domingo, 13 de agosto de 2017

SISSI - 28 de Mayo de 1.962 - España



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EL RECORTE CCLV
La de Sara Montiel, una vida que comenzaba el 10 de Marzo de 1.928 en Campo de Criptana (Ciudad Real) y que se apagaba en Madrid el 8 de Abril de 2.013. Esta es la semblanza que el periódico ABC le dedicaba a la estrella con motivo de su fallecimiento en su número de 9 de Abril de 2.013. 


Muere un mito
Adiós a
SARA MONTIEL

“El último cuplé” de Sara
La española más universal.
SANTIAGO CASTELO
Tuvo sus antecedentes: Carolina Otero, Raquel Meller, Concha Piquer, Imperio Argentina; pero nadie como ella supo saltar al estrellato internacional más absoluto sin renunciar a su condición de manchega. Figuras como Gary Cooper, Burt Lancaster, James Dean, Raf Vallone, Marlon Brando, la admiraron, la requebraron, la enaltecieron. Ella lucía su rabiosa belleza hispana, el bellísimo ángulo de su cara, el arqueo incitante de su ceja y todo Hollywood se le rendía entusiasmado. Casada con Anthony Mann y cansada de América volvió por España y Juanito Orduña le entregó “El último cuplé”. Y nació el mito. Con sus verdades y sus leyendas. El estreno de aquella película en 1.957 supuso una locura colectiva y la consagración de una estrella para siempre… Un chiste de la época pintaba a España como un manicomio donde todos cantaban enajenados “Nena” y hasta los cines de pueblo llegó el escándalo con caracteres de huracán. Mi tía Ignacia, hermana de mi abuela, me dio tres pesetas para la entrada si yo conseguía burlar el control de la censura de la puerta del cine. Y vaya si lo conseguí. Dos funciones duraban los estrenos en el pueblo. “El último cuplé”, una semana.
Sara Montiel era el mito. Contaba sus matrimonios y sus amores y ya no sabíamos si creérnoslo o no. Lo de León Felipe o Miguel Mihura o Severo Ochoa. Sin embargo, sí sabíamos que era carne de novela de Paco Umbral, Terenci Moix, Joaquín Simón, Manolo Vázquez Montalbán… Que se había convertido en Saritísima… Los últimos años ella misma era una imitación de los travestíes que la imititaban. Pero daba gloria llegar a cualquier lugar del mundo y ver su nombre reverenciado. O encontrarte con “La violetera” en un pueblo de Tailandia, en plena selva perdida en la frontera con Vietnam. Y ella sin inmutarse.


Sara Montiel recién llegada de Hollywood en 1957. 


Con Gary Cooper, en un fotograma de "Veracruz".



Carteles de dos de las películas más conocidas de la actriz: "Veracruz", de Robert Aldrich, y "El último cuplé", de Juan de Orduña, un verdadero éxito de taquilla en España. 


Retrato firmado a los "amigos de ABC". 

AD LIBITUM
MANUEL MARTÍN FERRAND
ENRIQUE HERREROS
Sara Montiel, tan lejana del presente, es parte esencial y sintomática de la España de la posguerra y de su imaginario
La memoria, incluso cuando se activa sin premeditaciones interesadas, tiene algo de justiciero. No solemos conformarnos con la versión que nos llega del pasado y, cuando se trata de tiempos vividos, tiende a reconstruir las acuñaciones establecidas para tratar de acercarnos a la realidad pasada y de reconstruirla y liberarla de afeites y compromisos. Ayer, cuando me llegó la noticia del fallecimiento de Sara Montiel y como para demostrar lo que digo más arriba, los recuerdos no me cuajaron en la belleza rotunda, como apta para modelo en un cuadro de Rubens, de la manchega universal; sino que se me vino a la cabeza una de mis grandes admiraciones de juventud, Enrique Herreros. Un genio del lápiz y el pincel, montañero, publicitario que, como pieza excéntrica de la generación del 27, se quedó para sí la plenitud de la palabra polifacético.
Enrique Herreros fue el germen artístico de María Antonia Abad a la que, después de rebautizarla como Sara Montiel en un claro ejercicio de sombras surrealistas y predeterminadas, puso en circulación para bien del cine español, al que suministró éxitos tan imprevisibles como El último cuplé, y para el cine verdadero, el de Hollywood, en el que se asentó junto a Gary Cooper y Burt Lancaster, y, del brazo de Anthony Mann, formó parte del club de esposas del verdadero poder de la fantasía, los productores y directores norteamericanos que construyeron el imaginario de la juventud de quienes, más o menos, integramos la generación nacida tras “el último parte de Burgos”.
¿Qué extraño mecanismo mental puede llevarnos a que la noticia de la muerte de una estrella, que lo ha sido durante décadas, nos centre la memoria en la figura de un señor bajito, calvo e injustamente olvidado en el nomenclátor del más augusto talento español del último siglo? No lo sé y, la verdad, tampoco me importa demasiado; pero, cuando como si dependiera de un reflejo condicionado –como el del perro de Páulov-, puede sospecharse que la memoria tiene algo de justiciero y recomponedor. Los actores, cántaros vacíos, se llenan de la esencia que marcan sus primeras experiencias, orientan sus primeros manager y colman sus primeros directores. Ellos imprimen un carácter indeleble después en la biografía de sus pupilos.
Sara Montiel, tan lejana del presente como pueda estarlo La Argentinita o La Chelito, es, a pesar de ello, parte esencial y sintomática de la España de la posguerra y de su imaginario. Nació en los secarrales manchegos, minimalistas, y creció en la expresión barroca de un modelo artístico ya caducado. El impulso para un giro tan singular se lo dio Enrique Herreros, padre de Kike Herreros entre otras obras de arte, que vio venir lo que vino y lo abocetó en sus dibujos geniales medio siglo antes de que llegara.


