SARA MONTIEL
¿UNA ACTRIZ EN DECADENCIA?
¿Cuáles son sus defectos, cuáles sus debilidades,
cómo en su vida privada? La “Manchega” habla a MAÑANA.
En el cuarto de
siglo que lleva actuando ante los públicos de todo el mundo, Sara Montiel ha
logrado alcanzar una categoría poco común.
En esos
veinticinco años, la popularidad de Sara
ha traspasado las fronteras, y su belleza –todavía lozana- conquista aún
admiradores.
A pesar de que
esa categoría le ha dado fama y dinero, Sara está inconforme. Tras su hermoso rostro
y sus ojos expresivos, esconde un deseo, una esperanza: seguir en la brecha,
como ella misma dice.
Admirada y
aplaudida, también ha sido blanco de críticas acerbas y de ataques fundados o
infundados. Lo cierto es que sigue incólume y cabalga aún en el grupo de los
célebres con más vigor que en los tiempos en que fue una de las artistas más
hermosas de Europa y mejor pagadas del cine de América Latina.
¿Cuáles son sus
defectos?, ¿cuáles sus debilidades?, ¿cómo es su vida privada?, ¿qué es lo que
anhela?, ¿qué es lo que piensa de sí misma?
Sara es
diferente a la “Sara Montiel” que muchos se han formado en su mente, y a la
vez, es diferente a la María Antonia Abad que en 1933 vio la primera luz en La
Mancha, tierra de El Quijote.
Fue el propósito
de conocer mejor a la auténtica Sara Montiel el que nos hizo concertar una
entrevista con ella durante un intermedio del show que hace en el centro
nocturno El Patio.
Cuando la vimos
salir rumbo al escenario para presentarse ante el público, iba demasiado
nerviosa. Se le notaba en su rostro afligido y en sus manos que temblaban como
si fuesen las de un niño que se ha espantado por algo.
Le comentamos
eso y ella respondió:
-El
artista que no se pone nervioso no es artista. El artista tiene que tener
inquietudes y creo que esas inquietudes son los nervios.
-Yo
al público le tengo miedo. Porque tengo sentido de la responsabilidad. Ahora,
si saliera yo a cantar sin haberme preparado antes, le tendría poco respeto a
la gente que viene a ver el show. La cosa es cantar bien y no salir a
atropellar las notas musicales.
-Psicológicamente
¿cómo podría definirse?
Balbucea…
-Bueno,
eso es muy difícil. Sólo puedo decirle que entre la María Antonia Abad que
bautizaron hace treinta y cinco años y la Sara Montiel que tiene usted enfrente,
hay mucha diferencia.
-María
Antonia es una mujer sencilla, amable, sentimental (como que es de Piscis,) con
un alto sentido de la justicia y la sabiduría, más rica en virtudes, muy mona,
más humana. Sara es muy diferente, es solamente un personaje menos humano que
María Antonia.
Luego dice que
Sara Montiel asusta a esa María Antonia un tanto tímida y con muchos defectos.
-Creo
que la única relación que hay entre María Antonia y Sara Montiel es el físico.
Fuera de eso ninguna más.
-¿Cuáles son sus
defectos?
Lanza una mirada
de sorpresa-admiración, inclina la cabeza un poco y piensa por algunos
segundos.
-Bueno…
mi defecto principal es creer en el amor.
¡Cómo, esta
mujer que ha sido amada por varios hombres y que se dice muy sentimental tiene
como defecto creer en el amor!, pensamos.
-Sí.
Yo sin amor no vivo, y digo que es un defecto porque –hijo mío- se lleva uno en
esta vida cada decepción que una se queda traumatizada. Yo he tenido muchas
decepciones, pero no importa, yo sigo en la brecha.
-¿Usted cree que
se ama una o más veces?
Y suelta la
respuesta rápidamente anteponiéndole una admiración:
-¡Hijo
mío!, se ama varias veces, se ama toda la vida. No seríamos humanos si no lo
hiciéramos, seríamos… seríamos… seríamos como somos.
Calla como arrepintiéndose
de su respuesta contradictoria y nos mira a la cara. No se decide a rectificar.
Dijo que tenía
varias debilidades y una de ellas es el hombre.
-¿Cómo definiría
al hombre?
-Pues
como un hombre muy hombre… como dijo Unamuno, todo un hombre.
-¿Y ese todo un
hombre cómo debe ser para usted?
Balbucea
nuevamente.
-Todo
un hombre es un hombre bueno, inteligente, sabio y con algunos defectos.
En el rostro no
se le notan arrugas ni tiene huellas de las plastas de maquillaje que muchas
otras, para ocultar el paso del tiempo, se untan para aparecer jóvenes.
-¿Cuántos años
lleva actuando?
