martes, 7 de abril de 2015

EXTRA VOZ - 14 de Abril de 2013 - España


La diva que se fumó la vida
SARITÍSIMA,
el placer superlativo
Hay vidas que chorrean exceso. La de la Montiel tiene mucho de quijotesco. Una mujer bestialmente bella que brilló en los ojos de Gary Cooper sin renunciar a la campechanía de llamarse Antonia. Los gallegos que la conocieron, entre ellos sus biógrafos, la retratan para Extra Voz como una estrella muy cercana a la tierra.
Por Sandra Fanigas
Sara Montiel no tiene un goya en su estantería (ni lo va a tener), así que ahora que todo el cine español llora su muerte y elogia su vida glamurosa de estrella campechana es buen momento para recordar sus uñas en garra verde esmeralda y su pelo rojo satén en posición de ataque. Un estilo tecnicolor que espantó tanto en su última etapa a los biempensantes como su cubano de adjetivo gay. Ella se lo fumó, o lo esfumó, como a todos los hombres que pasaron por su vida, poniéndose por delante con el buen humor de quien maneja los hijos, “catacatapún, puncandela, arsa pa’arriba, polichinela”, de las marionetas.
Eso solo les pasa a las mujeres pantera, que nacen bestialmente bellas, y se van al otro mundo como animales heridos por exceso. Con el haber mucho más suculento que el debe en la contabilidad íntima y la lozanía superlativa de nacer Antonia y morirse Saritísima. O érrima. Saritérrima, guapérrima, estrellérrima, libérrima. Un sufijo culto para una Aldonza Lorenzo pobre, con esa línea fuga manchega que separa realidad y ficción en un susurro de viento solano o almodovariano. Y que cuando sopla a favor transforma molinos en gigantes y mesoneras en estrellas de Hollywood. Hay mucho de quijotesco en la vida de Sara Montiel, de cuyo nombre conviene acordarse, porque María Antonia Alejandra Vicenta Isidora Elpidia Abad Fernández (Campo de Criptana, 10 de marzo de 1928) fue mujer de pueblo antes que mito. Y ese carnal popular la hizo universal por instinto y belleza. “Yo soy una mujer normal, bueno, normal no”, se escupió como epitafio quien heredó los ojos verde aceituna de su padre, labrador, además del gusto por el teatro.
Quizá por eso, por criarse en la carencia, se refugió en la demasía del sueño y le tocó el destino en suerte. No solo la descubrió la casualidad por cantarle al Cristo de la Caída, sino que su analfabetismo fue protegido por los mejores intelectuales a los que se entregó en alma… y cuerpo para salvarse del folclor: “Mihura me hizo mujer, pero no quiso casarse conmigo. Era muy mayor y yo muy joven. Pero fue él quien me recomendó irme a México y de ahí a Hollywood”, confesó la Montiel en sus memorias.
“Te llamarás Sara como la de la Biblia, porque me recuerdas a ella”, la modeló Enrique Herreros. Dalí, Miró, León Felipe, Alberti… todos se han fotografiado a su lado en un placer estilístico que alivió a la actriz del complejo de no saber leer y escribir hasta los 21 aun cuando poseía una inteligencia de superviviente. Con la misma lucidez que Sancho advertía a don Quijote, Antonia refraneaba a Sara en su camino a lo imposible y las dos convivieron en unidad mítica. Por eso, cumplido el sueño de mirarse en los ojos de Gary Cooper, la fantasía y la realidad se apoderaron una de la otra sin que el espectador pudiese discernir la ficción de una vida construida de mentiras y verdades como solo sabe un personaje.


