La portada dice así: Sarita Montiel nos contó cosas muy interesantes sobre ella y sobre el cine. Vea en el interior el amplio reportaje que dedicamos a tan sabrosa entrevista con la guapísima actriz, ya famosa en el mundo.
SARITA MONTIEL
Y EL ÚLTIMO CUPLÉ
SARITA Montiel ha vuelto de Méjico para hacer
en España “El último cuplé”. En estos días, precisamente, Sarita estudia el
guión y se prueba los trajes que ha de lucir en esta película, que la devuelve,
aunque sólo sea por una temporada, a nuestro cine. Después Sarita volverá a su
casa de Hollywood, a muchos miles de kilómetros de Madrid. Sarita, que vio la
luz en un lugar de la Mancha, con molinos de verdad, es quizá la única estrella
española que ha conseguido de verdad triunfar en Norteamérica, donde ha trabajado
ya al lado de Gary Cooper, Burt Lancaster y el tenor Mario Lanza.
La mañana
madrileña empieza para Sarita cuando ya el sol está “llamando” en los cristales
de su balcón. Y no es que a ella no le guste madrugar. Al contrario. Pero es
que estos días, mientras se perfila el rodaje de “El último cuplé”, son todavía
de descanso. Después vendrá lo otro: el no dormir, el trabajar horas y horas en
el Estudio. En fin, la esclavitud del plató. Por eso hay que aprovecharse de
estas mañanitas otoñales, tan ricas de dormir, como las de abril, que, según el
refrán, son las más dulces… Claro está que cuando Sarita se levanta y despeja
el sueño de sus ojos brujos -¿recuerdan ustedes los ojos de Sarita en “Locura
de amor”?- comienza a pedir el baño… “Pero cómo,
¿aún no está listo?” Y todo el mundo en la casa anda de cabeza. En
Hollywood pasa igual. Sólo que allí Sarita –que es una chica listísima y habla
un inglés que para sí lo quisieran muchos americanos- no dice eso. Bueno, lo
dice, pero en la lengua de Shakespeare…
Sarita, en
Madrid, vive en casa de los Herreros. Una casa llena de cacharritos, de
cuadros, de monerías. Sarita va y viene con mucho cuidado, para no romper nada…
A ella le divierte mucho ese ambiente. Y, sobre todo, ese letrero que en pleno
corredor convierte esa esquina en la calle de Leganitos… “Cuando vuelva a Hollywood –dice Sarita- me llevaré un azulejo así, para hacerme una idea de que
tengo a Madrid dentro de casa…”
Cuando Sarita
está en casa porque no tiene prueba de vestidos o cócteles por ahí, se entretiene
poniendo las últimas novedades de la discoteca de Herreros. A ella le gusta
mucho la música moderna, aunque también le agrada la voz de Mario Lanza, con el
que ha hecho “Serenata”. (Sarita estaba poniendo un cha-cha-cha cuando le
preguntamos si era verdad eso de que por hacer “El último cuplé” ganaba
millones… Y ella puso esa cara, como diciendo: “¿Y eso le extraña a usted,
amigo?”) En fin, Sarita lee y relee el guión de su próximo film, donde la va a
dirigir Orduña. Contra lo que pudiera uno imaginarse, Sarita no renuncia de
sus películas españolas. Ella comprende
que algunas no estaban muy bien hechas; pero guarda de casi todas
–concretamente, de “Confidencia” y de “Vidas confusas”, ambas dirigidas por
Jerónimo Mihura- un buen recuerdo. Ahora con “El último cuplé”, llevando como
compañero a Armando Calvo, Sarita va a vivir ante la cámara la historia de una
“famosa” finales de siglo…
Fotos de LENDINEZ
Textos de F.N.G.
EL RECORTE CCCXX
Once años después de "El último cuplé", estas eran las impresiones de la diva sobre la repercusión del film. Rodaba entonces "Esa mujer" y la entrevista la concedió a El Alcázar, para su número de 8 de Noviembre de 1.968.
