LA ACTRIZ Y SU PROMETIDO CAMBIARON
REPENTINAMENTE DE PARECER
LA INESPERADA BODA DE
SARA MONTIEL
CON JOSE VICENTE RAMIREZ OLALLA Y SUS CAUSAS
Sara, después del repentino anuncio de su boda, posa para nuestros lectores luciendo su traje nupcial regalo de José Vicente. Un modelo de Balmain, de encaje bordado a mano en oro y plata.
Es de suponer
que las líneas que siguen causarán el asombro de los seguidores de LECTURAS,
por cuanto hace dos semanas se publicó en estas mismas páginas, y por cierto
con gran alarde porque era noticia exclusiva, que Sara Montiel retrasaba su
boda. Al enterarme después de una llamada urgente de Sara a la redacción, de
que, por el contrario, la ceremonia se adelantaba mucho más de lo previsto, y
movido, sobre todo, por el interés de facilitar auténtica información, me
personé en casa de nuestra famosísima estrella. En efecto, cuando estas líneas
se publiquen, Sara Montiel habrá contraído matrimonio con don José Vicente Ramírez
Olalla, en la iglesia española de Nuestra Señora de Montserrat de Roma.
El súbito cambio
en sus planes me lo va a explicar la propia interesada:
-Las
circunstancias de trabajo, el rodaje de mi próxima película, ‘Perdida’, me
obligaron a aplazar, como dije, la boda. Pero ahora es la película la que, por
ciertas dificultades, especialmente el no disponer de ‘plató’ en París por lo
menos hasta dentro de un mes, son las que, por carambola, nos han hecho
precipitar la ceremonia. Todo se ha arreglado en pocos días, y mañana mismo, a
las tres de la tarde, salgo para Roma, donde ya está mi novio esperándome.
Ante el encanto,
la gracia y la belleza de Sara Montiel, cualquiera es capaz de desarrugar el
ceño. Y la conversación continúa por cauces normales.
-Hemos
elegido Roma como pudo ser otra ciudad cualquiera. Claro que nos casamos, como
aquél que dice, en terrero español, en la misma iglesia donde está enterrado un
compatriota: Su Majestad don Alfonso XIII.
Y Sara, que se
encuentra nerviosísima, con ‘siete gatos en la barriga’, me sigue explicando
los pormenores de la ceremonia.
-Será
padrino, en representación de los padres de José Vicente, su hermano mayor,
Luís, y madrina, mi madre. ¡A esta no le quito yo esa ilusión por nada del
mundo!
El conjunto nupcial de Sarita se complementa con un collar de platino y brillantes y una gran sortija de topacio blanco.
-¿Qué será este
día para Sara Montiel?
-Puedo
asegurarle una cosa: hasta ahora no he sabido lo que es ser una mujer feliz.
Comencé mi carrera artística y en ella obtuve éxitos que sería tonto negar con
una falsa modestia. Pero como María Antonia Abad Fernández, es ahora cuando me
siento plenamente yo y feliz.
-¿Se van a Roma
por evitar los inconvenientes de la popularidad?
-No
sé… Yo quiero darle a José Vicente, ese día, por lo menos uno de tranquilidad,
que sea algo íntimamente nuestro. En Roma hay colonia española y creo que
algunos acudirán a vernos; pero aquí ¿comprende? Hubiera sido distinto.
Y ahora hablamos
un poco de trapos: el traje que Sara Montiel lucirá en la ceremonia, es de
encaje bordado a mano en oro y plata. Tan sutil, tan increíblemente delicado,
que el conjunto de vestido y abrigo no pesará arriba de ciento cincuenta
gramos. Esta creación, única de Pierre Balmain ha sido el regado le boda de
José Vicente, quien, desde luego, tuvo gusto para saber elegir… El conjunto se
complementará con las alhajas que Sara Montiel luce en las fotos que ilustran
este reportaje: un collar de platino y brillantes y una gran sortija de topacio
blanco. Completando todo, un sombrero, también increíblemente ligero, forrado
de tul, de grandes alas y con una flor sobre la sien izquierda. La novia
calzará zapatos de raso gris-blanco.
Un primer plano de la gran actriz española.
-Viaje de
novios. Itinerario y duración.
