SARA MONTIEL
UNA MUJER QUE HA VISTO REALIZADOS TODOS SUS SUEÑOS
DE NIÑA
“Mi madre se dejaba la piel lavando ropa y se
ensuciaba la cara al guisar con carbón”, dice la actriz.
Hoy Sara Montiel posee uno de los mejores vestuarios
del mundo y cuenta con centenares de pares de zapatos.
La actriz Sara Montiel fotografiada en un agradable rincón de su hogar de Madrid. El verdadero nombre de la actriz es el de María Antonia Abad Fernández. Nació hace treinta y tres años, en Campo de Criptana, en la provincia de Ciudad Real.
Nació en Campo
de Criptana (Ciudad Real), un 10 de marzo. De niña era menuda, rubia y
pizpireta. Bonita y sensible. María Antonia Abad Fernández… De mujer, más que
bonita es ahora bellísima; continúa siendo sensible, apasionada y un precioso
color negro oculta el rubio natural de sus cabellos. Hay pocas personas que la
llamen ya María Antonia… Su madre, su esposo…, su amiga Nati, aquella que vivía
al lado de su casa, cuando ambas eran niñas y a la que aún ve, de vez en
cuando. Pero pocas personas más. Su nombre artístico ha traspasado fronteras.
Su belleza inquietante ha influido poderosamente en el ánimo de todos los
públicos. Sarita Montiel, hoy. Frente a mí. Sentada en un canapé, frente a un
ancho ventanal desde el que se divisa la madrileñísima Plaza de España. Encima
de la repisa de una chimenea, en un sencillo marco, María Antonia Abad, el día
de su Primera Comunión… ¿Qué queda hoy de aquella pequeña? Esa es mi pregunta y
esta la respuesta de la propia interesada:
Queda
el alma, que es la misma. Los sueños ya no, porque se realizaron casi todos. La
niña soñaba con hermosos vestidos…, la niña quería dormir en un colchón muelle
y tener una almohada de plumas…
Silencio. Sara
Montiel adquiere una mirada lejana, ausente… Y luego…
-Hoy,
que tengo ya mi almohada de plumas, la llevo siempre en mi equipaje, vaya donde
vaya. Reconozco que puede parecer una niñería, pero no consigo dormir con otra
almohada que no sea la mía.
-¿Con qué más
cosas soñaba la niña?
-Con
que mi madre tuviera las manos finas, tersas. Mi madre, que se dejaba la piel
lavando mi ropa, la de mi padre y la de todos mis hermanos… Mi madre, que se
llenaba la cara de tiznones, guisando con el carbón. Mi mayor ventura es
tenerla hoy conmigo, a mi lado, sin preocupaciones de ningún género. Feliz y
despreocupada.
Sara Montiel cuenta con uno de los vestuarios más completos de cuantos pueda poseer cualquier artista de Hollywood. Y tiene una colección maravillosa de joyas que sólo luce en contadas ocasiones. María Antonia está casada, desde hace tres años, con el industrial José Vicente Ramírez Olalla.
-Todo aquello
pasó ya como un mal sueño. Hoy eres famosa, rica, muy rica, y con un
guardarropa que para sí quisieran muchas famosas de la Meca de Hollywood.
Vestidos a centenares. Zapatos por centenares, casi también. Y joyas, muchas
joyas que luces en contadas ocasiones. ¿Por qué?
-Si
compro joyas, que me gustan, ¡qué duda cabe!, es porque considero que es
siempre una buena inversión de dinero. Pero vestir…, eso sí me gusta tener un
buen vestuario, tal vez recordando mis sencillos vestidos de percal, tan
sencillos pero limpios y bien planchados. Cada año renuevo mi guardarropa y los
vestidos que son más simples, y también los zapatos, los doy a jóvenes que los
necesitan y que sueñan, como yo soñé un día, en lucir un traje de buen corte
sobre su figura.
