SARA MONTIEL:
“ESTE ES EL HOMBRE CON EL QUE ME CASO”
Es el actor italiano Giancarlo Viola, de 57 años, un
hombre con el que vivió una romántica historia de amor hace casi treinta años.
“Las ascuas resistieron el paso del tiempo y, al
encontrarnos de nuevo, se han avivado con tanta llama como para impulsarnos al
matrimonio”
Hoy por primera vez y en rigurosa exclusiva, Sara y
Giancarlo nos hablan de sus sentimientos de ayer y de hoy.
Giancarlo, de 57 años, y Sara, de 65, protagonizan una maravillosa historia de amor que nació en 1964. "Por fin, un amor de treinta años deja de ser secreto", comenta ilusionado el nuevo compañero de la protagonista de "El último cuplé". La pareja todavía no ha fijado la fecha de su boda ni tampoco su residencia definitiva, aunque probablemente será Madrid.
Sara Montiel ha
volado de isla a isla –de Mallorca a Cerdeña- para estar unos días con
Giancarlo Viola: -Este es el hombre con el que voy
a casarme –dice gozosa-. Le he querido desde
que nos conocimos. Cuando entró en mi vida Pepe Tous, Giancarlo y yo nos
dijimos adiós, pero, al morir mi marido, el destino volvió a unirnos y nos hemos
dado cuenta de que estamos hechos el uno para el otro. Nos juntó el cine, nos
enamoramos, nos amamos apasionadamente y ese amor, al cabo de los años y
salvando las más adversas circunstancias, resulta que nunca se apagó, que las
ascuas resistieron el tiempo y que ahora al encontrarnos de nuevo, se han
avivado con tanta llama como para impulsarnos al matrimonio.
Giancarlo se
emociona. Estrecha las manos de Sara entre las suyas. Es alto, de buena planta,
la cabeza blanca, con rizos. Italiano, natural de Roma, de 57 años.
-En el programa
“Esta es su vida” de Sara Montiel el 12 de mayo de 1993, a muchos sorprendió
que públicamente declararas: “Es la mujer a la que
más he querido en mi vida”. Ahora Sara dice que os casáis. ¿De cuándo
viene ese amor?
-Nació
hace casi treinta años. En el rodaje de “La dama de Beirut”, en 1964. Por
cierto, es la primera vez que puedo hablar de este amor que las más diversas
circunstancias obligaron a llevar en secreto. Por fin, un amor de treinta años
deja de ser secreto.
Una vez que Sara
comunicó a la familia y a los íntimos su decisión de volver a casarse, decisión
que además hizo pública LECTURAS en su anterior número, se refugió en un rincón
de la isla de Cerdeña en donde había pasado un mes de verano al lado de “Gianca”,
como ella lo llama. También le llama “Pájaro”, pues él, desde que se enamoraron
le dice “Passarota”, o sea, “Pajarilla”. En una casa de playa, Sara y su nuevo
hombre aceptan recordar, al calor de la chimenea, su larga historia de amor.
Han elegido el
norte de la isla de Cerdeña porque hace la friolera de veintiocho años, al
concluir el rodaje de “La dama de Beirut”, se escaparon también a Olbia:
-Entonces,
viajamos de Madrid a Génova en mi coche y tras comprar los pasajes del barco,
seguimos a Livorno. Desembarcamos en Olbia y de allí nos fuimos a Alguer para
recoger a la madre de Sara que venía en avión.
-Cuando te
contrató el director italiano Ladislao Vajda, ¿sabías de la personalidad de
Sara Montiel? –pregunto a Giancarlo.
-No.
Ni idea de quién era la actriz.
Sara y Giancarlo en el salón de su refugio en la isla de Cerdeña, donde pasaron un mes juntos el pasado verano. "En 1964, al acabar el rodaje de "La dama de Beirut" también estuvimos aquí", recuerda el actor italiano.
"Es la mujer a la que más he querido", aseguró Giancarlo en el programa de TVE "Esta es su vida", emitido en mayo de 1993. El atractivo actor vive hace dos años dedicado al mundo de la publicidad y es editor de un periódico de anuncios en diversas ciudades italianas.
Fue en la década de los sesenta. Sara estaba legalmente casada con Chente cuando descubrió que estaba embarazada de Giancarlo. Sara quería tener ese hijo, se lo comunicó a Giancarlo, pero sobrevino el aborto y no nació el fruto de aquel amor.
“Cuando conocí a Sara ella estaba con su marido”
-¿Quién os
presentó?
-El
mismo Vajda. Enviaron un billete a mi agente en Roma para que viajara a Madrid.
Me esperaba el propio Vajda y me llevó a un restaurante sobrio, oscuro, de
lujo. Entramos y me presentaron a la actriz: Sara Montiel. Aún la veo: con
traje de chaqueta y un chaquetón blanco de visón. Cerca de ella, un señor alto,
de bigote que nadie me presentó y a quien tomé como actor de películas del
Oeste. Después supe que era su marido de entonces: Chente Ramírez Olalla.