-Duración,
apenas un mes, porque no disponemos de más tiempo, ya que en seguida tengo que
continuar trabajando. Itinerario, se cuenta en pocas palabras: daremos la
vuelta al mundo.
-¿Se lleva mucho
equipaje?
-Lo
menos posible, porque pienso ir comprando cositas por ahí y traerme varios
recuerdos para nosotros, para el hogar y para algunos amigos.
-¿Quiénes
asistirán a la boda?
-Mis
hermanas, sus maridos, mi hermano y su mujer, mi sobrina Toñi, y mis dos
médicos, el de cabecera, don Carlos Estebáñez, y el otorrinolaringólogo, doctor
Puente. Dos eminencias y dos magníficos amigos que tienen el detalle de
desplazarse desde aquí hasta Roma para asistir a mi enlace.
Son más de las
once de la noche. Sara Montiel se ve obligada a atender a innumerables llamadas
telefónicas, porque la noticia, por lo imprevisto, ha cogido a todo el mundo de
sorpresa. Pero aunque se ven en su rostro las huellas de la fatiga, continúa atendiéndome
con extraordinaria amabilidad. Todavía faltan por enviar a su futuro hogar
–Plaza de España, 11- algunos de los regalos de boda recibidos a última hora,
muchos de ellos precipitadamente. Bandejas de plata, una vajilla china,
alfombras, utensilios caseros… Sus maletas –esas maletas que ya tanto han
viajado- esperan, con las bocas abiertas, el ser completadas. Dentro de unas
horas acompañarán a su dueña en un viaje singular, aquel en el que parte en
busca de una felicidad que –ella misma lo ha confesado a través de estas
líneas- nunca le había llegado plenamente como mujer.
Sara en el aeropuerto de Barajas momentos antes de tomar el avión para Roma, donde ya la aguardaba su prometido José V. Ramírez Olalla.
Y nada más. Aquí
queda, plenamente justificada, la rectificación de la noticia que dimos
recientemente sobre el aplazamiento de su boda. Las circunstacias mandan, y
ella tiene ahora todo un mes por delante para vivirlo en la intimidad de su
nuevo estado.
HOY ES LA SEÑORA DE RAMIREZ OLALLA
SARA MONTIEL
SE CASO EN ROMA PARA EVITAR QUE SU BODA FUERA UN
ESPECTACULO
A la sencilla ceremonia, Sarita invitó tan solo a
unas doce personas, prescindiendo de sus amigos del cine, a fin de que la boda
no perdiera su carácter íntimo.
Pocas horas
después del enlace Sarita y ‘Chente’ partieron en viaje de novios hacia el
Japón, la India, islas Hawai y Nueva York
Sara Montiel -María Antonia Abad- y José Vicente Ramírez Olalla, durante la ceremonia de su enlace.
Eligió Roma
porque no quería que su boda se convirtiera en un espectáculo como había sido
su vida hasta entonces. Seleccionó cuidadosamente sus invitados, que no pasaron
de diez, y excluyó la representación cinematográfica para que la ceremonia no
perdiera su carácter íntimo.
Hasta en el hotel
se inscribió con su nombre de pila: María Antonia Abad, para despistar a los
‘paparazzi’ romanos que andaban buscándola.
Ella, siempre
tan espectacular y bullanguera, ha querido la intimidad para el primer paso
serio que ha dado en su vida y lo ha hecho con dignidad y conciencia de estilo.
Sarita Montiel, la ‘ragazza di la violetta’, como la llaman en Roma, se ha
convertido, por obra y gracia de un matrimonio como Dios manda, en la señora de
Ramírez Olalla, don José Vicente.
No ha querido
acordarse de ‘Sara Montiel’, por ello ha prescindido de sus amigos del cine. En
la iglesia de Montserrat de Roma ha sido sólo María Antonia Abad Fernández, una
muchacha de los Campos de Criptana que ha venido a casarse a Roma, la cuna de
la cristiandad.
Los noviosy los padrinos. De izquierda a derecha: el padrino, don Luís Ramírez Olalla, hermano del novio; los contrayentes, y la madrina, madre de Sara Montiel. Al fondo, el embajador de España en Roma, señor Sánchez Bella y su esposa, el cual actuó como testigo.