Frente a mí, la
Mujer Serenidad en el rostro y aplomo en la mirada. Todo cuanto sabe lo ha
aprendido gracias a su enorme fuerza de voluntad. Hablamos también del amor de
la mujer. De su amor. De sus otros amores. De los que pudo tener. De sus
admiradores.
-He
sido una mujer con muchos pretendientes, es verdad. Pero ahora sólo me interesa
un hombre: mi esposo.
-Los hombres, e
incluso las mujeres, cuando te ven en el cine, son unánimes en declarar que
tienes un gran poder de seducción. ¿Qué entiendes tú por seducción?
Reflexiona muy
brevemente, antes de responder:
-Si
en cine resulto seductora, es porque así lo exige el personaje que debo
interpretar y con él me identifico. Del mismo modo que soy mística cuando
encarno a una religiosa… La seducción, fuera del cine, es otra cosa. Serenidad,
inteligencia, comprensión y dicha…
Encima de la repisa de una chimenea, en un sencillo marco, María Antonia Abad, el día de su Primera Comunión... "¿Qué queda hoy de aquella pequeña?", pregunta la periodista a Sara Montiel. "Queda el alma, que es la misma", responde la actriz.
-Y tú pareces
totalmente feliz… ¿Ninguna nube?
-Ni
una. A pesar de que a muchos esto quizá les defraude. A mí me han divorciado ya
tantas veces en la Prensa…
-¿Y nunca se te
ha ocurrido demandar a nadie?
-¿Para
qué? Ya estoy acostumbrada a que se escriban cosas inciertas. Este es mi hogar
y este –señala
una foto de su esposo- es Chente, mi marido. Un
hombre inteligente, delicado y que ha hecho posible que yo me sienta una mujer
plenamente feliz.
Quizá sea
inoportuna la pregunta. Pero… me aventuro:
-¿Plenamente,
plenamente feliz, Sara? ¿No anhelas… un hijo?
-Con
todo mi corazón (aquí,
sus ojos bellos, bellísimos, se cubren con un vaho de algo muy parecido a las
lágrimas). Hoy podría tener un hijo que me
obsequiase como yo hago con mi madre. Un hijo o más…, pero se quedaron en el
camino…
Creo no haber
entendido bien y le ruego me amplie detalles.
-He
perdido cuatro hijos en dos años y medio. Pero el doctor dice que puedo ser
madre. Que no debo desesperar… Y no desespero.
La noticia, que
no había sido propaganda hasta hoy, me desconcierta. Y también su serenidad,
mientras pronuncia la frase. Creo entonces oportuno derivar la conversación
hacia otro tema.
A Sarita Montiel
le gusta mucho escribir. Y también pintar. Empezó escribiendo su propia vida.
Una autobiografía, pero el tiempo… ese condenado tiempo que no le permite hacer
lo que quisiera, le impidió continuar con ella. Y ahora, alguien está
escribiendo su biografía. Desde niña. Desde Campo de Criptana hasta el Madrid
de hoy, pasando por América… Los hombres que influyeron en su vida profesional
y privada. La verdad de Sara Montiel. ¿Y la pintura? Sara pinta bien, pero que
muy bien. Sin embargo, sus cuadros no están plenamente a la vista. Modesta, los
tiene a recaudo de miradas indiscretas. Y sin embargo, son francamente buenas
las reproducciones de Van Gogh que tengo frente a mí, en tres distintos lienzos
de pequeño tamaño. Sin escuela. Simplemente, por afición. En un deseo de
superarse cada vez más. Hablamos de sus “hobbys”, de los deportes que le gusta
practicar, de… ¡tantas cosas! Le gusta la cocina sencilla. Nada de caviar:
filetes a la plancha y fruta, mucha fruta. No como régimen, que no lo necesita,
sino porque le gusta la comida sana. ¡Ah! Y que en su despensa no falten las
verduras –en especial, las espinacas-. ¿Y el deporte?
-Como
espectadora, prefiero el fútbol al boxeo. Este último no me gusta.
-¿Y para
practicarlo tú?
-Me
apasiona el mar.
