martes, 2 de junio de 2015

VIDA MUNDIAL - 25 de Marzo de 1961 - España


SARA MONTIEL:
HISTORIA DE MI VIDA
“Yo nací en un lugar de la Mancha…”

Yo nací en un lugar de la Mancha, de cuyo nombre sí quiero acordarme: Campo de Criptana. Soy, pues, de una tierra que puede ser capital de la fantasía ibérica. (Esto de “ibérico” lo he aprendido de Enrique Herreros, que es coleccionista de ediciones del “Quijote” y, además, inventor de los chistes de “ibéricos”.)
Los que me han conocido de niña dicen que yo era mala como un dolor. A mí me parecen que exageran. De todas maneras, no es cosa de discutir. Mi primer recuerdo es que era una niña bastante traviesa y que con el pretexto de peinar a mis amigas las metía la tijera, y de esta manera hice más de un desaguisado, del que me reconozco culpable.
No fui una niña ñoña, de lo cual me alegro infinito. Por eso, cuando una noche de Reyes mi hermano se disfrazó de rey Gaspar, le miré de la cabeza a los pies y le dije a mi madre: “Fíjate, mamá: el rey lleva los zapatos de mi hermano”. Luego, al darme cuenta de que habían tratado de engañarme, organicé un berrinche que no quieran ustedes saber.

“… Y UN GATO DE PORCELANA”
También tenía yo mi alma en mi almario. No era solamente una niña arisca y traviesa. Puede dar fe de ello lo que me ocurrió con aquel pobre gato al que quería tanto. Por el mes de enero se escapó de casa, y yo me quedé llorando. Un día alguien lo trajo a casa, pero muerto. Esto me llenó de tristeza. Organicé un entierro, metiéndolo antes en una caja pequeñita, sobre la que coloqué unas flores que yo misma recogí en el campo. Pocos días antes se había muerto una niña de la vecindad, amiga mía, y yo imitaba el entierro que había visto desde la ventana de mi casa.
Ahora me han regalado en América un gato de porcelana. Pero no crean ustedes que mi anécdota con el gato ha llegado hasta aquellas tierras, sino que el regalo ha sido por aquello de “…y un gato de porcelana para que no maúlle el amor”, letra del tango que canté en los teatros.
Los gatos siguen gustándome mucho, aunque no tanto como a doña Raquel Meller.

COLEGIALA
Fui al colegio en Orihuela. Aquel colegio se llamaba Jesús y María. Las monjas me señalaron en seguida porque dijeron que tenía muy bonita voz, y me vi cantando en el coro.
Aquellos años de colegiala fueron muy divertidos. Yo era un diablo de niña que me entretenía en arrancar carteles de los muros de la calle, carteles de cine para decorar, ayudada de sábanas, escenarios en los que yo hacía funciones imaginarias.
Parece ser que yo tenía aficiones artísticas desde que nací. Me presenté al público menudo de mi colegio siendo un comino; en las fiestas del colegio me aplaudían para que cantase el “Pericón ranchero” y “La muñeca de trapo”. Cuando se descuidaban en mi casa, yo me arrancaba a cantar en la calle, y la gente formaba corrillos para verme.



Sara Montiel a los cuatro años.


Sara Montiel a los siete años.

LA MUÑECA DE TRAPO
No se me ha olvidado el día que regalaron el primer ramo de flores, que era tan grande que sobresalía por encima del lazo tieso que me ponía mi madre en lo alto de la cabeza. Me regalaron este ramo de flores monumental cuando canté “La muñeca de trapo”. Desde aquel día me llamaron en el pueblo así. Decían: “Ahí va la muñeca de trapo”.
Creo que fue en 1939 cuando canté una saeta en Orihuela. También cuando entraron allí las tropas nacionales intervine cantando en un fin de fiesta para recaudar fondos.
Poco después hice un viaje a Madrid. Venía a participar en un concurso organizado por Bobby Deglané, que se celebraba en el Retiro, patrocinado por Cifesa. Canté dos canciones y me llevé el primer premio.
Al entrar en la Gran Vía me maravilló ver tantos cines. Le dije a mi madre: “Mamá, fíjate cuántos cines hay en esta calle. ¡Aquí sí que se pueden ver todas las películas en un día!”

