NUESTRA PORTADA
Dos rostros famosos y bellísimos se asoman esta semana a nuestra portada. Carmen Sevilla y Sarita Montiel, Sarita Montiel y Carmen Sevilla –tanto monta- han logrado una fama internacional. Aparte de su belleza, que ya es apartar, cuentan con un arte espléndido que se manifiesta a través de sus muchas películas. La competencia, noble y del mejor tono, ha sido entablada entre ambas, por las preferencias del espectador y también por el pulso de sus respectivas personalidades que las diferencian. Y con todo esto, el cine español ha estrenado una vibración apasionante hasta ahora desconocida. De esta posible lucha saldrán vencedoras nuestras dos estrellas, por méritos propios e indiscutibles.
Carmen Sevilla y
Sarita Montiel,
dos estrellas
guapas y famosas, en el difícil paralelo de la popularidad.
Sus
temperamentos artísticos son tan totalmente opuestos como Andalucía y la Mancha
CARMEN,
recostada sobre el cuero rojo del asiento de su Mercedes, me va explicando el
argumento de su próxima película: “La violetera”. A ella, tan joven y tan
guapa, le hace gracia el que, en determinadas escenas de la película, tiene que
aparentar una vejez de la que está muy lejos. Fea, imposible. Está ilusionada.
Muy ilusionada. Todo su optimismo personal, muchas veces puesto a prueba en su
vida cinematográfica, se vuelca en un caudal de esperanzas. Aún desconoce el
nombre del galán. Confía en que sea famoso. Por eso yo me temo que será extranjero.
Recuerdo que al
despedirnos le deseé mucha suerte. Toda la que se merece. Y me sonrió como ella
sólo sabe hacerlo. Con el corazón. Desde aquel día han transcurrido varios
meses. He vuelto a ver a Carmen en contadas ocasiones: estrenos de gala, conktails…
Es decir, siempre rodeada de una muralla humana casi infranqueable. La última
vez que la he visto ha sido en el cine Chueca. Se iba a elegir la “Maja de
Madrid”. Y me extrañó mucho su asistencia. Sabía, de forma positiva, que no
había sido invitada a participar en la reunión de estrellas convocadas al
efecto. Me había producido una gran decepción. Pero… Había un precedente. Un
lamentable precedente, que viene a cuento. Carmen había sido seleccionada,
junto a otras compañeras suyas, para participar en la Semana del Cine Español
que se iba a celebrar en Caracas. Única condición: rápido regreso a España.
Tenía necesidad de volver pronto para estudiar el papel de su película. Dimes y
diretes. Su nombre es borrado de la lista. Decepción allende los mares, donde
es esperada con la máxima expectación. Y por los medios cinematográficos de
Madrid corre el rumor de que “alguien” ha lanzado la peregrina idea de declarar
el “boicot” a Carmen Sevilla.
“Boicot” llamado al fracaso
No será invitada
a ninguna fiesta. Ese “alguien”, que se va desdoblando en “algunos”, pretende
justificar su actitud como una represalia por la lógica decisión de Carmen. El
tiempo le ha dado la razón: a estas alturas todavía está ausente de España la
delegación que representó a nuestro país en América. Y el teléfono de Carmen
suena constantemente. El tono de las llamadas se puede resumir en estas
palabras: “Estamos contigo”. Carmen, mujer discreta por excelencia, ajena al
tinglado que se está levantando, marcha a la feria de Sevilla. Ofrece una
fantástica fiesta, a la que acude el “todo Europa”: testas coronadas, títulos
antañones con grandeza de España… Carmen ha escogido un grupo de churumbeles
para que canten y bailen. En la caseta se forma la marimorena. Y luego Carmen,
en honor de sus invitados, canta y baila por todo lo alto hasta la madrugada.
Al día siguiente, por Sevilla, los escogidos presumen de haber asistido a una
fiesta inolvidable.
Viéndola montada
a caballo, con su traje de amazona, su gentil figura cobra un aire de majeza indecible.
