, Cuchi, y dos más: Lady Hamilton y Boy. ¿De qué raza? Uy, hija, de ninguna… A la perra, Lady Hamilton, la encontré por una carretera, herida, la llevamos a un hospital, la curaron y, ¿qué iba a hacer?, me la quedé. En cuanto Lady Hamilton se curó, salgo a la calle y ¡zas!, delante de la casa atropellan a un perro que iba perdido. Hale, otra vez, y en esta ocasión fue peor, porque era día festivo y ¿dónde encontraba un veterinario? Total, llamé al traumatólogo de mi madre, tan desesperada, que me dijo, no te preocupes Antonia, llévalo al hospital y ya voy enseguida. Lo llevé a la Clínica de la Paz, sí, la de la Seguridad Social, ¿qué iba a hacer si no?, y cuando lo curaron, pues, hale, otro perro en casa.
BOCACCIO: El pequinés, Cuchi, ¿tiene también un origen tan accidentado?
SARA MONTIEL: ¡No, no! Cuchi, no. Era de mi madre. Cuando murió… Ha tardado más de un año en aceptarme como ama. Fíjate si quería a mi madre, que al cabo de un año de su muerte, la perra estaba embarazada y cometí la torpeza de llevármela al cementerio…, fue terrible, abortó encima de la tumba de mi madre. Claro, la perra notó que allí estaba mi madre, luego el veterinario me explicó que no debí llevarla.






Alguien consulta el horóscopo en una revista. Sara Montiel es Piscis. ¿Cree en los signos astrológicos?
SARA MONTIEL: Pues mira, sí y no. No creía, pero me han pasado cosas… Estaba yo en Nueva York, con Anthony Mann, con quien me casé en artículo mortis… sí, ¿no lo sabías?, pues sí, estábamos paseando por la Quinta Avenida, cuando de repente le dio un ataque cardíaco enfrente de la joyería Tiffany’s. Imagínate el susto. Lo trasladaron a la clínica y allí nos casamos. Nos trasladamos después a Los Ángeles y unos amigos nuestros que vivían al lado de Mel Ferrer y Andrey Hepburn… allí conocí a Greta Garbo… estos amigos me dijeron: ‘van a venir unos hermanos gemelos que hacen estudios de grafología, son expertos que trabajan para la policía de Los Ángeles, estudiando la escritura de los presos…’ Bueno, llegan los expertos y me hicieron el horóscopo. Yo estaba con mi marido todavía muy enfermo y 37 dólares en el banco. Van y me dicen: que dentro de poco iba a encontrarme con una nueva personalidad y mucho dinero. No me lo creí claro, y, además, pensé qué horror, porque la única manera de tener dinero era que muriera mi marido, y, naturalmente, prefería seguir teniendo sólo los 37 dólares a que muriera él. Y los gemelos me dijeron, no, no, el dinero sale de otra parte, y además, va a tener un gran éxito pronto y se casará tres veces. No creí ni una palabra. Y al día siguiente recibo un telegrama de España que dice: ‘La próxima Sissi del 58 se llamará Sara Montiel’. Lo firmaba Enrique Herreros, el representante, y veinticuatro horas antes se había estrenado ‘El último cuplé’.




BOCACCIO: ¿Próximos proyectos?
SARA MONTIEL: Teatro. Tengo actuaciones en Méjico, Nueva York, Las Vegas, Caracas y después Moscú.
BOCACCIO: Sara Montiel ha actuado ya varias veces en Rusia.
SARA MONTIEL: Sí, fui la primera artista española que actuó allí. Me invitó el gobierno, ya he ido tres veces. ¿Qué cuente? No, no… ¿Por qué? Porque me da vergüenza, porque si te cuento que, en la Plaza Roja, los guardias al cambiar la guardia, me miraban porque me reconocían, ¿me creerás?
BOCACCIO: Por supuesto.
SARA MONTIEL: El público es estupendo… La primera bailarina del Moisseiev me regaló sus zapatillas… ¿Qué público prefiero? Todo, pero fuera, donde ha tenido más éxito es en Buenos Aires y en Rumanía, el público rumano es una maravilla y Bucarest una ciudad maravillosa, la llaman ‘El petit París’.
BOCACCIO: Antes ha dicho que conoció a Greta Garbo, ¿cómo era?
SARA MONTIEL: Ya no actuaba cuando la conocí. Estuvimos cenando. Era una mujer bastante normal, muy nórdica, y sabía muchos idiomas y entendía mucho de política, me sorprendió.




BOCACCIO: Sara Montiel hizo de ayudante de dirección con Bardem, y anunció que quería dirigir una película.
SARA MONTIEL: Sí, sí, quiero hacerlo. Un musical, como ‘Cabaret’. ¡Qué estupenda película! ¡Y hecha con unos medios! Me gustaría hacer algo así, con muchos medios y poder repetir planos, muchos planos. Pero antes me gustaría interpretar una película y hacer el papel de Catalina de Rusia. ¡Qué tía, la Catalina!
BOCACCIO: ¿Qué director y demás actores elegiría para hacer Catalina de Rusia?
SARA MONTIEL: Un director ruso. Y actores todos rusos, ¡son guapísimos! Con grandes escenarios donde cupieran cinco mil personas, y muchos medios, muchos…




Texto: Ana María Moix
Fotos: Teresa Mialet


LA FOTO LXXVIII

CELEBRANDO LOS 50 AÑOS DE 'LA BELLA LOLA'




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