¿SALVÓ A JACKIE KENNEDY?
Sara Montiel, según ha contado la artista, salvó a Jackie Kennedy de morir en un avión cuando estalló la ventanilla del aparato y ella puso el bolso para protegerla: “Thank you, miss Mann”, fue el agradecimiento de la americana para la Montiel, que ya estaba casada con An-tho-ny. Aunque peor suerte corrió James Dean, con quien ella dijo haber tenido una relación que se terminó en aquel Richtersveldt Desert poco después de despedirse de ella. “Se hizo un traje a medida, y de alta costura”, declaraba Alaska, quien grabó con ella Absolutamente, “una palabra que la define como ninguna”. “Ha sido valiente –continúa- y le ha dado igual lo que se considerara políticamente correcto. Se inventó un tipo de mujer muy poco común. Desde pequeña he sentido aversión por las cantantes que hacer florituras con la voz, ella impuso una forma de cantar muy personal”.
¿Pero quién quiere cantar si se murmura el pecado? Sus labios en O turbaron con hipnosis de cuplé cada vez que ella musitaba “écha-te”. “Era un fenómeno –cuenta Xosé Ramón Goyoso -. A Luar ha venido en varias ocasiones. Siempre con su séquito de gran estrella: el peluquero, la que le planchaba el vestido… Pero ha sido generosísima. La primera vez que le dije que cantase en gallego, ella me contestó: ‘Nunca en la vida’. Pero le enseñé una grabación de una película suya en la que cantaba Lonxe de Marín y se puso a ello con voluntad férrea. Y cantó, vaya si cantó: desde entonces la repetía cada vez que venía. En una ocasión nos apareció con la media con la intención de ponerla en la cámara para favorecerse. Y nosotros le insistimos en que no hacía falta, pero se salió con la suya”.

FIEL A LA CAJA AZUL DE NIVEA
La belleza devoró a la actriz, que a punto estuvo de generar un colapso en urgencias cuando, harta de que le preguntaran por su secreto de hermosura, espetó en la tele que se daba “un baño en una bañera llena de alcohol de 90 grados”. Fiel a la lata azul de Nivea, se emperró en deshacer el misterio en sus últimos años con maquillaje crepuscular a lo María Félix. Como una doña sin amo, pero con joyas y perro.
“Ella presumía de sus novios y de hacer lo que le daba la gana. Cuando llegó a Santiago para dar el pregón en 1988 –cuenta José Luís Lola, concejal de Cultura de entonces- fuimos a cenar y empezó a contarnos su amor por Severo Ochoa y su relación con Hemingway. Le encantaba. Era muy sexy y muy cercana, de diva no tenía nada. Recuerdo que al bajar del avión estaba preocupada porque había oído que había mucho revuelo político por dar el pregón en castellano y me dijo: ‘A mí se me dan muy bien los idiomas. Si tú me ayudas, lo digo en gallego’. Y así fue. Leyó un pregón preciso en un gallego perfecto”.

EN CASA DE KARINA FALAGAN
Losa confiesa en exclusiva una anécdota que le contó la Montiel aquella noche: “Ella iba mucho a Vigo entonces, era muy amiga de Karina Falagan y un día le pidió que la acompañase a comprar encaje en Camariñas. Pero Karina se negó: ‘Una cosa es que estés en mi casa y otra que salgas conmigo por Vigo. ¡Si soy una puta!’. ‘Sí, pero eres mi amiga’, le respondió Sara, y se fueron juntas a comprar encaje…”.
Ese desdoblamiento de corazón abierto ha sido una constante que han alabado los que la han rodeado y que sus biógrafos, los gallegos José Aguilar y Miguel Losada, destacan por encima de cualquier otra virtud.
La Sara de andar por casa se deshizo en deseos de parir, pese a once abortos, uno rondando la cincuentena: “He perdido cuatro hijos en dos años y medio. Pero el doctor dice que puedo ser madre. Que no debo desesperar… ¡Y no desespero!”, confiesa en el libro de los autores gallegos. Y no lo hizo. Sus hijos adoptados, Thais y Zeus, llegaron con la estabilidad del hombre que más le ha durado (27 años), Pepe Tous, y que supo adorarla como una diosa sin apretar demasiado el lazo. Ella, que fue india sioux, se encargaba de fumar el placer mientras él le encendía el cigarro. Ese fue su mejor papel. Y ha interpretado cientos.
Precisamente a un gallego de Láncara debió su acogida y proyección en Hollywood, cuenta Xosé Manuel Rodríguez desde la delegación de La Voz en Ourense. Francisco Fouce, Frank Fouce en su vida americana, fue uno de los hombres más influyentes de la época en el sector cinematográfico y contaba con una red de teatros entre ellos el famoso Million Dólar Theatre. Gracias a su apoyo, según el director de cine Ismael González (O Carballiño, 1939), que ha tratado a la actriz hasta el fallecimiento de esta, fue como Sara Montiel empezó a trabajar en Estados Unidos. “La proyección de Cárcel de mujeres en el teatro de Frank Fouce propició que la conocieran varios cazatalentos y que la contrataran en películas como Veracruz, donde rodó en compañía de Gary Cooper y Burt Lancaster”.
Es probable, como dicen algunos cronistas, que Sara Montiel, auténtico pibón patrio, fuese demasiado para España. Pero se bebió el mundo y su vida fue “marvelous” como ninguna, pese al frikismo torero del final. Con ella se cierra una estirpe genial de estrellas capaces de reírse de sí mismas. “Sara, ¿pieles o joyas?”, preguntó la periodista. “Ni una cosa ni la otra, no me gustan”. “Sin embargo se la ve a menudo luciendo un visón…”. “Hija, qué culpa tengo yo si hace frío”.


