EL CONFESIONARIO DE AMIBILIA
SARA MONTIEL:
“Si fornicar es pecado, yo no me he enterado”
María Antonia
Abad Fernández, más conocida por Sara Montiel, 52 años, natural de Campo de
Criptana, actriz, casada (tres veces) y con una hija, se presenta ante el entrevistador
con la cara lavada, sin cremas ni aceites, solamente con un poco de oscuro en
los ojos, tal y como recomendaban el buen tono, la honestidad y la prudencia
que las mujeres fueran al templo antiguamente. Es la Montiel mujer vehemente,
manchega internacional, quizá la “estrella” de más ancha fama que haya dado
este país. Ahora hace el espectáculo “Super Sara Show”.
-¿De qué te
acusas?
-Me
acuso de creer en la gente siempre.
-Eso no es
pecado.
-Hoy
en día, sí, porque te toman por tonta.
-¿Y ser tonta es
pecado?
-Seguro
que sí: hacer el tonto es pecar contra uno mismo.
-¿Cuál es el
pecado que más veces has cometido?
-Bueno,
suponiendo que sea pecado, hacer el amor.
-Pero tú crees
que eso no es…
-Mira,
yo creo que ahí se equivocaron; el problema de la jodienda no tiene enmienda.
-¿Consideras que
mundo, demonio y carne son los grandes enemigos del hombre?
-No
creo en el demonio. En la carne y en el mundo, sí; pero más que enemigos,
digamos que son amiguetes.
(Bebe el whisky
a pequeños sorbos. No toma más que uno, y lo hace durar. “Nunca seré una borracha, no me gusta. Así se lo dije a
mi madre y así lo he cumplido”.)
-¿Soberbia?
-No,
yo no soy soberbia; bueno, quizá en un momento determinado, si cuando estoy
amando mucho el hombre que amo me hace daño, pues entonces… Me crezco ante la
puya.
-¿Avaricia?
-De
eso, cero. No soy nada avariciosa.
-¿No parpadeas
ante una buena piedra?
-Me
gustan las piedras preciosas, sí, pero digamos que eso es una avaricia
artística, estética. También parpadeo ante un Picasso.
(Tiene dos
Picassos, por cierto. “Buenos, no son gran cosa,
dos carbones del 55”).
-¿Lujuria?
-Me
encanta ser lujuriosa. La lujuria no merece estar entre los pecados capitales,
sino entre sábanas de raso.
-Sin embargo,
Sara, tienes fama de ser mujer fría…
-Eso
lo dirán los que no me han tenido, los que no me conocen.
-¿Envidia?
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-¿Gula?
-Rechazo
la grasa. Cuando tengo que comer, como, pero generalmente, si no me lo
recuerdan, se me olvida, sobre todo cuando estoy trabajando. Y no soy golosa.
-Se decía que te
iban unas alubias con tocino y morcilla más que a un tonto una tiza…
-Sí,
lo sé. Decían que comía hasta hartarme. Pero la verdad es que tenía una
enfermedad de tiroides que me hacía engordar. Me trató Marañón. Y ahora parece
que he recuperado el equilibrio.
-¿Has tenido
algo de devoradora de hombres?
-Sí,
eso sí, pero siempre los he dejado vivos. La verdad es que yo he tenido mucha
facilidad para quitarme a los amantes de encima.
-Nunca mejor
dicho.
-Sí,
me costaba más librarme de un catarro que de un amante.
(Thais, la
pequeña Thais, tiene la carita cansada y llora para que la acuesten. Sara la
coge en brazos y la lleva a su habitación. Frente al piano, en el salón, hay un
enorme retrato de la Montiel de los años 50.)
-¿Ira?
-Mi
ira puede ser terrible cuando veo una injusticia. En Nueva York fui a un
restaurante con una amiga mía, Billie Hollyday, una gran cantante de jazz. Nos
sentamos y pasó media hora sin que nadie nos preguntara ni qué queríamos tomar.
Pregunté. Me explicaron que era porque mi amiga era de color. Dios, la que
armé, que fui tirando todos los manteles, con todo lo que tenían encima, al
suelo. Tuvo que intervenir la Embajada.
-¿Recuerdas la
mayor injusticia que hayan cometido contigo?
-Recuerdo
aquella vez que ofendieron a mi madre, siendo yo niña. En ese momento hubiera
sido capaz de cualquier cosa. Aquella ira…
-¿Pereza?
-No,
no soy perezosa. Quizá un poco en el amor, cuando la cosa no es muy fuerte,
cuando no hay volcán. En lo demás, no. Yo soy muy de no parar. En mi casa de
Palma tengo cincuenta y cuatro escalones que subo y bajo varias veces al día. A
veces me subo cuatrocientos y pico escalones. Camino mucho, nado mucho, hago
mucha vida sin coche. Me sigue encantando pasear por Palma.
