sábado, 28 de septiembre de 2024

EL IMPARCIAL - 1958 - México


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EL RECORTE CCCLXXI
A treinta años de "El último cuplé" y recién superado el incendió del Hotel Sarriá, en Barcelona, Sara Montiel miraba al pasado, presente y futuro para la revista Tiempo en su número de 1 al 7 de junio de 1987.


SARA MONTIEL,

TREINTA AÑOS DE CUPLÉ

En Estados Unidos la llaman Sa-rui-ta, en la URSS es la gran Montiel. Hace treinta años por estas fechas estrenaba El último cuplé, y es casi la misma que hace unos días salía ilesa de un incendio en un hotel de Barcelona. Y es que Sara Montiel es de todo punto, y se la mire por donde se la mire, incombustible.

“A mí el cuerpo me pide ahora mucha bulla”

Por LUÍS SÁNCHEZ BARDON/Fotos: QUECA



-¿Por el humo se sabe dónde está el fuego, Sara?

-A veces no, aunque se vea todo el humo del mundo. Nosotros estábamos en el piso decimoquinto y no veíamos el fuego por ninguna parte. A veces los refranes y las frases hechas no dicen la verdad.

-¿Mientras llegaban los bomberos se acordaba usted de aquella canción de “Fumando espero”?

-No, no me acordaba. Sólo me venía a la cabeza aquella película de “El coloso en llamas” y una angustia terrible, porque me estaba jugando la vida, los hijos, mi marido. Y no me acuerdo de mucho más. Ahora es cuando estoy sintiendo un miedo racional.

-¿Usted cree en Dios?

-De toda la vida.

-¿Y no se la ocurrió hacer alguna promesa?

-Cuando estuvimos a salvo, pensé en mis hijos y en mi marido. Yo tengo mucha fuerza en las piernas y me sujetaba bien, pero Pepe padece de gota y la debilidad en el pie es muy grande. No, no he hecho ninguna promesa, pero yo ya he puesto flores a mi gente.

-¿A qué gente?

-A mi madre y a mi hermano, que hacía quince días que le había enterrado.

-No le faltaba más que un incendio en su vida.

-Pues sí, mire por dónde. A mi edad y con la vida tan fuerte que he llevado, no me faltaba más que un incendio. Precisamente cuando empiezo ahora a luchar contra el tiempo. Yo soy una mujer mayor para mis hijos y quiero dedicarles todo el tiempo del mundo.

-Usted no es de las que ocultan la edad.

-Jamás. Siempre he dicho la edad que tengo. Cuando hice “El último cuplé” tenía veintisiete años y ahora tengo cincuenta y nueve. Yo nací en mil novecientos veintiocho.

-Y no piensa retirarse.

-Puede que me retire algún día. Pero como ahora las cincuentonas estamos de moda en todas partes, yo también sigo. Decía la actriz Vivian Leigh que cada uno tiene una edad para cada momento.

-O la que se merece.

-También la que se merece, porque yo aparte de muy fuerte he tenido una vida muy bella. Yo he trabajado mucho cuando esto era imposible en un país en que a la mujer se le criticaba todo. También me ha tocado pasarlas muy mal, ¿eh? Que yo he llorado muchas veces de felicidad, pero también de rabia, de dolor y de pena.


-Y cuando le dicen que es el orgullo de España, ¿cómo se siente?

-Muy bien, porque he sido la embajadora de mi país durante muchos años en todo el mundo: en Japón, en América, en Rusia. Recientemente en Francia, y gracias a Frederick Mitterrand, sobrino del presidente de la República, han pasado por la televisión un ciclo de películas mías, porque en muchos países conocen el cine español a través de mis películas. Que me digan que soy el orgullo de España me llega al alma, muy adentro. Pero yo no creo que el Gobierno tenga que pagarme por eso, porque yo sí que he sido profeta en mi tierra.

-¿Y usted qué le da al público?

-Yo les doy a Sara Montiel. El público me acoge porque sabe que le gusto como soy. Yo no he aprendido mi arte de nadie.

-Tendrá también sus ídolos.

-Cuando era jovencita mi actriz preferida era Ingrid Bergman y a quien no alcancé a ver mucho fue a Rita Hayworth. De gente actual me gustan mucho Robert Redford, Meryl Streep y, musicalmente, Liza Minnelli y Barbra Streisand. Hombre, si hablamos de verdad de cantantes a mí la que me gusta es Ertha Kitt, que tiene setenta y tres años y el mayor número de discos vendidos en Estado Unidos. Pero de verdad, quien me gusta de verdad es Frank Sinatra.

-¿No le da miedo mirarse al espejo?

No, yo soy muy coqueta y me encanta mirarme al espejo. Yo asumo la edad muy bien. Será que los amores que he tenido siempre han sido hombres mayores que yo o porque no he tenido nunca complejo de vejez. Porque llevo la vejez muy bien, ¿no? Yo lo digo siempre y lo repito: si quiero tener arrugas tengo que pintármelas.

