martes, 4 de noviembre de 2014

ESTRELLAS INTERNACIONAL - Año 9-Num. 97 - 1978 - Puerto Rico


SE SACRIFICA POR SU
CARRERA Y SU FIGURA

A pesar del tiempo transcurrido, sigue siendo ‘Sarita’ y muy pocos se atreven a llamarla ‘Sara’. Existe un algo en esta mujer que ha hecho época en el cine español, y sus proyecciones hacia América se amplían. Porque ese ‘algo’ no desaparece con el paso del tiempo, sino que se hace más patente y sigue atrayendo y subyugando audiencias. Por segunda vez consecutiva en un año (1978) retornó a Puerto Rico, Sarita Montiel.
Muchas cosas se han dicho bien, o mal intencionadamente, de la diva que es Sarita. Otras, las ha dicho esta singular mujer con su gracioso acento y un enorme desparpajo. Y esta vez vamos a analizar los factores que componen a Sarita y que son responsables del éxito y el arraigo mundial de la afamada actriz-cantante.
El ‘estilo’ de Sarita Montiel ha sido muchas veces imitado y como es natural, jamás igualado. Esto último se debe a que su estilo ha sido una cosa muy bien pensada y planificada. Desde el momento que dejó de ser ‘Antonia’ (su verdadero nombre), para convertirse en ‘Sarita’, había unas razones para todo lo que se hacía. Como con toda cantante, vamos a analizar primeramente la voz. La voz de La Montiel no tiene nada de potente y esto sin embargo no es un defecto en ella. En otros, sí lo es. No es éste un defecto, porque se recurrió a un factor que se convirtió en parte principal de su estilo. Sarita ‘dice’ y ‘susurra’ sus melodías de tal manera que parece acercar a la audiencia a su ‘intimidad’. Da la sensación cuando ella canta, de que nos está contando en un secreto cosas muy importantes del corazón.
Complemento de la voz son los labios de esta impresionante mujer. Los labios son parte de todos los humanos. Pero en Sarita Montiel se convierten en un arma más para atraer las personas y mantenerse vigente como cantante y actriz. ¿Se ha fijado usted que al frasear una canción sus labios parecen estar dispuestos a besar?... Por medio del maquillaje se resalta siempre la carnosidad de esta parte del rostro de Sarita, con unos tonos lápices labiales sugestivos. Se complementa la imagen sensual con unos ojos grandes, bien marcados, que nos miran de manera fija y estática, semejando los de una gatita hipnotizada por algo brillante que baila ante su vista. Arribamos, pues, al ‘factor-mirada’, que en el mundo del espectáculo es muy importante.


Su estilo ha sido imitado, pero no igualado...

Al conjunto del rostro se unió su rival en las atenciones del público, principalmente el público masculino: el bien forneado cuerpo del que hacía gala Sarita. En ese cuerpo se mantienen casi intocados por los efectos del tiempo, el busto de la bella mujer, que se vanagloria de no haber necesitado nunca ajustadores o sostenes. Aún desde jovencita, Sarita Montiel siempre mostraba una tendencia a engordar con facilidad. Es característico de la mujer española en general que después de un tiempo de la dieta típica del país y la reducción en actividad física, pierde la ‘línea’. Sarita siempre ha estado al tanto de su condición y de las circunstancias y se ha sacrificado mucho por su carrera y su figura. Con los constantes viajes y los cambios de tipos de alimentos parece haberse dificultado mantener el régimen de la cantante. Es por ello que ahora, a pesar de todo, vislumbramos su espléndida figura a través de su silueta actual.
Son muchos los factores que se unieron para hacer de Sarita Montiel la figura internacional que aún es hoy en día. Y ése es precisamente el secreto de ese éxito: que todas estas cosas están juntas en Sarita. Por eso su arte es incomparable. Puede que alguna tenga la voz, otra los ojos y alguien la figura. Pero todo junto como lo tiene Sarita Montiel, no lo tiene nadie. Por ello, hay solamente una Sarita Montiel.

Por ZONYA J. RIVERA


EL RECORTE CXCVIII
Es lógico. Una estrella como Sara Montiel no deja indiferente a nadie. Hoy Sara hubiese sido la misma Sara y se hubiese especulado sobre su permanencia como gran estrella de la misma manera. Pero en esta ocasión, la revista mexicana Cinelandia no dedica las mejores de sus palabras a nuestra 'diva'. Era el final de la década de los '60. Hoy nosotros sabemos que Sara se fue siendo Sara. 


SARA MONTIEL
TENEMOS hoy doble motivo para preocuparnos por Sarita, sus tirantes relaciones con la prensa peninsular y su reaparición en el mundo del disco con una larga duración que actualmente prepara a base de melodías de Agustín Lara, Gonzalo Curiel y otros cultores mexicanos del bolero.
El primer motivo casi no necesita explicaciones. ¿Cómo podría extrañarnos que una mujer famosa como Sarita no adopte actitudes de diosa “del Olimpo”, puesto que los mismos que ahora la atacan son los que la ayudaron a subir al pedestal?

