SARITA
Y “CHENTE”
SE CASARON EN ROMA
Regalo del novio
UN TRAJE DE BALMAIN
(125.000 pesetas)
Depositó el ramo de orquídeas en la tumba de Alfonso
XIII
“Sarita de
Ramírez Olalla”. Con estas palabras terminó Sara Montiel la dedicatoria que me
puso en la tarjeta del menú de su banquete de bodas.
Son el fin de
una historia y el comienzo de otra.
Un telón final
sobre toda esa serie de conjeturas, de misterio, en torno a su boda con José
Vicente Ramírez Olalla, y otro que se levanta sólo para ellos dos, dando paso a
una etapa en sus vidas.
¿POR QUE EN ROMA?
Hasta el último
momento han sabido mantener oculta la verdadera razón que les indujo a celebrar
su matrimonio en Roma. Habían dicho que les gustaba la capital de Italia, que
querían evitar las lógicas complicaciones de casarse en España…
Pepe, primero, y
Sara, después, me lo aclararon:
-La
verdad es que habíamos escrito una carta al Santo Padre para que nos concediera una audiencia después de la
ceremonia. Nos hacía a los dos una ilusión especial. Era el perfecto remate.
Por eso, hasta que no tuvimos la seguridad de que iba a ser así, no anunciamos
el sitio de la boda. Además, nos aconsejaron que mantuviéramos discreción hasta
después de verle.
-Y
puestos en Roma, ¿qué mejor sitio que la Iglesia de Montserrat? Un templo
cargado de recuerdos para España, la iglesia de los españoles…
La novia y el padrino salen del hotel, mientras el novio se impacienta un poco.
EN PLENA VIA VENETTO
Es una de las
calles romanas conocidas en todo el mundo: la de los hoteles de lujo, lugar de
cita para los famosos, actores, actrices, artistas…
Nos dirigimos
primero al hotel Majestic, donde se hospeda ‘Chente? El portero nos dice:
-No
está aquí en este momento. Seguramente le encontrarán en el Excelsior con la
‘findanzata’ (novia
en italiano).
Efectivamente,
Sara se hospeda en este otro hotel de vía Venetto. Un poco más arriba, en la
acera de enfrente.
Pepe Ramírez
–‘Chente’ para ella- nos invita a una copa en el bar del hotel. Al poco rato
baja ella. Está –como siempre- guapísima. Lleva un modelo de Inés Higuera:
traje amarillo y abrigo blanco, con un sombrero inglés de tul, blanco también.
-¿Sabéis
lo que me acaba de preguntar el ascensorista?: ¡Que si soy egipcia! Yo le he
dicho que no, que soy española. Debe ser por el sombrero; pero no me lo puedo
quitar porque estoy mal peinada.
A Sarita le
llaman en Roma ‘la ragazza delle violete’, que es el título de ‘La violetera’
en italiano. Los que no la conocen también se fijan en ella; por su belleza,
por su elegancia. No pasa inadvertida.
Sarita se dirigió a la tumba del rey español Don Alfonso XIII y depositó su ramo de flores.
UN EQUIPO REDUCIDO
Sara no ha
querido llevarse a Roma demasiados trajes. Sólo diez o doce modelos de Balmain,
Dior e Inés Higuera.
-Traigo
muchas maltas vacías porque durante el viaje pienso comprarme cantidad de ropa
de invierno y verano. Le he dicho a mi madre que también trajera alguna maleta
vacía para que se lleve algunas cosas y me quede todavía sitio.
Efectivamente,
subimos a su habitación y nos enseña el armario, no demasiado repleto.
Ocupa una
‘suite’ preciosa –salón, dormitorio y servicios- en el tercer piso del
Excelsior.
El día anterior,
a nuestra visita, se celebró la boda civil. Ni un solo fotógrafo, ni un
curioso. Sólo ellos dos con la condesa de Santa Engracia e Inés Gómez Duque.
Regalo de su madre: un reloj de oro y brillantes.
EL DIA DE LA BODA
Hemos quedado
con Sara a las nueve de la mañana, en el hotel, para hacerle una foto antes
de salir hacia la iglesia. Está en su
habitación con algunas amigas y el padrino, Luís Ramírez Olalla, hermano del
novio.
Ella lleva el
maravilloso traje de Pierre Balmain, regalo de ‘Chente’. Es un vestido y abrigo
en encaje de oro y plata, que ha costado ciento veinticinco mil pesetas. Una
pamela, también de oro y plata, recubierta por un ligerísimo tul y adornada, a
la derecha, con flores de té. Un collar de rubíes y brillantes y un reloj de
oro y brillantes, regalo de su madre. No lleva más joyas. Después de la ceremonia,
en su dedo anular, lucirá la alianza de oro y brillantes, creada por Van Guest.
