Agradecemos a Violeta Riscal el envío de esta revista.
SARA MONTIEL
“SOY APTA PARA MAYORES DE 18 AÑOS”
No dejó buen
recuerdo Sara Montiel en su anterior estancia en Barcelona, cuando rodó ‘Tuset
Street’. Fueron, aquéllos, días de nervios, de tirantez con los periodistas, de
posturas de ‘diva’. Olvidados están. Porque la Sara que ha regresado ahora a la
Ciudad Condal, con su espectáculo “en persona”, lo ha hecho en plan distinto,
más humilde, toda sencillez y simpatía. No en vano se jugaba la aceptación y la
asistencia del público.
Hay una cláusula
en el contrato de Sara Montiel con don Joaquín Casa, empresario, en la que la
estrella se compromete a ofrecer una rueda de prensa en todos los lugares en
que actúa. En la reunión ofrecida a los informadores barceloneses Sara se
prestó gustosísima a todo tipo de preguntas. Y conste que las hubo indiscretas.
Pero supo capearlas con serenidad y buen humor. Como cuando un cronista le
preguntó si ella, Sara, se desvestiría en un film por exigencias de guión, y le
respondió con un ‘¿Por qué no? Otras peor dotadas
que yo lo han hecho…’
Al cantar 'Fumando espero', Sarita obtiene el 'desmadre' del público. Baja a la platea, pide un cigarrillo, canta y conversa con los espectadores con seguridad y aplomo. Desde la galería se oyen gritos de entusiasmo: '¡Qué bonita eres!', '¡Dioses del Olimpo!', etcétera. Sara corresponde con una frase cálida: 'No me importaría morirme de amor'.
La presentación
de ‘Sara Montiel en persona’ obtuvo un éxito de apoteosis. Había que estar allí
para verlo… y creerlo. Porque buena parte del público se ‘desmelenó’
bombardeando a la estrella con piropos que en ningún momento, pese a todo, atravesaron
los límites del buen gusto.
Sara Montiel
dominaba a los asistentes desde el escenario, sabía en todo momento cómo hacer
sentir su influencia, cómo tocar la fibra sensible del espectador.
Había muchos
jóvenes aplaudiendo a Sara. Y hombres de edad madura. De todas las edades,
realmente, porque como había dicho ella en la rueda de prensa, contestando a
alguien que la acusaba de que sólo iban a verla viejos picarones: ‘Yo soy apta para mayores de 18 años’.
Cantando, recitando más bien, 'El relicario' -en un decorado de reminiscencias goyescas- arranca aplausos de emoción.
Arriba, con Joaquín Casa, jr., en uno de los cuadros. Abajo, con los dos Casa, padre e hijo, dando gracias al público al final del primer acto, y desmintiendo el rumor de que ella no quería actuar en el Paralelo barcelonés por considerarlo de poca categoría.
Sara Montiel se
confiesa satisfecha del éxito, contenta en el actual momento de su vida.
-Mi
marido y yo nos llevamos bien –dice-, con afecto y
respeto, como todos los matrimonios que tienen seis años de antigüedad. Si
estamos separados ahora es porque él no trabaja en mi espectáculo… Pero nos
vemos a menudo.
Fotos: JULIAN PEIRO
EL RECORTE CXLIII
Los '70 comenzaron profesionalmente para Sara presentándose en directo para todo el público. Comenzaron derrochando erotismo y elegancia en directo, y terminaron con el añadido político y satírico que le trajeron más de un problema. En este caso hablamos del enfrentamiento con Lola Flores y Carmen Sevilla en 1977. Esta es la crónica de Interviú en Mayo de 1977.
Las españolas sin sostén
por Yale
SARA MONTIEL
y su guerra contra
Lola Flores y
Carmen Sevilla
Las dos
representantes más genuinas del folklorismo franquista, Lola Flores y Carmen
Sevilla, le han declarado la guerra a Sara Montiel, la más famosa representante
del cuplé socialista renovado. O sea, la caraba.
La cosa fue
porque, en la presentación de su nuevo espectáculo, Sara se permitió la osadía
de hacer una jacarandosa imitación de sus queridísimas colegas, que aquéllas se
tomaron como una grotesca tomadura de pelo. Que la gente tiene una epidermis
muy sensible, ya se sabe.
Total que Sara
recibió hace unos días un telegrama firmado por Lola y por Carmen, cuyo
original reproducimos, que constituye una pequeña joya para el celtibérico
‘show’ de las menudas cosas que pasan. El telegrama de marras dice así:
“Viendo tu poca personalidad y falta de
compañerismo, te rogamos encarecidamente que no nos mientes ni para bueno ni
para malo. De lo contrario ‘abstente’ (las comillas son mías) a las consecuencias. Esto te lo decimos por
millares de llamadas indignadas por tu actitud. Fimado: Carmen Sevilla-Lola
Flores”.
