lunes, 12 de mayo de 2014

LECTURAS - 8 de Mayo de 1964 - España


LA ACTRIZ Y SU PROMETIDO CAMBIARON REPENTINAMENTE DE PARECER
LA INESPERADA BODA DE
SARA MONTIEL
CON JOSE VICENTE RAMIREZ OLALLA Y SUS CAUSAS

Sara, después del repentino anuncio de su boda, posa para nuestros lectores luciendo su traje nupcial regalo de José Vicente. Un modelo de Balmain, de encaje bordado a mano en oro y plata.

Es de suponer que las líneas que siguen causarán el asombro de los seguidores de LECTURAS, por cuanto hace dos semanas se publicó en estas mismas páginas, y por cierto con gran alarde porque era noticia exclusiva, que Sara Montiel retrasaba su boda. Al enterarme después de una llamada urgente de Sara a la redacción, de que, por el contrario, la ceremonia se adelantaba mucho más de lo previsto, y movido, sobre todo, por el interés de facilitar auténtica información, me personé en casa de nuestra famosísima estrella. En efecto, cuando estas líneas se publiquen, Sara Montiel habrá contraído matrimonio con don José Vicente Ramírez Olalla, en la iglesia española de Nuestra Señora de Montserrat de Roma.
El súbito cambio en sus planes me lo va a explicar la propia interesada:
-Las circunstancias de trabajo, el rodaje de mi próxima película, ‘Perdida’, me obligaron a aplazar, como dije, la boda. Pero ahora es la película la que, por ciertas dificultades, especialmente el no disponer de ‘plató’ en París por lo menos hasta dentro de un mes, son las que, por carambola, nos han hecho precipitar la ceremonia. Todo se ha arreglado en pocos días, y mañana mismo, a las tres de la tarde, salgo para Roma, donde ya está mi novio esperándome.
Ante el encanto, la gracia y la belleza de Sara Montiel, cualquiera es capaz de desarrugar el ceño. Y la conversación continúa por cauces normales.
-Hemos elegido Roma como pudo ser otra ciudad cualquiera. Claro que nos casamos, como aquél que dice, en terrero español, en la misma iglesia donde está enterrado un compatriota: Su Majestad don Alfonso XIII.
Y Sara, que se encuentra nerviosísima, con ‘siete gatos en la barriga’, me sigue explicando los pormenores de la ceremonia.
-Será padrino, en representación de los padres de José Vicente, su hermano mayor, Luís, y madrina, mi madre. ¡A esta no le quito yo esa ilusión por nada del mundo!


El conjunto nupcial de Sarita se complementa con un collar de platino y brillantes y una gran sortija de topacio blanco. 

-¿Qué será este día para Sara Montiel?
-Puedo asegurarle una cosa: hasta ahora no he sabido lo que es ser una mujer feliz. Comencé mi carrera artística y en ella obtuve éxitos que sería tonto negar con una falsa modestia. Pero como María Antonia Abad Fernández, es ahora cuando me siento plenamente yo y feliz.
-¿Se van a Roma por evitar los inconvenientes de la popularidad?
-No sé… Yo quiero darle a José Vicente, ese día, por lo menos uno de tranquilidad, que sea algo íntimamente nuestro. En Roma hay colonia española y creo que algunos acudirán a vernos; pero aquí ¿comprende? Hubiera sido distinto.
Y ahora hablamos un poco de trapos: el traje que Sara Montiel lucirá en la ceremonia, es de encaje bordado a mano en oro y plata. Tan sutil, tan increíblemente delicado, que el conjunto de vestido y abrigo no pesará arriba de ciento cincuenta gramos. Esta creación, única de Pierre Balmain ha sido el regado le boda de José Vicente, quien, desde luego, tuvo gusto para saber elegir… El conjunto se complementará con las alhajas que Sara Montiel luce en las fotos que ilustran este reportaje: un collar de platino y brillantes y una gran sortija de topacio blanco. Completando todo, un sombrero, también increíblemente ligero, forrado de tul, de grandes alas y con una flor sobre la sien izquierda. La novia calzará zapatos de raso gris-blanco.


Un primer plano de la gran actriz española. 