El último cuplé de Sara Montiel
Cuando se estrenó “El último cuplé”, la actriz ya había intervenido en películas aportando su talento interpretativo y su belleza en papeles secundarios. En la película de Juan de Orduña, inicialmente no se consideraba la posibilidad de que fuera la propia actriz la que cantara ya que se desconocían aquellas dotes de la estrella, por lo que se previó la intervención una cantante profesional; hasta que, tras unas pruebas, se decidió que fuera la propia actriz la que aportara su voz. El éxito de la película sorprendió a la propia empresa que creía que en el cine de estreno duraría como mucho apenas un par de semanas, como era lo habitual en las películas españolas del momento. Pero las largas colas frente a las salas cinematográficas se eternizaron y lograron uno de los mayores éxitos taquilleros del cine español de todos los tiempos para un clásico que aún hoy concita una muy buena audiencia para ciertos sectores de público. Las nostalgias son imperecederas. Gracias por tus cuplés, Sarita.
JORDI S. BERENGUER
Barcelona

SARA MONTIEL
Muere el primer mito mundial del cine español
La actriz falleció ayer a los 85 años. Será enterrada hoy en la capital, cuyas calles recorrerá el cortejo fúnebre

Fue la máxima estrella del cine en lengua española, algo más que la actriz más conocida del cine español. Ayer moría en su domicilio de Madrid, de muerte súbita, aunque su mito permanece. Hubo otras estrellas antes, particularmente Imperio Argentina, con quien llegó a coincidir en la película “Bambú” (1945), y entre sus mismas coetáneas las hubo que también alcanzaron la gloria mundial, como María Félix, Dolores del Río o Katy Jurado. Pero la popularidad de Sara Montiel solo era comparable con la generada en esa fábrica de mitos que fue Hollywood.
Tenía algo telúrico –como decía su gran amigo Terenci Moix- relacionado con sus orígenes. Y es que María Antonia Abad Fernández, que tal era su verdadero nombre, nació el 10 de marzo de 1928 en Campo de Criptana (Ciudad Real), en el seno de una familia pobre dedicada al comercio de vinos. Siempre hablaría con orgullo de sus padres y de la educación en valores que recibió, ya que no en letras por no haber posibilidades.
Primeros pasos, la saeta
En “Vivir es un placer”, el libro de memorias que escribimos juntos en 2000, la actriz hablaba del gusto por la belleza que recibió de su padre y de sus primeras tentativas teatrales cantando números de zarzuela para las vecinas. La adolescencia la pasa en Orihuela, donde su padre se relaciona con Miguel Hernández y donde Sara descubre el cine gracias a Dolores del Río e Imperio Argentina.
Una saeta cantada al paso de Jesús Nazareno en 1941 llama la atención de Ángel Ezcurra, dueño de Radio Mediterráneo y amigo de la familia Casanova, propietaria de Cifesa. De ahí pasó a un concurso de talentos musicales en Madrid, que ganó, pruebas cinematográficas con Juan de Orduña –quien luego la dirigiría en “Locura de amor” y “El último cuplé”- posó para Gyenes para la portada de “Semana” y este la recomendó en 1944 a Ladislao Vajda para un pequeño papel en su primera película “Te quiero para mí”, y apareció al mismo tiempo en la portada del primer número de la revista “Triunfo”.
Con Enrique Herreros como representante, adopta el nombre artístico de Sara Montiel y va pasando por numerosas películas con papeles no siempre pequeños. Ella, sin embargo, se sentía insatisfecha. Así lo decía en “Vivir es un placer”: “Con ‘Locura de amor’ sí comenzó a sonar mi nombre, pero a mí me pilló en una época muy mala, porque la hice con diecinueve años en un momento en el que cumplir años me preocupaba o quería conseguir un éxito de joven, un éxito inmediato”.
En 1945 había conocido a Miguel Mihura, a quien ella misma requirió de amores. Mihura fue su auténtico mentor, quien no solo escribió para ella varios guiones, como “Confidencia” (1947) o “Vidas confusas” (1947), sino que le recomendó marcharse de España. Sara sigue el consejo y marcha a México, donde sí consigue el respeto profesional con trabajos como la magistral “Cárcel de mujeres” (1951) o sus películas junto al ídolo de masas Pedro Infante: “Ahí viene Martín Corona” (1951), “El enamorado” (1951). Pero además logra el éxito como cantante en recitales en teatros para el público hispano estadounidense, en los que cuenta con la ayuda de Pedro Vargas y Chucho Montalbán, además de Bobby Capó, autor del bolero que daba nombre a otro de sus grandes títulos: “Piel canela” (1953).
En México, Sara toma contacto con artistas e intelectuales del exilio, pero también políticos: León Felipe, Juan Negrín, José Puche, Juan Plaza, Manuel Altolaguirre… También con americanos, como Ernest Hemingway o Alfonfos Reyes. En Estados Unidos encontrará no solo un lugar como actriz, sino a un hombre de mayor edad y pleno de talento con quien contraerá matrimonio: Anthony Mann. Él la dirigirá en “Dos pasiones y un amor” (Serenade, 1956), adaptación de una novela de James M. Cain (el mismo de “El cartero siempre llama dos veces”) que protagoniza junto a Mario Lanza y Joan Fontaine, y después se casarán, permaneciendo juntos siete años. Antes ha hecho “Veracruz” (1954) de Robert Aldrich, junto a Gary Cooper y Burt Lancaster, además de Ernst Borgnine. Y todavía rodará “Yuma” (Run of the Arrow, 1957) de Samuel Fuller, con Rod Steiger y Charles Bronson. Si célebres son los elogios que siempre haría Fuller de su protagonista, no menos famoso es el desplante final de Sara a Hollywood ante la perspectiva de que la encasillasen en papeles de india. Así llegó a su vida “El último cuplé” (1957).

El último cuplé
Fue una película de bajo presupuesto que nadie quería hacer, pero que para Juan de Orduña era un empeño personal. Sara llevó las canciones por un camino insólito: insinuación, susurro, elegancia, magnetismo, sofisticación e inteligibilidad. No solo su trabajo como actriz y su belleza, sino su especial manera de cantar, fueron la base de un éxito que continuó con “La violetera” (1958) y “Carmen la de Ronda” (1959).
Los años sesenta son los de la consolidación de su mito: “Mi último tango” (1960), “Pecado de amor” (1961), “La reina de Chantecler” (1962), “La bella Lola” (1962)… Pero son también los de su inclinación por la modernidad y sus deseos de renovación. Así llama a jóvenes valores de la época para que trabajen en sus películas: Antonio Gala como guionista de “Esa mujer” (1969), Mario Camus dirigiendo esa misma película, Jorge Grau “Tuset Street” (1968) o Juan Antonio Bardem “Varietés” (1971).
Tras “Cinco almohadas para una noche” (1973), su rechazo al cine del destape la lleva a retirarse de las pantallas, para iniciar entonces una nueva parte de su carrera, dedicada a los recitales en teatros y a los programas de televisión. Y a mantener el mito de una figura que jamás ha sido igualada.

