sábado, 4 de mayo de 2024

LECTURAS - 15 de julio de 1960 - España


SEÑORA MANN – SARA MONTIEL – MARÍA ANTONIA ABAD

Con veinte maletas y treinta y seis vestidos

SARA MONTIEL

ha emprendido de nuevo el camino de América

Actuará en Buenos Aires, Montevideo, Puerto Rico y Sao Paulo, lo que la tendrá alejada unos cuantos meses de su patria.

Asegura que la mayor satisfacción que le han proporcionado sus triunfos es la seguridad de tener a su madre tranquila y feliz.

Una entrevista de PEDRO LUÍS CAMPOS TEJÓN


Sarita, en sus preparativos para el viaje, no se olvida de incluir en su equipaje un buen número de sus fotografías, pues sabe bien le serán solicitadas por sus admiradores.

Lo primero que echo de ver, en Sara Montiel, apenas llevo hablando con ella unos minutos, es una faceta interesantísima y posiblemente desconocida por el gran público: su fidelidad a las personas y cosas ligadas a otros tiempos en que el éxito, la fama y la popularidad parecían metas inaccesibles: cuando no era más que María Antonia Abad Fernández, una chiquilla que de Orihuela llegara a Madrid dispuesta a echarle coraje a la lucha y a llegar arriba confiando en su belleza y, sobre todo, en su vocación; un hombre para ella desconocido, llamado Enrique Herreros, la descubrió –a través de una portada de “Semana”- para nuestro cine, y la situaba, con papeles cada vez más importantes, en nuestros “platós”. El nombre de Sarita Montiel comenzó a cotizarse en aquellos primeros años –“Te quiero para mí”, “Empezó en boda”, “El viajero del Clipper”, “Mariona Rebull”, “Confidencia”, “Alhucemas”, “Vidas confusas”, “Don Quijote de la Mancha”, “Locura de amor”, “El capitán Veneno”…-, pero Sarita Montiel siguió al lado de quien la lanzara. Y hoy, al cabo de varios años, y cuando las más dulces mieles del éxito llegaron a sus labios, ella sigue junto a la familia Herreros, como sigue idolatrando su patria chica –Campo de Criptana, donde acaba de estrenar un hotel-como sigue considerándose carne de los suyos. No es muy frecuente, porque el desagradecimiento, el olvido, el egoísmo, se adueñan fácilmente de quienes habiendo comenzado como ella, desde un modesto principio, llegan arriba.

Pero este introito, quizá demasiado largo, roba espacio a la entrevista celebrada a vuelapluma, cuando Sara está a punto de tomar el avión que se la llevará a Buenos Aires como primera etapa de este viaje profesional.

-¿Países que recorrerá?

-Realmente, eso no se sabe nunca. En principio, tengo contratos firmes para Buenos Aires, Montevideo y Puerto Rico. Probablemente también visite Santiago de Chile y San Pablo… Luego, a lo mejor surgen otros. Depende de las oportunidades que se ofrezcan. Es como la duración. Más o menos pienso estar algunos meses, pero en esta aventura, que supone toda presentación lejos de la patria, no se sabe cómo responderá el público.

-¿Le causa miedo su debut en Buenos Aires?

-No, miedo no. Curiosidad, nerviosismo, puede. El éxito de la artista está determinado, muchas veces, por imponderables imposibles de prever.

-¿Qué le gustará más traerse de este viaje: un éxito artístico o uno económico?

-En realidad, van unidos. A la actriz le satisface el artístico, pero éste suele aparejar el otro. Y aunque el dinero no lo es todo en la vida… es una parte muy importante.

-¿Cuál es la mayor satisfacción que le ha proporcionado su dinero?

-Una, sobre todas las demás: tener a mi madre tranquila y feliz; pensar que si antes no tenía para aceite o pan, ahora tiene para cremas y vestidos.

-¿La acompañará?

-Suele hacerlo. En este viaje no es posible.


Sara Montiel durante la charla que sostuvo con nuestro colaborador unos días antes de su partida.

-¿Y su marido? ¿Irá con usted?

(Sara Montiel está casada con el director cinematográfico norteamericano Anthony Mann, al que conoció cuando la dirigía en “Dos pasiones y un amor”).

-No. Empieza dentro de unos días “El Cid”, y le resulta imposible.

-¿De qué está usted arrepentida, profesionalmente?

