“CIENTO Y LA MADRE PATRIA”
UNA OBRA INSOLITA PARA
SARA MONTIEL
“YO SOY DEMOCRATA DESQUE QUE TENGO USO DE RAZON”
“NOS HAN DENEGADO LA ANULACION DE NUESTRO
MATRIMONIO, PERO MI MARIDO Y YO HEMOS RECURRIDO A ROMA”
A Sara Montiel
le impresionan siempre mucho las noticias tristes relacionadas con enfermedades
o desgracias; hoy está muy afectada por un triste suceso que le ocurrió a una
amiga suya. Sara es una persona muy sensible con el dolor de los demás y le
afecta muchísimo personalmente. Nos ha citado en casa de unos amigos donde se
hospeda siempre que viene a Madrid (Sara tiene su residencia fijada en Palma de
Mallorca); nos abre ella misma la puerta, pues ha salido todo el mundo. Viste
un traje de punto de color burdeos y está terminando de maquillarse.
-Es
que estoy con una cura de adelgazamiento porque tengo que bajar mi peso hasta
cincuenta y cuatro kilos, y estoy en sesenta. Es un régimen muy severo, aunque
no paso hambre; lo que ocurre es que el cutis y la cara están algo
desencajados, como es lógico cuando pierdes varios kilos en poco tiempo.
Pero Sara hoy
tiene una gran noticia que darnos. Tiene un ambicioso proyecto que pronto
llevará a escena. Por primera vez, Sara Montiel en teatro, no en ‘show’, sino
como actriz.
-Se
titula “Ciento y la Madre Patria” –dice Sara.
-Háblame un poco
de esto…
-Pues
que estamos todos muy ilusionados; sobre todo porque ¡fíjate!, es un triunfo el
haber conseguido tantos escritores tan fenomenales para el guión.
-¿De quiénes se
trata?
-Pues
Paco Umbral, que le han dado el Premio Nadal; Terenci Moix, el catalán
maravilloso; Cándido, Máximo, Forges, Chumy Chúmez, Carandell, Vicent, Vázquez
Montalbán, Coll y creo que también Summers. Están todos trabajando ya en el
guión.
-¿Y cómo se van
a conjuntar tantos escritores?
-Pues
el proyecto es escribir un guión que empiece en 1900 y termine en 1980. Este
período se reparte en décadas, y cada década pertenece a un escritor; la obra
la dirigirá Adolfo Marsillach. Cada escritor tiene libertad absoluta para
escribir lo que quiera.
-Es un proyecto
muy ambicioso…
-Muy
ambicioso y muy importante. Yo no había hecho nunca teatro en prosa, siempre he
cantado y, por primera vez, me voy a presentar con una gran ilusión. Yo quería
hacerlo con gente muy del día, muy del momento y actual, y más importantes y
actuales que estos escritores no existen. He tenido la suerte de que he reunido
a lo mejor.
-¿Por qué
quieres presentarte en teatro como actriz?
-Porque
es una ambición totalmente mía. No lo he hecho nunca y creo que el actor y la
actriz nunca tienen que pararse en un punto, pues hay que alcanzar metas más
altas.
-¿Podrás
resistir las dos funciones diarias?
-Pues
si he aguantado cantar treinta y una canciones diariamente, durante ocho meses,
pienso que sí…
RIESGO
-¿Has trabajado
anteriormente con Adolfo Marsillach?
-No,
nunca he tenido esa suerte, y cuando me decidí a hacer algo importante en
teatro pensé en él, porque me gusta mucho y creo que es uno de los mejores
directores del mundo.
-¿Y en qué va a
consistir tu papel?
-Pues
yo interpreto esas distintas mujeres que cada uno de estos escritores ha
creado.
-¿Arriesgas
mucho?
-Yo
y todos estos escritores, por supuesto. Ellos, su estilo, y yo, mi fama de
actriz de cine y musicalmente, que ya estoy más que descubierta. Salir al
teatro así por las buenas, por primera vez, para decir un texto muy importante,
es un riesgo muy grande. Pero me gusta, porque en la vida hay que tener algún
aliciente, ¿no?