PEDRO MANUEL VÍLLORA ES
BIÓGRAFO DE SARA MONTIEL

OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE
LAS ANDANZAS DE UNA MANCHEGA EN HOLLYWOOD
Fue la impresionante Sarita la que aturdió a Gary Cooper en una escena final que, al parecer, no acabó en el “The end”
Para entender el impacto de Sara Montiel (entonces, Sarita) en Hollywood vale más una imagen que mil palabras: cualquier foto de entonces lo explica. Ayer falleció, sí, una dama de hierro, pero también entonó su canto un cisne, una mujer de nácar que llegó a Hollywood con el hermoso negror de una Ava Gardner serena, con esa flema manchega de quien no se arredra ante molinos ni fantasmas. Una Sarita que había hecho escala en México, ese lugar que es el western lo que el recuelo al café, y desde donde saltó (“saltuvo” en manchego) hasta esa película revolucionaria de Robert Aldrich titulada “Veracruz”, en la que empezó a escribir una historia imposible de contar sin la voz en falsete de la fabulación.
Es historia que le comió la tostada a la “chica” de la película, Denise Darcel, pues fue la impresionante Sarita la que aturdió finalmente al galán Gary Cooper en una escena final que, al parecer, no acabó en el “The end”; aunque contiene mucho más pimienta la historia fabulada de aquel rodaje, que asegura que Sara Montiel, en su perspicacia manchega, al que persiguió realmente fue a Burt Lancaster, que no sabía dónde meterse para no revelar su escasa predisposición hacia el fragor de hembra quijotesca de Sara Montiel.
Luego hizo “Serenade” (Dos pasiones y una mor) y tuvo mejor puntería: la película no era buena, pero el director, Anthony Mann, era uno de los grandes, y le acertó entre los dos ojos: se casó dos veces con él… matrimonios “raros” puesto que él filmó “El Cid” en España en 1960, casado con Sara Montiel, y el papel de Doña Jimena lo hizo Sophia Loren. Se divorciaron en 1963. Su otra película americana fue “Yuma”, de Samuel Fuller, donde quedaba un tanto recluida a la reserva india. Total, que la Sarita hollywoodiense prefirió ser la gran Sara Montiel y venirse a España a vivir el más grande éxito con “El último cuplé”, de Juan de Orduña. Y allí se dejó para el sepia de la historia la foto con James Dean, la paella con Marlon Brando, el amorío con Hemingway y el tuteo con Billy Holiday y Liz Taylor.

 En la muerte de Sara Montiel Su triunfo en Hollywood
Enrique Herreros relata cómo Antonia Abad llegó a ser Sara Montiel, gracias al éxito de “El último cuplé”
El día que Sara fue una estrella


"La violetera". Otro de sus papeles inolvidables. En la imagen, Sara Montiel con Raf Vallone en una escena del film. 


Con Alfred Hitchcok. Sara Montiel aparece en la imagen con el célebre director de cine. Nunca trabajaron juntos. 


"Veracruz". La actriz española, junto a Gary Cooper, con quien se dijo que tuvo un apasionado romance durante el rodaje de esta película. A la derecha, Burt Lancaster y Denise Darcel. 


Mucha química con James Dean... ¿y algo más? Sara Montiel y el actor compartieron momentos muy divertidos. 


"Yuma". Sara Montiel, en uno de sus mejores papeles.


Pareja de guapos. Sara Montiel se codeó con la flor y nata del Hollywood de la época. Con Marlon Brando tuvo mucho feeling.


"Carmen la de Ronda". Una Sara Montiel en pleno apogeo rodó con Jorge Mistral esta película de Tulio Demicheli. 