Sara Montiel posa para el fotógrafo con un precioso vestido largo de noche, que forma parte de su rico vestuario.
-Tú eres
española, y te consideras españolísima. Te supongo una entusiasta de la fiesta
nacional…
-¡Toma!
Pues claro. Si vieras cómo me arranco con mis “¡olé!”.
-¿A qué torero?
-Bueno…
digamos que hay varios de buenos…, pero no todos los que de ellos se habla y escribe.
Sara Montiel,
según se desprende de nuestra conversación, es una consumada amazona.
-Me
gusta montar a “pelo”. Aprendí en Estados Unidos, cuando rodé una película
junto a Rod Steiger.
-¿Partidaria de
la independencia de la mujer?
-Soy
partidaria, desde luego. Pero digamos que en un noventa y nueve como nueve por
ciento. La mujer más independiente del mundo necesita, en un momento
determinado, encontrar su nido. Su hogar. Un hombre. Algo que la ate. La mujer
debe trabajar: esto beneficia no sólo la parte económica, sino que contribuye a
su equilibrio emocional. Claro que hay que saber hacer las cosas con arte.
Porque si queremos en todo ser igualitas al hombre, no podremos luego pretender
que nos retiren la silla antes de sentarnos a una mesa o que nos abran la
portezuela del coche… Hay que usar ahí la mano izquierda, y con inteligencia…
La tarde va
declinando. Pasamos al salón. Muchas cajas desparramadas por el suelo. Sara
pregunta a su secretaria y a su madre, qué es aquello. Son los modelos de Dior,
que han llegado hace escasamente una hora, mientras nosotras hablábamos. Mujer
al fin y al cabo, como todas, no espera más para verlos. Y los saca ilusionada,
uno tras otro. Palpando la suave seda y la gasa, la pedrería, que refulge como
un ascua bajo la luz de la lámpara. Y la tentación es más fuerte que ella. Se
los prueba. Ella dice que para ver si no tienen “retoque”, pero yo, que soy
también mujer, entiendo de eso y sé que cualquier mujer reaccionaria como ella.
Sin espera al día de “estreno”.
Los cabellos
largos, negros y un poco despeinados de Sara Montiel, caen sobres sus hombros.
Se mira al espejo. Casi sonríe, un poco coqueta. Y amplia la sonrisa cuando
dice…
-Soy
casi tan presumida como cuando tenía ocho años… Y me ponía aquel lazo tan
grandote en lo alto de la cabeza, para destacar… y tal vez, tal vez, para que
nadie se fijara en mi vestidito de percal…
Sara Montiel en uno de los momentos más felices de su vida, cuando contrajo matrimonio con el industrial Ramírez Olalla, el 2 de mayo de 1964, en la iglesia de Ntra. Sra. de Montserrat, de Roma.
La niña, atrás.
Hoy, la mujer, Famosa y rica. Pero el alma de la niña, está allí. Como ella
dijo antes. Y la que ha hablado de sus aficiones, de sus sueños, de sus
recuerdos, María Antonia Abad Fernández. Sara Montiel, sólo en la pantalla. En
la vida real, una mujer: María Antonia. Muy Mujer. Así, con mayúscula.
MAITE MAINÉ
EL RECORTE CCVIII
Una vida completa la de nuestra estrella que en 1965 estrenaba "La dama de Beirut". Este 2015 el film cumple 50 años. Esta página de Dígame (1965) nos esbozaba algunos detalles de la película.
SARA MONTIEL
ESTARA CUATRO MESES FUERA DE ESPAÑA
Cuando lean
ustedes estas líneas, Sara Montiel habrá rodado unas escenas en el puerto y las
ramblas barcelonesas y estará en París unas semanas y el resto en el Líbano. La
causa: su próxima película, titulada “La dama de Beirut”, y el tiempo que
invertirá en ello, cerca de cuatro meses, durante los cuales, estará lejos de
España.
La víspera de
este largo viaje emprendido por Sara, tuve la oportunidad de entablar una
agradable conversación con ella.
