sábado, 16 de febrero de 2013

HOLA - 21 de Octubre de 2002 - España


EXCLUSIVA
El cuarto matrimonio de la artista y el segundo del novio, treinta y cinco años más joven que ella
Boda civil de
SARA MONTIEL
Y TONY HERNANDEZ


Verano del año 2001. Sara Montiel, siempre sorprendente, sorprendía, una vez más, cuando en estas mismas páginas anunciaba en exclusiva que se había enamorado de un joven operador de cine cubano treinta y cinco años más joven que ella. Los dos posaban juntos por primera vez. La artista ya anunciaba que aquello se trataba de algo serio, no de un viaje de ida sola y vuelta acompañada. Hubo quien no se lo tomó en serio. Tampoco le auguraban mucho tiempo juntos. Hasta se habló de ‘un capricho de la Montiel’. No fue un tiempo fácil, de todos modos. El allí y ella aquí. Dos mundos bien distintos. Dos entornos perfectamente diferenciados. Un gran abismo en cuanto a edad. Dos hijos de  Sara, una hija de Tony…  La prueba del amor estaba servida.
Otoño de 2002. Prueba superada. Sara Montiel y Tony Hernández se casan civilmente en Majadahonda. Tan sólo dos testigos: el doctor Claudio Mariscal y Luís Fernando Carrasco. Un alcalde, el de la citada localidad, Guillermo Ortega, que ofició la ceremonia. Una hija, la de Tony, Daylín, de once años, que llegó desde Cuba para asistir a la boda de su padre. No así Thais y Zeus, los hijos de Sara, que no estuvieron presentes. Su madre luego explicará el porqué. Sara fue vestida por Antonio Ardón con un dos piezas en seda bordada de cristal y paillettes color champán. Una corona de flores naturales –traídas desde La Mancha- sobre la frente. Sin ramo de novia.
José Luís fue el restaurador encargado de servir la cena nupcial en el ático madrileño de Sara. Poco más de ochenta personas para degustar un menú donde no faltaron ni el foie, ni la perdiz, ni el rioja Viña Olagosa, de las bodegas Perica. Carmen Sevilla, con espectaculares joyas, y Norma Duval, con cuatro kilos de menos, entre los invitados. Ellas iban a ser las encargadas de entregar las alianzas a los novios de haberse celebrado la boda en el domicilio de la artista, como estaba previsto desde un principio. Una negativa del juez veinticuatro horas antes cambió todos los planes. Había que comenzar de nuevo. Un volver casi a empezar para Francisco Fernández, administrador de Sara, organizador de todo o casi todo. Buscar un nuevo sitio y un nuevo juez o alcalde. En apenas unas horas se eligió Majadahonda. Antes de la cena conversamos con la nueva señora de Hernández. En su cuarto matrimonio. El segundo para su marido. 




-Día feliz, Sara.
-Mucho. Se han callado muchas bocas. No daban una perra gorda por nosotros.
-¿Qué les diría ahora?
-Que nos deseasen lo mejor a Tony y a mí, al igual que yo se lo desearía a cualquier pareja que se casase.
-No ha sido para ti el primer matrimonio, Antonia, y, por tanto, las sensaciones de ahora quizá hayan sido diferentes a las de la primera vez.
-Por supuesto. Ahora me he sentido mucho más feliz que la primera vez que me casé, con Anthony Mann, ya que lo hice en ‘articulo mortis’. (Mann había sufrido un infarto y los médicos temían por su vida. Posteriormente, una vez él recuperado, volvieron a casarse.) Como ves, no fue una boda para nada feliz, aunque estuvimos casados durante siete años. Nos divorciamos porque él me llevaba mucha diferencia de edad. Nos dimos cuenta de que yo empezaba a vivir y Anthony a decaer.




-De Pepe Tous sí guardas un magnífico recuerdo del día de vuestra boda, ¿no?
-Sí. Estuvimos juntos nueve años en ‘pecado mortal’. Toda la sociedad mallorquina me volvió la espalda cuando me hablaba con Pepe, ya que yo estaba casada y no tenía la separación ni la anulación. Había vivido siete años con Giancarlo Viola, a quien dejé al conocer a Pepe.