-De nada. Las películas malas (he hecho bastantes, no crea) me sirvieron, al menos, para conocer mis propios fallos y no repetirlos.

-Cuando usted regresó de Méjico y Norteamérica para hacer “El último cuplé”, nadie creía que fuese capaz de cantar…

-Ni de cantar –me interrumpe, vivaz- ni de otra cosa. Todos creían que yo no sabía hacer nada de nada.

-¿Podrá usted hacer otra película del éxito popular de “El último cuplé”?

-Ya la hice; por lo menos, fuera de España, “La violetera” tuvo bastante más éxito. Contra tres semanas de la primera en Río de Janeiro, hay que oponer veintiocho de la segunda.

-Su extraordinaria popularidad, ¿hasta dónde la halaga y hasta dónde le molesta?

-Me va usted a creer insincera, pero es la verdad: no me molesta nunca. Yo uso gafas negras por la sencilla razón de que me molesta el sol, no porque pretenda pasar inadvertida. Me gusta que me reconozcan, y agradezco cuanto el público hace por demostrarme simpatía. La popularidad, no lo olvide, es el termómetro de la cotización artística.

-¿Sigue usted pensando, como hace cuatro años, que a la Prensa deben ustedes el ochenta por ciento de su carrera, de su vida profesional?

-¡Desde luego!


La voz de Sarita Montiel ha dado la vuelta al mundo cantando esos cuplés españoles que llenaron una época. Por haber alcanzado la cifra de un millón en la venta de sus discos, le fue concedido un premio consistente en un Disco de Oro.

No cabe duda. Porque si pensara lo contrario, no me habría recibido, como no hubiera recibido a otra colega que está esperando a que yo termine, y como no habría atendido a dos o tres llamadas, también de compañeros, durante la conversación. El trajinar de visitas es continuo mientras dura nuestra charla. Sara Montiel –rubia ahora, con un sencillo traje-sastre veraniego, fumadora y locuaz-, está disimulando, no me cabe duda, un gran cansancio.

-¿Cuesta mucho trabajo preparar una “tournée” como esta?

-¡No me hable! Sobre todo, de modistas.

-¿Qué equipaje lleva Sara Montiel a Buenos Aires?

-Unas veinte o veinticinco maletas. Treinta y seis trajes, mitad verano y mitad invierno, porque pasaré por las dos estaciones.

-¿Arriesga usted mucho, económicamente hablando?

-No, no. No soy Empresa, sino actriz contratada. Me lleva Luís César Amadori a uno de los mejores teatros de la capital argentina. Pero hay que cuidar mucho los detalles cuando se presenta una en una ciudad de cinco millones de habitantes.

-¿Teme usted a las huellas dejas allí por otras estrellas españolas?

-No, en absoluto. Por ejemplo, Conchita Piquer, que siempre fue un ídolo mío, armó un alboroto hace unos cuantos años. Pero yo llevo mi propia personalidad y estilo.

-¿Echa usted algo de menos en la vida?

-Creo que no, porque lo que más quiero en el mundo, que es mi madre, la tengo conmigo, sana, contenta y feliz.



Arriba: Campo de Criptana, la tierra donde vio la luz primera Sara Montiel, entonces María Antonia Abad.
Abajo: Sarita con su esposo Anthony Mann, en uno de los Festivales de Cine de Venecia.

-Pensando en lo que ya dejó atrás, ¿cree usted que la audacia le conviene a las estrellas de cine?

-A las estrellas de cine y a los representantes comerciales. Nadie puede triunfar sin ser audaz, quedándose en un rinconcito, esperando de los demás lo que debe salir de uno mismo.

-La actriz alcanza su puesto, ¿llegó al summun en cuanto a conocimientos o debe seguir estudiando?

-Yo atiendo al refrán: “a la cama no te irás sin saber algo más”. Y tengo una gran curiosidad por todo, y de todo quiero aprender siempre algo.

-No cabe duda de que, hoy por hoy, está usted encasillada en un tipo de personaje. ¿Le agrada?

-No. Lo que pasa es que hay que saber aprovechar el momento, el sitio en que a una la coloca el público, juez inapelable. Pero como toda actriz que se precie de serlo, quisiera otros personajes. Siempre soñé con, por ejemplo, María Estuardo. Una mujer que tiene ese formidable contenido humano, sería un personaje cinematográfico maravilloso. Como ve, por completo alejado de mi línea actual.