A la sombra de su sombrero cordobés miran dos ojos que sonríen por su cuenta,
para riesgo de aquellos que los contemplan. Está en la fiesta de su tierra:
Sevilla. ¡Que prueben los guapos a hacerle el “boicot” aquí, a la vera del
Guadalquivir! Pero Carmen se ha olvidado de eso. Más aún: lo ignora, con gesto
de suprema elegancia. Ella es así. Y no hay nadie capaz de cambiarla. ¡Las
“faenas” en el ruedo de la Maestranza, ante los toritos de Miura! Dando la cara
y jugándose el tipo, como los hombres valientes. Nada más.
Regresa a
Madrid. Según su costumbre, apenas sale de su chalet, en la zona residencial de
El Viso. Se la vuelve a ver en algún cocktail. A las preguntas sobre qué ha
pasado, una respuesta concreta: “Nada”. Sin más explicaciones. Luego me he enterado
que Carmen ha recibido en su casa la visita de una personalidad cinematográfica
–todo un caballero- que ha limado las posibles asperezas. Claro está que de
antemano se contaba con la buena voluntad de Carmen, siempre dispuesta a
comprender incluso aquello que tiene turbia explicación. ¡Pelillos a la mar!
Volvamos a
Chueca. El hecho es que Carmen está allí, con su traje color fucsia y sus
visones blancos. Una novedad: se ha cortado el pelo. Me gustaría hablar con
ella para decirla que así la encuentro más internacional. Pero aprovecho todo
el tiempo de que dispongo para escuchar. El piropo siempre es posible. Y
escucho la explicación de su presencia en el cine. Por lo oído, un magnífico
amigo de Carmen y también mío la ha llamado por teléfono, aquella misma noche,
a las nueve. Esto es, dos horas antes de empezar el festival. Carmen le escucha
atenta y sorprendida. Quiere que asista por encima de todo. Carmen comprende y
asiente. Irá. Sorpresa general entre bastidores. Agradable sorpresa. Me resisto
a creer que “alguien” se sintiera molesto por la llegada de Carmen. Sin
embargo… No sé, no sé.
Pisando firme en terreno resbaladizo
Al acabar la
proyección, las actrices van saliendo por el patio de butacas. Ovaciones de
distinto calibre, con arreglo a las preferencias del público, que abarrota el
local. Carmen Sevilla sale en último lugar. Nadie la esperaba, por no estar
anunciada en el programa. Le dedican una ovación que, en honor de la verdad,
bate los récords anteriores. Que nadie se sorprenda. Tengo miles de testigos.
Que nadie tampoco se moleste. Cuento las cosas tal y como sucedieron. Ovación
de clamor, que mide la popularidad inconmensurable de Carmen. Popularidad
ganada a pulso y a través de los años. Ha interpretado más películas que
cualquier otra artista española de su generación. Unas han sido buenas, otras
regulares y otras malas. De todo ha habido. Pero siempre su nombre ha sido
garantía de éxito, al menos económico. Para hacer películas de categoría se ha
visto obligada a interpretar otras ínfimas. Desde su primera película –“Jalisco
canta en Sevilla”- hasta la última que ha filmado –“Aventura para dos”- Carmen
se ha desenvuelto en el ambiente cinematográfico con una autonomía personal
digna de todo encomio. Y ahí está para quien quiera algo de ella. Pisando firme
en terreno resbaladizo. Méritos propios. Eso es.
…después todo se sabe
Observo que las
señoras aplauden con más fuerza. Admiran a la artista, pero también a la
persona. Simpatía, modestia y un salero que provoca el ole. A la salida se
habla de cierto incidente. El comentario no trasciende al público en general.
¿Qué ha sucedido? En realidad creo que, de producirse algo, carece de
importancia. Unos echan leña, mientras otros pretende apagar el fuego. Y todo
se queda, al parecer, en tablas.
A mi juicio hubo
más motivos durante un reciente estreno cinematográfico en un local de la Gran
Vía. Estreno de una película que yo soy el primero en admirar y aplaudir. Se
llama “El último cuplé” y su protagonista es Sarita Montiel. Un dicho muy
castizo afirma: “No te digo nada, porque después todo se sabe”. Con razón. Yo
lo supe. Lo oí. Y me dolió. Por dos razones: por quien lo dijo y por lo que
dijo. También en este caso tengo testigos. No es una afirmación gratuita. Al
parecer se pretendía destronar a una reina para que otra ocupase el sitial.
