domingo, 15 de diciembre de 2013

ESPECTÁCULOS - a 5 de Enero de 1965 - México



Sarita Montiel, el equivalente femenino de ‘Cantinflas’, en el cine de habla castellana, empezará a filmar el mes de enero, ‘Bésame’, al lado de Mel Ferrer y Maurice Ronet. Aquí la vemos en una escena de su última película que pronto estrenará, Gonzalo Elvira, ‘La reina del Chantecler’.


EL RECORTE CXLVI

En el verano de 1961, la revista Ecran, de Chile, entrevistaba a nuestra estrella en el set de 'La Reina del Chantecler'. 


-Empieza por darme un autógrafo tuyo para ‘ECRAN’ –le digo.
Sarita se sienta a mi lado, y sin pensar, escribe el saludo que aquí ven:


Y exclama:
-Eso que escribí es la pura verdad. Tú viste que ni siquiera lo pensé. Me salió del corazón.
-¿Estás contenta con tus últimas películas? –pregunto.
-Estoy satisfecha de lo que he hecho. Me gustan papeles como el de ‘La reina del Chantecler’. Tienen drama, sinceridad, comedia. Son personajes de carne y hueso.
-¿Te sientes mejor interpretando dramas?
-Prefiero las comedias, pero las hago poco. Es mucho más difícil hacer reír, que llorar. ¿Y sabías una cosa? Soy tímida. Me cuesta por eso hacer comedia. Me cuesta ‘soltarme’…
Una corriente de aire inesperada la hace estornudar. Hay más de 30 grados de caluroso verano, pero Sarita se pone de pie y dice:
-Vámonos adentro. No me vaya a resfriar, hija… Mira que sería una demora para la película.
Mientras nos ubicamos dentro del set, Enrique Herreros, representante de Sarita, comenta sobre su estrella:
-Jamás llega tarde. Nunca falta a su trabajo. Es profesional ciento por ciento.


LA PERRICHOLI Y LA QUINTRALA
-¿Hay algún papel en especial que te gustaría interpretar?
-Sí. Y lo haré muy pronto: el de la Perricholi. Se presta muy bien para mí. Ella era actriz, tú sabes.
-¿Y no has pensado en ‘La Quintrala’? –le pregunto, luego de oírla comentar lo difícil que le resulta encontrar personajes femeninos que calcen con su personalidad y temperamento. No conoce la historia de doña Catalina de los Ríos y Lisperguer, la briosa dama de la colonia chilena, cuyas aventuras escribió Magdalena Petit, y que ya fuera filmada en Argentina, con Antonio Vilar y Ana María Lynch. Le cuento a grandes rasgos el argumento y queda entusiasmada. Llama a Enrique Herreros, y le pide que oiga también la historia; en seguida me solicita que le envíe el libro, para leerlo-. Me gusta. Me gusta esa Quintrala –repite.
-¿Estás satisfecha con tu carrera?
-Ahora sí, hija. Muchas veces me sentí desilusionada. Cuesta llegar a alguna parte. Tuve dudas, sufrí, pero seguí viviendo. Ahora estoy bien. Incluso, puedo vetar aquellos temas o aspectos de mis películas que no me gusten.
-¿Cuándo empezaste a cantar?
Sarita ríe con buen humor, y responde:
-Desde siempre, cuando era pequeñita. Sólo que profesionalmente no se me ocurrió hacerlo. Fue ‘El último cuplé’ el que me abrió una carrera como actriz-cantante.
-¿Vas al cine como espectadora?
-No mucho, fíjate. Pero voy…
-¿Qué película de las que has visto últimamente te ha gustado más?
-‘El Cid’. A Antonio (Mann) y a mí nos gustó mucho. Y le ha ido muy bien en todas partes. Estamos muy contentos.
-¿Qué opinión te merecen las películas de la ‘nouvelle vague’?
-Si te refieres a esas películas que confunden el realismo con la grosería, te diré que me merecen la peor opinión. En un afán de mostrar cada vez más, se están poniendo escenas que… ¡bueno! Si yo he visto a un señor haciendo sus necesidades frente a la cámara (en ‘El túnel’). ¡Imagínate que uno de estos jóvenes directores me ofrece un argumento que incluya una escena ‘naturalista’ en el baño! –exclama Sarita, riendo a más y mejor, e interpretando con mucha gracia las exigencias del presunto director. En el set hay una pausa de filmación, y todos siguen los gestos de la estrella, y celebran sus comentarios. Sara concluye, apoyándose en el hombro de Rafael Gil-: ¡Ay, no! ¡Déjenme a mí con mis argumentos románticos anticuada! Nada de naturalismo, que, si me lo preguntas, es grosería, y no otra cosa.


Sarita Montiel y Marina de Navasal, en Madrid. 

Sara abandona el set para cambiarse de ropa. Retorna con una larga falda de terciopelo negro, una blusa bordada en oro, y un gorro de piel.
-¿Me veo ‘chichi’? –pregunta Sarita al fotógrafo Montuori, y el italiano se inclina galantemente-. Uso ropa divina en esta película –confía Sara-. Veintidós trajes. Todos preciosos.
-Te ves estupenda de todos modos. Ahora, y también hace un momento, con tu vestido sencillo color celeste.
-Gracias, hija. Es que tampoco soy muy vieja, tú sabes. Tengo la edad de Elizabeth Taylor. Treinta años. Sólo que ella en ese mismo tiempo ha tenido tres hijos y cuatro maridos.
-Y tú no pareces tener vicio alguno…
-Fumaba, pero lo he dejado. Un día decidí que me hacía mal a la voz y lo dejé. ¡Así! –concluye, haciendo sonar los dedos, como castañuelas.
Todos los ojos de los varones están puestos en Sarita. Y los de las mujeres también. Una señora visitante, parienta de la maquilladora de la película, se acerca a Sara y le dice:
-¡Qué bella es usted! No la imaginaba tan joven y tan simpática. No sabe usted cuánto la admiraba, y ahora, mucho más.
-¿Sabes que no olvido a Chile? –concluye, al despedirme-. La única fotografía que tengo en el salón de mi casa, es la que me autografió el Presidente Jorge Alessandri. Algún día tengo que volver, hija… Lo digo de corazón.

M. de N.


LA FOTO CXLVI


La diva en 'La reina del Chantecler', film que este año cumple 50 años. 

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