El matrimonio de la famosa actriz y José Vicente
Ramírez Olalla (celebrado en 1964) acaba de ser anulado por el Tribunal
Eclesiástico
SARA MONTIEL
¡solterísima!
“Ahora que ya soy libre, me casaré con Pepe Tous
ante los hombres… ¡por el rito de los gitanos balcánicos!
-Hemos recobrado la libertad –dice José Tous.
-Sí,
amor –asiente
Sara.
Se miran
embelesados. Ya son libres. Dueños de su destino.
Pero están
tranquilos. Han recibido la buena nueva con absoluta calma.
-La
anulación de mi matrimonio tenía que llegar algún día –se limita a
comentar la actriz, minutos después de “reestrenar” soltería-. Los dos años y medio de trámites se me hicieron
larguísimos. Veía cómo otros casos eran resueltos antes que el mío… ¡Pero lo
importante es que ya soy libre!
Libre por obra y
gracia de la sentencia que acaba de dictar el Tribunal Eclesiástico, según la
cual queda anulado el matrimonio de doña María Antonia Abad Fernández (Sara
Montiel, en el mundo del espectáculo) y don José Vicente Ramírez García –
Olalla. El final de una penosa historia. El mejor final para todos.
Sara Montiel y José Tous, unidos sentimentalmente desde hace siete años. Ahora, ya anulado el matrimonio de la actriz, han decidido casarse... a su aire. Lo explican en la presente entrevista.
PRIMER PLANO: UN MATRIMONIO ROTO
-Sara: ya
podemos hablar sin tapujos de algunas cosas.
-Naturalmente.
¡Ahora, sí!
-¿Por qué
fracasó su matrimonio con José Vicente?
-Porque
quiso prohibirme que siguiera siendo Sara Montiel.
-Pero él se casó
con Sara Montiel…
-Efectivamente.
Y durante el noviazgo nunca se mostró contrario a que yo continuara siendo Sara
Montiel. Pero, tras la boda, cambió completamente de forma de pensar. Fue un
cambio fulminante, extraño. A los pocos días de casados ya me pidió que me
retirase del cine, que me dedicara exclusivamente a la casa. Era una idea fija
en su mente que terminó por convertir nuestro matrimonio en un infierno.
Incluso le molestaba que mis admiradores me pidieran autógrafos. Tuvimos
bastantes disputas por esto.
Sara y José
Vicente (Chente, para los amigos) contrajeron matrimonio canónico en mayo del
año 1964, tras sonado noviazgo. La ceremonia, no menos sonada, se celebró en
Roma. Todo hacía suponer -¡ay, cómo engañan a veces las apariencias!- que Sara,
tras haberse divorciado del director de cine Anthony Mann, había alcanzado, al
fin, la felicidad definitiva.
-Desgraciadamente
no fue así. Nuestros problemas fueron agrandándose día a día. Tuvimos un fuerte
altercado cuando me dijo que rescindiera mis contratos pendientes. Yo, en aquel
tiempo, era la estrella máxima del cine de habla hispana. Y la mejor pagada.
Tenía excelentes contratos con Alfonso Balcázar y Cesáreo González. Si los hubiese
incumplido habrían pedido mi cabeza. Además: ¿cómo iba yo a tirar por la borda
la carrera que tantos sudores me había costado consolidar? Nuestra situación
fue deteriorándose. Durante el rodaje de “La dama de Beirut”, José Vicente se
presentó en el Estudio y mostró su disconformidad con unas escenas que yo
interpretaba en lo que figuraba ser un burdel. Escenas propias de aquellos
tiempos, sin desnudo alguno ni la menor osadía. El director, Ladislao Vajda,
tuvo que pedirle que abandonara el plató.
Es justo
consignar que Sara me habla sin el menor rencor. Se limita a revelar unos
hechos esclarecedores. Dice que ni puede, ni quiere, ni tiene por qué herir, a
quien, hasta hace unos días, fuera su marido. Para Sara, José Vicente es un
caballero. Quiere que esto quede claro.
