DENTRO DE DOS MESES
SARITA MONTIEL
SE
CASARA EN UNA ERMITA DE LA PROVINCIA DE MADRID
Con su prometido, José Vicente Ramírez Olalla, Sarita enseña el premio concedido a la popularidad, según el diario madrileño 'Pueblo'.
Hacía un calor
tan sofocante que me obligaba todo el día a estar tomando pastillas de sal. Yo
creo que he adelgazado tres kilos.
Sara Montiel nos
recibe con su exuberante belleza española. Acaba de regresar de Río de Janeiro,
donde estuvo rodando numerosas secuencias de la producción hispano-brasileña
durante dos meses. Y sus primeras palabras son para recordar aquel calor
tórrido, aquellos cuarenta grados a la sombra que se hacían más insoportables
trabajando en los Estudios a la luz de los focos. Pero ella vuelve contenta y
feliz de haber experimentado hasta dónde llega su popularidad en la América
Latina.
-Todos
se han portado maravillosamente conmigo. En el recibimiento como en la
despedida tuve muestras de cariño inolvidables. Por todos los lugares que iba
me decían: ‘Adieu, Sariña; meu ben. Adeu, Sariña’. Y esto, sinceramente,
emociona aunque se estuviera una achicharrando de calor.
El papel que
Sara Montiel ha interpretado en la película ‘Samba’, que dirige Rafael Gil, es
distinto, a todos los que ha realizado hasta ahora. Encarna a una cantante
brasileña y, a la vez, a una chica de una ‘favela’ miserable que por
circunstancias obligadas debe convivir con un viejo rico.
-¿Actuó en Río
cantando en portugués?
-Sí;
en televisión y en varias salas de fiestas. Al parecer, no se me da mal el
portugués.
El piso de Sara
Montiel está lleno de recuerdos de sus innumerables viajes por todos los
países. De Brasil se trajo ahora un curioso y original instrumento musical
denominado ‘birimbao’, que consiste en una caña de bambú curvada a la manera de
un arco y con una única cuerda para emitir sonidos musicales. Es un instrumento
que tiene reminiscencias indias, como de indio es una cabeza que, después de
ser cocida numerosas veces con ancestrales fórmulas que sólo las tribus del
interior conocen, ha quedado reducida al tamaño de un puño. Esta cabeza la
enseña Sarita como el trofeo más estrambótico que recibió en el Brasil.
-¿Es cierto que
después de esta película marchará al Japón a rodar una nueva?
-Eso
pretenden mis directores. Pero no sé si será posible este viaje. En Alemania
están interesados en que ruede una película interpretando el papel principal de
‘La viuda alegre’.
-¿Qué papel
interpretaría en esa película japonesa?
-El
de una emperatriz del siglo VII.
Una flor entre otras muchas.
Con el 'birimbao' que trajo del Brasil.
-¿Ha soñado con
interpretar algún personaje determinado?
-No,
siempre me han atraído todos, ya que soy una enamorada del séptimo arte. No
obstante, me agradan todos los que encierran humanidad, sinceridad y que sean
musicales. Este es el caso de mi doble papel en ‘Samba’, que además de cantar,
es distinto, tanto por su sicología como por el ambiente.
UNA NOVIA ILUSIONADA
A sus treinta
años, Sara Montiel ha descubierto el amor. En su vida existe la ilusión de una
colegiala que sueña con los ojos abiertos. Con esos ojos encandilados como
estrella de primera magnitud, que tan fuertes pasiones despertaron en los
personajes masculinos de sus filmes. Pero ahora, un hombre sencillo y cordial,
humano y real como la vida misma de Sara, se ha convertido en ‘su hombre’. Se
llama José Vicente Ramírez Olalla, vasco, de treinta y dos años, licenciado en
Derecho y Ciencias Económicas. José Vicente, ‘Chente’ para Sarita, es el novio
formal que espera llevar a su prometida al altar en un plazo no mayor de dos
meses.
Cuando menciono
el nombre de José Vicente, Sarita entorna los ojos llena de ilusión. Su
pensamiento vuela junto a este hombre sincero que ha sabido conquistar el
corazón de la actriz española más popular, según la encuesta del diario
‘Pueblo’.
-¿Le gusta que
le llame Sara o María Antonia?
-Saliendo
de sus labios, todo me gusta. El me llama Antonia, María Antonia y con menos
frecuencia ‘Marian’. Pero lo principal es que ahora soy una mujer ilusionada,
enamorada. Una novia formal y corriente como cualquier mujer.
