lunes, 28 de abril de 2014

ONDAS - 2ªQuincena - Febrero de 1964 - España




DENTRO DE DOS MESES
SARITA MONTIEL
SE CASARA EN UNA ERMITA DE LA PROVINCIA DE MADRID

Con su prometido, José Vicente Ramírez Olalla, Sarita enseña el premio concedido a la popularidad, según el diario madrileño 'Pueblo'.

Hacía un calor tan sofocante que me obligaba todo el día a estar tomando pastillas de sal. Yo creo que he adelgazado tres kilos.
Sara Montiel nos recibe con su exuberante belleza española. Acaba de regresar de Río de Janeiro, donde estuvo rodando numerosas secuencias de la producción hispano-brasileña durante dos meses. Y sus primeras palabras son para recordar aquel calor tórrido, aquellos cuarenta grados a la sombra que se hacían más insoportables trabajando en los Estudios a la luz de los focos. Pero ella vuelve contenta y feliz de haber experimentado hasta dónde llega su popularidad en la América Latina.
-Todos se han portado maravillosamente conmigo. En el recibimiento como en la despedida tuve muestras de cariño inolvidables. Por todos los lugares que iba me decían: ‘Adieu, Sariña; meu ben. Adeu, Sariña’. Y esto, sinceramente, emociona aunque se estuviera una achicharrando de calor.
El papel que Sara Montiel ha interpretado en la película ‘Samba’, que dirige Rafael Gil, es distinto, a todos los que ha realizado hasta ahora. Encarna a una cantante brasileña y, a la vez, a una chica de una ‘favela’ miserable que por circunstancias obligadas debe convivir con un viejo rico.
-¿Actuó en Río cantando en portugués?
-Sí; en televisión y en varias salas de fiestas. Al parecer, no se me da mal el portugués.
El piso de Sara Montiel está lleno de recuerdos de sus innumerables viajes por todos los países. De Brasil se trajo ahora un curioso y original instrumento musical denominado ‘birimbao’, que consiste en una caña de bambú curvada a la manera de un arco y con una única cuerda para emitir sonidos musicales. Es un instrumento que tiene reminiscencias indias, como de indio es una cabeza que, después de ser cocida numerosas veces con ancestrales fórmulas que sólo las tribus del interior conocen, ha quedado reducida al tamaño de un puño. Esta cabeza la enseña Sarita como el trofeo más estrambótico que recibió en el Brasil.
-¿Es cierto que después de esta película marchará al Japón a rodar una nueva?
-Eso pretenden mis directores. Pero no sé si será posible este viaje. En Alemania están interesados en que ruede una película interpretando el papel principal de ‘La viuda alegre’.
-¿Qué papel interpretaría en esa película japonesa?
-El de una emperatriz del siglo VII.


Una flor entre otras muchas.


Con el 'birimbao' que trajo del Brasil. 

-¿Ha soñado con interpretar algún personaje determinado?
-No, siempre me han atraído todos, ya que soy una enamorada del séptimo arte. No obstante, me agradan todos los que encierran humanidad, sinceridad y que sean musicales. Este es el caso de mi doble papel en ‘Samba’, que además de cantar, es distinto, tanto por su sicología como por el ambiente.

UNA NOVIA ILUSIONADA
A sus treinta años, Sara Montiel ha descubierto el amor. En su vida existe la ilusión de una colegiala que sueña con los ojos abiertos. Con esos ojos encandilados como estrella de primera magnitud, que tan fuertes pasiones despertaron en los personajes masculinos de sus filmes. Pero ahora, un hombre sencillo y cordial, humano y real como la vida misma de Sara, se ha convertido en ‘su hombre’. Se llama José Vicente Ramírez Olalla, vasco, de treinta y dos años, licenciado en Derecho y Ciencias Económicas. José Vicente, ‘Chente’ para Sarita, es el novio formal que espera llevar a su prometida al altar en un plazo no mayor de dos meses.
Cuando menciono el nombre de José Vicente, Sarita entorna los ojos llena de ilusión. Su pensamiento vuela junto a este hombre sincero que ha sabido conquistar el corazón de la actriz española más popular, según la encuesta del diario ‘Pueblo’.
-¿Le gusta que le llame Sara o María Antonia?
-Saliendo de sus labios, todo me gusta. El me llama Antonia, María Antonia y con menos frecuencia ‘Marian’. Pero lo principal es que ahora soy una mujer ilusionada, enamorada. Una novia formal y corriente como cualquier mujer.
José Vicente trabajaba en la casa ‘Seat’, como jefe de relaciones públicas. Hace meses que dejó este cargo para vivir de sus negocios particulares. Una oficina, con su rígido horario de entrada y salida, no podía permitirle estar con Sara –o con María Antonia- todo el tiempo que él deseaba dedicarle. Ahora, en cambio, ‘Chente’ va a buscar a su novia con más frecuencia, salen de paseo agarrados del brazo como cualquier pareja y recorren Madrid, descubriendo en cada rincón bellezas que sólo el amor puede cambiar de matiz.