La víspera de su
encla matrimonial María Antonia y ‘Chente’, los novios, se casaron por lo civil
en la alcaldía de Roma. A solas. Sin invitados ni fotógrafos. Confundidos entre
muchas parejas de novios anónimos que iban a lo mismo. Antes habían oído misa y
comulgado.
-Soy
una mujer nueva –me
diría horas después aún embargada de emoción- una
mujer feliz y, lo que es mejor, hoy y mañana serán los días más felices de toda
mi vida porque, aunque a la gente le extrañe, María Antonia Abad nunca fue
feliz con Sarita Montiel.
Hablaba con
sencillez, con sinceridad y espontáneamente; como una chiquilla ilusionada.
En el saloncito
de su ‘suite’, en el Hotel Excelsior, de la Via Venetto, estaba su traje de
novia. En una cajita la alianza de platino y brillantes y en otra, más grande,
el aderezo de rubíes y brillantes.
En el armario,
una docena de trajes. Algunos de Dior, otros de Balmain y el resto de Inés
Higueras.
-No
he querido traer más, ya que pienso comprarme muchas cosas en el viaje de
novios.
Y qué viaje. De
Roma directos a Moscú y de aquí a Japón, la India, Hawai y Nueva York.
La noche
anterior a su boda Sarita y ‘Chente’ dieron un romántico paseo en una ‘manola’
por los alrededores de Roma, inadvertidos, como dos turistas o lo que es mejor
como una pareja de enamorados.
El día de la
boda Sarita madrugó como no había madrugado en su vida. A las siete ya estaba
en pie; a las ocho, vestida con su traje de novia, y a las nueve y media
esperando en la puerta del hotel a que viniera el coche a recogerla para
llevarla a la iglesia, donde ya esperaban impacientes ‘Chente’ y la docena de
invitados.
Acompañada por el padrino don Luís Ramírez Olalla, hermano del novio, Sara Montiel aguarda la llegada del automóvil que la conduciría a la iglesia de Nuestra Señora de Montserrat.
Sarita en el momento de su llegada a la iglesia donde se celebraría la ceremonia de su boda. Aparece junto a un pequeño grupo de invitados, familiares de su prometido, y del brazo del padrino, su futuro cuñado.
A la puerta de la iglesia las hermanas de Sarita y otros invitados aguardan la llegada de la novia. A la derecha, el novio, José Vicente Ramírez Olalla.
Otro grupo de invitados con la madre de Sara Montiel y el novio, en el centro. La novia llegó a la iglesia de Nuestra Señora de Montserrat con media hora de retraso.
Sarita y 'Chente' en dos instantáneas obtenidas durante la ceremonia de su enlace matrimonial. La célebre actriz sostenía un precioso ramito de orquídeas de color violeta. El traje de novia que lucía Sara Montiel vale más de ciento veinte mil pesetas.
Mientras Sara
esperaba cruzó ante ella el famoso pianista Rubistein que se quedó mirándola, y
es que María Abad estaba muy guapa con su traje de novia.
En las manos un
ramito pequeño de orquídeas color violeta.
Con media hora
de retraso llegó a la iglesia. La mitad por el retraso del coche y la otra
mitad porque el hotel está muy lejos de la iglesia.
Cuando Sarita
llegó ya estaban todos los que tenían que estar. Ni uno más porque no hubo tan
siquiera curiosos. En un lugar destacado al lado del Evangelio nuestro
embajador y la señora de Sánchez Bella. Frente a ellos, los testigos, vizconde
de Tuy, marqueses de Santa Rita, don Ignacio Balenciaga, el doctor Azcona y don
Pedro Juez.
Como invitados
estos mismos y, además, Antonio, Elpidia y Ángeles, hermanos de María Antonia;
los señores de Gómez Acebo, los condes de Santa Engracia y pare usted de
contar.
De padrino Luís,
hermano de José Vicente, y de madrina la madre de María Antonia.
A pesar de ser
Sarita una gran actriz dramática no lloró, como lloran todas las novias. Es
más, no dejó de sonreír un momento. Su ‘sí’ fue un sí rotundo, claro y sereno.
El de él, un poco nervioso, más quebrado, más bajo…
Dos veces, a lo
largo de la ceremonia, Sarita cogió las manos de ‘Chente’ y se las apretó.
Hubo plática,
misa y comunión y finalizada la ceremonia María Antonia besó amorosamente a su
esposo. Eran ya marido y mujer, después quiso besar a su madre, pero ésta se
arrojó a su cuello con tanta emoción que se le cayó el sombrero.
