SARA MONTIEL
habla de
MOSCÚ
Cierto que Sara
Montiel, a pesar del dolor que estos días la atenaza por el reciente
fallecimiento de su madre, es una profesional completa, y no tiene inconveniente en que rompamos su
aislamiento para facilitarnos nuestra tarea informativa. Y no sólo eso, sino
que se presta a ser ella misma quien escriba esta crónica de su viaje por
tierras soviéticas, rememorando los días pasados allí, aunque nos dijo:
-No
recuerdo bien lo que hice un día y lo que ocurrió al siguiente de una forma
cronológica, pero os daré todo lo que a mí me llamó la atención particularmente
y las cosas que más me impresionaron; luego, vosotros lo dais como mejor os
parezca.
Y así lo
hicimos. He aquí, pues, el relato de Sara:
Bajo el cielo de Moscú, la famosa actriz española, ala que dieron oportunidad de escuchar los primeros piropos en el idioma de la URSS, recibió el homenaje popular y se retrató incluso entre los soldados del ejército soviético, los cuales parecen muy satisfechos. En estas páginas, la propia Sara Montiel nos cuenta las impresiones de su viaje.
EL VIAJE CONTADO POR ELLA
Nada
más bajar del avión que me llevó a Moscú, me sentí tremendamente agasajada por
una comisión de personalidades del cine soviético que había ido a recibirme, ya
que yo no he ido al Festival Cinematográfico de Moscú como parte de la
delegación española, sino como invitada especial de la comisión organizadora de
dicho certamen para asistir a la proyección de mí película “Esa mujer”, que se
presentaba fuera de concurso.
Tras
saludar a las personas que habían ido a recibirme, me presentaron a dos chicas
(Tania y Delia) que eran estudiantes aventajadas de nuestro idioma, y que me
servirían de intérpretes, así como a un profesor de castellano que se llamaba
Wladimir, y al que también habían destinado para acompañarme.
Me
instalaron en el hotel Rusia, que es enorme y modernísimo, muy en línea
americana tanto en su exterior como en su interior, y cuya capacidad es para
seis mil personas. Allí también vivían Sofía Loren y Marcelo Mastroniani, que
están rodando en Moscú un filme dirigido por Vittorio de Sica que se llama “El
girasol”, así como el resto de los artistas de las diversas delegaciones
cinematográficas que concurrían al festival. Melina Mercuri, Mónica Vitti,
Marina Vlady y Alberto Sordi son con los que más amistad hice.
Yo
ya conocía Moscú, puesto que hace dos años estuve allí grabando para la TV en
color un programa sensacional que se pasó en la noche de fin de año; no
obstante, volví de nuevo a recorrer las calles de la capital de la URSS con esa
curiosidad propia de las personas que llegamos de Occidente. ¡Cómo no!, lo
primero que hice fue darme un paseo por la plaza Roja de Moscú, que se llama
así por sus edificios, que son casi todos de este color, y no por la actual
ideología política, como se piensa mucha gente.
Yo
sabía de antemano que era muy popular en la URSS, pero no me creí nunca que
fuera tanto. La gente se acercaba a pedirme autógrafos continuamente, y muchos
de ellos me saludaban con frases de mis cuplés. Yo al principio no les entendía
muy bien qué querían decirme cuando me soltaban “Nena, me decías loco de
pasión”, “Pisa, morena, pisa con garbo” o “Fumando espero al hombre que yo
quiero”, pero en seguida capté su gentileza y amabilidad y les correspondía lo
mejor que sabía. Muchos de ellos se sabían mis canciones sin saber siquiera lo
que significaban. No peco de inmodesta si digo que Sofía Loren y yo éramos allí
los artistas más conocidos, y la delegación española en pleno puede ratificar
lo que digo. Mónica Vitti y Maximiliam Schell, así como algunos otros actores
de su talla internacional, casi no les conocía nadie.
De
los españoles, aunque no eran conocidos, han adquirido allí con su presencia
una fuerte notoriedad Julián Mateos, Paco de Alba, Amelia de la Torre y Ana
Mariscal; pero aún así, nuestras figuras son totalmente desconocidas en la
URSS, excepto una servidora y Raphael, que también empieza a sonar muy fuerte
allí.
