martes, 16 de julio de 2013

SEMANA - 2 de Mayo de 1944 - España



La diva aparece sólo en la portada.
Este es el texto que acompaña la fotografía de la actriz, de Gyenes, en la primera de muchísimas portadas a lo largo de toda su trayectoria en todas las partes del mundo:

OTRA "ESTRELLA" NUEVA
Esta vez no se trata de añadir un nombre exótico a la ya extensa lista de descubrimientos cinematográficos americanos. He aquí a María Antonieta Abad, la más joven actriz de cine española, que, en punto a belleza, nada tiene que envidiar a esas caras nuevas que Hollywood nos remite periódicamente. 


EL RECORTE CXX
...y pasaron los años y Sara, hasta el momento de su muerte, siguió levantando pasiones y admiración.... En Julio de 2001, con motivo de la maravillosa sesión fotográfica que le realizó el genial Víctor Cucart, la divísima concedía esta entrevista a la revista Hola. El encabezamiento nos hablaba del otoño de la artista, pero en cualquier estación de su vida, 'la Montiel' siempre lució bellísima y deslumbrante. 

SARA MONTIEL
EN EL FASCINANTE OTOÑO DE SU VIDA
“El destino lo escribe uno mismo”

Enigmática y misteriosa. Así aparece en estas dos imágenes Sara Montiel, siempre noticia. Dijo adiós al cine hace ahora veinticinco años y hace poco saludó a la literatura con su libro de Memorias. Una mujer, sin duda, también polifacética


Esta mujer aún hermosa, que me recibe, a estas horas de la mañana, para poner un largo pie a estas fotos de ayer mismo, en las que demuestra el milagro de su eternidad, no tiene orejas. Y eso es un milagro, porque se ha acostado a las siete de la mañana, tras una larga noche de ‘reina del Chantecler’ en olor de popularidad, luego de un pregón rosa –muy aplaudido-, y además te viene de frente sin afeites, con la carita lavada, abiertos los ojos verdes aceituna, según su propia declaración de principios. Insisto, sin orejas, lo que demuestra, en principio, que para hacer válido el refrán popular, ‘no está queriendo de veras’. Pero no está sola Sara Montiel, siempre de palpitante actualidad, porque hace unos días la vimos radiante y enmedallada en el homenaje que la Universidad cervantina de Alcalá de Henares le rindió, que no en vano a María Antonia Abad la llaman, y con justicia, ‘Doña Sara de la Mancha’, porque no sólo nació en Campo de Criptana, como todo el Globo sabe, sino que ejerce de manchega. Y a mucha honra.
Es por eso que le debo preguntar:
-Sara, ahora ‘El Quijote’ tiene mucho rollo. Como sabes, se habla mucho de él en estos días. Dime: ¿te gusta a ti su musa adorada, doña Dulcinea del Toboso?
Y ella, aunque es nieta de gente buena de La Solana, la patria de la zarzuela, hija de labriegos de Argamasilla de Alba y, por si fuera poco, nacida en Criptana, me responde, que Sara no tiene vacíos de memoria, ni a estas horas de la mañana:
-A mí lo que más me gusta de Doña Dulcinea, que fue la musa de Don Quijote, pero que sólo existió en su sueño, es la verdad de Dulcinea, que es Aldonza Lorenzo. Yo, querido Tico, como sabes, soy una mujer que tiene los pies en el suelo.
Siempre fue una campesina esta leyenda, que lleva ya doce ediciones de su último y reciente y discutido e indiscutible libro de Memorias, que está siendo un ‘best-seller’ en Estados Unidos.
-Me han dicho que habrá segunda parte…
-Pues te han dicho mal, porque lo que tenía que decir lo he dicho ya, y punto, así que no tengo nada más que contar.

ESTA DEJANDO EL TABACO
Además, le espera un verano duro. Por lo pronto, se acercará a Buenos Aires, donde tiene que dar un par de conciertos, cantando. Y en cuanto pueda, subirá hasta Barcelona, donde iniciará los ensayos de su próxima comedia musical, titulada ‘Sara es un placer’, aunque ella misma me dice que está dejando el tabaco.
-Es que dos puros diarios, Sara…
-Sí, ya está bien, aunque ya sabes que yo no me trago el humo… Claro, que es una consecuencia de mi forma de ser, porque, como sabes, yo no me trago nada.