DOS AÑOS EN PREPARAR ESTA PELICULA
El nuevo filme
interpretado por la estrella famosa de “El último cuplé” y “La Violetera”, es
muy distinto a estos últimos títulos.
-¿Es cierto que
esta película pensabas haberla interpretado hace tiempo?
-Sí.
Hace dos años firmé el contrato, pero yo quería que fuera dirigida por Ladislao
Vajda. Exigí que fuera él, porque lo considero un buen director. Pero unas
veces estaba ocupado, rodando en Alemania, y luego cayó enfermo. Hasta ahora no
había tenido ocasión de trabajar a su lado, excepto hace años, en un papelito
que hice de colegiala. Por fin voy a ver realizado mi deseo.
-¿Quién es tu
oponente masculino?
-Mi
“partenaire” es Giancarlo del Duca.
-¿Italiano?
-No;
francés, de procedencia italiana. “La dama de Beirut” es coproducción
franco-española.
“NO ESTOY ENCASILLADA”
-Sara, ¿tú no
estás encasillada como actriz?
-¡De
ninguna manera! En mi última película, “Samba”, canto “bossa-nova” y música de
“jazz”, y el tema es de una chica enamorada…
-Digamos que tus
películas son fáciles, rozando el folletín.
-Todas
las que actualmente se hacen rozan el folletín. Mira, si no, “Los paraguas de
Cherburgo”. Parece una novela por entregas. Y, ya ves, es una película
premiada. En eso que dices no estoy de acuerdo. ¡Sí, sí! Ponlo así. Eso que mis
películas son fáciles y todas iguales, vamos a dejarlo. “La Violetera” se
desarrolla en 1900. “El último cuplé”, en 1925. “Carmen la de Ronda”, es
Merimée, con problemas suyos. “Mi último tango” está ambientada alrededor del
año 1928, en tiempos del tango argentino, y trata de la muchachita que quiere
ser artista y lo es, cuando cambia a la cantante famosa por ella. ¿Qué no es
original? Bueno, pero eso no quiere decir que se parezca a “La Violetera” ni a
otra. Como también es distinto el tema de “Pecado de amor” o en “La bella
Lola”, que es como una versión de “La dama de las camelias”. Y te repito que si
no es original, tampoco son las que ahora se hacen, y que tocan, como ya te he
dicho de “Los paraguas de Cherburgo”, un tema de amor escabroso. Y a la gente
le gustan mis películas. A mis estrenos no obligo a nadie con una pistola en el
pecho para que vaya a verme. La gente que quiere va a verme, y en paz. Yo soy
una asalariada, una obrera del cine. Y al público le gusta que cante, como le
gustan las películas agradables. Volvemos a lo mismo. Si no son originales, te
diré que desde que murió Kulbricht, la Metro no hace una película original. Hay
directores fantásticos, como Dassin. Es fabuloso. Pero fenomenal, fenomenal.
Baste decir que hizo “Rififí”, “Fedra” y
ahora “Topkapi”. Me gustaría que me dirigiera.
-¿No te va lo
dramático?
-Hago
lo mejor. Lo que me gusta, que es lo musical. Que lo haga o no lo haga bien, es
otra cosa. Pero siempre es algo que me guste. Es como si al Cordobés le dicen
que sea futbolista.
SARA, EN PERSONA
No vamos a
cantar ni a escribir adjetivos sobre Sara Montiel. Su belleza está puesta de
manifiesto tantas veces como aparece en la película. Y, sobre todo, su
espléndida fotogenia, ensalzada por cuantos fotógrafos y cameraman la han
tenido posando. Vamos a hablar de su debut teatral.
-Es
posible que en octubre me presente en Madrid con un “show” al estilo americano
y titulado “Sara Montiel en persona”.
-¿Será parecido
al de Ed Sullivan?
-Ed
Sullivan tiene un “show” en televisión, como lo tiene, y mejor, Perry Como.
Pero mi espectáculo será parecido al que existe en Las Vegas, con artistas de
primera categoría, tal y como hacen allí Frank Sinatra y otros.