UNA VIDA EN TECNICOLOR
Sara Montiel fue una mujer "sin amo", pero con joyas y perro, que presumió de amores. El más grande e imposible, según la actriz, fue Severo Ochoa. Se casó cuatro veces, con el productor Anthony Mann, con el empresario Chente Ramírez, con el empresario Pepe Tous y con el cubano Tony Hernández.

Mi primera vez (y la última) con Sara
Por Victoria Toro
“No te puedes imaginar lo que ha sido, no dejamos de recibir llamadas de todo tipo pidiéndonos que, por favor, les hagamos un hueco”. Eso me contó a finales de abril del año pasado Lola Suárez, responsable de prensa del Instituto Cervantes en Nueva York, sobre la actuación que el 4 de mayo iba a protagonizar allí Sara Montiel. Ese mismo 4 de mayo esta corresponsal pudo comprobar a qué se refería Lola. Era la una de la tarde cuando llegó la Montiel, ella sola ante un auditorio que solo había estado tan lleno el día que Vargas Llosa dio su primera conferencia de prensa tras recibir el Nobel, y no más de la una y cinco cuando tenía a todos los corresponsales de medios españoles y latinoamericanos mirándola embobados y dispuestos a aplaudir, algo que los periodistas hacemos rarísima vez. Porque que aquella mujer contaba eran historias fascinantes. Historias de su vida pero con protagonistas que el resto solo hemos visto en las películas o en los libros: Marilyn Monroe, Arthur Miller, Billie Holiday o María Félix fueron desfilando por el auditorio del Cervantes de la mano de Sara Montiel. Lo que contó la Montiel era una vida como muy pocas, contada sin ninguna afectación y con un humor que solo nace de una poderosísima inteligencia. Lo que nos mostró Sara Montiel aquella mañana, un mal momento para ella porque, según aseguró, “carburo poco por la mañana, yo soy más de noche”, fueron las razones que la llevaron a convertirse en la estrella que fue: una belleza sorprendente y una inteligencia que debió de enamorar aún más que su espectacular físico. Cenas en casa de Marilyn; la negativa del maitre del Foru Seasons de dejarlas sentar a ella y a Billie Holiday porque esta era negra, y la bronca que montó la Montiel; un encontronazo con la policía porque en una joyería dudaron de que los brillantes como garbanzos de sus anillos fueran suyos; la presión que sufrió por parte de la familia de Anthony Mann cuando a este le dio un infarto para que se casara con él; el hambre y la miseria en La Mancha y su persecución a María Félix para conocerla… No sé qué pensarían los demás pero no creo que fuera muy distinto de lo que pensé yo: “Lo que debe de ser esta mujer cuando carbure del todo…”. 