¿Tan pequeño es el cine español para que no quepan en él dos tronos? Lo más
curioso del caso es que el parangón se establecía entre dos artistas de estilo
completamente distinto. ¿Acaso no es más elegante dar a cada una lo suyo?
Insisto en que no puede haber competencia por tratarse de dos artistas de
temperamento totalmente opuesto. Y, aparte de esto, buenas amigas.
¿Por qué,
entonces, se pretende arrancar de las manos de una el ramo de violetas que se
le había ofrecido para dárselo a la otra? Esas violetas estaban compuestas en
un “bouquet”, por lo visto, muy parecido al… último exhibido al público. Tres
“bouquets” estaban en posesión de una, la primera escogida, para que eligiese a
su gusto. Y luego… Como las violetas son más pequeñas y más modestas no sucedió
lo que con los nardos, que basta uno para convencer. Y las violetas fueron acompañadas
con pan, amor y etiqueta de cierta región española, cuyo nombre exalta la
fantasía. Las otras manos femeninas, en gesto encomiable, no han aceptado el
ofrecimiento.
Sevilla, hecha
apellido, pasea su garbo por dos mundos. Sola, con su arte. Y con un deseo muy
dentro prendido: que el cine español suba muy alto. Carmen ahora estudia el
guión de su próxima película. Una coproducción hispanoitaliana que se titula
“Santa Ana y el coro”, que interpretará junto al famoso actor norteamericano
Barry Fitzgerald. Don canciones en la película. Melenita y un traje de crespón.
Y su nombre otra vez en las pantallas: Carmen Sevilla. También le espera el
Festival de Berlín. Quieren que vaya. Irá, encantada. Como ha ido a Méjico, a
Buenos Aires, a Hollywood, a Roma. Y si se lo piden, que así se lo pedirán,
cantará y bailará con su mejor entusiasmo. Con todo su arte. Por mujer y
sevillana es bonita y graciosa. Y artista por naturaleza. Ese es su mejor
trono. El ala de su sombrero ancho en su mejor corona.
Las violetas se
esconden cada noche, para volver a mostrarse al día siguiente. Con modestia.
Sin alardes. No hay caminante que se atreva a pisarlas. Y menos a arrancarlas
para ofrecerlas a una persona y luego dejarla con las manos vacías. Lo mismo en
los campos de Andalucía que en los de La Mancha. Porque las violetas florecen
incluso en los sitios más ignorados.
JOSÉ LUÍS QUINTANILLA
MAJA DE MADRID. Organizado por nuestro querido colega el diario vespertino “El Alcázar”, se ha celebrado un concurso para elegir la “Maja de Madrid” entre los doce distritos de la capital. Miles de muchachas concurrieron a este magno certamen, cuya finalidad era exaltar, de forma noble y sincera, el tipismo madrileño y la belleza de sus mujeres. Las doce majas elegidas fueron presentadas al juraco seleccionador, cuya presidenta honoraria es Sarita Montiel. Resultó elegida la maja presentada por el distrito del Retiro, señorita Mari Conchi Mahor, de dieciséis años de edad. Al festival celebrado en el cine Chueca concurrieron las más famosas estrellas y actores de la cinematografía nacional: Elisa Montés, Sarita Montiel, Mari Luz Galicia, Asunción Sancho, Carmen Sevilla –que impuso la banda a la ganadora-, Rubén Rojo, Vicente Parra…, que hicieron patente su admiración a la señorita Mahor y elogios del éxito de “El Alcázar”, diario que ha ofrecido gentilmente a Madrid su Maja.
LA JOVEN Y BELLÍSIMA actriz española Sarita Montiel fue obsequiada por la firma Helene Curtis con un lote de sus mundialmente famosos productos para el cuidado y embellecimiento del cabello, durante la gran fiesta que se celebró en el cine Chueca, en la que se nombró la “Maja de Madrid”. He aquí dos nombres de fama internacional que representan la belleza, elegancia y distinción. Una gentileza de Helene Curtis.