-Viaje de novios. Itinerario y duración.
-Duración, apenas un mes, porque no disponemos de más tiempo, ya que en seguida tengo que continuar trabajando. Itinerario, se cuenta en pocas palabras: daremos la vuelta al mundo.
-¿Se lleva mucho equipaje?
-Lo menos posible, porque pienso ir comprando cositas por ahí y traerme varios recuerdos para nosotros, para el hogar y para algunos amigos.
-¿Quiénes asistirán a la boda?
-Mis hermanas, sus maridos, mi hermano y su mujer, mi sobrina Toñi, y mis dos médicos, el de cabecera, don Carlos Estebáñez, y el otorrinolaringólogo, doctor Puente. Dos eminencias y dos magníficos amigos que tienen el detalle de desplazarse desde aquí hasta Roma para asistir a mi enlace.
Son más de las once de la noche. Sara Montiel se ve obligada a atender a innumerables llamadas telefónicas, porque la noticia, por lo imprevisto, ha cogido a todo el mundo de sorpresa. Pero aunque se ven en su rostro las huellas de la fatiga, continúa atendiéndome con extraordinaria amabilidad. Todavía faltan por enviar a su futuro hogar –Plaza de España, 11- algunos de los regalos de boda recibidos a última hora, muchos de ellos precipitadamente. Bandejas de plata, una vajilla china, alfombras, utensilios caseros… Sus maletas –esas maletas que ya tanto han viajado- esperan, con las bocas abiertas, el ser completadas. Dentro de unas horas acompañarán a su dueña en un viaje singular, aquel en el que parte en busca de una felicidad que –ella misma lo ha confesado a través de estas líneas- nunca le había llegado plenamente como mujer.


Sara en el aeropuerto de Barajas momentos antes de tomar el avión para Roma, donde ya la aguardaba su prometido José V. Ramírez Olalla. 

Y nada más. Aquí queda, plenamente justificada, la rectificación de la noticia que dimos recientemente sobre el aplazamiento de su boda. Las circunstacias mandan, y ella tiene ahora todo un mes por delante para vivirlo en la intimidad de su nuevo estado.


HOY ES LA SEÑORA DE RAMIREZ OLALLA
SARA MONTIEL
SE CASO EN ROMA PARA EVITAR QUE SU BODA FUERA UN ESPECTACULO
A la sencilla ceremonia, Sarita invitó tan solo a unas doce personas, prescindiendo de sus amigos del cine, a fin de que la boda no perdiera su carácter íntimo.
Pocas horas después del enlace Sarita y ‘Chente’ partieron en viaje de novios hacia el Japón, la India, islas Hawai y Nueva York

Sara Montiel -María Antonia Abad- y José Vicente Ramírez Olalla, durante la ceremonia de su enlace. 

Eligió Roma porque no quería que su boda se convirtiera en un espectáculo como había sido su vida hasta entonces. Seleccionó cuidadosamente sus invitados, que no pasaron de diez, y excluyó la representación cinematográfica para que la ceremonia no perdiera su carácter íntimo.
Hasta en el hotel se inscribió con su nombre de pila: María Antonia Abad, para despistar a los ‘paparazzi’ romanos que andaban buscándola.
Ella, siempre tan espectacular y bullanguera, ha querido la intimidad para el primer paso serio que ha dado en su vida y lo ha hecho con dignidad y conciencia de estilo. Sarita Montiel, la ‘ragazza di la violetta’, como la llaman en Roma, se ha convertido, por obra y gracia de un matrimonio como Dios manda, en la señora de Ramírez Olalla, don José Vicente.
No ha querido acordarse de ‘Sara Montiel’, por ello ha prescindido de sus amigos del cine. En la iglesia de Montserrat de Roma ha sido sólo María Antonia Abad Fernández, una muchacha de los Campos de Criptana que ha venido a casarse a Roma, la cuna de la cristiandad.


Los noviosy los padrinos. De izquierda a derecha: el padrino, don Luís Ramírez Olalla, hermano del novio; los contrayentes, y la madrina, madre de Sara Montiel. Al fondo, el embajador de España en Roma, señor Sánchez Bella y su esposa, el cual actuó como testigo. 