ANTE LOS MICRÓFONOS
Me vistieron con un traje de terciopelo negro, y al adelantarme hacia el público recuerdo que tropecé y me caí. Entonces, yo me levanté muy seria, como si eso de caerse fuese costumbre. Me sacudí las manos y canté mi cancioncita, la que me llevaba mejor sabida. Canté “La morena de mi copla”, aquello que dice: “Julio Romero de Torres pintó a la mujer morena…”
Éramos treinta concursantes. Como se podrá ver, había mucha competencia.
-¿Cómo te llamas, niña? – me preguntó Bobby Deglané ante los micrófonos.
-María Antonia Abad Fernández –le respondí.
-¡Qué bonito nombre! ¡María Antonia! ¡Pero si tienes nombre de reina!
Luego me preguntó que de dónde era yo.
-De Campo de Criptana, pero vivo en Orihuela –le respondí.
-Muy bien, perfectamente. Aquí tenemos la más esperanzadora promesa artística de la provincia de Ciudad Real, donde tan buenos amigos conservo.
Avisaron a mi padre para que viniera a Madrid a firmar un contrato que me ofrecía la casa productora Cifesa, que consistía en costear durante un tiempo determinado los gastos de mis estudios en Madrid.
La subvención consistía en quinientas pesetas mensuales, que entonces era una cantidad bastante considerable. Me pusieron una institutriz para que me acompañase, ya que mi padre requería cuidados porque estaba algo enfermo. Mi madre, por eso, había tenido que volver a Orihuela.
Con aquellas quinientas pesetas de subvención me quedé en Madrid asistiendo al Conservatorio. Allí estudié declamación con doña Anita Martos, hija del ministro don Cristino Martos.


Sara Montiel a los doce años.

UNA NIÑA REPIPI
Naturalmente, no todo era estudiar. También iba al cine. Mejor dicho, vivía parte del tiempo en el cine, a donde me llevaba un bocadillo de jamón.
Me da risa pensar lo que me pasó cuando me llevaron a Barcelona para hacerme unas pruebas de cine. Fui por indicación de Cifesa. Yo era bastante repipi. Las pruebas las dirigía Juan de Orduña.
-Niña, tienen que pintarte las uñas –me dijeron.
Aquello me alborozó, porque yo no sabía lo que era pintarme nada. Para mí era fiesta aquél día. Me pintaron muy bien, y yo me puse frente a la cámara. Me ponía las manos en la cara, en el pelo, en el cuello; la cuestión era lucir las manos con las uñas pintadas. Estaba como el que se compra una sortija de esas del serrín; la cuestión era enseñar las manos. ¡Pues no faltaba más!
Las pruebas las hice recitando “La santa virreina”, de Pemán.
Cuando algunos días después vi las fotografías de aquellas pruebas, me horrorizó ver que mis manos aparecían por todas partes. Yo me divertía a mi modo en aquel tiempo en que empezaba a barajarse mi destino artístico, nada menos.
Cuando regresé a Madrid, me llevaron al estudio de Gyenes para hacerme unas fotografías. Cuando me vio, llamó por teléfono al director Ladislao Vajda.
-Vente por aquí- oí que le decía por teléfono-, que está en el estudio una muchacha que quizá te interese para la película.
Al momento llegó Vajda al estudio y me vio. Me habló de que iba a rodar una película en aquellos días que se llamaba “Te quiero para mí”. El papelito que me ofrecía era muy gracioso, de colegiala traviesa, lo cual me iba a mí como anillo al dedo. Creo que en aquel momento yo era bastante avispada.

MUJER FATAL
La fotografía que me hizo Gyenes se publicó en la portada de la revista “Semana”. Cuando la vi, me pareció que yo estaba hecha una mujer fatal. Me había puesto un escote de dos deditos. Pensé que quedaba muy vampiresa. ¡Pobrecita de mí! Apareció debajo mi primer nombre artístico: “María Alejandra”.
A partir de ese momento, las cosas empezaron a venirme rodadas, porque resulta que Filmófono preparaba “Empezó en boda”.
Enrique Herreros vio la fotografía que aparecía en “Semana” y me mandó llamar a su despacho. Se llevó un chasco tremendo, porque se imaginaba que yo era una chica mayor, que lo menos tendría veinte años. Cuál sería su sorpresa cuando aparecí con mis calcetines, mis trenzas y una cara de colegiala tremenda. ¡Cómo no iba a llevar trenzas si tenía catorce años! La verdad es que era una niña.
Enrique torció un poco la nariz y me dijo:
-Bueno, niña, vete a tu casa y di que te vistan de mujer. Cuando estés vestida de mujer vuelves por aquí.
¡Ya lo creo que me vestí de mujer! Estaría bueno. Fui a casa, cogí un vestido de terciopelo de la señorita de compañía, me puse tacones y me peiné así, para arriba. ¡Qué vampiresa me encontraba yo ante el espejo!