-¿Qué es lo más auténtico de Sara Montiel?

-La sinceridad que tengo, el amor que le tengo a la gente, al hombre en sí. Yo creo mucho en el hombre.

-¿No dijo usted en alguna ocasión que ya quedaban pocos hombres de verdad?

-Jamás. Yo no puedo haber dicho nunca eso, no es mi estilo. Yo creo mucho en los hombres, aunque reconozco que no todos llevan buenas intenciones.

-¿Qué le pide el cuerpo a su edad?

-Mucha bulla. O sea, que yo tengo una vida muy activa, muy intensa. Mis hijos, la marcha que llevo, las actuaciones, las galas ahora en verano… Yo canso a un buey.

-Usted presume mucho en sus actuaciones de “domingas”.

-Bueno, eso de las “domingas” es un término muy manchego.

-¿Y se puede decir aquello de que dos “domingas” tiran más que dos carretas.

-Podría ser, pero no creo que sean tan importantes. Hay otras cosas, como la manera de pensar y de ser, las cualidades, el amor. Todo eso.

-¿Qué última gran burrada le han dicho?

-Me han dicho muchas. Muchos hombres vienen y me dicen: “¿Ve esta hija? Pues la hice pensando en usted y se llama Sara.” Así de veces me lo han dicho.


-Dicen de usted que ha tenido tantos amores como catarros.

-Es que yo llamo a los amores catarros, porque yo soy propensa a cogerlos terribles y no me los puedo quitar de encima. Pues cada vez que tenía un amante no me le podía quitar de encima. Pero sí, he tenido muchos.

-¿Tantos como María Asquerino?

-No sé cuántos ha tenido María, pero sé que mi marido está entre ellos. Mi marido siempre ha tenido buen gusto para todo.

-Aparte de él, ¿cuál fue el hombre de su vida?

-Sin duda alguna, Anthony Mann. Fue importante y decisivo en mi vida, aunque también lo fue el poeta León Felipe, pero tenía sesenta y cinco cuando le conocí. Le quería como a un padre, pero él se enamoró de mí como una fiera. Yo creo que fui su último tren.

-León Felipe es un desconocido en España.

-Como Miguel Hernández, yo creo. Miguel era muy amigo de mi padre. Cuando le ingresaron en la cárcel, íbamos mi padre y yo a llevarle medicinas, inyecciones de oro que se decía entonces, y comida a su mujer y a su hijo. No sirvió de nada, porque se murió o le mataron. Le dejaron morir.

-Ha habido muchos poetas en su vida.

-También conocí y canté poemas de Neruda. Le envié un disco con sus poemas “Me gusta cuando callas” y “Te recuerdo como eras” dos meses antes de que muriera en Isla Negra.

-Pero usted es manchega. Supongo que habrá leído el “Quijote”.

-No sólo leído, sino interpretado también. En “Sara de la Mancha” hice el papel de su sobrina Antonia.

-Creo que usted tiene una gran frustración y es no haber podido ir a la Universidad.

-Ahí me ha cogido en mi punto débil. Yo tengo complejo no sólo de no haber ido a la Universidad, sino también de no haber ido a un colegio normal, porque en la época de Franco no podíamos ir a la escuela porque no las había y mi padre no podía pagar un colegio de pago. Empecé a leer con casi veinte años y a esa edad no se asimilan las cosas. Tenía talento, pero no posibilidades para demostrarlo. Es la vida la que me ha ido enseñando y la he ido absorbiendo con mi inteligencia natural.

-Creo, además, que esto le ha hecho pasar una de las mayores vergüenzas de su vida.

-Exacto. Cuando estrenamos “La violetera” en el año mil novecientos cincuenta y ocho en Caracas yo tuve que escribir unas cosas para el público y puse hispanidad sin hache. Yo creo que ha sido la mayor vergüenza de mi vida.

-Sin embargo tenía usted compensaciones. Indalecio Prieto dijo que España, la España de entonces, no se merecía “ese pedazo de mujer”.

-Sí, Indalecio Prieto me hizo una crítica, creo que en “El Excelsior” de México, que no había palabras tan generosas. Esas cosas te animaban mucho.

-¿Y usted de política cómo anda?

-Pues parte del terrorismo, la droga y el paro, creo que estamos en una democracia maravillosa y en una libertad que espero que no se convierta en libertinaje. A mí me gusta cómo están gobernando los socialistas y creo que todo no se puede hacer en un día. Hay que dar tiempo al tiempo. Antes los artistas íbamos al extranjero avergonzados, pero desde que hay democracia yo voy con la cabeza muy alta por el mundo.

-¿Qué le preocupa ahora?

-El Sida y el tiempo. El tiempo que no tengo para ver crecer a mis hijos. t



LA FOTO CCCLXXI


La placidez de una diva: Sara Montiel. En los '80 por: Gumer Fuentes.

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