Suena el teléfono de casa y Gonzalo Presa, que también conoció muy bien a la diva, me comunica la noticia de su fallecimiento. Nada más colgar me llama Jesús Calero para pedirme que intervenga en la nota necrológica; de entrada, tajantemente, me niego a ello; sin embargo, al poco rato de hablar con Jesús, dando vueltas impresionado con la noticia por el pasillo de la calle Alburquerque, por el que Antonia pisó también tantas veces, al darme de bruces con la mesa de la biblioteca de mi buen padre, donde Antonia firmó con Juan de Orduña protagonizar “El último cuplé”, comprendo que debo intervenir al ser, desgraciadamente, el último superviviente o último mohicano de aquella tribu inimitable, compuesta por ella, por mi padre, Orduña, Pepito Aguayo, el maestro Solano y aquel Daja Tarto, nuestro faquir particular, que se encargaba de romper las cristaleras de la Librería Francoespañola cuando Sarita entraba sobre mis hombres luciendo en sus ojos el brillo del torero que abre la Puerta del Príncipe de Sevilla, todas aquellas tan repetidas tardes, su sola presencia hacía detener el tráfico de la entonces Avenida José Antonio, al entrar, rodeada de una multitud de admiradores, para compartir con ellos desde el escenario del desaparecido cine Rialto, duranto dos años consecutivos, con el éxito de El último cuplé y acto seguido La Violetera.
Nuestra historia con Mª Antonia Abad Fernández, aunque comience con Empezó en boda en 1944, cuando mi padre la eligió para actuar al lado de Fernán Gómez; llamándose María Alejandra, le recompuso el nombre artístico con el de Sara Montiel (Sara, por ser nombre hebreo y mi padre ya intuía que podría llegar a Hollywood, donde brotaban entonces magnates judíos del cine por todas las esquinas de sus boulevares; y Montiel, en honor a los campos manchegos, su tierra de nacimiento, tan bien recordados por Cervantes).
Nosotros debemos empezar nuestro recuerdo el 29 de diciembre de 1955. Los dos Herreros la recibimos, una temprana y fría mañana invernal, en Barajas como si fuese una de aquellas grandes estrellas del cine americano, que venían continuamente a rodar en nuestros diversos estudios y en nuestros inimitables exteriores; y a mi padre no se le ocurrió más americanización que instalarla en una suite de aquel delicioso Castellana Hilton; sin embargo, al día siguiente, la intérprete de Veracruz junto a Cooper y Lancaster, le confiesa que vuelve a Madrid sin dinero. Mi padre se la trae a vivir en Alburquerque y manda a su madre, la buena de la señora Vicenta, a Campo de Criptana, junto a sus otras hijas.
Pasan los días y, en la noche del día 31 de enero, la lleva a la fiesta que el entonces Sindicato de Espectáculo organizaba para repartir sus premios anuales (en aquellos días todavía no aparecía la cabezota de Goya en manos de cualquier estrellita o starlet de las que ahora pululan por la dichosa alfombra, que no cito su color para no captar más enemigos de los debidos). Esa noche se acerca Juan de Orduña, gran amigo nuestro y también furibundo madridista, para citar a mi padre en el café Pelayo junto a la calle de Alcalá y el cruce con la de Menéndez y Pelayo, donde le pone en las manos dos guiones, el de La Tirana y el de El último cuplé. Días más tarde se vuelven a reunir en el mismo sitio. Mi padre le dice a Juan que prefiere la historia de la cupletista María Luján. El acuerdo casi se deshace porque Orduña pretende que Concha Piquer cante en off todas las canciones y Sarita ponga solo la cara: firme y tajante expone que si no canta Sarita no hay película. Orduña, temeroso, pide una prueba con el maestro Solano al piano, en su estudio de la calle de la Luna, número 15.
Sara se ha aprendido Nena y el siempre bien recordado maestro Solano empieza a tocar ese cuplé, que meses más tarde sería uno de los grandes éxitos de la película; Sara, al oír la música, le pide que baje el tono; Solano, con paciencia, obedece, pero ella le vuelve a pedir que baje más el tono de la música; a la cuarta vez que se lo solicita, el salero extremeño y sevillano de Juan Solano Pedrero flota y le advierte a Sarita que si baja más el tono se va a caer del taburete al suelo. La película se rueda en Montjuic. Una tarde del  otoño del 56, estoy trabajando para United Artists y tenemos a toda la crítica de España viendo Trapecium en el Coliseum de don Pedro Balaña; terminada la proyección me subo a los estudios Orphea a todos los críticos, encabezados por Miguel Pérez Ferrero y Alfonso Sánchez, junto al delegado de la UA en España George H. Ornstein, sobrino de Mary Pickford, la llamada novia de América; los reunimos en un gran corro que rodea a Sarita y cuando le pido al Fotofija, que el hijo del taquillero del cine Palacio de la Prensa, que haga una foto me contesta que no tiene material porque no hay dinero para ello.
Pero la fe y el tesón de Orduña sacan adelante la película. El día del estreno, 6 de mayo de 1957, yo esto en Múnich, trabajando con las películas de Romy Schneider; a la mañana siguiente, antes de subirme en el avión de regreso, llamo a mi padre a Madrid para saber cómo ha pasado la película. Su entusiasmo salta de elogio en elogio; llego a decirle: padre, que soy yo, tu hijo, no me hagas publicidad. Furioso, me pregunta la hora de mi llegada y me asegura que me irá a buscar a Barajas en un taxi para llevarme desde allí al cine Rialto y que yo mismo compruebe el resultado. Cuando llegamos a las inmediaciones del local empiezo a sospechar que lo dicho por teléfono es pura realidad. Sobre la puerta principal, Vicente Vara, el representante del cine, ha instalado un llamativo cartel que anuncia que se han agotado todas las localidades para la primera semana. Por si fuera poco, veo cómo se las trajina un grupo de reventas que, dominando la situación, está endosado al respetable deseoso de ver la película entradas a precios desorbitados.
Tengo que ver toda la proyección de pie, apoyado en mi maleta y situado al final de pasillo central del cine. Cuando llego a casa leo la copia de un telegrama que mi padre ha puesto esa mañana, dirigido a Antonia en su domicilio en el 2016 de Cold Walter Cynon de Los Ángeles que dice así:
“Querida Antonia, la Sissi de 1957 se llamará Sara Montiel. Felicitaciones Enrique”.
Creemos que agregar más recuerdos y otros detalles sobrarían; nos basta recordar el comienzo de su grandísimo éxito, ése que la convertiría en la primera figura indiscutible del cine hablado en español en 1957. Sería innecesario y de mal gusto hablar tanto de su lado bueno como protestar del malo.
Nosotros dos preferimos que todo se lo lleve el viento, y que el respetable la siga recordando cantando tumbada en la “chaise longe” Fumando espero.
¡Que Dios te reparta mucha paz, Antonia!

LOS DOS HERREROS

En la muerte de Sara Montiel Una intensa vida social
Saritísima, vivir era un placer
La actriz fue recibida por el Papa Pablo VI tras casarse con José Vicente Ramírez Olalla
ROSA BELMONTE

Luciano Pavarotti. Sara Montiel siempre estuvo rodeada de grandes estrellas. En la imagen, junto al desaparecido tenor italiano Luciano Pavarotti.


Rafael Alberti. Sara Montiel se rodeó siempre de gente de la cultura. Aquí, junto a Rafael Alberti.


Joan Miró. La actriz era una amante del arte. En la imagen, junto al genial pintor Joan Miró, fallecido en Mallorca en 1.983. 


El genio y la diva. Al pintor Salvador Dalí siempre le gustó rodearse de bellas mujeres. En esta imagen posa junto a Sara Montiel. 

El dos de mayo de 1963 Sara Montiel, vestida de Balmain, se casó en Roma con José Vicente Ramírez Olalla. Era su tercera boda pero su segundo marido (con Anthony Mann se había casado dos veces, una in articulo mortis). La iglesia española de Montserrat estaba tomada por la prensa. Los fotógrafos iban acercándose al altar mayor y cuando llegó el intercambio de anillos hubo un momento en que pareció que, en un descuido, el abad del Valle de los Caídos podía acabar casando a “la Sofía Loren española” con uno de los fotógrafos, como contó su deliciosa crónica José Salas y Guirior, el corresponsal de ABC. Después de la boda, Sara depositó su ramo en la tumba de Alfonso XIII, cuyos restos todavía reposaban en una de las capillas. Tras salir de la iglesia, el matrimonio fue recibido por Pablo VI. El Papa no recibe a cualquiera. Pero es que Sara Montiel era una estrella. La lástima es que tengo que morirse para que lo recordemos.
Las necrológicas pueden tener parte de exageración y tirar a la hagiografía, pero resulta poco discutible que Sara Montiel es una de las figuras más relevantes de la cultura popular en el siglo XX español. Sus películas favoritas eran “El último cuplé”, “Varietés” y “La violetera”. De esos filmes, más allá de que su mito se creara con la primera, no se puede extraer el secreto de su estrellato, que es un conjunto de su singularísima persona. De su personalidad arrolladora. Como ha escrito Alaska en su blog de “Chic”, hubiera sido igual de grande si se hubiera quedado en “starlette” de un cabaret de La Mancha. Pero la chica de Campo de Criptana fue a Hollywood con escala en México. Y se marchó de Hollywood harta de hacer de india. En España incluso se convirtió en cantante. Su voz con eco, su inteligencia musical y su exuberancia carnal hicieron el resto.

