lunes, 26 de agosto de 2024

EL MUNDO DE LAS CANDILEJAS - nº10 1984 - España


TEATRAL MADRILEÑA


-Distinto trabajo al tuyo en esta obra. Distinto, naturalmente, al que nos tenías acostumbrado, amigo Piquer.

-Distinto y difícil, pero muy bueno.

-¿Por qué distinto?

-Porque es un género humorístico que yo no he “tocado” con mucha frecuencia.

-¿Y difícil?

-Porque el personaje que me ha correspondido en “Capullito de Alhelí” necesita una elaboración constante y cada día te ofrece nuevos recursos de comicidad que no puedes desaprovechar, pero que te obligan a estar pendiente del mínimo detalle y a luchar permanentemente para que el tipo ni se desibuje ni se pase.

-Todo el mundo considera a “Capullito de Alhelí” como uno de los grandes éxitos humorísticos de la temporada. ¿Tú también?

-Yo más que nadie.

Para todos es una satisfacción este éxito, porque, al menos, pertenece a un autor “de casa”. Enhorabuena.

 

J.P.

 

SARA

CELIA

OLGA

CARROZAS DE LUJO

Un aire delicioso y extraño flotaba en el Teatro de La Latina madrileño la noche del estreno de “NOSTALGIA”. Un aire que nos llenaba de alegría y nos hacía volver a otros tiempos.


CARROZAS de lujo para un público de lujo que acudía a escuchar una vez más: “Nena”, “Los Nardos”, “La violetera”, “Las viudas”, etc., etc.

Nostalgia. ¿Nostalgia? ¿De qué? Todo cuanto se vio y se escuchó en La Latina aquella noche era tan actual como la mismísima última noticia del día, porque cuando hay talento, arte, gracia e ingenio el tiempo no puede hacer desaparecer nada.

Sara Montiel

La garrida manchega que dijo a los de Hollywood, cuando vinieron a buscarla para interpretar “Orgullo y Pasión”, que no, que no hacía esa película, porque ella ya había encontrado su camino, demostró otra vez que no se había equivocado. Su camino es ese: Cantar, bailar, dialogar con su público como en una tertulia de viejos amigos y pasearse por el escenario “a sus anchas”. Las carrozas arrasaron, porque los años y los apodos no cuentan, si cuenta el arte.

Sara Montiel, “morritos calientes” y aire de ingenua descarada es una carroza, pero una carroza de lujo, que sabe hacer las cosas muy bien.

Me gusta escucharla presumir de años. Ella puede y los años todavía no han podido con ella.

¿Nombres de ayer? ¿Glorias de otro tiempo? Tal vez. Pero, ¿qué nombres de hoy hacen y logran lo que logran y hacen las carrozas de “Nostalgia”? Algunos, sí, tal vez algunos, pero aguardemos, si podemos, a verlos dentro de veinte años.

Celia Gámez

Dicen que todo se ha dicho ya sobre Celia Gámez. Tal vez, quizá, pero lo que no se ha dicho es que es y que es interminable. Yo que estuve en el estreno de “Yola”, “La Cenicienta del Palace”, “Gran Revista”, “La Estrella de Egipto”, “El Águila de fuego” y tantas otras, no sigo, mi lista sería inacabable, si lo hiciera, puedo decir que, a lo peor, los años hayan marcado a la mujer, pero a la artista no la han rozado siquiera. Celia en “La viudas” es la de siempre y, cuando comenzó lo de: “Siento renacer en mí tu amor…” acabó con el mundo. Años, tiempo, toda una vida, sí, pero para mejorar.

Celia que se nos fue un día sin el monumento que se merece, ese monumento a la florista que se alzaría en la mismísima calle de Alcalá madrileña, la florista que vende nardos y promete suerte en el amor, ha vuelto para no marcharse más y esperemos que para acudir a la inauguración de ese monumento que se merece, que el pueblo de Madrid le debe. ¿Lo tendrá?


Olga Guillot

Cabecera de cartel en espectáculos mundiales, valiente, dinámica, impetuosa y cantando como la madre que la parió.

Olga Guillot también presume de “carroza”, pero es una carroza de lujo, porque lujo es poder cantar como ella lo hace y conseguir que el público le pida un “bis” tras de otro.

 Para mí tengo que esto de ser “carroza” ha de ponerse de moda y hacer una vez más, que se confirme el dicho de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Manolo Otero

La nota del día, pero puesta en ritmo de ayer, ya que Manolo dice sus canciones también con nostalgia, para no desentonar. Muchos meses fuera de España, muchos meses trabajando al otro lado del mar y ahora, un Manolo Otero cuajado, lleno de seguridad, esa seguridad que se necesita para colocarse junto a tres mujeres “indiscutibles” como artistas y más indiscutibles aún como figuras en un mundo donde sólo lo positivo es lo que permanece.