Con su marido y Enrique Herreros.

NACE “SARA MONTIEL”
La lectora o el lector curioso se preguntará que cómo llamándome María Antonia Abad soy conocida por Sara Montiel y cuál es el origen de este nombre artístico.
La cosa sucedió así. Estaba yo rodando en Aranjuez, cuando llegó Enrique Herreros con mucho misterio y me dijo:
-Oye, niña, ¿sabes que ya no eres la estrella más joven?
-¿Y eso cómo es?- le pregunté.
-Pues muy fácil. Ha salido estos días una estrella de la que se hablará mucho.
Yo me quedé muy preocupada. Entonces, Enrique Herreros añadío:
-Esa estrella que ha surgido se llama Sara Montiel y ha nacido en Campo de Criptana.
Desde entonces me anunciaron con el nombre de Sara Montiel. Estoy segura que muchos de mis admiradores no sabrían contestar si les preguntan por mi nombre de pila.
Pero volvamos un poco atrás. Yo vivía, puede decirse, en el cine. No salía del Voy y del Muñoz Seca. Me llevaba la merienda, y ya podía hundirse el mundo… Iba todos los días al Conservatorio, a mi clase de declamación, y doña Anita Martos me decía: “Pero, niña, si con ese acento de la provincia de Ciudad Real no puedes salir a escena.” Entonces me llenaba la boca de piñones y me gritaba: “¡Ahora habla, criatura! ¡Vamos, habla!”
De esta manera fui dejando de comerme las eses.
En Orihuela se habían quedado mis hermanos poco conformes de que yo viniese a Madrid a dedicarme al cine. No querían ni que me acercase a los estudios. Los he tenido siempre de enemigos, porque soy la pequeña de la casa, y ¡ya se sabe!
Por mediación de Imperio Argentina, que cantaba en la película “Bambú”, me prometieron un papelito para que yo también cantase algunas canciones. Me hicieron las pruebas, que luego se suprimieron porque seguramente cantaba muy mal. Todo quedó reducido a un papelito muy mono, que cuando fui al estreno de la película tuve que prestar mucha atención para encontrarme allá al fondo.


En su casa de Madrid leyendo.

EL PRIMER NOVIO
He de salir al paso al lector suspicaz que sospeche que yo no hablaré de un novio que tuve. La verdad es que no pretendo dejar aquí constancia solamente de mis actividades artísticas. No tengo interés de hacerme fama de estudiosa y aplicada. Aquel novio se llamaba Ángel Martínez de Olcoz, que ahora es un productor de cine muy conocido y que también es una buena persona. Creo que duramos de novios del año 1950 al 51. Me parece recordar que yo trabajaba entonces en “El capitán Veneno”, con Fernando Fernán Gómez.
El primer dinero que gané en el cine fue la cantidad de tres mil pesetas. Me las dieron por el papelito aquel de “Te quiero para mí”, dirigida por Ladislao Vajda. Con aquel dinero le compré a mi padre un abrigo y un sombrero. Y, además, es verdad. Estaba muy enfermo en mi pueblo, Campo de Criptana, y yo quería que fuese bien vestidito al estreno de la película.
En fin, que ya seguiré otro día con este relato de mi vida, porque una no es Hemingway, y por si eso no fuese poco, no escribo muy bien a máquina.

(Sigue en el número próximo)
FOTOS GABRIEL



EL RECORTE CCXXV
El número siguiente de Vida Mundial nosotros no lo tenemos. Pero la vida de Sara Montiel ha sido contada, por ella y por los demás, mil y una vez. En esta ocasión, recogemos la entrevista que concedió a la revista Semana en su 60 aniversario (1940-2000), dentro de la sección que la publicación creó para celebrar su efeméride "Mujeres con historia". Era en su número de 13 de Septiembre de 2000.