José Vicente
trabajaba en la casa ‘Seat’, como jefe de relaciones públicas. Hace meses que
dejó este cargo para vivir de sus negocios particulares. Una oficina, con su
rígido horario de entrada y salida, no podía permitirle estar con Sara –o con
María Antonia- todo el tiempo que él deseaba dedicarle. Ahora, en cambio,
‘Chente’ va a buscar a su novia con más frecuencia, salen de paseo agarrados
del brazo como cualquier pareja y recorren Madrid, descubriendo en cada rincón
bellezas que sólo el amor puede cambiar de matiz.
¡Qué calor hacía en Rió...!
Cualquier gesto merece un poema en Sarita.
-¿Quién es mayor
de los dos, Sarita?
-Tengo
treinta años y ‘Chente’ treinta y dos. Me lleva un año y tres meses. Pero
aunque fuese mayor yo, tampoco me importaría.
Sara y José
Vicente se conocieron hace más de un año en una reunión de amigos. Era una
reunión en la que todas las parejas estaban acopladas… menos ellos. Y fue
suficiente una mirada recíproca para comprender que sus vidas podían acercarse.
-¿Desde cuándo
son novios formales?
-Desde
el mismo día en que mi abogado me comunicó, jubiloso, que el Juzgado había
decidido anular mi matrimonio civil con Anthony Mann.
Con el autor de este reportaje.
COMPROMISO FORMAL EN RIO
Cuando Sarita se
despidió de su novio, antes de emprender el viaje al Brasil, le dijo:
-Serán
dos meses tan largos como dos siglos. Perdóname, ‘Chente’, pero sabes cuánto
quiero también a mi profesión, el cine…
Era el tributo
que había de pagar a la popularidad de una actriz, cuya ausencia se ve
constantemente aumentada por sus contratos profesionales. Pero José Vicente no
tuvo paciencia para esperar. Y cuando Sarita no llevaba aún treinta días en
Brasil, él se dedicó a cruzar el Atlántico.
-¿Le emocionó la
presencia de su novio en Brasil?
-Muchísimo.
Es un gesto que nunca olvidaré. Luego me dijo que lo hizo porque no había
podido resistir pasar sin mi compañía las Navidades.
Pero José
Vicente llevaba también otro firme propósito al embarcar en el avión que le
había de transportar a América. Y era éste, el de solicitar en Río de Janeiro,
a la madre de Sarita, que con ella se encontraba, el formal compromiso para
casarse con su hija. El acto, sin preámbulos, sin invitados, se celebró en la
más absoluta intimidad. Y sólo tres personas, Sarita, su madre y su novio,
elevaron sus copas de champaña brindando por su futura felicidad.
-¿Qué le regaló
José Vicente en este acto?
-Una
pulsera de oro con unas preciosos aguas marinas.
-¿Y usted a él?
-Fue
tan repentina su llegada que nada había comprado. Después, le he regalado un
reloj de oro.
-¿Es todavía un
secreto esa fecha, Sarita?
-Nuestra
pregunta no obtiene respuesta. Si acaso, descubrimos en el semblante de Sarita
un rayo de ilusión que penetrando por sus ojos parece quererle salir por entre
sus delineados labios. Pero el secreto queda al final velado a medias ante
nuestra insistencia.
"Mayo es un mes muy bonito para casarse"
-¿Será en mayo?
-Desde
luego, es un mes muy bonito. Es el mes
de las flores. Pero; será en estos dos meses venideros.
También la
iglesia donde se celebrará la ceremonia es secreto a medias. La misma Sarita
nos asegura que no será en Madrid, sino en su provincia. Y que no será en un
templo famoso, sino en una ermita apartada y recóndita. Lo que sí parece
cierto, según nos dice Sarita, es que oficiará la ceremonia fray Justo Pérez de
Urbel.
-¿Será una boda
de rumbo?
-Al
contrario. Por las especiales circunstancias que concurren, preferimos que la
ceremonia se celebre en la mayor intimidad.
El tiempo ha
pasado, superando largamente al que nos habíamos fijado para la entrevista.
Sara Montiel, la actriz, sueña con convertirse en breve en una sencilla esposa,
amante de su marido y de su hogar. Pero entre tanto, mientras llega ese momento
decisivo en su vida, continúa siendo la
figura mundial que está obligada a acudir a lugares públicos donde
constantemente recibe la admiración y la simpatía de los que la rodean.
L. LOPEZ NICOLAS
(Fotos Delapeña)
EL RECORTE CLX
Este 2014 Sara Montiel y José Vicente Ramírez Olalla hubiesen celebrado sus bodas de oro si el orden de los acontecimientos hubiese sido otro. Mucho se especuló sobre el lugar de la boda: Campo de Criptana, Madrid.... finalmente: Roma. Esta es la crónica que la revista Ondas hacía en 1964.