(Añado, por mi
parte, que el texto del telegrama ha debido redactarlo algún guitarrista en sus
horas bajas y no un avispado jefe de relaciones públicas).
Total, que me
cito con Sara Montiel, que viene ella, la pobre, hecha unos zorros, ‘porque, fíjate, que me ha dado un bajón tremendo de
tensión, que sólo tenía ocho, ya me contarás, y estoy que me desmayo, a base de
Coramina. A ver, Pepe, que me traigan un buen filete y líquido, mucho líquido,
para recuperarme’.
-Sara, que yo
venía por lo del telegrama, y no por lo de la tensión, aunque lamento que te
encuentres así, mujer.
-¡Ah,
sí! El telegrama… Bueno, pues, al principio, yo creí que se trataba de una broma
de algún guasón. Pero, luego, cuando me enteré de que era en serio, pues solté
una carcajada, porque es que la cosa es de cachondeo.
Y se embala
Sara, entre el solomillo y el agua mineral:
-Este
telegrama, tan pintoresco como absurdo, es el poco sentido del humor que hay en
ciertos sectores del país. ¡Qué risa, tú! Mira, yo he visto espectáculos por
ahí, donde, por ejemplo, Frank Sinatra ponía parir cordialmente a su íntimo
Dean Martín; a la Bassey gastarle alguna cuchufleta a la Minnelli; a Tom Jones tomarle
un poco el pelo a los Beatles. Y nadie se ofende con nadie, qué barbaridad.
Pero, por lo visto, por nuestras latitudes, cierta gente tiene la piel muy
fina, o, mejor dicho, la cola de paja. Y que conste que tanto Lola como Carmen
merecen todos mis respetos, ocupan un lugar que nadie le puede negar en el
mundo del espectáculo, y por eso prefiero no tener en cuenta esta rabieta,
seguramente motivada por alguna mente enana que ha ido a meter cizaña.
-¿Puede ser éste
un motivo de ruptura en vuestras relaciones amistosas, Sara?
-¡Hombre,
por mi parte, no! No creo, vamos. Me cuesta mucho trabajo pensar que ese
telegrama haya sido una idea de Lola y de Carmen. Sí, sí, ya sé que es así,
pero es que me resisto a creerlo… Mis sentimientos hacia ellas siguen siendo
los mismos que antes, de profundo respeto, de buena amistad… No una amistad
íntima, porque nos hemos desenvuelto en ambientes distintos y hemos frecuentado
círculos dispares, lo cual, por otra parte, no ha enturbiado nunca nuestras
buenas relaciones, ya te digo… Supongo yo que habrá sido una reacción impulsiva
ante ciertos comentarios de alguien con mala uva que suele frecuentar la
amistad de ciertas artistas folklóricas, y cuyo nombre casi me atrevería a
revelar… Lo que lamento es que Lola y Carmen se hayan prestado al juego, porque
no me cabe en la cabeza que puedan enfadarse conmigo porque yo, en el
escenario, hablé de los años de las estrellas, jolín, cuando la misma Lola está
cansada de decir en entrevistas que tiene la misma edad que yo, por ejemplo, y
yo nunca me he enfadado por eso. Si a Lola le hace ilusión tener mi edad, pues
muy bien. Es una cuestión de sensibilidad, pero, sobre todo, de sentido común,
porque, mira, yo nunca me he reído tanto como cuando Marujita Díaz hace la
imitación de Sara Montiel, ni, por supuesto, se me ha pasado por la cabeza
enviarle un telegrama amenazador, sino todo lo contrario: he sido la primera en
felicitarla. En fin, que al yo, en mi espectáculo hago una jocosa referencia al
pendiente que Lola perdió en el programa de Ínigo es, simplemente, porque todo
el mundo lo vio en televisión y no creo que eso pueda ser mortificante. Y en
cuanto a lo de los años, todos tenemos los nuestros, además de los que nos
cuelgan algunos, ¿no? Es público y notorio que yo, por ejemplo, en mil
novecientos cuarenta y ocho hice ‘Locura de amor’, tan público y notorio como
que Carmen también por aquella época hacía no sé qué cosa de ‘Jalisco’ con
Jorge Negrete, mientras se rumoreaba, cosas de la gente, ya se sabe, su romance
con Carlos Arruza. Y en cuanto a Lola, ya había hecho una película en mil
novecientos cuarenta, y luego llenaba los teatros junto a Manolo Caracol. O
sea, que ahora, de golpe y porrazo, todos hemos perdido la memoria y, hombre,
tampoco es eso.
-O sea, Sara,
que sobre el pasado hay que correr un tupido velo.
-Pues
no sé qué decirte, aunque yo, de mi pasado, no tengo nada que ocultar ni nada
de qué arrepentirme. Sería una jilipollez a estas alturas ir diciendo por ahí
que no ha habido en mi vida más hombres que los maridos oficiales.