-Empecé
a la edad de 10 años, tengo 35 de edad aunque la gente crea que tengo 90. Hay
algunas artistas que me ganan en edad… y en hijos. Por ejemplo, ahí tiene a la
Sofía Loren que tiene 36 años y a la Taylor 37.
-¿Tiene hijos?
(Está casada con
un español de nombre José Vicente Ramírez Peláez, que el licenciado y
economista).
-No.
-¿Le gustaría
tenerlos?
-Sí.
-¿Tendrá?
-Espero
que sí.
Y suelta una
carcajada.
-¿Cuánto gana
usted por actuación?
Se nos queda
mirando, piensa un poco, voltea para sonreír al fotógrafo que va a imprimirle
una placa, y responde:
-No
sé cuánto. Yo sólo me preocupo de las canciones.
-¿Estudió canto
alguna vez?
-Nunca.
-¿Heredó la
vocación artística?
-En
mi familia, como se dice en España, yo fui la única “gargantona”.
-¿A qué edad
empezó a cantar?
-A
los cinco años, cuando canté para un grupo de señores una canción que se llama…
que se llama… que se llama La Nana.
-¿Su primera
actuación en cine?
-Cuando
tenía 11 años, en una película en donde la hacía yo de colegiala.
-¿Qué películas
suyas le han gustado más?
-Ninguna.
Claro, hay secuencias que hice bien.
-¿No tiene
preferencia por ninguna?
-Bueno
sí. Por La Violetera y El último cuplé.
-¿Cuántas
películas hizo aquí en México?
-En
México radiqué en los años cincuentas y tuve oportunidad de hacer varias.
Después emigré a los Estados Unidos y filmé algunas que por cierto no me
gustaron.
-Aquí
en México filmé con Pedro Infante, que en paz descanse, y con Agustín Lara.
Añade:
-De
México guardo un cariñoso recuerdo, poque en mi vida artística sus gentes
desempeñan un papel muy importante.
¿Por qué
entonces no había venido? Se decía que tenía problemas migratorios y que los
empresarios ya no se fijaban en ella porque no había cumplido con contratos
firmados. En suma, porque –dicen- era irresponsable.
-No
había venido porque los empresarios y yo no nos poníamos de acuerdo. Ellos me
daban una fecha que les parecía buena, pero para mí era mala. Yo les daba otra
y no se ponían de acuerdo. Hasta que por fin… y aquí me tienen.
La acompañan el
compositor español Solano, su representante en América Latina Claudio González,
y una señora de nombre Inés Gómez Duque que le sirve de maquillista y que lo
mismo es su secretaria que su enfermera.
Actuará en el
centro nocturno alrededor de dos semanas y después viajará a la provincia para
presentarse personalmente en teatros.
-Mucha
gente que me quiere y que es de provincia no puede venir a México por muchos
motivos, por eso yo voy a ellas.
-¿Cómo es su
carácter?
-Muy
sentimental. Me da por llorar mucho…
-Eso quiere
decir que no es feliz.
-Bueno…
sí lo soy o al menos trato de que la gente que me rodea lo sea. Lloro porque
las penas deben desahogarse pero también llorar es perder el tiempo y no, eso
no lleva a nada.
-¿Cómo fue su
infancia?
-Triste
y alegre al mismo tiempo.
-¿Por qué?
-Triste
porque cuando yo tenía la edad de 12 años murió mi padre, y alegre porque era
yo libre en aquel pedazo de tierra que teníamos y en donde yo podía correr,
hacer travesuras, reír sin que nadie me dijera nada, y hacer lo que se me
antojara.
-¿Económicamente?
-Pobres…
bueno, no pobres porque mi padre mi padre labraba la tierra y siempre nos daba
de comer y con eso éramos felices.
-¿Se considera
bella?
-Eso
que lo digan los que me conocen, pero de todos modos, me planto ante el espejo
para delinearme muy bien los jojos, maquillarme la boca y ponerme estas
pestañas postizas.
-Muchos dicen
que usted es muy vanidosa.
-Eso
es falso, aunque viéndolo bien la vanidad es muy mona.
-¿Le gustan los
halagos?
-Es
lógico que a las mujeres le gusten los halagos.
-¿Qué clase de
mujer es usted?
-Una
mujer muy sencilla que odia a las que nacen vanidosas.
-¿Qué opina
sobre lo que dicen, que usted ya en decadencia?
-Yo
canto como siempre he cantado, con la misma calidad. Aunque le voy a aclarar
que de pequeña cantaba mejor.
-¿Qué cosas le
gustan más en esta vida?
-El
sol… la gente… los hombres.
-¿Qué clase de
papeles le gustan más?
-Los
dramáticos y algunos cómicos.
Sara sonríe a
cada contestación, veía constantemente la grabadora, volteaba hacia el
fotógrafo y permanecía con las piernas cruzadas. La minifalda le subía unos
veinte centímetros arriba de la pantorrilla.