No
he visto todas las películas que se proyectaron en el festival, pero sí las más
interesantes. “La Celestina”, de Ardavín, fue acogida con muchísimos aplausos,
a pesar de que a la hora final no ha obtenido ningún premio. Yo aparecí en el
escenario la noche que se presentó, junto a los intérpretes y director del
filme, así como también el jefe de la delegación española, señor Robles Piquer,
y el señor Blanco, de Uniespaña. Me alegré mucho, como es natural, del éxito
que consiguió nuestra película.
Sara rinde homenaje a Gagarin.
Después
Uniespaña ofreció una gran fiesta y cena fría a las delegaciones asistentes,
que duró hasta más tarde de las cuatro de la madrugada. El ballet español de
Paco de Alba fue el colofón perfecto a la fiesta –donde la sangría corría a
raudales-, ya que todos se entusiasmaron con el flamenco. Yo bailé ritmos modernos durante toda la
noche con todo aquel que me sacaba, y al final me hicieron cantar el “Fumando
espero”.
Al
día siguiente me levanté muy tarde, claro, y la tarde la dediqué a ir de
compras a los almacenes Gum, que son una especia de Galerías Preciados. Compré,
sobre todo, discos de folklore ruso y una balalaika.
Otro
día estuve visitando la avenida de los Cosmonautas, donde están las estatuas de
Gagarin, la Tereshkova y Titov. Ya que Gagarin fue el primer hombre del
espacio, y, dado su fallecimiento, le puse en el frontal de su esfinge un gran
ramo de flores. Esta avenida está coronada por un gran obelisco rematado por
una aeronave, como homenaje a los hombres que han subido al espacio. Pesa más
de 300 toneladas y su altura es de 100 metros. La aeronave que remata la parte
más alta reluce enormemente cuando la da el sol, ya que está fabricada de metal
perenne titanio, que no se oscurece con el paso del tiempo.
Como
monumentos dignos de destacar en Moscú están el Kremlim, la catedral de la
Asunción y la catedral de San Basilio. Me llamaron poderosamente la atención
las estrellas que rematan las cúpulas del Kremlin, por su color y luminosidad.
Me explicaron que todas ellas son de rubíes y que dentro tienen una luz
especial para darlas más brillo. Hay que tener en cuenta que cada una de estas
estrellas es casi del tamaño de nuestra madrileñísima fuente de la Cibeles.
En
el museo de los Zares me enseñaron una puerta toda de oro macizo, y una
esmeralda del tamaño de un plato de postre.
Respecto
de la gente del pueblo, han sido cariñosísimos conmigo. Los rusos he observado
que nunca corren; no sé si es porque no tienen prisa o porque van con el tiempo
medido de antemano. Los pañuelos que suelen llevar las mujeres al cuello son
preciosos para las modas “beat” que se llevan ahora, y yo compré varios el día
que estuve de tiendas.
Las
comidas típicas no las probé, debido a mi régimen, aunque sí degusté el famoso
caviar de allá, su salmón y el vodka.
Ante "La reina de las campanas" suscita la curiosidad popular la actriz española, que fue en Moscú feliz y desgraciada.
Respecto
a mi trabajo, diré que he firmado una “tournée” por varias capitales
soviéticas, para presentarme cantando en teatros, y una coproducción
cinematográfica para hacer yo el papel de Catalina ‘la Grande’. También los
húngaros y los cineastas de Polonia me ofrecieron otra película. “La reina del
Chantecler” y “Mi último tango” se han proyectado no solamente en toda la Unión
Soviética, sino también en todos los países de más allá del telón de acero.
Yo
fui designada, junto a Sofía Loren y a la principal actriz soviética, para
repartir los premios del palmarés final, pero no pude hacerlo debido a que
cuando fui a mi habitación ese día me encontré un telegrama de Madrid en donde
se me anunciaba la gravedad de mi madre. Lógicamente, en aquellos momentos, lo
único que hice fue tomar el primer avión que salía rumbo a París. Este fue el
motivo de mi ausencia en la gala de clausura y el que no pudiera recibir el
galardón oficial que la cinematografía soviética me había concedido, que era la
medalla de Lenin, concedida solamente a los personajes que gozar de un gran
fervor popular.