Sarita, antes de
abandonar la iglesia, depositó su ramo de orquídeas en la tumba que guarda los
restos del último rey de España, Alfonso XIII, que reposa en la iglesia de
Nuestra Señora de Montserrat; y después,
una vez firmada el acta de la ceremonia, no tuvo apenas tiempo de cambiarse de
vestido. Eran las doce menos cuarto y a las doce habían de acudir al Vaticano.
Sarita apareció luciendo ahora un vestido negro y tocada con la mantilla
española y sin posar apenas para los fotógrafos se perdió en la gran ciudad
camino de San Pedro.
JAIME PEÑAFIEL
Europa Press en
exclusiva para LECTURAS
EL RECORTE CLXII
Boda sorpresa y espectacular viaje de novios por medio mundo. Ocasión que sirvió a Sara para adquirir valiosos recuerdos que mostró en miles de posados. Tele Radio, en su número de 22 a 28 de Junio de 1964, recogía esta entrevista realizada a la actriz recién llegada de su ¿luna de miel?
-Si mi presente y mi futuro son buenos, ¿por qué voy
a recordar el pasado que el malo?
LA VUELTA AL MUNDO DE
SARA MONTIEL
Uno se encuentra
a gusto en el piso de los señores de Ramírez Olalla. Vive el flamante
matrimonio en la calle de San Bernardo, ya cerca de la glorieta de Quevedo; en
el corazón de ese Madrid que no es ni el viejo ni el moderno, pero que es,
indudablemente, el Madrid por antonomasia. Los señores de Ramírez Olalla viven
en la última planta del inmueble. Me gusta el piso de los señores de Ramírez
Olalla. Me gusta porque no es un piso presuntuoso. ¡Y bien que podría serlo!
Más bien parece el piso de una familia de la clase media acomodada. Es
recogido, acogedor, confortable, sin detalles superfluos… Se ve que sus dueños
no han pretendido epatar a nadie.
-Ahora
sale Sarita.
Me lo ha dicho
la sobrina de nuestra primera ‘estrella’. Bien saben nuestros lectores, al
menos los que me lean con cierta asiduidad, que me repelen los calificativos
rimbombantes, las adulaciones sin ton ni son, los piropos en serie, etc. Pero
un servidor de ustedes está convencido, y con pruebas en la mano, que el cine
español sale al mundo con un nombre: Sara Montiel. Su nombre es el único que
verdaderamente es popular más allá de nuestras fronteras, y en gran escala. Nos
guste o nos disguste. A mí, ¿por qué no?, me gusta. Al fin y al cabo, Sara
Montiel es española por los cuatro costados. (Sara Montiel, como veremos más
adelante, sigue siendo María Antonia Abad, una mujer española, con sus virtudes
y sus defectos, que por gajes del destino se convirtió en ‘estrella’ de cine.)
“En Japón me conocen hasta los gatos”
Sara viste con
suma sencillez. Hace calor y no hay por qué entregarse a exhibicionismos
estúpidos. Una falda, un ‘sweter’, una sonrisa…
-¿Repetiría el
viaje alrededor del mundo?
-Si
ello fuera posible, lo repetiría… unas cuantas veces más. Al fin y al cabo,
hemos dejado de ver muchas cosas. Pero hay que trabajar, para no perder la
costumbre. Por eso nos hemos limitado a viajar durante mes y medio.
-¿Qué medios de
transporte han utilizado?
-El
avión, siempre el avión. ¡Demasiado avión!
Lo bueno que
tiene Sara Montiel –creo que ahí está la clave de su éxito- es su sinceridad.
Siempre se saca a relucir la sinceridad de las ‘estrellas’. Es una virtud
desvalorizada, pero en este asunto yo me lavo las manos. Sí, eso es lo bueno de
Sara Montiel, que sigue siendo María Antonia Abad. María Antonia no tuvo la
suerte de pasar por la Universidad, sus estudios son mínimos, desde muy pequeña
tuvo que enfrentarse a la vida… Por eso, si María Antonia era en ciertos
aspectos una mujer de rompe y rasga, Sara lo sigue siendo. Es espontánea,
castiza, no dice que ha leído a Kafka porque no es verdad; ni tiene a
Montesquieu en su biblioteca para aparentar que lo ha estudiado y asimilado.