-Tendrás el
problema de que te reconocen a cada momento…
-Sí,
pero eso me gusta mucho, me encanta que me pidan un autógrafo.
(Va vestida con
un sencillo traje de percal, blanco, muy ab-lib.)
-¿A quién amas
sobre todas las cosas?
-A
mi hija Thais.
-¿Juras mucho?
-No,
pero cuando juro, sentencio.
-¿Blasfemas?
-No
paso del ¡ay, coño!
-¿Crees en Dios?
-Sí.
Jesucristo hecho hombre es mi Dios.
-¿Vas a misa?
-Sí,
fui el domingo pasado. Yo no soy practicante, pero ahora lo hago para ir con mi
hija, para que ella algún día, tenga una creencia, crea en Jesucristo hombre. A
mí, la Iglesia como tal me cae bastante mal, no la acepto, porque no está muy
de acuerdo lo que hace, cómo lo hace, con lo que dijo Jesucristo hombre.
-¿Te hubiera
gustado ser María Magdalena?
-Sí.
Yo me hubiera caído muerta, enamorada de Jesús.
-Honrar padre y
madre, Sara.
-Ahí
está mi gran satisfacción. He honrado a mi padre y a mi madre siempre, vivos y
muertos.
-Ahora ya sabes,
está muy de moda lo de los asilos…
-Quien
tenga dos brazos y dos piernas y los lleve a un asilo es un hijo de p…
(Sigue haciendo
lo de siempre: si alguien le pregunta si lleva sostén, o si es verdad que anda
un poco de teta caída, tirará para arriba la blusa para mostrar sus pechos
desnudos. Es algo que le trae sin cuidado y lo hace desde hace muchos años.
Hace poco se pasó toda una cena con las dos domingas fuera por el capricho de
darle en la cara al director de “Diario de Mallorca”. Había escrito algo
criticando esta costumbre de Sara y el hombre tuvo la mala suerte de caer frente
a ella. Qué cena.)
-No fornicar,
Sara.
-Qué
quieres que te diga, si ya te lo ha dicho todo.
-No lo
consideras pecado, ¿eh?
-Sí
lo es, no me he enterado.
-¿Te gustaría
más que fuera “no violarás”?
-Sí.
-¿Contra
violación, castración?
-Francamente,
sí. Sobre todo para quienes lo hacen con criaturas.
-Los hombres de
este país presumen de hacer muy bien el amor…
-Dime
de lo que presumes…
-¿Has robado
alguna vez?
-No
me gusta robar. Tenía cinco años cuando robé un niño Jesús en su cunita. Fue en
una feria, camino de Albacete. No tenía dinero y me lo metí bajo la falda. A
los pocos kilómetros me puse a llorar. Me entró tal ataque, que desde entonces
he sido incapaz de robar más, ni un cenicero.
Y me enseña el
niño Jesús en su cunita de virutas de madera. “Yo
tengo 52 años; este niño Jesús tiene 47. Para mí, es sagrado. Es la primera
cosa que le enseñé a Thais: bésalo, bésalo, le dije, que no es un muñeco, que
es el niño Jesús”.)
-¿Crees que los
políticos de este país han robado mucho?
-Creo
que sí. Pagas los impuestos y luego no ves nada hecho en ninguna parte: ves el
agujero en la calle, vas a Correos a las dos de la madrugada y no funciona,
bueno aquí no funciona casi nada.
-¿Te gustaría
enterarte de que te estaban poniendo los cuernos?
-Sí.
-¿Has deseado al
hombre de tu prójima?
-Sí,
muchas veces. Pero nunca le he quitado un hombre a una mujer amiga. A una
desconocida sí, a una amiga, jamás.
-¿Codicias los
bienes ajenos?
-No.
En eso soy virgen, virgencísima. Al contrario, soy muy desprendida, me paso, en
eso soy medio gili, y abusan de mí, claro.
-¿No has deseado
ser rica?
-Rica,
rica, no. He querido ser alguien, y si por ahí, por querer ser alguien, me ha
venido dinero, pues bien venido sea; si hubiese querido ser rica, rica, me
habría casado muy bien, con un hebreo maravilloso que me lo propuso; pero como
no me gustaba, prefería hacer “El último cuplé” por 100.000 pesetas en letras y
250 pesetas diarias de dieta.
(Y no se quiere
venir a cenar por no dejar sola a Thais.)
EL RESTO
Su película: “Casablanca”
El libro que vuelve a leer: “Nada menos que todo un
hombre”, de Unamuno.