Sara, entre Paco Umbral y Pepe Tous. Umbral participa también en la confección de esta obra que llevará por título "Ciento y la Madre Patria"
-¿Y si
fracasaras?
-Si
fracaso, mala suerte.
-¿Vas a lucir un
vestuario suntuoso?
-No
lo sé, pero no creo, porque hago de mujer de un albañil, una estraperlista, una
mujer de la vida muy graciosa, una señora muy sofisticada, una mística, una
mujer de clase media…
-¿Y para cuándo
va a ser el estreno?
-Pensamos
al principio estrenar el Domingo de Pascua, pero no es posible, porque hay que
mover mucha gente, más de cincuenta actores, un ballet… y Adolfo Marsillach no
da abasto. Así que será para septiembre.
-Hasta entonces,
¿qué harás?
-Primero,
ensayar, claro; también tengo una película por medio, que están dando al guión
otra vuelta, que le hacía falta. Si me da tiempo la rodaré, y, si no, me vuelvo
a presentar de nuevo en Nueva York, en el Lincoln Center, que tengo unos
contratos pendientes. Estoy terminando el ‘long-play’ que saldrá en breve con canciones
nuevas. Hasta hay una versión de ‘La patética’, de Beethoven, con arreglos
modernísimos de Gregorio García Segura y letra de José Tous; también una
canción italiana muy buena: ‘Yo no soy Magdalena’, y una inglesa, ‘The river
cry’ (‘El río llora’).
-Oye, Sara, ¿la
obra de teatro la financias tú?
-No;
el empresario es José Tous.
DEMOCRATA
Dejemos el
teatro para meternos en política. Unas recientes declaraciones de tipo político
de la gran Sara Montiel hicieron correr bastante tinta en algunas publicaciones,
cosa que Sara me dice ignorar completamente.
-Hace
tiempo he dicho que yo soy demócrata y lo vuelvo a repetir, porque yo soy
demócrata desde que tengo uso de razón. Me casé con un demócrata americano, y
lo sigo siendo. Lo he dicho en una entrevista recientemente, pero no sé por qué
la gente se sorprende. Ya en el año sesenta y cinco, y en una revista que
dirigía Montalbán, ‘Siglo XX’, se publicó esto. Entonces, además, yo estaba
casada, por lo civil, con Anthony Mann.
-¿Cómo marcha lo
de la anulación de tu matrimonio, Sara?
-La
anulación me la han denegado y hemos recurrido a Roma, mi marido y yo. Llevamos
diez años esperando.
-¿Por qué todo
cuanto tú dices tiene algo de polémico o se le saca punta?
-Tal
vez porque yo soy diferente a los demás.
-¿En qué
consisten esas diferencias?
-Pues
en mi personalidad, muy determinada. A lo mejor es que soy muy sincera, cosa
que he sido siempre y lo seguiré siendo, porque vale más ser eso que no
hipócrita.
-¿Estás a favor
o en contra del destape?
-Yo
tengo una teoría muy especial de la libertad de cada uno, quizá porque he
vivido muchos años fuera de España y porque sigo viajando mucho. Así que a mí
el destape no me dice nada. Comprendo que hemos estado aquí más de cuarenta
años llegando poco más de Alcorcón y, claro, ahora la gente se ha espabilado,
la juventud cosa que me alegra mucho, y no veo nada que me impresione. No estoy
ni a favor ni en contra; estoy en contra del mal gusto y a favor de lo
estético. Porque yo voy al Prado y veo la ‘Maja desnuda’, de Goya, y me parece
una maravilla.
LA FAMOSA LISTA
Y ya que
hablamos de estética y mal gusto, se me viene a la cabeza la famosa lista que
confeccionaron varios modistas, en la que incluyeron a Sara Montiel como una de
las peor vestidas.
Sara lo ha
tomado con buen humor.
-No
me he disgustado, ¿por qué? Tampoco me voy a sentir acomplejada. La opinión de
todo el mundo me parece bien. Como contraste, también todos vosotros, los
periodistas, me habéis elegido Premio Naranja como la persona más agradable y
más asequible a las entrevistas, y eso me enorgullece mucho más que lo que me
pueda disgustar que unos señores digan que visto mejor o peor. Pero lo de la
lista fue que metió la ‘pata’ Íñigo y les forzó a que declarasen eso y a
enfrentar a los modistas con las actrices, cosa que me pareció de muy mal
gusto. Yo me visto a veces en Lino y en Lucy, que es una modista maravillosa y
me hace los trajes de actuar.