SARA MONTIEL
SE CASÓ EN ROMA
EN LA IGLESIA ESPAÑOLA DE SANTIAGO Y MONTSERRAT
VESTIA UN TRAJE DE TUL BEIGE, BORDADO EN ORO Y
PLATA, DE CIENTO VEINTE MIL PESETAS DE COSTE
Más de cincuenta fotógrafos y operadores de cine se
congregaron en la iglesia española para recoger los momentos más emocionantes
de la unión de la popular actriz con José Vicente Ramírez de Olalla.
Sarita Montiel
quería casarse, como todas las mujeres españolas, con el hombre amado y en una
iglesia llena de flores blancas. Quería su música sacra, su vestido de tul y su
sacerdote. Su sueño se ha cumplido, después de una vida aventurosa, común a las
estrellas de nuestros días.
EL SUEÑO DE SU VIDA
Sara Montiel ha
llegado a ser la actriz más popular de España (da fe de ello una reciente encuesta
de un conocido periódico de Madrid), y los llenos que registran los cines donde
se proyectan sus películas. También su noble ambición de llegar a ser famosa
por medio de su voz ha quedado cumplida: sus discos se venden a millares.
Faltaba sólo
algo; realizar la ilusión más recóndita de toda mujer: amar y ser amada.
Los novios ante el altar.
El día que, en
una fiesta de amigas suyas, encontró a José Vicente Ramírez Olalla, comprendió
que también este sueño iba a convertirse en una realidad.
José Vicente era
el hombre que había soñado cuando era una chiquilla de condición modesta en su
casa de Criptana: guapo, noble, inteligente, trabajador y… muy enamorado de
ella.
“Chente”, como
le llama ella, fue jefe de relaciones públicas de una empresa de automóviles,
en Bilbao, hasta que se enamoró de Sara. Para poder estar más cerca de su amada
y no depender de un horario fijo y unas normas estrictas, se dedicó a sus
propios negocios, que puede llevar perfectamente por ser, además de abogado,
licenciado en Ciencias Económicas.
Fue cuestión de
flechazo. En seguida comprendieron que estaban hechos el uno para el otro, a
pesar de que sus vidas habían seguido sendas muy distintas.
Sara Montiel
tuvo que ausentarse durante dos meses para actuar ante las cámaras de cine y
televisión brasileñas. A los treinta días de su ausencia, el novio estaba allí
y, tras pedir la mano de María Antonia a la madre de la actriz, le regalaba a
su prometida una pulsera de oro y aguas marinas. Sólo faltaba fijar la fecha de
su boda. Se sabía que sería en mayo pero se ignoraba el día exacto y el lugar.
Había rumores de que la ceremonia se celebraría, dadas las especiales
circunstancias, en una ermita de la provincia de Madrid.
Una sonrisa de felicidad iluminaba el rostro de Sarita Montiel.
HACIA LA FELICIDAD
Pero Sara nos ha
dado la gran sorpresa. Se nos ha casado en Roma, en una ceremonia íntima,
realzada por la presencia del embajador de España, don Alfredo Sánchez Bella.
Los demás invitados eran familiares y amigos y, naturalmente, no faltaron los
hombres de la cámara. Hasta cincuenta fotógrafos se agruparon en la iglesia de Santiago
y Montserrat para captar la belleza de Sarita en el trascendental momento de
unirse para siempre al hombre que amaba.
Sarita estaba
radiante de hermosura, en la espléndida belleza de los treinta años que ella
misma confiesa, aunque por ahí se digan otras cosas. Ya se sabe que, en
cuestión de edad, las estrellas llevan siempre las de perder…
El traje
nupcial, de maravilla: de tul beige, bordado de oro y plata, llevaba el sello
inconfundible de los grandes creadores de la moda. Pierre Balmain había creado
el modelo por el precio de dos mil dólares, que vienen a ser unas ciento veinte
mil pesetas. La actriz se tocaba con una pamela y lucía un sensacional collar
de rubíes y brillantes.
No faltó nada en
esta boda de nuestra primera estrella: la iglesia, enclavada en el viejo barrio
de Trenstebere, se prestaba a la intimidad que los contrayentes deseaban para
su enlace. La capilla de la iglesia, dirigida por el padre Alonso, interpretó
el “Ave María” de Victoria, el “Domine non sum dignum”, de Alonso, y el “Caro
mea”, de Iturizaga.
Sarita Montiel del brazo de su cuñado don Luís Ramírez Olalla, que fue el padrino de boda.
Los novios
estaban visiblemente emocionados, sobre todo en los momentos de la bendición,
captado por los fotógrafos. Luego pasaron a la sacristía a firmar.
Hubo banquete en
el Gran Hotel y hubo escapada de los nuevos señores de Ramírez Olalla hacia la
felicidad. El cuento de hadas de María Antonia Abad no parece tener fin.
¡Enhorabuena, Sarita!
LA FOTO CLX
Nuestra diva, impresionantemente bella, en una foto de los '60.
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