Sara apostilla:
-Cierto,
allí estaba Chente aunque ya estábamos separados.
-Yo
nada sabía. Lo que recuerdo es que, durante la comida, Sara apenas había
abierto la boca. Pronunció muy pocas palabras, tres palabras. Al levantarnos,
alguien me advirtió: “Bien, le ha visto el director; si le eligiera, se le
avisará a Roma”. En la calle, Sara, tan callada, me despidió con unas palabras
que jamás olvidé: “Bueno, adiós, a lo mejor nos volvemos a ver pronto”.
Interpreté, tal vez interesadamente, que le había caído bien. A los tres días,
recibí el contrato.
-¿Qué primera
impresión te trajiste de Sara Montiel?
-Me
fascinó su belleza: ¡Qué mujer más bella!, me decía.
-O sea que la
encontraste muy guapa.
-No
guapa, bella. Toda bella. Que es más que guapa, creo yo.
La mira
sonriente y recuerda:
-Entonces,
yo tampoco estaba mal. Era guapa. Tenía muchas chicas, se me daban bien. Ante
Sara, sin embargo, me acomplejé. Pensé en mi interior: “Giancarlo, has
conquistado mujeres estupendas, pero imposible conquistar esta española”. La
veía inalcanzable. ¡Demasiado bella para mí!
Una simpática imagen de la pareja. A la actriz, Giancarlo le llama cariñosamente "passarota", es decir, "pajarita". Por eso, en la intimidad, Sara se dirige a él con el apelativo de "pájaro".
Giancarlo, que tiene tres hijos, Cristina, Christian y Maribel, le besa la mano a Sara.
La risa ha vuelto al rostro de la actriz. Sus hijos, Thais y Zeus, la apoyan en su decisión.
"Sara es la misma de siempre, un poco más comprensiva", asegura Giancarlo que ha pasado las navidades en Mallorca.
"Ahora no hay nada que nos impida casarnos y yo espero que jamás volvamos a separarnos, pase lo que pase. No hay ningún milagro en nuestro amor, porque se trata de un amor verdadero. Yo la he querido, la quiero y la querré mientras viva", dice convencido el italiano.
“Sara creía que yo podía ser mariquita”
-Los dos
estabais casados aunque erais infelices con vuestros respectivos cónyuges.
¿Quién dio el primer paso en vuestra historia de amor?
-Ella.
A mí me gustó desde que la vi, pero la contemplaba con mucho miramiento.
Estando en los estudios Balcázar, de Barcelona, me enteré de que incluso Sara
comentaba con su gente que si yo sería mariquita, pues me veían maquillarme,
trabajar, desmaquillarme e irme al hotel solo. Notaba a veces que Sara me
buscaba con sus preciosos ojos, me tentaba con miraditas, pero yo no me
atrevía, lo confieso, a emprender su conquista. Además, estaba enamorado de una
actriz holandesa, Tea Fleming, rubia, guapísima. Un día, rodando Sara yo en el
barco, en el puerto, se me acerca un chico: “Ahí hay una señorita que pregunta
por usted”. Era Tea. Se había venido de Roma a verme. Cuando terminé el
trabajo, la cogí del brazo y nos marchamos juntos. Sara, su peluquera, la
maquilladora, que sé yo, se sorprendieron: “¡No es mariquita! ¡No es
mariquita!”, exclamaron. Tea Fleming se quedó conmigo una semana. Cuando se
fue, al desmaquillarme una tarde, la peluquera me pasa recado de que “la señora
va a celebrar su cumpleaños y que vamos a cenar todos con ella”. Acepto la
invitación, claro. A la noche, me llaman a mi habitación: “Le esperan en el
vestíbulo”. Bajo y estaba Sara Montiel sola: “¿Dónde están los demás?”, le
pregunto. “No, no hay más invitados a la cena, sólo tú y yo”. Ni siquiera era su cumpleaños.
Sara asiente
divertida al recordar esa noche.
-Subimos
a mi coche y nos fuimos a cenar a la costa. A Sitges, creo. Estaba deslumbrante
Sara. Yo no cabía en mí de alegría. Me emocioné al estar a solas con aquella
mujer. Tan grande emoción sentí que, al levantarnos de la mesa, me quedé
embobado mirándola y no contuve el deseo de besarla: “¿Puedo darte un beso?”,
le pregunté tímido. Sí, sí, le pedí permiso.
-Y dijo que sí.