-No
nos entendíamos. Por otra parte, su carácter y el mío chocaron desde el primer
momento. Él, educado en los Jesuitas, conservador, tradicional. Yo, liberal,
por haber vivido largos años en Méjico y Estados Unidos. Todo ello sin olvidar
otro detalle: a su lado me aburría muchísimo. ¡Como una mona!
SEGUNDO PLANO: EL AMOR ES CIEGO
-Veamos, Sara:
¿Se casó enamorada de él?
-¡Enamoradísima!
¿Por qué iba a haberme casado con él, en caso contrario? ¿Por dinero? Ganaba
veinte mil pesetas mensuales y tenía un “600”. Si yo, accediendo a sus deseos,
me hubiese retirado del cine, habríamos terminado viviendo de mis rentas. Me
casé con él porque le quería. Además… ¡el amor es ciego! Pero, tras la boda…,
¡me salió el marido celtibérico! La verdad es que fue un cambio rarísimo. Sufrí
una gran desilusión. Cuando regresé del viaje de novios, le dije a mi madre:
“Me parece que me he equivocado”.
-Se casaron por
la Iglesia, aunque usted siempre se mostró partidaria del matrimonio civil.
¿Por qué?
-Por
complacer a unos y otros. A José Vicente, el primero. Pero mi intención, y así
se lo había hecho saber varias veces a Chente, era casarme con él civilmente.
De todas formas, yo sabía que si algún día dejaba de amarle, me separaría de
él, con divorcio o sin él. Y así fue.
Esta entrevista
se celebra en la residencia madrileña de Sara Montiel. O, hablando más
propiamente, la residencia de Sara y José Tous. Este, a nuestro lado, permanece
en silencio. El pasado de Sara sólo le corresponde contarlo y comentarlo a ella.
-¿Cuándo dejaron
de vivir juntos?
-Antes
del primer aniversario de nuestra boda. Claro que en su momento fingimos que
todo marchaba viento en popa. Eran otros tiempos… Además, José Vicente, por su
educación y forma de pensar, era reacio a iniciar cualquier trámite para lograr
la separación oficial. Nunca me gustaron las situaciones ambiguas. Por eso, un
buen día corté por lo sano y le hablé claro. Él no quería que nos separáramos
de forma alguna. Yo utilicé el clásico sistema, tan español, del ¡ahí te
quedas!, pero al revés. Quiero decir que, en nuestro caso, fue la esposa quien
dijo ¡ahí te quedas! al marido.
Estos
lamentables hechos sucedieron hace doce años. Hace siete, Sara encontró a José
Tous. Este, toma el “relevo” en la entrevista, y nos cuenta cómo, cuándo y
dónde.
Mayo del años 1964: Sara Montiel y José Vicente Ramírez Olalla contraen matrimonio en la iglesia española de Montserrat, en Roma. Una unión poco duradera, pues al poco tiempo se tiraban los primeros "trastos" a la cabeza.
TERCER PLANO: UN RAYO DE ESPERANZA
-Fue en Palma de Mallorca. Me habían
hablado “pestes” de ella. Que si era un ser insoportable. Que si era una diva
insufrible. A pesar de todo, la contraté
para uno de mis teatros. Fui a recibirla en el aeropuerto de Palma, y allí la conocí
por primera vez.
Los Tous son muy
conocidos y apreciados en Mallorca. El abuelo de José Tous fundó y fue el
primer director del diario “Última hora”. El propio José lo dirigió durante
quince años (en aquel tiempo incorporó el “offset”, siendo “Última hora” el
primer diario español impreso por tal sistema). Hace algún tiempo abandonó la
dirección del periódico, al ampliar sus actividades como empresario
cinematográfico y teatral (posee en Palma varios locales). Pasó a desempeñar la
presidencia del Consejo de Administración del diario, cargo que dejará
próximamente, aunque seguirá vinculado a “Última hora”.