Sara, siempre Sara. Tiene galas para este verano en su agenda y, si tiene tiempo, se irá a Palma de Mallorca con sus hijos, Thais y Zeus, para pasar allí unos días en su casa. 

Condición y figura. Hace unos días se nos fue ‘La Bella Dorita’, a los cien años, que fue en su tiempo reina del Paralelo y a la que Sara conoció personalmente. Y también ha hecho mutis por el foro el gran Jack Lemmon, al que Sara también conoció en sus días dorados de Hollywood, cuando su boca de fresa era una revelación.
-Pero hay que sobrevivir. Esas historias tristes, inevitables y cercanas son necesarias, porque te demuestran que así es la vida. Lo que pasa es que hay que seguir adelante.
Si tiene tiempo se dará unos baños en el Mediterráneo, donde, como siempre digo, reposan las cenizas de Pepe Tous, su último marido. Pero será en la casa de una buena amiga, viuda como ella, en la Costa Brava.
-Yo adoro el sol, y prefiero el verano al invierno, que es un tiempo que me deprime mucho.

“CADA UNO EN SU SITIO”
Y lo dice desde su otoño eterno. Antonia hoy, como todos los días de calor, se bañará en su piscina de este ático, donde vive en Madrid, porque a Sara siempre le gustó vivir en un piso alto, en el más alto, a ser posible, porque, pienso, ‘ella no quiere que nadie le pise la cabeza’. Y como estamos hablando de proyectos, le pregunto si está en la actualidad con novio cerca, y Sara me afirma:
-Pues no. No tengo novio.
-¿Y el italiano Giancarlo?
-Pues ahora, ‘ni fú ni fá, ni chicha ni limoná’. Ahora, cada uno en su sitio. Hemos pasado muy buenos años juntos, pero ahora estamos distantes.


-Entonces debo preguntarte, dada la enorme expectación que está despertando, querida Sara –nos reímos un poco los dos, como viejos cómplices que somos-, por ese chico cubano del que hablan, que tiene bastantes años menos que tú y que dicen que está muy cerca de ti.
-Ah, sí… Es un chico estupendo, muy joven y muy buen seguidor mío de siempre… pero nada más.
-Que se llama…
-Tony, se llama Tony, y es muy buena gente, pero tiene treinta y siete años y, como sabes, a mí nunca me gustó la gente muy joven para esto.
-Pero no se puede decir que de ‘esta agua no he de beber’, Sara. El destino…
-El destino, por lo general, se lo escribe uno mismo.