La víspera de su encla matrimonial María Antonia y ‘Chente’, los novios, se casaron por lo civil en la alcaldía de Roma. A solas. Sin invitados ni fotógrafos. Confundidos entre muchas parejas de novios anónimos que iban a lo mismo. Antes habían oído misa y comulgado.
-Soy una mujer nueva –me diría horas después aún embargada de emoción- una mujer feliz y, lo que es mejor, hoy y mañana serán los días más felices de toda mi vida porque, aunque a la gente le extrañe, María Antonia Abad nunca fue feliz con Sarita Montiel.
Hablaba con sencillez, con sinceridad y espontáneamente; como una chiquilla ilusionada.
En el saloncito de su ‘suite’, en el Hotel Excelsior, de la Via Venetto, estaba su traje de novia. En una cajita la alianza de platino y brillantes y en otra, más grande, el aderezo de rubíes y brillantes.
En el armario, una docena de trajes. Algunos de Dior, otros de Balmain y el resto de Inés Higueras.
-No he querido traer más, ya que pienso comprarme muchas cosas en el viaje de novios.
Y qué viaje. De Roma directos a Moscú y de aquí a Japón, la India, Hawai y Nueva York.
La noche anterior a su boda Sarita y ‘Chente’ dieron un romántico paseo en una ‘manola’ por los alrededores de Roma, inadvertidos, como dos turistas o lo que es mejor como una pareja de enamorados.
El día de la boda Sarita madrugó como no había madrugado en su vida. A las siete ya estaba en pie; a las ocho, vestida con su traje de novia, y a las nueve y media esperando en la puerta del hotel a que viniera el coche a recogerla para llevarla a la iglesia, donde ya esperaban impacientes ‘Chente’ y la docena de invitados.


Acompañada por el padrino don Luís Ramírez Olalla, hermano del novio, Sara Montiel aguarda la llegada del automóvil que la conduciría a la iglesia de Nuestra Señora de Montserrat. 


Sarita en el momento de su llegada a la iglesia donde se celebraría la ceremonia de su boda. Aparece junto a un pequeño grupo de invitados, familiares de su prometido, y del brazo del padrino, su futuro cuñado. 


A la puerta de la iglesia las hermanas de Sarita y otros invitados aguardan la llegada de la novia. A la derecha, el novio, José Vicente Ramírez Olalla. 


Otro grupo de invitados con la madre de Sara Montiel y el novio, en el centro. La novia llegó a la iglesia de Nuestra Señora de Montserrat con media hora de retraso. 



Sarita y 'Chente' en dos instantáneas obtenidas durante la ceremonia de su enlace matrimonial. La célebre actriz sostenía un precioso ramito de orquídeas de color violeta. El traje de novia que lucía Sara Montiel vale más de ciento veinte mil pesetas. 

Mientras Sara esperaba cruzó ante ella el famoso pianista Rubistein que se quedó mirándola, y es que María Abad estaba muy guapa con su traje de novia.
En las manos un ramito pequeño de orquídeas color violeta.
Con media hora de retraso llegó a la iglesia. La mitad por el retraso del coche y la otra mitad porque el hotel está muy lejos de la iglesia.
Cuando Sarita llegó ya estaban todos los que tenían que estar. Ni uno más porque no hubo tan siquiera curiosos. En un lugar destacado al lado del Evangelio nuestro embajador y la señora de Sánchez Bella. Frente a ellos, los testigos, vizconde de Tuy, marqueses de Santa Rita, don Ignacio Balenciaga, el doctor Azcona y don Pedro Juez.
Como invitados estos mismos y, además, Antonio, Elpidia y Ángeles, hermanos de María Antonia; los señores de Gómez Acebo, los condes de Santa Engracia y pare usted de contar.
De padrino Luís, hermano de José Vicente, y de madrina la madre de María Antonia.
A pesar de ser Sarita una gran actriz dramática no lloró, como lloran todas las novias. Es más, no dejó de sonreír un momento. Su ‘sí’ fue un sí rotundo, claro y sereno. El de él, un poco nervioso, más quebrado, más bajo…
Dos veces, a lo largo de la ceremonia, Sarita cogió las manos de ‘Chente’ y se las apretó.
Hubo plática, misa y comunión y finalizada la ceremonia María Antonia besó amorosamente a su esposo. Eran ya marido y mujer, después quiso besar a su madre, pero ésta se arrojó a su cuello con tanta emoción que se le cayó el sombrero.
Sarita, antes de abandonar la iglesia, depositó su ramo de orquídeas en la tumba que guarda los restos del último rey de España, Alfonso XIII, que reposa en la iglesia de Nuestra Señora de Montserrat;  y después, una vez firmada el acta de la ceremonia, no tuvo apenas tiempo de cambiarse de vestido. Eran las doce menos cuarto y a las doce habían de acudir al Vaticano. Sarita apareció luciendo ahora un vestido negro y tocada con la mantilla española y sin posar apenas para los fotógrafos se perdió en la gran ciudad camino de San Pedro.