EN PERSONA
“Tenía una vitalidad alucinante”
Por Beatriz Pallas
En persona, Sara Montiel era “una mujer con una vitalidad alucinante, no se cansaba nunca”. Así la recuerda el ferrolano José Aguilar, autor de una biografía sobre la actriz. La primera vez que la entrevistó, hace 16 años, se aproximó con la idea de que se encontraría con una diva: “Me quedé impactado de lo guapa que era, y a la vez, de lo cercana y lo normal que se mostraba en el trato. Su personalidad era única”.
De las tres películas que hizo en Hollywood, Veracruz, Yuma y Dos pasiones y un amor, queda “una impronta que la hacía diferente”. “Pero no sabía inglés, leía sus diálogos fonéticamente, por eso regresó encantada cuando El último cuplé y La violetera funcionaron tan bien en España, porque ella ya era una estrella internacional, algo complicadísimo por entonces”, relata el biógrafo, que, ante las comparaciones que se han hecho estos días entre su aventura americana y la de Penélope Cruz, sostiene que son casos distintos. “La belleza de Sara Montiel no la ha tenido Penélope Cruz –argumenta- . Sara marcó una época y ha sabido prevalecer cuarenta años después de dejar el cine, cuando llegó el destape y ella no tuvo necesidad de hacerlo”.
Defiende Aguilar que su extraordinaria belleza eclipsó su talento: “Durante los años que estuvo en México hizo películas como Cárcel de mujeres donde demuestra un impresionante registro dramático”. Igual que la imagen pública que se inventó en sus últimos años ocultó a la gran estrella que un día fue.


FOTO DE FAMILIA
La actriz, junto a sus dos hijos y Pepe Tous, que contribuyó a mantener el aura de la diva.

PILAR EYRE – Periodista y escritora
“Sara Montiel no hacía punto de cruz, se movía siempre como una estrella”
Por Ana Abelenda
Se fue con la maleta hecha, dejando una bandada de anécdotas al vuelo. Tendía a las alturas, donde llegó a perder un millón de dólares que se evaporaron al abrirse la ventanilla de un avión, según contó la musa del cuplé a varios periodistas. Sara Montiel era “una mujer fantasiosa. Y en las distancias cortas, muy simpática”, afirma Pilar Eyre, autora de La soledad de la reina. ¿Pero qué hay del rey? “Solo me consta que Olghuina de Robiland (una de las supuestas amantes de don Juan Carlos) cuenta en sus memorias que él había llegado a ligarse a Sarita Montiel. Andrew Morton, que ha recogido esta historia, habla de una supuesta aventura en los Montes de Toledo”. Dejando a un lado Ladies of Spain, la manchega que valió lo que el oro de Moscú murió por la boca varias veces antes de emprender el último viaje. En su funeral de Madrid al cielo, significaron su emoción Marujita Dían y Giancarlo Viola, quién declaró, un día después del deceso de la actriz, haber sido el amor de su vida. “Unos comediantes”, a juicio de Pilar Eyre.
-Sara Montiel dejó escrito que su gran amor fue Severo Ochoa y que, en los cincuenta, estuvieron juntos cuatro años.
-El biógrafo de Severo Ochoa, Marino Gómez Santos, siempre lo negó.
-Ochoa era un hombre felizmente casado.
-Pero se quedó viudo y no fue a por ella.
-¿Era la violetera tan libre como dicen?
-A ella y a su primer marido, Anthony Mann, no los recibían en ningún hotel de Madrid porque no estaban casados por la Iglesia. Luego, estuvo 14 años atada a Chente (separada pero casada con él, al que se unió en 1964). Eran otros tiempos. Ella no podía ni abrir una cuenta corriente sin permiso. Era millonaria, pero no libre para disponer de su fortuna.
-Poderosa y fascinada por la cultura…
-No tenía ni un pelo de tonta. Me dijo varias cosas de mujer a mujer. Tenía un saber de cosas prácticas y una gran psicología para la vida diaria. También una fortuna en arte. Camarasa, Roca Fuster, Dalí… Podía contarte la historia de cada uno de sus cuadros.
-Murió en casa. ¿Llegó a cumplir con el arquetipo de ángel del hogar?
-¡No! Ese fue quizá el papel que asumió su tercer marido, Pepe Tous. A ella no le gustaba cocinar ni hacía punto de cruz. Era una estrella y así se movía siempre. Pepe Tous ayudó a mantener ese entourage.
-El aura de artista de Hollywood.
-Fue más que artista, cupletista, que era otra cosa. Aunque ella llegó a decirme: ‘Ya sabes, Pilar, que ser cupletista aquí es ser putiplista’.
Otra de las declaraciones de impacto de la Sara en grado sumo fue: ‘La mujer debe ser puta por bondad’. Del mito de Mae West al estigma de María Magdalena.


