SARA
POST – OPERACIÓN:
Parecía la escena de cualquiera de sus películas: la
“estrella”, sonriendo y saludando desde una silla de ruedas, llegó hasta los
periodistas que llenaban la sala de visitas de la clínica. Nadie diría que Sara
estaba recién operada. Los “flashes” y las preguntas eran disparados sin tregua
ni descanso. Sara nos ofrecía lo que posiblemente haya sido la noticia más
humana de su vida. Por primera vez recibía a la prensa en zapatillas y camisón.
¡Y qué camisón!... Claro que la generosidad del escote -¿cabría llamar escote a
los estrechos tirantes?- había sido elegido meticulosamente. Lo mismo pasaba
con el tono de la prenda, rosa ciclamen. A pesar de la aparente improvisación
todo estaba calculado, previsto, estudiado. Sara cuida personalmente de sus
relaciones públicas y no deja ningún cabo suelto. Hasta en esto sabe dar
lecciones.
AHORA PODRÉ LUCIR MI IMPORTANTE OMBLIGO
-He
querido recibir a la prensa por cortesía… y para anticiparme a posibles
comentarios malintencionados. Me han colgado ya muchos sambenitos. Siempre
están inventando que me hago operaciones de cirugía estética. Y yo juro que no
me he tocado ni la cara. La gente disfruta inventando. “Si sale guapa –dicen-
es por el maquillaje, o porque le han dado ya bastantes estirones.” ¿Recuerdas
cuando contaban que me quitaba muelas para acentuar los pómulos? Sí, ya sé que
son tonterías. Pero alguien puede creerlas. Efectivamente, yo misma escogí el
camisón con este pronunciado escote. Lo hice para demostrar que no me han
tocado ni la cara ni el busto. Me han operado de una hernia. Así de sencillo.
UNA HERNIA DE TRES AÑOS
-¿Y por una
simple hernia se desplazó a Barcelona y se puso en manos de uno de los mejores
especialistas de cirugía estética…?
-Sólo
por una hernia. No olvides que tengo un ombligo muy importante. Para que me
quede bien redondo y muy visible, me he gastado un montón de duros. No era una
simple operación de hernia; había que realizar esa operación y, encima, no
dejarme cicatriz. Ninguno como Jaime Planas para hacerlo de forma inmejorable.
¿Por qué tardé tanto en operarme, si llevaba ya tres años con la hernia? Tenía
miedo. Últimamente ya no podía aguantar los dolores. De vez en cuando me ponía
un cinturón, pero resultaba incómodo y antiestético. En los últimos tiempos, ni
siquiera podía agacharme a recoger una maleta. Tampoco podía hacer esfuerzos al
cantar. Y como en agosto tengo una película con muchos bikinis y trajes de
hawaiana, no podía demorarlo más.
EL ANTES Y EL DESPUÉS DE LA INTERVENCIÓN
En esta
operación de Sara Montiel existe para nosotros un antes y un después.
Acompañamos a la “estrella” hasta el mismo pie de la clínica, tras una tarde
desasosegada de estancia barcelonesa, donde Sara Montiel sólo hizo bien una
cosa: ir a la peluquería. Supo prever la invasión de periodistas y se anticipó
en el cuidado de la cabeza, claro que únicamente le hicieron un simple lavado. “Así –nos dijo- bastará
con unas cepilladas para estar lista.” Conocíamos a Sara Montiel en
muchas facetas. Pero nunca la habíamos visto como el día que ingresó en la clínica.
Es la única vez que la observamos turbada y vacilante, con los nervios a flor
de piel. Tenía miedo y no trataba de ocultarlo. De vez en cuando, con su
proverbial causticidad soltaba: “Vosotros estáis
muy tranquilos. Como es a mí a quien abren…” Sólo le preocupaba la
mujer. La actriz había dejado su máscara. En sus reacciones nada estaba
estudiado. Pero sus miedos y vacilaciones duraron lo que la operación: unas
horas. En seguida reapareció la Sara Montiel triunfadora, punzante, irónica y
diva de la cabeza a los pies. Reconozcamos que tuvo vista incluso para ser
operada. Antes de entrar en el quirófano lo dejó todo arreglado y a punto de
entrevista: “Si alguien llama, decidle que empezaré
a recibir tal día y desde tal hora…” Mucho tiene que enseñar. El día que
se retire podría escribir un libro sobre cómo llegar a ser estrella. A las diez
de la mañana entró en el quirófano. La sacaron a las dos de la tarde. “Estuvieron rajándome y cosiéndome durante cuatro horas.
Y total para una hernia”, nos diría. Cinco horas después, “soltó” la
anestesia. Y a las diez de la noche del mismo día, pedía que le pusieran la
televisión. Veinte horas más tarde, asombraba al doctor Planas, que cuando la
visitó se encontró a una Sara Montiel con ganas de maquillarse. “En toda mi
vida profesional no había visto nada así. No hace 24 horas que te operé y ya
estás despejadísima”. Planas también dijo otras cosas. Multiplicó sus
elogios a la piel de Sara.
-Es
cierto. Comentó que sería normal que la tuviese una chica de veinte años, pero
es mucho más difícil encontrarla en una señora de treinta y nueve.
-¿Qué le resulta
más incómodo en el momento de la recuperación?