No sé si me atrevo a pronosticar cuánto será el tiempo que “NOSTALGIA” seguirá llenando el teatro de la Plaza de la Cebada madrileño, pero, si juzgamos, por cuanto sucede en él cada día, es decir, si la permanencia en cartel de un espectáculo se asienta sobre los resultados de éste en la taquilla del local donde vive, cre que “Nostalgia” tiene una larga vida en este lugar que Lina Morgan ha transformado en uno de los teatros más modernos de Madrid.



EL RECORTE CCCLXVII

Una pequeña entrevista a Sara, Celia y Olga que la revista Teleradio, 3 al 9 de diciembre de 1984, ofrecía a sus lectores. 


NOSTALGIA…

Tres grandes figuras de la escena se han juntado para hacernos sentir nostalgia de aquellos tiempos en que se bailaba a media luz y el conquistar era un arte. Celia Gámez, Olga Guillot y Sara Montiel les invitan al recuerdo…


SIETE de la tarde; estas tres vedettes se preparan para hacer su numerito en escena. Los pasillos de los camerinos son un jolgorio: los hijos de la Montiel corretean de un lado para otro; el perrito faldero de Olga ladra y se mete entre los pies de los recién llegados, es decir, nosotros. Los admiradores de Celia entran y salen de su camerino, una chica hace bocetos, otra barre, suena un timbre; comienza el espectáculo.

-Quisiera charlar un rato con vosotras.

-¡Mi amor!, pues empieza por mí, que yo no salgo hasta más tarde.

-Bien, pues cuéntame tu vida, Olga.

-Nací en Cuba hace cincuenta y cuatro años. En casa a todos nos gustaba cantar; nos reuníamos los domingos toda la familia y unos tocaban, otros cantaban, de ahí nació mi afición. A los trece años mi hermana y yo acudimos a un concurso: “La corte suprema del arte”, y ganamos el segundo premio; nos llenaron de caramelos y nos dieron cinco dólares…

-¿Pero, cuándo empezaste a cantar profesionalmente?

-A los dieciséis años formamos el dúa Hermanas Guillot, y actuamos en muchos sitios; un buen día, mi hermana se hartó y seguí yo solita. Cantaba con grupos y a los diecisiete años me casé. Porque tú sabes que a esa edad en el trópico se es ya toda una mujer, el Caribe es puro gozo. Me casé con el señor que me hizo a mí, a Olga Guillot; él es quien realmente creó a la artista, porque yo tenía la materia prima, pero él puso el resto.

-Ahí empezaste a cantar como solista y a crear un género.

-Sí, creé un estilo, pero nunca he sido bolerista, como se me define. Yo siempre fue jazzista; fui la primera que se atrevió a cantar jazz y blues en Cuba. A los veinte años ya era una figura.

-Pero tu época de mayor esplendor es la de los cincuenta, ¿no?

-Sí, mi amor, porque en los cincuenta entro de lleno en el mundo del disco y me hago internacionalmente conocida; Estados Unidos, Europa, Hispanoamérica, etcétera.

-¿Cuántos discos has grabado?

-Cincuenta elepés, catorce de oro y cuatro de platino.

-Olga, el hecho de ser tan cálida y temperamental, ¿es lo que ha motivado que te hayas casado tantas veces?

-¡Sólo me he casado cinco veces! Mira, yo tengo entendido que cuando dos personas no funcionan, es inmoral continuar la relación; lo mejor es decir: “Tú por tu lado y yo por el mío”. Ahora estoy solita y muy, pero que muy bien.

-¿Cómo es que has vuelto a cantar, si te retiraste hace cuatro años?

-Me retiré, pero he vuelto porque esta proposición de Sara es muy bonita. Yo, aunque dejé lo comercial, sigo cantando para una labor hermosísima que es la UNICEF. En todos aquellos actos culturales o benéficos donde me necesiten, allí estaré yo, con todas mis ganas. Esto que estoy haciendo ahora es porque Sara me dijo: “Vamos a hacer estoy quiero que estés con nosotros, te vas a reencontrar con tu público, la gente te recuerda”, y es realmente hermoso ver cómo el público se emociona con mis canciones, esas canciones que estuvieron prohibidas durante un tiempo en España. El “Tú me acostumbraste…”, era una canción pornográfica y hoy casi resulta infantil; lo que son las cosas. Los jóvenes de entonces se volvían locos por las canciones de Olga Guillot; bastó que las prohibiesen para desearlas más. Estoy contentísima de haber vuelto a España y trabajar junto a estas dos grandes artistas.


Qué decir de Celia Gámez que ustedes no sepan. Celia Gámez, la reina del music-hall, hizo correr durante años torrentes de tinta, desde el momento en que en el colegio de monjas en el que se educó, allá en su Buenos Aires natal, cogiese un periódico y a modo de abanico cantaba: “Yo soy el mejor torero, nacido en Andalucía…”

A los doce años, atraída por el teatro, se esconde entre bastidores para ver las funciones de los musicales; a pesar de la oposición paterna consigue entrar en una compañía haciendo de comparsa. A los tres meses sustituye a na figura y canta por primera vez el número de la banderita de “Las Leandras”. Su padre, malagueño, ha de venir a España por cuestiones de herencia; Celia le acompaña y, atrapada por todo lo español, se queda en nuestro país y comienza su imparable carrera. Cumple sus dieciséis años en el teatro Eslava de Madrid, que luego sería suyo.

