SARA,
EN SILLA DE RUEDAS
Sara Montiel, que el pasado día 17 fue intervenida quirúrgicamente de hernia umbilical en una clínica barcelonesa, recibió a los informadores para darles cuenta del feliz resultado de la operación. Apareció, como se ve en la foto de Cifra, en el sillón de ruedas que utiliza para sus cortos desplazamientos dentro de la clínica donde convalece y que espera abandonar pronto, dada la franca recuperación experimentada por la popular estrella.
EL RECORTE CCCXLIV
La primera mitad de los 70, ya con Pepe Tous, llevaron a Sara varias veces a la clínica. Diese la explicación que fuese, siempre planeó la sombra de los embarazos y abortos que pudo sufrir. En cualquier caso, fue notorio este suceso que relataba así la revista Semana en su número de 8 de febrero de 1975.
Ha sido su tercera frustración maternal (la primera sucedió en 1959, estando casada con Anthony Mann)
SARA MONTIEL
lloró por la pérdida de su hijo
*Sin embargo, se asegura que está clínicamente sana
y que podrá ser madre en otra ocasión
María Antonia no
ha podido ni sabido expresar su dolor con palabras. Si, empero, con lágrimas.
Lágrimas de mujer.
-No
ha podido ser, no ha podido ser… -musitaba en el lecho.
Y yo recordaba
sus ilusionadas palabras, dichas días antes:
“No
quiero que esta vez me pase nada malo. Por eso estoy cuidándome como nunca.
Quiero que mi hijo nazca fuerte y sano. ¡Ah!... y será niña. ¡Estoy segurísima!
Mi hermana Ángeles también lo está; dice que mis síntomas son los mismos que
ella sintió cuando tuvo sus dos chicas. Así que va a ser niña. Y después me
gustaría tener dos hijos más, para completar el trío.”
Lo tenía todo
previsto.
“Si
es niña se llamará Aldara, como mi personaje en “Locura de amor”. Y si es
niño…, porque, claro, también puede ser niño, le pondremos Juan Tomás, como mi
abuelo. Además, Juan y Tomás eran los nombres de dos hermanos míos, gemelos,
que murieron de meningitis en mil novecientos cuarenta y dos.”
E incluso ya
había recibido algunos regalos para la criatura.
“Lola
Flores es una mujer maravillosa. Me ha mandado un vestido flamenco precioso y
me ha dicho: “¡Para tu niña, Antonia!” Y van llegando otras cosas. Y yo misma
empezaré a bordar un día de estos porque me ilusiona mucho hacer personalmente
alguna ropita para mi hijo. ¿Qué se creen, que yo no sé bordar? Pues lo hago muy bien, porque me enseñó mi madre.”
Sara acababa de
finalizar en Madrid su temporada teatral con “Saritísima”. Sara,
verdaderamente, estaba huérfana de descanso tras la agotadora campaña
artística. Venía dedicando sus días libres a dormir -¡horas
y horas, qué maravilla!- y a ir a los teatros, para conocer las más
importantes novedades escénicas de la capital. Y fue durante la representación
de “Un poquito locas”, en el teatro Lara, cuando…
-Ya durante el primer acto –me contó José
Tous- Antonia
comenzó a sentirse incómoda. Tenía náuseas. Yo le pregunté que si prefería que
nos marchásemos, pero ella no dio mayor importancia a las molestias. “Se me pasará enseguida”, me contestó. Pero a mitad del acto
segundo me dijo: “Tengo unas náuseas y unos
dolores terribles. Acompáñame…”
Todo sucedió con
dramática rapidez.
-Corrí a la taquilla del teatro –prosigue Tous- y telefoneé al
ginecólogo de Antonia, al que pude localizar rápidamente, pues se encontraba en
la clínica. Incluso creo que interrumpió lo que estaba haciendo para atenderme.
Antonia ya se encontraba medio inconsciente. La habíamos tumbado en el
saloncillo del teatro, improvisando un lecho. Poco después llegó una ambulancia
y Antonia fue sacada antes de que
finalizase el segundo acto de la función. Quiero resaltar que los servicios
funcionaron con extraordinaria rapidez. De no haber sido así…
En la misma
ambulancia viajaron a la clínica las actrices Paquita Villalba y Lolita Losada,
haciendo compañía a Sara, que perdió el sentido durante el traslado. El
quirófano ya estaba preparado. A las nueve y cuarto de la noche Sara ingresó en
él. Media hora más tarde, María Antonia Abad Fernández, de cuarenta y un años
de edad –como constaba en la ficha de registro que se le hizo-, fue trasladada,
aún bajo los efectos de la anestesia, a la habitación 608 de la planta sexta.
En su puerta fue colgado este aviso: “De orden facultativa, prohibidas las
visitas”.