 Una vida plena a los 72: feliz con sus hijos Thais y Zeus, y enamorada de Giancarlo Viola
SARA MONTIEL
“Soy una mujer fatal”

Recién llegada de Mallorca, donde pasó las vacaciones con su hijo, Zeus, Sara Montiel nos recibió en su casa madrileña, un amplísimo ático situado en pleno corazón del madrileño barrio de Salamanca.
-Hemos pasado dos semanas juntos –aludió la artista a Zeus, el menor de sus hijos-, navegando.
Zeus se ha convertido en un hombretón de cuyo brazo pasea Sara orgullosa.
-Mide 1’86 –relata Sara- , con 17 años. Está muy guapo y es buenísima persona. Tengo unos hijos que son una lotería.
-¿Estuvo Thais de vacaciones?
-Ella ha estado en la Universidad de Washington, haciendo un curso de Derecho Penal americano. Ha vuelto a Madrid cuando Zeus y yo volvíamos de Mallorca.
-¿Qué tal le va en la carrera?
-Está en cuarto y luego preparará oposiciones para el Cuerpo Diplomático. Desde que tenía 7 años quería ser diplomática. Es una estudiante responsable y brillante. Zeus también estudia y, aunque no obtenga resultados tan espectaculares como su hermana, se esfuerza y saca bien los cursos. A él le veo más en temas informáticos, que le encantan y se le dan de maravilla.
Sara disfruta su faceta maternal, en esta etapa de su vida: Thais y Zeus son el centro de su universo.
-¿Cómo son tus hijos?
-Lo mejor. Estoy agradecida por los hijos que tengo. Son buenos, tienen buenos sentimientos y son muy majos.
-¿Con cuál tienes más afinidad?
-Con los dos, porque son mis hijos. Pero, si hablamos de parecidos, Thais se parece mucho a Pepe –mencionó a su marido, Pepe Tous, fallecido hace ocho años-. Zeus, se parece mucho a mí de carácter, de manera de ser.
-Con frecuencia sales con él…
-Sí, Zeus es mi colega, “mi tronquito” y me acompaña.
-Thais tiene 21 años, Zeus 17, pronto se irán, ¿qué pasaría?
-No me lo planteo, creo que no se irán nunca. No los ato, ni soy posesiva: disfrutan de una libertad maravillosa, porque confío en ellos y no me han defraudado jamás. No veo a mis hijos independizándose, haciendo sus maletas y yéndose a otro domicilio. Cuando se casen, si forman una familia propia, será ley de vida.
-¿Cómo reaccionarás?
-Si se van, lo sentiré. Pero ellos y yo sabemos que seguiremos estando cerca siempre.
-¿Serás buena suegra?
-Sensacional. Porque no soy posesiva ni celosa, tampoco lo soy con sus amigos que tienen tanta importancia a su edad. José Luís el mejor amigo de mi hijo le dice siempre a Zeus: “¡Qué madre tan ‘guay’ tienes!”. Sobre la posibilidad de que se casen, o se junten –abre puertas con su mentalidad siempre actual-, ya hemos hablado los tres. Yo les digo que cuando pase me gustaría que me den un nieto.


Es una madre adaptada a los tiempos que corren: "No ato a mis hijos, ni soy posesiva con ellos. Disfrutan de una libertad maravillosa", explicó Sara. 


Resalta el gran parecido de Thais con su padre, Pepe Tous, y el suyo con Zeus: "Es mi colega, mi 'tronquito'", dice la estrella.


Un rincón del salón lleno de recuerdos.

Con proyección de futuro, Sara tiene un presente feliz y sereno, además de ser protagonista de una de las vidas más apasionantes del mundo del espectáculo español del siglo XX.
Actualmente prepara su biografía, que proyecta editar en noviembre y sobre la que rodará una película de dos horas y media.
-Será un relato en primera persona –adelanta Sara, que ha retomado el trabajo al volver de vacaciones-, apoyatura de imagen. Rodaremos en México, Hollywood, Argentina, Brasil, España… En este momento está resultando muy grato recordar y evocar vivencias maravillosas.
-Conociste Hollywood en su época dorada, grandes estrellas…
-Llegué en 1956, conocí lo mejor y el principio de la decadencia, con la llegada de la televisión. Ahora ya no hay belleza, ni las estrellas son como las de antes.
-¿Pagan un precio las estrellas?
-Por todo hay que pagar. Me gusta la libertad, ir a mi aire; pero, en los años 60, no podía salir a la calle o comprar ropa personalmente en la boutique de al lado de casa, porque la gente me arrollaba con su admiración, que es muy bonito por otra parte. Ahora, me paran y me saludan con cariño. Estando en el cénit no podía pisar la calle de cualquier manera: tenía que ir arreglada, con abrigos de pieles preciosos, peinada de forma novedosa, aunque siempre me he maquillado poco, porque tenía una piel muy bonita. Hasta en las películas utilizaba poco maquillaje, excepto cuando lo requería el personaje, como María Luján, “El último cuplé”… Por eso mi imagen, aunque han pasado cincuenta años, es actual y fresca, no huele a polilla.