Este es el
hombre. Y este es su relato:
-Yo esperaba de uñas a la Montiel,
pero la primera impresión no pudo ser más favorable. Vi en Antonia (así es como
Tous llama siempre a Sara), una mujer encantadora, humanísima. Tres días
después, ya estaba enamorado de ella.
-Hubo flechazo…
-¡Evidentemente! Antonia atravesaba
un mal momento. La situación de su matrimonio, la reciente muerte de su madre…
Yo traté de que su estancia en Mallorca fuera lo más grata posible. Hicimos
excursiones, almorzamos juntos. Fueron unos días inolvidables, definitivos para
nuestro futuro.
-Comprendí
enseguida –interviene
Sara-, que Pepe era mi tabla de salvación. Tal vez
la última, después de tantas amarguras. Tras mi actuación en Palma, fue a
visitarme a Sevilla. Luego, a Barcelona. Más tarde, a Cádiz. Comprendimos muy
pronto que estábamos enamorados, pero no nos lo decíamos. Yo no era libre…
¡Hasta que me lié la manta a la cabeza, hice las maletas y me marché a Palma, a
vivir con él! Una decisión que, en aquel tiempo, molestó a muchos. Se me
cerraron muchas puertas. ¡Pero estaba en juego mi futuro! Gracias a Pepe me
quité el luto por mi madre y comencé a cuidarme. Encontré en él un cobijo que
no pudieron o no supieron ofrecerme antes.
CUARTO PLANO: JUNTOS Y FELICES
Para José Tous,
la presencia de Sara supuso poner punto final a su larga soledad.
-Cuando conocí a Antonia yo tenía
cuarenta años. Había estado a punto de casarme en dos ocasiones. Como
profesional del periodismo y empresario de espectáculo, sólo puedo decir que mi
vida habría cambiado, y negativamente, si me hubiera casado con una “hija de
papá”, ajena por completo a mis actividades. Con Antonia, en cambio, no hay problema
alguno: nuestras mentalidades, tan afines, se complementan totalmente.
Hace dos años y
medio, José Vicente accedió, al fin, a iniciar los trámites de anulación
matrimonial.
-Comprendió
que era lo mejor para todos –dice Sara- . Ahora, él
también podrá rehacer su vida. Tiene derecho a ello y le deseo la mayor
felicidad.
La vida de Sara
y José no va a cambiar sustancialmente. Para ellos, la anulación es un puro
trámite, que les alegra y tranquiliza. Por lo demás…
-Llevamos siete años juntos.
Compenetrados y felices. Seguiremos como hasta ahora.
-¿No piensan
casarse?
-Sí, pero ni por la Iglesia, ni
civilmente.
-No entiendo…
-Vamos
a casarnos –me
explica Sara- por el rito de los gitanos
balcánicos. En Ibiza y ante los hombres, nuestros seres queridos y cuantos
amigos quieran acompañarnos. Ante ellos nos declararemos nuestro amor… ¡y en
paz! Creemos en el derecho natural. Después de todo lo sucedido, hemos llegado
a la conclusión de que nuestro amor no necesita de leyes, ni vínculos, ni
firmas.
José Tous apreció en la vida de Sara cuando ésta se encontraba en plena crisis sentimental. Encajaron bien desde el primer momento. Aquí les vemos en el piso madrileño de la actriz, días antes de partir rumbo a América, en viaje artístico... ¡y de "luna de miel"!
Nunca vi a Sara
tan seria. Tan firme en sus convicciones.
-¿Tendrán hijos?
-Queremos
tenerlos. ¡Y pueden venir perfectamente! –recalca.
-En tal caso –interviene
José-, iremos
al Registro Civil y los registramos. No hay problemas. Todo está previsto.