-Luego esta boda con Tony es, digamos, la más ‘normal’ de todas, por decirlo de alguna manera.
-Efectivamente. Yo estaba viuda y Tony, divorciado. No teníamos que dar cuenta a nadie. Pero esta boda ha sido toda una odisea.
-¿Una odisea?
-Sí, porque al final ningún juez quería casarnos en casa.
-Pero si había uno dispuesto a ello.
-Lo había, sí, pero veinticuatro horas antes dijo que no para no sentar un precedente.
-¿Y?
-A la vista de lo que sucedía, hablé con un gran amigo mío que había sido alcalde de Majadahonda. Me dijo que no me preocupase, porque el actual edil era muy amigo suyo y una maravillosa persona y que se lo diría inmediatamente. Entonces, esa misma mañana Tony se acercó hasta Pradillo para cambiar los papeles, ya que estaban preparados para que el matrimonio se celebrase en mi casa.
-¿Los testigos?
-Luís Fernando Carrasco, que es como si fuera mi hermano pequeño. Desde los once años ha estado entrando en mi casa. Tras morir su madre, como todos sus hermanos eran mucho mayores que él, se vino a vivir con mi madre y con nosotros. Salió de casa para hacer la ‘mili’.
-¿El otro testigo?
-El doctor Claudio Mariscal. 





-¿Un paso muy pensado o un impulso tu boda con Tony?
-Nosotros ya lo estábamos contemplando desde el verano del año pasado.
-Si os acababais de conocer.
-Bueno, en las Navidades de ese año vinieron Tony y su madre y allí ya se habló del tema.
-Podrías no haberte casado, Sara.
-Ya, pero me he casado porque quiero mucho a Tony y me siento muy a gusto a su lado. Por otra parte, yo no puedo esperar a casarme dentro de uno o dos años, porque, como ya he dicho en más de una ocasión, yo no tengo futuro, sólo presente. Tony me ha llenado de cariño, de tranquilidad y de paz.
-Como si Tony fuera, en este caso, el reposo de la guerrera.
-No, porque yo soy muy guerrera. Si tengo reposo, me aburro.
-No ha sido mucho el tiempo que habéis tenido para conoceros de verdad.
-Hombre, es cierto que se desconocen muchas cosas, pero todos tenemos defectos, como todo el mundo, al igual que cualidades maravillosas.
-Revela alguna cualidad tuya.
-Me considero una buena persona y una buena mujer, algo, por otra parte, que creo haber demostrado a lo largo de todos estos años de mi vida. Y lo digo a mis setenta y cuatro años.
-Recuerda cuando Tony te puso el anillo en el dedo.
-Me emocioné. También eché muchísimo de menos a mis hijos, Thais y Zeus. Les he echado mucho, mucho de menos.
-Quizá se pudiera haber arreglado todo, Sara.
-Días antes de la boda yo fue a hablar con ellos, pero no hubo nada que hacer, aunque respeto su decisión.
-Muchos y muy grandes habrán tenido que ser sus motivos para no estar en la boda de su madre, Sara.
-Hubo una temporada en que ciertas personas comenzaron a hablar muy mal de Tony. Le calificaron de ladrón, que si el atraco de mi casa lo había hecho él en complicidad con mi hermana Elpidia…
-Sí, sí –interviene Tony por primera vez-, que Elpidia había sido cómplice mía.
-Que si era homosexual –continúa Sara-, que si había llevado las joyas y el dinero a Cuba. Y claro, mis hijos se dejaron influir por todos esos comentarios, aparte de que dos íntimas amigas mías, a una de las cuales tenía como una hermana, predispusieron a mis hijos en contra de mí.
-Dirás en contra de Tony.
-Si se ponen en contra de Tony también se ponen contra mía. Por Tony no han querido venir a la boda y no han querido saber nada de nosotros.
-No ha habido manera, entonces.
-No ha habido forma, en absoluto.
-¿Quién estaba más firme en su postura, Thais o Zeus?
-Thais. La han estado malmetiendo contra Tony a lo largo del último año.