-¿Piensa filmar
en México?
-Mi
deseo es ese, pero quisiera que fuera una película que, como dicen aquí,
tuviera gran impacto. Que fuera un trancazo, un verdadero trancazo.
-¿En dónde
radica?
-En
todo el mundo.
-Mi pregunta no
es ésa. Quiero decir en dónde está su casa.
-En
la Plaza de España número 11, Madrid. Su casa.
-Por último
señora, ¿cuándo piensa dejar de actuar?
-Hasta
cuando me muera. Mi meta no está definida. Por ejemplo, ahí tenemos a Picasso
con 85 años y sigue dando batalla y yo soy más guapa que él. ¿O lo dudan?
Sara Montiel es
así, así reacciona, así responde, así piensa, es su vida, así lo ha sido.
¿Realmente es
una actriz que va en “picada”?
EL RECORTE CCCLXIII
¿Por qué desde que se fuera a Hollywood nunca más regresó a México hasta el 68? Eso ella lo sabría. La cosa es que el público mexicano pudo verla por última vez en 1997. Aquí una crónica del Heraldo de México, 19 de octubre de 1997, de lo que fue su presentación en el Teatro Alameda.
Sara Montiel
cumple el compromiso de su leyenda como eterna
seductora
Por Mauricio Peña
A Sara Montiel
le dijeron antes de viajar de Madrid a México, que las dos presentaciones que
habría de realizar en su nueva visita a nuestro país, ya estaban con boletaje
vendido, porque el público tenía gran curiosidad por verla, y ella respondió
quizá con ese tono sensualón, que tiene para cantar los cuplés: “¡Uhm, sí! A mí sólo me gusta actuar en funciones que ya
están llenas”.
Así comenzó su
reencuentro con México, “que llevo siempre en el
corazón”, y con el público que la hemos seguido desde siempre en el cine
y escuchando sus discos.
Está-bamos allí,
sentados frente al escenario del Teatro Alameda, para admirar a una leyenda
viva, Saritísima, la Sara Nacional, S.M. Montiel (Su majes-tad…), y dispuestos
a gozar hasta la última gota de ese brebaje que sólo las diosas del escenario
pueden escanciar.
“Para
ustedes los mexicanos siempre seré Sarita”, nos dice al aparecer con un abrigo de
armiño de gran fantasía y un turbante de pedrería que una dama dignificada tal
vez se atrevería a portar cualquier día de la semana, para que todos se
desmayaran en su oficina. Sara Montiel es fiel a su mito, y no puede menos que
hacer una aparición apabullante caminando en forma sensual, ¡aunque tenga 70
años!, “lo escucharon ustedes muy bien: siete cero”,
confiesa su edad, sin reticen-cias.
En el primer
bloque de sus canciones, se incluyen algunas de sus películas más famosas, y
ella picarescamente salpica con un poco de anécdotas que rodean la magia del
cine, que ha ejercido desde aquel debut suyo en el cine español, en “Locura de
amor”, con Aurora Bautista y Fernando Rey, y en las comedias escapistas del
franquismo como “El vuelo del Clipper”, y perfeccionado posteriormente en las
cintas mexicanas y hollywoodenses.
La artista está
arropada con un vestuario de altura de su fama, trajes rojos como llamaradas o
elegante terciopelo negro, pero también se viste con sus canciones más famosas
y con la sensualidad desbordante de alquien que más que cantar, platica las
canciones, con un dejo de erotismo sugerente, que no ha dejado de tener impacto
por lo menos en cuarenta años, cuando se elevó a la categoría de mito, gracias
a “El último cuplé”.
Como lo hacen
las grandes vedetes, Sara Montiel no puede evitar en determinado momento de su
espectáculo, el contacto cercano con el público masculino.
Así veíamos que
lo hacía María Conesa, aunque ya fuera una anciana, bajaba del escenario con
unas tijeras en la mano, ¡a cortar corbatas!, “para que vayas y le digas a tu
mujer lo que te ha hecho la Conesa!”
La Montiel
ejercita otro tipo de agresividad sexual, y se sienta en las piernas de algunos
de sus admiradores, cuando se pasea micrófono en mano entre la butaquería.
Canta “¡Echa…
té!”, que cuenta la historia interminable de una camarera que aparte de servir
el té, atiende a los caballeros de los salones secretos.
El momento
culminante llega cuando Sara Montiel canta acompañada de un mariachi.
Los temas elegidos no son muy folclóricos: “Mil besos”, “Perfidia”, pero igualmente se los aplaudimos, y cierra su actuación con “Tu nombre era México”, una canción que ella misma compuso al calor de ese recuerdo perenne de nuestra tierra.
LA FOTO CCCLXIII
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