Once años después de "El último cuplé", estas eran las impresiones de la diva sobre la repercusión del film. Rodaba entonces "Esa mujer" y la entrevista la concedió a El Alcázar, para su número de 8 de Noviembre de 1.968.
“EN EL ÉXITO DE ‘EL ÚLTIMO CUPLÉ’ SE CONJUGARON
VARIOS FACTORES”
SARA MONTIEL:
ONCE AÑOS EN ÓRBITA
“¿QUE SOY PARA LOS DIRECTORES INDISCIPLINADA COMO
ACTRIZ? ¡NADA MÁS LEJOS DE LA VERDAD! LO QUE SUCEDE ES QUE ME GUSTA CAMBIAR
IMPRESIONES CON EL DIRECTOR SOBRE MI TRABAJO”
La peripecia
No ha sido fácil
conectar con Sara Montiel para llevar a cabo esta entrevista. Repetidos
intentos telefónicos arrojaban uno tras otro el mismo resultado negativo: “La señorita
está descansando… Ya ha salido… Hoy no viene a almorzar… Está grabando…” Si
no me uniese a Sara una buena amistad de hace años, que aleja toda posibilidad
de suspicacia, habría creído en una evasión intencionada. Pero no, ahora es mi
teléfono el que repica y Sara la que habla:
-Me
dicen en casa que has llamado varias veces, ¿qué quieres?
-Charlar contigo, que tengamos una
entrevista.
-Llevo
estos días un horario muy apretado. Ahora voy al estudio a grabar varias
canciones, pero a las seis de la tarde iré al modista a probarme los trajes de
la película. Si no te importa acudir allí, charlaremos de lo que quieras entre
prueba y prueba.
Y con una
puntualidad que para sí quisieran los cronometradores olímpicos me presento con
el fotógrafo Segura en casa de los modistas Vargas Ochagavía. Voy a tener
tiempo de construir un poco el ritmo de la entrevista. Ochagavía sale a mi
encuentro y me advierte: “Sara se retrasará un poco. Nos ha llamado para que
aplacemos la prueba hasta las siete y que te lo hagamos saber.”
El deseo de
charlar con Sara Montiel está movido, no por nuestra amistad, sino por el
intento de hacer desfilar por estas páginas a aquellas figuras del cine español
que más ancha popularidad han conquistado. Y, claro está, Sara no puede faltar a esta cita, porque se
da la circunstancia de que lleva nada menos que once años en la difícil órbita
del estrellato. Conseguir una explosión de popularidad a través de un film
siempre es meritorio, pero puede obedecer a varias causas, ajenas, incluso, a
uno mismo. Pero lograr mantenerse en la vigencia del éxito es algo que sólo se
consigue por propios merecimientos. No recuerdo en el cine español otra
pervivencia en la cumbre de la fama que haya superado los once años de
“estrella” de Sara Montiel, más los que todavía puedan quedarle de mandato
taquillero. Es cierto que se critica, se discute y se ataca su arte, su valía,
su personalidad; pero hasta sus más ruidosos detractores –que los tiene- han de
rendirse a la evidencia de este privilegio que Sara Montiel ha logrado en el
“escalafón” artístico del cine. Por lo demás, que disguste a unos y entusiasme
a otros es natural y lógico y, en todos casos, respetable.
La biografía
No ha sido el
caso de Sara Montiel, como el de otros, una explosión triunfal en su debut.