EL RECORTE CCCLXX
Preferencias (muy lícitas) aparte, lo cierto es que Sara Montiel es la reina indiscutible del cine español. Y así fue desde el estreno del "Último cuplé". Treinta años después fue invitada a París a celebrar el aniversario. En este reportaje de Semana, 18 de marzo de 1987, vemos a la diva recordando y tratada como lo que siempre fue: una gran estrella.
Esta semana cumple
cincuenta y nueve años
SARA MONTIEL,
treinta años después de
“El último cuplé”
*“Doscientas mil pesetas me pagaron por aquella
película, cuya productora ganó más de quinientos millones de la época”
*“Soy un mito, lo cual es difícil de sobrellevar”
*“Quiero volver al cine, del que estoy apartada desde 1974, con un guión adecuado a mi edad, que me guste”
Sara Montiel
cumple cincuenta y nueve años esta semana, pocos días después de que en París
festejara las ocho primaveras de su hija, Thais, como informamos en nuestro
pasado número. En la capital francesa Sara Montiel fue homenajeada por la
primera cadena de la Televisión gala. Actuó en directo en la emisión “Acteur
Studio”, que presenta los lunes Frederick Mitterrand, sobrino del presidente de
la República, y grabó varias canciones y entrevistas para “La chance aux
chansons”, programa diario en el que la estrella invitada durante esta semana,
de lunes a viernes, es nuestra internacional artista manchega, a la que se le
ha recordado ahora en el país vecino al cumplirse el treinta aniversario de “El
último cuplé” (que en Francia se estrenó con el título de “Valencia”) y uno
menos de “La violetera”, que es su película más conocida allí.
Sara volvió a
rememorar sus viejos éxitos: “Colón 24”, “Frú, frú”, “Es mi hombre”, “La
Madelón”, “Caracola”, “Bésame mucho”, “Nostalgias”… Coincidió en el estudio de
la televisión con Georges Moustaki, que intervenía en el mismo programa junto a
su compañera, Marta Contreras.
En el espacio de
los lunes que anima Frederick Mitterrand Sara Montiel no vaciló en confesar:
-Soy
parte de la historia del cine español y de los años finales del Hollywood
glorioso, los que van desde 1950 a 1960. Soy un mito, lo que es difícil de
sobrellevar, por lo que siempre tengo que estar a tono con el mito.
La primera vez
que Sara Montiel se puso ante las cámaras fue en 1944. Todavía Enrique
Herreros, publicista y dibujante excepcional, no la había bautizado
artísticamente con el sobrenombre que la convertiría en estrella.
-No
es fácil durante treinta años seguir llamándose Sara Montiel –nos dice la
artista.
La época de la
censura cinematográfica no se le ha olvidado:
-Daba
la impresión de que entonces las actrices de cine no teníamos ni ombligo, ni
busto, ni piernas, porque no nos dejaban enseñar nada. “Será que tiene unas
piernas feas”, podía pensar la gente. Y hasta los títulos de algunas de mis
películas tuvieron que ser alterados, porque por ejemplo, “Cabaretera” era una
palabra inmoral para la censura y tuvimos que obligarnos a titular “Pecado de
amor”.
“EL ÚLTIMO CUPLÉ”
En mayo de 1957
se estrenó “El último cuplé”, de Juan de Orduña. Fue un éxito inesperado. Volvían
a ponerse de moda las canciones que a principios de siglo habían popularizado
Raquel Meller y otras glorias de la época. Sara Montiel, que acababa de
regresar a España después de su etapa americana, no aceptó que nadie cantara
las canciones de la película (los productores querían que Lilián de Celis la
doblara en los cuplés) y logró un éxito sin precedentes:
-Estuvo
año y medio proyectándose diariamente en el cine Rialto, de Madrid. En el cine
Gaumont, de los Campos Elíseos, de París, se mantuvo cincuenta y siete semanas.