En las paredes del comedor de su casa madrileña, encontramos cuadros de pintores prestigiosos como Picasso, Dalí o Miró.


Desde el comedor se accede a una amplísima terraza duplex, que vemos al fondo.


Sara en el vestíbulo-distribuidor de su piso del madrileño barrio de Salamanca.

Rompiendo moldes
-No sólo en imagen te adelantabas a tu época, también rompías moldes sociales…
-Sí, porque viví en el extranjero, había pasado en Estados Unidos y México tantos años que mis hábitos luego chocaban en España: nadie se había casado por lo civil, nadie se había casado por segunda vez… Estaba acostumbrada a la libertad y tenía poco que ver con la española de entonces, que tenía que pedir permiso al marido hasta para ir al baño.
-Han sido muchos años en primera línea, ¿no?
-Empecé a los 16 años en Cifesa, en el 44. Haz la cuenta –invita Sara a adivinar sus cincuenta y seis años en activo-, yo tengo que “tirar de dedo”.

Artista desde la cuna
Su vida activa rebasa los cincuenta años, pero su vocación artística la ha acompañado desde la misma cuna.
-Lo tenía claro desde los cuatro años: quería ser artista de cine, cantar y emocionar al público. Cogía las colchas de mi madre y me disfrazaba con velos por la cabeza y la cara para cantar; a los cojines, les sacaba la lana y era mi ropa. En el 36, a los ocho años, actué en el Hospital de la Sangre de Orihuela para los heridos. Entonces cantaba flamenco muy bien, por soleares.
El éxito, al comienzo de su andadura en el campo profesional, le llegó siendo una adolescente, a los 14 años.
-Gané el Concurso Infantil Retiro de Madrid, en 1942, interpretando “Morena de mi copla”.
Dos años después, su espectacular  belleza le abrió paso en el cine en un tiempo récord. “Locura de amor” en 1948 fue uno de sus grandes éxitos, dos años antes de marcharse a México y luego a Hollywood, donde trabajó en películas como “Veracruz”, “Serenade” y “Yuma”.
En 1957, Sara se casó civilmente con el director de cine Anthony Mann, de quien se divorció en 1960. Regresó a España como una estrella consagrada. “El último cuplé” fue su mayor éxito popular en esta etapa.
-Representabas a la “mujer fatal”, ¿lo eres?
-Soy una mujer muy fatal, por mi manera de dar en pantalla y mi imagen ante el objetivo. A los 20 años era una mujer de tirar de espaldas y a los 30, de morir. Pero la imagen de mujer fatal, viene de los personajes y la forma de estar ante la cámara: he llenado la pantalla y no he sido una belleza fría.



Una belleza actual que traspasó fronteras
Sara Montiel siempre ha cuidado su imagen. Su permanencia en el cénit del estrellato no ha sido fruto de la casualidad, sino del talento y el esfuerzo. Como todo ídolo tiene sus imitadores y ha creado escuela: desde las muñecas "Saras", al estilo de peinado, o costumbres, como fumar puros. La rotunda belleza de Sara Montiel, una manchega de rompe y rasga, ha traspasado fronteras. 