¡Qué calor hacía en Rió...!
Cualquier gesto merece un poema en Sarita.

-¿Quién es mayor de los dos, Sarita?
-Tengo treinta años y ‘Chente’ treinta y dos. Me lleva un año y tres meses. Pero aunque fuese mayor yo, tampoco me importaría.
Sara y José Vicente se conocieron hace más de un año en una reunión de amigos. Era una reunión en la que todas las parejas estaban acopladas… menos ellos. Y fue suficiente una mirada recíproca para comprender que sus vidas podían acercarse.
-¿Desde cuándo son novios formales?
-Desde el mismo día en que mi abogado me comunicó, jubiloso, que el Juzgado había decidido anular mi matrimonio civil con Anthony Mann.


Con el autor de este reportaje. 

COMPROMISO FORMAL EN RIO
Cuando Sarita se despidió de su novio, antes de emprender el viaje al Brasil, le dijo:
-Serán dos meses tan largos como dos siglos. Perdóname, ‘Chente’, pero sabes cuánto quiero también a mi profesión, el cine…
Era el tributo que había de pagar a la popularidad de una actriz, cuya ausencia se ve constantemente aumentada por sus contratos profesionales. Pero José Vicente no tuvo paciencia para esperar. Y cuando Sarita no llevaba aún treinta días en Brasil, él se dedicó a cruzar el Atlántico.
-¿Le emocionó la presencia de su novio en Brasil?
-Muchísimo. Es un gesto que nunca olvidaré. Luego me dijo que lo hizo porque no había podido resistir pasar sin mi compañía las Navidades.
Pero José Vicente llevaba también otro firme propósito al embarcar en el avión que le había de transportar a América. Y era éste, el de solicitar en Río de Janeiro, a la madre de Sarita, que con ella se encontraba, el formal compromiso para casarse con su hija. El acto, sin preámbulos, sin invitados, se celebró en la más absoluta intimidad. Y sólo tres personas, Sarita, su madre y su novio, elevaron sus copas de champaña brindando por su futura felicidad.
-¿Qué le regaló José Vicente en este acto?
-Una pulsera de oro con unas preciosos aguas marinas.
-¿Y usted a él?
-Fue tan repentina su llegada que nada había comprado. Después, le he regalado un reloj de oro.
-¿Es todavía un secreto esa fecha, Sarita?
-Nuestra pregunta no obtiene respuesta. Si acaso, descubrimos en el semblante de Sarita un rayo de ilusión que penetrando por sus ojos parece quererle salir por entre sus delineados labios. Pero el secreto queda al final velado a medias ante nuestra insistencia.


"Mayo es un mes muy bonito para casarse"

-¿Será en mayo?
-Desde luego, es un mes muy bonito.  Es el mes de las flores. Pero; será en estos dos meses venideros.
También la iglesia donde se celebrará la ceremonia es secreto a medias. La misma Sarita nos asegura que no será en Madrid, sino en su provincia. Y que no será en un templo famoso, sino en una ermita apartada y recóndita. Lo que sí parece cierto, según nos dice Sarita, es que oficiará la ceremonia fray Justo Pérez de Urbel.
-¿Será una boda de rumbo?
-Al contrario. Por las especiales circunstancias que concurren, preferimos que la ceremonia se celebre en la mayor intimidad.
El tiempo ha pasado, superando largamente al que nos habíamos fijado para la entrevista. Sara Montiel, la actriz, sueña con convertirse en breve en una sencilla esposa, amante de su marido y de su hogar. Pero entre tanto, mientras llega ese momento decisivo en su vida, continúa siendo  la figura mundial que está obligada a acudir a lugares públicos donde constantemente recibe la admiración y la simpatía de los que la rodean.

L. LOPEZ NICOLAS
(Fotos Delapeña)


EL RECORTE CLX
Este 2014 Sara Montiel y José Vicente Ramírez Olalla hubiesen celebrado sus bodas de oro si el orden de los acontecimientos hubiese sido otro. Mucho se especuló sobre el lugar de la boda: Campo de Criptana, Madrid.... finalmente: Roma. Esta es la crónica que la revista Ondas hacía en 1964. 