Alicia FERNANDEZ
(Fotos Juan Gallego)
EL RECORTE CLXIX
Entre proyecto y proyecto, entre películas y discos... la vida personal de Sara Montiel tenía de todo menos estabilidad. Los '60 los cierra con un matrimonio roto y con miras a una nueva relación que aún escandalizaría a la sociedad española. El divorcio de Chente fue igual de duro que insólito. Sara figura entre las primeras estrellas que obtuvieron la nulidad eclesiástica. Ella misma responde con silencios a medias en esta entrevista de la revista Semana con fecha de 3 de Mayo de 1969.
SU GRAN CONFESION: “HE COMETIDO DOS GRANDES ERRORES
EN MI VIDA”
SARA MONTIEL
nos descubre su intimidad
“AUNQUE ME HE CASADO DOS VECES, COMPRENDO QUE HE
NACIDO PARA VIVIR SOLTERA”
La estrella, en su casa madrileña. Lujo, buen gusto y, sobre todo, comodidad. Aquí, María Antonia Abad se impone siempre a Sara Montiel.
Siempre deseé
conocer a Sara Montiel en su auténtica y verdadera dimensión de mujer. Y creo
que es un deseo muy extendido entre el público; entre ‘su’ público,
principalmente… ¿Cómo es ella lejos del ‘plató’ asfixiante, lejos de los focos
cegadores, más allá de ese mundo tentador y apasionante –el cine-, donde la
mujer y la actriz se entremezclan y confunden hasta crear una nueva y
desconcertante personalidad?
He buscado a
Sara Montiel en la intimidad de su casa. Ella me ha recibido con esa
cordialidad, modestia y hospitalidad de que siempre hace gala con las personas
que merecen su total confianza. Vive en la planta décima de un inmueble que se
asoma a la plaza de España. Desde la terraza trasera, la vista alcanza a ver
las crestas nevadas de la sierra madrileña. Me ofrece wihsky. Ella no bebe
alcohol. Ni poco ni mucho.
-Estoy
tomando unas vitaminas, ¿sabe? Para fortalecerme… A veces hago tonterías para
adelgazar… No es que me preocupe demasiado el problema de la línea… Cuando
engordo más de la cuenta, viene la dieta. A veces me excedo y tengo que
recurrir a las vitaminas. ¡Un lío!
HOMBRES Y MUJERES
Está a mi
derecha. Erguida como una estatua de carne, atentísima con el periodista. Viste
un traje negro, largo, escotado, de diosa pagana. Sara, toda ella, exhala un
atractivo poderoso, diferente… Y surge la primera pregunta:
-¿A quién gusta
usted más, a los hombres o a las mujeres?
-Gusto
a los hombres y me aceptan las mujeres, quizá porque nunca las ofendo con lo
que hago y digo en mis películas.
-¿Es difícil
alcanzar los dos objetivos, es decir, gustar a los hombres y caer simpática a
las mujeres?
-No
es difícil, cuando en cualquier situación, por muy atrevida que sea, hay
dignidad, buen gusto y pudor…
Sara es una
mujer de respuestas rápidas y concretas. Su inteligencia, más natural que
cultivada, luce en todos y cada uno de sus conceptos. Sabe el terreno que pisa.
Siempre lo supo. De ahí su éxito popular.
-¿Quién ha
recibido hasta ahora más satisfacciones, la mujer o la actriz?
-La
actriz –dice
sin dudarlo. Y añade -: Como mujer, no termino de
ser feliz. Quizá sea una mujer rara… O que mi profesión me envuelve demasiado.
O que soy muy revolucionaria y me gusta vivir a mi manera… No lo sé…
La belleza serena de Sara rima perfectamente con la decoración de su casa. Pasan los años, pero la famosa actriz sigue inmarchitable.
-¿Cómo se lleva
con su marido? –pregunto de pronto.
-Unas
veces bien y otras veces mal… -me dice, sencillamente.
-¿Ha cometido
muchos errores en su vida sentimental?