JAIME PEÑAFIEL
Europa Press en exclusiva para LECTURAS


EL RECORTE CLXII
Boda sorpresa y espectacular viaje de novios por medio mundo. Ocasión que sirvió a Sara para adquirir valiosos recuerdos que mostró en miles de posados. Tele Radio, en su número de 22 a 28 de Junio de 1964, recogía esta entrevista realizada a la actriz recién llegada de su ¿luna de miel?


-Si mi presente y mi futuro son buenos, ¿por qué voy a recordar el pasado que el malo?
LA VUELTA AL MUNDO DE
SARA MONTIEL
Uno se encuentra a gusto en el piso de los señores de Ramírez Olalla. Vive el flamante matrimonio en la calle de San Bernardo, ya cerca de la glorieta de Quevedo; en el corazón de ese Madrid que no es ni el viejo ni el moderno, pero que es, indudablemente, el Madrid por antonomasia. Los señores de Ramírez Olalla viven en la última planta del inmueble. Me gusta el piso de los señores de Ramírez Olalla. Me gusta porque no es un piso presuntuoso. ¡Y bien que podría serlo! Más bien parece el piso de una familia de la clase media acomodada. Es recogido, acogedor, confortable, sin detalles superfluos… Se ve que sus dueños no han pretendido epatar a nadie.
-Ahora sale Sarita.
Me lo ha dicho la sobrina de nuestra primera ‘estrella’. Bien saben nuestros lectores, al menos los que me lean con cierta asiduidad, que me repelen los calificativos rimbombantes, las adulaciones sin ton ni son, los piropos en serie, etc. Pero un servidor de ustedes está convencido, y con pruebas en la mano, que el cine español sale al mundo con un nombre: Sara Montiel. Su nombre es el único que verdaderamente es popular más allá de nuestras fronteras, y en gran escala. Nos guste o nos disguste. A mí, ¿por qué no?, me gusta. Al fin y al cabo, Sara Montiel es española por los cuatro costados. (Sara Montiel, como veremos más adelante, sigue siendo María Antonia Abad, una mujer española, con sus virtudes y sus defectos, que por gajes del destino se convirtió en ‘estrella’ de cine.)

“En Japón me conocen hasta los gatos”
Sara viste con suma sencillez. Hace calor y no hay por qué entregarse a exhibicionismos estúpidos. Una falda, un ‘sweter’, una sonrisa…
-¿Repetiría el viaje alrededor del mundo?
-Si ello fuera posible, lo repetiría… unas cuantas veces más. Al fin y al cabo, hemos dejado de ver muchas cosas. Pero hay que trabajar, para no perder la costumbre. Por eso nos hemos limitado a viajar durante mes y medio.
-¿Qué medios de transporte han utilizado?
-El avión, siempre el avión. ¡Demasiado avión!
Lo bueno que tiene Sara Montiel –creo que ahí está la clave de su éxito- es su sinceridad. Siempre se saca a relucir la sinceridad de las ‘estrellas’. Es una virtud desvalorizada, pero en este asunto yo me lavo las manos. Sí, eso es lo bueno de Sara Montiel, que sigue siendo María Antonia Abad. María Antonia no tuvo la suerte de pasar por la Universidad, sus estudios son mínimos, desde muy pequeña tuvo que enfrentarse a la vida… Por eso, si María Antonia era en ciertos aspectos una mujer de rompe y rasga, Sara lo sigue siendo. Es espontánea, castiza, no dice que ha leído a Kafka porque no es verdad; ni tiene a Montesquieu en su biblioteca para aparentar que lo ha estudiado y asimilado. Sara Montiel se ofrece al periodista, a su público, tal cual es: María Antonia.
-¿Lo que más la ha satisfecho del viaje?
-Mi estancia en Japón. Visité este maravilloso país hace un par de años, cuando me entregaron el Disco de Oro. Japón me entusiasma por su colorido, su exotismo… Y para mí ha sido una satisfacción descubrir que allí me conocen hasta los gatos…
Me veo obligado a resumir las respuestas. Sara habla y habla… Lo hace con el mismo apasionamiento y espontaneidad del niño que refiere a los amigos las inauditas aventuras que ha leído en el primer libro que le han regalado en su vida…
-Hawai apenas me sorprendió. Al fin y al cabo, estoy muy acostumbrada a las islas del Caribe. Cualquiera de estas islas es igual o más bonita que las de Hawai. 