Va siempre sin sostén.
El hombre que le turbó más: “Varios,
no muchos, pero sí varios”.
Su plato: el arroz a la cubana con ropa vieja.
La enfermedad más larga que padeció fue la difteria.
Le gustaría reencarnarse en su madre y ser como
ella.
Su animal doméstico: “El
perro, el pajarito; pero el animal que va más conmigo es el puma”.
No juega a nada, pero echa las cartas.
Otras secciones de la revista donde aparece la estrella
Sara Montiel y
Lina Morgan se han hecho íntimas amigas. Las dos estuvieron en la “cena del
éxito” ofrecida por la agencia Efe a la Saritísima. Días después han vuelto a
coincidir en la inauguración de la “boite” Coco’s de Madrid. Testigo de
excepción en aquel nuevo encuentro entre las dos estrellas fue Jorge Fiestas,
amigo a su vez de ambas. Precisamente, Sara está actuando en el escenario donde
Lina ha venido trabajando hasta ahora con su revista.
Protagonistas
El diario de Jorge Fiestas
Miércoles
Desde hoy,
Madrid cuenta con un nuevo bar, “Babilonia”, en la calle Infanta Mercedes.
Desde hoy, Miguel Ríos ha sumado otro “Long Play” de oro en la discoteca del
mismo patronímico que regenta José María Suárez. Y desde hoy, Sara Montiel se
ha convertido en Marlene Dietrich. Me explicaré. Cuando la Dietrich se retiró,
por propia voluntad, del cine y sus pompas, inició una espléndida carrera como
“chanteuse”. Los años la fueron añadiendo, carisma suyo aparte, un “savoir
faire” ante el público, en directo, dejando atrás su glorioso mito
cinematográfico, para inscribirla con letras de oro en el mundo del “Music
Hall”. Saritísima, como la bautizó Terenci Moix, no va a regresar ya a la
pantalla o al menos eso es lo que ella dice. Sarita lleva ya mucho tiempo
cantando sus “Nenas”, “Violeteras” y “Camareras” en “shows” diversos que ha
paseado por medio hemisferio. El último que se ha estrenado esta noche en la
Latina, es el más honesto (y el mejor) de todos. Para empezar, no engaña a
nadie. Desde que la estrella confiesa 52 años hasta la inclusión en el mismo de
tres señores como Lorenzo González, Bonet de San Pedro, Jorge Sepúlveda y un
presentador, Chicho Gordillo, la gente sabe lo que va a presenciar antes de
adquirir sus localidades. La orquesta es excelente, se canta “en vivo” y no con
el socorrido “play back”. Los arreglos están perfectamente acoplados a la
actual voz de la Montiel, con un registro bajo que recuerdan mucho al de la
Dietrich de los sesenta. Y los años y la experiencia han dado a María Antonia
Abad un dominio y una soltura de los que antes carecía. A mí me ha gustado
mucho. En las reseñas críticas que saldrán estoy seguro que el vocablo
“carroza” va a imperar en ellas. Pero si es así se debería añadir que en efecto
hay muchas “carrozas” en el “Super Sara Show”. Pero que hasta en esto hay
clases, éstas de hoy lo son, pero de oro.
Antes del estreno: Ángela Tamayo (Sra. de Gordillo, Chicho), Vicente Parra y la Montiel, en Madrid, con "Super Sara Show".
EL RECORTE CC
Sobre el sexo se le preguntó a Sara hasta la saciedad. En el fondo siempre fue protagonista de aquellos sueños que 'andan por ahí'. Para la revista Lib, en el año 1977, hizo toda una confesión sobre la materia, que bien podría ser una clase magistral...
“El adulterio es un prejuicio”
(firmado:
SARA MONTIEL)
LIB estuvo en el Teatro Español de Barcelona,
presenciando el “¡Increíble Sara!”, espectáculo con gran despliegue de color y
música, que destacó la figura casi mítica y popular de Sarita Montiel. Con ella
dialogamos por largo rato, mientras esperaba su salida a escena en la función
de la noche. Aprovechamos la ocasión para pedirle que nos escribiera en
exclusiva, desde su perspectiva de mujer y desde el ángulo de sus experiencias,
sus opiniones sobre el amor y la pareja. Y aquí están.
Es
muy difícil para una muer como yo, que vive siempre acuciada por el constante
trajín de su trabajo, hacer un alto en el mismo y escribir sus reflexiones
sobre diversos temas. Sin embargo, creo que la sexualidad, la juventud y las
relaciones entre un hombre y una mujer, merecen que una dé una opinión. Una
opinión que está basada en la propia experiencia y en los propios sentimientos,
más que en un aprendizaje en los libros. Con esto no quiero decir que este
aprendizaje no sea necesario. Al contrario. La intuición, y más aún en lo
referente a la sexualidad, muchas veces nos triciona.