-Jamás
me olvidé de aquel momento. Mira, como se había retocado los labios, echó mano
al bolso, sacó un pañuelo y, como los gatos cuando arañan, se quitó el carmín
de los labios: ¡Sí! ¡Claro que sí! Aquél fue nuestro primer beso. Y en ese
momento nacía un amor que tuvimos que vivir a escondidas, siempre huidos, pero
un amor verdadero. Yo la quería. Y la quiero. Y la querré mientras vivía.
Entonces, nos amábamos secretamente, tratando de que su marido –lo era según la
ley- no se enterara. Sara temía que se armara un escándalo y puede que
desconfiara algo de mí: un italiano que le gusta, pero ¿qué tipo de hombre
será?
-Vuelves a
trabajar con ella en “La mujer perdida” de Tulio Demichelli, con Massimo Serato
y Antonio Ferrandis, en donde Sara juega con varios galanes.
-Sí,
antes había hecho con el director Germán Lorente “Vivir al sol” con Dominique
Boschero y Gemma Cuervo. Rodando en Torremolinos, un día me llama la atención
una mujer con gafas que llega al rodaje con el torero Julio Aparicio y otras
personas. De pronto, me llamaron la atención sus piernas: “Conozco esas
piernas”, me dije. Era ella. Se quedó conmigo. A medianoche, llaman a la puerta
de la habitación y abrió Sara. “Miss Europa” me buscaba: “¿Está Giancarlo?”,
preguntó. “No, guapa, te has equivocado”, oí responder a
Sara.
La artista
apunta:
-Cuando
le llamaron para “La mujer perdida”, Giancarlo no quería seguir de actor, en
realidad sentía vocación de director. Aceptó el papel, yo le animé, para estar
a mi lado. Desde “La dama de Beirut”, Giancarlo y yo estuvimos juntos hasta
1970, hasta que me enamoré de Pepe Tous.
Secuencia de imágenes de la pareja preparando la chimenea para protegerse del frío de Cerdeña.
Un año y medio después de perder a su marido, Pepe Tous, que falleció en agosto de 1992, Sara ha encontrado en el apuesto actor italiano el apoyo y la comprensión que necesitaba.
-Cuando Sara
Montiel te comunicó que había quedado embarazada, Giancarlo, ¿te asustó la idea
de un hijo con la estrella española?
-No,
a mí no. En realidad, estaba casi libre. Un hijo con Sara Montiel no me ponía
en dificultades. A ella, sí. Porque eran los años sesenta y, legalmente, era la
esposa de Chente. De todos modos, Sara quería tener el hijo. Incluso
consultamos con un poderoso abogado mafioso de Palermo. Sobrevino el aborto y
fue una pena. No tuvimos la suerte de que naciera aquel hijo. Seguro que
hubiera sido un niño muy guapo.
Asiente Sara:
-Ojalá
hubiera logrado ese hijo. Yo, pese a todo, deseaba tenerlo. Pero, al igual que
en otros embarazos, el último de Pepe Tous, lo perdí a causa de lo que llaman
edema de Quincke.
“Vi una boda desde el balcón y la novia era Sara”
-Giancarlo,
rodando en España, ¿mantuviste algún trato con Chente, el entonces marido legal
de Sara?
-Nada.
Ya dije que estaba con ella cuando Vajda me la presentó, pero callado. Y
recuerdo que una vez fue a los estudios y presenció una secuencia bastante
compleja y difícil para las cámaras. Como era una secuencia de amor y de besos,
Chente se molestó, creyendo que nuestros besos eran más que de cine y el
director Vajda lo echó del plató.
-¿Tu esposa supo
que te habías enamorado?
-Sí,
sí, claro. Yo me había casado joven, tengo tres hijos. Pero me había separado.
Cuando vine a rodar con Sara, convivía con Tea Fleming, en un apartamento
frente a la iglesia de Montserrat en Roma. Desde el balcón, Tea y yo habíamos
presenciado una boda desde el balcón y la novia era Sara.
EL RECORTE CCX
Más que conocidas son las idas y venidas en la relación sentimental-amorosa de nuestra Sara y su Gianca. Algunos afirman, incluso, que fue el gran hombre de su vida. ¡Da igual! Lo cierto es que con él la estrella protagonizó mil y una fotos para la prensa, mil y un programa de televisión... Este recorte es de la revista Hola, de marzo de 1999.
(Pedimos disculpas, falta un pequeño fragmento del reportaje)
EL RECORTE CCX
Más que conocidas son las idas y venidas en la relación sentimental-amorosa de nuestra Sara y su Gianca. Algunos afirman, incluso, que fue el gran hombre de su vida. ¡Da igual! Lo cierto es que con él la estrella protagonizó mil y una fotos para la prensa, mil y un programa de televisión... Este recorte es de la revista Hola, de marzo de 1999.