NO SE OPERÓ PARA EXHIBIRSE MÁS
-La
inmovilidad. Este no poder moverte de la cama me pone nerviosísima. Debe de ser
porque nunca me había visto así. ¿Si he tenido otras operaciones? Ni una.
Todavía no sé lo que es la consulta de un dentista.
¿Cómo se
entretiene?
-Leyendo.
No paro. Leo todo lo que cae en mis manos. Igual me da que sea novela, relatos
policíacos o narraciones históricas. Lo trago todo.
-La hernia ya
está fuera y su ombligo es más redondo que nunca. ¿Ahora piensa enseñarlo más?
¿Más
que en “Varietés”? No. Lo mío no es exhibirme. Yo nunca me había preocupado de
la cintura hasta que se presentó esta dichosa hernia. Me había limitado a lucir
cara, espalda y piernas.
-Si algún día
llegase el caso, ¿le importaría someterse a una operación de cirugía estética?
“NI DENTRO DE VEINTE AÑOS ME HARÉ LA CIRUGÍA
ESTÉTICA”
-No
sé qué decirte. Tengo tanto miedo a las operaciones, que no creo. Ni dentro de
veinte años. Mi madre murió a los 73 y tenía una piel preciosa y una figura
estupenda. Yo sólo concibo la cirugía de cara en los casos de gente muy fea o
cuando se tienen las facciones demasiado duras.
-¿Cómo entretuvo
la Montiel sus largas horas de clínica? Jugando con “Cuchi”, su perra, leyendo,
cavilando o hablando por teléfono. Desde Mallorca la llamaban seis veces al
día. Vicente Parra tampoco se quedó atrás en conferencias.
-El
resto del tiempo lo dediqué a planificar mi próxima película. Se llamará “La
pantera” y estará dirigida por José María Forqué. La historia sucede en una
“boite” al lado del mar. Empezaremos el rodaje a primeros de julio. Ya tengo
seleccionadas las canciones. Habrá cuatro temas de Glen Miller y Cole Porter,
varias españolas y dos de Los Beatles primitivos, de lo que ellos cantaban
antes de ser famosos. Nada de grititos desaforados. Son canciones basadas en temas
clásicos. Cuando salga de la clínica estaré unas semanas en Mallorca. Quiero
reponerme al sol. Después viajaré a Rumanía para presentar “Varietés”. Me lo ha
pedido el Gobierno de aquel país. A continuación me esperan otras galas en
Puerto Rico, Méjico y Miami, donde mi película lleva ya ocho semanas de
exhibición…
Sara ha olvidado
los puntos, el dolor y la hernia. María Antonia vuelve a ponerse la máscara. En
el fondo aséptico de la clínica ha surgido nuevamente la primera estrella del
cine español. Tenía que ser así. Sara sonríe. Acaricia a su perra “Cuchi”.
Piensa con ilusión en esos proyectos de trabajo. La película con Forqué puede
ser un éxito. Forqué es uno de los pocos realizadores españoles que, en cierto
modo, sabe compaginar la comercialidad con lo digno. “La pantera”, por
supuesto, tiene un buen taquillaje asegurado. Porque Sara Montiel sigue siendo
la más “star” de nuestras actrices. Con sus cosas, sus desplantes, sus
“salidas” a lo diva. Su indiscutible visión publicitaria. Sus contradicciones.
Su vedetismo y su profunda humanidad, sus fantasías y su sano sentido práctico
de mujer del pueblo.
Texto: JESÚS MARIÑAS
Fotos: CID
EL RECORTE CCCXVI
En el ocaso de su carrera cinematográfica, muchos reclamaban a Sara que no eligiese nunca un 'partenaire' español. Su vida privada irrumpía cada vez más en la prensa mezclada con la expectación de sus proyectos. Un ejemplo es este humorístico montaje que la revista Fotogramas le dedicaba en su número de 23 de Febrero de 1.973.
¿PUEDE SER UD. EL PRÓXIMO GALÁN DE SARA?
Ante la
indecisión de Sarita Montiel para elegir coprotagonista de su próximo y
campanilludo film, “De aire y de fuego” –aunque se ha hablado ya de contratar a
Bekhim Fehmiu-, nuestra revista se une a los esfuerzos de la diva convocando
unas feroces oposiciones para ocupar la plaza. El futuro galán debe ser de
planta jacarandosa, hechuras retrecheras y músculos sabrosones. No importa si
ha nacido en Astorga, pero su aspecto habrá de ser lo más exótico posible, así
como el nombre o pseudónimo. Sara, que últimamente se daba mucho al este
–recordemos que en “Esa mujer” tuvo al ruso Ivan Rassinov, y en “Varietés” al
húngaro Chris Avram, necesita para su próximo film un galán orientalesco. Usted
puede serlo, si satisface alguno de los requisitos que apuntamos a
continuación.
Si es usted un tailandés de saltito fácil y pelo en pecho.
O un gigoló tibetano que sabe enrrollarse el turbante.
Si lo suyo es ligar al estilo de Damasco.
O en plan de exhibición muscular a lo israelita.
En último caso, los egipcios, en sus diversas alternativas -permanente a lo Sinubé, para estar por casa; tocas rayadas para días de feria y modelo lujoso para ir de picnic al Nilo-, resultarán muy propios para darle la réplica a Sasasasarita.
LA FOTO CCCXVI
Sara, peinada...
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