SU TERCERA FRUSTRACIÓN
Y,
efectivamente, Sara no recibió visita alguna –salvo a sus hermanas Ángeles y
Elpidia, y, naturalmente, José Tous- hasta tres días después de su
internamiento. E incluso no atendió ninguna llamada telefónica, excepto una de
la Casa Civil del Jefe del Estado, para interesarse por su salud. En la mesita
del teléfono, empero, había una cuartilla en la que iban apuntándose los
nombres de las personas que llamaban. Yo recuerdo haber leído estos nombres:
María José Alfonso, Rafaela Aparicio, Lola Flores, Conchita Márquez Piquer,
María Cuadra… Carmen Sevilla y Rocío Dúrcal se personaron en la clínica en los
primeros momentos, pero no pudieron ver a su querida compañera.
Luego, al
permitirse la entrada a algunos familiares, amigos y periodistas, Sara se
echaba a llorar. Su desaliento era evidente. Y lanzaba esta pregunta al aire:
-¿Por
qué? ¿Por qué?
Y es que hace
dieciséis años, cuando Sara Montiel saboreaba las mieles del éxito en
Hollywood, María Antonia Abad ya aprendía a sufrir como mujer y madre. En aquel
tiempo, estaba casada con el director Anthony Mann y encinta de ocho meses. Un
día sufrió un accidente en su casa de Los Ángeles. Resbaló en un escalón y cayó
aparatosamente al suelo. Sara salvó la vida por milagro. Su hijo la perdió.
Ella suele referir así el desenlace de aquella amarga historia:
“Verdaderamente,
sí fui madre, pero me hicieron la cesárea y se me murió el niño poco después.”
Recuerdo ahora
que Sara siempre pone especial énfasis al decir que… “verdaderamente,
sí fui madre”. Más adelante, se malograría una segunda maternidad que
sumió a Sara en la más profunda de las tristezas. Sin embargo, un rayo de
esperanza alumbraba su más íntima ilusión: estaba clínicamente sana. Podría ser
madre en cualquier momento.
Sin embargo,
esta tercera frustración parece ensombrecer sus esperanzas maternales, aunque
su ginecólogo ha sido tajante: Sara puede tener hijos.
-Es más, parece que ahora tiene más
posibilidades que antes. Está como más sensibilizada –me recalcó José
Tous.
ESTABA CANSADA
Entonces, ¿qué
ha ocurrido? ¿Por qué ha ocurrido? Es evidente que Sara, con su espectáculo
“Saritísima”, realizaba diariamente un tremendo esfuerzo físico y psíquico.
Quiero recalcar, al respecto, que para Sara cada representación es como el
primer estreno de su vida, lleno de riesgos y responsabilidades. Yo la vi
nerviosa, sudorosa, agitada, buscando tranquilidad en los cigarrillos, antes de
que cada tarde y cada noche se alzase el telón. Como si fuera una actriz novel.
Y, luego, entregarse sin condiciones a la tremenda agitación del “show”. Cantando,
bailando, entrando y saliendo, con constantes cambios de vestuario… Una noche,
mientras repetía el baile de un tango (uno de los números más aplaudidos del
espectáculo) sufrió un mareo en escena. Sara –siempre una gran profesional-
pidió perdón al público. Entre bastidores bebió un vaso de agua tónica y pudo continuar
su actuación, como si nada hubiera pasado. ¿Fue un aviso este incidente?
Téngase en cuenta que Sara iba ya hacia su quinto mes de gestación.
La verdad es que
Sara se encontraba últimamente cansada y con algunos achaques. Dormía poco.
Comía menos y a deshora. Y esas largas horas de camarín y escenario respirando
un aire viciado… Algunos días le dolían los riñones. Y varias veces me confesó
que sentía frío. Sin olvidar sus problemas circulatorios de siempre, que ella
acusa sobre todo cuando tiene gripe y catarros. Entonces, se le atrofian manos,
piernas y cuello y experimenta una molesta sensación de hinchazón. Es lógico
pensar que algunas de estas anormalidades las acusara más actualmente por su
embarazo.
En cualquier
caso, nada hacía presagiar concretamente el triste suceso que hoy nos ocupa.
Sin olvidar que su ginecólogo, el doctor Paredes, la atendió perfectamente
desde su primer mes de gestación.
María Antonia
lloraba con desconsuelo. Y su hermana Elpidia trataba de animarla: “Otra vez será,
Antonia.” José Tous escondía la cara entre sus manos. Y musitaba: “¡Qué mala
suerte!” A estas horas, ella ya estará en su casa, completamente
restablecida. Pero son otras heridas, no físicas, las que más tardan en
cicatrizar. Ahora quiere sol, mucho sol, porque el sol la vivifica. Antonia
conoce un lugar apartado, tranquilo y muy soleado, en la isla Martinica. Tal
vez allí reconstruya ella su hermoso castillo de ilusiones, ahora derribado por
los vientos de la desgracias.
H. S. M.
LA FOTO CCCXLIV
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