Esa sensualidad militante
En “El último cuplé” podría haberle pasado como a Audrey Hepburn en “My fair lady”. Pero Juan de Orduña, que quería que la doblaran para las canciones, no encontró a ninguna Marni Nixon. Nadie aceptó porque no pagaban en el acto. Entonces Sara pidió a la orquesta que bajara medio tono y su forma de cantar susurrante se convirtió en parte de la leyenda. Nadie ha interpretado “Nena” o “Ven y ven” como ella. Con esa parsimonia, con esa sensualidad militante. En sus conciertos de los últimos años no se notaba que hubiera perdido la voz porque cuando nunca se ha tenido no se puede perder. Sobre sus achaques decía de Aznavour y su adorada María Dolores Pradera que eran mayores y seguían cantando. Sara se adaptaba a los tiempos. Hasta el año pasado, en que dejó las actuaciones, seguía teniendo en su repertorio “Es mi hombre”, canción que suelta esta frase. “Si me pega me da igual, es natural”. Al respecto me contaba: “Al decir eso no lo digo en serio, pasa, no tiene importancia. Le he cambiado la intención. Es lógico por respeto a las mujeres que se están cargando los tíos estos tan locos”. Pero Sara siempre ha dicho lo que le ha dado la gana.
En sus memorias “Vivir es un placer” (Plaza&Janés), fruto de 15 cintas que Pedro Villora ordenó, se lee: “La mujer debe ser puta por bondad. A ver si me explico: darse a un hombre por bondad, nunca despreciar al que te quiere porque es un daño que después no te perdonas”.
En su entrevista del 54 con Pastora Imperio, González-Ruano escribía que era como una asignatura llave del genio español: “Sin saber esta asignatura de memoria, par coeur, no se debía poder pasar adelante del preparatorio de las primeras letras flamencas de la hispanidad”. Sara Montiel, la Saritísima de Terencia Moix, también es una asignatura llave del “show business” español. No se puede pasar de parvulitos sin conocer su importancia.


Un trío con mucho arte. Sara Montiel, Lolita Flores y la duquesa de Alba, en la entrega de los premios Naranja y Limón en 2003. 


Movida y cuplé. Alaska, musa de la Movida, y Sara Montiel, musa del cuplé, grabaron juntas el tema "Absolutamente". El fotógrafo y diseñador Juan Gatti dirigió el vídeo.

Filmografía selecta
“Don Quijote de la Mancha”
(Rafael Gil, 1948)
“Veracruz”
 (R. Aldrich, 1953)
“Yuma”
(Samuel Fuller, 1957)
“El último cuplé”
(Juan de Orduña, 1957)
“La violetera”
(Luís César Amadori, 1958)
“Carmen la de Ronda”
(Tulio Demicheli, 1959)
“Pecado de amor”
(Luís César Amadori, 1961)
“La reina del Chantecler”
(Rafael Gil, 1962)
“Noches de Casablanca”
(Henri Decoin, 1963)
“La dama de Beirut”
(Ladislao Vajda, 1965)
“La mujer perdida”
(Tulio Demicheli, 1966)
“Esa Mujer”
(Mario Camus, 1969)
“Varietés”
(Juan Antonio Bardem, 1971)
“La mala educación”
(Pedro Almodóvar, 2004)


En ABC con Almodóvar y Berlanga. Pedro Almodóvar recibió el ABC de Oro a la Figura del Mes. En la imagen, con Sara Montiel y Berlanga. 


El Nobel y la actriz. Sara Montiel y Camilo José Cela compartieron amistad y coincidieron en numerosos actos sociales. 


Con Lola Flores. En el Teatro de la Zarzuela, donde se presentaba un disco de su admirada Montserrat Caballé. 


Mingote y Montiel. Sara Montiel presentó en Madrid su espectáculo "El último cuplé". En la imagen, con el añorado Antonio Mingote. 

LA CAPILLA ARDIENTE
ZEUS TOUS: “Aunque ha cometido errores se merece el perdón”
MARINA PINA
MADRID
Sara Montiel falleció de manera repentina ayer por la mañana. La reina absoluta del cuplé se levantó y preparó una maleta para viajar a Oviedo, ciudad en la que tenía previsto operarse de la vista. Pero a Sara se le paró el corazón ayer por la mañana, tenía 85 años y su hija Thais estaba con ella. Pronto llegó Zeus, su otro hijo, y Carmen Grey, su inseparable representante. La mánager explicó que ese sábado habían cenado y que su muerte había sido repentina.
En torno a la una y veinte de la tarde un coche fúnebre trasladó el cuerpo de la de Campo de Criptana al tanatorio Parque San Isidro. Hasta allí llegaron numerosos rostros conocidos para acompañar a sus hijos en la despedida de la que todo el mundo describió como la mujer más guapa de España. Sin hacer declaraciones, Natalia Figueroa junto a su nuera Amelia Bono permanecieron cinco minutos en la sala. Tras ellas llegaron el periodista Jesús María Amilibia y Kitty Kaufman. La actriz destacó la vitalidad de Sara: “Estaba planeando un viaje a Nueva York con Thays y conmigo”, dijo. Norma Duval aparecía muy afectada vestida de riguroso negro, una lágrima rodaba por su mejilla al confirmar que los familiares de la actriz estaban muy apenados: “Perder a una madre es muy duro”, reflexionaba.
Muy amable, a media tarde, Zeus quiso agradecer a la prensa la cobertura, pidió respeto para su madre y dijo algo significativo: “Espero que todo el mundo tenga un gran recuerdo de mi madre, aunque ha cometido errores se merece el perdón”. Bibiana Fernández y Loles León aparecieron de la mano. “Venimos a reírla, no a llorarla”, han dicho en el mismo tono. “Yo me he lavado el pelo por ella, porque era muy coqueta”, apostilló Bibiana. También compañeros de la profesión como Charo Reina, Encarnita Polo o Moncho Borrajo han destacado su belleza.
El consejero de Educación de Castilla la Mancha comentó que llevó su tierra por el mundo. Mientras que la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, expresó su deseo de brindar una calle como homenaje y el secretario de Estado de Cultura, José Manuel Lassalle demostró “la pena y la tristeza por su desaparición”.
Desde las 11.30 de la mañana un cortejo fúnebre recorrerá las calles de Madrid para despedir a esta actriz que se despedirá en la gran pantalla. Porque el cine Callao proyectará dos de sus películas en homenaje a esta dama que enamoró al mundo. 

