(Agradecemos a Violeta Riscal el envío de esta revista)
Lágrimas de
SARA MONTIEL
en Orihuela
EL PUEBLO EN QUE CRECIO LE RINDE HOMENAJE
Sara (María Antonia Abad) canta “La Violetera” a
unas monjitas
Sarita corresponde a las aclamaciones del público de Orihuela. Comenzó a cantar, y la canción se convirtió en un llanto emocionado.
Sarita Montiel
ha vuelto a ser María Antonia Abad. Aquella María Antonia que el año 42
abandonaba el pueblo de Orihuela para convertirse años después en la que habría
de ser Sarita Montiel.
María Antonia
Abad ha vuelto de nuevo a su pueblo, no el pueblo que la vio nacer, sino el
pueblo que la vio crecer, allá en la calle del Vado, donde su padre tenía un
pequeño almacén de vinos como buen hombre manchego.
-Pero
no crea que mi padre era un vendedor al por mayor, sino un hombre que vendía
sólo para ir tirando, hasta tal punto, que mis hermanos y yo teníamos que
cambiar botellas de vino por boniatos y coles para ayudar a casa.
La placa en la que el Ayuntamiento hace constar su tributo de simpatía a la famosa "estrella" del cine y la canción.
María Antonia
Abad ha vuelto al pueblo que fue testigo de su Primera Comunión, de sus años de
colegiala en las escuelas de las Dominicas, donde ella asistía a las clases de
las alumnas que sólo pagaban veinte pesetas y que la separaban socialmente de
aquellas otras pudientes, de clase acomodada y que hoy presumen de haber sido
sus compañeras.
María Antonia
Abad ha vuelto a recorrer, en un impresionante ‘Mercedes’ descapotable, el
camino que recorría cuando pequeña, desde el pueblo a la estación para bajar
las pipas de vino que iba doblando; María Antonia Abad ha subido desde su
pueblo hasta la Fuensanta, allá en el monte, para postrarse de rodillas ante la
Virgen por quien ella recorrió a pie la distancia que separa Orihuela de
Murcia, para asistir a su Romería.
Y todo esto ha
sido una ‘visita sin rencor’. Porque el motivo de este regreso, de esta vuelta
jubilosa, ha tenido una emotiva significación para Sarita, ya que ‘su’ pueblo
la ha nombrado hija adoptiva, hija predilecta.
Desde su coche descapotable, María Antonia Abad responde a las aclamaciones de la multitud.
La entrada en
Orihuela será algo que Sara Montiel no olvidará jamás. Precedida por motoristas
que hacían sonar sus sirenas y montada en un coche descapotable junto al
alcalde, María Antonia Abad se dirigió por las calles engalanadas hasta la
iglesia donde una inmensa multitud, el pueblo en masa y en pleno, la aguardaba
para tributarle su homenaje de simpatía. Había colgaduras en los balcones, y
pancartas cruzando la calle que gritaban a los cuatro vientos el nombre
artístico de María Antonia Abad: “Orihuela a Sara Montiel”.
La entrada en la
iglesia de Montserrate fue algo indescriptible. Emocionante. Casi llevada en
volandas por todos aquellos que la vieron corretear por Orihuela muchos años
atrás, Sarita Montiel entró en el templo entre vivas y aplausos. En sus manos,
muy apretado, un ramo de claveles rojos para ‘su Virgencica’. Cuando al fin
pudo llegar al altar mayor, María Antonia Abad cayó de rodillas y rompió a
llorar…
Nuevas lágrimas de Sara, en el acto de homenaje que le fue rendido por el Ayuntamiento.
La salida fue
aún mucho más vibrante que la entrada. Hubo momentos en que se temió por la
persona de María Antonia. Todo el mundo la estrujaba, todas las que fueron sus
amigas querían besarla… Pero al fin y duras penas pudo subir de nuevo al coche
y emprender la marcha triunfal por las calles de Orihuela, rodeada de una
multitud que dificultaba la marcha de la comitiva. Cuando ésta entró en la
plaza del Ayuntamiento, se produjo tal explosión de júbilo que Sarita, de pie
en el coche, hubo de saludar durante minutos y minutos a todos los que le
aclamaban.
En el salón de
sesiones de la Casa Consistorial se encontraba el Ayuntamiento en pleno, que le
dio la bienvenida, procediendo el alcalde a hacerle entrega de una sencilla
placa con el nombramiento de hija adoptiva.
Mientras María
Antonia descansaba, un recadero se personó en el Ayuntamiento para entregarle
una tarjeta. Esta tarjeta provenía de un convento de clausura: el de las Madres
Dominicas, cuya priora, en nombre propio y en el de la comunidad, le pedía
humildemente que, ante la imposibilidad de poderse sumar personalmente al
homenaje, las visitara, ya que ‘en esta comunidad
hay varias monjitas que te conocieron cuando tú eras pequeña y algunas de las
cuales fueron compañeras tuyas de colegio y de juegos’.
Esta vez sí pudo cantar. Y lo hizo para las Madres Dominicas, a las que dedicó su creación de 'La Violetera'
María Antonia no
lo pensó más, y despidiéndose del alcalde y demás concejales, abandonó el
edificio y se dirigió al convento.