SARA MONTIEL
SE CASÓ EN ROMA
EN LA IGLESIA ESPAÑOLA DE SANTIAGO Y MONTSERRAT
VESTIA UN TRAJE DE TUL BEIGE, BORDADO EN ORO Y PLATA, DE CIENTO VEINTE MIL PESETAS DE COSTE
Más de cincuenta fotógrafos y operadores de cine se congregaron en la iglesia española para recoger los momentos más emocionantes de la unión de la popular actriz con José Vicente Ramírez de Olalla. 

Sarita Montiel quería casarse, como todas las mujeres españolas, con el hombre amado y en una iglesia llena de flores blancas. Quería su música sacra, su vestido de tul y su sacerdote. Su sueño se ha cumplido, después de una vida aventurosa, común a las estrellas de nuestros días.

EL SUEÑO DE SU VIDA
Sara Montiel ha llegado a ser la actriz más popular de España (da fe de ello una reciente encuesta de un conocido periódico de Madrid), y los llenos que registran los cines donde se proyectan sus películas. También su noble ambición de llegar a ser famosa por medio de su voz ha quedado cumplida: sus discos se venden a millares.
Faltaba sólo algo; realizar la ilusión más recóndita de toda mujer: amar y ser amada.


Los novios ante el altar. 

El día que, en una fiesta de amigas suyas, encontró a José Vicente Ramírez Olalla, comprendió que también este sueño iba a convertirse en una realidad.
José Vicente era el hombre que había soñado cuando era una chiquilla de condición modesta en su casa de Criptana: guapo, noble, inteligente, trabajador y… muy enamorado de ella.
“Chente”, como le llama ella, fue jefe de relaciones públicas de una empresa de automóviles, en Bilbao, hasta que se enamoró de Sara. Para poder estar más cerca de su amada y no depender de un horario fijo y unas normas estrictas, se dedicó a sus propios negocios, que puede llevar perfectamente por ser, además de abogado, licenciado en Ciencias Económicas.
Fue cuestión de flechazo. En seguida comprendieron que estaban hechos el uno para el otro, a pesar de que sus vidas habían seguido sendas muy distintas.
Sara Montiel tuvo que ausentarse durante dos meses para actuar ante las cámaras de cine y televisión brasileñas. A los treinta días de su ausencia, el novio estaba allí y, tras pedir la mano de María Antonia a la madre de la actriz, le regalaba a su prometida una pulsera de oro y aguas marinas. Sólo faltaba fijar la fecha de su boda. Se sabía que sería en mayo pero se ignoraba el día exacto y el lugar. Había rumores de que la ceremonia se celebraría, dadas las especiales circunstancias, en una ermita de la provincia de Madrid.


Una sonrisa de felicidad iluminaba el rostro de Sarita Montiel. 

HACIA LA FELICIDAD
Pero Sara nos ha dado la gran sorpresa. Se nos ha casado en Roma, en una ceremonia íntima, realzada por la presencia del embajador de España, don Alfredo Sánchez Bella. Los demás invitados eran familiares y amigos y, naturalmente, no faltaron los hombres de la cámara. Hasta cincuenta fotógrafos se agruparon en la iglesia de Santiago y Montserrat para captar la belleza de Sarita en el trascendental momento de unirse para siempre al hombre que amaba.
Sarita estaba radiante de hermosura, en la espléndida belleza de los treinta años que ella misma confiesa, aunque por ahí se digan otras cosas. Ya se sabe que, en cuestión de edad, las estrellas llevan siempre las de perder…
El traje nupcial, de maravilla: de tul beige, bordado de oro y plata, llevaba el sello inconfundible de los grandes creadores de la moda. Pierre Balmain había creado el modelo por el precio de dos mil dólares, que vienen a ser unas ciento veinte mil pesetas. La actriz se tocaba con una pamela y lucía un sensacional collar de rubíes y brillantes.
No faltó nada en esta boda de nuestra primera estrella: la iglesia, enclavada en el viejo barrio de Trenstebere, se prestaba a la intimidad que los contrayentes deseaban para su enlace. La capilla de la iglesia, dirigida por el padre Alonso, interpretó el “Ave María” de Victoria, el “Domine non sum dignum”, de Alonso, y el “Caro mea”, de Iturizaga.


Sarita Montiel del brazo de su cuñado don Luís Ramírez Olalla, que fue el padrino de boda. 

Los novios estaban visiblemente emocionados, sobre todo en los momentos de la bendición, captado por los fotógrafos. Luego pasaron a la sacristía a firmar.
Hubo banquete en el Gran Hotel y hubo escapada de los nuevos señores de Ramírez Olalla hacia la felicidad. El cuento de hadas de María Antonia Abad no parece tener fin. ¡Enhorabuena, Sarita!


LA FOTO CLX


Nuestra diva, impresionantemente bella, en una foto de los '60.

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