En la muerte de Sara Montiel Su vida privada
¡Antonia era mucha Antonia!
CONCHA VELASCO
Todas hemos querido ser Sara Montiel. A las actrices les sienta fatal, pero es verdad. Todas hemos querido ponernos el pico en la frente como Sara Montiel, raya al medio y moño, y la boca de Sara Montiel. ¡Ha hecho que todos los médicos de España pongan bocas “a lo Sara Montiel”! ¡Para qué nos vamos a engañar! Era una de las mujeres más guapas del cine, como Carmen Sevilla, como Sofía Loren… ¡pero Sara más!
Ella fue la que hizo que se nos conociera en el mundo entero, en un momento en el que España no atravesaba su mayor esplendor. Recuerdo haber hecho un viaje a Atenas y, cuando me bajé en el Pireo, dije que era española. Unos señores me contestaron: “¡Ah, España, Sara Montiel!” Cuando se estrenó “El último cuplé”, Sara Montiel fue la gran estrella española en el mundo entero.
La conocí en 1962. Hice “La verbena de la Paloma”, dirigida por José Luís Sáenz de Heredia. Sara había trabajado con él, vio la película y le llamó diciendo que quería conocerme. Yo tenía 23 años. Fuimos a cenar juntos, con Enrique Herreros, y me dijo cosas como “estás estupenda, qué guapa eres…” ¡Eso, dicho por Sara Montiel! No sé como no me atraganté y me morí aquella noche.
No me voy a poner a llorar como con Tony Leblanc o Paco Valladares, porque no he tenido una relación muy cercana con Sara. Sin embargo, cuando yo veraneaba en Pollenca, hace más de 30 años, se presentó en la playa. Iba en barca. Llegó con sus dos niños, Pepe Tous y en top-less… ¡Con ese pecho que tenía que cortaba la respiración! Le pude hacer una foto -¡que ahora valdrá millones!- y después ya se puso una túnica. ¡Imaginad los millonarios de Pollenca viendo aquel top-less, cuando no se llevaba! Los dos o tres años siguientes volvió a verme. Contaba cosas como que tenía una pitón y cazaba ratas para darle de comer, porque Sara Montiel era una estrella en todo momento de su vida.

La pena de una estrella como ella es que, en los últimos tiempos, quizá su vida privada ha hecho que los árboles no nos dejen ver el bosque. No es mi caso. Yo la admiro muchísimo. Me gustaría que se hablara de Sara Montiel como lo que fue, una buenísima actriz. ¡Me sigue haciendo llorar en la escena final de “El último cuplé”! En su vida amorosa no entro. Yo hablo de Sara Montiel estrella, actriz, mujer y persona, que era estupenda. ¡Sara era mucha Sara! ¡Antonia era mucha Antonia!


Pepe Tous, el hombre de su vida. Sara Montiel se casó cinco veces con cuatro maridos. Uno de ellos fue Pepe Tous, el hombre de su vida. Adoptaron dos hijos: Thais y Zeus. 


Dos bodas con Anthony Mann. Con el director de cine se casó dos veces, una in articulo mortis.


Boda fugaz con José Vicente Ramírez Olalla. El 2 de mayo de 1963 Sara Montiel, vestida de Balmain, se casó en Roma con el industrial José Vicente Ramírez Olalla. El matrimonio solo duró dos meses. 

La actriz más bella del cine español
CONCHA MÁRQUEZ PIQUER
Hay mañanas y despertares amargos y el de hoy lo ha sido para mí, por la noticia con la que he abierto los ojos. Me he pasado la mañana rechazando invitaciones para acudir a prácticamente todas las televisiones de este país. Y las he rechazado porque a mí no me gusta pasear mis lágrimas por ahí. Mis dolores los comparto con los más próximos a mi corazón. Se me ha muerto Sara Montiel, “con quien tanto quería”, como afirmó Miguel Hernández en la muerte de su amigo Ramón Sijé. Y con ella desaparece el útlimo y más bello vestigio del cine español. Siempre he tenido el privilegio de contarme entre sus innumerables amigos y no puedo menos que recordar cientos de anécdotas vividas junto a ella. Tengo en mi cara aún la bofetada que me dio al enterarse de que me iba a casar a los 17 años. Algo que yo jamás hubiera aceptado de otra persona y que, si me quedé con esa bofetada, fue porque entendí la bondad con la que me la dio. Siempre hemos cultivado esa amistad, a pesar de que era 20 años mayor que yo. Y si traigo a colación versos de Miguel Hernández es porque siempre la consideré como una compañera, no solo de cantares sino también de vida. Lamentaré no poder hablar de muchas cosas con ella como Miguel se lamentaba de no poder hablar con su compañero del alma.
Hay algunas similitudes entre la historia de mi madre y la de ella. Las dos triunfaron primero en América. Ella en Hollywood y mi madre en Broadway y luego arrasaron en su país. Las dos se han ido de este mundo del mismo modo, mientras dormían. He oído en una televisión que, sin ningún fundamento, se afirmaba que ella, cuando rodó su “Último cuplé”, pedía millones de pesetas y en su contrato figuraban cláusulas de gran diva. Nada de eso es cierto. Ella reconoció que cuando hizo esa película nadie, ni siquiera ella, creía que iba a ser el mayor éxito de su vida. Apenas le pagaron unos miles de pesetas. Incluso se barajó la posibilidad de doblar sus canciones. Algo que no prosperó, y ahí nació su modo de cantar personal e irrepetible. Podrán los graciosos de turno caricaturizar su modo de cantar, pero nadie logrará imitarla, como es inimitable su belleza. Si Ava Gardner es considerada el “animal más bello del mundo”, Sara no tiene nada que envidiarle.
Y luego está su campechanía, su saber estar, próxima y cercana de sus amigos, como estuvo siempre con el inolvidable “Tete”, Vicente Parra. El amor que siempre tuvo hacia su madre y hermana. Tuve el honor de compartir, junto a mi marido, hace menos de un mes, su cumpleaños y estar sentadas muy juntas en esa velada en la que me hizo confidencias de algunas deslealtades que tiñeron de tristeza sus últimos años, aparte de la casi ceguera que apenas le permitía verme. En esa reunión en su casa, los únicos famosos, por decirlo de alguna manera, éramos mi esposo, Ramiro, y yo y los periodistas que había iban disfrazados de amigos.
No quiero extenderme en elogios, todos merecidísimos y sí tomar una frase prestada a mi entrañable amigo Rafael de León para definir a mi madre. Él decía que “primero estaba la Piquer, después el mar y luego todas las demás”. Pues bien, hoy se ha completado un trío de ases en el cielo y yo digo: “Primero están Lola Flores, Sara Montiel y Concha Piquer, después todos los océanos de este planeta y luego todas las demás artistas que ha dado esta bendita tierra que es España”. La primera, porque nadie ha recitado ni bailado de un modo tan personal como Lola Flores, la segunda porque  nunca después de Sara Montiel ha aparecido en el cine español una belleza tan completa como la de ella, unida a su indiscutible gran talento de actriz. Y la tercera porque, aunque muchos envidiosos hayan pretendido inútilmente olvidarla, la voz de mi madre, como yo he escrito en su epitafio, “no se extinguirá jamás”. A ella siempre la podremos tener en sus películas, aunque ya no podamos llamarla por teléfono porque, desgraciadamente, ha apagado el móvil.
Espero y deseo que ese trío de ases –de las más grandes, ellas sí- estén juntas en las manos de ese gran jugar de póquer que debe ser Dios.