EXCLUSIVA
SARA MONTIEL
RECIBIO LA EMOTIVA VISITA DE GIANCARLO VIOLA
“Giancarlo es un hombre encantador y me ha gustado
mucho que haya venido a verme”
“Estoy muy contenta, porque ya he recuperado la
visión por la parte superior del ojo y por los laterales”
Sara esboza una sonrisa mientras Giancarlo le hace entrega del ramo que le había comprado a su llegada a Madrid. Esa misma tarde, la artista había sido operada de la mácula de su ojo derecho (punto central de la retina en el que la visión es más clara).
Roma y de
madrugada se presentaba en la casa de la popular artista, quien, como
informábamos la pasada semana, continuaba haciéndose pruebas que determinasen
el origen de su pérdida de visión, una vez descartado que se tratase de un
desprendimiento de retina. ¡HOLA! fue testigo del encuentro entre Sara y
Giancarlo, hoy dos buenos amigos tras su reciente ruptura sentimental. Pero lo
que Giancarlo no podía imaginarse es que horas antes de su llegada a España,
justo esa misma tarde y en la clínica que hay unos pisos más debajo de su casa,
Sara había sido intervenida con rayos láser de drusas en la mácula del ojo
derecho (formaciones redondeadas alrededor de la mácula, punto central de la
retina que forma una ligera depresión y en el que la visión es más clara). Ese
era el origen de su lesión, aunque también tiene afectado el nervio óptico del
otro ojo y tendrá que continuar sometiéndose a análisis para ponerse en
tratamiento.
SE DETUVO PARA COMPRAR UN RAMO DE FLORES
Giancarlo no
quería llegar con las manos vacías. Y por eso se detuvo previamente para
adquirir un ramo de flores de primavera. No era muy grande, pero eso era mejor
que nada. “Las rosas no eran muy allá –comentó
una vez de regreso al taxi-, pero mañana le
compraré algo más bonito”. Tan sólo llevaba una maleta por equipaje. No
pensaba estar mucho tiempo. “Me enteré hace cuatro
días de lo de Sara –contaba un extravertido y hablador Giancarlo-, y tanto me preocupó, que decidí venir de inmediato a
Madrid para ver a Sara”. Era aproximadamente la una de la madrugada
cuando Giancarlo llamaba al portero automático de la casa de Sara. Fue la
hermana de ésta quien respondió al otro lado. Giancarlo entró decidido. Una vez
en el piso –el ático- llamó a la puerta. De inmediato pasó al salón, donde Sara
estaba sentada en uno de los sofás. Llevaba puestas unas gafas oscuras. “Me han operado esta misma tarde”, fue lo primero
que Sara dijo, mientras Giancarlo se situaba enfrente de ella. Con los brazos
extendidos, y en un tono muy afectuoso, le preguntaba una y otra vez por su
estado de salud sin apartar la vista de ella. “Tengo
el ojo como quemado –explicaba Sara-, y
hasta dentro de quince días el médico no me va a ver de nuevo. Todavía no veo
nada”.
Giancarlo Viola saluda a Thais, la hija de Sara, en primer término, en el salón de su casa de Madrid, presidido por un gran cuadro de la artista.
SE ALOJO EN UN HOTEL
Pero Sara estaba
mucho más tranquila: “Es que he pasado quince días
angustiosos hasta no saber lo que realmente tenía”. En ese momento,
Thais, estudiante de Derecho en Madrid, entra en la habitación. Giancarlo la
saluda muy afectuosamente y posan juntos para la cámara del fotógrafo. De
inmediato, Giancarlo se sienta de nuevo al lado de Sara, que todavía tiene el
ramo en sus manos. No aparta su mirada de ella. “La
encuentro estupenda –dijo-, tan joven y
guapa como siempre”. Tras cenar esa noche en casa de Sara, Giancarlo se
trasladó al hotel en el que se alojó las tres noches que permaneció en Madrid.
La popular artista recibe el cariñoso beso de Giancarlo, que había viajado desde Roma para verla.
OTRO ANIMO BIEN DISTINTO
Cada mañana
Giancarlo se trasladaba a casa de Sara para pasar el día junto a ella y sus
hijos, y hasta acompañó en una ocasión a Zeus a dar un paseo con el perro por
las inmediaciones de su domicilio. A medida que pasaban los días, Sara iba
experimentando una ligera mejoría en el ojo. También estaba mucho mejor
anímicamente. El lunes 8 de marzo comentaba al otro lado del hilo telefónico,
en una última hora sobre su estado: “Estoy muy, muy
contenta, porque ya he recuperado la visión por la parte superior de los ojos y
por los laterales”. Dos días antes, “Gianca”, como ella le llama, había
regresado a Italia. “Giancarlo es un hombre
encantador y me ha gustado mucho que haya venido a verme”, dijo Sara.
TICO CHAO
Fotos: JUAN CALLEJA
LA FOTO CCX
La diva en su film "La dama de Beirut", ocasión en que conoció a Giancarlo Viola. Este 2015 la película cumple 50 años.
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