Pienso
que las relaciones entre las personas deben regirse en base a la libertad. Cada
persona tiene que ser muy libre con respecto a lo que piensa y a lo que desea
de sí. Una mujer no debe pensar que desear sexualmente a un hombre es
antinatural. Nada más natural que desear al hombre que se ama verdaderamente.
Pienso que amar y actuar con espontaneidad y libertad se aprende a lo largo de
toda la vida. Siempre estamos aprendiendo en todos los terrenos, y mientras más
conozcamos a nuestros semejantes y a nosotros mismos, mejor podremos llevar
adelante nuestras relaciones con los demás.
El
instinto de una persona es bueno, él nos enseña mucho. También la experiencia.
Pero el instinto y la experiencia debemos completarla con una buena educación.
Pienso
que la educación sexual en los colegios es necesaria, pero mejor es aún la
educación que pueden brindar los padres. Nadie mejor que ellos para ir respondiendo
a todos los interrogantes que el niño plantea a medida que va creciendo.
En
lo que no estoy de acuerdo es en que se crea que la educación sexual sea
exclusiva. Al contrario, ésta debe ser parte de la educación total del niño La
educación sexual es una parte que se le ha quitado al niño, porque siempre se
ha considerado a la sexualidad como un pecado y no como parte natural de
nosotros.
Por
falta de esa educación es que hoy son necesarias las relaciones
prematrimoniales, pues a través de ellas la pareja aprende a conocerse, a saber
qué quiere uno del otro. A través de este conocimiento es posible evitar las
sorpresas desagradables, las que –a veces- no tienen remedio.
Tanto
la falta de información como la total ignorancia afectan a la vida sexual y a la
espiritual de dos seres que, si no han encontrado el camino de la armonía,
terminarán con todo aquello que un día los unió.
Cuando
se llega al matrimonio en ese estado de ignorancia y desconocimiento mutuo, lo
más seguro es que esa pareja poco a poco se destruya, se haga mal y uno u otro
caiga en el adulterio. Pienso que la mujer casada, que se lleva mal con el
marido y éste con ella y, precisamente, por no existir una ley de divorcio,
llegan a la monstruosidad de hacerse daño, no teniendo la posibilidad, ninguno
de los dos, de iniciar la nueva vida que necesitan.
Ahora
bien, yo no estoy de acuerdo con que el hombre sea adúltero y que pase por tal
muy graciosamente, y que su mujer quede muriéndose en su casa toda su triste
vida. Esto, además de un absurdo, es una injusticia.
La
ley de divorcio es muy necesaria porque si ella existiera no existiría el
adulterio.
El
adulterio es para mí el producto de una serie de prejuicios y tabúes de la
sociedad que hacen que en la pareja se transformen en constantes incomprensiones,
todos los problemas con los cuales se enfrentan diariamente. Y estos problemas
acaban con el amor. Una mujer que ama a su marido, no tiene por qué irse con
otro hombre. Pero si con su esposo no es feliz y se hacen la vida imposible,
ninguno de los dos tienen por qué hacerse daño.
El
hombre (sucede siempre o casi siempre) tampoco tiene que marcharse con otra. No
debe irse con otra señora, ni adonde quiera con ella, y que no pase nada. Es
decir, que no tiene –como vulgarmente se dice- que pegársela a la señora y que
ésta permanezca sufriendo toda su vida.
Actitudes
semejantes son producto del machismo del hombre, especialmente del español, que
ha recibido durante muchos años una mala educación y una represión muy grande.
Es
necesario que los españoles nos liberemos de muchos prejuicios y que nos
conozcamos profundamente para no seguir cometiendo errores que luego nos pesan
mucho.
Un
joven que tiene relaciones con una chica, tiene que conocer perfectamente lo
que hace y lo mismo la chica. Yo estoy de acuerdo con la píldora. Es una forma
de no correr peligros inútiles, sexualmente hablando.
No
creo en los inconvenientes que algunos dicen que la píldora trae para el
organismo de la mujer. Y por lo mismo que estoy de acuerdo con la píldora,
estoy en contra del aborto.
El
aborto es para mí monstruoso porque es antinatural. No veo por qué una mujer
debe abortar, si no es por razones de salud, de peligro para su vida.
Tal
vez estas opiniones tengan el tono de consejos, es posible que lo sean, porque
en todas mis opiniones soy profundamente honesta y sincera, y porque quiero que
la juventud española sea totalmente libre.
LA FOTO CC
¿Quién podría resistirse ante esa mirada?
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