THE END
Se miran una vez
más –y van…- embelesados. Pero antes, América les espera. Una larga gira de
cuatro meses. Desde Estados Unidos a Argentina. Televisión y recitales. Y
tiempo libre para su luna de miel, que, curiosamente, disfrutarán antes de
“casarse”… por el rito gitano. Después, la “boda”.
En definitiva:
Sara y José quieren seguir viviendo su vida. A su aire. Amándose libremente. En
paz, si es posible.
Hebreo SAN MARTÍN
EL RECORTE CCXC
...y el tiempo pasó y Sara recondujo su vida como pudo. Tras la muerte de su madre y a la espera de la anulación de su segundo matrimonio, la artista conoció a Pepe Tous. En este número de la revista Semana, de 31 de Agosto de 1.974, encontramos las primeras imágenes y confirmaciones de la que ya era una relación estable.
SARA MONTIEL,
al otro lado del mito
Se dice que tarde o temprano, acabará casándose con José Tous, una vez que consiga la anulación de su anterior matrimonio.
Hubo una
temporada en que El Cordobés hizo su verano loco toreando en los pueblos. Al de
Villalobillos se le agradeció el gesto. Las gentes que no habían podido
aplaudir a Benítez en las plazas de solera, tenían luego la oportunidad de
contemplar sus faenas en cosos de menor aforo. Más o menos lo mismo es lo que
lleva haciendo desde hace dos años Sara Montiel. Naturalmente que no actúa en
plazas de toros, aunque alguna vez fuera ése el escenario de sus cuplés. Sólo
que una vez que ya saben de “Sara Montiel en persona” en las capitales del
país, Saritísima ha emprendido su verano loco, también por los pueblos
españoles.
En uno de estos
lugares veraniegos encontramos a Sara.
Sara Montiel
vestida de ibicenca, a la moda “ad-lib”, con ese sombrero de paja tan afín con
el de las segadoras manchegas. Sara, en una roca marina, mientras detrás
llevaba consigo una multitud de curiosos que le decían: “¡Guapa! Eres más guapa así,
en persona…” Sara, llena de collares y abalorios, luciendo sus bonitas
piernas, con esa expresión en su rostro de picardía, “sexy”, en un reto casi
continuo a la cámara fotográfica. Porque, como mira Sara, intuitiva, lista y
fotogénica, lo hacen muy pocas estrellas de nuestro cine.
En torno a una riquísima paella, Sara Montiel y su enamorado, Pepe Tous.
-¿Qué necesidad,
artística o económica, tiene la Sara Montiel de 1974 para recorrerse España
entera con sus canciones, de pueblo en pueblo, de copla en copla?
-La
necesidad es artística, lo mismo que en Estados Unidos hacen Sinatra y Barbra
Streissand, que van de pueblo en pueblo, con la diferencia de que aquí, en nuestra
España, los pueblos tienen muchos siglos de cultura.
Nunca renegó
Sara Montiel –a quien gusta que sus íntimos la llamen Antonia, su nombre
verdadero, como se sabe- de su procedencia manchega. Recalcó a todas horas que
sus padres eran labriegos y que ella vino al mundo en uno de los lugares más
bonitos de la Mancha, Campo de Criptana, pueblo de molinos y de gran interés
artístico. Por eso no es extraño que ahora nos dijera:
-Me
encanta estar siempre en contacto con el pueblo.
-También porque,
actuando ahora en los pueblos, ganas más que en las capitales, aunque pueda
parecer paradójico…
-Si
eso de ganar es lo de menos… Bueno, no voy a actuar gratis a ningún sitio. Pero
también digo que el empresario que me contrata gana muchísimo más que yo,
porque doy a ganar dinero a todo el mundo. Mira, yo he llenado día tras día,
durante varias semanas, el teatro Victoria, de Barcelona, que por cierto es
mejor que el Olympia, de París, el que con todo su “golpe” de Olympia huele a
gato que no se puede aguantar. Y esto te lo digo porque allí hice interiores de
varias películas.