Sara empezó con modestia llamándose por su verdadero nombre: Antonia Abad. Así
debutó en cine, con un cortísimo papel, en el film de Ladislao Vajda, “Te
quiero para mí”. No le gusta el nombre de Antonia Abad y lo cambia por el de
María Alejandra, que le parece más sonoro. También éste ha de pasar pronto a la
historia y entra en juego el de Sara Montiel, que es con el que hace su primer
film de protagonista: “Empezó en boda”, dirigido por Raffaelo Matarazzo y junto
a Fernando Fernán Gómez. A partir de este momento, el nombre de Sarita Montiel
encabeza algunas películas o milita destacadamente en importantes producciones
como “Mariona Rebull”, “Bambú”, “Locura de amor”, “La mies es mucha”,
“Pequeñeces” y otras muchas que harían extensa la relación. Decide marchar a
Méjico y en seis años rueda quince películas. La suerte no le vuelve la
espalda, pero tampoco irrumpe en su vida de forma triunfal. Hace tres películas
en Hollywood: “Veracruz”, de Robert Aldrich, con Gary Cooper y Burt Lancaster;
“Serenade” (Dos pasiones y un amor), con Mario Lanza y dirigida por Anthony
Mann –con quien más tarde se casa- y “Yuma”, de Samuel Fuller, con Rod Steiger.
Todo esto ha ido fijando su personalidad; aumenta su prestigio y consolida un
quehacer que está a punto de sazón en su coyuntura artística. La atractiva
belleza de Sara Montiel no es ya su único aliciente; ahora cuenta también su
categoría de actriz. Regresa a España y Juan de Orduña le ofrece el papel
estelar de “El último cuplé”. En principio no se había pensado que Sara cantase
los cuplés que animan la película, pero la actriz insiste en que puede hacerlo
y se somete a una prueba de grabación. Orduña queda contento del resultado y, contra
viento y marea –habían claras opiniones adversas-, accede a que sea la propia
Sara quien interprete las canciones. Vino el éxito arrollador y la proyección
de Sara Montiel al estrellato cinematográfico. Su nombre ya es cotizado en
varios países, pero Sara sigue haciendo cine en España. Rueda “La violetera”,
“Carmen la de Ronda”, “Mi último tango”, “Pecado de amor”, “La bella Lola”, “La
reina del Chantecler”…y, recientemente, “Tuset Street”. Ahora se prepara a
rodar “Esa mujer”, dirigida por Mario Camús. Han pasado once años desde el
estreno de “El último cuplé”, y Sara Montiel sigue en órbita de popularidad.
Este es su mayor mérito.
La entrevista
Sara ha sido
puntualísima a esta segunda hora de la cita. Se excusa:
-Intenté
llamarte, pero ya había salido. Lo siento…
Viene con un
abrigo de visón. Calza medias negras y unas botas hasta la rodilla. Abrigo y
vestido minifalderos, sin exageraciones. La cámara de Segura va cumpliendo su
labor. Las fotografías se suceden rápidamente porque la prisa está en esos
paseos nerviosos de Vargas Ochagavía.
-Si
quieres podemos ir charlando mientras me pruebo. Creo que son cinco vestidos –me dice Sara.
La entrevista no
es, pues, mano a mano, ni con el reposo de una charla ordenada. Con frecuencia
deja en el aire una respuesta para hacer una observación al modista relativa a
la prenda que le está probando. Veo que a Sara le gusta intervenir en ello y
tiene un criterio fijo sobre lo que quiere.
-¿Eres una
cliente con exigencias?
-Puedo asegurarte –me anticipa
Ochagavía- que para su vestuario particular es una “malva”, pero cuando se trata de
una película su exigencia es algo “plomo”…, pero tolerable.
-A juzgar por
los trajes, la película “Esa señora” no es de ambiente actual…
-El
tema se sitúa en el año mil ochocientos y pico.
-Dime una cosa,
Sara. ¿Qué tanto por ciento te adjudicas en el éxito de “El último cuplé”?