Había costado tres millones de pesetas y Cifesa, que antes de que se terminara
la filmación compró a Orduña los derechos porque no tenía dinero para
concluirla, ganó más de quinientos millones de entonces.
-¿Y tú, Sara,
cuánto percibiste?
-Doscientas
mil pesetas nada más.
“SORAYA RECORDABA MIS PELÍCULAS”
Durante su
reciente estancia en París Sara Montiel saludó a la ex emperatriz Soraya en el
club de Olivia Valére:
-Yo
la conocía desde que hace tres años acude todos los veranos a Mallorca, donde
tiene alquilado un chalé en Porto Andraitx. Tenemos amigos comunes. El año
pasado dimos un almuerzo en su honor. Soraya recordó mis películas, la mayoría
de las cuales había visto en Irán, cuando estaba casada con el sha.
Sara estuvo una
noche en Les Bains, un restaurante-discoteca que ahora está de moda en París,
aunque sea un sitio más bien “cutre” que hasta no hace mucho era un local medio
abandonado que en tiempos sirvió de baños públicos. Sara saludó a Roman
Polanski ruante unos minutos, que se hallaba en otro rincón de la sala. En
homenaje a nuestra compatriota, además del embajador de España en París, don
Juan Durán Lóriga, acudieron Frederick Mitterrand, la veterana cantante
Patachou (que ahora vive en Montecarlo y acaba de cantar en la película recién
estrenada “Rumba”), Francoise Arnoul, aquella deliciosa protagonista del filme
“La chat”, y Jacqueline Danno, actriz dramática que ahora también canta.
Se organizó una
pequeña fiesta de carnaval, y Sara, pasada la medianoche, bailó una samba con
su marido, Pepe Tous, al que, por cierto, recuerda María Asquerino en su libro
de “Memorias”, que aparece estos días, como uno de sus antiguos amores:
-No me molesta que María,
encantadora mujer, recuerde que un día nos quisimos.
Nuestra estancia
en París culminó con otra cena a la que acudió Sara Montiel nada más terminar
su actuación en el programa televisivo de Frederick Mitterrand. Era la una de
la madrugada cuando Sara llegó a Espace Pierre Cardin, un edificio que el
célebre modista compró hace años y en el que instaló un estudio de grabación y
un restaurante, al que acuden generalmente personalidades de la vida artística
parisiense, sobre todo actores que a esa avanzada hora ya han terminado su
función. Por ejemplo, Sara pudo saludar allí a Jean Pierre-Aumont (que estuvo
casado con la legendaria María Montez) junto a su segunda esposa, Marisa Pavan
(hermana de la llorada Ana María Pier Angeli).
Entre los amigos
que tomaron asiento en la mesa de Sara se hallaba Francis López, popular
compositor de aquellas operetas que nuestro Luís Mariano mantuvo en cartel años
y años en el teatro Châtelet y que ahora ha estrenado otro espectáculo,
“Fandango”, para Rudy Hirigoyen, continuador del estilo de Mariano.
“QUIERO VOLVER AL CINE”
Sara tiene
previsto viajar a Belgrado uno de estos días para asistir a un festival y para
actuar en la Televisión yugoslava. Luego marchará a Argentina. Y cuando regrese
a España preparará las galas que ha de cumplir en verano.
-También
quiero volver al cine, si encuentro un guión adecuado a mi edad, que me
interese. Pilar Miró también me ha hablado de un proyecto en televisión. Y
Méndez-Laite estudia la posibilidad de que se me dé un homenaje por los treinta
años de “El último cuplé”. Desde que hice “Varietés”, con Bardem, en 1972,
prácticamente vivo retirada del cine, aunque en 1974 rodara “Cinco almohadas
para una noche”. Pero repito que sigo considerando mi retirada desde esa
película que dirigió Juan Antonio.
Sara, mito, es
distinta a la María Antonia Abad Fernández que conocen sus amigos. Por eso no
vacila en autodefinirse así:
-Soy
una mujer sencilla, sin dobleces, que siempre digo lo que pienso.
Manuel ROMAN
Fotos Juan GALLEGO,
enviados especiales.
LA FOTO CCCLXX
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