EL MITO
Sara, a estas
alturas, es muy difícil, improbable diría uno, que se intimide en una
entrevista periodística. Ella contesta a su aire y se queda tan feliz. Es un
rasgo fundamental en su carácter. Con lenguaje de la calle, digamos que Sara
sabe álgebra y latín.
-¿Cuesta mucho
mantener la aureola de Sara Montiel?
-Si
en escena no pisas fuerte, desde luego que pierdes aureola. Pero si tienes
fuerza, personalidad y empuje, ganas el doble. El público siempre reacciona
favorablemente. A mí me quiere el público.
-¿Más el
masculino o el femenino?
-Parece
que yo tengo el mismo público.
-¿Las mujeres te
tienen envidia o celos, cuando acuden a verte acompañadas de sus maridos?
-Soy
una mujer que suelo caer bien a las mujeres…
-¿Los hombres te
ven con buenos ojos?
-El
hombre me ve con buenos ojos. Con malos no puede verme, aunque por dentro vea
lo que quiera. Es normal que yo guste a los hombres.
-Sara Montiel,
en un escenario, resulta ser una estrella agresiva, temperamental,
comprometedora, pícara…
-Pues,
aunque suene a ridículo, soy una ingenua. Soy la mujer que parece que se come
al mundo entero de entrada, y luego se achica.
-Me han dicho
tus íntimos que lloras de cuando en cuando, estando sola en casa…
-Yo,
desde hace cuatro años, sólo lloro por mi madre.
-Otra
observación de ese reducido círculo amistoso que te rodea: Sara Montiel es una
mandona.
-Pues
mira por dónde yo digo que me gusta que me manden; pero cuando me mandan
equivocadamente, me enfado. Porque soy muy femenina, muy mujer.
-¿Es fácil que
un hombre pueda ir tranquilamente a tu lado, seguro de sí mismo?
-Eso
deberías preguntárselo a ellos.
-Ponte en su
lugar.
-Por
ejemplo, yo llevo a tres hombres a mi lado, casi constantemente.
-¿Quiénes, Sara?
-Mi
maestro de orquesta, mi secretario y mi empresario.
-Tu empresario,
que todos sabemos es Pepe Tous, tu asiduo acompañante desde hace tres o cuatro
años. ¿Él se siente cómodo a tu vera?
-¡Ah!
Eso pregúntaselo a él.
Resulta que Pepe
Tous, simpático, barbado, periodista, alto directivo del diario mallorquín
“Última Hora”, está con nosotros. Le traslado la pregunta, sugerida por la
propia Sara. Pero Tous declina:
-¡A mí no me preguntes. Soy un
convidado de piedra en esta entrevista.
Insisto. Tous
dice:
-Yo creo que es fácil estar con
Sara.
Vuelvo con la
Montiel.
-¿Siempre estás
en “plan Sara Montiel”?
-Actuando,
canto lo mejor que puedo. Me preocupa mucho la manera de hablar, de saludar a
la gente. Ahí no engaño nada. Ahí soy muy sincera. Si en realidad yo no estoy
nunca en “plan Sara Montiel”…
-¿Es difícil
mantener el mito de Sara?
-Yo
no sé lo que es eso. El mito, el nombre, es causa de algo que el público lo
hace, lo elige. Es el público quien debe contestar a esa pregunta. Yo no me
creo que sea un mito. Lo único que veo es que yo intereso a la gente más que
otras, que le agradan mis cosas.
-Algunos dicen
que después de Sara Montiel ya no ha existido ninguna estrella en el panorama
cinematográfico español. ¿Estás de acuerdo en que se te considera la última
estrella de nuestro cine?
-¡No,
por Dios! Hay muchas estrellas…, aunque no sé qué nombres decirte, no tengo la
menor idea. Yo soy yo, únicamente.