-Celia, ¿qué hizo que fueras durante casi treinta años la reina de la revista en España?

-Yo vi que agradaba al público y me volqué. Estudié, fui superándome, viajé para ver otros espectáculos y traer lo mejor a España, todo me parecía poco. Estrené ochenta obras y he tenido compañía propia durante treinta años, cosa difícil de conseguir.

-¿Te hiciste famosa con el tango “A media luz”, no?

-En la obra “El carnet de Eslava”, yo cantaba ese número y me hizo muy famosa; el rey de España me pidió que lo repitiera la noche que fe a verme y lo hice al final de la obra.

-Se decía que eras exigente y muy dura con las chicas.

-Dirigir una compañía no es fácil, a veces había que serlo, pero siempre me he llevado bien con mis chicas. Las vestía donde yo me vestía y las cuidaba bien.

-El éxito de tus espectáculos radicaba en el equipo de gente que te rodeaba; siempre supiste elegir a los mejores coreógrafos, directores, figurinistas, etcétera.

-Sí, eso es cierto; siempre me he rodeado de lo mejorcito.

-Tu boda con el odontólogo vasco, apadrinada por Millán Astray, fue sonada; cuéntame un poco.

-Fue terrible, no pude ni casarme. Acudió todo Madrid; los altares, los bancos, la sacristía, todo estaba lleno…, me casé al día siguiente en una iglesia pequeñita.

-¿Estás contenta de volver a la escena?

-Mira, estoy como loca, no sólo por volver al teatro, sino por estar en España. Cada mañana, cuando despierto, me pellizco porque creo que estoy viviendo un sueño. Es todo tan fantástico… Y con el espectáculo me siento feliz porque le he traído tanta nostalgia a la gente de mi edad… Lo noto cuando pasan a saludarme. Los hijos de éstos también se emocionan y vienen a contármelo, quiero que lo digas: en España soy inmensamente feliz.


Y no ha vuelto Sara Montiel, porque no se había ido. Ahí están, pues, las tres estrellas en un presente de supernovas: "Nostalgia", que es lo que queda al final de todas las cosas buenas. 


Y llegamos a la manchega universal, a la temperamental Sara Montiel. Aquella que conquistara a los astros del Hollywood  de los cincuenta. Entre sus amores: Hemingway, Gary Cooper, Maurice Ronet, James Dean, etcétera, y es que Sara a sus veintipocos años era toda una belleza.

-Sara, ¿cómo se te ocurrió la idea de este espectáculo?

-Pues mira, estando en América, donde pasamos seis meses el año pasado, vi que se vuelve a lo de antes. En Estados Unidos, lo que se lleva es Cole Porter, Glen Miller, la música de los cuarenta y cincuenta, hay una vuelta a todo eso. Entonces ideé hacer “Nostalgia” y pensé en Olga, esta gran artista creadora de un estilo y conocida mundialmente; en Celia, que es un mito, sólo con su presencia ya lo llena todo, y le añadí un elemento joven y con talento, que es Manolo Otero. Pensé en hacer un espectáculo redondo y así ha sido, porque, como verás, el teatro está lleno y hace un día de perros.

-Llevas cuarenta años de profesión, sigues haciéndote las Américas todos los años y continúas teniendo éxito. ¿A qué crees que se debe este fenómeno?

-A que soy una artista. Comencé a los dieciséis años a hacer cine y aquí me tienes.

-Tu época de mayor esplendor, ¿cuándo fue?

-Del sesenta al setenta y tres. Justo a partir de hacer “El último cuplé”, que me dio fama internacional.

-Estuviste cinco años contratada por la Warner, ¿qué películas hiciste en Hollywood?

-“Vera Cruz”, “Serenade” y “Juma”, de Samuel Fuller. Trabajé junto a Vicent Price, Gary Cooper…

-Se dice que eres inmensamente rica.

-Sí, en amores; mi marido y mis hijos me enriquecen.

-¿Y en dinero?

-Alguna cosilla tengo, pero con Boyer, cariño, no hay forma de tener nada; yo creo que se está pasando.

-“Nostalgia”, a pesar de los treinta millones de desembolso que ha supuesto el montaje, te está aportando beneficios, ¿no?

-Eso pregúntaselo a Pepe; yo sólo entiendo de números musicales.

Sara Montiel; espléndida como las joyas que luce en el espectáculo. Un collar con 193 esmeraldas, 25 diamantes, perlas, oro, brillantes, rubíes… “Como verás, no tengo nada falso, mira, mira.” Y yo miro embobada esas inmensas esmeraldas donde el intenso verde me hace soñar con mares lejanos e imposibles…

 

CARMEN ARROYO

Fotos: C. PAZ


LA FOTO CCCLXVII


Sara Montiel en un número de su espectáculo "Nostalgia" (1984-1985).

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