Sara Montiel se ofrece al periodista, a su público, tal cual es: María Antonia.
-¿Lo que más la
ha satisfecho del viaje?
-Mi
estancia en Japón. Visité este maravilloso país hace un par de años, cuando me
entregaron el Disco de Oro. Japón me entusiasma por su colorido, su exotismo… Y
para mí ha sido una satisfacción descubrir que allí me conocen hasta los gatos…
Me veo obligado
a resumir las respuestas. Sara habla y habla… Lo hace con el mismo
apasionamiento y espontaneidad del niño que refiere a los amigos las inauditas
aventuras que ha leído en el primer libro que le han regalado en su vida…
-Hawai
apenas me sorprendió. Al fin y al cabo, estoy muy acostumbrada a las islas del
Caribe. Cualquiera de estas islas es igual o más bonita que las de Hawai.
“Hollywood parece un cementerio”
No seguimos un
orden cronológico. Realmente, Sara habla y lo escucho y apunto.
-¿Y Estados
Unidos?
-Bueno,
realmente a Estados Unidos fuimos por dos razones: por visitar Hollywood y el
pabellón español en la Feria de Nueva York.
El rostro de
Sara se entristece al decir:
-¡Qué
desilusión sufrí al visitar Hollywood!
Exactamente como
si todavía no diera crédito a lo que vio. Y añade:
-Yo
trabajé en Hollywood hace algunos años, cuando hice ‘Veracruz’. La meca del
cine era la auténtica fábrica de ilusiones. Pero ahora parece un cementerio.
Incluso los estudios de las grandes compañías están cerrados. Luego me enteré
que la Fox estaba vendiendo parte de sus terrenos. Sólo la Universal produce
algunas películas. Hollywood ya no existe…
-¿Cuántas
películas saldrán este año de Hollywood?
-No
más de veinticinco. ¡Y años atrás producía hasta cuatrocientas!
-¿A qué se debe
esa situación dramática? ¿A la competencia de la televisión?
-No,
porque la televisión norteamericana es muy mala. Se debe, sencillamente, a que
la mayoría de los norteamericanos se levantan a las cinco y media de la
madrugada para llegar a sus oficinas a las ocho. No regresan a sus casas hasta
pasadas las siete o las ocho de la noche. Sólo piensan en descansar. Hollywood cometió
el error, durante estos últimos años, de producir películas muy vulgares. Y así
no hay manera de sacar a la gente de casa. Y por otra parte, el cine europeo ha
arrebatado las taquillas al norteamericano.
Insisto en la
espontaneidad de Sara Montiel. Parece que cuenta sus impresiones no al
periodista, sino al amigo. Menos mal que su rostro vuelve a resplandecer cuando
opina sobre el pabellón español en la Feria de Nueva York.
-Sin
discusión: es el mejor pabellón de la Feria. Incluso mejor que el japonés, que
es algo serio. Nuestro pabellón está volviendo locos a los norteamericanos.
¡Como será, que ya me lo habían dicho en Copenhague!
“El nivel de vida en los países escandinavos es
asombroso”
También ha
recorrido Sara el norte de Europa.
-¡Jamás
he visto países tan adelantados como aquéllos! El nivel de vida es muy alto,
pero igual para todos. Parece que no hay clases sociales.
Me habla de
otros países, de otras experiencias, y de lo que no vio y le gustaría haber
visto… Y de Rusia.
“¡Qué frío pasé en Rusia!”
Los Ramírez
Olalla permanecieron catorce días en Rusia. Muy pocos días para visitar aquel
inmenso país. La excursión se limitó a Moscú, Leningrado y algunas otras
ciudades. Más tarde recorrieron algunos países satélites. En todos entraron y
salieron con absoluta libertad, a excepción de Hungría y Alemania Oriental,
donde al parecer, no todo el monte es orégano. ¡Con lo que le hubiera gustado a
Sara visitar Budapest!
-Praga
es una ciudad fantástica. Algo así como un sueño…´
-¿Cómo la
trataron en Moscú?
-Magníficamente.
Me dijeron que el recibimiento que me dispensaron había superado al de Marlene
Dietrich. Me homenajearon varias veces, una de ellas en el teatro Bolchoy,
donde se estrenó ‘La violetera’. Y en los estudios moscovitas, que son impresionantes,
donde, por cierto estaban rodando una nueva versión de ‘Guerra y paz’.