Mi
presencia allí, el cariño que me demostraron, y el telegrama que comunicaba el
gravísimo estado de mi madre, me hicieron sentirme en Moscú la mujer más feliz
y desgraciada del mundo, al mismo tiempo…
Sara MONTIEL
Por la transcripción: Trialasos
EL RECORTE CCLXXXVIII
Míticos fueron dos reconocimientos en su vida: el de Moscú y el homenaje que recibió en París. Del segundo la revista Interviú , 24 de Diciembre a 4 de Enero de 1.982, hacía la siguiente semblanza.
PROTAGONISTAS
SARA MONTIEL
“HE VIVIDO 10 AÑOS EN PECADO MORTAL”
Seis salas proyectando nueve de sus películas
durante varios días. La televisión francesa, rindiéndole homenaje. Los ‘gais’,
ovacionándola. Felicitada por el ministro de la Cultura. Festejada con una gran
recepción en Maxim’s. Y la prensa francesa, atreviéndose a calificarla “la Sara Bernardt del cine español”… Sara
Montiel no pararía de repetir: “Estoy tan emocionada”. “Es todo tan bonito”.
En algún momento
te parece dura. Luego, tierna. Un momento, primaria. Y luego, conmovedora. Si
quieres acusarla, te clavará las uñas, brillándole en sus ojos color de miel,
la furia.
-No,
perdona… Yo he sido estrella del franquismo porque me pilló con veintiséis años
haciendo “El último cuplé” en España. Y yo he sido estrella del franquismo como
lo fueron todos los periodistas que trabajaban en la época de Franco. Unos eran
de derechas, otros de izquierdas, y los que eran de izquierdas no podían decir
nada porque les iba muy mal… Ahora, llamarme estrella del franquismo, no.
Primero porque yo no he sido política nunca y segundo porque nunca he sido de
derechas. En mi casa, toda la familia era de izquierdas y yo siempre me he
considerado demócrata, aprendí a serlo al lado de León Felipe y todos los
intelectuales que conocí en Méjico cuando me marché de España. Yo era muy joven
y apenas sabía leer y escribir y León Felipe me ayudó a conocer a los clásicos
y a formarme. Yo siempre he tenido un interés enorme por mi España, yo quería
que progresase, me daba mucha pena la censura, nos censuraban muchas cosas.
Para seguir haciendo cine después de “El último cuplé”, yo tuve que seguir las
reglas de juego que me ponían en España o tenía que marcharme. Yo llegué a
España en mil novecientos cincuenta y seis. Me había marchado en el año
cincuenta porque me moría de hambre. En Méjico tuve suerte y pude hacer tres
películas. Cuando volví con mi madre para ver a la familia, me salió lo de “El
último cuplé”. Yo ya estaba casada con Anthony Mann y vivía en Hollywood, con
un contrato de tres años con la Warner. Y después de rodar la película me volví
allá. Poco después recibí un telegrama comunicándome que regresara para hacer
más cine en España. Regresé, se me acogió muy bien y continué haciendo mis
películas, con un estilo al que siempre he sido fiel. Todas mis películas han
tenido el sello Sara Montiel, pero por esto no puede llamárseme artista del
franquismo. Te digo que no.
En 1963, en una
revista catalán, se declara “socialdemócrata” y esto provoca un gran escándalo.
Sara evita luego el pronunciarse tan
abiertamente. Sólo en 1972, en otra entrevista, se declara de nuevo socialista:
escándalo de nuevo… Hoy, Sara declara felizmente que bebió champán la noche del
28 de octubre.
-Creo
que ya era hora. Esto va a ser muy importante para España. Felipe González me
parece un chico muy joven, pero con unas ideas muy buenas para el pueblo
español. Creo que hay que darle confianza y que tenemos que ayudarle en todo lo
que podamos porque me parece un hombre muy decente, que va de muy buena fe y
que está bien preparado.
Punto y aparte.
Que es la actriz española más popular, que no se lo robe nadie.
-Cuatro
portadas de “Life”. Número tres mundial en venta de discos. En China Popular,
la primera película occidental que se proyectó fue “Varietés”, con Sara, claro.
Frederick Mitterrand quería presentar el cine popular español en su prestigioso
ciclo del Festival de Otoño: era imposible no contar con Sara. Berlanga lo
aprobó.
El que haya sido
Francia antes que España la que le
rinda un homenaje no le molesta.
-Todavía
soy una mujer joven y espero que un día los que representan al cine español
reconocerán que ha habido una Sara Montiel que ha llegado hasta el Japón,
Australia, China, Rusia, América… Alguien saldrá que reconocerá que he existido
y que existo y que he hecho un cine muy personal y que he marcado una época,
sin discusión, y esto no me lo quita nadie.