“Hollywood parece un cementerio”
No seguimos un orden cronológico. Realmente, Sara habla y lo escucho y apunto.
-¿Y Estados Unidos?
-Bueno, realmente a Estados Unidos fuimos por dos razones: por visitar Hollywood y el pabellón español en la Feria de Nueva York.
El rostro de Sara se entristece al decir:
-¡Qué desilusión sufrí al visitar Hollywood!
Exactamente como si todavía no diera crédito a lo que vio. Y añade:
-Yo trabajé en Hollywood hace algunos años, cuando hice ‘Veracruz’. La meca del cine era la auténtica fábrica de ilusiones. Pero ahora parece un cementerio. Incluso los estudios de las grandes compañías están cerrados. Luego me enteré que la Fox estaba vendiendo parte de sus terrenos. Sólo la Universal produce algunas películas. Hollywood ya no existe…
-¿Cuántas películas saldrán este año de Hollywood?
-No más de veinticinco. ¡Y años atrás producía hasta cuatrocientas!
-¿A qué se debe esa situación dramática? ¿A la competencia de la televisión?
-No, porque la televisión norteamericana es muy mala. Se debe, sencillamente, a que la mayoría de los norteamericanos se levantan a las cinco y media de la madrugada para llegar a sus oficinas a las ocho. No regresan a sus casas hasta pasadas las siete o las ocho de la noche. Sólo piensan en descansar. Hollywood cometió el error, durante estos últimos años, de producir películas muy vulgares. Y así no hay manera de sacar a la gente de casa. Y por otra parte, el cine europeo ha arrebatado las taquillas al norteamericano.
Insisto en la espontaneidad de Sara Montiel. Parece que cuenta sus impresiones no al periodista, sino al amigo. Menos mal que su rostro vuelve a resplandecer cuando opina sobre el pabellón español en la Feria de Nueva York.
-Sin discusión: es el mejor pabellón de la Feria. Incluso mejor que el japonés, que es algo serio. Nuestro pabellón está volviendo locos a los norteamericanos. ¡Como será, que ya me lo habían dicho en Copenhague!

“El nivel de vida en los países escandinavos es asombroso”
También ha recorrido Sara el norte de Europa.
-¡Jamás he visto países tan adelantados como aquéllos! El nivel de vida es muy alto, pero igual para todos. Parece que no hay clases sociales.
Me habla de otros países, de otras experiencias, y de lo que no vio y le gustaría haber visto… Y de Rusia.

“¡Qué frío pasé en Rusia!”
Los Ramírez Olalla permanecieron catorce días en Rusia. Muy pocos días para visitar aquel inmenso país. La excursión se limitó a Moscú, Leningrado y algunas otras ciudades. Más tarde recorrieron algunos países satélites. En todos entraron y salieron con absoluta libertad, a excepción de Hungría y Alemania Oriental, donde al parecer, no todo el monte es orégano. ¡Con lo que le hubiera gustado a Sara visitar Budapest!
-Praga es una ciudad fantástica. Algo así como un sueño…´
-¿Cómo la trataron en Moscú?
-Magníficamente. Me dijeron que el recibimiento que me dispensaron había superado al de Marlene Dietrich. Me homenajearon varias veces, una de ellas en el teatro Bolchoy, donde se estrenó ‘La violetera’. Y en los estudios moscovitas, que son impresionantes, donde, por cierto estaban rodando una nueva versión de ‘Guerra y paz’.
-¿Qué tal por Moscú?
-¡Uf, que frío pasé, hijo mío!
-¿Qué tal los moscovitas?
-Es buena gente, aunque da la impresión de que nadie es joven. No sé si será por culpa de las vestimentas, nada modernas, o del clima, pero parece que en Moscú no hay jóvenes.
-¿Lo que más le impresionó de la capital rusa?
-El Metro. Es algo fantástico. Excesivamente suntuario, por supuesto…