-De las pocas que
todavía organizas tumultos en los estrenos de tus películas…
-Eso
sí, mira… Los únicos estrenos de verdad son los míos, que no están provocados.
-Hará un mes
que, en el madrileño cine Rialto, el mismo en que se estrenó en 1958 “El último
cuplé”, ha vuelto a reponerse la película. ¿Cómo miras ese pasado?
-Con
un agradable recuerdo.
-Sin embargo,
por aquella película, en la que se hicieron millonarios los productores, a ti
te pagaron muy poco.
-Sí;
me pagaron sólo cien mil pesetas en un año y doscientas pesetas de dieta diaria
en Barcelona. Pero aquello era necesario. El nombre que hoy tengo se lo debo a
“El último cuplé”.
-¿Echas de menos
algo de aquellos años?
-Sólo
a la gente que se ha ido para siempre. A mi madre. Y me dio mucha pena la
muerte de Juan de Orduña. Iba a hacer con él “La Lola se va a los puertos”, en
una nueva versión. Orduña se murió cuando el proyecto empezaba a cuajar.
-Lo que parece
difícil es que tú hagas una película que se escape de los cuplés o las
historias melodramáticas, casi folletinescas…
-Quisimos
hacer una cosa distinta con “Tuset Street”, y ya ves en lo que quedó… No pienso
cambiar de estilo. Tengo una personalidad definida y no voy a cambiar más de
golpe y porrazo. Los que antes no cantaban, quieren cantar y cantan… Todos han
querido después que yo hacer películas con canciones, y se han pegado el
guantazo padre.
EL AMOR DE SARA
Nos ha traído
una paella alicantina exquisita, que nos aprestamos a comer. Son las siete de
la tarde y es la hora en que Sara Montiel empieza a tomar el primer bocado del
día. Termina de actuar muy tarde, de madrugada, que es cuando toma algún
alimento. Después, duerme ocho, diez horas. Se levanta estos días de verano y
kilómetros, cuando la mañana vence.
-Sara: ¿Es
cierto que la Sagrada Rota va a dictar pronto la anulación de tu matrimonio con
José Vicente Ramírez Olaya?
-Eso
es algo que me pertenece a mí solita. Es una cosa tan particular, que no la
cuento.
-¿Por qué?
¿Porque es falso lo que te he preguntado?
-No.
Porque no puedo.
Imaginamos que
una declaración afirmativa podría crear problemas cara a los tribunales y cara
al abogado que tramita la anulación matrimonial de Sara.
-Sentimentalmente,
¿qué te importa para el día de mañana?
-Quiero
tener salud, lo primero. Y, luego, ser muy amada.
-¿Quién te gusta?
-El
convidado de piedra…
Y Sara mira a
José Tous, mientras se hacen mutual carantoñas. Digamos que Tous insiste en que
únicamente es el empresario de Sara. Aunque también ha colaborado, como
escritor y periodista que es, en algunos de los “sketchs” del espectáculo
“Saritísima”, con el que se presentará en un teatro madrileño en el próximo mes
de octubre.
Cualquier día, y
esto es una afirmación que corre exclusivamente por mi cuenta y riesgo, María
Antonia Abad Fernández y José Tous nos darán una agradable sorpresa. De momento
ellos veranean, el poco tiempo disponible que les dejan los múltiples
contratos, en una casa que en Mallorca se hizo construir el año pasado Sara.
Sara, mítica
Sara Montiel de la pantalla, que en la vida real es una mujer profundamente
humana, tierna y sensible, menos frívola de lo que nos quiere hacer ver en sus
películas y en su imagen cara a la galería y a la fama. Y que únicamente quiere
amar de verdad, con un papel que no sea de ficción y de engaño.
M.R.
(Fotos Santi Álvarez)
LA FOTO CCXC
Espléndida en plena madurez.
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