Pocos tuvimos la
suerte de estar presentes en este acto, íntimo, emotivo e inolvidable, y que
puede considerarse como el más sincero y el más valioso que jamás Sara Montiel
haya protagonizado.
En el locutorio
alto, y sin más testigos que el marido de María Antonia, don José Vicente
Ramírez Olalla, y este periodista, Sara Montiel cantó para las dieciocho
monjitas que se encontraban tras la doble hilera de rejas, ‘La Violetera’.
Por vez primera
aquellas dieciocho monjitas no eran extras de cine, sino auténticas monjitas;
las rejas no eran un decorado de madera y cartón, sino de hierro, y Sara
Montiel, por una vez, no fue Sara Montiel, sino la humilde María Antonia Abad,
aunque vistiera un impresionante abrigo de visón blanco y en sus dedos, que
aprisionaban nerviosamente los hierros de la clausura, luciera un brillante de
tres millones y medio de pesetas.
Un buen ramo de flores a la Patrona del pueblo, en el templo donde hiciera su Primera Comunión.
Pero yo, que me
encontraba muy cerca, puede apreciar que para la famosa estrella en aquel
momento no importaba nada que no fueran aquellas monjitas también vestidas de
blanco que escuchaban los compases de ‘La Violetera’. Cuando la canción
terminó, en los ojos de María Antonia había lágrimas que estropeaban su
maquillaje, mientras que las monjitas aplaudían emocionadas. Puedo decir que
jamás Sara Montiel cantó como lo hizo en aquel momento…
Antes de
despedirme, Sarita Montiel introdujo su mano por los hierros de la clausura y
entregó un buen puñado de billetes de los ‘verdes’ a la priora del convento…
Aquello coronaba
una visita que bien puede llamarse ‘la visita del amor’.
JAIME PEÑAFIEL
EL RECORTE CLXV
Convertida ya en toda una estrella, los '60 fueron para Sara el reencuentro con sus humildes orígenes. No sólo el homenaje en Orihuela, las visitas a su pueblo natal, Campo de Criptana, empezaron a ser muy frecuentes. Una muestra es este reportaje de Septiembre de 1963, que publicara la revista Lecturas.
SARA MONTIEL
en su pueblo natal
Sara Montiel
ante el portal de la casa donde la vio nacer. La elegancia de la actriz,
demostrada en esta fotografía, al vestir este precioso vestido largo, causó la
admiración de sus paisanos, los cuales prorrumpieron en vítores y aplausos
hacia la actriz.
Pero antes de
partir, Sarita Montiel, cuyo verdadero nombre es María Antonia Abad Fernández,
ha querido visitar su pueblo, el pueblo donde nació: Campo de Criptana. Allí
posee innumerables familiares a los que ella adora y quiere. Solamente una tía
suya es madre de diecinueve hijos, por los que Sara siente una gran predilección.
Aquí la vemos en la habitación donde nació.
Reunida en la
mesa con los más íntimos de la familia y nuestro corresponsal, Sara Montiel
goza de una comida familiar. La artista cinematográfica es hija de un modesto
campesino manchego ya fallecido. A los doce años, Sara Montiel abandonó Campo
de Criptana para trasladarse a Madrid, donde reside actualmente en compañía de
su madre.
Sarita se deja
fotografiar en compañía de los familiares que viven en Campo de Criptana y a
los que ella misma ha confesado les profesa un gran cariño. A su izquierda se
hallan las dos hermanas de la actriz, Ángeles y Elpidia. La vocación artística
que sintió Sara al principio fue la de la música; ella quería ser cantante de
ópera, pero desgraciadamente no pudo terminar los estudios. Sara Montiel está
comprometida con don José Vicente Ramírez Olalla, que ocupa un alto cargo en la
SEAT, y con quien piensa contraer matrimonio a primeros de año.
Con la
naturalidad de la que sabe posee una belleza natural, Sara Montiel nos ofrece
este primer plano. Jamás podrá olvidarse la primera película que realizó en
España, después de su regreso de Hollywood, titulada ‘El último cuplé’. Una
sola película bastó para encumbrarla como la actriz española de más
posibilidades.
Cuatro momentos
felices de la estancia de Sarita en su pueblo natal de Campo de Criptana.
Despreocupándose de todo cuanto se relaciona con el cine, Sarita ha procurado
recorrer todos los lugares que tan familiares le fueron en su niñez; así en
algunos lugares de Campo de Criptana se la vio, emocionada, soltar algunas
lágrimas, principalmente cuando se halló delante de la casa donde naciera. Sara
es la menor de cinco hermanos, de los cuales uno falleció a los veintiséis años
de edad.
En plena época
de vendimia se halla ahora Campo de Criptana. Sarita no vacila en fotografiarse
junto a unos apetitosos racimos de uvas del campo manchego, a una prensa manual
o a una típica tinaja.
(Reportaje de nuestros corresponsales Campos Tejón y
Cuadros)
LA FOTO CLXV
Otro momento apoteósico del homenaje que Orihuela rindió a la estrella (Foto de Agencia EFE)
No hay comentarios:
Publicar un comentario