EL RECORTE CCXX
Aquí la crónica de un momento que nunca hubiésemos querido que llegase. Revista Hola, 24 de Abril de 2013. 


 COCTEL DE NOTICIAS
En el sentido adiós que sus hijos, Thais y Zeus, y su amigo Giancarlo Viola dieron a la actriz.
SARA MONTIEL
HOMENAJEADA POR LA CIUDAD DE MADRID

El cortejo fúnebre en la plaza de Callao, de Madrid, donde se proyectó una de las películas más conocidas de la actriz: "La violetera".

El mundo de la cultura y, en especial, del cine y la música, llora la muerte, repentina e inesperada, de la gran actriz Sara Montiel, una de las mayores leyendas de la escena española, fallecida el pasado 8 de abril. Tenía ochenta y cinco años y, a lo largo de su carrera, interpretó cerca de medio centenar de películas en España y Estados Unidos y numerosos discos, que le hicieron merecer no solo innumerables premios y homenajes, sino también el respeto y la admiración de todo el mundo.
Instalada su capilla ardiente en el tanatorio de San Isidro, de Madrid, los restos mortales de la artista fueron trasladados al día siguiente, 9 de abril, en un emotivo cortejo popular que recorrió las calles principales del centra de la ciudad y puso de manifiesto el cariño y la admiración que el pueblo entero sentía por ella, al cementerio de San Justo, donde, según manifestó en vida, quería reposar para siempre junto a su madre, María Vicenta, y su hermana Elpidia, fallecida hace siete años.


Marujita Diaz, también visiblemente afectada por la pérdida de su amiga. "Éramos como hermanas", declaró. 

GIANCARLO: “DESEO ENCONTRARME DE NUEVO CONTIGO ALLÁ DONDE ESTÉS”
Acompañada en su último paseo por sus hijos, Thais y Zeus, que mostraban en sus rostros las huellas del trance que estaban viviendo, así como por su hermana Ángeles y otros familiares y amigos, en el camposanto, abarrotado de gente que la recibió entre aplausos y vítores, aguardaba su llegada uno de sus últimos amores, el actor italiano Giancarlo Viola, quien, desolado por la pérdida y sin poder contener el llanto, llevaba en sus manos una rosa roja para quien fuera su gran amor, a la que conoció durante el rodaje de “La dama de Beirut”. Tras ser oficiado un responso, al que asistieron, entre otros, Marujita Díaz, también viviblemente afectada, los restos mortales de Sara recibían cristiana sepultura en el panteón de la familia, mientras la hija del poeta Ramón Alarcón recitaba los versos de “La sirena” y Giancarlo Viola –“Giancar”, como lo llamaba cariñosamente la actriz- se despedía de quien fuera su “gran amor” con un cálido abrazo al féretro y sentidas palabras: “Sara, eres la persona que más me ha ayudado… Eras mi gran amor. Lo único que deseo es encontrarme de nuevo contigo allá donde estés”.


Thais y Zeus junto a su tía Ángeles (así dice la revista pero en realidad es Nela Andino), hermana de Sara Montiel.


El emotivo encuentro y abrazo del hijo menor de la actriz con Giancarlo Viola, quien, roto de dolor, se despidió de quien fuera su "gran amor" con un conmovedor abrazo al féretro.




Texto: ENRIQUE J. SUERO
Fotos: SÁNCHEZ ESPEJO / F. JUNCO / J.I. VISERAS / AGENCIAS


LA FOTO CCXX


Sara, siempre serás la única...




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