Al filo de las
diez llega María Santa Engracia con el ramo de flores: orquídeas rosas,
adornadas con cintas de oro y plata.
La novia y el
padrino esperan a la puerta del hotel un tanto impacientes –la hora se echa
encima- para subir al Cadillac negro que les conducirá a la iglesia de Nuestra
Señora de Montserrat.
Allí están los
invitados y el novio junto a la madrina, la señora de Abad, madre de Sara.
FLORES EN LA TUMBA DE ALFONSO XIII
La iglesia está
adornada con flores blancas; unas tiras de tul hacen pasillo –cubierto de
alfombra roja- hasta el altar mayor.
El órgano toca
la marcha nupcial. Novios y padrinos se arrodillan en los reclinatorios. Fray
Justo Pérez de Urbel, Abad Mitrado del Valle de los Caídos, sale revestido de
pontifical –mitra y báculo- para oficiar la ceremonia.
-“María
Antonia Abad Fernández, ¿quieres por esposo a don José Vicente Ramírez García
Olalla?”
-“Sí,
quiero”.
Se intercambian
las alianzas y las arras. La bendición de la Iglesia cae sobre su unión para
toda la vida…
Al terminar la
santa misa, Sara, presurosa, se dirige a la capilla donde se encuentran los
restos del rey Don Alfonso XIII, en la que deposita su ramo de orquídeas.
Pasaron luego a
la sacristía para firmar las actas. Al cabo de un rato volvieron a salir.
Sarita había cambiado el traje de bodas por uno negro, y la pamela, por una
mantilla española.
Sarita levantó su copa alegremente para brindar. La orquesta tocaba 'El relicario'.
De izquierda a derecha: María de Santa Engracia, señora de Azcona (de pie), marquesa de Santa Rita, señora de La Guardia, vizcondesa de Tuy y señorita Ramírez Olalla. Durante la ceremonia en la iglesia de Montserrat.
De izquierda a derecha: Paco y Elpidia, su mujer, hermana de Sarita. El señor Ramírez Olalla; Ángeles y su marido, Teodoro Lucas; Sara y su sobrina María Antonia.
Los salones del Gran Hotel presentaban un aspecto maravilloso, preparados para el banquete nupcial, donde fuimos gentilmente invitados por la pareja. Pepe Ramírez, el novio, eligió personalmente el exquisito menú.
Poco antes de dar comienzo el banquete, Sarita charla con un grupo de invitados, entre ellos Fray Justo Pérez de Urbel, que celebró la boda.
ANTE PAULO VI
Rápidamente
subieron en un Cadillac gris oscuro –el que había conducido ‘Chente’ hasta la
Iglesia- para dirigirse al Vaticano.
La audiencia de
Su Santidad estaba fijada para las doce menos veinte.
Llegaron al
palacio, donde les esperaba monseñor Sotero Sanz, de la Secretaría de Estado,
que les había preparado previamente la entrevista.
Pasaron por una
serie de antesalas, donde esperaban otras personas, hasta llegar a la puerta de
la biblioteca de Su Santidad. El Papa salió inmediatamente.
Estuvo hablando
con ellos casi un cuarto de hora y les regaló un rosario de plata y una medalla
conmemorativa del Concilio. Con la promesa de enviarles una foto dedicada de su
puño y letra, el Santo Padre se despidió, otorgándoles su bendición especial.
Sarita y Pepe me
contaban la entrevista emocionados:
-¡Qué
ojos tiene el Santo Padre! –comentaba Sara-. Es una
mirada profunda, inteligente… Yo me quedé de piedra cuando empezó a hablarme de
cine, y se refirió a un papel que me habían propuesto hace ¡casi cuatro años!:
el de Eva Lavalier. ¡Y me dijo que lo hiciera, que me iba muy bien!
-Como
comprenderás –decía
Pepe- este privilegio hace más inolvidable el día
de nuestra boda.
En una habitación próxima a la iglesia, Sarita se cambió de traje para acudir a la audiencia que le había concedido Su Santidad. Iba con el tiempo justo, porque la ceremonia se retrasó sobre la hora fijada.
EN LOS SALONES DEL GRAN HOTEL
Terminada la
audiencia con el Santo Padre, los recién casados fueron a su hotel. Sara
cambió, de nuevo, el traje negro por el de Balmain; se arregló un poco el pelo
y no se puso la pamela.
