EN CASA DE…
SARA MONTIEL
CON SABOR A CUPLÉ
Sólo ella puede permitirse el lujo de
ser “camp” sin pasar por “retro”; sólo ella puede hacer que un viejo cuplé siga
sonando como si el tiempo se hubiera parado; sólo Sara Montiel es Sara Montiel
en todas partes: dentro y fuera de su casa, en el escenario, en las revistas y
en la intimidad. Su imagen no es producto del marketing. Años ha tenido para
forjar poco a poco su simbología personal, y ya está por encima de portadas, de
grabaciones más o menos sofisticadas y de declaraciones más o menos explosivas.
Basta contemplar
los doscientos metros cuadrados de su apartamento para comprender que no hay
barreras entre lo que ella representa en los escenarios y lo que en realidad
es. Y si tras franquear el hall se pasa al salón, el visitante notará que le
invade una especie de nostalgia endulzada por una tonadilla popular. Todo en
esta pieza parece recordar tiempos de cupletistas famosas que siguen viviendo
en la persona de Sara Montiel. En este salón una pieza con dos alturas,
conseguidas tras cerrar parte de la terraza, donde antes había una pequeña
piscina. Tonos plata y terciopelos rojos resaltan aquí y allá. En la primera
altura, los ojos van directamente hacia un retrato de Sara pintado por Roca
Fuster. Representa a cuatro mujeres: una niña, una mujer, una cupletista y la
muerte. Los colores suaves y difusos y la disposición de las figuras recuerda
aquellos lienzos de Julio Romero.
SALÓN
El papel
plateado de las paredes sirve de marco a una decoración en la que la nostalgia
“camp” se acerca al estilo “art nouveau”. Moqueta negra sobre el suelo que
recoge las pinceladas cálidas del terciopelo rojo de los sillones en el salón.
Presiden la estancia un retrato de Sara Montiel pintado por Roca Fuster y un
busto de la artista, obra de Collaud, que sirvió para la película “La mujer
perdida”. En las demás paredes cuadros de Toni Ribera, Eduardo Naranjo,
Segrelles, Emilio Grau, etc. En el lado opuesto de este ambiente hay otro
formado en torno a una mesa redonda con tapa de mármol de Carrara y varias
sillas Chippendale lacadas en rojo. Aquí las obras que decoran las paredes son
de Dalí, Zuloaga y Soler Jove.
“LA MUJER PERDIDA”
Frente al
retrato de Sara hay un piano blanco que hace de mesa para una especie de bazar
exótico o modernista. Sobre la superficie blanca, acompañado por multitud de
objetos de cristal de estilo Art Nouveau o Art Dèco –en su mayoría regalos de
gente que conoce la debilidad de Sara por estos estilos- hay un busto de Sara
realizado por Collaud Varela. También es ésta una figura que emerje en la habitación
y que en realidad tiene una historia trivial: para la película “La mujer
perdida” se necesitaba una escultura, y el artista hizo ésta en alabastro.
Finalizado el rodaje, la obra quedó en manos de Sara.
AIRES MODERNISTAS
No son éstos los
únicos retratos de Sara que decoran la habitación; por lo menos otras dos obras
alternan en el salón con pinturas de Mont, Vitín Cortezo, Grau, José Díaz,
Naranjo, Segrelles, escuela de Goya, Ramón Casas y anónimo. Hay incluso uno de
esos cuadros sin firma que dejaron testimonio para épocas posteriores de las
torturas de la Inquisición.
Papel de color
plata en las paredes; moqueta negra, espejo de anticuario, un biombo chino
bastante antiguo, un sofá de piel blanca y otro de terciopelo rojo, mesa lacada
en negro y oro, alfombra de Afganistán, puerta lacada en relieve con figura
trabajada en madera y marfil… Todo crea un ambiente que en el dormitorio
adquirirá aires netamente modernistas. Allí, en efecto, la escena parece
dispuesta para el toque de magia; la habitación podría haber sido copiada de un
álbum wildeano para recrear ese gusto por lo sensorial, ese afán por dar
satisfacción a los placeres estéticos. El dormitorio es una pieza alargada con
techo abovedado. Una pared de espejo la recorre de punta a punta y pasa al lado
de una cama estilo imperio cubierta de rosa y lacada en oro. También las
cortinas son de color rosa, y rosa es igualmente el tono de un sofá frente al
cual hay una mesa exagonal de mármol y madera. Sofá, mesa y una butaca de
terciopelo, forman corro alrededor de una chimenea de mármol blanco con vetas
grises y piedra viva del Pedregal. En el lado contrario de la habitación hay un
rincón donde las reminiscencias modernistas se hacen deliciosas: es un tocador
negro con flores que se apoya contra el espejo; lo rodean un mueble de cajones
y muchos pequeños objetos que saturan todos los espacios. Recuerda un camerino
de otros tiempos. En distintos lugares de la gran habitación cuelgan pinturas
que cuadran perfectamente con el ambiente que las rodea: un desnudo de los años
20, obra del catalán Pere Pruna, esmaltes de Luís Fernando Carrasco y un dibujo
de Ramón Casas.