-Pero Tony conocía a tus hijos.
-Sí. La primera vez que Tony vino a España fue con motivo de mi cumpleaños. El verano pasado estuvieron quince días juntos mis hijos y Tony perfectamente bien.
-Parece como si existiera una ruptura total entre tú y tus hijos.
-¡Para nada! ¿Cómo se va a romper por no haber querido venir a una boda? Entonces, todas las viudas y viudos con hijos que se casan…
-Quieres que todo se arregle entre vosotros.
-Por supuesto. ¡Yo no me he casado con un terrorista! En el caso de haberlo hecho, entendería la postura de mis hijos, pero Tony es un hombre normal, un hombre que trabaja y un hombre que no tiene un pasado turbio, como han dicho aquí. En primer lugar, es muy difícil que un hombre de treinta y nueve años tenga un oscuro pasado.
-A lo mejor tiene que pasar un tiempo para que tus hijos acepten finalmente a Tony.
-Eso se tiene que arreglar. Mi padre enviudó con tres hijos y se casó con mi madre, quien, a su vez, aportaba otro hijo a ese matrimonio. Luego, tres años después, llegué yo. Digo esto porque no querían que mi padre se casara con mi madre.



-Antonia, hay un pregunta en el ambiente, y es si te has casado en régimen de separación de bienes.
-Por supuesto que sí. Tony lo quiso y lo solicitó así.
-Sí, sí –interviene Tony.
-Cuando decidimos casarnos –añade Sara-, Tony me dijo que se casaba con la condición de que fuese en régimen de separación de bienes, porque él no quería un peso.
-Yo no quería –reflexiona Tony- que se pudiera pensar que yo me casaba por el dinero de Sara.
-También tenemos capitulaciones matrimoniales completas –revela Sara-, de tal forma que si algún día llegásemos a divorciarnos, yo no podría poner ningún impedimento ni Tony tampoco.
-Puede resultar un poco desilusionante haber redactado ya capitulaciones ante notario, Sara.
-Yo ya lo hice con todos mis maridos. Y más habiendo hijos por medio.



-Hablemos de los regalos de boda.
-A Tony le he regalado un reloj –Tony descubre su chaqueta a la altura de la muñeca para mostrarlo- y Tony a mí una pulsera de oro que está aún en la joyería para grabarla. La compramos en la misma joyería de Melilla donde elegimos las alianzas de casados.
-Sara, unos anillos para nada convencionales.
-No. La mía lleva brillantes y la de Tony, un brillante chiquitín de caballero.
-¿No llevan ninguna inscripción los anillos, Sara?
-¡Tenemos que ponerla!
-Quizá algo más que la fecha.
-No lo hemos pensado, pero me imagino que como la sortija que yo llevo de la madre de Pepe.
-¿Y qué pone en su interior?
‘A mi Fernando –como se llamaba el padre de Pepe- de tu Rosa’. Entonces yo pondré: ‘A mi Tony de tu Antonia’.




-Tony, quizá ahora ya te quedes a vivir en España.
-No. Yo no tengo un trabajo fijo aquí, y sin trabajo no puedo quedarme. Mi trabajo y mi vida están en Cuba. Vendré cada vez que pueda, y Sara irá cada vez que pueda.
-Puede salirte algo en España.
-Sí, como, por ejemplo, los corresponsables del ballet de Cuba en España, que vienen y van. Si pudiera hacer algo así, lo haría.
-Tony, pero ya eres el marido de Sara Montiel y, a lo mejor, tu mujer puede buscarte algo.
-No –afirma Sara rotunda-, porque Tony tiene un trabajo en Cuba que le gusta mucho y en el que lleva quince años. No es que sea difícil, ¿sabes?, pero Tony tendría que trabajar en lo mismo que en Cuba. Tony se va a Cuba el treinta de octubre y en diciembre yo me reúno con él para preparar la boda religiosa.
-¿Por la Iglesia, también, Antonia?
-Tony es católico y yo también. Me casé con Pepe civilmente porque él era ateo, pero yo no lo soy.
-Pepe ha salido mucho en esta conversación, Antonia. ¿Qué crees que diría él de tu boda con Tony?
-Esté donde esté, sabrá que he hecho una cosa buena, porque Tony se merece haberse casado conmigo y yo con él.