Enciende un cigarrillo y habla momentáneamente de no sé qué con el fotógrafo. Aprovecho para fijarme en ella. ¿Se parece a la Sara Montiel que vemos en la pantalla? Sí, naturalmente. Pero la encuentro… ¿cómo diría? Más humana, más simpática, más sincera que en sus personajes de ficción. Observo su perfil y pienso en que resulta una fabulosa verdad, pero que parece mentira, esto de que haya seres que salten así, en el breve lapso de unos años, de una esfera a otra, de la modestia de la fama, de la pobreza (Sara Montiel tiene a gala el haber sido una niña pobre), a la fortuna. Un millón seiscientas mil pesetas le valió “El último cuplé”. Las posteriores habrán incrementado, me figuro, esa cifra. Y, sin embargo, Sara Montiel se diferencia muy poco de María Antonia Abad, sobre todo, según confiesa, cuando se enfada.

-¡A mí que no me joroben…!

Y no resulta ordinaria, sino graciosa, por espontánea, esta frase en sus labios. Por cierto, hablando de éstos, observo una cosa curiosa. Cuando el fotógrafo se dispone a disparar su “flash”, un leve, imperceptible movimiento de su boca, transforma a Sara que tengo a mi lado en la Sara que he visto en la pantalla.

-La fama ¿proporciona más amigos que enemigos?

-Aparentemente, al menos, amigos. Pero cualquiera sabe la verdad.

-¿Vivirá usted ya siempre en España?

-Ese es mi deseo.

-En este viaje, ¿no hará cine?

-No puedo, aunque quisiera. Tengo comprometidos los años sesenta y uno y sesenta y dos en España. 


Sara conversa con Benito Perojo en la fiesta en que fue galardonada con el Disco de Oro.

Y quedan muchas, muchas cosas en el bloc de notas, pero el espacio impuesto se acaba. A decir verdad, y por el trabajo que me costó concertar esta entrevista, tenía otra idea de Sara Montiel. Quizás, en el fondo, fuese un poco predispuesto en contra suya. El resultado es que me ha conmovido su sinceridad y su espontaneidad. Bastante más que su belleza, con ser mucha.

-¿Vive usted en estrella?

-A ratos. Pero siempre me siento muy dueña de mí misma. A mí, por lo menos, no me ocurre eso de perder independencia por culpa de la fama. Sé vivir sola y con gente alrededor.

-Última pregunta: ¿ha tenido usted ocasión de ayudar a alguien, dentro del cine?

-He hecho lo que he podido.

La respuesta es modesta. Pero alguien que está con nosotros me muestra un disco, en el que se lee: “Grabado por Sara Montiel a beneficio de los actores ancianos acogidos en el Instituto Cervantes”. Y ese alguien me informa de que no es ésta, ni mucho menos, la única obra meritoria realizada por ella en beneficio de los menos afortunados. Y me parece adivinar, bajo la espesa capa de maquillaje, que se ruboriza cuando le pregunto si el éxito de sus películas se debe exclusivamente a ella.

A estas horas, Sara estará en Buenos Aires, adonde ha ido, sin que me lo haya confesado –las cosas se ven-, segura por completo de su triunfo. Al regreso seguiremos charlando para ustedes.

 

P.L.C.T.


EL RECORTE CCCLX

La presentación de Sara Montiel en Buenos Aires fue mítica pero no la única ni la primera. En 1958 se presentaba en Cuba. Así recogía la revista Primer Plano, 5 de octubre de 1958, su partida y llegada a la isla. 



(Pincha en la foto para verla más grande)

"LA VIOLETERA" RUMBO A LA HABANA
Se marchó SARA para cumplimentar el más fabuloso contrato que se ha firmado en la televisión cubana. Dentro de este mes volverá la Montiel para ser "CARMEN, LA DE RONDA". Una producción de BENITO PEROJO que distribuirá DIPENFA, S.A.


(Pincha en la foto para verla más grande)

SARITA MONTIEL LLEGÓ A LA HABANA
Estas son las primeras fotografías de la llegada de Sarita Montiel a La Habana, donde se le ha tributado un apoteósico recibimiento. En la capital cubana va a actuar en la televisión. Un numeroso público que la esperaba en el aeropuerto la recibió con grandes muestras de simpatía 
(Fotos Torremocha)


LA FOTO CCCLX


Sara Montiel en La Habana (Cuba) atiende a sus admiradores. 

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