-Los
éxitos, creo yo, vienen siempre arropados por una serie de circunstancias, a
veces extrañas, que coinciden en lo que podemos llamar oportunidad. Juan de
Orduña hizo una gran película, pero no me cabe duda que el propio Orduña hizo
antes y ha hecho después películas mejores. Lo mismo me ha sucedido a mí como
actriz, pero el éxito vino, arrollador, en aquella ocasión. ¿Por qué…? Yo
también lanzo la pregunta. En cuanto a los méritos… si el director es siempre
el padre de la criatura cuando se fracasa, justo es también que sea suya esa paternidad
cuando se triunfa. Sí, algo me corresponde, creo yo, de aquel éxito, pero no sé
en qué medida. Mi acierto mayor estuvo en la forma de cantar; decir la canción
y no gritarla.
-Eres la actriz
del cine español en la que perdura más tiempo la categoría de “estrella”, pero
ninguna otra película tuya ha logrado aquel impacto.
-Ya
he dicho antes que ese impacto a que te refieres no tiene siempre fácil
explicación. Creo, no obstante, que mis posteriores interpretaciones han
gustado también. La taquilla no engaña y los números cantan. Como tú has dicho,
la popularidad y el cariño del público siguen junto a mí. Esto es lo que
importa y estoy contenta.
-Se dice que
eres una actriz exigente e indisciplinada con los directores. Que te gusta
discutirles su trabajo…
-Exigente,
sí, pero conmigo misma y con todo aquello que a mí me atañe en el trabajo. ¿Qué
soy indisciplinada como actriz? ¡No, nada más lejos de la verdad! Lo que sucede
es que me gusta cambiar impresiones con el director sobre mi trabajo, exponerle
mis ideas y colaborar con él en lo que a mí atañe, pero no discutirle su autoridad.
-Sin embargo, en
“Tuset Street”, creo que saliste regañada con el director y hubo que cambiarlo.
-Ese
ha sido un suceso que ya tengo olvidado y del que no me gusta hablar, pero ya
que indagas sobre él, debo decirte, para aclarar conceptos, que fue la firma
productora quien le dijo al señor Grau que lo que interesaba era una película
con Sara Montiel y no con la arquitectura y el tipismo de una calle, por muy
“graciosa” que ésta fuese. Ahí empezó todo y ese fue el motivo principal que
aconsejó –de común acuerdo con el señor Grau- el cambio de director. Por lo
demás, repito, es un asunto olvidado y que no deseo remover.
-¿Hablamos un
poco del cine moderno?
-No
creo exactamente en la definición de cine antiguo o moderno, según lo hagan
veteranos o jóvenes, sino en la concreta realidad de cine bueno o malo. Hay
películas de directores veteranos que tienen absoluta actualidad y películas de
jóvenes realizadores que parecen hechas hace muchos años. Lo que sí hay es una
evolución en la técnica narrativa, ajustada a esa propia evolución intelectual
que se ha operado en el público. Ahora bien, dentro del nuevo estilo o forma
que se ha dado al cine, hay directores que llevan su espíritu revolucionario a
extremos de incomprensión para el espectador. A muchos les parece magnífico el
cine de Antonioni, y respecto su opinión, pero a mí, Antonioni me cansa. Y esto
podría aplicarlo a otros muchos directores que tratan de hacer un cine
subterráneo, complejo, confuso.
-¿No crees,
entonces, en el cine de minoría?
-Me
parece que la llamada película de minorías es aquella que ha fracasado
comercialmente. No creo que un director que pretenda hacer cine se conforme,
inicialmente, con gustar a ocho espectadores. Su pretensión es gustar
ampliamente, pero no lo consigue; luego fracasa.
Confieso que he
estado esperando que uno de los alfileres, hábilmente manejados por Ochagavía,
cambiase su itinerario y enhebrara, junto al leve tejido, la piel de Sara.
Incluso estaba preparado para el grito. Pero no ha habido grito de dolor, ni
grito ni estridencia en sus declaraciones.
Pío G. V.
Fotos Segura
LA FOTO CCCXX
La diva con Armando Calvo en una famosísima escena de "El último cuplé".