“Dicen por ahí muchas cosas de mí”
La conversación, amistosa y cordial, se prolonga más de la cuenta. Opto por guardar las cuartillas. ¿Para qué más detalles si todo lo que yo diga sobre el viaje de Sara Montiel, que no sea un libro completo, será pobre?
Sin embargo, también decía anteriormente que Sara ha iniciado una nueva y trascendental etapa de su vida. Y como estamos en el terreno de la espontaneidad, la pregunto:
-¿Seguirá cantando?
-¿Por qué voy a dejar de cantar si al hacerlo gano mucho dinero? Es como si El Cordobés le dicen que deje los toros y se dedique al fútbol.
-Dicen…
-Dicen por ahí muchas cosas de mí. Y a veces me irrita que no me dejen tranquila. Por ejemplo, cuando me preguntan con rintintín: “¿Qué haces para conservarte tan bien?” Yo estoy tentada de contestar: “Pues tener treinta años estupendos”. Y serán estupendos mis cuarenta. Y los cincuenta. Porque yo nací estupenda… ¿Estoy guapa en mis últimas películas?
-¡Ya lo creo!
-Pues ya verán algunos y algunas cuando me vean en ‘Samba’, que es mi última película. ¡Estoy más guapa que en las anteriores!
¿Hace falta decir que la vanidad no asoma ni por casualidad en las palabras de Sara Montiel? Y no asoma porque quien habla es María Antonia Abad, la mujer de rompe y rasga, la española de pura cepa, sin velos que oculten sus pensamientos…
-¿Ha olvidado su pasado?
-Si el presente y el futuro son buenos, ¿por qué voy a recordar el pasado, que fue malo?
-Sara, ¿cómo se desenvuelve usted en sociedad?
-Sé por dónde viene la pregunta. Hay personas que dicen que no sé comportarme en sociedad… Bueno, será en la sociedad particular de quienes se meten conmigo. Y como esas personas no me interesan en absoluto…
-¿Quién se declaró a quién? ¿Su marido a usted, o…?
-Mi marido a mí. Pero si hubiera sido al revés, no habría tenido importancia. Al menos para nosotros.
-Se comenta que su marido tiene algunos años menos que usted…
-¿Desde cuándo el corazón y los sentimientos cumplen años?
¡Bravo, María Antonia! Lo confieso: empecé preguntándola sobre su viaje de luna de miel con objeto de dar después un viraje hacia aspectos más íntimos, no para escarbar en ellos, sino para poner los puntos sobre las íes de algunos comentarios que han circulado por ahí. Y María Antonia los ha puesto, y bien.
Han transcurrido un par de horas. Sara y su marido saldrán a cenar. Sara, siempre sin pose y sin jugar a las metamorfosis, que acompaña hasta la puerta del piso. Voy a dejar atrás una Sara distinta; una Sara feliz, ya en su verdadero camino de mujer y esposa; dispuesta a trabajar más y mejor que nunca; ya con los pies sobre el suelo, el corazón en su sitio y la cabeza muy erguida…
Y, sobre todo, sin tratar jamás de disimular, ni al hablar, ni al reír, ni al pensar, que es una mujer española de la Mancha que se llama María Antonia Abad. ¡Hay que ver lo que da de sí una mujer verdaderamente feliz!

Reportaje HEBREO SAN MARTIN
Fotos WÁGNER


LA FOTO CLXII


Nuestra bellísima estrella en una escena de 'Samba', película que rodó en 1964, y a cuyo regreso del rodaje en Brasil contrajo matrimonio con 'Chente'. 

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