-Dos.
Y muy grandes.
FUERTE Y FEMENINA
Sara nunca pone
especial énfasis en una u otra respuesta. Las frases parecen construidas por un
ser infantil, de enternecedora sinceridad, dichas luego por una mujer muy
hecha, que ha vivido y sigue viviendo intensamente… Arrastra las ‘eses’,
envuelve cada palabra en una atmósfera cadenciosa, ideal para decir una
declaración de amor a media voz.
-¿Arrepentida?
-¡No,
no! Ninguno de ellos destrozó mi vida. Soy muy fuerte… -se queda
pensativa. Y añade, como aclaración-: ¡Pero muy
femenina! Soy Piscis.
-Vamos a ver,
¿cómo tiene que ser una mujer que se precie de serlo?
-Cariñosa,
astuta, lista, ingenua, capaz de hacerse la tonta cuando sea necesario, siempre
femenina…
Pienso que Sara
se ha retratado a sí misma. Porque ella es muy cariñosa, muy astuta, muy lista,
muy ingenua… Siempre el ‘muy’ por delante… Sara es un compendio de
personalidades. Hay una Sara irónica y mordiente, que dispara dardos adobados
con vocablos de la más honda raigambre cervantina… Hay otra Sara que parece
indefensa, infantil… Y la desafiante, altiva, más Sara Montiel que María
Antonia Abad. Y, siempre, orgullosa de apariencia y sentimental en el fondo.
Sara Montiel, en su piso madrileño, en la plaza de España. Lujo, elegancia y comodidad. En una esquina, el retrato escultórico de la actriz, en el apoteosis de su belleza.
Sara se confiesa a SEMANA. Siempre fiel a su personalidad, la gran actriz, en alarde de sinceridad, nos habla de sí misma.
-Se ha casado
dos veces, Sara, pero yo pienso que usted ha nacido para soltera… ¿Me equivoco?
-No.
Nací, en efecto, para soltera. Aunque Tony, primero, y José Vicente, después,
hayan dicho que soy una mujer maravillosa…
-¿Cuándo se dio
usted cuenta de que no servía para casada, antes o después de alguno de sus dos
matrimonios?
-Sí,
después de estar casada… Pero el destino es así. Si fuera posible me casaría
por tercera vez…, aun sabiendo que no debo hacerlo.
MUJER, AL FIN
Quiero
diferenciar por completo a la mujer de la actriz. Y profundizo más en su
intimidad, aun corriendo el riesgo de pecar de indiscreto, de molestar a María
Antonia Abad.
-Cuando se ve
ante el espejo en la intimidad, ¿qué piensa?
-No
pienso nada. Soy un poco coqueta… Donde sí pienso, y mucho, es cuando estoy en
cama y tarda en llegar el sueño.
-¿Tiene
preocupaciones en qué pensar?
-Sí,
muchas. Siempre las he tenido. Nunca he podido vivir pasivamente.
Y surge la María
Antonia entrañable, abierta a todos, tan sentimental, tan ‘sanchopanzesca’, que
no en vano nació a la sombra de un molino manchego…
-De
mí dependen siete sobrinos, tres hermanos, mi madre y un tía viuda de setenta y
ocho años, que está enferma. Mi madre y mi tía están aquí, en casa.
Y María Antonia
no duda en conducirme a la habitación, limpia y modesta, donde su tía está
postrada. Tiene palabras de ánimo para ella. También veo a su madre, seria,
enjuta, vestida de negro como las mujeres castellanas, que ya, ajenas a muchas
cosas, ven desfilar ante sus ojos cansados las estampas monótonas de la vida…
Aquí, en esta habitación llena de calor de hogar, me siento lejos, muy lejos,
del mundo estereotipado de un estudio de cine, donde la actriz y la mujer se
confunden, donde uno no sabe dónde comienza la verdad y termina la mentira.
-Sara, ¿se
siente tan joven como hace diez años?
-Aunque
algunos crean que tengo más años que mi madre –habla sin tapujos-, mi edad es ésta: treinta y seis años. Dicen que tengo
cuarenta. Bueno, ¿y qué? Es la ‘facha’ lo que cuenta, ¿no?