En Francia ha sido recibida como la gran
estrella: flores, coche a su disposición, una “suite” en el George V, homenaje
en la televisión presentada por su gran amigo Charles Aznavour, presentación de sus películas al lado de Samuel Fuller, Alexandre como peluquero, una “jauría” de periodistas
constantemente a su lado, entrevistas, fotos, cenas, cóctel y ministro de la
Cultura, gran fiesta en Maxim’s acompañada por Rudolf Nureyev y un importante grupo de artistas franceses. En
Maxim’s, una gran ovación culminó el homenaje. Sara cantó “La violetera” y, en francés, “Fru – fru”.
Bailó con Nureyev y repitió muchas veces: “Estoy emocionada. Estoy emocionada”.
La actriz bailó con Rudolf Nureyev en la fiesta - homenaje.
¿El cine de
nuevo? No. Nada de nada. Le han ofrecido cosas buenas, pero luego le falla el
director, o el fotógrafo, el cámara o cualquier técnico, y eso a ella no le
gusta.
-Yo
soy una mujer muy profesional, aprendí muy bien la técnica en Hollywood y no
puedo soportar la falta de profesionalidad que desde hace unos cinco años se va
observando: no encuentro un equipo técnico completo. Si un día encuentro ese
equipo y un tema sensacional, pues no sé. Yo soy Piscis y no Virgo, pero me gusta
la perfección, busco la estética y la cuido mucho, cuido el estilo, la
atmósfera… Me gustan las películas de Zeffirelli, Visconti, la belleza poética
de las películas de Renoir.
-¿Se siente bien
consigo misma?
-Como
una mujer bastante bien. Creo que llevo muy bien los años, que estoy muy rica.
Además, absorbo como una esponja, aprendo y nunca me siento sola. Intento
superarme en mi trabajo cada vez más y pongo mucha ilusión en ello. Mi nuevo
espectáculo es una prueba de ello.
-Viendo ahora de
nuevo las películas de “la Sara” comprendes
mejor el impacto de la época: en una España puritana, la sensualidad de la Montiel desbordaba y revolucinaba. Era
como un dulce caramelo a nuestra castidad. ¿Era consciente de ello?
-Pues
claro… Yo estaba siempre peleando contra la censura. En “El último cuplé”
aparezco en muchas escenas con un tul en el escote porque cuando llegaba el de
la censura me obligaba a ponérmelo. En cuanto se iba, yo lo quitaba. Los besos
los rodábamos también cuando no estaba el de la censura… Así eran… “El último
cuplé” es una película tremendamente erótica y sigue siéndolo.
La prensa francesa se volcó con Sara.
-“La Sara” sigue desbordando
sensualidad… ¿Se siente ella sensual?
-Pregúntale
a mi marido.
-No, tú. ¿Cómo
te sientes tú?
-Yo
me siento una mujer…, cómo te diría, más que caliente, cálida…
-¿El amor ha
sido importante en tu vida?
-Mucho,
muy importante.
-¿El erotismo?
-Creo
que tiene su encanto. Siempre que se haga con estética.
“Amor Tous” la contempla con adoración. Es el tercer
marido, pero ella dice: “El verdadero y único
hombre de mi vida”. Se enamoraron en la misma escalerilla del avión
donde se conocieron.
-Yo
llegaba a Palma para actuar en su teatro. Él iba a casarse con una señorita muy
bien. Yo estaba casada… Y fue un flechazo total. En seguida nos liamos la manta
a la cabeza y hemos vivido en pecado mortal durante diez años… -sonríe- . Nos casamos por culpa de Thais.
Dentro de poco
llegará Zeus. Antonia – Sara lo espera con todo el instinto maternal a flor de
piel. De Thais, ni hablemos: Sara nos cuenta mil anécdotas rebosando
amor. Sara Montiel es ahora una
estrella maternal que su público sigue adorando. De retirarse, nada. Seguirá
hasta que ese público siga reclamándola y aplaudiéndola. Y luego tal vez la
sustituya Thais… A los Tous les gustaría tanto que fuera
artista o periodista…
Evelyn MESQUIDA
Fotos: Ferrán MARULL
LA FOTO CCLXXXVIII
La diva a finales de los '60 tomando el sol.
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