TELAS Y PAPELES DE MIAMI
La decoración ha
sido obra de Sara Montiel, y aunque Pepe Tous ha colaborado, no cabe duda de
que fue ella la que decidió el aire que debía tener cada una de las
habitaciones. En esta casa, que fue de su madre, Sara ha vuelto a construir su
propio mundo: “Aquí he pasado muchos años de mi
vida con mi madre; es una casa a la que quiero mucho. Mi madre la vendió a una
sociedad y yo la volví a recuperar alquilándola. Hace seis meses que la hemos
decorado de nuevo entre Pepe y yo. Trajimos las telas y papeles de Miami. Antes
teníamos todas las paredes enteladas, pero como está cerrada parte del año, se
acumulaba mucho polvo y decidimos poner papel”.
DORMITORIO Y TOCADOR
Una pared de
espejos estilo “art nouveau” recorre el dormitorio de punta a punta. El techo
de la habitación es abovedado. La cama es de estilo imperio tapizada en rosa y
con adornos dorados. A sus pies se inicia un pequeño ambiente de conversación.
En el extremo opuesto tiene Sara su rincón más personal. Allí, una gran mesa
lacada en negro y con adornos florales apoyada en una pared cubierta por un
espejo, sustituye al tradicional tocador.
Reportaje: ANA ALONSO MARTÍNEZ
Fotos: MARÍA PEREZ SEOANE
EL RECORTE CCXCIII
Daba igual Madrid que Palma de Mallorca, Barcelona o Miami. Los Tous - Abad supieron hacer de cada rincón un hogar para sus queridos Thais y Zeus. Lo demuestra este reportaje de La Revista con fecha 8 de Septiembre de 1.986.
Sólo realiza breves salidas de su casa
de Palma
SARA MONTIEL
no quiere abandonar su refugio dorado
El corto
recorrido que separa el norte de la isla de la capital, Palma, supuso el final
de las vacaciones de la familia Tous. A Sara cada vez se le hace más difícil
viajar y salir de España porque Thais y Zeus, sus pequeños, constituyen el
centro de su vida, “y ahora es cuando más me necesitan”, dice. Por eso prefiere
quedarse en su refugio dorado.
Una vez
terminadas las vacaciones estivales Sara Montiel, y Pepe Tous regresaron a su
casa de Palma de Mallorca con sus hijos Thais y Zeus, con el fin de preparar el
nuevo año escolar de los niños, pues a partir del mes de septiembre se
incorporan a una nueva escuela inglesa en la ciudad de Palma.
La familia
Tous-Montiel ha repartido sus vacaciones entre un chalet situado a orillas del
mar, en Pollensa, al norte de la isla de Mallorca, y el pueblo natal de Sara,
Campo de Criptana, en Ciudad Real.
Pepe y Sara
llevan más de dieciséis años juntos y se sienten más enamorados que nunca. Así
lo comenta la artista:
PAREJA ROMÁNTICA
-Somos
una pareja de románticos, estamos más enamorados que unos adolescentes, porque
nosotros estamos ya en una edad en la que valoramos mucho más las cosas, y
percibimos más los detalles de nuestra relación.
Gran parte de
esta unión está motivada, según confiesa la pareja, por sus dos hijos
adoptivos, Thais y Zeus, que son el centro de atención de la casa.
-Tenemos
que estar todo el día pendientes de ellos porque son, sobre todo Zeus, un
verdadero terremoto –bromea
Sara mientras observa a su hijo que juega con una taza de porcelana china.
Los Tous viven
en una preciosa casa situada en el punto más alto de la montaña Na Burquesa,
frente a la preciosa vista que ofrece la bahía de Palma. Está repleta de obras
de arte, preciosos juegos de porcelana china y diversas esculturas, así como
valiosos jarrones de todos tipos y formas.
-Los
niños andan siempre correteando por la casa y nunca han roto nada –comenta Sara
echando una tierna mirada a su hijo-. Ellos son la
base de nuestra felicidad.