-¿Qué tal por
Moscú?
-¡Uf,
que frío pasé, hijo mío!
-¿Qué tal los
moscovitas?
-Es
buena gente, aunque da la impresión de que nadie es joven. No sé si será por
culpa de las vestimentas, nada modernas, o del clima, pero parece que en Moscú
no hay jóvenes.
-¿Lo que más le
impresionó de la capital rusa?
-El
Metro. Es algo fantástico. Excesivamente suntuario, por supuesto…
“Dicen por ahí muchas cosas de mí”
La conversación,
amistosa y cordial, se prolonga más de la cuenta. Opto por guardar las
cuartillas. ¿Para qué más detalles si todo lo que yo diga sobre el viaje de
Sara Montiel, que no sea un libro completo, será pobre?
Sin embargo,
también decía anteriormente que Sara ha iniciado una nueva y trascendental
etapa de su vida. Y como estamos en el terreno de la espontaneidad, la
pregunto:
-¿Seguirá
cantando?
-¿Por
qué voy a dejar de cantar si al hacerlo gano mucho dinero? Es como si El
Cordobés le dicen que deje los toros y se dedique al fútbol.
-Dicen…
-Dicen
por ahí muchas cosas de mí. Y a veces me irrita que no me dejen tranquila. Por
ejemplo, cuando me preguntan con rintintín: “¿Qué haces para conservarte tan
bien?” Yo estoy tentada de contestar: “Pues tener treinta años estupendos”. Y
serán estupendos mis cuarenta. Y los cincuenta. Porque yo nací estupenda…
¿Estoy guapa en mis últimas películas?
-¡Ya lo creo!
-Pues
ya verán algunos y algunas cuando me vean en ‘Samba’, que es mi última
película. ¡Estoy más guapa que en las anteriores!
¿Hace falta
decir que la vanidad no asoma ni por casualidad en las palabras de Sara
Montiel? Y no asoma porque quien habla es María Antonia Abad, la mujer de rompe
y rasga, la española de pura cepa, sin velos que oculten sus pensamientos…
-¿Ha olvidado su
pasado?
-Si
el presente y el futuro son buenos, ¿por qué voy a recordar el pasado, que fue
malo?
-Sara, ¿cómo se
desenvuelve usted en sociedad?
-Sé
por dónde viene la pregunta. Hay personas que dicen que no sé comportarme en
sociedad… Bueno, será en la sociedad particular de quienes se meten conmigo. Y
como esas personas no me interesan en absoluto…
-¿Quién se
declaró a quién? ¿Su marido a usted, o…?
-Mi
marido a mí. Pero si hubiera sido al revés, no habría tenido importancia. Al
menos para nosotros.
-Se comenta que
su marido tiene algunos años menos que usted…
-¿Desde
cuándo el corazón y los sentimientos cumplen años?
¡Bravo, María
Antonia! Lo confieso: empecé preguntándola sobre su viaje de luna de miel con
objeto de dar después un viraje hacia aspectos más íntimos, no para escarbar en
ellos, sino para poner los puntos sobre las íes de algunos comentarios que han
circulado por ahí. Y María Antonia los ha puesto, y bien.
Han transcurrido
un par de horas. Sara y su marido saldrán a cenar. Sara, siempre sin pose y sin
jugar a las metamorfosis, que acompaña hasta la puerta del piso. Voy a dejar
atrás una Sara distinta; una Sara feliz, ya en su verdadero camino de mujer y
esposa; dispuesta a trabajar más y mejor que nunca; ya con los pies sobre el
suelo, el corazón en su sitio y la cabeza muy erguida…
Y, sobre todo,
sin tratar jamás de disimular, ni al hablar, ni al reír, ni al pensar, que es
una mujer española de la Mancha que se llama María Antonia Abad. ¡Hay que ver
lo que da de sí una mujer verdaderamente feliz!
Reportaje HEBREO SAN MARTIN
Fotos WÁGNER
LA FOTO CLXII
Nuestra bellísima estrella en una escena de 'Samba', película que rodó en 1964, y a cuyo regreso del rodaje en Brasil contrajo matrimonio con 'Chente'.
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