Antonia y Sara
-¿Tienen sucesoras las grandes divas, ves alguna actriz a quien puedas hacerla tu sucesora?
-Ya no hay mujeres así. Esperaba sucesora, pero no viene.
María Antonia Abad Fernández, auténtico nombre de Sara Montiel, conserva la frescura y espontaneidad de las mujeres de su Campo de Criptana natal.
-¿Cómo son Antonia y Sara?
-Diferentes. Sara hace lo que diga Antonia: la lista es Antonia y la tonta Sara, que tiene que pensar cosas por sí misma, porque no le queda más remedio, al tener que aparentar a otra mujer.
-¿A cuál elijes: Antonia o Sara?
-Me llevo bien con las dos.
-Sara le ha permitido a Antonia conocer a muchos hombres…
-Hombres espectaculares –confirma rotunda Sara-. Los que me han amado, los que conozco y he conocido. Soy afortunada.

Su hombre ideal: Pepe
-¿Qué cualidades de “tus hombres” tiene tu “hombre ideal”?
-Sería un Pepe Tous –eligió a su tercer marido, del que enviudó el 25 de agosto de 1992-. De “coco”, como Hemingway o León Felipe; de cara, como Giancarlo Viola, que ha tenido una cabeza romana de caerse de espalda y sigue siendo guapo a los 63 años… Aunque a mí nunca me ha atraído una cara guapa, sino un hombre muy hombre, serio, inteligente, importante. Por eso mi ideal está entre Pepe Tous y otra persona que menciono en las memorias que preparo.
-¿Quién es, es extranjero?
-No puedo desvelar ahora el nombre, pero es nacional. Un hombre con mucho empaque.
-¿Sorprenderán tus memorias, habrá quien tema su publicación?
-No creo, son sencillas como la vida. Yo no he inventado la vida.
-¿Cuáles han sido los momentos más felices de tu vida?
-Cuando tenía a mi madre; al llegar mis hijos y, luego, Pepe. Después, a distancia, lo demás. He sido feliz en otros momentos y con otras personas. Tengo 72 años y una vida a mis espaldas.
-Si en esos 72 años destacases a un amante, ¿cuál sería?
-Amantes he tenido pocos, sólo cuando estaba casada con Tony –se refirió a su primer marido el director de cine estadounidense Anthony Mann-: lo respeté hasta que se me terminó el amor. Hasta que obtuve el divorcio, conocí a otros hombres y tuve amantes. Cuando encontré al hombre de mi vida, no tuve amantes. He tenido marido y hace ya ocho años que murió Pepe.
-Han pasado los años, ¿sigue aún presente en tu vida?
-Todos los días, para mí y mis hijos. Tengo parte de sus cenizas en un jarrón; Thais, guarda una caja antigua con un mechón de su cabello; y Zeus también. Hablamos continuamente de él: “papá diría, papá pensaría”… Ponemos vídeos rodados con él en Illetas, La Dragonera… Ni sus hijos ni yo hemos dejado de pensar en él y tenerle presente.


Sara con su primer marido, el director Anthony Mann. Se casaron civilmente en 1957 y se divorciaron en 1960.


En mayo de 1964 se casó con Vicente Ramírez Olalla, separándose un año después. La nulidad llegó en 1977.


Tres maridos
La espectacular belleza de Sara Montiel, cautivó a las cámaras, mientras la mujer, Antonia, vivía bajo la presión del estrellato. Durante décadas, la divina Sara, admirada por el público buscó la felicidad sin encontrarla. El equilibrio entre vida profesional y familiar, la halló finalmente de la mano de Pepe Tous, a quien estuvo unida 22 años. 

Otro hombre
-¿Aceptarían tus hijos la presencia de otro hombre en vuestras vidas?
-No. Aceptan que yo vea a Gianca –así llama familiarmente a Giancarlo Viola, el actor italiano con quien vive una singular historia de amor- en Roma, o que él venga aquí y cene en casa, que después salgamos juntos… Pero, convivir con un hombre en la casa, como marido mío, no lo aceptarían ni yo se lo impondría.
-Entonces, ¿renuncias a rehacer tu vida sentimental?
-Los sentimientos son una cosa y la convivencia o el matrimonio, otra. Giancarlo es muy agradable y les cae bien a mis hijos. Salimos, vamos a un hotel, me acompaña a casa y estamos bien juntos. Pero no me veo casada en absoluto.
Estrella sin igual en los últimos cincuenta años, y una mujer que ha escrito páginas muy personales durante décadas.

MARGARITA PENCHE
FOTOS JUAN GALLEGO


LA FOTO CCXXV


La niña soñadora de Campo de Criptana que quería ser una gran estrella.... lo logró, se convirtió en Sara Montiel. 


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