Giancarlo Viola, su eterno amor. Mantuvo una larga y estrecha relación con el actor italiano Giancarlo Viola.


Severo Ochoa, su amor secreto. La actriz contó que mantuvo un romance secreto con el Nobel. 

“¿Pero qué pasa? ¿Pero qué invento es esto?”
BEATRIZ CORTÁZAR
Los que la tenían en lo más altos de sus altares de ídolos nunca soportaron cómo Sara Montiel se fue convirtiendo en un personaje que rozó el “freakismo”, a raíz de sus polémicos amores y sus sonadas bodas con exclusivas y muchas mentiras. Fueron sus años junto al cubano Tony Hernández los que tiñeron su perfil rosa en tinte amarillo tras los continuos montajes que la pareja protagonizó en la prensa del corazón. Para la posteridad quedan ya esas dos preguntas de la manchega a la salida del juzgado de Boadilla del Monte tras convertirse en señora de Hernández en una boda secreta y vendida a una revista, por la que tuvo que vestirse de novia en un lavabo del juzgado. “¿Pero qué pasa? ¿Pero qué invento es esto?”, contestaba Sara a los reporteros que sabían con certeza que se acababa de casar por mucho que ella lo negara.
Sin duda, ése fue el capítulo más polémico de una vida donde ha habido más luces que sombras. Lo de Tony llegó en un momento de necesidad de protagonismo, muy parecido al caso de Marujita Díaz y el cubano Dinio, y muy inspirado en una portada de “¡Hola!” donde salía Joan Collins con su joven amor. “Yo también quiero algo así”, cuentan que dijo Sara. La llegada de un fan cubano que tenía su casa decorada con sus fotos fue el principio de una historia que nadie se creyó por mucho que el tal Tony se empeñara en decir que “este huevito quiere sal” para intentar poner fin a los rumores sobre su sexualidad. Antes de aquello Sara tuvo su mejor momento en la prensa rosa de la mano de su anterior marido, Pepe Tous. No sólo cumplió su sueño de ser madre adoptando a sus dos hijos, Thais y Zeus, sino que vivió como la gran diva que era, y de eso se encargó el empresario mallorquín, que la cuidaba con el mismo fervor que los cofrades visten a su Macarena. Recuerdo cómo eran los cumpleaños de Sara organizados por Tous. A lo grande y ancho del mundo. En Mallorca, Madrid o Nueva York ponía el mundo a sus pies para que la leyenda no desvaneciera. La animaba a participar en espectáculos y buscaba fotógrafos de nueva hornada para hacer fotos impresionantes. Estaban enamorados y se entendían. Fue su momento estelar.
Tras su muerte llegaron los romances absurdos e inventados. Un hombre que siempre estuvo ahí fue el italiano Giancarlo Viola. Tuvieron mucho en la juventud, cuando el atractivo actor la hizo sufrir, pero en su madurez lo suyo fueron ganas de buscar protagonismo y dinero fácil en los platós de televisión. En los últimos  tiempos, y a pesar de su edad y salud, Sara seguía hablando de amores secretos en países lejanos. Era su ilusión y puede que también la nuestra de ver cómo la mujer que enamoró la cámara seguía rompiendo corazones del papel cuché.


Su último marido, un cubano. Su polémica boda con el cubano Tony Hernández fue pasto de la prensa del corazón. 