-¿De qué
constará?
-De
los éxitos musicales de mis siete películas. En total, ciento cuarenta y siete
canciones. Haré un repertorio, claro. No será moderno, sino con canciones que
ya conoce la gente, tal y como ahora está haciéndose en el Lido, de París.
-¿Qué
explicación ofreces respecto al título del “show”?
-Quiero
que la gente me vea en persona, tal y como soy, y no como cree que soy.
-¿Y cómo crees
que te ve a ti la gente?
-Diferente.
De otra manera.
-Más claro.
-Pues
mira: dicen que soy vieja, baja, que tengo la nariz torcida, y el tobillo, y
que me doblan la voz…
-¿No tienes miedo?
-¿Yo
miedo? Me encanta más el teatro que el cine. Y con el “show” me verán tal y
como soy en realidad, ya te lo he dicho. Voy a bajar al patio de butacas…
Cantaré delante del público también.
-¿Tú sabes
cantar, Sara?
-Yo
no canto. Digo.
-¿Y qué crees que
debe hacerse?
-Se
dice y se canta.
-¿Qué
diferencias hay en ello?
-Depende.
-¿Qué se
necesita para cantar, según tú?
-Tener
voz y corazón.
-¿Reúnes esas
cualidades?
-Tengo
corazón, voz y lo digo. Pero me falta ser cantante.
-¿…?
-Sí.
Como los cantantes de ópera. Cuando yo hablo de cantar, me refiero a como lo
han hecho Fleta, Renata Tebaldi y Victoria de los Ángeles. Para cantar una
canción normal, un cuplé o un tango, se canta poco, pero dice mucho.
-¿Qué números
interpretarás en tu último filme, “La dama de Beirut”?
-Siete.
Canciones modernas con ritmos actuales, desde el mambo hasta el surf.
-¿Quién te ha
ayudado musicalmente, desde que filmaste “El último cuplé” hasta hoy?
-He
aprendido por mí misma.
-¿Quién te ha
educado, también musicalmente hablando?
-Nadie.
-¿Y aconsejado?
-Tampoco.
-¿Y tus
maestros?
-Son
dos: Gregorio Segura y Solano. Llevamos seis años juntos.
-¿Qué han hecho
ellos entonces?
-Los
arreglos de mis canciones.
-¿Y aquella
película, cambiando de tema, que ibas a hacer sobre la vida de Clara Petacci?
-Se
iba a titular “Amor y muerte”; pero el productor, Riccoli, el dueño de “Tempo”,
“Oggi” y toda esa cadena de periódicos italianos, tiene miedo a hacerla, porque
sería necesario decir la verdad, y en ese caso podría herir a mucha gente. En
resumen: que no se hace por motivos políticos. A mí me hubiera encantado hacer
el papel de Clara Petacci, porque es una mujer que prefirió morir por el amor
de un hombre, cuando hubiera podido fácilmente salvarse.
-¿Y qué otro
papel sueñas con encarnar?
-Con
la vida de Catalina la Grande.
-¿Contratos en
perspectiva?
-Cuatro
películas en coproducción inglesa.
-¿Con quién
viajas ahora?
-Me
acompañan una doncella, una secretaria y un secretario.
-¿Y José
Vicente?
-En
sus negocios particulares. Él es abogado y economista.
-¿Cigüeña a la
vista?
-No.
Todavía no, aunque yo siempre digo que espero cinco niños a la vez.
-¿Te importa que
sea niño o niña?
-Lo
que sea.
-Si fuera niña,
¿le pondrías el nombre de Sara o el de María Antonia?
-No
sé. También podría ponerle Vicenta, como mi madre.
-Sara, ¿eres la
mejor actriz de nuestro cine?
-Eso
no lo sé. Lo único que puedo decirte es que trabajo. Y mientras hay salud y
trabajo, ¿qué se puede pedir más?
LA FOTO CCVIII
Espectacularmente bella, como siempre, Sara Montiel en "La dama de Beirut", film que este año cumple sus 50 años.
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