AHORA CANTA BOLEROS

De bella imagen en la pantalla, Sarita Montiel se convirtió en cálida voz a raíz de su exitosa película El Último Cuplé. Las canciones del filme se editaron en un LP que batió ‘récords’ de ventas en todos los países de habla castellana. La película se estrenó en 1957. Antes de esa fecha eran pocos los que conocían las dotes de cantante de la estrella hispana.
Pocos recuerdan, por ejemplo, que cuando esta hija de Granada tenía trece años, un buscador de talentos de un estudio español la vio y escuchó cantar en una procesión religiosa en las calles de Sevilla. Sus padres accedieron a someterla a una prueba cinematográfica y allí comenzó su carrera. Sarita tomó clases de danza con uno de los mejores maestros de baile flamenco y se graduó con honores en la Escuela Real de Danza de Valencia. También estudió el difícil arte del cante flamenco en el Conservatorio Nacional de Canto en Madrid.
Con esta preparación, no es de extrañar el éxito de Sara como cancionera. Sus admiradores están hoy de pláxemes con la reaparición de la estrella en el acetato internacional interpretando canciones al estilo de Farolito, Vereda Tropical y otros boleros de la vieja guardia. Falta ahora saber si lo hace bien.
“CINELANDIA” y la prensa en general se han referido a las dos Sarita Montiel. A la primera cuando aún no era la primera figura del cine de habla hispana. A aquella Sarita anterior a El Último Cuplé. Entonces ella se mantenía en las conferencias de prensa en un plano de auténtica modestia:
-“Soy una chica de cuna humilde, que he luchado mucho para llegar a ser lo que soy en la actualidad. Pero, a pesar de todo, no olvido a quienes me ayudaron, y especialmente a mi madre, que fue una de las pocas personas que me alentaron continuamente”.
Estas palabras en boca de una artista que llegaba orlada por grandes éxitos populares, le ganaron la simpatía del gran público. Eran similares al: -“Perdones mis errores. Soy un modesto carpintero que trato de divertirlos”, de Pedro Infante. Se convertía en gran estrella, no solamente de España sino de todos los países de lengua castellana, donde está considerada como una de las pocas figuras de la actualidad.


Ahora el éxito ha cambiado a Sarita, a pesar de que sus amigos no quieran reconocerlo. Se ha envanecido, aunque trate de disimularlo, por lo menos en las conversaciones, en los reportajes y en las fiestas, donde pretende querer ocupar un segundo plano que no le corresponde. Empero, sigue portándose igual ante el público, y se emociona como el primer día cuando la gente la rodea y le pide autógrafos y en oportunidades la lleva virtualmente en andas las noches de “premiere” de sus películas. Donde más nítidamente ha podido apreciarse las variantes es en los perímetros que delimitan su vida profesional y su actividad profesional. Aunque nunca se dijeron oficialmente las razones que motivaron el divorcio de Sarita Montiel con el director norteamericano Anthony Mann, se sabe que ella nunca le perdonó al entonces su esposo que hubiese elegido a Sophia Loren para el papel de doña Jimena en El Cid dejándola a ella de lado.
Ese fue el punto crucial de una serie de desavenencias que finalizaron con la separación legal de un matrimonio que hasta entonces su esposo que hasta entonces era normal.


“ES MUY DESAGRADECIDA”
Juan de Orduña, realizador de El Último Cuplé, que fue quien realmente la lanzó a la fama con esa película, hace meses pronunció palabras definidoras para la actriz en una conferencia de prensa:  -“Es la mujer más desagradecida que me ha tocado conocer desde que dirijo películas. Pero será peor para ella”.
La reacción vino a propósito de la negativa de Sarita a ser dirigida por este realizador para rodar la vida de la fallecida Raquel Meller. Sarita tampoco quiso actuar bajo las órdenes de Luís César Amadori, otro de los directores que cimentaron la fama de la estrella con La Violetera, Mi Último Tango y Pecado de Amor. Pero en este caso parece que las divergencias surgieron más bien por ciertos aspectos sentimentales habidos entre Sarita y un familiar del director radicado en Buenos Aires, durante la gira de la tonadillera por la Argentina. Lo cierto es que Sara adopta actitudes de gran estrella, de ‘diva’, e impone a los directores de sus nuevas películas. El último de ellos es Luís Sáenz de Heredia, quien ya lleva realizados algunos éxitos, y todo hace suponer que los productores habrán de transigir con esta exigencia, ya que la Montiel es considerada en la actualidad la figura más taquillera de la península, y este argumento tiene enorme peso en la industria cinematográfica. Lo cual no obsta para que alguna gente se sienta mortificada ante tamaña altanería, especialmente aquella que conoce a la Montiel desde que dio sus primeros pasos en el mundo del celuloide.


LA CARA AMARGA
Es un poco amarga la cara del cine que estamos relatando, pero existe, es muy real y ha promovido escándalos en más de una oportunidad, aunque éste que comentamos no ha llegado todavía a esa categoría, pero el simple hecho de que Sarita Montiel, valiéndose de su taquilla, haya decidido adoptar poses de gran estrella, de ‘etoile’ como dicen los balletómanos, o de ‘diva’, según expresión de los amantes de la ópera, ha provocado una serie de reacciones en cadena que no se sabe cómo han de terminar. Y hasta se dice que la estrella será objeto de ‘boicot’ por parte de la industria fílmica española. Pero esto parece improbable. Tanto, que ni vale la pena mencionarlo.


LA FOTO CXCVIII




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