Una estrella incomparable
MANUEL RÍOS RUIZ
No volvió a España hasta 1957 para rodar “El último cuplé”, película que supuso un éxito grandioso, permaneciendo carteleramente todo un año, en un cine de la Gran Vía madrileña. A partir de entonces, tanto como actriz como cantante, la trayectoria de Sara Montiel ha sido rutilante, igualmente por los éxitos de sus espectáculos, como por su extensa discografía, en la que sobresalen canciones como “El relicario”, “Nena”, “Fumando espero”, “La violetera”, “La machicha”, “Es mi hombre”, “Bésame mucho”, “Toda una vida”, “Balancé, balancé”, “Clavelitos”, “Valencia”, “Sus pícaros ojos”, “Tú no eres eso”, “Ven y ven”, “La madelón”, “Quiéreme mucho” y “Ansiedad”, todos ellos de autores de la talla de Discépolo, Manzanero, Roig o Lara. Cuplés a los que Sara Montiel les infundió un nuevo acento, distinto a las voces que los estrenaron en décadas anteriores.
La popularidad de Sara Montiel y sus boleros se acentuaría en los años sesenta y setenta de una forma asombrosa, la calidez de su voz y asimismo su belleza despertarían la admiración de jóvenes y mayores, de un público tan fiel como variopinto. Manuel Román, en su libro “Canciones de una vida”, escribe: “Sólo en la época de la productora Cifesa, en los años de la posguerra, el cine español tuvo verdaderamente estrellas, en ese concepto de star system americano. Pero cuando surgió Sara Montiel tras “El último cuplé” se convirtió en la estrella por antonomasia. Puede que después no haya otra que le dispute por mucho tiempo este cetro. Ella ha contribuido con su estilo inconfundible a mantener el estilo”.
Además, hay que hacer constar su aportación al género con temas nuevos en sus discos “Sara” (1970), “Sara…hoy” (1973), “Saritísima” (1977), “Purísimo Sara” (1988) y “Sara Montiel de cine” (1993), en los que se acentúa su indiscutible y extraordinaria personalidad artística. Una estela rutilante que queda en la historia de la música popular española de todos los tiempos.

La región llora a Sara Montiel, su “embajadora” más universal
La presidenta Cospedal y políticos del PSOE y del PP lamentaron la muerte de la artista

El molino de Culebro alberga el legado de Montiel. 

La localidad de Campo de Criptana (Ciudad Real) lamentó ayer la pérdida de su “embajadora” y “gigante” más universal, Sara Montiel, cuya muerte supone una “gran pérdida” para el municipio, según declaró su alcalde Santiago Lucas-Torres.
Lucas-Torres, que se trasladó hasta el Museo de Sara Montiel, ubicado en el molino Culebro, hizo hincapié en la pérdida que supone para Campo de Criptana la muerte de Sara Montiel, que era considerada su “musa” y la “estrella más relevante” de la historia reciente del municipio manchego.
De hecho, en los últimos veinte años Sara Montiel tuvo varios reconocimientos en su pueblo (en el que nació el 10 de marzo de 1928), que la nombró “Gigante Universal” en 2008 e “Hija Predilecta” en 1991, así como otros de ámbito regional como la Medalla de Oro de Castilla – La Mancha.
Lucas-Torres agradeció a Sara Montiel su predisposición por dar a conocer siempre su comunidad y la villa molinera donde Campo de Criptana decidió ceder uno de los molinos para recoger las imágenes y obras más significativas de la larga trayectoria de su “estrella más universal”. “Era una mujer muy trabajadora, amante de su pueblo y orgullosa de ser manchega”, que “lo ha conseguido todo”, recordó el regidor. “Es un día muy triste” lamentó Lucas-Torres, quien auguró que la “estrella Sara Montiel va a brillar siempre y estará de forma permanente viva en la vida e historia de Campo de Criptana”.
Campo de Criptana dedicó a la actriz “más universal”, el molino Culebro que contiene un pequeño homenaje a toda la trayectoria de Sara Montiel, con alrededor de 200 fotos que recogen los momentos cumbres de su paso por el cine, el teatro y la televisión.


“Apabullante legado”
Desde Londres, la presidenta de Castilla – La Mancha, María Dolores de Cospedal, destacó ayer el “apabullante legado” de la actriz manchega Sara Montiel, fallecida ayer en Madrid a los 85 años. “Hemos perdido mucho, pero nos deja una filmografía absolutamente apabullante que podrán disfrutar las generaciones futuras”, señaló de Cospedal en rueda de prensa.
“Fue una castellano manchega que presumía de su origen”, recordó Cospedal, que elogió la “especial forma de actuar y de ser artista” que caracterizó a Sara Montiel. “Era una de las mejores artistas que ha tenido nunca España y mejor actriz. Tuvo una dimensión internacional que pocos consiguieron y consiguen”, destacó de Cospedal. Además de sus condolencias, la presidenta autonómica envió hoy un telegrama de pésame tras conocer el fallecimiento de Sara Montiel, que “tan bien representó” a Castilla La Mancha.
Manchega universal
Por su parte, la Mesa de las Cortes de Castilla – La Mancha expresó su más sentido pésame a la familia de la artista castellanomanchega. El presidente de las Cortes de Castilla –La Mancha, Vicente Tirado, puso en valor su labor de promoción activa de España y Castilla – La Mancha en cualquier rincón del mundo y siempre ha hecho gala del orgullo que sentía por su tierra y su Campo de Criptana natal en la provincia de Ciudad Real.
Tirado, destacó “la multitud de películas que protagonizó junto a un reparto del más alto nivel internacional dejando una huella imborrable en la historia de nuestro cine español”.
Igualmente, el secretario regional del PSOE en Castilla – La Mancha y alcalde de Toledo, Emiliano García, señaló que ayer fue un “día muy triste” por la muerte de la actriz Sara Montiel, a cuya familia trasmitió su pésame y las condolencias de esta formación política, aunque dijo que el día es “al mismo tiempo hermoso, porque nos deja un recuerdo magnífico como castellano-manchega de pro”.
El también secretario regional del PSOE resaltó que la actriz es una “embajadora permanente de nuestra forma de ser y nuestra identidad”, además de una “artista, indiscutible, que será recordada por muchas generaciones”.
También se refirió al fallecimiento de la actriz el expresidente de Castilla – La Mancha y diputado socialista en el Congreso, José María Barreda, indicó que la artista “es inmortal y siempre estará en la memoria colectiva” de todos los españoles. Barreda manifestó que la criptanense “fue un personaje con una dimensión extraordinaria”, y recalcó que “ha muerto Antonia, la niña de Campo de Criptana, pero no Sara Montiel”. “Era una mujer muy singular, de una inteligencia natural muy brillante y de una trayectoria que la hace muy excepcional”.
El Partido Popular transmitió ayer su “más sincero pésame” a los hijos, Thais y Zeus, y los familiares de “nuestra queridísima manchega”. La portavoz del PP, Carmen Riolobos, recordó que Sara Montiel fue “probablemente la embajadora más importante de Castilla – La Mancha”.
Finalmente, el consejero de Educación, Cultura y Deportes, Marcial Marín, visitó ayer el tanatorio de San Isidro, donde fueron trasladados los restos mortales de Sara Montiel.


LA FOTO CCLV


La diva en la década de los '60. 

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