Alrededor de las
dos llegaron al Gran Hotel, donde estaba preparado el banquete en el salón de
recepciones: una amplísima estancia decorada con pinturas al fresco, espejos,
arañas de cristal…
Entre los
invitados estaban Elpidia, Ángeles, Antonio, hermanos de Sara; su cuñada,
Manuela Sánchez; su sobrina, María Antonia; su cuñado Paco. Los señores Gómez
Acebo, los vizcondes de Tuy, condes de Santa Engracia, señores de Azcona (el
médico que operó a Sarita), don Ignacio Balenciaga, don Pedro Juez…
Familiares del
novio sólo pudieron asistir su hermano –el padrino- y una hermana.
Tras un rato de
animada conversación, mientras Alejandro disparaba su cámara en clásicas fotos
familiares, comenzó la comida, a la que fuimos amablemente invitados.
Pepe le decía a
Sara:
-Recuerda
que el Santo Padre te ha dicho que has de ser una mujer ‘molto brava’ (muy animosa).
El menú –elegido
directamente por ‘Chente’- era exquisito:
Salmón de
Escocia ahumado. Consomé al Jerez. Ravioli a la ‘Piamontesa’. Solomillo de
ternera. ‘Dimitri’ con ‘bouquet’ de legumbres. Espárragos de Genes con salsa
‘mousseline’. Helado. Tarta nupcial. Café y licor. Vino blanco de la Riviera;
tinto Chianti Mellini y champaña Moet Chandon.
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-“María
Antonia Abad Fernández, ¿quieres por esposo a don José Vicente Ramírez García
Olalla?”
-“Sí,
quiero”.
Se intercambian
las alianzas y las arras. La bendición de la Iglesia cae sobre su unión para
toda la vida…
Al terminar la
santa misa, Sara, presurosa, se dirige a la capilla donde se encuentran los
restos del rey Don Alfonso XIII, en la que deposita su ramo de orquídeas.
Pasaron luego a
la sacristía para firmar las actas. Al cabo de un rato volvieron a salir.
Sarita había cambiado el traje de bodas por uno negro, y la pamela, por una
mantilla española.
En su armario, en el hotel, sólo doce modelos de Balmain, Dior e Inés Higuera. Piensa comprar mucha ropa durante todo el viaje de novios.
Nuestros redactores, Artacho y Alejandro con Sara Montiel.
CON “EL RELICARIO” DE FONDO
Sarita,
emocionada, levantó su copa. La orquesta que amenizó el banquete interpretaba
el célebre pasodoble español ‘El relicario’. Pero ahora el homenaje era a Sara
y a ‘Chente’, y fuimos todos los invitados quienes coreamos la canción que tan
maravillosamente interpreta ella.
Los novios
partieron la preciosa tarta a los acordes de la marcha nupcial. Abrazos,
felicitaciones… Un ambiente íntimo, francamente agradable.
Sin ninguna
duda, la nueva pareja, los señores de Ramírez Olalla, guardarán un recuerdo
imborrable de este día cargado de cosas agradables y, sobre todo, de la
entrevista con Pablo VI.
Al día siguiente
salieron de Roma, camino de Nueva York, haciendo sucesivas escalas en países
orientales, Japón y San Francisco.
El viaje durará
unos quince días aproximadamente, y después se instalarán en su piso de Madrid.
Nosotros les
deseamos muchísimas felicidades para toda la vida:
-‘Auguri’
–que
dicen los italianos.
De nuestros enviados especiales Francisco ARTACHO y
ALEJANDRO
EL RECORTE CLXI
1964 fue para la estrella un año lleno de acontecimientos: rodaba y estrenaba Samba (con estancia de meses incluida en Brasil) y se casaba por segunda vez. Pero, ¿dónde se casaría la estrella más importante del cine español? Cine en 7 días apuntaba Campo de Criptana. Finalmente..... ¡Roma!
¡VOLVIO
SARA MONTIEL!
¿Será la boda en Campo de Criptana, su pueblo?
La diligente
acción periodística de nuestros representantes en la plaza manchega de Campo de
Criptana nos permite ofrecer como novedad informativa la primera fotografía de
Sara Montiel a su regreso del Brasil en compañía de su prometido, José Vicente
Ramírez Olalla, que fue presentado a los amigos y familiares en la tierra natal
de nuestra actriz, con quienes le vemos departiendo en un bar. Pero lo que
añade interés a la noticia es que Sara y Chente –que se ha dejado un pequeño
bigote- parecían afanosos en ultimar detalles relacionados con la celebración
de sus próximos esponsales. ¿Serán éstos en Campo de Criptana y no en la
basílica del Valle de los Caídos, como vino diciéndose? Esto, al menos, es lo
que se comenta en el pueblo.
Fotos Dummy
LA FOTO CLXI
La estrella en 'Samba'. Película que este 2014 cumple 50 años y que fue la más cara de la historia del cine español hasta el momento.
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