En el gran salón de la casa hay un piano blanco, que sabe de cuplés y canciones de amor. La voz cálida de Sara las da nueva vida.
ENEMISTADES Y ENVIDIAS
La tez, blanca;
la piel, tersa. Como si nunca se hubiera bañado en el sol de la Mancha.
Fotogénica hasta lo increíble.
-¿Tiene
enemigos?
-¡Muchísimos!
Soy guapa, joven, con dinero y bastante bohemia… Pero dejo en paz a mis
enemigos… ¡Si quieren sufrir, que sufran!
-¿La envidian
muchas personas?
-¡Llevo
ajos en los bolsillos para espantar la envidia!
Este es el dormitorio de Sara Montiel. No cabe más elegancia y sencillez.
No advierto
petulancia en sus palabras. Es una sinceridad rabiosa, descarnada incluso. Es
que, en el fondo de todo, ocurre que María Antonia Abad nunca olvida sus
orígenes humildísimos, sus años de lucha, de brega contra obstáculos,
condicionamientos y humillaciones; las épocas duras, desesperantes, que la
obligaron a aceptar trabajos sin posibilidad de elegir, porque en casa hacía
falta el dinero (en 1941, en Orihuela, cobraba dos pesetas diarias por envolver
naranjas)… Y luego… Fatigas, muchas fatigas, hasta alcanzar el triunfo. Pero
Sara Montiel ya no podría imponerse jamás a María Antonia Abad. A pesar de las
luces de colores, de los aplausos, del dinero, e la fama… María Antonia estaba
hecha en el yunque de la vida más dura.
ELLA Y LOS HOMBRES
-Antes de
Anthony Mann –pregunto después-, y entre éste y José Vicente, ¿estuvo enamorada
de otros hombres?
-Antes
de conocer a Mann, sí, de varios… ¡Y muy importantes! Los hombres siempre me
han rondado…
-¿Cuál fue su
primer amor?
-Yo
tenía seis años y él siete. Se llamaba Adolfo…
-¿Qué opina de
los hombres, en general?
-Son
muy egoístas, pero aun así me encantan.
-Los hombres de
su vida, ¿en quién se fijaron más, en la mujer o en la actriz?
-En
la mujer… ¡felizmente!
-¿Qué significó Anthony
Mann en su vida?
-Él
me hizo conocer la vida. Me llevaba treinta años… Yo era una ‘criúca’. Fue,
para mí, un padre, el mejor de los amigos. Me hizo actriz y mujer. Me enseñó
los secretos del cine… Gracias a él, si quisiera podría dirigir una película
mañana mismo…
-¿Lloró mucho su
muerte?
-No.
Cuando leí en el periódico que había fallecido en Berlín, víctima de un ataque
al corazón, me desmayé. Lloré después… Aunque divorciados, éramos muy buenos
amigos. Cuando las hijas que tuvo con su nueva esposa venían a Madrid, me
visitaban…
Sara, ante el piano. La reina, en su trono.
Sara siente gran
respeto por la memoria de aquel hombre. Mann, en efecto, se recreó
perfeccionando a Sara Montiel. Esa fue su gran satisfacción. Nada más quería y
nada más pidió.
-No tuvo hijos
con Mann ni los tiene con José Vicente… ¿Ansía tenerlos?
-No.
Y no visito a los doctores de Ginebra ni a los de Oslo. Si está de Dios que no
debo tenerlos…, que así sea.
El piso es
elegante. Una elegancia muy femenina, muy juvenil. Muchos detalles de buen
gusto. Un lujo que no ahoga. Es el piso de Sara Montiel. El suyo. Donde vive,
siente y, a veces, padece. Donde la mujer anula por completo a la actriz. La
actriz solamente está ahí, en una esquina: el retrato escultórico, obra de
Collaut Valera. Una Sara Montiel pétrea, segura de sí misma, que reta a todo y
a todos, fortificada en su inmarchitable belleza. María Antonia sonríe, alza la
cabeza…
Porque el mayor
triunfo de María Antonia Abad es Sara Montiel.
Hebrero SAN MARTIN
(Fotos J. Torremocha)
LA FOTO CLXIX
Otra instantánea de la diva en su piso de Plaza de España.
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