La familia Tous - Montiel al completo, en un rincón de su casa mallorquina, desde donde se divisa una extraordinaria panorámica de la ciudad y su bahía. El chalet decorado por la propia Sara, está situado en una zona privilegiada de Palma.
SUPEDITADOS A LOS HIJOS
No hay más que
ver a Pepe y a Sara cuando están con sus hijos para ver que todo está
supeditado a esas dos pequeñas criaturas, así nos lo explica Sara:
-Gracias
a ellos nuestra relación como pareja es completa, ellos nos han llenado la vida
de ilusión, y todo lo que hacemos, tanto en nuestro trabajo como en casa es con
más dedicación.
Zeus, como se
recordará, fue bautizado recientemente en el pueblo natal de Sara, y es ya un
crío de tres años con unas imparables ganas de jugar.
-No
puedo entender de donde sale la energía de estos chicos… no paran nunca –comenta Sara,
sorprendida -, Thais, al ser un poco mayor se está
más quieta, sin embargo, el pequeño es imparable.
Thais es una
niña simpática, que delata en sus ojitos una fuerte personalidad y una
inteligencia despierta. La niña, ha oído a sus amigos decir que el hijo de
Ángel Cristo y Bárbara Rey, que recientemente debutó en el circo, cobra por su
trabajo, con lo cual ella exige una compensación económica por posar en las
fotos.
Sara, que se define como una auténtica madraza, se ocupa de Thais y de Zeus, unos niños con una vitalidad sorprendente. La familia se encuentra nuevamente en Mallorca donde preparan el curso escolar de los hijos.
LABOR DE MADRE
Sara y Pepe
acaban de pasar un período de descanso, pero ellos nunca dejan de trabajar.
Pepe atiende sus negocios donde quiera que esté. Él es accionista de una
empresa periodística, fundada en 1893 por su abuelo, en la que figuran dos
periódicos y dos emisoras de radio, y a la vez es propietario de uno de los bingos
más importantes de Palma de Mallorca y de un teatro, en el cual conoció a Sara
hace dieciséis años, cuando fue contratada para actuar allí.
Por su parte
Sara se prepara para sus actuaciones, sin olvidarse de su labor de madre –“Aunque sea por teléfono”- comenta ella pensando
en su próxima gira en el continente americano, prevista para septiembre y
octubre.
-A
primeros del mes que viene me voy a Brasil donde tengo varias galas en
Brasilea, Belo Horizonte, Sao Paulo y Río de Janeiro. En noviembre me voy a
Buenos Aires y a Caracas.
-¿Y cuando vas a
ver a los tuyos?
-En
anteriores ocasiones los niños viajaban conmigo, pero ahora ya tienen edad para
ir los dos al colegio, por lo tanto, voy a ser yo quien venga a verles. Voy a
pasar las navidades en casa y ya en febrero emprenderé la gira por
Norteamérica. Voy a actuar en más de nueve ciudades de Estados Unidos,
empezando por Miami, pasaré por Los Ángeles y terminaré en Nueva York.
DEJAR LOS ESCENARIOS
-Sara, ¿piensas
apartar alguna vez los escenarios de tu vida?
-No
puedo, es algo que llevo dentro. Por lo único que renunciaría a actuar sería
por mis hijos, pero de momento no es necesario. Puedo combinar mi papel de
madre con mis actuaciones perfectamente.
No hace falta
recordar el éxito alcanzado en sus actuaciones anteriores en América, donde,
por ejemplo, en Lincoln Centre de Nueva York, se agotaron las entradas varios
días antes de la gala.
Cuando Sara
habla de vida profesional surgen insistentemente nombres de ciudades de
América.
-¿Cuándo piensas
presentarte de nuevo al público español?
-Será,
seguramente para finales de año que viene. En estos momentos estoy trabajando
en un proyecto de una obra musical que la está escribiendo Arteche, un genial
autor teatral, para reaparecer en Madrid, como digo, el año próximo.
-El programa
profesional de Sara es muy extenso, pero ¿no te aparta mucho de tus hijos?
-Bastante,
aunque siempre mantengo contacto con ellos. En realidad me cuesta mucho
decidirme, porque siempre suponen viajes, y eso impide estar con mis hijos.
El pensamiento
de los Tous gira siempre en torno a sus pequeños “dioses”, como así los llaman:
-Es
ahora cuando más nos necesitan –concluye Sara.
Pepe BOSCH
LA FOTO CCXCIII
Pose clásica en la Sara de los '80.
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