“NUNCA ME IRE DE ESTO”
Tiene galas en su agenda, el perro fiel está cerquita, termina de leer una biografía de Isabel II y ayer mismo recibió un nuevo guión de cine para hacer, que ha devuelto cortésmente, porque Sara dejó de hacerlo en el 76, y desde entonces, ni una película más. Se cuida, me muestra su piel –que es la de una doncella, palabra-, y cuando hablamos, observo que aún conserva en sus hombros restos de las estrellitas de anoche.
Así está ‘Doña Sara de la Mancha 2001’, por la que no pasan las estaciones del año. Capaz de ‘enamorar’ a la cámara como nadie lo hace, que no hay más que asomarse al ‘glamour’ de las fotos de esta historia. Hubo un tiempo en que ella se ponía frente al objetivo del mejor fotógrafo del mundo, el que fuera, y le miraba a los ojos, y luego al cristal de la cámara, y le decía:
-Ahora colócame una luz ahí arriba, y que esta parte esté envuelta en una sombra.
Se las sabe todas Sara Montiel, la hija de aquel labriego tan guapo de Levante, a cuyo recuerdo acudí yo un día con ella. Despertando la nostalgia hasta las tierras de esparto y Luna de Orihuela. Las monjas recordaban a aquella niña tan linda, que tenía los ojos más grandes que los pies –era un piropo de la época- y que siempre soñó con ser artista.
Pero nada heredó Antonia, porque hasta hace unos días en La Solana, donde hace tiempo la engalanaron con la Rosa del Azafrán de Oro de la zarzuela –este año lo han sido, Gala, Esperanza Roy y Nati Mistral, que fue a recoger la que le concedieron el año pasado-, todo el mundo de hace años recordaba a la niña Antonia como la más manchega entre las manchegas.
Hoy, rodeada de sus recuerdos, de sus joyas, de sus buenos cuadros, con su perro cerca, en este ático de Madrid, camina entre sus obras de arte y su memoria, junto a esa foto, por ejemplo, de ella con Severo Ochoa, en actitud para foto, o, aquella de Pepe Tous, su marido, o en un lugar especial, el documento gráfico que recoge el momento en que los Reyes don Juan Carlos y doña Sofía saludan al matrimonio con afecto, en el curso de una audiencia oficial.
Antonia no se sabe, no se siente sola, en la calle es una leyenda, y además está atenta a sus hijos, a si llegan tarde en la noche, como todos los chicos de su edad, o a organizarles su próximo viaje a Palma, donde quieren pasar unos días en su casa, acabados los exámenes, que han sido buenos. Mientras tanto, ella se pinta las uñas de colores, porque le da la gana y porque le gusta llevarlas así, y se fuma sus dos buenos puros al día, aunque, como ha confesado más adelante, ‘se quiere quitar del vicio’. Lee, colecciona pareos, recuerda lo que quiere, aunque tiene la memoria de un elefante, y olvida todo aquello que no quiere recordar. Y si tiene que decirte algo te lo dice en esa voz baja suya, que no es necesario gritar para que te hagan caso.
-Que no te olvides de decir, Tico, lo de Alcalá de Henares, que eso ha sido una cosa muy importante.
Le escriben cartas pidiéndole de todo, incluso a través de ‘e-mail’ que maneja su hijo, se hacen con su teléfono –menos el móvil, que es secreto, como el cajón último de ese bargueño dorado que hay en el ‘hall’ de la entrada- y se le declaran todavía. Ella se deja querer, y recuerda a su madre, mucho, cada día más, aunque está cerca su hermana. En la casa hay dos chicas de color canela, de la otra orilla del océano, que sacan lustre a la plata, sacuden las alfombras persas y echan vaho a los cristales de las vajillas. Y Antonia, en la mitad de este mundo interior al que no todo el mundo tiene acceso, se pone sus gafas para leer, acaricia a su perro o se pinta, como una niña caprichosa, las uñas de los pies. Pero, sobre todo, sabe que mientras ella quiera será de las más grandes, porque la gloria bien administrada no se olvida.


Mira Sara con fuerza a la cámara, con esos ojos que cautivaron a Hollywood. El paso de los años no ha mitigado su belleza. Va a preparar una comedia musical para septiembre y se irá a Buenos Aires a ofrecer dos conciertos. 

-Estás en todos sitios, Sara, se te ve en todas partes.
-Si me pide el cuerpo ir, voy; donde no estoy es donde sé que no tengo por qué estar. Mira, yo nunca me iré de esto, porque disfruto en el escenario cuando canto. Aún conservo mi voz, o la he mejorado incluso. ¿Por qué voy a dejar de hacer lo que me gusta, entonces?
Así que, ahí está, al pie del cañón, repasando esta buena colección de fotos –Sara, de verde limón, haciendo juego con la mirada; Sara, de rojo, color pasión, todavía; Sara, de azul; Sara, de maja vestida-; sus hijos cerca, dispuestos a pasarse unos días en la casa que aún conservan abierta en Palma. Sara-Aldonza-Dulcinea, manchega, con los ojos en el cielo, pero con los pies en el suelo. Luego me acompaña hasta el ascensor y me regla:
-Que ya sabes que me alegra mucho siempre volver a verte, Tico.
-Lo mismo digo, Sara. ¿Y sabes por qué? Pues porque me das ganas de vivir y de seguir luchando.

TICO MEDINA
Fotos: VICTOR CUCART


Celebrando los 50 años de
'La Reina del Chantecler'


LA FOTO CXX


Sara, de SARA, en otra instantánea de esa maravillosa sesión que le realizó en 2001 Víctor Cucart. 

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