-Antonia, ¿cómo suena eso de señora de Hernández?
-Muy bien. No me suena raro. Para nada.
-Tony, tú, el marido de Sara Montiel. Ahí es nada.
-Ya lo tengo asumido. Y es un gran orgullo para mí.
-Lo que puede llegar a cambiarle a uno la vida, Tony.
-Pues sí. Fíjate en lo que se ha convertido lo que comenzó como el sueño de un adolescente.
-Como el cuento de la Cenicienta en versión masculina.
-Sí, sí. Un cuento de hadas hecho realidad. Ha sido un cambio muy fuerte. Algo que nunca imaginé y que nunca pensé, pero mira, lo logré. Con esto se demuestra que los sueños se pueden hacer realidad siendo perseverante.
-Al principio de esta conversación hablábamos de cualidades y defectos, Tony. ¿Algo que tu mujer tendría que corregir?
-Además de dejar de fumar, que se acostumbrara a dormir sin luz y sin radio.
 -Han sido muchos años sola, Tony.
-Es una costumbre que tengo desde siempre –dice la artista-. Me gusta buscar las noticias.




-Aparte de a tus hijos, ¿a quién has echado hoy de menos, Antonia?
-A mi madre. Era una mujer maravillosa a quien yo honré muchísimo. Murió en el sesenta y nueve con cuarenta y un años.
-No has llevado ramo de novia.
-No lo he considerado oportuno, pero en la religiosa creo que sí lo llevaré, porque el traje será más de novia y con cola. He elegido un modelo del siglo dieciséis maravilloso. Me inspiré en uno que solía llevar a las cenas de gala de la Corte la madre del hijo del pintor El Greco, que murió al dar a luz.
-¿Un traje blanco, Antonia?
-No, de blanco no iban a la Corte, sino de dorados, plateados…, todos materiales muy ricos. Y también llevaré un gran velo gris maravilloso.



-Te estamos viendo últimamente en el vídeo que has grabado para los premios musicales MTV.
-Se emite en todo el mundo. Es muy gracioso. Me pagaron veintiséis millones de pesetas.
-Lo dices así, sin más.
-¿Por qué no? Veintiséis millones.
-Maravilloso, ¿no?
-Sí. ‘M-a-r-v-e-ll-o-u-s’.


Fotos: VICTOR CUCART
(Texto: TICO CHAO.
Fotos: SANCHEZ ESPEJO Y OSCAR MORENO.)


EL RECORTE CIII
...y todo apuntaba a que la boda civil no sería nada con la prevista por la Iglesia en La Habana.... las circunstancias hicieron que todo cambiase. Así lo recogía la revista Hola en Febrero de 2003. 


La pareja contrajo matrimonio el pasado mes de octubre en Madrid y tenía pensado celebrar el enlace religioso en la catedral de La Habana
SARA MONTIEL
“Tony y yo hemos decidido que no nos casaremos por la Iglesia”



Sara Montiel y Tony Hernández han decidido que finalmente no contraerán matrimonio religioso, tal y como tenían previsto tras la celebración de la boda civil, el pasado 17 de octubre en el Ayuntamiento de Majadahonda (Madrid). La popular artista así lo anunció en una conexión telefónica con el programa de Antena 3 Televisión ‘Como la vida’, que presenta Alicia Senovilla.
Sara no quiso, sin embargo, desvelar los motivos por los que han anulado el enlace. Tan sólo comentó:
-Hemos decidido que no nos casamos. El por qué es una cosa nuestra, íntima.
La pareja siempre manifestó su deseo de celebrar la boda religiosa a mediados del pasado mes de enero en la catedral de La Habana, Cuba, de donde es Tony y donde reside habitualmente. Una desafortunada caída de Elpidia, hermana mayor de Sara, causó que la artista prefiriera no viajar a Cuba para estar más cerca de su hermana y apoyarla en su recuperación. Entonces dijo que el enlace religioso con su cuarto marido se posponía unos meses, pero que no se anulaba.
Entre las posibles causas de la decisión que han tomado Sara y Tony podrían estar los hijos de la artista, Thais y Zeus. Extremo éste que ha sido negado por la artista. Aunque ellos dejaron la casa materna cuando Sara anunció su boda con Tony, la popular artista mantiene una buena relación con ambos, a los que ve con frecuencia.



Celebrando los 50 años de
'La Reina del Chantecler' 



LA FOTO CIII


Sara Montiel, radiante y espectacular, por el objetivo de Ibáñez. 

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