Afortunadamente, he hecho el amor con señores muy importantes, de los que he
estado enamorada, eso sí, y ni me arrepiento ni lo oculto, porque de mocita no
voy a presumir ahora, que estaría gracioso. ¿O es que va a resultar que todas
vamos a llegar vírgenes a la democracia? ¡Vamos, hombre, no me hagas reír! Lo
único que pasa es que yo, si hay que tirar de la manta, soy la primera en
apuntarme, porque a mí no me duelen prendas, ni tengo nada escondido en el
trastero de mi casa. Por eso me mondo de risa con las que se las dan de muy
decentes y muy ‘honrás’, y de no haber roto nunca un plato, porque…
-¡Sara!
-…haber
amado y haber sido amada, para mí, no es ningún delito, y esas cosas hay que
decirlas en voz alta.
-O sea, ¿qué va
a llegar la sangre al río?
-Por
mi parte, y con respecto a ese otro asunto, rotundamente, no. Yo lamento la
irreflexiva reacción de Lola y Carmen que lo que tenían que haber hecho, antes
de poner el telegrama o de dejarse aconsejar por las lenguas viperinas, es ir
al teatro para ver lo que hacía o decía Sara Montiel, y, luego, juzgar en
consecuencia, que para eso hay confianza. Porque, mira, Carmen Flores, la
hermana de Lola, me vio actuar en Barcelona y, después de la función vino a
felicitarme por mis comentarios satíricos, con los que se había reído mucho,
según sus propias palabras. O sea, que no entiendo nada de este fregado y que
me cuesta mucho trabajo creer que el dichoso telegrama lo hayan puesto ellas,
porque es que nadie se expone a un ridículo así, que tú sabes muy bien que la
cosa se ha convertido en un auténtico cachondeo nacional, que mira la cara de
guasón que se te pone, tunante, y como tú se está carcajeando hasta el lucero
del alba.
-Pero, Sara, que
esto puede terminar en tragedia…
-¡Qué
tragedia ni que ocho cuartos! Aquí, a estas horas, las Agustinas de Aragón y
los Dos de Mayo ya no se llevan, que hay que ponerse al día. Lo que estamos
necesitando es un poquito más de sano sentido del humor. Sólo y simplemente
eso. Lo demás, son cómicas rabietas. Y repito, una vez más y todas las que
hagan falta, que admiro y estimo tanto a Lola como a Carmen, y que, pese a
todo, voy a seguir admirándolas y estimándolas, a pesar de sus absurdas y
ridículas amenazas.
-¿Hablamos de
otra cosa, Sara?
-Bueno.
-¿A quién vas a
votar en las próximas elecciones?
-Como
es bien sabido, yo soy socialdemócrata y votaré a aquel partido que quiera
implantar en España una democracia verdadera, bajo un espíritu de auténtica
justicia social.
-Sara.
-¿Qué?
-¿Volverás a
casarte?
-Cuando
llegue la feliz noticia de la anulación de mi matrimonio, que debe estar al
caer, y si Pepe Tous pide mi mano, a lo mejor le digo que no y seguimos los dos
viviendo tan felices.
-¿Cómo se puede
presumir de ser socialista, como tú, teniendo doscientos millones de pesetas?
-En
primer lugar, ser o no ser socialista no es una presunción: es un estado de
ánimo, un convencimiento, una idea. En segundo lugar, se pueden tener ideas
socialistas y doscientos millones de pesetas. Y, en tercer lugar, oye, macho,
dime dónde tengo yo esos doscientos millones para ir a recogerlos ahora mismo,
hombre…
Pero esa es otra
guerra y, ahora, la que preocupa es la que han desencadenado Lola y Carmen -¿la
‘santa alianza’? – contra Sara, la ‘hereje’, que a lo mejor –o a lo peor, vaya
usted a saber- termina por cambiar, incluso, el rumbo de la Historia. En
cualquier caso, es una guerra mucho más divertida e inocente que la que
mantiene el personal político. Porque, en definitiva, más vale un telegrama
firmado –falta de ortografía incluida- que una ‘marietta’ disparando. Y, en
definitiva, también, más vale un sarcasmo de Sara que un Fraga repitiendo ‘la
calle es mía’. Hay carcajadas mucho más limpias y, por supuesto, más sanas.
Como éstas que han suscitado la Carmen, la Lola y la Sara de España. La guerra
fría de las tres hembras fundamentales del Reino. Por una parte, el folklorismo
de la bata de cola de las más puras esencias patrias. Y, por otro, la
sensualidad cupletera del socialismo renovado. A Carmen y a Lola les ha dado un
soponcio. A Sara le ha bajado la tensión de una manera alarmante. O sea, que si
el país no tiene motivos para preocuparse por el devenir que nos acecha, ya me
contará usted, señor guardia…
EL RECORTE CXLIII
Sensual.... seduciendo el objetivo de Vicente Ibáñez a comienzos de los '70.
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